A: los hombres y mujeres en huelga de hambre y ayuno por una paz digna y justa.
Hermanos:
A nombre de todos los hombres, mujeres, niños y ancianos del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, me dirijo a ustedes con respeto.
No ha pasado desapercibido para nosotros el esfuerzo y sacrificio de ustedes para llamar la atención de las fuerzas armadas contendientes sobre la necesidad de una nueva oportunidad a la palabra en el largo camino para lograr la democracia, la libertad y la justicia que anhelan los mexicanos. Nuestro corazón ha escuchado el llamado que hacen con sus ayunos y huelgas de hambre exigiendo detener la gigantesca máquina de la guerra. Nuevamente nos hemos visto obligados nosotros, los más pequeños de estas tierras, a caminar el fuego para hacernos oír. Desde el mes de enero de 1994, cuando detuvimos nuestra justa guerra contra el mal gobierno, hemos sido sinceros en la búsqueda de una solución que no arrastrara muerte y destrucción para los suelos mexicanos. Una y otra vez, por caminos distintos y con las formas que nuestro torpe andar nos permitía, buscamos abrir otra puerta digna que no fuera la de la guerra. Una y otra vez nos encontramos con la burla, el engaño y el desprecio. Con dolor se volvió nuestro corazón a la montaña y habló su palabra de nuestros muertos diciendo desconfianza hacia el poderoso. Tuvimos, nuevamente, que vestir de guerra nuestro paso. Tuvimos que poner, otra vez, en más alta estima la dignidad que la vida.
El «¡Ya Basta!» del amanecer del año hubo de repetirse en el frío atardecer de 1994. Nuestro corazón escuchó el desamparo de otras voces hermanas y, para abrigar esa soledad indigna, ondeó nuestra bandera en más montañas del sureste mexicano. Frente a las armas del mal gobierno estaban nuestras armas prestas a hablar muerte. Llegó entonces a nuestro corazón su clamor de ustedes y lo escuchamos con atención. Sigue en nuestro pecho la voluntad de encontrar una salida política, DIGNA y JUSTA, al conflicto y el logro de una paz verdadera, democrática, libre y justa para los mexicanos todos.
Nosotros nos comprometemos ahora a una tregua temporal. Como llegó, empieza a alejarse el fantasma de la guerra. Es necesario ahuyentarlo más lejos todavía, es necesario conseguir condiciones dignas para una nueva tregua estable que, ahora sí, se encamine a un diálogo verdadero, respetuoso y serio. Por esto les habla a ustedes nuestro corazón, les habla para pedirles, con respeto y sinceridad, que levanten su huelga de hambre y suspendan su ayuno, para pedirles que, habiendo traído un pedacito de paz con su sacrificio, ahora dediquen sus fuerzas a conseguir las condiciones de una tregua estable. Estas condiciones implican a otras fuerzas sociales que no son el EZLN, a ellas deben dirigir su reclamo. Nosotros esperaremos. No atacaremos. Eso les pedimos, hermanos y hermanas mexicanos, suspendan su ayuno y encabecen, como en los inicios del 94, la lucha por detener la guerra. Nosotros siempre sabremos escucharlos.
Respetuosamente
Desde las montañas del sureste mexicano
Subcomandante insurgente Marcos
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