Por mi voz habla la voz del Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
Al pueblo de México
A los compañeros y compañeras bases de apoyo
A los compañeros del CCRI-CG del EZLN
A los compañeros combatientes insurgentes y milicianos
Hermanos:
El día de hoy, 17 de noviembre de 1994 estamos reunidos para celebrar el inicio del decimosegundo año de lucha de nuestro Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Un día como hoy, pero hace 11 años, un pequeño grupo de hombres y mujeres, tres indígenas y tres mestizos, mexicanos todos ellos, como nosotros, instalaron el primer campamento dentro de la selva lacandona. Desde ese día empezó a ondear la bandera de la estrella roja de cinco puntas sobre fondo negro en el último rincón de la patria: las montañas del sureste mexicano.
En las montañas nació la esperanza armada que, diez años después, habría de mostrar su débil luz en la larga noche que ahoga el paso de los mexicanos. Con sangre indígena y mestiza se inició este sueño. Con sangre indígena y mestiza amaneció, para todos, el tímido destello que arma nuestro pecho.
Como cada 17 de noviembre en todos los años, hoy habla nuestro corazón mirando para dentro, para encontrar dentro de nuestro dolor y nuestra sangre el paso que habrá de andar nuestra palabra y nuestro fuego, para pensar lo que hemos hecho bien y lo que hemos hecho mal.
Después de 10 años de preparación, el día 1 de enero de 1994, una hora después del plazo último dado a esta Comandancia General del Ejército Zapatista de Liberación Nacional por la voluntad mayoritaria de los pueblos, se cumplió la orden del Comité Clandestino Revolucionario Indígena de iniciar la guerra en contra del mal gobierno.
En el amanecer del año, en un despliegue que llaman «de abanico», nuestras tropas avanzaron y conquistaron siete cabeceras municipales del suroriental estado mexicano de Chiapas. A su paso desarmaron a las guardias blancas de los grandes ganaderos y comerciantes, quienes acumulaban gran cantidad de armas y parque, mismos que fueron expropiados para ayudar a nuestra causa.
Al frente de los combatientes, en la primera línea de fuego, marchamos los jefes militares y políticos del EZLN. En diferentes maniobras de las que nombran «de envolvimiento» cayeron en nuestro poder las ciudades de Las Margaritas, Ocosingo, Altamirano y San Cristóbal de las Casas. Las distintas guarniciones de policías de Seguridad Pública y Judicial del estado fueron derrotadas. En marcha que llaman «de aproximación» se tomaron al paso las cabeceras municipales de Chanal, Oxchuc y Huixtán. Las distintas cárceles en las cabeceras municipales fueron atacadas y los presos fueron liberados. Entre los días 2 y 6 de enero de 1994, mientras nos replegábamos a las montañas después de cumplir el objetivo de dar a conocer al pueblo de México y a los pueblos del mundo las justas causas que animaron nuestro andar de fuego, las tropas federales recuperaron las siete cabeceras municipales, una de las cuales resistió seis días el asedio gubernamental, y en las restantes se procedió a una retirada ordenada. Cumpliendo las órdenes de la primera Declaración de la selva lacandona, unidades zapatistas atacaron, en un movimiento táctico que llaman «de pinzas», el cuartel federal de la 31 zona militar, después de invitar a la guarnición a sumarse a la justa causa del pueblo y, después de no obtener respuesta a esta invitación, de intimidar a la rendición. Las tropas federales rechazaron nuestros sucesivos ataques y dispersaron a nuestras tropas. Fracasado el asalto, procedimos a mantener el fuego que llaman «de hostigamiento», con el fin de permitir el reordenamiento de nuestro repliegue y aflojar la presión que sobre nuestras tropas cercadas en la cabecera municipal de Ocosingo ejercían los federales. Entre los días 2 y 6 de enero, las unidades antiaéreas zapatistas derribaron hasta seis aeronaves de combate del supremo gobierno.
El día 13 de enero de 1994, 24 horas después del cese del fuego ordenado por el señor Salinas de Gortari, una columna de blindados se internó en la selva lacandona pretendiendo adelantar posiciones. La columna enemiga fue rechazada y fue destruido un blindado.
En los 13 días de combates, tuvimos las siguientes bajas: 56 combatientes, 18 heridos graves y 87 heridos leves.
Conforme se dio nuestro avance, y durante el repliegue, más mexicanos conscientes y decididos se unieron a nuestras filas para hacer causa común en la lucha por la democracia, la libertad y la justicia. Centenas de combatientes engrosaron las filas del EZLN.
Completado el repliegue de las tropas que tomaron las cabeceras municipales, el ejército federal avanzó conquistando el territorio que rodea la base de despliegue de nuestro ejército y terminó de cerrar el cerco sobre nuestras posiciones el día 10 de enero de 1994. Desde ese día, nuestras tropas y la población civil que apoya a nuestro Ejército Zapatista de Liberación Nacional padecen las condiciones del cerco militar. Éste, en las últimas semanas, ha sido reforzado, multiplicando su cantidad y calidad en hombres y técnica militar. Haciendo gala de su poderío técnico y sus conocimientos de estrategia, el ejército federal copó a nuestras tropas en la selva lacandona. Siguiendo el ejemplo del ejército insurgente comandado por el general José María Morelos y Pavón, los combatientes zapatistas resisten el sitio que, desde hace 300 días, mantienen las tropas gubernamentales. Hasta la fecha, y respetando el cese del fuego decretado por nuestro Comité Clandestino Revolucionario Indígena-Comandancia General, las tropas zapatistas se mantienen velando armas y esperando las órdenes de nuestros jefes.
Durante los primeros días de enero de 1994 se presentaron, paralelamente a los combates entre las fuerzas beligerantes, dos hechos nuevos que habrían de cambiar el rumbo de la guerra en unos cuantos días: por un lado, la actitud honesta y comprometida con la verdad por parte de un buen número de trabajadores de los medios de comunicación masiva quienes, a riesgo de su vida y bienestar, mostraron a México y al mundo los detalles de una situación injusta y criminal que todavía sigue asombrando a la civilización contemporánea. Por el otro lado emergió un movimiento civil que sin fundamento social o político definido presionó por el cese del fuego de ambas partes e impuso, finalmente, la vía del diálogo como camino razonable de resolver los problemas. Información veraz y movilización civil lograron abortar en esos días los intentos de solución militar del conflicto. La llamada sociedad civil, conformada por personas de los más diversos estratos sociales e ideologías políticas, logró imponerse, con la lógica del diálogo, a la lógica del enfrentamiento violento. Repetimos hoy lo que dijimos antes: no fue ni la bondad e inteligencia del supremo gobierno, como estúpidamente se vanagloria el gobierno federal, ni la habilidad política y la madurez del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, como pretenden algunos analistas, las que permitieron el paso al diálogo: fueron la información y la movilización del pueblo mexicano quien, sin distinción de clase, raza, religión o género, cerraron momentáneamente la puerta de la guerra. Si a alguien tiene que agradecer la historia de México el que en estos meses no se hayan reanudado las hostilidades y no se hayan ensangrentado los suelos mexicanos es a esa sociedad civil, hoy sumida en el estupor de una gran mentira, el proceso electoral de agosto de 1994, y al papel de los medios de comunicación, hoy cómplices de la campaña de desprestigio en contra de la causa zapatista.
A finales de febrero de 1994, obligado por esta presión popular, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional envió a la ciudad de San Cristóbal de las Casas, en Chiapas, una delegación para dialogar con el comisionado gubernamental. El Ejército Zapatista de Liberación Nacional presentó sus demandas al supremo gobierno en un pliego de 34 puntos entre los que resaltaban los referentes a democracia, libertad y justicia para todos los mexicanos. El gobierno respondió negándose a hacer ningún cambio democratizador a nivel nacional y se limitó a ofrecer promesas y dinero a cambio de que todo siguiera igual.
Con las respuestas gubernamentales, la delegación zapatista fue a informar al Comité Clandestino Revolucionario Indígena en pleno, y éste ordenó que la propuesta gubernamental se pasara a consulta en todos los poblados zapatistas. Mientras tanto, el afán salinista de perpetuarse en el poder condujo al asesinato contra el candidato del PRI, Luis Donaldo Colosio Murrieta, cuando éste intentaba romper con la soberbia del usurpador.
En un ejercicio democrático ejemplar el Comité Clandestino Revolucionario Indígena-Comandancia General del Ejército Zapatista de Liberación Nacional tomó en cuenta el parecer de todos y cada uno de los combatientes y base de apoyo. Por votación mayoritaria el zapatismo contestó no a la propuesta del gobierno por considerar que sus demandas fundamentales de democracia, libertad y justicia nacionales no habían sido satisfechas. En lugar de reanudar la guerra, la población zapatista ordenó buscar un nuevo interlocutor en una nueva etapa de diálogo. El diálogo nacional con el pueblo mexicano tomó, en el resguardo histórico del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, el nombre de Convención Nacional Democrática. La búsqueda del tránsito a la democracia, la libertad y la justicia por vías civiles y pacíficas pasó así a primer plano.
La posición zapatista en la CND fue dada a conocer públicamente con antelación. La lucha por el tránsito a la democracia, los 11 puntos del programa zapatista, nuevo Constituyente y nueva Constitución, fueron los puntos centrales que el zapatismo proponía a las distintas fuerzas sociales.
El 6 de agosto de 1994 se iniciaron en la ciudad de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, los trabajos de la primera sesión de la Convención Nacional Democrática (CND). El 8 de agosto de 1994 en Aguascalientes, Chiapas, en el inicio de la sesión plenaria de la CND, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional ratificó [su voluntad] por el cambio democrático que nuestro país anhela. Las armas zapatistas aguardaban el paso de las movilizaciones civiles y pacíficas en la lucha por el tránsito a la democracia. Las generalidades aprobadas en la primera sesión de la CND no fueron suficientes para provocar un movimiento popular en lo inmediato, pero el esfuerzo organizativo que representa empieza a echar raíces en las distintas regiones del país.
El 21 de agosto de 1994, mientras a nivel nacional el sistema de partido de Estado echaba a andar una sofisticada maquinaria de fraude electoral, en tierras chiapanecas el engaño chocaba con una rebeldía civil que mantiene hasta ahora su repudio a la imposición y la mentira.
El crimen de Estado perpetrado el 21 de agosto sumió a amplias capas de la población en un sentimiento de frustración y rencor. Los más débiles en decisión se dieron a reconocer derrota donde sólo había un crimen artero. La nación veía con desesperación que la soberbia y la mentira gubernamentales no encontraban balance alguno en las movilizaciones civiles y pacíficas. Pero brilla aún, en las montañas del sureste mexicano, la pequeña luz de los innombrables, de los sin rostro, de los armados de verdad y fuego.
Para acallar la voz digna de los zapatistas, el mal gobierno apretó el cerco y aumentó el número y calidad de tropas y armamento en las tierras mexicanas del sureste. Aquellos que invadieron históricamente las tierras que originalmente pertenecen a los naturales de estos suelos, los grandes ganaderos y grandes comerciantes, reasumen su prehistoria: se comportan soberbios y amenazantes frente a quien tiene diferente el color y el habla, y se muestran humildes y serviles ante quien los sacrificó en un Tratado de Libre Comercio que los sentencia a ser devorados por los verdaderos gigantes de la explotación en México El interminable ajuste de cuentas interno del grupo gobernante, producto de su avaricia y ansia de poder, llevó a un nuevo magnicidio que demostró que la violencia es inherente al sistema de partido de Estado y que el grupo gobernante es ya incapaz de garantizar paz y estabilidad a la nación mexicana. El asesinato contra (José Francisco) Ruiz Massieu, secretario general del PRI, en el que se encuentran implicados miembros del gabinete salinista y altos jerarcas del partido de Estado, confirmaba la verdad: el sistema de partido de Estado está agotado y amenaza, en su caída agónica, con arrastrar al país entero. En vista de las amenazas y de la inseguridad que priva al interior del sistema político mexicano, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional decidió romper el diálogo con un gobierno incapaz de toda credibilidad.
Finalmente, el señor Salinas de Gortari, quien usurpa desde 1988 la titularidad del Ejecutivo federal, da muestras inequívocas de demencia. Presentando un cuadro patológico de esquizofrenia aguda, el señor Salinas de Gortari declara que ni ve ni oye la realidad, descalifica a sus opositores, borra sus crímenes y entra en el largo tobogán de la locura al armarse una escenografía de autoelogio en la complicidad de los monopolios de los medios de comunicación y el beneplácito de intelectuales que, bajo sábanas blindadas, discurren sobre temas de actualidad. Los destinos de la gran nación mexicana están en manos de una persona a la que la soberbia del poder ha escamoteado ya toda posibilidad de razonamiento.
Por el lado del Ejército Zapatista de Liberación Nacional podemos decir que hemos cometido muchos errores. Algunos de ellos producto de nuestra torpeza política, nuestra ignorancia y las limitaciones de nuestro andar armados, sin rostro y cercados. Otros errores son producto de los excesos protagónicos de quien es la voz del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Nuestra palabra no ha sido, muchas veces, la más acertada ni la más oportuna. Quien tiene la voz y los oídos del Ejército Zapatista de Liberación Nacional se ha equivocado en no pocas ocasiones, en su palabra y en sus interlocutores.
La palabra del EZLN no siempre ha encontrado su camino correcto: el llamado a la unidad de todas las fuerzas progresistas que luchan por la democracia.
Nuestra torpeza ha provocado, las más de las veces, que en lugar de la unidad y la claridad se promueva la confusión y se animen las rencillas y rencores que de por sí abundan entre las fuerzas democratizadoras de México.
Dentro del territorio rebelde se han cometido, también, no pocos errores y excesos de nuestros compañeros. El respeto a los derechos humanos de los civiles, al que nos obliga nuestro apego a las leyes de guerra aprobadas en la Convención de Ginebra, no ha sido cumplido totalmente entre la población no zapatista. En algunas ocasiones se ha amenazado para obligar a que se ingrese en el Ejército Zapatista de Liberación Nacional a pobladores que no comparten nuestro camino de lucha. En estos asuntos no podemos ser juez y parte, no podemos repetir el error del gobierno, contra el que combatimos, de querer vigilar las arbitrariedades propias. Por eso nos hemos dirigido a organizaciones no gubernamentales de derechos humanos para solicitarles respetuosamente que vigilen el respeto a los derechos fundamentales de todos los seres humanos dentro de la zona en conflicto, sin importar su filiación política, su credo religioso, su raza o su clase social. Hemos recibido ya respuesta positiva de algunos organismos y solamente el clima de zozobra y de guerra inminente es el que nos impide regularizar esta relación. Por otro lado, en lo que a buen gobierno se refiere, el apego a las leyes revolucionarias de 1993 no ha sido el deseado. En algunas ocasiones se han afectado pequeñas propiedades que no exceden la extensión reconocida por las leyes agrarias revolucionarias. El Comité Clandestino Revolucionario Indígena-Comandancia General del Ejército Zapatista de Liberación Nacional se encuentra ahora en un proceso de ajuste para garantizar el respeto a los derechos humanos y que no se afecte a los verdaderos pequeños propietarios.
Hermanos:
Hemos cometido muchos errores, pero nunca el de confiar en el corazón y la palabra del que nos mal gobierna, del que oprime nuestra vida y decreta la muerte nuestra.
Por eso hemos seguido adelante con la difusión de nuestras banderas en todo el territorio nacional. Hoy somos más y más fuertes que en noviembre de 1993, cuando nos preparábamos para el inicio de la guerra. Hoy tenemos más pueblos, más regiones y más zonas en las que ondea la digna y rebelde bandera del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Nuestra justa causa encuentra ya eco en todos los rincones del país. Armas zapatistas se encuentran listas para alzarse en las montañas del norte de México, del noroccidente, del sur, del oriente y del centro de nuestra patria.
Las tropas zapatistas de la 21 División de Infantería, la 75 División de Infantería, la 25 División de Infantería y las agrupaciones de armas y servicios que acompañan a estas unidades que conforman el Primer Cuerpo del Ejército del Sureste, el cual escribió una página de gloria en la historia militar revolucionaria mexicana con la ofensiva y el repliegue en enero de 1994 y con los más de 300 días de sitio que soportan en graves condiciones, están listos para cumplir las órdenes de nuestros hermanos y hermanas jefes. Heredero de lo mejor de de las tropas villistas y zapatistas, y animados por el espíritu de Hidalgo, Morelos y Guerrero, el EZLN mantiene en su pecho armado, sin embargo, la convicción de la necesidad de hacerse inútil e innecesario.
Hermanos:
En noviembre de 1993, en vísperas del inicio de nuestra justa guerra, recibí de los jefes de las diferentes fuerzas indígenas que forman nuestro ejército el bastón de mando para conducir la totalidad de las tropas zapatistas y marchar junto a ellas a cumplir nuestro deber. Del corazón de nuestros más altos jefes tzotziles, tzeltales, choles, tojolabales, mames y zoques, recibí la vida de los muertos de siempre, el orgullo de los humillados, la riqueza de los desposeídos, la voz de los sin voz, el nombre de los innombrables, el rostro de los sin rostro.
Hoy he recibido, de nuevo, el bastón de mando de nuestra jefatura indígena. Les he comunicado a nuestros más grandes señores de la vida y de la muerte que estamos listos. Nuestras tropas han velado con impaciencia la tierna furia que recibimos de nuestros antepasados.
Hermanos y hermanas jefes, pueden ustedes ordenar sin que se apene su corazón de ustedes. Nosotros estamos listos.
Estamos listos, no temblará nuestro paso en el doloroso camino de la guerra. Si ésa es la orden de nuestros jefes, nosotros, los guerreros de las montañas, los muertos de siempre, los que en la noche andan, los armados de verdad y fuego, los que tienen que morir para vivir, volaremos de nuevo por el aire, las sombras y la tierra para hablar la palabra de fuego y muerte.
Estamos listos. No será sordo nuestro corazón en el incierto inicio del diálogo. Si ésa es la orden de nuestros jefes, nosotros, la tierna furia, los transgresores del olvido, los profesionales de la esperanza, la dignidad sin rostro, detendremos todavía el coraje que la burla enciende en nuestro pecho armado.
Hermanos y hermanas jefes, que su corazón de ustedes no sea más su corazón, que el corazón de nuestros muertos viva ahora en sus pechos, que por su boca de ustedes hable la verdad, que su oído de ustedes se abra sólo a la palabra de los hombres y mujeres verdaderos. Que la luz de la dignidad que vive en los últimos mexicanos alumbre su mirada de ustedes.
Sigue la usurpación gobernando las tierras mexicanas. La voluntad de verdad de la gran nación mexicana fue nuevamente burlada por aquellos que anhelan que la bandera y el mandato extranjeros reinen sobre los suelos mexicanos. Guerra quiere el dolor de nuestras gentes para lavar la vergüenza de la burla.
Nuestros hermanos indígenas de otras tierras siguen siendo golpeados y asesinados como antes del amanecer de enero, nuestros hermanos campesinos siguen siendo despojados de sus tierras, nuestros hermanos obreros siguen viviendo en la pobreza, nuestros hermanos en el campo y la ciudad de nuestra patria que es México siguen huérfanos de democracia, libertad y justicia. Nada ha cambiado, hermanos y hermanas jefes; este año se apaga como se apagaron otros antes, sin esperanza que duela. Una luz quiere esta noche, hermanos y hermanas jefes. Hablen, nuestro corazón escucha.
Hablen hermanos y hermanas jefes, que hable la verdad y siempre camine nuestra voz de «para todos todo, nada para nosotros».
Como cada año, en éste que inicia señalamos cuál es el plan de nuestro Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Hoy como en 1993, cuando preparábamos la guerra, como en 1992 cuando la decidimos, como en 1984 cuando cumplimos el primer año, como en 1983 cuando se inició el despertar de la esperanza, el plan zapatista es el mismo: cambiar al mundo, hacerlo mejor, más justo, más libre, más democrático, es decir, más humano.
Hermanos, la guerra no ha terminado.
Respetuosamente
Desde las montañas del sureste mexicano
Subcomandante insurgente Marcos.
RSS para comentarios de este artículo.
La lucha sigue! Viva El EZLN!
Comentario de marina — noviembre 16, 2015 @ 2:02 pm
…cambiar el mundo, hacerlo mejor, más justo, más libre, más democrático, es decir, más humano…
Deseo que este objetivo de 1994 siga vigente e igual de fuerte en 2018, porque sigue siendo necesario, tanto o más.
Mi respeto y admiración SubMarcos.
Comentario de Mercedes — noviembre 17, 2018 @ 3:46 am