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Palabra del Ejército Zapatista de Liberación Nacional

Ene312006

Lomas del Dorado, Veracruz (31/ene/06)

Escuche aquí:

Palabras del Subcomandante I Marcos en Lomas del Dorado, Veracruz
31 de enero de 2006

Compañeras y compañeros: Buenas tardes, me llamo Marcos, soy del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Nosotros somos indígenas todos: hombres, mujeres, niños y ancianos. Y yo soy subcomandante porque nuestros jefes son indígenas, son los comandantes, ellos son los que mandan, los que nos dicen qué es lo que tenemos que hacer y por dónde tenemos que caminar.

Yo quiero que escuchen lo que les voy a decir, porque sé que les llegaron a meter miedo; que nosotros venimos a traer problemas o a traer guerra. Nosotros no traemos armas, aquí traigo unos lapiceros para escribir el apunte de la palabra; aquí traigo un radio, es para escuchar la noticia o cómo está el camino; aquí tengo un pasamontañas por si se ensucia mucho éste; aquí tengo para cargar la batería; y aquí tengo otra pinza por si se descompone el carro; y ésta es una brújula por si me pierdo para saber por dónde caminar.

No traemos armas, ni balas, ni bombas, ni nada. Los que sí traen las armas y las balas y las bombas, pues lo sabemos que son los gobiernos. Lo sabemos bien que cuando se organiza el campesino y está solo y está aislado, rápido lo quieren perseguir —como nos contaron los compañeros de otras partes— y así es de por sí.

Les decía: como indígenas que somos, allá en Chiapas, pues vimos toda la necesidad de por sí que aquí han platicado tanto hombres como mujeres. Y también como mujeres, pues les quiero platicar de una compañera que era nuestra jefa, bueno ella ya se murió, era la Comandanta Ramona. Era así como ustedes compas; no crean que era pues muy… o mucho estudio, ni siquiera hablaba español, sólo hablaba tzotzil que es lengua maya de allá de los Altos de Chiapas. Y así como ella había otras compañeras, y andaba con su vestido de por sí de indígena. Ella de lo que vivía era que hacía artesanía, hacía bordado y lo vendía. Hasta que un día pues llegó en su cabeza, en su corazón pues, que no está bueno que estamos sufriendo tanto, sea como indígenas, sea como mujeres.

Les voy a contar una historia que le pasó —y que a mí me contaba— de cómo entró en la lucha, porque tal vez aquí también pasa igual. Dice pues que se le enfermó un pariente y lo llevó a una clínica de campo, que es la que tiene el gobierno por allá —sólo allá muy retirado de su comunidad; no mero en su comunidad había, sino que más retirado—, entonces, ahí va caminando con su pariente y cuando llega ni siquiera lo quiere recibir pues el doctor que está ahí, lo desprecia pues porque ve que es indígena. Sólo atiende pues si es gente que lo ve blanco o ve que habla castellano —que sea castilla le decimos allá—. Y entonces, un poco Ramona fue tratando de explicar que está enfermo el compañero que llevaba —un hermanito de ella—, y el doctor le está diciendo: “no, es que se está haciendo tonto, es que nomás quiere estar de haragán, de flojo” —decía— “no quiere trabajar, solamente está inventando pues que está enfermo”. Pero pues el compañerito estaba con fiebre y se veía pues que estaba muy grave y ya, por fin, le dio una pastilla o algo así. Y entonces, la Ramona dice: “pues yo también me duele aquí” —ella se enfermó del riñón, de eso murió—, y le dijo: “no pues tienes que escoger, como a él ya lo curé a tí ya no te toca y no me importa si es que me vas a acusar con el gobierno, porque a tí no te van a creer porque sos indígena; yo soy mestizo y soy empleado del gobierno y a mí me van a creer”.

Entonces, ahí fue donde ella dijo que no está bueno que pasen éstas cosas y que hay que organizarse y, decía ella, que así uno solo pues nomás agarra su coraje y de balde se encabrona, porque no pasa nada. Y dice que el chiste de lo que había que hacer era unir ese coraje que había con otros corajes, porque empezó a hablar con más mujeres y que sí, que más gente le pasaba igual, nada más porque es indígena y porque es pobre. Entonces, se fue creciendo su grupo de mujeres y se fue haciendo más grande y más grande —ya dentro de nuestra organización de lucha que se llama Ejército Zapatista de Liberación Nacional—, y entonces empezaron a ver otros problemas. Porque empezaron con ese problema de la salud y ya empezaron a ver también pues que los hombres echan trago y llegan y pegan a las mujeres —tal vez aquí pasa así, no sabemos pues, a lo mejor sí, a lo mejor no—, y también que no está bueno que las niñas cuando están creciendo no iban a la escuela y muchas cosas que pasaban pues en las comunidades indígenas zapatistas, cuando apenas está escondida la organización —porque no se publicaba que era organización todavía—. Entonces, vio ella pues junto con otras compañeras —que las otras compañeras todavía están en vida— que había que organizarse, al menos, como mujeres indígenas.

Porque de por sí vemos que estamos mal como trabajadores del campo, como campesinos. No hay tierra o la tierra que hay la trabajamos y el producto no se puede vender bien. Como dijo el compañero pues de la naranja: todo el día está en chinga uno para que salga la naranja y resulta que cuando lo vas a vender, salió más caro trabajarla que venderla. Y entonces, pues ¿qué hace el campesino? Pues de balde voy a trabajar si ni siquiera voy a sacar la paga para comer, mejor me pongo a hacer otra cosa y ahí se queda la naranja y ahí se queda la tierra sin trabajar. Y es ahí donde entra la trampa del Procede, con lo que dice el gobierno: si no aceptas el Procede entonces quito el Procampo y quito el programa de Oportunidades. Entonces, ahí le pega a las mujeres; entonces la mujer va y le dice al marido “tienes que aceptar el Procede, porque si no aceptas me van a quitar Oportunidades”. Bueno, entonces, queda dudando ahí el compañero, la compañera, si es que van a entrarle al Procede y le entran. Y a la hora que le entran, lo que están haciendo es que —a cambio de un dinero— renuncia a su derecho ejidal. Eso es lo que hace: deja de ser ejidatario y se hace pequeño propietario.

El ejidatario no puede perder la tierra, nadie se la puede quitar porque eso dice la ley. Al pequeño propietario sí; el pequeño propietario la puede vender o se la pueden embargar si no paga. Bueno, está contento el campesino porque ya tiene un poco de paga y tiene su papel que dice que la tierra es suya. Y lo engañan, porque le dicen “con este papel nadie te va a quitar la tierra” y vas a ver lo que va a pasar. Porque en tu derecho ejidal nadie te podía quitar la tierra, aunque sea que está muy necesitado no puede vender la tierra; la tierra tiene que ser del ejido y lo tiene que pasar a otro ejidatario y así cuando se muere. Pero cuando ya es pequeño propietario, entonces qué pasa si la naranja no da el precio, por ejemplo, o si el potrero no da porque no tenemos ganado o se enferma; o si no da maíz o frijol, o resulta que le estás metiendo veneno a la tierra porque no sabemos —con los productos esos químicos, trangénicos que se dicen, pues es como que le estás metiendo como una droga a la tierra, entonces ya no acepta más que esa misma droga—, y ya no hay la paga para comprar el fertilizante y el maíz. Y el banco dice: “yo te presto hermanito, no tengas pena yo soy bueno”. Y llega el gobernador y te da un tanto de dinero y firmas un papel de deuda. Y viene la siguiente cosecha y, otra vez, no salió la paga. Te vuelven a prestar más, lo vuelves a agarrar, porque ¿qué vas a hacer?

Y así cada día que pasa, cada año, cada cosecha, no mejora la situación. Lo que está creciendo es la deuda, hasta que llega un momento que el banco o el gran rico dice “págame”. No, pues no tengo dinero, de dónde voy a sacar; no se dio la naranja, no se da la cosecha, el ganado no se vende —lo que sea—. Ah, entonces, “pues si no me pagas te quito la tierra”. Y se la quita, porque ya es pequeño propietario; cuando era ejidatario, no se podía, la ley lo prohibía.

Entonces, el plan del gobierno con esto del Procede es quitarle la tierra a los campesinos. Ese es el plan para que esta tierra pueda ser entregada a los grandes hacendados o a los extranjeros, como de por sí dijo el compañero de la Organización Campesina Revolucionaria del Norte de Veracruz. El plan es ese, de que la tierra sea propiedad de los extranjeros y los campesinos sean peones de esos empresarios y las mujeres sean las sirvientas de esa hacienda. Es como —hagan de cuenta— que todo el norte de Veracruz va a ser una gran hacienda (inaudible) y todos los que queden aquí van a ser trabajadores. Pero ya no va a ser su tierra, ni su casa y al rato van a tener que pagar la parcelita donde está su casa —que con trabajo han podido construir— o van a tener que pagar renta compañeros, porque la tierra ya no va a ser del ejido, va a ser de una propiedad.

De repente talvez ustedes no me van a creer, pero esto ya está pasando en Quintana Roo, en Yucatán, en Campeche, en Tabasco y en Chiapas —que son los estados que llevamos caminando—, porque esta historia que les estoy contando, no es que llegó en mi cabeza, sino que es lo que escuché —así como escucho a ustedes su palabra—; lo que me contaron otros campesinos indígenas. Unos son mayas, otros son tzeltales, otros son nahuas, otros son popolucas, y me cuentan esta historia de cómo está el plan del gobierno. Y gente que tenía su tierra, su parcela, que podía sembrar maíz, frijol, frutas o verduras, ahora ya no tiene nada. Y cómo en sus comunidades los jóvenes tienen que irse a trabajar a Estados Unidos. Entonces, al mismo tiempo que están perdiendo la tierra, están perdiendo la comunidad; porque su misma gente se está yendo para otro lado.

Esa es la verdad pues, eso es lo que me contaron. Pero no sólo nos contaron eso, sino que nos contaron que se están organizando y me dicen claro: “oye Sup, pues aquí estamos con pena porque dicen que tú vienes a decir que hay que alzarse en armas”. Y nosotros les decimos claro que nosotros no estamos haciendo ese trabajo, porque no a eso nos mandaron. No es nuestra tierra esto, sino que andamos caminando por todas partes y no estamos hablando de hacer la guerra. No estamos diciendo que hay que armarse y que hay que ponerse pasamontañas en la cara e irse al monte, ni dejar la tierra.

Lo que estamos diciendo es que hay que hacer una lucha nacional, no nada más Veracruz, no nada más el norte, no nada más Chiapas, sino que se unan todas las mujeres indígenas, por ejemplo, de México y obliguen con su fuerza de movilización al gobierno a que dé realmente programas de salud gratuitos. Gratis, completamente gratis, no que ahorita le da una cosita o no da, y como quiera tiene que hacer la faena cada tanto. O sea, que estamos pues como sirvientas de los gobiernos, y es un derecho del pueblo que le tiene que dar el gobierno: le tiene que dar la salud. Allá donde nosotros —los que estamos, nosotros que estamos organizados—, la salud es gratuita, ni la consulta se cobra, ni la medicina, aunque sea pobremente pues. Ahí lo hacemos porque llega gente a apoyarnos, pero también porque la misma gente de la comunidad se preparó como promotor de salud. El gobierno no hace campañas de salud: las hace el mismo pueblo. El gobierno no hace campañas así contra las enfermedades como el dengue o el cólera: las hace la comunidad; es la que pasa a revisar a ver si las letrinas no están mal hechas, si no hay muchos charcos. Y entre el mismo colectivo de la comunidad hace que toda la comunidad tenga mejor salud. Y cuando hay alguien que se enferma, pues a ver si en la clínica hay medicina y, si no, se organizaron para conseguir una ambulancia —que no es para sacar maíz, ni café, ni para sacar naranja, ni para ir a la fiesta, es para cuando hay un enfermo— y con ese enfermo, con la ambulancia lo llevan a una clínica.

Pero eso sólo lo consiguieron organizados, compañeros. Nadie llegó a decirles: “órale ahí está”. Tuvieron que organizarse, tuvieron que luchar y tuvieron que morir, porque hubo quien murió por hacer nuestra lucha. Y nosotros no estamos pidiendo pues que nadie se muere; si va a morir alguien, mejor que se muera el gobierno o el rico, pero ya la gente de abajo que no se muera.

Entonces, lo que queremos hacer en este movimiento donde se escucha la palabra de cada quien, aunque ahorita a lo mejor a uno le da pena hablar porque qué tal que lo van a quitar de la lista del Progresa o del Procede, o del Procampo o de Oportunidades y como quiera ese dinero se necesita. A lo mejor uno no puede hablar delante de todos porque le da pena cómo habla, qué tal que lo van a burlar o qué tal que no se peinó y va a salir mal en la foto ¿Por eso no muy quieren hablar, verdad? Pero, como quiera, va a llegar el día en que esa voz se tiene que escuchar compañeras. Y así como estoy platicando yo una historia —que de por sí salió de este pueblo— de cómo maltratan a las mujeres los doctores del gobierno y las humillan, van a escuchar aquí, en este movimiento que estamos haciendo, historias de otras mujeres, algunas indígenas, otras que no son indígenas, que es la misma historia de injusticia que están recibiendo y es la misma historia de que se organizan. Y es que se van a unir aquí las mujeres que estén decididas de Lomas del Dorado con otros pueblos del norte de Veracruz, con otros pueblos de todo el estado de Veracruz y con otros pueblos de México.

Igual en el caso de los campesinos: aquí la mayoría es campesina y la mayoría es indígena. Y así estamos viendo donde vamos pasando que hay problemas que plantearon aquí; se vuelven a repetir en otras partes del estado de Veracruz y en otras partes del sureste de México. Y entonces, nosotros estamos pensando: si tenemos el mismo problema y ahorita estamos peleando cada quien separado por su lado, peleando porque hagan la carretera, peleando por el mejor precio para el producto, peleando porque reconozcan una tierra, peleando porque acabe con el cacicazgo y sus grupos paramilitares —ahí también se les dice guardias blancas que están al servicio del rico—, por qué no, mejor, en lugar de que cada quien pelee por su lado, ¿por qué no lo unimos en una sola lucha?

Y entonces quitamos a los malos gobiernos, pero también quitamos a los ricos y a los hacendados y hacemos otra vez el reparto de lo que es este país y que en ese nuevo reparto de lo que es este país —o sea, en esa nueva relación—, la gente que trabaja sea la que tenga, que la gente que trabaja sea la que viva bien y el que está de holgazán pues no tenga nada. Porque ahorita está al revés, ustedes lo saben bien: el presidente municipal de Ixhuatlán no hace nada compañeros. ¿Qué trabajo tiene? Se sienta ahí y nomás está firmando papeles que son en perjuicio nuestro o sea de la gente de abajo. Y al rato, cuando salga, va a ser que es más rico, ya va a tener otra casa, otro carro y ¿de dónde, si no trabajó? Y ¿cómo? El campesino que sí está trabajando todo el día, todo el tiempo, al revés, cada vez va perdiendo más y más y más y cada vez se va haciendo más pobre.

Entonces, eso es lo que tiene que cambiar. ¿Por qué una gran extensión de tierra buena, con riego, con un chingo de naranja —lo vimos pues en el camino cuando veníamos para acá— el propietario es una persona nada más, es el dueño? Y aquí, en pequeñas parcelitas con poco apoyo, pues, para la producción es de muchas personas. En una gran finca caben muchos ejidos trabajando, y en un ejido hay muchos, muchos pobres que están trabajando tierra mala, pero están trabajando. Entonces, lo que nosotros decimos es que hay que volver a repartir todo de nuevo: borrar todo, volverlo a acomodar y entonces que no haya quien esté arriba y quien esté abajo, sino que vamos a estar igual todos. Y entonces sí que cada quien según su trabajo y, ahora sí, que el que trabaja más viva mejor y el que no trabaja o trabaja menos viva peor. Porque ahorita, como está, así como que se enchuecó. No sé si así dijo el dios; que yo sepa no así dijo el dios, que va a estar así chueco.

Lo cabal, lo recto, es que el que se está chingando todo el día tenga lo que trabajó y aquí lo que estamos viendo, en nuestro país, es que el que está trabajando todo el día no se queda con nada, más que con su propia fuerza —decimos nosotros, su fuerza de trabajo—. Todo lo que hizo de producción se lo lleva otro; se lo lleva el funcionario del gobierno, se lo lleva el agente de tránsito —como dicen los compas transportistas—, se lo lleva el gobierno en los impuestos, en cuánto cuesta la luz, el agua, la gasolina, todo eso se va por ahí. Y todo ese producto que hicimos lo agarra el coyote y lo paga muy barato y él va y lo vende muy caro ¿En razón de qué? En razón de que nosotros no tenemos directo acceso al mercado, porque también ahí está pues el cacicazgo. Por eso decimos: si ese trabajo es riqueza, porque es algo que es bueno ¿por qué se la está llevando otro? A veces el rico, a veces el coyote, a veces el empresario, pero alguien se lo está llevando y al trabajador del campo no le está quedando nada.

Eso es lo que tiene que cambiar. Por eso nosotros decimos que nuestro movimiento es contra el capitalismo, porque el capitalismo es eso: que el que tiene el dinero es el poderoso y ese tiene todo y, del otro lado, están los trabajadores que no tienen nada más que su fuerza para trabajar. Lo que queremos es acabar con ese sistema de explotación, que es el mismo sistema que nos desprecia como indígenas, compañeros. Y les hablo a ustedes porque ustedes lo saben bien: que se burlan de nuestra forma de hablar, de cómo vestimos, de nuestras costumbres, nos desprecian por eso. Igual los hombres, y lo saben bien, que los desprecian como campesinos que son. Porque si ustedes llegan a hacer un trámite al gobierno, nadie les hace caso. Sólo si son parientes del gobernador Fidel Herrera, o de Fox, pero no somos parientes de gobernadores, somos parientes de nuestra familia pues, que es la que trabaja.

Entonces, todas esas cosas son las que queremos cambiar. Y lo queremos cambiar pues, que primero tenemos que escuchar la voz de todos para que todos escuchen. Y hacemos este gran acuerdo de lucha, de rebelión nacional decimos nosotros, que es un gran movimiento nacional que cambie las cosas, pero no por las armas sino con la lucha organizada, la lucha social y política —como invitó un compañero campesino aquí que pasó—.

Esto es lo que les queríamos decir, compañeros y compañeras. No tengan miedo, piensen en su corazón, hablen. Ya vieron que llegué acá y no les hice daño; no le pegué a nadie —bueno, ni a los chuchos que se atravesaron ahí, no le pegué pues a nadie—, ni vine a traer un mensaje de que hay que tomar las armas. Lo que les vine a decir es que hay que organizarse y que esta organización que tienen la tienen que defender y unir con otras luchas. Es todo, compañeros y compañeras. Gracias.

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