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Palabra del Ejército Zapatista de Liberación Nacional

Feb272006

en Huayacocotla, Veracruz. 26 de febrero.

Intervención del delegado zero en la reunión con adherentes de las comunidades indígenas


 

Palabras del Delegado Zero en Huayacocotla, Veracruz.

26 de febrero del 2006

Bueno compañeros, compañeras buenas tardes, ya casi noches.

Primero que nada agradecemos a los compañeros de la Pastoral Social de Huayacocotla y a los del albergue que nos hallan recibido. Y también agradecemos a los compañeros, a las compañeras de Ilamatlán, que fueron allá a invitarnos. Y aquí queremos contar un poco la historia, para que se entienda lo que platicó la compañera, dos compañeras que fueron allá. Las dos pasaron aquí a hablar.

Cuando estaba en la reunión preparatoria de pueblos indios, asistieron estas compañeras y empezaron a platicar su historia y —cómo pasó aquí— pues les ganó la emoción. Y era también de coraje, porque habían visto en la televisión que salía que en su municipio estaba llegando mucha ayuda del gobierno federal. Y ellas decían: “da coraje porque nosotros sabemos, ahí vivimos y sabemos que no llega nada”. Y ahí estaba la cámara de Televisa, entonces nosotros cuando hablamos, después de que hablaron todos, dijimos: “bueno, ¿por qué Televisa no pone lo que dice la compañera al lado del anuncio de Fox, donde está anunciando que sí está ayudando? Y apagaron la cámara y el micrófono, ya no salió nada.

Luego ya nos fuimos a reunir aparte con ellas en una bilateral —les decíamos—, una reunión sólo con las compañeras. Estaban los Comandantes y Comandantas junto conmigo. Y entonces ellas nos hacen la invitación, la compañera de que vayamos a Ilamatlán. Y nos cuenta la historia que pasó cuando fue la consulta, la Consulta Nacional por los Derechos y la Cultura Indígenas. Que fueron unos compañeros ahí, ahí los recibieron, y ya cuando se fueron los compañeros es cuando —cuenta la compañera— que la golpearon y también hubo represión. Y entonces los retaban, les decían: “a ver órale, tráete a los zapatistas, a ver si son muy chingones”. Entonces yo les decía: “pues vamos”. Y decían las compañeras: “no, es que tenemos pena qué tal que va a pasar algo, ¿por qué no te quitas el pasamontañas para que no te conozcan?”. Esa fue la idea que se le dio.

Y nosotros dijimos: “bueno, pues, tenemos que pensarle cómo le vamos hacer”. Y entonces salió la idea de ellas de que buscar otro lugar que quedara cerca. Y, afortunadamente, pues los compañeros de Huayacocotla lo proporcionaron y nos sirvió a nosotros también para escuchar las otras historias que hemos escuchado acá.

Compañeros y compañeras, pues como pedían las compañeras que estuvieron hablando y algunos de los compañeros también indígenas, les vamos a contar un poco de la historia de cómo está allá la lucha, allá en donde estamos nosotros, en las comunidades zapatistas y cómo empezó.

Y empieza con esto de la lengua —que explicaba también la compañera—, que dice que da coraje que los desprecien a unos por la lengua, porque hablan lengua indígena y que de plano no los dejan hablar. Que dicen: “no, pues tú ni hables porque, como quiera, ni se te va a entender”. Y que sólo hable el que tiene cargo, la autoridad, que ya sabemos pues que va a decir lo que le conviene al gobernante que llegua o al rico que llega.

Entonces, nosotros nos acordamos cuando empezamos a ir a los pueblos. Nosotros no empezamos así muchos, sino que primero hablamos con un compañero y luego ese compañero hablaba con su mujer, y luego hablaba con sus hijos y, entonces, eran poquitos. Y luego le hablaban al pariente, al compadre, al tío.

Empezábamos a hablar así, uno por uno, y luego ese compañero platicaba con otro y entonces se entraba una familia a la lucha, y luego otra, y otra, y así. Muy despacio íbamos primero. Y entonces, ya llegó un momento en que ya todo un pueblo. Los pueblos allá, las comunidades, son pequeñas: de cincuenta, sesenta familias. O sea, serían unos ciento cincuenta, doscientas personas, así las más grandes. Y hay otras que de plano son como rancherías, así como unas cincuenta, sesenta personas nada más.

Entonces, ya luego nos tocaba a nosotros bajar de la montaña e ir a dar plática política a los pueblos para explicar la lucha, porqué estábamos luchando.

Y nosotros luchamos, entonces, por 11 puntos. Luchamos por tierra, porque no había tierra ahí, o sea la tierra la tenían los terratenientes. Y decían los compañeros: “no, pero con la tierra, pues va el crédito para poder trabajarla, la maquinaria”. Allá nosotros no usamos ni el arado, usamos un palo que se llama la coa y con eso hacemos un hoyo y ahí echamos la semilla, y pedacito, por pedacito, así se va haciendo. Entonces el surco queda así como, bien chueco ¿no?, según cómo agarra uno el camino.

Entonces, también dicen los compañeros: “y la tierra tiene que ir con que haya buen precio para el producto que sacamos”, porque allá también se siembra café, a veces. Entonces están todo el día, porque toda la familia trabaja, no nada más los hombres, también las mujeres, los niños, en el corte del café, para secarlo y todo eso. Y como estamos retirados de las carreteras, de las cabeceras municipales, pues era, aparte de que había dos, tres días de camino cargando los quintales de café a la carretera, luego ahí había que pagar el carro. Y luego llegar a la cabecera municipal y ahí estaba el coyote. El coyote ni revisaba el café, nomás decía: “tu café no sirve, es café chibola —se dice al café que no sirve, que es pura basura—, entonces te voy a pagar menos”. Y entonces el compañero pues está con pena, porque si no acepta el precio bajo, ni modo que se va a regresar, porque no hay quién más lo compra, y, ni modo, lo tiene que malbaratar.

Entonces, llegaba con dos, tres, quintales de café, de costal de café pergamino —le decimos nosotros uno grande—, pues se supone que lo iba a vender a un precio y luego regresaba a su comunidad, y ya con menos paga de la que se pensaba. Entonces dice: “no, pues eso no puede ser, tiene que ser el trato directo del campesino con el que lo va a comprar, que no haya coyotes y que haya buen precio”, decía. Entonces esa era la demanda de tierra.

Y luego estaba la demanda que nosotros decíamos de techo, o sea de vivienda, porque allá las casas de plano puro techo de palma y pared de lodo, y el piso, pues de tierra. Y un solo cuarto, ahí en ese cuarto estaba la cocina, que era un fogón. Ahí en ese cuarto se comía, en ese cuarto se dormía y en ese cuarto entraban los perros, las gallinas, todos los animales. O sea, ese era todo el lugar pues.

Y sí, el agua había que acarrearla del arroyo, del manantial, donde quedaba. Porque los pueblos casi siempre se quedaban, se hacían, cerca de un manantial. Y ahí para cruz, y cada 3 de mayo —todavía está esa costumbre—, cada 3 de mayo hacen la fiesta de la Santa Cruz. Entonces el pueblo se junta y va a donde está el agua para que no se vaya a secar. Porque la costumbre es que si se te olvida, entonces el agua se seca, porque entonces el hombre ya no la respeta, dice, el ser humano pues.

Bueno, entonces dicen: “no pues necesitamos buena vivienda o sea con buen techo”. Allá no estamos pensando todavía que si techo de material, techo de lámina; ya el que tiene lámina de cartón ¡puta, pues ya está muy avanzado! Entonces no, pues techo de lámina de esa de metal, pues que se dice. Y que haya piso de cemento, porque lo sabemos que el piso de tierra pues cria muchas enfermedades, los niños se la pasan enfermos pues. Y que tenga agua y que tenga luz, pero allá olvídate de que si hay luz. La primera luz que entró a la Selva Lacandona la metimos nosotros en un motorcito que daba luz. Entonces los compañeros llegaban y decían: “préndelo” y para poner un foco, nomás para ver cómo se veía, porque no conocían la luz eléctrica. La gente allá no salía nunca a la ciudad, no sabe qué es un foco pues. Entonces dicen: “queremos una casa así como esa, que tenga todas las cosas”. Y luego, la otra demanda esa era.

Entonces, tierra, techo, el otro era trabajo. Dicen: “necesitamos que haya trabajo”, porque había gente que salía a ganar dinero fuera, pero que le pagaban muy poco. Entonces quiere que el trabajo de uno lo paguen cabal, o sea lo paguen lo justo, que sirva pues para conseguir todo lo que se necesita.

Entonces decíamos: techo, tierra, trabajo, pan, era la cuarta demanda. O sea, alimentación. Porque allá pues nosotros no comíamos carne, más que cuando hay fiesta. Todos los días era: frijol, tortilla y verduras —si es que algo sembrabas— así como calabaza, chayote. O si ibas al monte a cazar. No muy se animaban porque allá el monte es muy bravo, casi nadie le entra, nomás le entraban los guerrilleros —o sea nosotros—, los demás no se animaban porque hay muchas historias ahí de fantasmas y de muertos que caminan, entonces no le entraban.

Y entonces pues la alimentación era tortilla, frijol y sal, si es que hay, y de vez en cuando pues se mataba un pollo. De repente una familia tenía una vaquita, pero esa no la venden, porque es para cuando alguien se enferma, porque es cuando se va a necesitar el dinero y, como no hay, entonces venden el ganado. Y también el ganado, pues estaba la trampa porque entraba el coyote en su camión y llegaba y decía: “pues tanto por el torete”. Que nosotros sabíamos que en la ciudad se vendía, por ejemplo, a mil pesos —un millón de pesos entonces, porque todavía no cambiaban la moneda—, éste lo pagaba a quinientos. Y si no quieres, pues quédate con tu torete. Pero tienes allí el enfermo, ni modo que vas a dejarlo sin medicina, pues malbaratan el torete.

Y así decían: “entonces necesitamos buena alimentación, porque por eso, pues los niños se enferman mucho, no agarra fuerza ya nuestro maaz”, nuestra bebida pues. Lo que nos da fuerza es el pozol, que es una bebida que se hace con maíz, y eso es lo único que lleva el campesino a la milpa: una botella de pozol, es así como su alimento. O sea olvídate de leche, refresco, allá no hay nada de eso, no había pues. Bueno, pues también entonces alimentación, pan, es la cuarta demanda.

Salud, porque, así como nos contaron las compañeras, pues allá olvídate de que va a haber una clínica, una farmacia, ni siquiera gente de salud. Es que si se enferma alguien hay que llevarlo —también caminando— hasta donde está la carretera, pagar el carro, llegar a la cabecera municipal, a la clínica de campo, y que no lo reciben porque es indio o india, porque no le entienden la palabra, pues. Entonces está la pobre compañera explicando: “me duele esto y esto”, pero como está hablando en lengua pues no. Y además, como es indígena, pues lo despreciaban, porque allá es una ciudad de muchos de los finqueros pues, de los terratenientes. Hay mucho desprecio al indígena, a pesar de que —como explicaron aquí— viven de los indígenas, del trabajo de los indígenas.

Entonces, pues resultaba compañeros que cuando una persona ya de edad se enfermaba, pues la familia echaba cuentas: ¿qué sale más caro, sacarlo a la ciudad y que luego no lo atiendan, o de una vez hacer la caja del muerto? Entonces, de plano se esperaban a que se muriera —aunque les dolía pues—, porque ya sabían que de balde van a gastar, lo van a llevar a la ciudad y no lo van a atender. Entonces, dicen: “no pues tenemos que pelear por salud”. Por todo esto, y que las clínicas y los hospitales vengan con el doctor, la enfermera y las medicinas. Porque ya nos contaban también otras gentes de la ciudad que dicen: “sí, ahí está la clínica de campo pero vas y no hay medicina, o el doctor anda en otro lado, o la enfermera te trata mal”. Entonces dicen: “no, tiene que haber pues buenos doctores y buenas enfermeras, que atiendan pues con buena medicina”.

Educación era la sexta demanda. Dicen: “no, pues es que necesitamos escuelas”. Allá olvídate de que hay. No podíamos quejarnos de los maestros, porque no había escuelas. El único edificio que más o menos estaba así bien hecho, con el acuerdo del colectivo de todos para hacerlo, era la iglesia. Y la iglesia servía para todo, servía pues para decir la palabra de dios, pero también servía para las reuniones de la comunidad, también servía para las fiestas, era lo único pues, para que se usaba.

Entonces, pues decían los compañeros: “pues es que están creciendo aquí los niños y nada que aprenden, pues”. No saben sumar ni restar, entonces los chinga el coyote, porque les hace mal las cuentas. Y pues si alguien no sabe hacer las cuentas, pues ahí es donde lo engañan y más les robaban. “Entonces necesitamos buenas escuelas —dicen—, con buenos maestros que enseñen, y libros y todo. Y que el niño, pues como ya va a tener buena alimentación, pues que se dedique pues a estudiar y que aprenda”.

Entonces las seis primeras demandas eran eso: techo, tierra, trabajo, pan, salud, educación. Pero entonces dicen los compañeros: “no, pero para eso se necesita otras cosas, porque lo vemos que pues nuestro país no se manda sólo, sino que obedece lo que dicen los gringos, los de otros países. Entonces necesitamos luchar por independencia”. Porque cuando luchó el padre Hidalgo por la independencia, no quedó cabal. O sea que nomás cambiamos de dueño, parecía que éramos independientes, pero luego llegaron otros a dominarnos.

Y luego peor, porque entonces estaba el Miguel de la Madrid, López Portillo y Miguel de la Madrid, que mero de plano se estaba entregando con toda el alma a los gringos ¿no? Entonces dicen: “no, tiene que ser, nuestra guerra tenemos que hacer independiente a México otra vez, pero ahora sí que sea de a de veras”. Entonces era la séptima demanda: independencia.

La otra demanda era libertad. Dicen: “porque no somos libres, aquí tenemos que hacer lo que dicen los patrones y si no haces lo que dicen los patrones, pues entonces te meten a la cárcel o te corretean, o te golpean”. Porque allí estaban las fincas, o sea las haciendas de los terratenientes, y los peones eran los indígenas. O sea las tierras allá —las buenas tierras— eran de los terratenientes y los pueblos indígenas estaban aventados en la montaña, donde no se puede sembrar. Si son campesinos saben que ahí pura piedra, además está ladera, no da pues bien el maíz y el café peor pues. Se chinga con la lluvia, o se chinga con el sol, no hay para dónde hacerse.

Entonces tienen a los capataces y sus finqueros, porque no mero él llegaba sino el que mandaba ahí a la indiadacomo decían ellos— era el capataz. Andaba con su caballo y él andaba fueteando, le pegaba pues a los que no obedecían lo que se les decía. Y eran horas, desde que rayaba el sol hasta que se esconde —otra vez como también nos contaron aquí—. “No pues necesitamos libertad, como pueblos indios que somos estamos esclavizados”, decíamos allá los compañeros. Todavía no se sabe que hay Ejército Zapatista de liberación Nacional y todavía somos muy poquitos, unos cuantos pues que hay en la montaña —éramos seis compañeros que estamos en la montaña—, y de los pueblos, pues había dos, tres pueblos, tal vez éramos como 40 compañeros nada más.

Bueno, entonces: independencia, libertad. Democracia, porque ya estábamos viendo que había mucha trampa del PRI. Allá pues donde empezamos nosotros es el municipio de Ocosingo, es el municipio más grande del país, el que tiene más tierra, o tenía porque ya le quitaron una parte. Y entonces, allí cuando hay elecciones el PRI gana con más votos de las personas que existen. Así, se les pasaba la mano cuando le meten a la caja y entonces sale la noticia: “ganó el PRI en Ocosingo con el 110 por ciento de la votación”. ¿Pues cómo va a ser? Pues es que los muertos estaban votando también pues.

Y entonces, ahí ni siquiera llegaban las urnas, o sea las cajas donde echas tu voto, ni siquiera llegaban a la comunidad; ahí mismo en la cabecera te daban una torta y un refresco y a tachar boletas. Entonces, a veces le entraban en lugar de al refresco, cerveza, entonces por eso se les pasaba la mano y salían más boletas de las que tenían que ser ¿no? Entonces, allá la gente ni se enteraba; nomás le avisaban “ahora hay otro presidente”, como quiera es PRI, PRI, PRI. Entonces dicen: “no hay democracia, o sea que el pueblo no manda, se necesita pues que se mande, que los gobiernos obedezcan al pueblo, no que ahorita están de mandones”.

Entonces: independencia, libertad, democracia y paz. ¿Y por qué decíamos paz? Porque mero es que nos están haciendo una guerra como pueblos indios. Porque nos estaban matando pues. Aunque no nos avientan bombas, pero nos están matando pues por el olvido. Porque como no hay educación, no hay salud, nos están explotando los terratenientes, pues todos los pueblos indios se estaban muriendo. Y, además, estaba esto que los despreciaban mucho por ser indígenas y entonces, en veces, la gente se apenaba de ser indígena, en lugar de que está orgulloso, está con pena. Como que dice: “no pues es que yo estoy moreno porque me dio mucho el sol, pero no es que es mi color, yo soy blanco pues”, decían. Y no, pues, es que de por si así somos.

Pues esos fueron los… Justicia era el onceavo punto, ya me acordé. Justicia dicen, porque aquí si un pobre, por necesidad, agarra algo: a la cárcel 20 años. Y si un rico se está robando un chingo de cosas, hasta un premio le dan. Entonces no hay justicia aquí. Aquí lo que se castiga es la pobreza y se premia al rico. Y el rico es rico porque está robando. Porqué allá todos roban pues, a lo mejor también aquí en Veracruz, y también en Hidalgo —yo creo que sí—, pero allá, pues seguro que roban.

Y lo sabemos, porque si un indígena agarra un arbolito pues, lo corta ya seco para leña para su casa: 20 años de cárcel por destruir la naturaleza. Pero los otros cabrones sacan camionadas de madera y ni quien les diga nada, hasta los saluda la policía, el presidente, pues y todo. Entonces dicen: “pues no hay justicia”.

Pues estos eran los once puntos por los que dijimos que íbamos a empezar a luchar. Entonces, a mí me tocaba ir primero, porque había pocos compañeros. Llegaba en la noche pues, para que no me miren los que no saben, y ya en la noche, ya tarde, nos reuníamos en una de las casas en la orillada del pueblo para que no se oyera. Y entonces yo explicaba en español y un compañero explicaba en tzeltal, que es una lengua de las que tenemos allá, lengua indígena, así como aquí el mexicano o el náhuatl, allá es de varias lenguas.

Entonces, yo primero no entendía porque yo decía: “compañeros, tenemos que luchar porque estamos muy explotados”. Y el compa que va hablar en lengua, ¡ba, tardaba como media hora! Y yo decía “¿por qué si yo nada más dije unas cuantas palabras, y el otro está tardando mucho? Bueno, pues así será”. Y luego me tocaba explicar así los once puntos: ¡un rollote! Pero tardaba media hora hablando. Y el compañero en un minuto: ¡ta, ta, ta, ta, ya acabó! Pues yo no estoy entendiendo qué está pasando —dije—, a lo mejor éste está haciendo chueca mi palabra —decía yo—, pues tengo que aprender la lengua.

Entonces le preguntaba yo al compa:

Oye, porqué ¿por qué cuando hablo mucho tú hablas poco, y cuando hablo poco tú hablas mucho?

Entonces me dice:

Es que tu palabra es muy dura, es muy dura y no la entendemos, pesa mucho, se nos cae. Y entonces yo lo que estoy haciendo es que agarro tu idea y la explicó planito, así como entendemos nosotros. Pero viera que vas aprender la lengua, vas a entender por qué.

Porque decía ese compañero:

Es que hay palabras que usamos nosotros que en español no existen, no hay diccionario —dice—, porque nosotros hablamos aquí con el corazón y tú estás hablando como dicen los libros. Si aprendes a hablar con el corazón, entonces vas a aprender a hablar.

Bueno, pues ahí me mandan a tomar clase. Y ahí estoy tomando clase así, de cómo se dice una cosa. Primero tengo que aprender las groserías, para que no me chingan, pues. Entonces, ya que aprendí bien las groserías cómo se dice pues, entonces ya empecé a aprender otras cosas. Y ya pues llegó el día en que sí podía hablar, pude explicar pues con los compañeros la lucha, así en la lengua. Y sí, había palabras que no hay en español, porque están agarradas de otra forma. Y entonces ahí decían los compañeros: “¿ya vez cómo nuestra lengua es mejor que el castilla? —porque allá le dicen al español, le dicen la castilla—, es mejor. Pues sí, sí es mejor.

Y entonces empezó a haber este proceso como que nosotros íbamos a enseñar, y tras que salió al revés, tras que nos empezaron a enseñar las comunidades. Bueno, entonces empezó a cambiar que el que mandaba era yo, y luego tras que se cambió, y ahora los que mandaban eran ellos. Por eso, aunque aquí están diciendo Comandante Marcos, yo soy Subcomandante. Allá los que mandan son los Comandantes y Comandantas. Que van a venir —así como explicaron que no es primera vez, ni última que venimos— la próxima vez, porque ahorita venimos nada más a conocerlos, a ver quiénes están; que nos conocemos, nos saludamos y vemos quién tiene buen pensamiento y quién anda chueco. Y luego venimos otra vuelta, pero ya venimos más compañeros y compañeras y ya tardamos. No venimos así nada más un día, sino que ya vamos a los pueblos y todo eso y empezamos pues a conocer mero su historia como nos están contando. Bueno, pues esos compañeros y compañeros que mandan ¿acaso hablan español compañeros? No hablan español, pura lengua. ¿Acaso saben leer y escribir? No saben leer ni escribir, la mayoría no, hablan en pura lengua y son los que dirigen el Ejército Zapatista de Liberación Nacional.

A lo mejor no salen en la televisión, unos sí salen. Ya ven que ahora se nos finó la compañera Comandanta Ramona, que murió en enero. Ésa no habla castilla, no sabe leer ni escribir. Y ella iba todos los días pues de su pueblo, que era ahí por Oventic —los que conocen Oventic, en los Altos, que es un clima así como este, no más que con más niebla y más frío—, y lo que hacía era bordar pulseritas —aquí me dio ésta que traigo yo—. Iba y se las vendía a los caxlanes —así les dicen a los ladinos, a los mestizos pues— por un peso, dos pesos, lo que le aventaban pues. Y nadie sabía que unos días después iba a ser la Comandanta Ramona que se iba a conocer por todo el mundo. Pero si tú la vez así normal, piensas: “no pues ésa qué? Hasta si se la encuentran en la calle, creo que hasta le dan dinero, como que está pidiendo limosna, pero es la Comandanta Ramona, era la que mandaba pues miles, porque nosotros éramos miles ya cuando fue el alzamiento, pero al principio no somos así.

Pero al principio tampoco entran compañeras, o sea que a las mujeres las dejaban pues a un lado los hombres, porque son cabrones pues. Porque se enteran de la lucha y entonces le dicen a la compañera: “no pues a ti te toca hacer la tostada”. Porque eso es lo que nos ayudaban los pueblos, es como tortilla pero tostada para que dura más. De por sí es el modo: cuando sale el hombre a trabajar y tarda, en lugar de llevar tortilla, la lleva tostada. Así, aunque sea fría tiene que bajar con el pozol o con agua.

Entonces nos mandaban a la montaña. Primeras veces compañeros, llegaban cuatro tostadas, porque sólo una compañera nos apoyaba. ¡Puta, lo cuidábamos como que es la hostia! Sólo cuando hay fiesta lo comíamos y un pedacito para que dura, porque no comemos maíz, puro frijol y lo que cazábamos animales. Y si no cazas animales, chíngate pues.

Bueno. Y entonces resulta que el hombre cuando iba a contar —porque iban a vernos allá— dice: “no pues es que a ti te toca hacer la tostada nada más”. Y pues la compañera no sabe cómo le va a hacer para participar, dice: “bueno, pues será buena gente porque está en la montaña”, y sí hacían la tostada con mucho cariño y la mandaban, pero no hacían nada más. Y en las comunidades, en las asambleas de ejidatarios, ¿acaso entran mujeres? No entran, puro machete, puro hombre —así le decimos nosotros a los hombres pues—, no entran pues mujeres.

Bueno, pues tras que en otro pueblo de por allá, una familia que a su hija dice: “antes de que se la va a chingar el finquero, vete para allá”. Y la manda con nosotros, jovencita, y luego manda otra. Y entran dos compañeras indígenas, pero mero directo a la montaña, o sea con el EZLN, no a la comunidad.

Entonces, ahí cuando uno llegaba, pues te dan una arma, un uniforme y órale: a estudiar la política y a caminar, y aprender a cazar, y aprender a usar el arma, porque iba a llegar el día en que vamos a pelear. No sabemos cuándo, nomás estamos pensando que un día se va a necesitar.

Bueno, pues llega el día en que vamos al pueblo y tras que las mujeres ven que hay una mujer que tiene un arma, y que trae pantalón y uniforme, y que trae pistola y que manda —porque ya cuando tardaban tiempo agarraban grado, eran teniente o capitán—. Entonces, estaba mandando una tropa y era de hombres la tropa. Entonces las mujeres de la comunidad dicen: “¡ah cabrón! y ¿cómo? ¿por qué está ahí? si se supone que las mujeres no valemos”. Entonces empieza a entrar su idea de que porqué. Pero además ven que son indígenas, aunque son de otra etnia, pues de otro pueblo, ven que son indígenas, entonces empiezan a decir: “bueno y ¿por qué nosotros no?” Entonces empiezan hacer bulla. ¿Ya viste cómo son las mujeres?, bueno.

Empiezan hacer bulla entre ellas y entonces ya con una compañera insurgenta, o sea del EZLN, pues mandan una notita que le dice: “dile —porque no sabían escribir ni leer, le dicen a la compañera— pues, escribe ahí que queremos ir”. Bueno, pues ya llega la compañera insurgenta. Yo estaba de capitán y me da pues la nota y dice:

Que pues que queremos ir.

Y ¿quién quiere ir?

No pues las mujeres.

Y empiezan los hombres que iban:

No, ¿cómo? Y luego ¿y los hijos?, y luego ¿quien me va a hacer el pozol?, ¿y luego mi tostada y mi comida? —y no sé qué—.

Pues ya dijimos nosotros:

No pues es que también tienen derecho, porque la lucha es de todos, no nada más de hombres.

Y entonces llegan las mujeres al campamento. En lugar de cargando un arma van cargando al niño, como que lo traen terciado, así como si fuera el arma, pero va cargando pues el chamaco ¿no? —o niña, pues, niño o niña—, pero de plano pichito —le decimos nosotros—, que es cuando está muy chiquitillo. Y pues ahí empiezan a recibir también clase política, de nuestros derechos. Y las compañeras insurgentas empiezan a hablar de los derechos de la mujer. Y entonces las compañeras que iban de los pueblos, bajan y le empiezan a contar a otras, y se empieza a hacer la bulla.

Y luego ya como se está corriendo la voz de que se está una nueva organización que se está entrando, pues más se están entrando, y más, y más, y más, hasta que llega en su oreja de la Comandanta Ramona. Y allí el modo que es que es una mujer —era el modo antes, ya no— que si se casa, se chinga pues. O sea ya no va a andar en reuniones, ni va a andar en clase política, ni va a andar de un lado para otro porque lo mal hablan. Se van a decir: “no pues es que si anda de un lado para otro, es que anda buscando algo”, así lo dicen en la comunidad.

Entonces ahí la Comandanta Ramona dijo: “bueno, a la chingada, yo no me voy a casar, ni voy a tener hijos, me voy a dedicar a la lucha nada más”. Y empieza, compañeros y compañeras, ni zapato tenía, allá el modo es que andan descalzas. El macho sí tiene su bota de hule aunque sea, porque huarache no se usa, bota de hule o bota de cuero, pero la mujer siempre andaba descalza.

Pues así va la Comandanta Ramona —que entonces nada más era Ramona, no era Comandanta— y pasa en cada pueblo, y en cada pueblo que llega empieza hablar con las mujeres. Poco a poco, poco a poco, y así hasta que se va creciendo más y más la parte de las mujeres. Entonces ya cuando los hombres están pensando: “no qué tal que el soldado me va a matar” y no sé qué, pues la mujer le decía: “pues hazte a un lado, yo le voy a entrar si es que te faltan —coyoles, les dicen allá—, si te faltan tus coyolitos, entonces yo le voy a entrar —decía—, aunque sea yo con mis nahuas”. Porque allá se llama nahuas al que se usa, que es hasta abajo.

Bueno, entonces ya se empieza a crecer también la lucha de las mujeres dentro de la organización. Entonces ahí es donde el EZLN empieza a crecer, pero mucho, a lo bestia pues, ya. Si antes éramos 6, 7, al rato ya eramos 100, al rato 1000, al rato decenas de miles de indígenas pues. Hombres, mujeres, jóvenes, niños, allá todos. Decíamos nosotros: “hasta los perros eran zapatistas pues, porque ya te saludaban y todo”. Y como nadie entra allá, pues nadie se da cuenta.

Bueno, y entonces empezamos a buscarle el modo, porque como no llega nunca la idea de que “a ver, mañana vamos a pelear”. Bueno ¿pues mientras qué hacemos? Pues eso es el trabajo de la organización, pues vamos a ponernos hacer cosas en beneficio del pueblo. Y empezamos a hacer clínicas ¡Puta, hicimos una clínica bien bonita!, pero no hay medicina, ni hay doctor. ¿Y ahora cómo le hacemos? Pues que las compañeras del EZLN que saben de salud —de sanidad decimos nosotros—, o sea que saben un poco de medicina, empiecen a dar curso ¿sí? Para que las parteras de los pueblos les enseñen a otros, y cómo se cura una herida, y así poco a poquito. Entonces empiezan a ser promotores de salud, pero así muy poquito, de vez en cuando. Y entonces empezamos a convencer a los compañeros que empiecen a juntar la paga, pero para comprar medicina barata, porque si comprabas así un buen tanto, salía más barato y entonces que fuera del colectivo y que se cobre así nada más al costo. En lugar de que cada quien va a comprar su medicina, que se haga un solo viaje y que se traiga un chingo de medicina y ahí ya adentro ya no gastan todos en el pasaje.

Así empezamos pues, a organizarnos pues en esto. Para esto ya sale el De la Madrid y entra el cabrón del Salinas de Gortari. Y entonces que chinga el artículo 27 de la Constitución. Lo sabemos bien compañeros, que dice que se acabó la tierra, ya no hay para repartir y se acabó el ejido y se acabó la tierra comunal. “Y ahora sí vamos a ser ricos”, decía pues.

Pues lo compañeros que están allá decían: “¿cómo que no hay tierra? pues si la estoy viendo”. Es la de los finqueros, qué buenas tierras pues que había. Las compañeras que fueron allá lo conocen porque nosotros las vimos en una finca recuperada, ya no es del finquero, ahora es de los pueblos. Pero antes era del finquero, ahí donde llegaron ellas a hablar con nosotros. Ahí pueden decir que no estoy echando mentiras y les va a decir que es buena tierra, porque donde estábamos nosotros, pura piedra pues.

Entonces ya empiezan a decir los compañeros: “no, pues es que si ya no hay tierra, entonces ¿qué estamos esperando?” Pues no sabíamos que lo que estábamos esperando era la orden de la mujeres, es lo que no sabíamos. Entonces, empezó a pasar esto, compañeros y compañeras.

Nosotros teníamos radio de comunicación con los pueblos, así para que si hay un enfermo, que si hay un peligro nos avisamos entre todos los pueblos. Porque allá, olvídate que va a haber teléfono. Y entonces había un campamento, el cuartel en donde estaba la tropa insurgente, que se llamaba el Cama de Nubes, que era como aquí. Le decíamos Cama de Nubes porque estaba muy alto y siempre estaba la nube ahí. Ahí no entra el sol y un chingo de frío, aunque hace tiempo de seca, no entra. Y ahí estábamos nosotros haciendo pues los planes y en el radio llegó los días en que ya nada más estábamos pasando mensajes de niños muertos, pero un chingo. Entonces, si antes pasábamos mensajes de que va haber reunión, ahora, que ya se murió uno, y ya se murió otra, pero puros niños chiquitillos.

Entonces ya empezamos a hacer la cuenta y decimos: “no, pues ya es como una guerra”. Porque ya son cientos de muertos y además son criaturas que ni siquiera tienen juicio, o sea que ni siquiera puedes decir es que se portó mal, pues ¿cómo? si tiene 3, 4 años la criatura, ¿cómo se va a portar mal? Ni siquiera sabe qué es bueno y qué es malo.

Entonces fue donde las mujeres empezaron a empujar, a decir: “ya. Ya, ya, ya es hora, ya es hora, porque si no, ya se están muriendo los que siguen, si nos morimos nosotros aquí nomás se acabó, se acabó el pueblo indio”, que éramos nosotros pues. Y sí, porque los demás ya estaban creciendo, ya estaban haciéndose adultos, ancianos y todo. Y mismo por la enfermedad, pues se morían antes ¿no? Y mismo las mujeres, pues más rápido se envejecían. Tú veías una compañera y decías: “no pues tiene como sesenta años”, tras que tiene 30 y ya carga como doce criaturas y se le murieron cuatro. O sea que tuvo dieciséis hijos y cuatro se le mueren pues. Y es que desde chavalilla pues se casaban: 12, 13 años, ya agarraban marido pues.

¿Y acaso le preguntan si quiere al marido compañeros? No les preguntan, es que echaban trato directamente. Si tú, ya el muchacho tenía 14, 15 años, dice: “éste ya puede trabajar, pa’ fuera, tiene que buscar su casa”. Y entonces el papá echa trato con otro papá y le dice: “no pues mi hijo quiere con tu hija”. Pero el muchacho ni sabe, y la muchacha tampoco, ni está pensando nada pues. Entonces echan trato y ya nomás se arreglan entre ellos, y órale. Ya se casaron, y a empezar a hacer hijos, pues.

Bueno, entonces empiezan las mujeres a empujar de que ¿qué vamos a hacer? y ¿qué vamos a hacer? Y entonces ya fue cuando decimos nosotros: “no, pues tenemos que preguntarle a todos”. Porque no es así nada más que a mi se me ocurre —van a decir pues que estoy loco—, vamos a preguntarle, vamos hacer una consulta con todos.

Y entonces empezamos a pasar a todos los pueblos a preguntarle a cada quien qué es lo que vamos a hacer. Si es que vamos a hacer la guerra ya, o no. Yo les cuento porque a mí me tocó pues eso. Yo tenía que explicar. Y yo explicaba ahí: “pues si nos alzamos en armas (para entonces ya se rindió El Salvador, se rindió Nicaragua, parece que ya no hay lucha revolucionaria pues, armada y tampoco están los socialistas, ya todo está así, como que está desmayado toda la lucha, pues) —entonces ya les decía yo— no, pues es que si nos alzamos en armas van a decir que somos narcotraficantes, van a decir que estamos locos y nos van a partir la madre porque ellos tienen mejores armas que nosotros. Y si no nos alzamos en armas, pues va a seguir pasando lo que está pasando, que vamos a seguir así como estamos ahorita, con el sufrimiento que tenemos”.

Entonces, ahí en cada lugar…. ahí el modo, la asamblea, es que no se acaba hasta que haya acuerdo. No hay votación así de que “ganamos 10 a 1”, o lo que sea, no. Allá hablan y hablan y hablan y hablan, hasta que entra en su razón del colectivo, aunque sea que tarda días. Pero esa vez de la guerra sí era voto individual y votaban todos los que trabajaban. Entonces votaron pues, a veces jovencitos —pero que ya tenían responsabilidad, porque ya trabajaban—, hasta los ancianos.

Y entonces, en cada lugar hacíamos un acta. Decía: “bueno, éste fue el acuerdo ¿Todos están de acuerdo?” Lo decíamos en lengua y como la mayoría, compañeros, no sabe hablar castilla ni escribir ni leer, entonces ponía su huella. ¡Ahí se juntaron miles de papeles de toda la votación! Y pues salió pero así mucho, mucho, muy, muy adelante, que sí, que se va a la guerra.

Bueno, y entonces se organizan pues las mujeres y dicen: “bueno pues ya vamos a ir a la guerra, entonces, tenemos que tener una ley de que nuestros derechos de mujeres no se olviden”. Entonces esta compañera que ya se finó, que es la Comandanta Ramona, con otra compañera que se llama la Comandanta Susana —que va a venir, ella todavía está bien, bueno un poco enferma, pero sí quiere venir y va a venir aquí para hablar con ustedes—, empiezan pues a preguntar —así como estamos pasando ahorita— ¿cuál es su demanda de las mujeres? Y empiezan a contar como le hicieron ahorita: “no pues es que me pega el marido y que no me deja participar, y que me obligan a casarme y que agüevo tengo que tener todos los hijos que llegan”. Todas pues protestas. Y ellas empiezan a hacer el apunte. Y entonces sacan la Ley Revolucionaria de Mujeres.

Y los hombres pues están sacando la lista de los once puntos; qué va a ser de la tierra y todo eso. Porque ya vamos a hacer la guerra, pues, como dijo Zapata —porque somos zapatistas—: “la tierra es de quien la trabaja”. Entonces le vamos a quitar la tierra a los finqueros. Pero ¿cómo se va a repartir? ¿Se va a respetar la pequeña propiedad o no?, ¿de cuántas hectáreas es la pequeña propiedad?, entonces se empieza a hacer toda esa ley. Y nosotros, en la montaña estamos haciendo el reglamento de las tropas: que no pueden tener cargo civil, que no pueden atacar a ningún civil, ni robar, ni violar, ni nada. Porque de por sí es la idea de que cuando hay una lucha, ¡ba! hacen un desmadre los revolucionarios ¿no?

Bueno, entonces llega el día en que nos juntamos todos: marzo del 93. Y entonces se tiene que discutir entre los que eran los líderes de cada pueblo —un chingo de pueblos— y se empieza a votar ley por ley. Cuando sale la Ley de Mujeres compañeras, ¡que votan en contra los hombres! Que dicen: “no, ni madres, yo no voy a dejar que mi mujer conozca eso, porque se va a rebelar” Porque la ley decía que la mujer puede tener cargo y que puede participar. Y los hombres decían: “no, a mí porqué me va a mandar una vieja, ni madre, peor si es mi mujer, menos, no le voy hacer caso. Eso está bien ahí en el EZLN porque ahí son militares, pero aquí somos civiles”.

Entonces dicen los hombres: “no, no pasa”. Y entonces la Comandanta Ramona se para y dice: “bueno, pues entonces no aprobamos la Ley Agraria”. Entonces, ahí los hombres ya se rascan la cabeza, porque los hombres están en lo de la tierra. Y dicen: “bueno, está bien, sí aprobamos la Ley de Mujeres y ustedes también aprueban la Ley Agraria”. Entonces ahí echan el acuerdo. Por eso yo platiqué alguna vez de la primera derrota que tuvo el EZLN, fue por la Ley de Mujeres, por su maña de las mujeres —ya vez que es mañosa pues de por sí—. Bueno. Y entonces logran la Ley de Mujeres, pero todavía no es el alzamiento.

Entonces ya se empieza a decir que a ninguna mujer la pueden obligar a casarse, ni la pueden obligar a tener hijos. Entonces, pues los hombres decían: “pues está en el papel, pero mi mujer no habla castilla, entonces no se va a enterar, ni mi hija”. Pero entonces las compañeras empiezan a traducirlo en lengua. Y se empieza a correr la voz en mismo lengua de la Ley de Mujeres y pues las jóvenes ya empiezan a decir: “no pues, ¿por qué me voy a casar con un hombre que no conozco?, primero lo tengo que ver si es que me va a gustar, tal vez sí, tal vez no”. Entonces se empieza a hacer esa lucha. Todavía no está el alzamiento y ya está un desmadre pues adentro que tenemos.

Y entonces ya, por fin pues, nos alzamos en armas —que ya no les cuento esa parte porque ya la conocen—, y entonces cuando salimos hacia la ciudad, porque el plan es que tenemos que atacar la ciudad para que no digan que son narcos, nos tienen que ver a nosotros, ¿no? Entonces, vamos y atacamos la ciudad. Y cuando vamos saliendo, pues vamos agarrando a los capataces y a los finqueros, o sea, vamos tomando la tierra. Y entonces, pues que se huyen los finqueros y, corriendo adelante de ellos, los capataces. Y dejan sus armas —porque ahí usaban, como caciques, tenían su guardia blanca el finquero, para chingar a los indígenas que se rebelaban— ¡ba, agarramos buenas armas ahí! Ya con esas ya vamos más contentos a la ciudad, porque antes pura chimba tenemos, pura escopeta, esa que usaban los españoles, que hay que cargarlo por adelante, de abancarga se llama.

Bueno. Y entonces ahí pensamos: pues así está, nuestra lucha no era contra el capataz, era contra el dueño de la tierra. Aunque el capataz era el que nos hacia encabronar, porque el finquero no se aparecía, nomás llegaba a ver cuánto ganado tiene.

Y entonces esta idea que llegó que de por sí, dicen los compañeros cuando sacan la Sexta Declaración: “es que el problema no es con los capataces de ahorita —que son los políticos pues, los gobernantes—, el problema es con su patrón. Y cuando quitemos al patrón, pues se va a ir el capataz también”.

Entonces por eso no estamos luchando contra un partido político ni estamos buscando por cargo. Porque ahí pues un compañero decía que “qué me voy a comprometer que firmo un papel”. Yo me comprometo a ser su compañero, pero nosotros no vamos a agarrar nada, ni vamos a ser presidente ni gobernador, ni diputado ni nada de eso, porque este movimiento no es para eso.

Entonces dicen los compañeros: “lo que tenemos que hacer es un movimiento contra los dueños del país, que son los ricos. Y los correteamos a ellos y pues se van también los políticos que están para servirlos, o sea los malos gobernantes”. Bueno ese estaba la idea, pero ahí estaba todavía. Pero tenemos el problema éste de los derechos que tenemos como pueblos indios. Porque dicen los compañeros: “pues es que nada más como somos indígenas nos desprecian”. Aparte que nos chingan como trabajadores, como campesinos, como obreros, como lo que somos, aparte nos chingan como indígenas. Y entonces vamos a luchar primero por lo de los pueblos indios.

Entonces ya se hizo eso que está aquí. Una marcha de los mil 111. Salió un compañero de cada comunidad. Entonces éramos mil 111 comunidades, ahorita ya somos más. Y luego fue la Consulta Nacional —que es cuando pasó el problema éste que cuenta la compañera de Ilamatlán y que aquí hay una fotos— que en cada lugar llegaron compañeros para votar a ver si es que la mayoría del México si es que está de acuerdo con que se reconocen los derechos y la cultura indígena. Porque es lo mismo que hicimos antes de la guerra, que le preguntamos a la gente. Porque a lo mejor no está de acuerdo la gente. Pero la mayoría dijo que sí. Todos, pero un chingo, millones de gentes, dijeron “sí, estamos de acuerdo”. Pero el gobierno se hizo pato. Para entonces ya está Zedillo.

Bueno. Y nosotros estamos viendo ¿pues cómo le hacemos? Porque el gobierno se está haciendo pato y se está haciendo pato. Y ya en estas marchas que salimos, en esto de la Consulta, pues empezamos a escuchar otras cosas. Ya no nada más de nuestra lucha, de nuestra miseria pues, sino que los compañeros que vinieron aquí, por ejemplo, pues ya cuentan: “no pues allí donde fuimos está bien jodido, como estábamos nosotros. ¿Qué vamos a hacer? Porque son nuestros compañeros, nos apoyaron, ¿qué vamos a hacer?” Estamos pensando todavía qué vamos a hacer.

Bueno. Entonces se llega esto de que llega el Fox, cuando gana el PAN. Nosotros decimos: “pues vamos a hacer una marcha pues, pero llamar a todos y vamos ahí, y a decirle ahí a los diputados y senadores que tienen que cumplir”. Y hacemos la marcha indígena en 2001. Ahí vamos. Por donde quiera que pasamos ¡puta, miles!, compañeros, porque todos están de acuerdo de los derechos y cultura indígena. Pero en esos que están de acuerdo, ya empiezan a sacar palabra: ¿y nosotros qué? Sí te apoyamos, pero ¿y nosotros qué? Así lo estamos escuchando que nos están diciendo.

Llegamos ahí donde están los cabrones esos de diputados y senadores. Y pues:

Que queremos hablar.

Pues que no te dejo hablar, porque aquí no entran los indios.

¡A cómo chingados no entran! Entonces ya nos vamos.

No, espérate, entonces ya que entren.

Entonces ya entramos. Y que el que pasa hablar es una mujer, compañeros: la Comandanta Esther —ahorita rápido no puede venir porque ya tiene pichito, ya tiene su hijo, ya que crezca un poco, entonces ya va a poder moverse—. Entonces ya tira su palabra. Pero ¡como que le das miel a los puercos pues! Esos diputados no oyeron nada, les valió madre. Se juntan otra vez y hacen una ley que: igual vamos a seguir como pueblos indios ahí en la limosna. No reconocen nuestros derechos.

Bueno. Entonces pensamos: ¿ahora qué vamos a hacer? Entonces es cuando los compañeros sacan esta idea dicen: “ya no hay que ir con los capataces, vamos con los dueños, pero a corretearlos, así como correteamos a los finqueros. Pero no vamos a poder solos. Pues lo que tenemos que hacer es que toda esa gente que ya conocimos, preguntarle, qué tal que se quiere entrar. Y entonces así vamos a ser una fuerza más grande. Pero no es que la vamos a invitar a pelear con las armas, sino que vamos a invitarla a pelear así, movilización civil y pacífica, pero un chingo, todo el país”.

Bueno. “Pues vamos a decir nuestra palabra”. Entonces sacamos esto que es la Sexta Declaración y esperamos a ver qué va a pasar. Pero primero, pues nos vamos a la montaña en alerta roja, porque dicen: “¿qué tal que nadie le va a entrar? Nomás solitos vamos a estar nosotros. La gente pues va a decir: ‘no, pues ya no sirven esos, ya vamos a dejarlos solos’. Y entonces el ejército va a atacar”.

Entonces nos pusimos en la montaña listos para pelear, porque pensamos que va a atacar el ejército si es que la gente no responde. Pero tras que sí dicen que sí, y que mucha gente empieza a decir en todo el país: “¡yo le entro!, ¡yo le entro!, ¡yo le entro!”, “Está buena tu palabra”, “Eso si, hay que chingar a los capitalistas, no es de los partidos políticos, vámonos con el mero, mero, con el que manda y vamos a corretearlo”.

Entonces empieza a entrar pues mucha gente y ya cuando salimos, el primero de enero de este año, pues ya hay un chingo en todo el país. Porque ahorita ya no es de EZLN, antes sí era que apoya al EZLN. Ahorita ya no. Es que vamos apoyarnos entre todos.

Entonces, compañeros y compañeras, pues yo les voy a decir claro pues: que no tienen que estar tristes ni llorar, porque ahorita es la fuerza más grande que hay en el país. Nomás que no sale en la noticias porque no les gusta, porque no les gusta que se sepa eso que se está organizando el pueblo para rebelarse ¿no?

Pero aquí con nosotros, en la Otra Campaña, junto con zapatistas hay gente bien chingona. Nosotros ya la conocemos, porque ya lo vimos que no se vendió. No es que están nuevos en la lucha. Son organizaciones que ya los pegaron, ya los mataron, ya los reprimieron, los persiguieron, los metieron a la cárcel o los quisieron comprar, y no se rinden. Entonces nosotros decimos: “esa gente es buena, vamos a echar trato, pero no que vamos hacer una organización, sino que cada quien su organización se une en la lucha y hacemos este gran movimiento”.

Y entonces compañeras pues que están tristes. Compañeros, aquí hay villistas también. Así como hay zapatistas del EZLN, porque hay zapatistas de otras organizaciones. También están por allá los compañeros del Frente Popular Francisco Villa Independiente, son villistas, son chingones. Ellos no tienen gente aquí, pero tienen gente en las ciudades: colonos, obreros, que ya bien firmes para —allá está el compa—, bien firmes pues para luchar y con experiencia. Entonces nosotros decimos: “órale, tú estas ahí y nosotros estamos acá, pues cada quien nos respetemos y unamos nuestra lucha”. Porque acuérdense que en la Revolución, de por sí se unió Villa y Zapata, pues tras que otra vez.

Y así hay otras organizaciones. Aquí están los compañeros que son los que pegan allá sus mantas, que son del FPR, del Partido Comunista Mexicano Marxista Leninista. Ellos tienen en varios estados gente: campesinos, estudiantes, maestros, obreros. Entonces también les decimos: “echemos trato, tú tu organización y nosotros la nuestra y nos apoyemos mutuamente”. “Sí —dicen—, órale”.

Y así, y están estos compañeros que están de la cámara que no la apagan, porque ahí yo veo el foquito rojo, ahí me daba cuenta cuando Televisa le apagaba, porque ya no se prendía el foquito rojo y ese veo que sí está prendido —o sea que no está haciendo trampa esa compañera, compañero o compañera, no sé, no lo veo—. Es compañera pues. Bueno, esos compañeros pues no son de organización política, ésos su trabajo es que sacan la noticia por abajo —decimos nosotros, por alternativo dicen—, o sea lo mandan por la computadora, por el internet o lo hacen en un escrito y se lo pasan por abajo y empieza a correr entre mucha gente y se va a otro país.

Entonces, esta palabra que sacaron ustedes, no se quedó aquí, ni nada más se quedó en mi cuaderno, ni nada más se va a quedar cuando yo regrese a avisarles a mis Comandantes y Comandantas cómo nos fue aquí en Huayacocotla, sino que ya se va a conocer en otros lados. Y ahí todos como nos dio así, que se nos hizo el corazón así como chicharrón cuando hablaron las compañeras, pues a otros les va a pasar lo mismo y van a sentir la misma rabia que sentimos nosotros: “chin hombre, ¿por qué vamos aguantar a estos cabrones?”.

Y van a oír a los compañeros de Los Zopilotes, que ahora se van a llamar Los Gavilanes —porque había un grupo que se llamaba Los Gavilanes, que estaba en la Revolución y que le robaba a los ricos y le daba a los pobres. Luego se entró en la lucha. Hay una película de Pedro Infante que así se llama: Los Gavilanes— Ya tienen otro nombre. ¡No! Pónganse como quieran. Pues van a oír a esos compañeros que dijeron: “no, ya, órale estamos decididos”.

Y cada quien lo que sacó, cada quien lo va a escuchar otro en otro lado y va a decir: “pues yo no estoy solo”. Y eso es lo que tienen que entender las compañeras y los compañeros, que no están solos, ese es el mensaje que traemos.

Y aquí con la caravana que viene con nosotros acompañándonos, que es que vienen éstos que son de medios alternativos, que sacan esta noticia para que llegue lejos. Pero también vienen de organizaciones políticas y sociales, que no hablan, porque el trabajo que tienen es que vamos a escuchar, vamos a escuchar a la gente.

Porque eso es lo que dice la Otra Campaña, no es que nomás vamos a tirar un rollo y a ver vámonos y a ver quién oyó. Y a lo mejor ni tenemos pena que a lo mejor no entienden el castilla. Primero que hablen, sin pena. Sin pena que es indígena, sin pena que habla su lengua. Porque de por sí nosotros lo entendemos, porque de por sí nuestros jefes así son. ¿Pues cómo no voy a respetar a alguien que habla en lengua aunque no hable castilla? si de por sí respeto pues a mis mandos. Entonces que hable esa palabra. Sí que alguien nos ayude para que más gente lo entiende, que lo pase en castilla, para que más lejos se entiende esta lucha.

Pues esas compañeras, esos compañeros, no están solos, y aquí venimos a decirles eso. No es como que estamos saliendo apenas en Chiapas, ahorita ya llevamos diez estados. Ya pasamos Chiapas, Quintana Roo, Campeche, Yucatán, Tabasco, Veracruz, Oaxaca, Puebla, Tlaxcala, ahora Hidalgo y esta parte de Veracruz que nos estaba faltando, porque de por sí nos dijeron que nos quedaba retirado para el otro lado. Pues entonces vienen todos estos compañeros y compañeras que son de otras partes de México, y que hablan con otras gentes que también son compañeros de lucha. O sea que no es nada más con zapatistas, es con muchas organizaciones que están.

Entonces, nosotros estamos diciendo pues: si sacamos toda esta palabra, y así como ustedes dijeron su palabra y otro lo va a escuchar, pues entonces ustedes también tienen que escuchar otra palabra ¿no? Entonces oigan a los de Campeche, a las compañeras de Campeche y vas a oír la misma historia. A los campesinos que los están dejando sin tierra ahí, o en Quintana Roo.

Esto que nos están platicando de que no hay drenaje ni nada, en Quintana Roo nos cuenta un compañero, dice: “a nosotros nos llega la cuenta del drenaje y no hay drenaje —dice— y nos lo están cobrando”. Y va y reclama al presidente municipal: “mira me estás haciendo la cuenta y en mi casa no hay drenaje, en la colonia no hay drenaje”. “No me importa, así llegó la cuenta, tienes que pagar, sino te saco”. Fíjate, qué coraje que le estén cobrando eso pues, si no lo tiene. Y así en todas partes estamos oyendo estos ejemplos. Y es gente que dice: “es que ya, el partido político que esté arriba ya no lo va a resolver, ¿qué hacemos?” Pues vamos a resolverlo abajo, pero unidos.

Entonces nosotros no estamos con un proyecto alternativo de nación, nosotros queremos otro país, nuevo.Y que lo vamos a hacer desde abajo, nosotros. Y que ahora sí nuevo vamos a ponerlo cabal, y no van a caber los ricos más que en la cárcel, porque es que tienen delito pues, no es así que se ganaron la lotería.

Y si vamos a hablar de la palabra de dios, acuérdense que el Cristo corrió a los mercaderes del templo. Pues aquí vamos a corretear a los ricos de este país, porque están viviendo nada más de chingar a la gente. No es así que son buenos, es así que cargan crímenes, robos, despojos, ¿Quién pues que está ahí arriba, que tenga dinero, dice “yo lo gané bien”? No, es que se lo quitó a otro. Igual los gobernantes, esos rateros, todo eso, a la cárcel o que se vayan para otro país.

Entonces queda otra vez como debe ser nuestro país, entonces sacamos el acuerdo. Es lo que estamos haciendo, de todo, cada quien: a ver ¿cómo va a ser con los pueblos indios? ¿Quién va a decir eso? ¿Xóchilt Gálvez? No. Que lo digan los mismos pueblos indios: “esto necesitamos, esto falta, esto falta, apúntalo y ponlo en la nueva ley que tiene que estar así, si no, otra vez chingamos al que quede”. Porque esto tenemos que ponerlo, si el gobierno no cumple, pa’ fuera. No que nomás estamos viendo cómo llega pobre y al rato ya tiene una casa —o como dijo el compañero: “mejora la vivienda, pero de él”—, ya tiene otro piso y otro piso. ¿Para qué nos esperamos a que llegue al tercer piso? Al primero que lo empieza a echar cemento, pa’ fuera, porque es que ya se está vendiendo.

Entonces que cada quien: que la mujeres digan esto, los campesinos digan “necesitamos esto, ponlo”, y el que entre tiene que cumplir. Y sí hay dinero compañeros, sino ¿dónde están los ricos, de dónde sacan el dinero? Pues de nosotros. Pero en lugar que se vaya para allá, que se vaya para beneficiar a los pueblos, a los trabajadores, a los colonos, a las estudiantes, a los maestros, a todos pues. Porque esa riqueza que está ahí —como nos explicaban que dice el gobernador que Veracruz es rico, pero para ellos nada más—, que ésa sea de la gente que hace la riqueza pues.

Y entonces si organizamos todo esto, pues entonces esa lágrimas de dolor y coraje se tienen que empezar a hacer como una sonrisa, porque hay que decir: “¡Ah! pues no estamos solos” Y no es nada más los zapatistas, porque a lo mejor las compañeras no se acuerdan, pero cuando llegaron primero que hablamos dijeron: “¡puta, está bien lejos aquí! ya estamos aburridas, ya nos íbamos a bajar allá en la ciudad”. Dicen: “¡Porque estás muy lejos!”. O sea que hasta me regañaron, para que veas. Pues sí compañera, pero le dije: “pero nosotros vamos a ir para allá”. Ya lo vieron que sí cumplimos pues, y así vamos a cumplir que vienen los demás Comandantes y Comandantas.

Pero también estamos cumpliendo lo que les dijimos a ellas: que la lucha que estamos haciendo ya no es nada más zapatista, sino que hay todas estas fuerzas de izquierda. De izquierda quiere decir que están contra el capitalismo, o sea no andan así de que “bueno a lo mejor un poquito de capitalismo”. No, nada de capitalismo, mero los trabajadores. Organizaciones campesinas, de colonos, sindicales, grupos culturales, de organizaciones no gubernamentales de los derechos humanos, como aquí en donde estamos. Gente de las comunidades eclesiales de base, sacerdotes, monjas, de todo pues —no tenemos obispo, pero a lo mejor va a llegar tal vez también alguno—, y de todas las religiones, porque ahí sí todos estamos parejos pues en que estamos jodidos y en que estamos encabronados.

Eso es lo que está haciendo la Otra Campaña, uniendo pues todo ese coraje, toda esa rabia y organizándola. Pero no nada más que vamos a conformarnos pues con que nos den un poquito. Si ya somos muchos, hay que agarrar todo, porque es nuestro.

Eso es lo que estamos haciendo aquí en la Otra Campaña, compañeras y compañeros. Por eso, cuando empezó el programa, que me tocaba hablar a mí primero, yo le dije a los compañeros: no, yo hasta el final, porque lo que importa es la palabra de ustedes, y yo ya nada más así como que lo resumo y les traigo el mensaje de lo que ha pasado en otros lados.

Viera que se puede —nomás que no se puede— que también hablan los compañeros que vienen de otras partes, les van a contar, porque ésos también escucharon lo que yo escuché, no es que lo estoy inventando, pues. Ellos también están oyendo estas historias y ese coraje y que hay que rebelarse pues.

Y entonces lo que les pedimos nosotros, lo que sigue —como dice pues el compañero—, pues es que no se desmayen, que no se digan: “bueno, pues ya se fue la caravana, ahora sí vamos a ver cada quien por su lado”. Sino que sigan reuniéndose ¿Ahora para qué? “Pues vamos a ver a ver qué dijo que eso de Campeche, de Quintana Roo, a ver quién nos manda la información. Vamos a ponernos de acuerdo con los de Veracruz, que nos pasen la información, a ver qué pasó en Veracruz, porque ni siquiera sabemos qué pasó en el puerto, en Papantla, en Xalapa…” en cuantos lugares que estuvimos de Veracruz y luego en otros lados. Van a ver que van a encontrar a otros que están diciendo: “yo le entro”. Entonces la organización ya no es nada más aquí de Huayacocotla, ni de la Sierra Norte de Veracruz, ni siquiera de Veracruz, sino que es de todo el país.

Y nosotros vamos a seguir pasando pues en cada estado —ahorita nos brincamos para esta parte en Veracruz, pero estamos todavía en Hidalgo—, y hasta que ya se completa cabal todo, entonces ya todos van a saber: “pues esto somos”. Y van a ver que no caben aquí, aquí en Veracruz, no digas en Huayacocotla, ni en la Sierra Norte. Aunque los ponemos bien pegaditos, no caben porque son muchos. Porque es mucha la gente que han lastimado y humillado. Ahí lo van a ver pues, cuando lleguemos a la ciudad de México, cuando pasemos en los grandes lugares, van a ver que es un chingo de gente. No todos hablan, pues sí, porque les da pena. Que tal que va a sacar chueca la palabra y a lo mejor se burlan —porque siempre está esa pena—, pero no, luego se va animando uno y uno hasta que también dice su palabra. Pero no se trata nada más de echar la palabra, sino de buscar la organización.

Entonces no se suelten compañeros, compañeras, no se rindan, ni se desmayen pues. Y si a ustedes les preguntan:

¿Y ustedes qué?

Nosotros somos parte de la organización nacional más chingona que ha tenido este país desde que se formó, desde que empezó a nacer como país.

¿Y cómo se llama?

La Otra Campaña se llama, porque es muy largo su nombre porque es: otra política, es que hable la gente y vamos a escucharlo. Un Programa Nacional de Lucha es que saquemos ahí la lista de todas las demandas de todos, no nada más de unos. Y una nueva Constitución, no hacer una reforma, no, ya quemamos esa que está y hacemos otra, pero preguntándole a la gente, no nada más que unos cuantos deciden qué e va a poner. No. ¿Qué le ponemos? Aquí esto, y a cada quien preguntarle y si dice, eso sí, ya está lo que yo digo, ya. Hasta que quede cabal, pues.

Y entonces en lugar de que decimos toda esa palabra, decimos Otra Campaña, porque no estamos buscando cargo. La campaña electoral quiere cargo y nosotros somos Otra Campaña. La campaña electoral está allá arriba: en la televisión, en la radio, en los grandes políticos y la Otra Campaña va abajo, es hablando con gente pues, como ustedes. En todos los lugares donde estamos llegando mismo como ustedes, pues. A veces cambia el tamaño, a veces el color, pero siempre es gente humilde y sencilla.

Pues esa es la palabra que les quería decir, compañeros, a ver si se les quitó un poco el frío, porque con el coraje, pero que ya hay camino, pues ya es diferente ¿no? Porque uno como que se siente solo y como que da impotencia pues, rabia. Pero ahorita, pues ya se está viendo que tenemos fuerza. Yo no les voy a echar mentira, viera que somos poquitos les digo: “¿saben qué? Está jodido porque somos muy poquitos”. Pero no es cierto, no tengo porqué echarles mentiras, porque yo no soy candidato. El candidato sí les echa mentiras.

Yo les digo la verdad: sí hay mucha gente pues que está harta. Y es que se está entrando en esta lucha, y vamos entrando cabal, con respeto. Que no desaparezcan las organizaciones. Al revés, que crezcan, que se hagan fuertes. Y hagamos esta unidad respetándonos como organización. No que vamos a agarrar a uno y lo vamos a meter con nosotros.

Pues esa es nuestra palabra, compañeros y compañeras. Gracias.

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1 Comentario »

  1. ME GUSTARIA SABER SI HAY CONTINUIDAD EN APOYOA LAS MUJERES DE HUAYACOCOTLA Y LOS CAMPESINOS DE LA COMUNIDAD…ESTOY REALIZANDO INVESTIGACION SOBRE DESARROLLO RURAL, INTENTO DEMOSTRAR LAS APORTACIONES DE LOS MEDIOS COMUNITARIOS AL DESARROLLO RURAL. GRACIAS.

    Comentario de ANGELICA VELAZQUEZ — marzo 15, 2010 @ 10:23 pm

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