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Palabra del Ejército Zapatista de Liberación Nacional

Feb062006

En el Istmo de Tehuantepec (05/feb/06)

En Boca del Monte


En Juchitán


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En el mitin de Tuxtepec


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Con adherentes en Tuxtepec


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En San Blas


Lea aquí la transcripción

En Guelatao

En Oaxaca, Oaxaca

Material proporcionado por RadioPacheco e IMC-Chiapas

Boca del Monte, Istmo de Tehuantepec
Compañeros y compañeras del Istmo, especialmente los ocmpañeros y compañeras de Boca del Monte: gracias por haber esperado todo este tiempo; perdonen el retraso. Esperamos que valga la pena, para escuchar —como escuchamos ya la voz de compañeros y compañeras de todos los lugares.Y también, agradecerles que escuchen la palabra que les traemos desde las montañas del sureste mexicano y desde todo el sureste; desde varios estados que ya hemos visitado.Traigo un mensaje especial para las mujeres indígenas de esta zona. Nosotros somos el Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Nos alzamos en armas el primero de enero del 94. En nuestras filas había y hay mujeres indígenas: comandantas, oficiales de tropa, milicianas, mandos organizativos y bases de apoyo mujeres. Una de ellas fue la que inició el movimiento de las mujeres indígenas dentro del EZLN y que hace unos días, en enero, el día 6, murió: la Comandanta Ramona, que todos alguna vez conocieron y escucharon su palabra.Antes, cuando estamos pensando y planeando lo que va a ser este gran movimiento, lo que va a ser nuestra palabra de aquí para llamar; cuando me dijeron que tengo que ir a recorrer las tierras de nuestro país para escuchar la palabra de nuestras gentes —de la gente humilde y sencilla—, la Comandanta Ramona me pidió, especialmente, que buscara a la mujer indígena del Istmo. Me dijo “búscala, búscala a ella, ella va a entender la palabra que llevas”. Me dijo: “búscala a ella, que tiene el cabello blanco; a la que es joven y lleva el color y el amor en la falda y en los labios; busca a la niña que lleva en la luz morena de sus ojos la admiración por su pueblo que lucha; busca a la mujer indígena, que ella va a entender de qué se trata”.Y me dijo que llamara a la mujer indígena de la cintura de este país, del Istmo. “Busca a esa mujer y dile que la larga noche del dolor que llevamos puede terminar ya o puede volverse otra vez una gran pesadilla”. “Cuéntale que el poderoso y el que lo sirve quiere cortar nuestro país por esa cintura”. “Cuéntale que hay un plan y un proyecto para convertir el color , la dignidad y la rebeldía de la mujer del Istmo en un páramo, en un desierto”. “Cuéntale y dile que hay un plan para que el gris del concreto y del dinero apague para siempre el color que adorna su vestido; para acallar para siempre el canto que abre en sus labios”. “Dile, cuéntale, lo que va a pasar si esa pesadilla llega”.

En el Istmo va a haber carreteras, ferrocarril, maquilas, prostíbulos, gasolineras, cantinas, expendio de drogas, grandes hoteles, grandes oficinas. No se va a respetar la propiedad ejidal: se va a vender. No se va a respetar la propiedad comunal: se va a comprar. No va a haber respeto para el trabajo de los campesinos: van a ser despojados de sus tierras. No va a haber respeto para los derechos y la cultura indígena: se van a pisotear como hace 500 años, pero ahora para siempre.

“Dile que el poderoso y quien lo sirve tiene un nombre para este plan de muerte”. Se llama Plan Transísmico y es parte del programa de gobierno de uno de los candidatos a la presidencia de la República. Si él llega, o cualquiera de los otros que llegue, su plan no es el Plan Puebla Panamá, pero lo mismo con otro nombre.

“Dile que si ella cae, que si ella se rinde, que si ella está agotada, vamos a quedar muy solas todas las que vivimos de este lado de la historia”. “Dile que la mujer indígena del sureste necesita la ayuda y el apoyo de la mujer indígena del Istmo”. “Dile, pídele, que no deje que su hombre agarre otro camino; que no rinda su dignidad; que no se venda por el color de una papeleta electoral; que no venda el Istmo”.

“Dile, recuérdale lo que nos dijeron en La Ventosa, en febrero de 2001, apenas pasado el día de la bandera”. “Diles y recuérdales que el Istmo no se vende”.
Este es el mensaje que les traigo compañeras. La idea de nuestra finada Comandanta Ramona, es la idea que ahora vemos y que ya conocemos: que la mujer del Istmo —la mujer indígena de todos los pueblos indios que se agrupan aquí, sobre la carretera, o sobre las sierras, sobre los valles que se extienden a lo largo del Istmo— han dado una historia de lucha y dignidad que todavía nos sigue asombrando.

A ellas me dirijo y a ellas paso este mensaje: el plan del poderoso allá arriba y de quien lo sirve en el cambio de gobierno es crear otra frontera que asegure a los gringos, que estén tranquilos. La frontera se va a correr del Río Bravo al Istmo. Ese es su plan. Se los pueden endulzar, se los pueden cambiar de color, pero ese es el plan.

Necesitamos de ustedes. Y traigo aquí la voz no sólo del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, de sus hombres, mujeres, niños y ancianos, sino traigo ya la voz de los indígenas mayas de Campeche, de Yucatán, de Quintana Roo, de los chontales de Tabasco, de los nahuas, popolucas y todos los pueblos indios que pueblan Veracruz, y ahora vengo a traerles ese mensaje: el Istmo no se vende.

Ya no estamos solos. Estamos con ustedes y les estamos pidiendo que por favor luchen por eso y cuiden bien el paso de sus hombres, para que esto no se convierta en un campo de compra-venta de dignidades. Que el futuro, dice la Comandanta Ramona —dijo porque ya murió— que nos espera si dejamos que esa noche llegue es que nuestras mujeres —nosotras, dijo— seremos prostitutas o seremos sirvientas. Nuestros hombres serán mozos o tendrán que irse a otras tierras. No habrá ya pueblos indios en el Istmo ni en el sureste. Enfrentaremos a nuestros propios hermanos, para poder hablar con los otros. “Diles, pídeles, que no dejen que partan nuestra historia, y no dejen que destrocen nuestro corazón”. Ese es el mensaje que les traigo compañeros y compañeras.

Porque hay allá arriba, en los tres candidatos principales a la presidencia —en los tres— el proyecto de destruir el Istmo; de destruir su organización social, a todas las organizaciones del Istmo, a todos los pueblos indios del Istmo, a toda la gente que está aquí, y levantar un muro, nada más que no de concreto, sino de carreteras, de industrias, de maquila, de prostíbulos, de cantinas, de oficinas y de grandes hoteles para los ricos que van a venir a vivir aquí.

Esta frontera va a servir no sólo para separarnos a Veracruz, Tabasco, Campeche, Quintana Roo, Yucatán y Chiapas, sino también para ser otro tapón para nuestros compañeros y compañeras de Centroamérica que están buscando trabajo en el otro lado. Ese es el mensaje que les traigo compañeros y compañeras, especialmente a las mujeres indígenas de acá.

Además, compañeros y compañeras, ahora sí todos, vengo a decirles lo que ya deben escuchar y deben sentir: se ha levantado un viento de rebelión en el sureste. Si ustedes simpatizan, sólo están viendo que el viento pasa y le aplauden. No basta: hay que sumarse a él. Se necesita la voz de las organizaciones sociales del Istmo; de las organizaciones políticas que luchan acá; de los jóvenes, de las mujeres, de los ancianos o compañeros de la tercera edad, de los niños. De todas las organizaciones que están luchando y que ya llevan luchando muchos años.

Nosotros y la Otra Campaña no estamos haciendo esto para ir a hablar con el gobierno, ni pedirle nada; ya lo hicimos muchas veces. Recuerden su historia y nosotros recordamos la nuestra. La de 2001, donde fuimos millones a hablar con ellos y a exigirles que cumplieran nuestros derechos, y no cumplieron. No queremos hablarles, no queremos escucharlos a ellos. No vamos a pedirle nada a los ricos. Vamos a tomar lo que es nuestro.

Lo que queremos es que esos que están allá arriba, los ricos y poderosos, y los que les sirven, se vayan a la cárcel o se vayan del país. lo que nosotros queremos es tomar lo que nos pertenece: la tierra, el trabajo, la riqueza, la educación, la vivienda, los caminos, la luz, el agua, los servicios. Eso que nos pertenece porque nosotros lo hicimos como trabajadores del campo y trabajadores de la ciudad.

Lo que nosotros queremos es cambiar completamente al país. No que nos den una limosna, que ni siquiera nos sirve y que sólo les sirve a ellos para comprar nuestra dignidad. Y que otro ladrón llegue al poder, se enriquezca ahí y, al paso del tiempo, nos enteremos de que a costa de nuestra miseria alguien más se hizo rico.

Esta tierra es muy rica, compañeros y compañeras. Los grandes poderosos de Norteamérica, los que viven allá en el imperio —de acuerdo con los ricos que están acá en México— han decidido que hay que cortar el país y dejar fuera a los pobres del sureste. Dejarlos como si fuera un campo de una hacienda, sólo poblado por peones. Nosotros y ustedes tenemos que decidir si vamos a dejar que eso siga —que va a significar aceptar nuestra derrota, ahora sí definitiva, después de 500 años de estar resistiendo— o, de una vez, ya vamos a decir “ya basta”, no con las armas, sino con las movilizaciones: con las grandes luchas que vuelvan a llenar las calles de este país, los campos, las carreteras, las tierras, y sacudir todo desde abajo. Para que los que están allá arriba, pudriéndose en dinero, se caigan y caigan en donde deben caer: en ese basurero que se llama cárcel, o que se vayan completamente del país.

Lo que queremos es que las cárceles estén abiertas. Que salgan los que están presos, porque son presos políticos la mayoría de ellos, luchadores sociales a los que se les inventan delitos, mientras los grandes ricos y poderosos asesinan, violan, trafican con drogas y con gente, explotan a los trabajadores y están libres, y les hacen entrevistas, y les toman fotos, y les dan cargos, y les aplauden.

Lo que estamos haciendo no es un movimiento cualquiera compañeros y compañeras. Esto tenemos que entenderlo; lo que estamos haciendo es una rebelión nacional. Una rebelión hasta el fondo, profunda. Que el viento que se levanta se levante desde La Realidad hasta Tijuana; desde el sureste de México, hasta el norte. Y que levante a todos, a todos los que son como nosotros humildes y sencillos. Que es sobre nuestros hombros, sobre nuestras espaldas, que reposa el peso de este país. Son nuestras manos y nuestras cabezas las que lo piensan y lo trabajan.

Eso es lo que queremos cambiar. Nosotros les pedimos que lo piensen. No creo que quieran ver que ese viento de rebelión pasa por el Istmo y que ustedes se quedan viéndolo diciendo: “¡que bonito!” y lo aplaudan. Y sigan en su lucha como antes. Lo que nosotros les decimos es que ya no lo duden, ya no lo piensen: entren con nosotros. Mantengan su organización, háganla fuerte; no la metan en otra, ni la desaparezcan, pero ya no estén solos. Que el Istmo ya no esté solo. Que el pueblo indígena de Oaxaca ya no esté solo. Que el trabajador oaxaqueño ya no esté solo. Ni su mujer, ni su joven, ni su niño, ni su anciano, ni su adulto.

Lo que estamos haciendo es uniendo esta lucha en todas partes. Nosotros los invitamos; piénsenlo, decidan en su corazón. Y si ven que el viento está pasando y quieren ser parte de él, éntrense con nosotros. Les ofrecemos respeto, igualdad, respeto a su autonomía e independencia. No les vamos a decir qué hacer. Lo que queremos es que su lucha nos ayude y nos enseñe, porque queremos aprender de ella. Lo que queremos es que cuando nos peguen a uno, respondamos todos. Lo que queremos es que nuestras demandas no sea sólo de una familia, de una persona, de una organización, sino que sean las demandas de todos los trabajadores.

Lo que estamos proponiendo es ya no que un pueblo indio luche por una demanda, sino todos los pueblos indios juntos tomemos lo que es nuestro. Y lo que es nuestro es la raíz de esta tierra. Porque nosotros parimos esta patria. Lo que queremos no es que un trabajador pida sus derechos laborales, sino que todos los trabajadores los tomen en sus manos. No pedimos que a los campesinos les escrituren tierras, sino que todos los campesinos tomen la tierra y la tierra sea, como dijo Zapata, de quien la trabaja. No de quien especula con ella o explota a otros. No queremos que un estudiante tenga buena educación, sino que todos los estudiantes exijan y reciban una educación científica, verdadera, y queremos que al final de su estudio tengan trabajo. No queremos que una mujer proteste porque no se le respeta, sino que la sociedad cambie de raíz y las mujeres sean respetadas; sean niñas, sean jóvenes, sean adultas, sean ancianas. Queremos que los maestros no sean perseguidos como criminales cada vez que exigen sus derechos, sino que reciban un salario cabal por su justo trabajo.

No queremos, entonces, que los trabajadores de la ciudad estén luchando nada más solos, sino juntos todos los trabajadores, y juntos con todos los indígenas y con todos los campesinos y con todos los humildes y sencillos de estas tierras que somos —y eso vengo a decirles— somos la mayoría.

El movimiento al que los estoy invitando no nació hoy, ni nació el primero de enero. Ya hay, en todas partes, desde que lanzamos la Sexta Declaración de la Selva Lacandona —en todo el país, en las 32 entidades de la República— hay compañeros y compañeras, organizaciones políticas de izquierda, organizaciones sociales de trabajadores, de campesinos, de maestros; hay también organizaciones indígenas y pueblos indios, hay organizaciones culturales y colectivos, organizaciones no gubernamentales; gente que cuida el medio ambiente y está contra la destrucción de la naturaleza; y hay personas individuales y hay familias.

Toda la gente honesta de estas tierras, desde la frontera con Estados Unidos hasta la frontera con Guatemala —en todos los estados—, está entrando y está diciendo “yo quiero ser parte de este movimiento”, quiero que este cambio histórico —que alguno de los que me antecedió en la palabra comparó con la revolución mexicana y con la guerra de independencia (y es así y hasta más, porque es más profundo y definitivo)— toda esa gente es la que los está invitando ahora por mi boca.

Entren compañeros, no se conformen con simpatizar. Sean parte, adhiéranse, y digan con nosotros: “nosotros somos la Otra Campaña”. Y levantemos aquí otro Istmo, un Istmo donde la gente lucha, trabaja y recibe lo justo para vivir bien. Y así, aquí, podamos hacer del sureste un lugar digno en nuestra historia. No que nada más aparecemos cuando hay muertos, cuando hay reprimidos, cuando hay desastres naturales como lluvias, ciclones, terremotos. Entonces sí aparecemos en la historia del país. O cuando aparece un gobernante ladrón y criminal como Murat, o como Ulises Ruiz, que es el que ahora hay.

No podemos esperar a ver si el que sale es bueno, a ver si ya no nos pega tan duro, o si ya no mete tantos a la cárcel o mata a tantos. Lo que queremos es que nosotros decidamos quién gobierna o cómo. Y decidamos también de quién es la riqueza y cómo se reparte. Hasta ahorita no tenemos ninguna decisión sobre de eso.

Piénsenlo compañeros y compañeras. A las mujeres del Istmo les recuerdo la historia que les traje de la Comandanta Ramona y ahí lo vean: si creen que pueden ser el ojo y la luz de varios hombres.

Gracias compañeros, compañeras, buenas noches.

5 de febrero
Acto público en Juchitán, Oaxaca

Buenas tardes Juchitán. Les traemos un saludo y un recuerdo. Hace cinco años pasamos por aquí por primera vez. Era tarde y era febrero. Nos recibieron con un gran templete ahí enfrente, lleno de flores y de luces, música. Y delante de nosotros, todo eso estaba lleno de gente. Pasaron a saludarnos mucha gente del poder, muchos dirigentes políticos. Nos dijeron con su palabra que iban a apoyar nuestra lucha y que iban a apoyar, porque era la misma lucha del pueblo juchiteco, la misma lucha de los pueblos indios del Istmo y de los pueblos indios de Oaxaca. Hubo cantos, hubo baile, hubo fiesta. Nosotros creímos, creímos que tenían palabra y creímos en ellos, creyendo también en el pueblo de Juchitán.

Nos fuimos y seguimos nuestra marcha hasta llegar a la Ciudad de México para demandar al Congreso de la Unión, a los diputados y senadores, el reconocimiento de los derechos y la cultura indígena. No sólo los derechos y la cultura indígena de los indígenas zapatistas, sino de todos los pueblos indios de México. Entre ellos, los pueblos indios que le han dado dignidad y valor a las tierras de Oaxaca.

Nos regresamos y, al regreso, nos recibieron en la Casa de la Cultura de Juchitán. Otra vez fiesta, flores, saludos, cantos. Llegamos a nuestras montañas en el sureste mexicano y esperamos ahí qué iba a pasar. Lo que pasó ya lo conocen: la clase política mexicana, el Partido Revolucionario Institucional, el Partido de Acción Nacional y el Partido de la Revolución Democrática, se pusieron de acuerdo y echaron atrás su compromiso de reconocer los derechos y la cultura indígena.

Años de guerra y de sufrimiento, años de resistencia y la más grande movilización nacional que ha tenido este país en los últimos años, fueron despreciadas por la clase política. Y aprobaron una ley que no es la que queríamos como pueblos indios. Aprobaron una ley que nos vuelve a ver como limosneros, como gente que sirve para que vengan los extranjeros a reírse y a tomarse fotos. Como gente que es buena para hacer artesanías, atender los puestos en el mercado y cocinar, barrer, trapear y lavar en sus mansiones lujosas. No era la ley que nosotros queríamos. No era la ley la que querían ésos, los pueblos indios de México y millones de mexicanos que nos apoyaron y cientos de miles en todo el mundo vieron defraudada su esperanza.

Nosotros esperamos a ver qué dice Juchitán: Juchitán calló. Nosotros volvimos a las montañas y empezamos a caminar ahí, según nuestra idea de la autonomía y de la independencia. Logramos levantar nuestros autogobiernos, construimos escuelas, hospitales, mejoramos nuestra vivienda, tomamos las tierras que estaban en manos de los finqueros y las repartimos entre los campesinos sin tierra. Hicimos leyes para proteger los derechos de las mujeres y de los niños, y de los ancianos. Y aún así, con todo eso que pudimos hacer, con el apoyo de muchos de los que están aquí y gente de todo el país y de otras partes del mundo, aún así, vimos que faltaba.

Crecimos y llegamos a formar las Juntas de Buen Gobierno. Ahí no manda el que quiere hacerse, sino al que ponen. Y si no sirve, lo quitan. Y no se necesita ser especialista para gobernar. La gente pasa de la milpa al gobierno, y sale del gobierno a la milpa otra vez. Nuestros gobernantes no se enriquecen ni se hacen profesionales. Nuestros gobernantes no estudian y se van a otros lugares. Es gente como ustedes, humilde y sencilla. Y al terminar su gobierno, tienen que seguir siendo gente humilde y sencilla, o si no van a nuestras cárceles.

En una ocasión, unos compañeros zapatistas, bases de apoyo, no quisieron participar en los cargos de un ayuntamiento perredista, en un municipio de Chiapas. En represalia, los gobiernos les cortaron el agua. Estaban esos compañeros sin agua y, entonces, la Junta de Buen Gobierno organizó una gran marcha para llevarles bidones de agua, compañeros, cubetas con agua, botellas de plástico con agua. La llevamos y al terminar nuestro mitin que entregamos el agua, sacamos una palabra de acuerdo invitando al gobierno que no peleáramos entre indígenas. Que respetaran el pensamiento zapatista de no ocupar cargos públicos. Que respetaran eso y no estuvieran cortándoles el agua a los compañeros. Éramos miles. Cuando estamos regresando a Oventik, en los Altos de Chiapas, el gobierno perredista nos tendió una emboscada. Tapó el camino con troncos de árboles, con carros y movió a sus paramilitares para dispararnos. Esperamos a ver si Juchitán dice algo y Juchitán calló.
Una y otra vez hemos sufrido agresiones y, hasta ahora, antes de salir para acá, nos dimos cuenta que el Juchitán que callaba, no era el Juchitán de abajo, el de la izquierda; no era el Juchitán rebelde y digno, el que está ahora escuchándonos y muchos que no están porque no pudieron llegar, pero que también va a llevar nuestra palabra. Entonces entendimos que el Juchitán que nos traicionó, que callaba, que dejaba pasar estas injusticias sin decir nada, era el Juchitán de arriba. Y entonces aprendimos eso: aprendimos que en todas partes hay un arriba y hay un abajo.

Cuando todo parecía estar en contra, compañeros y compañeras, porque vienen las elecciones presidenciales, y parece que la gente lo único que hace es mirar hacia arriba, y parece que la única palabra que tiene peso es la que paga en la televisión, en la radio, en los periódicos. Y aún así, como en 1993, cuando Carlos Salinas de Gortari estaba más por encima de su fama, y nos alzamos en armas contra él. Así también ahora: cuando la clase política parece todopoderosa, parece que está bien arreglada y que ya tienen bien resuelto lo que son las elecciones, entonces, nosotros lanzamos la Sexta Declaración de la Selva Lacandona y llamamos ya no a un alzamiento armado, sino a un alzamiento civil y nacional. Ya no sólo por los derechos y la cultura indígena, sino por el derecho de todos los trabajadores del campo y de la ciudad, por los derechos de las mujeres, de los jóvenes, de los estudiantes, de los maestros, de los ancianos. De todos los que en este país, abajo, recuerdan lo que son y lo que hacen con su trabajo.

La nuestra es Otra Campaña precisamente porque es diferente a la que está arriba. Nosotros no buscamos el poder, ni tampoco —al contrario de lo que se dijo hace rato— estamos buscando formar un partido político. Por muy popular, obrero, socialista o popular que sea. Lo que nosotros estamos buscando y es lo que ya estamos haciendo, es levantando un movimiento de rebelión nacional, no un partido político, sino un movimiento donde quepan las organizaciones políticas de izquierda, donde quepan las grandes organizaciones sociales de campesinos, de indígenas, de obreros, de pequeños comerciantes, de choferes.

Un movimiento nacional donde quepan las personas individuales, las familias, los grupos o colectivos culturales, las organizaciones no gubernamentales que luchan por los derechos humanos o por la defensa del medio ambiente. Una gran rebelión nacional que ya empieza como un viento que se levanta en el sureste y que, ahora, está pasando por Juchitán con una pregunta para los juchitecos. La pregunta es si van a estar con nosotros o van seguir mirando para arriba. Si van a recuperar otra vez la historia de dignidad, de lucha y de heroísmo que se han ganado ustedes y los que los parieron a ustedes.

Lo que nosotros estamos buscando no es un cargo público, no estamos buscando repetir la historia de derrotas que venimos acarreando. Estamos buscando crear un movimiento que nunca se ha pensado siquiera sobre la faz de la tierra. Algo nuevo que crece desde abajo y donde cada quien, como persona, como familia, como grupo, como colectivo o como organización tiene que ver respetada su dignidad, su lucha. Y, al final de cuentas, a lo que tenemos que llegar es a transformar la situación que le produce a cada quien el dolor que carga.

El dolor de ser indígena, el dolor de ser mujer, el dolor de ser joven, el dolor de ser comerciante ambulante o chofer, o campesino u obrero, o maestro, o estudiante, o anciano. Ese dolor de ese sistema que nos está imponiendo y que nos dice, una y otra vez, que no tenemos que mirar hacia abajo, que mejor esperemos a que arriba aparece alguien que sí nos puede salvar. Alguien que sí nos va a dar la solución que estamos buscando.

Nosotros como zapatistas y muchas organizaciones a nivel nacional y familias, y personas individuales y grupos y colectivos, pensamos que lo que necesitamos, lo que merecemos, lo tenemos que tomar con nuestras propias manos. El rumbo de la Otra Campaña, su destino y su propuesta es que desaparezcan los ricos propietarios, que desaparezca la clase política que los sirve, y que nosotros, nosotros mismos, tomemos en nuestras manos nuestro destino. Nosotros formemos los gobiernos que necesitamos y las leyes que necesitamos. Nosotros, como campesinos tomemos la tierra. Como obreros, tomemos las fábricas. Como estudiantes y maestros tomemos las escuelas, las calles, los campos y las montañas.
Porque lo que se está uniendo en este movimiento no son líderes, sino la gente que está luchando y que está haciendo que las cosas caminen.

Y no sólo eso. Aquí el problema que les venimos a traer y a contar es que sobre la franja del Istmo, sobre la cintura de la República mexicana que está aquí se viene una amenaza muy grande, que va a destruir todo el orgullo que tiene Juchitán. Todo el orgullo que tienen todos los pueblos indios que están a lo largo del Istmo. Se viene un proyecto que quiere construir una vía de comunicación entre el Golfo de México y el Oceáno Pacífico y llenarla de maquiladoras. Y con las maquiladoras vienen los prostíbulos, las cantinas, los grandes hoteles, las oficinas y una gran riqueza en una línea nada más, mientras a los lados, a la derecha y a la izquierda se empieza a acumular la miseria.

Aquí, compañeros y compañeras, no se trata de qué partido político va a gobernar. Aquí de lo que se trata es de nuestra sobrevivencia como país. Si alguien de los que me escucha siente y entiende que este movimiento es tan grande como el de la Revolución mexicana, tan grande como el de la Independencia de México, tan grande como cualquier movimiento de esos que sacuden a América Latina, y siente que quiere hacer algo, que quiere ser parte. Que no quiere que le cuenten lo que pasó, que no quiere comprar camisetas de un movimiento del que pudo ser parte. Que no quiere escuchar canciones de las que pudo haber sido protagonista. Que quiere hacer algo y ser parte, junto con nosotros, no abajo, no arriba, sino a un lado, junto con nosotros, entren a la Otra Campaña, exijan su espacio, constrúyanlo y defiéndanlo.

Nosotros como zapatistas nos comprometemos a defender, junto con ustedes, ese espacio. No importa lo pequeño que uno sea, no importa que sea una persona nada más. Si estamos ofreciendo eso, lo vamos a cumplir.

Entonces, compañeros y compañeras eso es lo que les queremos decir. A partir de ahora, para nosotros hay ya dos Juchitán: el de arriba, que fue el que nos engañó aquel mes de febrero del 2001, y el de abajo, que es el que está ya con nosotros en este movimiento.

Hemos pasado por Quintana Roo, por Yucatán, por Campeche, por Tabasco, por Veracruz, Tuxtepec, Boca del Monte, La Venta, Unión Hidalgo. Hoy estamos aquí en Juchitán. El movimiento del viento que se está levantando, que es de rebelión, y que ya empieza a preocupar a los de arriba, no termina aquí en el Istmo, sigue por toda Oaxaca, Puebla, Tlaxcala, Hidalgo, va hasta el centro de la Ciudad de México, y a darle al norte: Tamaulipas, Nuevo León, Coahuila, Sonora, Chihuahua, Sinaloa hasta el norte, hasta Baja California, y entonces, lograremos entonces decir que ya tenemos un movimiento nacional de rebelión. En el que cada quien tiene su lugar y en el que cada quien debe exigir que abran oído para su palabra y para su dolor.

Lo que les queremos decir es que ya no tenemos porque sufrir solos, ya no tenemos porque ser explotados solos, ya no tenemos porque ser reprimidos solos. En el momento en el que tengamos en ese gran movimiento nuestros dolores, nuestras penas y nuestras miserias, podemos transformarlo en algo más grande: en una liberación, en una rebelión que acabe con los que están arriba y acabe con el sistema. Así que esto, compañeros y compañeras de Juchitán no se acaba hasta que se acabe el sistema, el sistema capitalista, que es el que nos hizo hacer esto.
Vamos a seguir y a todos los compañeros y compañeras que entren les vamos a estar informando de lo que está pasando en cada lugar. Lo que hemos visto hasta ahora son campesinos sin tierra, despojados por el Procede y engañados, pero ya completamente rebelados. Ya no están dispuestos a soportar ni una cosa más de engaño. Y por supuesto, no están dispuestos a perder sus tierras. Hemos visto también comuneros de ejidos que están siendo quitados de las playas, para privatizarlas y hacerlas centros turísticos. Hemos visto a estudiantes humillados, engañados por las escuelas. Hemos visto maestros perseguidos por defender sus derechos. Hemos visto mujeres hartas ya de ser tratadas como objetos y no respetadas como seres humanos. Hemos visto pueblos indios que ya no aguantan más el desprecio y el racismo que padecen. Hemos visto un pueblo que ya está haciendo, junto con nosotros, un nuevo ya basta. Mucho más grande, mucho más terrible, mucho más impactante que aquel que conmovió a nuestro país y al mundo el primero de enero del 94.

Compañeros y compañeras: Ahora no se trata de que nos cuenten qué hizo otro. Se trata de que junto con nosotros, lo que hicimos por este país, que es, en resumen, levantarlo, levantarlo desde abajo y a la izquierda. Gracias Juchitán.

5 de febrero
Tuxtepec, Oaxaca
Acto público

Buenos días Tuxtepec, buenos días Cuenca del Papaloapan. Es un honor para nosotros estar aquí en estas tierras, como ha sido un honor caminar, junto con las organizaciones políticas, sociales, y con el pueblo de Tuxtepec. Qué bueno que empezamos nuestro paso por Oaxaca en estas tierras, y qué bueno que podemos hablarles y que ustedes nos pueden prestar su oído, así como nos van a prestar su palabra.

Para nosotros, Oaxaca es una de las pocas entidades de la República que puede decir con orgullo que nunca se ha rendido, nunca se ha vendido y nunca se ha dejado derrotar con las campañas de represión que esos de allá arriba vienen repitiendo una y otra vez sobre el pueblo oaxaqueño, y sobre el pueblo mexicano.
A esos que están allá arriba les venimos a decir lo que todos ya sabemos: que un día se va a voltear esto. Y ustedes que se han dedicado a reprimir, a golpear, a asesinar y a encarcelar a estos pueblos van a estar del otro lado y, entonces, este pueblo va a recordar. Por eso les decimos que tomen en cuenta esto a la hora que reciban órdenes de sus jefes para reprimir a la gente que lucha por sus derechos, mientras dejan en libertad a los narcotraficantes y a los criminales, que ahora son gobierno. Porque si antes fue Diódoro y luego Murat, y ahora Ulises, eso no significa que la represión haya doblegado a este pueblo.

Nosotros los zapatistas no venimos a decirle al pueblo de Oaxaca cómo luchar. Al revés, venimos a que nos enseñen, a que nos cuenten sus luchas y sus experiencias, para aprender de ellas. Porque tanto indígenas, como obreros, como campesinos, como maestros, como jóvenes, como estudiantes, como mujeres, ustedes han dado una lección a este país durante muchos años que no ha pasado en vano por las montañas del sureste mexicano.

Nosotros somos indígenas, vivimos en Chiapas, en las montañas del sureste mexicano. Nos alzamos en armas un primero de enero de 94, porque como indígenas no nos tomaban en cuenta, no nos miraban más que a la hora de meternos a la cárcel, o a la hora de dispararnos. Y esta historia como pueblos indios que sufrimos la vemos repetida en Oaxaca, en Campeche, en Yucatán, en Quintana Roo, en Tabasco, en Veracruz, en Guerrero, en Michoacán, en Jalisco, en el Distrito Federal, en el estado de México, en todos los lugares donde la sangre morena, que hizo parir este suelo y lo hizo nacer como nación, los pueblos indios, son hechos a un lado, reprimidos, olvidados y despreciados. Incluso por aquellos que se dicen progresistas, o de izquierda.
Toda su historia no pasó desapercibida para nosotros. Los escuchamos, escuchamos su dolor desde lejos y escuchamos también su rebeldía. Escuchamos también, y aprendimos, de las grandes movilizaciones del magisterio aquí en Oaxaca. De cómo se unió y levantó un gran movimiento por los derechos de los maestros. Y también cómo fueron atacados y reprimidos. También escuchamos la lucha de campesinos y de obreros y vimos con desesperación cómo el destino era la cárcel o la muerte.

Llegamos hasta acá a estas tierras para aprender de ustedes, porque después de todo ese dolor, no se rindieron. Y lo que estamos viendo aquí es un ejemplo de lo que puede ser la Otra Campaña en todo el país. Organizaciones políticas de izquierda, organizaciones sociales, organizaciones indígenas, organizaciones campesinas, sindicatos, grupos culturales, hombres individuales, mujeres, niños, ancianos. Lo que nosotros estamos proponiendo no es que vamos a unirnos bajo la dirección de nadie, ni del EZLN, ni de Marcos, ni de ninguna de las organizaciones políticas, sociales, que hay acá.

Lo que nosotros proponemos es una unidad con respeto. Que cada quien siga siendo lo que es, pero reconozca que el dolor que tiene, la injusticia que padece, los presos que lleva cargando en la cárcel, junto con los muertos que le han dado los de arriba es responsabilidad de alguien. Y ese alguien es un sistema: el sistema capitalista. Ese sistema que ha dicho claramente cuál es su proyecto de país, cuando se reunieron en un palacio, en el Palacio de Chapultepec, y firmaron un pacto, un acuerdo, de cómo van a enfrentarse a nosotros, de cómo van a seguir oprimiéndonos, despreciándonos, explotándonos y desapareciéndonos. Ese gran acuerdo allá arriba está pasando lista con los candidatos. Madrazo, Calderón, López Obrador, todos han pasado a bajar la cabeza y salen sonrientes y contentos.

Porque ese otro país que se está haciendo allá arriba significa para nosotros, no que las cosas van a seguir igual, compañeros y compañeras, se van a poner peor. Los campesinos no sólo no van a conseguir tierra, la van a perder. Los jóvenes no sólo no van a obtener educación y trabajo lo van a perder. Los maestros no sólo no van a obtener buenos salarios, ni respeto a sus derechos laborales, lo van a perder. Las mujeres no van a tener respeto a su dignidad como mujeres, la van a perder. Los jóvenes van a ser perseguidos.

No hay esperanza ni camino para México en el país que se está arreglando allá arriba. No estamos echando mentiras. Lo pueden ver en la prensa y en los mismos reportes de esos candidatos. Allá arriba ya se están arreglando cómo va a quedar. Y nosotros no vamos a valer. Aunque tengamos rostro, aunque tengamos nombre, aunque tengamos el dolor que nos hace ser indígenas, o campesinos, u obreros, o maestros, o estudiantes, o mujeres, o jóvenes.

Lo que nosotros venimos a decir es que ese país de allá arriba no sólo no sirve, sino que es necesario construir otro. Y construir otro, como de por sí se construyen las cosas: desde abajo. No estamos yendo por toda la República a hablar con grandes políticos o empresarios. Que es, de por sí, lo que está haciendo la clase política de los partidos que están en la cuestión electoral.
Lo que nosotros estamos haciendo es ir a cada lugar y dejar y pedir, por favor, que la gente hable, que nos enseñe, que nos cuente su historia, su dolor y su lucha. Y estamos pidiendo que esa lucha, sin dejar de ser —al revés— haciéndola grande y fuerte, se junte con otras que están abajo. Que se junten las organizaciones políticas de izquierda, los movimientos sociales, campesinos, indígenas, de mujeres, de maestros, de estudiantes y las personas individuales o familias que sienten vergüenza y rabia de ver cómo están destruyendo nuestro país.

La Otra Campaña, ésta en la que estamos muchas organizaciones —y también como zapatistas del EZLN—, no busca un cargo público, no busca llevar al poder a nadie. Ni negociar sus movimientos a cambio de nada. Lo que busca es que nos escuchemos entre nosotros. Que aprendamos del dolor que escuchamos en Quintana Roo: campesinos que les hacen trampa con el Procede para privatizar su ejido y luego los endeudan para embargarlo. Playas enteras que son cercadas para que los ricos vayan a divertirse, mientras los comuneros y ejidatarios y campesinos son aventados al desempleo.
Lo que escuchamos en Yucatán: la humillación, el desprecio y la persecución contra los indígenas mayas. La persecución contra el pequeño comerciante, contra los jóvenes, contra los movimientos de colonias populares; contra los obreros de las maquilas que hay allá. Y escuchamos también en Campeche cómo en el poder se decide cómo la tierra se empieza a privatizar.

Esa responsabilidad de la destrucción de la tierra que como campesinos y como indígenas sentimos, fue responsabilidad de Carlos Salinas de Gortari. Pero no acabó ahí. La siguió Ernesto Zedillo y la siguió Vicente Fox. Y ahora siguen los equipos de gobierno que están formando los tres principales candidatos a la presidencia. Tanto del PRI, como del PAN, como del PRD. Si alguno de sus dirigentes les está diciendo que hay alguna oportunidad de que esto cambie —porque uno de los candidatos dice una cosa— los está engañando compañeros y compañeras. Lo que se está decidiendo allá arriba es parcelar el país entero y ponerlo a la venta. Lo poco que queda. La industria eléctrica, el petróleo, la tierra de los campesinos, la seguridad social, los derechos laborales, todo, todo va a ser vendido y privatizado. Y la única opción que vamos a tener como gente de abajo es, o dedicarnos a la delincuencia, o irnos a buscar trabajo en otro país. Como muchos de nuestros hermanos de todos los estados se han tenido que ir.

La palabra que les traigo compañeros y compañeras no es sólo del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, es de sus compañeros y compañeras de la Otra Campaña en Chiapas, en Quintana Roo, en Yucatán, en Campeche, en Tabasco y en Veracruz. Y llegamos aquí a Oaxaca, a esta gran puerta de rebelión y dignidad que es la Cuenca del Papaloapan, con una gran carga de rebeldía, y una gran carga de dolor. Es realmente lacerante para el alma y para el oído escuchar historias que se supone —allá arriba— ya desaparecieron hace mucho tiempo. Y estamos seguros que son las mismas historias que ustedes tienen que contar.
Entonces, los de allá arriba —como dijo aquí un compañero— son pocos —cuando recordó a Ricardo Flores Magón—, y nosotros somos muchos. Entonces, venimos a preguntarles ¿por qué es así? ¿Por qué los menos tienen más y están encima de nosotros que somos más y tenemos menos? Y la respuesta la tenemos en nuestra propia historia: enfrentamiento entre organizaciones, división, pelea por quién gana, por quién manda más, por quién tiene más gente.

Lo que nosotros estamos proponiendo no es hacer una sola organización. Nosotros les estamos proponiendo un movimiento, donde todas las organizaciones tengan lugar y respeto, donde no desaparezca uno para que aparezca el otro. Donde no mande alguien a todos, sino que saquemos ese acuerdo. Y en ese movimiento no sólo caben organizaciones políticas, sociales, sindicatos, grupos culturales o colectivos, también caben las personas individuales y las familias.
Lo que se está levantando acá en la Otra Campaña es un movimiento nacional de rebelión en todo el país, que ya existe, no se está formando. Ahorita lo que estamos haciendo es ponerle el nombre de cada uno de ustedes, su rostro. Y con ese rostro y con ese nombre empezar a transformar este país desde abajo.

Hace 100 años, empezó un movimiento parecido y después de que terminó quedaron muchos pendientes: en tanto obreros, en tanto campesinos, en tanto mujeres, en tanto jóvenes, en tanto de la tercera edad, en tanto niños y en tanto pueblos indios. No queremos que se repita la misma historia: que después de tanto dolor y sufrimiento, y muerte y destrucción, las cosas sigan igual. La rebelión que estamos empezando ahora y que ahora venimos a saludar aquí en Oaxaca, en Tuxtepec, es una rebelión que va a cambiar profundamente las cosas. Porque se está asegurando y luchando porque la gente de abajo participe.

Ustedes y nosotros tenemos que elegir si vamos a escuchar lo que está pasando allá arriba. Si vamos a voltear la mirada a allá arriba y vamos a ver lo que va a pasar. Aunque escupamos para allá arriba, el escupitajo cae sobre nosotros mismos. Nosotros los estamos invitando a quitar el oído y la vista de allá arriba. Volteemos a ver al lado, a nuestros propios compañeros y compañeras. Al México de abajo que en todo el sureste y que en todo el país viene acumulando dolor y miseria. Nada va a solucionarse allá arriba ¿para qué voltear, para qué mirar, para qué escuchar? y perder sólo el tiempo. Apostar las esperanzas en vano y, dentro de un año, dentro de dos, ver que las cosas no cambiaron.

Nosotros lo que les decimos es que hay que fortalecer sus luchas, sus luchas por demandas laborales, por defensa de la seguridad social, por su respeto como derecho a las culturas indias, su respeto como mujeres, como jóvenes, como estudiantes, el respeto a los compañeros y compañeras de la tercera edad y a los niños y niñas. Eso es lo que queremos unir nosotros. Cada quien con su cada cual, pero con un mismo objetivo que es: cambiar este país y cambiarlo desde abajo.

Allá enfrente, a mi izquierda —abajo a mi izquierda como debe de ser—, hay una mesa de adhesión a la Otra Campaña. Si ustedes piensan que las cosas se van a resolver allá arriba, no importa, regresen, otro día van a llegar ahí. Si ya sienten que tienen que participar en este movimiento, no como espectadores. No a ver quién les cuente qué pasó en Tuxtepec, o qué pasó en Oaxaca, o qué pasó en México al cabo de los años, cuando ganemos y esto vuelva a enderezarse y a caminar derecho, entonces, lo que tiene que hacer es ir a esa mesa de adhesión y decir simple y llanamente: “yo también quiero luchar junto con ustedes”.

Van a llegar —si no es que ya han pasado— los candidatos a la presidencia de la República y los partidos políticos detrás de ellos. No ven ni escuchen al candidato, vean y escuchen a quien lo acompaña. Vean y escuchen si hay organizaciones sociales a su lado, y van a ver que no. Van a ver si hay organizaciones políticas de izquierda a su lado, y van a ver que no. Van a ver si hay individuos a su lado, y van a ver que no. Van a ver que no hay jóvenes, ni mujeres, ni ancianos, ni niños, ni maestros. A su lado hay empresarios, gobernantes, y son los mismos que salen en las fotos del gobierno anterior y el anterior, y el anterior.

Lo que está cambiando allá arriba, compañeros y compañeras, es el color del que está mandando. Y a lo mejor, con ese cambio, los policías que están allá arriba van a cambiar el color de su uniforme, pero no su función ni su trabajo que es perseguirnos, reprimirnos, matarnos y meternos a la cárcel.
Nosotros los estamos invitando a otra cosa. Y por eso decimos que es la Otra Campaña. Y es Otra Campaña porque no venimos nada más a hablar, sino pedimos que la gente hable, que se conozca a sí misma y que se conozcan entre ustedes. Queremos escuchar la palabra de abajo. Y no importa el tamaño; si es una organización grande o si es pequeña, o es un individuo. Queremos escucharlo y que esa voz se escuche en otras partes de nuestro país, y la escuchen otros que son como nosotros.

Si el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, con su alzamiento, pudo construir un espacio a la palabra, a su palabra, a su dolor y a su rabia, la Otra Campaña quiere construir un espacio en todo el país para todos los que son gente sencilla y humilde. No para los grandes señorones, que ya tienen en sus manos la radio, la televisión y la prensa. Lo que nosotros queremos con esta Otra Campaña es esa otra forma de hacer política, donde cuente cada quien y cuente su palabra. Y a cambio, en reciprocidad, preste el oído para escuchar a otros que son como nosotros.

Es también un plan que tenemos. No se trata que nada más vamos a sacar nuestra palabra y a ver qué pasa, sino de ir tomando el apunte de lo que se va diciendo. De esas necesidades, e ir construyendo desde abajo un Programa Nacional de Lucha. Porque lo que vemos es que los grandes políticos llegan a Tuxtepec, o a la Cuenca del Papaloapan, a decir: “esto es lo que se va a hacer”. Y ¿dónde o cuándo se le pregunta a la gente si está bien? ¿si eso necesita, si no quiere otra cosa, si eso no le va a hacer daño? Es hasta que ya hicieron sus chingaderas, y cuando ya estamos sufriendo y padeciendo que nos damos cuenta que ese plan que vino de arriba —y por el que votamos, al que apoyamos— era para destruirnos.

Este Programa Nacional de Lucha, junto con todas las fuerzas que se están uniendo en la Otra Campaña, va a ser una gran rebelión nacional, va a tumbar a los que están allá arriba, no sólo a los políticos, también a los grandes empresarios y los va a mandar a la cárcel, que es donde deben estar. Y entonces, se va a construir un nuevo país. Y tenemos que hacer un buen acuerdo entre todos nosotros de cómo le vamos a hacer. Ese buen acuerdo, tomado entre todos, es una nueva ley; es decir, una nueva Constitución. La que tenemos ahora no sirve más que para darle sustento legal al despojo de tierras. Lo sabemos como campesinos, lo sabemos como maestros, como obreros, como estudiantes, como mujeres, como jóvenes, como niños y, sobre todo, lo sabemos como ancianos, como gente de la tercera edad. Porque estos compañeros y compañeras, los que tienen más edad, han visto ya más historia, han visto correr más agua por el Papaloapan y saben que pasan las cosas por arriba, y abajo las cosas siguen igual.

Es tan grande lo que nos proponemos hacer que es como si el fondo del Papaloapan lo volteáramos hacia arriba y entonces empezaría a correr ese río de otra forma. Y debería traer riqueza y prosperidad a la gente de abajo. Y no el dolor y la miseria que viene arrastrando desde su nacimiento hasta su desembocadura. Eso es lo que nosotros queremos compañeros y compañeras: otra forma de hacer política, un Programa Nacional de Lucha y una nueva Constitución.

Si ustedes, como personas o como organizaciones sociales, sienten que tienen un lugar y que tienen algo que hacer, entonces, hay que adherirse y hay que entrarse. Si no lo hacemos, esos que están allá arriba vestidos de azul marino y negro van a seguir ahí, amenazándonos y creyéndose superiores a nosotros. Y los que están aquí metidos entre la gente, como orejas del gobierno —que ya no se sabe de cuántos gobiernos hay— y que lo único que están haciendo es que los mítines se hagan más grande de tanta policía que meten, también, todo eso va a seguir igual. Y cada vez que nos queramos organizar y luchar por nuestros derechos nos van a poner enfrente de nosotros a otra organización. Y toda nuestra historia de lucha va a ser contra otra organización.

Lo que nosotros venimos a pedirles es respeto entre nosotros. Respeto a la gente que tienen, a su lucha, a su territorio, y unir ese territorio, esa lucha y esa gente en un gran movimiento de rebelión nacional. Eso es lo que les venimos a decir, compañeros y compañeras. Ahí lo piensen y lo vean en su corazón, si lo que les estamos diciendo nosotros, como zapatistas y como organizaciones, grupos y colectivos de la Otra Campaña, véanlo si es mentira, véanlo si es cierto. Compárenlo con lo que dicen los candidatos. Compárenlo con lo que dicen los medios de comunicación. Vean su mesa, vean su casa. Vean si su mesa tiene más comida, si su casa tiene más servicios. Vean su sueldo, la cuenta que hay que pagar de la luz, del teléfono, del gas, del predial. Vean si mejoró el trato de la policía para el ciudadano. Vean quién está en la cárcel; si en la cárcel hay campesinos, obreros, maestros y estudiantes o hay empresarios y políticos. Vean la prensa y vean cómo los grandes políticos son descubiertos en grandes delitos y no pisan la cárcel ni por equivocación.
Vean todo eso, compañeros y compañeras, y decidan. Si deciden caminar para transformar este país, éntrense con nosotros. Vamos a caminar juntos y vamos a respetarnos. Si no, esperen a ver si el de arriba va a cambiar… y no va a cambiar. Ahí lo vean, compañeros y compañeras. Reciban, como quiera, cualquiera que sea nuestra decisión, y la suya, nuestro respeto y nuestra admiración como pueblo oaxaqueño. Como mujeres, como hombres, como niños y como ancianos que son y que han hecho que nosotros podamos decir con orgullo, como chiapanecos que somos, que somos parte de México y es un orgullo para nosotros porque sabemos —y eso lo venimos a decir aquí— que Oaxaca, la Oaxaca de abajo y a la izquierda también es parte de México.

Gracias compañeros, gracias compañeras.

5 de febrero
Tuxtepec, Oaxaca
Reunión con adherentes

Compañeros y compañeras:
La propuesta que traemos nosotros, más que un rollo político es una propuesta de trabajo que es: que entre las organizaciones sociales, políticas, individuos, personas o colectivos que están adheridos aquí ya agarren la Otra, en efecto, en la Cuenca del Papaloapan. Entonces, que ustedes se organicen de alguna forma para varios trabajos. Una es para que estén en enlace conmigo, con la Comisión Sexta del EZLN, para yo estar mandándoles la información de lo que pasa en otros estados. De lo que se trata es que esta comisión, le reparta a todos los compañeros. Algunos pueden entrar a internet y otros no. Sobre todo las comunidades que están alejadas de la cuestión urbana, entonces se necesita una comisión que esté informándole a los compañeros de la Otra aquí en Tuxtepec y en la Cuenca, de lo que está pasando en otras partes de México, donde va yendo la caravana. Y también donde ya vino.

Necesitamos esa comisión de enlace; o sea, necesito yo alguien con quién me voy a dirigir en Tuxtepec. Porque ahorita lo que estamos haciendo es que le mandamos al que tiene correo, y al que no tiene pues no se informa. Entonces, si nos hacen una comisión y nos dicen “aquí, en este correo, o en esta página, aquí mandas toda la información”. Entonces, esa comisión se encarga de repartirlo a todos los compañeros y compañeras. Y también al revés. Entonces, como nos leyó el compa de los que entraron ahora últimamente a la Otra aquí en la Cuenca del Papaloapan, entonces, ya que ustedes lleven el control de quiénes son compañeros. Porque ahorita lo que pasa es que nosotros sabemos quién está en Tuxtepec, y los compas de Tuxtepec no saben quién está… Entonces, que ya agarren todo esto y ustedes mismos se encarguen de promover la discusión, el debate y el conocimiento de la Sexta, e invitar a más gente que se entra. Y ustedes mismos lleven quién está y en dónde, para que puedan pasarle esta información.

Entonces, se necesita así como una comisión de enlace con la Comisión Sexta del EZLN, y luego, más adelante, cuando ya se hace todo el recorrido, una comisión para enlazarse con otros estados. Por ejemplo, aquí con Veracruz es muy importante estar en comunicación, con la Otra en Veracruz.
Y es importante también que, a pesar de las diferencias que se manifestaron ahora —en cuanto al trabajo, y quién y dónde llegamos, y quién habla y todo eso—, lo que no hay que olvidar es que Ulises, el Fox, el que vaya a quedar después de Fox, va contra todos. Eso no hay que olvidarlo. Y aquí no importa si es Codeci, FPR, PRT, lo que sea, porque va el golpe sobre el luchador social y no preguntan de qué organización es. Entonces, se trata de que estemos atentos a que cualquier signo de represión, de hostigamiento, de persecución, en contra de alguien de la Otra Campaña, aquí en la Cuenca del Papaloapan, pues luego luego se haga la denuncia. Y ahí sí no ser pichicatero, de que bueno, no hago nada porque es de otra organización.

La propuesta de la Otra Campaña es —hasta ahora, si alguien tienen un preso, un perseguido, un mutilado o un muerto, solito hace la denuncia. Si tiene fuerza se oye lejos, si no tiene fuerza ahí nomás queda—: aquí se trata de que todos nos hagamos fuertes, para que ya los que están arriba en el poder no estén chingando gente impunemente. El poder, el gobierno, Ulises Ruiz tienen que entender que si se meten con alguien de la Otra en Oaxaca, en la Cuenca del Papaloapan, en el Istmo, en los valles centrales, donde quiera, se está metiendo con toda la Otra en México.

Entonces, tenemos que dejarlo claro. Y aquí no importa de qué organización eres. Todos, nosotros como el EZLN le entramos. Estamos pues ahorita peleando por la libertad de presos políticos que no son zapatistas, pero son de la Otra Campaña. Entonces, lo que estamos pidiendo es que todas las organizaciones, personas y grupos, nos cuidemos mutuamente entre nosotros. Y el problema no es qué le pasa a Marcos, sino qué le pasa a los compañeros de la Otra Campaña. Entonces, les pedimos que construyamos ese techo —como si fuera el techo que está ahí—, mientras cambiamos este país, necesitamos un techo para protegernos juntos.

Y sí, ya a la hora… sobre el magisterio, sobre la lucha sindical, sobre los solicitantes de tierra, sobre el quehacer cultural, sobre muchas cosas, hay muchas diferencias. Eso no lo vamos a discutir, ni vamos a decir “aquí quién gana”. Si una estrategia sindical es mejor que otra; si una estrategia de movilización campesina es mejor que otra.

Aquí lo que nos hace iguales es que hay un sistema que es el que nos explota, y es el que nos reprime si nos organizamos para luchar. Entonces, les decimos nosotros que hagamos ese acuerdo sobre quién es el enemigo. El enemigo es un sistema y una clase. La clase de los ricos que tiene a su servicio a los gobernantes. De ahí en fuera, cómo caminamos cada quien, pues cada quien tiene su paso; así como cada quien se viste ahorita como puede o como le gusta. Y habrá a quien no le gusta, pero lo único que tiene se lo pone. Y come diferente y se llama diferente, eso no lo vamos a discutir. Tiene otro paso.

El problema es que la amenaza es la misma. A las compañeras jóvenes que están aquí, a los compañeros de la tercera edad, a los indígenas, a los mestizos, a los campesinos y a los obreros, a las mujeres, es la misma amenaza de desaparecerlos como país. Y desaparecerse como país es como quedarse sin familia. Ya somos cualquier cosa, no tenemos nada que nos explique, no tenemos una historia. Entonces, lo que tenemos que hacer es defender esa nuestra historia, nuestra lucha, nuestras demandas —como explicaron las compañeras y compañeros que pasaron del sureste—, que sí se están viendo si se resuelven o no se resuelve, pero ahorita el problema, además, es que luego ya no va a haber nada. Vamos a tener que ir al otro lado y vamos a tener que dedicarnos al crimen, a la delincuencia.

Entonces, si el enemigo es el mismo, lo primero que tenemos que hacer es cuidarnos de ese enemigo mutuamente. Entonces, se trata de que no se acabe aquí —como dijo el compañero que se va la caravana y ya se acabó la Otra Campaña—, porque el gobierno y los ricos que nos están expulsando esos aquí quedan. Ellos aquí quedan y ustedes aquí quedan.

Entonces, el mensaje que traemos es que ellos quedan —los gobernantes, los policías esos que estábamos señalando ahí en el parque— y ustedes también quedan, pero ya no quedan solos. Eso es lo que cambió a partir de hoy. A partir de hoy, por los compañeros de medios alternativos, de organizaciones políticas que tienen gente en otras partes —como explicaban los compañeros del FPR, los compañeros del PRT, y de otras organizaciones—, ya saben que hay Otra en Tuxtepec, ya saben que hay Otra en la Cuenca del Papaloapan. Y ahí hay unos compañeros que nos dicen: “están tratando de molestar a tal compañera”, o lo molestaron, pues. O persiguieron a tal campesino, a tal organización. Entonces, ustedes, todos, tenemos que responder al mismo tiempo. Aunque ese compañero o esa compañera no nos gusta su modo, o no nos gusta en qué organización está, o no nos gusta que está solo, como quiera, lo tenemos que proteger. Porque así es como nos protegemos todos.

Entonces, en el primer paso de la Otra Campaña, que es éste que estamos haciendo, es que nos estamos conociendo. Yo los conozco a ustedes, ustedes me conocen a mí, y se conocen entre ustedes. Y la Otra Campaña, en otras partes de México, los empieza a conocer. Por eso les digo que se necesita esa comisión de enlace para que ustedes sepan que tienen compañeros en Campeche. Que a la hora que les pase algo, van a pedir que la Otra en Tuxtepec se solidarice. A lo mejor es gente que no conoce ni cómo se llaman, pero es su compañero. Y entonces así, cuando nosotros lleguemos a Tijuana, pues le vamos a decir a los compañeros que están allá en Tijuana y en el otro lado —y seguramente hay oaxaqueños, porque hay en muchas partes—, le vamos a decir “tú tienes compañeros en Tuxtepec”. Con ese compañero tienes tu debe, una deuda, así como él, cuando entró en la Otra Campaña compró esa deuda: “mi deuda es apoyar a mi compañero”. Y eso es lo que estamos diciendo pues, en donde pasamos.

Entonces, lo que les pedimos es que dejen reposar unos días —porque ahorita pues está la chinga que se pararon, porque el acto pues salió muy bien y no se ve que fue rápido, sino que llevaban tiempo preparándolo—, y que hagan un balance —como decía el compañero que pasó— y ya digan lo que estuvo bien, lo que estuvo mal. Y ya lo que estuvo mal pues se ve de corregir, pero eso es según ustedes. Nosotros no andamos juzgando a la gente de que “oye, ¿por qué pusiste ese techo? ¿por qué fuimos caminando? ¿por qué hace sol?”, no vamos a decir que tapen el sol.

Según ustedes, qué está mal y qué está bien. Lo que está bien pues es que ya hay Otra en Tuxtepec y, tan hay, que ya entraron más compañeros. Y que se hagan esta comisión cabal, que no sea problema así de que “¿por qué está ése y no yo?”. Si su trabajo es mantener informados y exigir, cada tanto, oye ¿qué está pasando en la Otra? Que ya la caravana anda en Hidalgo… pues si lo vamos a buscar en el periódico, no va a llegar. Porque vemos que no está llegando. Los periódicos están sacando puras tonterías. Entonces, ¿quién nos va a informar? Porque ya se están organizando los compañeros de medios alternativos; ellos tienen que saber: a Tuxtepec vamos a mandar a tal lugar. Y entonces, si hay un espacio en Codeci y en los otros lugares que tienen, pues que la gente vaya y recoja ahí la información.

Que vaya conociendo la verdad y la verdad es que: “Ah, ya tengo compañeros en Hidalgo, ya tengo en los valles centrales, ya tengo en Querétaro”. Y así, hasta que nos vamos a hacer un país de abajo. Ahorita lo único que nos hace país es lo que está arriba. El Fox (inaudible) de Martha Sahagún, los partidos políticos, la televisión —que vemos la telenovela o lo que pasen pues ahí—, y ya. Ni siquiera los periódicos son nacionales, nada más están en determinado lugar.

Entonces, no es bueno que el que nos esté haciendo país es el que esté arriba. Lo que tenemos que hacer es que nos haga país… lo que nos hace como México, como mexicanos y todo es el trabajo, es el territorio. Entonces, necesitamos conocernos entre nosotros. Y de eso se trata ahorita, no hay que desesperarse. No queremos ahorita grandes cosas. Queremos hacer este movimiento y que se conozca. Y podamos decir: “nosotros somos la Otra en Tuxtepec y no estoy solo, tengo compañeros desde Quintana Roo —que es la orilla— hasta Baja California Norte —que es la otra orilla—, y en las dos costas. Tengo compañeros que son chinantecos, pero unos no son chinantecos, son de otros pueblos indios y otros no son indígenas”.

Unos son morenos y otros son güeros; unos están jóvenes y otros están viejos; y unos son hombres y otras son mujeres. Y así. Y sentir que esa fuerza de abajo, tan es fuerza compañeros, que es la que hace andar el país, si no, no habría maíz, ni frijol, ni café, ni caña, ni pescado, ni máquinas, ni autobuses, ni mercancías, ni ropa, ni nada. Eso no lo está produciendo el de arriba, lo está produciendo la gente de abajo. Entonces, si ahorita estamos usando toda esa fuerza para producir una riqueza, que otro se la lleva —y se la lleva, si no vean pues quién de los de arriba trabaja de sol a sol—, en el campo o en la ciudad, donde toque. Y ¿qué hace ése? ¿a poco tiene necesidad? A ése no le importa si sube la cuenta de la luz. Pero a la compañera que está en la casa que dice: “¡chin! aquí tengo la paga que me dejó mi compañero —o la que conseguí yo trabajando o la de mis hijos— y tengo que mantener a éstos, tengo que mantener esta casa y tengo que pagar la luz cada vez más alta”.

Y pongo el ejemplo de la luz, porque en todos los estados del sureste ya hay un movimiento que dice que no va a pagar. Y antes estaban solos; o sea solitos decían: “no pues yo está muy caro ¿qué hago?” y a ver de dónde agarra para pagar, si no le cortan la luz. Pero en otros lados ya se juntan comunidades y dicen: “no, no vamos a pagar la luz y no vamos a dejar que la corten”. Y esto va a ser así hasta que haya una tarifa —o sea un precio— que sea menos para el más pobre. Porque dicen: “yo estoy trabajando y soy pobre y ¿por qué me cobran mucho?” “Es injusto, pues”, se dice. Entonces, ya se empieza a conocer esto y se empieza a hacer un movimiento grande. Entonces, ya no es lo mismo que la Comisión Federal de Electricidad vaya a cortarle la luz a la casa de una compañera, a que quiera cortar la luz en la casa de millones que están diciendo que no van a pagar. Antes no había eso que está hoy.

Y así, no es lo mismo que los campesinos del ejido este de la comunidad esta de Rosario Ibarra de Piedra, o esos otros compas que están solicitando… que vayan solos cuando se encuentran que hay otros que están con el mismo problema. Entonces, no se trata de que Marcos va a agarrar esto y va a ir a Reforma Agraria a decirles: “resuélvame estos problemas”. Porque nosotros ya hicimos eso, ya fuimos a hablar con el gobierno y ya vimos que no hay respuesta. Entonces, lo que yo voy a hacer con esto es contar esta historia, el problema éste, lo que escuché ahorita y escuché en otro lado y lo voy a contar en otras partes del país. Y otros van a decir: “yo también voy a estar igual”. Y ustedes se van a enterar de eso.

Entonces, se trata de que esa comisión diga: “bueno, el problema de la luz eléctrica, a ver”. Tú compa diles: “contáctame con los compas de Chiapas, porque ya…” Pueblos Unidos en Defensa de la Energía Eléctrica. Y que me cuenten bien cómo es que no pagan la luz y por qué no se las cortan. Y te van a contar su historia. No la zapatista, porque estos son compas, no son zapatistas, pero son de la Otra Campaña. Y así los otros compañeros que qué han hecho cuando toman tierras, que todavía no se conocen. Y entonces toda esta historia se empieza a conocer y empiezas a saber pues que no estás solo.

Las compañeras, mujeres pues, que dicen: “¡uta! pues a mí me pasa esto” y esto otro. Y a lo mejor se siente sola, en su casa, en su escuela, en su trabajo y todo eso. Y cuando empieza a ver las historias que están saliendo en otras partes pues dice: “no pues hay muchas mujeres que están organizadas como mujeres —por derechos de mujeres, aunque sean indígenas, aunque sean mestizas, aunque sean campesinas, obreras, maestras y todo—, entonces no estoy sola”. Ese es el mensaje de la Otra Campaña. Cada quien debe empezar a sentir en su corazón que no está solo. Y, hasta ahorita, por eso van ganando ellos de allá arriba, porque nos hacen creer que estamos solos.
Entonces, lo que les estamos invitando nosotros, es que a la chingada el México de arriba. No sirve, además es muy zonzo. Si ven lo que dicen los políticos y hasta da pena, cualquier compa de abajo habla mejor y con mejor coherencia y explica bien su palabra que el Fox. Si oímos los de los partidos políticos cuando pasan en entrevista… ¡qué pena! ese va a ser diputado y no sabe ni limpiarse la cola, tiene uno que le va a limpiar la cola. Entonces, vemos todo eso y decimos: vamos a acabar con eso y vamos a hacer ese otro México. Para poder hacerlo, vamos a conocernos. Entonces, reúnanse. Les pedimos por favor que se reúnan, ya sin la caravana, sin nosotros, tranquilos, sin las cámaras, sin los orejas que hay ahorita, y digan: “bueno, pues esto salió —pero como compañeros, no así de que a ver quién gana— esto salió bien, esto salió mal, ahora hay que hacer esto, porque necesitamos… ya supimos que no estamos solos”. Ahora, compañeros y compañeras se necesita que no se les olvide. Y para que no se les olvide que no están solos necesitan saber qué está pasando en el resto del país.

Entonces, cuando menos, ésa. Esa instancia de trabajo que se llama comisión de enlace o coordinadora —como quieran llamarle ustedes, no hay problema—, pero que se encargue de ese trabajo. Otro grupo que se encargue pues de andar diciéndole a la gente “éntrale”. No crean que la gente es zonza pues. Que dices: no pues es que nos están engañando los partidos políticos y las elecciones y todo eso. Porque, como quiera, a la hora de que vas a comer no te vas a comer unos partidos políticos, ni los carteles electorales; ahí ves que está faltando, y te da coraje. Pero la gente dice: “es que no hay otra cosa”. Y es donde ustedes tienen que decir: “no, pues sí hay otra cosa”.
¿Recuerdan? hace tres años, el Comandante Tacho —en San Cristóbal el primero de enero del 2003— dijo: “les decimos a los políticos que sí hay otra cosa”. Ya estaba anunciando la Otra Campaña hace tres años. Ahí es donde tienen que aparecerse ustedes ante la gente y decirles: “sí hay otra cosa, mira vamos viendo… no estás solo. Pero no se trata de que vamos a poner comida un día en tu mesa, sino que vamos a cambiar el país para que en tu mesa y la de tus hijos y tu familia siempre haya comida, digna, y la ganes según tu trabajo, no que te la regalen en despensas a cambio de que votas por alguien”. Eso es lo que hay que hacer, entonces alguien que se encargue de eso. Que se encargue pues de la información y que se encargue de que más compañeros se entren a la Otra.

Como quiera, no se desesperen. Ahorita sí hay mucha bulla de que las elecciones… Eso se acaba el 2 de julio. Y el día 3 de julio todo va a seguir igual. No crean que los políticos van a regresar a Tuxtepec. Ni van a regresar para nada. Ni se van a acordar de ustedes. Pero la Otra Campaña sí. O sea, nosotros como compañeros zapatistas sí nos vamos a acordar de ustedes. Porque vamos a saber que ya hay compañeros, y entonces ahí va la Otra. Y vamos a regresar.

En noviembre o diciembre de este mismo año, regresamos. Y ya no nada más es un día, sino que vamos a estar más tiempo, y ya vienen los otros delegados —por eso yo soy el Delegado Zero—, viene el delegado uno, dos, tres, cuatro… que son compañeros y compañeras indígenas de los comandantes y comandantas que, a lo mejor ustedes conocen, porque se habla del Comandante Tacho, el Comandante David, la Comandanta Hortensia. Y van a venir así con ustedes, y entonces sí, vamos a tu escuela, vamos a tu ejido, vamos a tu reunión sindical, vamos con tu grupo de jóvenes, y a escucharlos. Y van a ver que al principio, primero como que nada más está saliendo la palabra de uno —es lo que explicábamos ayer: el yo, yo, yo, yo—, luego empieza a escuchar al otro y se empieza a hacer el nosotros.

Cuando aprendamos a decir nosotros, ya no va a haber problema si eres maestro, si eres indígena, si eres mujer, si eres FPR, si eres Codeci… ya va a ser otro país… Ese es el que queremos construir. Entonces, eso es lo que les pedimos compañeros y compañeras, sólo eso.

 

San Blas Atempa, Oaxaca.

Acto público.

6 de febrero del 2006.

Buenas noches compañeros y compañeras de San Blas Atempa.

Mi nombre es Marcos, Subcomandante Insurgente Marcos, soy el jefe militar del Ejército Zapatista de Liberación Nacional y soy Subcomandante porque encima mio están los que me mandan. Y los que me mandan son gentes, hombres y mujeres como ustedes, sencillas y humildes, y como ustedes con sangre indígena.

Nosotros nos alzamos en armas el primero de enero de 1994, y entonces no tuvimos miedo de morir, incluso por ustedes, a quien ni siquiera conocíamos. No veo porqué ahora vayamos a tener miedo de morir en una lucha más grande.

Llegamos hasta acá, porque queremos traerle la palabra de admiración y respeto que su lucha nos provoca, porque la lucha de ustedes es heroica y es ejemplar para todos los indígenas del país y para todos los que no son indígenas. Su historia de lucha tiene que ver mucho con la historia de nosotros, que es un poco que les voy a contar.

Nosotros, como indígenas que somos, 100 por ciento, vimos que había mucha pobreza, mucha miseria y que nos despreciaban por nuestro color, porque somos del color moreno, porque no hablamos bien la castilla, el español pues. Y entonces nos cansamos de todo eso y nos organizamos en contra de los malos gobiernos que así nos tenían.

Nos preparamos diez años, compañeros y compañeras, y el primero de enero del 94, tomamos por la fuerza de las armas, siete cabeceras municipales, rendimos y desarmamos a la policía estatal y la mandamos en calzones a sus casas.

Durante varios días sostuvimos combates con el ejército federal, y después de varios días de enfrentar sus tanques de guerra, sus helicópteros y sus aviones, se despertó en México un gran movimiento que pedía que dialogáramos, que ya no lucháramos con las armas.

Nosotros obedecimos y empezamos a dialogar con el gobierno, y después de muchos años de estar dialogando, conseguimos los acuerdos de San Andrés que reconocían el derecho y la cultura de los indígenas, de todos los indígenas de México, no nada más de los indígenas de Chiapas. Y esos acuerdos reconocían los derechos y la cultura de los indígenas zapotecos. Y entre esos derechos estaba el derecho a elegir sus autoridades, según sus modos, según sus formas.

Y los gobiernos federal y estatal tenían que respetar esa idea. Lo vimos después de mucho tiempo y de que hicimos una gran marcha por todo México, donde juntamos millones de personas que nos apoyan, los vimos que la clase política no nos hizo caso, que sea los partidos políticos y el gobierno, el Congreso de la Unión, la presidencia de la República y los jueces de la Suprema Corte de Justicia. Ellos hicieron una ley que no sirve, que no reconoce nuestros derechos. Hicieron una ley para que los indígenas seamos limosneros, para que nomás hagamos artesanías para venderlas, o para que nomás vengan los extranjeros a burlarse de la forma en que hablamos, de la forma en que vestimos, de la forma en que respetamos y recordamos a nuestros muertos.

Por eso, durante todo ese tiempo nosotros estuvimos preparando un gobierno diferente dentro de nuestras comunidades. Ahí no mandan los partidos políticos, ahí no manda el gobierno de la República. Ahí mandan las comunidades y esas comunidades escogen a sus dirigentes. Y los escogen dentro de ellos mismos, dentro de campesinos y campesinas, indígenas hombres, indígenas mujer. Y en el momento que alguien empieza a agarrar mal camino y empieza a enriquecerse, y empieza a tener más riquezas, quiere decir que está robando e inmediatamente lo quitamos del cargo y lo metemos a la cárcel hasta que paga su delito.

Y entonces ponemos a otro que también se elige igual en asamblea, así como están ustedes aquí ahorita. Y cada tanto cambia. Y entonces no hay quien es especialista en gobernar, sino que la misma gente humilde y sencilla, es la que aprende a gobernar. Y cuando acaba de gobernar, regresa a trabajar la milpa, no se queda ahí de zángano y de haragán, a viendo a ver qué roba, sino tiene que volver a trabajar para vivir. Eso hicimos nosotros.

En 1995, estamos rodeados por el Ejército… En 1994, perdón, en diciembre, estamos rodeados por las fuerzas federales y una madrugada rompimos el cerco y salimos y tomamos 38 municipios del estado de Chiapas, y declaramos gobiernos autónomos. Uno de esos municipios es San Andrés Sacamanchen de los pobres, le decimos nosotros, que se parece mucho a aquí donde estamos. Y tomamos el palacio municipal y desde entonces, desde hace diez años, ahí no entra el gobierno estatal, ahí manda la comunidad y cada tanto elige, así como ustedes eligieron ahora, a su ayuntamiento popular y autónomo.

Por eso nosotros sentimos aquí en San Blas Atempa, que estamos de por sí como si estamos en nuestras tierras, rodeados por hombres y mujeres indígenas dignos, rebeldes y además que han dado una lección a la hora que sacaron al mal gobernante y pusieron a un buen gobierno. Eso es lo que queremos nosotros para todo el país.

Ahora lo que estamos haciendo no es un movimiento armado, no estamos llamando a la guerra, estamos llamando a un movimiento civil y pacífico, así igual como el que están haciendo ustedes aquí para exigir sus derechos. Pero no nada más en Chiapas, ni nada más en Oaxaca, ni nada más en el Istmo, ni sólo en San Blas Atempa, lo queremos nacional, en todas partes.

Ahora que llegamos aquí, nosotros no contamos la historia de San Blas y de su lucha, fueron ustedes mismos, fue a quienes ustedes eligieron como su líder. No fue Marcos el que habló y que contó su historia, sino fue mismo gente aquí de San Blas Atempa. Y esa palabra que contó, ya está llegando a otras partes de México y del mundo. Porque yo no vengo sólo como Ejército Zapatista de Liberación Nacional, sino que en nuestra lucha hay otras organizaciones sociales, hay organizaciones políticas, hay muchas personas en todo México, porque este es un movimiento no nada más de un lugar, sino de todo el país, y esas gentes están en todos lados escuchando y aprendiendo de estas palabras que ustedes sacaron, de su historia.

Gracias a unos compañeros y compañeras que vienen aquí con nosotros, que son de otras organizaciones pero están junto con nosotros en la lucha, que traen cámaras y grabadoras y apunte, y están sacando esa información, mero de con sus propias palabras, no le están cambiando nada, como sabemos que hacen los periódicos pagados por Ulises Ruiz o la televisión pagada por los ricos.

Entonces, nosotros los estamos invitando, compañeros y compañeras, no sólo a que sigan con su lucha, les pedimos que ya no estén solos. Que la lucha de San Blas la aprenda todo Oaxaca, la aprenda todo el sureste mexicano y la aprendamos todos los mexicanos y mexicanas. Que la lucha de San Blas se una con la lucha de otros compañeros y compañeras en todas partes de México. Sin que cambie su forma de pensar, sin que cambie su organización, respetando su autonomía y su independencia, pero ya no pelear solos, sino juntos con todos. Pelear contra los grandes ricos, los poderosos y los políticos que les sirven, como esa señora que dicen tanto aquí que se llama Agustina, esa. De esas, como la Agustina esa, hay ratas por todas partes, lo sabemos bien.

Y lo único que queremos nosotros, los zapatistas y los que estamos todos en la Otra Campaña, es que ratas como esa señora estén en la cárcel, y que nuestros compañeros que están presos, de ustedes y de muchas organizaciones, que son presos políticos, salgan en libertad. Porque a esa gente hay que premiarla y no castigarla. Y al que hay que castigar es a esa señora diputada federal, y al gobernador, y al presidente de la República.

Nosotros recibimos esa orden de nuestros compañeros Comandantes y Comandantas indígenas. Me dijeron “tienes que ir a hablar y a escuchar la palabra de otros hermanos que están luchando. Vas a ir con la cara tapada, con un pasamontañas negro, porque para nosotros significa el color indígena, el color de la tierra. Y vas a llevarlo así, porque quiere decir que en este país sólo te miran y te toman en cuenta, si te tapas la cara y te rebelas. Si no haces nada, nadie te toma en cuenta. Y en todos los lugares que vayas, vas a llevar ese símbolo de nosotros, de los zapatistas, y lo vas a llevar con orgullo”.

Con el pasamontañas no estoy ocultando nada, compañeros y compañeras, al revés, estoy mostrando lo que somos: el movimiento que está naciendo en todo el país, junto con el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, pero también con muchas otras organizaciones, algunas de las cuales trabajan aquí con ustedes en San Blas.

Lo que nosotros queremos decirles es que nosotros no estamos luchando por parar una reforma al ISSTE. No estamos luchando por un pedazo de tierra. Estamos luchando por mandar a la fregada a toda esa bola de políticos ladrones. Y por otra ley, no un pedacito de una reforma. Queremos acabar con toda la ley que nomás sirve para engañarnos, para reprimirnos, para quitarnos la tierra y nuestro trabajo. Y queremos hacer una nueva ley, una nueva Constitución. Y ahí sí tiene que venir cabal el derecho de los pueblos indios, y tiene que estar cabal el derecho a la tierra de los campesinos, y no nada más la tierra, también las maquinarias para trabajar, también los buenos precios para el producto, también unos precios bajos en las cosas que consumimos.

Todo eso va a venir en el mundo que nosotros queremos. No estamos organizando un sindicato, no estamos organizando un grupo social, estamos organizando, compañeros y compañeras, una rebelión nacional contra el sistema capitalista, una rebelión así como la que hicieron ustedes el primero de enero del 2005, pero en todas partes y en todos los lugares.

Nosotros los invitamos a que entren en esta lucha, que no se queden solos. Y en esta lucha, no sólo van a encontrar el apoyo de nosotros como zapatistas, van a encontrar el apoyo de organizaciones políticas de izquierda que tienen trabajo en todo México. Van a encontrar el apoyo de organizaciones sociales nacionales, van a encontrar el apoyo de pueblos indígenas en todo México, de organizaciones no gubernamentales, de gente que defiende la naturaleza para que no la destruyan, y de personas individuales y de familias. Y al revés, también cuando estos compañeros y compañeras necesiten el apoyo, esperamos que San Blas, con esa dignidad y rebeldía que demostró en toda su historia y volvió a afirmar el primero de enero del 2005, también sea generoso y apoye otras luchas.

Mañana vamos a ir a la cárcel de Tehuantepec a pedir la libertad de esos compañeros. Y también vamos a ir a otras cárceles de Oaxaca donde hay otros compañeros y compañeras que están presos, luchadores sociales. Porque ya sabemos el modo de aquí de los gobiernos de Oaxaca y de los ricos, que al que exige su derecho, o lo matan o lo meten a la cárcel. Pero así como eso se acabó aquí en San Blas Atempa, se va a acabar en todo el estado y lo que nosotros queremos es que se acabe en todo el país.

Compañeros y compañeras, eso es la Otra Campaña, no nomás llegamos hablar, sino que primero pedimos que la gente nos cuente su lucha, que nos diga su problema. Por eso, aquí primero escuchamos su palabra de cómo fue su lucha contra esa fregadera que les quería hacer el gobierno del estado. Así vamos pasando por todas partes, al rato nos vamos a otro lugar, y vamos a seguir por Oaxaca y luego Puebla, Tlaxcala, hasta llegar al norte de la República.

Nosotros los invitamos a que entren a esta lucha, que entren con nosotros y que ya no esté solo San Blas. Que levante con orgullo la dignidad indígena zapoteca que lo forma y que levante con orgullo la lucha que demostró y que hoy está aquí reunida. Gracias compañeros. Buenas noches.

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