Entrevista al Comandante Tacho,
17 de octubre de 1994.
Hermann Bellinghausen, Las Margaritas, Chis. [LJ, 18/x]. La seguridad con que el comandante Tacho, a horcajadas sobre una hamaca, dice: «Nosotros no tenemos título de escuela. Sólo tenemos libertades en nuestro territorio».
En entrevista, el dirigente zapatista, miembro del CCRI del EZLN en la región, elabora sus ideas sobre la «política moderna», como le ha dado en decir últimamente cuando piensa en la CND y ve sus acciones. Habla de la CND casi con cariño. El ha sido la voz de los anfitriones, él personalmente dirigió la construcción del centro de convenciones de Aguascalientes, Chiapas. Ahora le preocupa la construcción de la CND. Tal vez por eso la compara con una casa: «Hay que fundarse bien», dice.
Para empezar, recapitula su propia experiencia organizativa, que fue clandestina, y en condiciones de dificultad extrema. No la propone como ejemplo a seguir ni mucho menos. Sencillamente, es como si presentara sus credenciales.
«Cuando nos integramos a la organización, primero fuimos simpatizantes. Nos mandaron buscar para explicarnos qué era una organización armada, que además luchaba por los 10 puntos. Y nada más nos contactábamos con una persona primero. Querían conocernos, si podíamos cumplir. Porque nuestro defecto de nosotros era el trago. No había otra cosa, pero esa sí.
«En la medida en que íbamos teniendo mejor relación entre el compañero resolutivo y el reclutado, nos entrevistábamos más veces. Teníamos poca posibilidad porque eso era realmente clandestino. No se podía que nos viera alguien; el reclutante y el reclutado, los dos, en sí. Nos daban pequeñas tareas a ver cómo hacíamos, si podíamos hacer un trabajo. Esos fueron los principios, y en ese tiempo empezamos a hablar con otro compañero. De poquito. Primero nos mandan como a canalizarnos. Se atravesaban muchas sierras para hacerlo.
«Pero lo hicimos a la vuelta de dos años, eh», remarca Tacho. «Ahorita lo estamos platicando en poco tiempo. Para conseguir eso nos costó mucho tiempo. Después había que buscar otro compañero. El reclutante nos dice «Que sea bueno. Vas a buscar otra persona que veas que es honesta, que va a hacer el trabajo, no va a hablar, que esa persona es buena».
«Ni siquiera nos dijeron que somos responsables, ni nada, sino nada más así. Ya cuando éramos seis compañeros, a la vuelta de dos años, en los que nadie más supo lo que realizamos, ya entonces nos dicen «Se tiene que formar un responsable. Y el primero eres tú, y el segundo ve quién es, y el tercero». Cuando ya integramos un grupo de personas que tienen conocimiento de la lucha, pasamos a formar parte de la organización. Estudiamos, pero no así nada más en un libro, sino al mismo tiempo, en el trabajo, cómo seguir avanzando. Tener nuevas formas para tener más compañeros, eso es el trabajo.
«Los principales problemas para integrar una organización como el EZLN empiezan por la bebida alcohólica, porque la gente está muy acostumbrada, y luego, cuando uno anda bolo se pone a hablar que soy esto, que el otro. Y el otro problema es que la bebida nos señalaba, «No, pues está cabrón, algo ha de tener, algo sabe»».
Ésta ha sido la escuela de un militante político en un ejército clandestino. El comandante Tacho reconoce que la experiencia no es comparable a la de otros.
«Los convencionistas no tienen estos problemas. No son clandestinos, ni deben serlo. Lo que sí pensamos es que necesitan hacer trabajo desde abajo, en vez de estar hasta arriba. Puede formarse en un pueblo, y luego ponen su responsable local. Yo creo que la Convención puede hacer un trabajo muy excelente, porque puede hablar abiertamente, siempre que haga sus reglamentos. No necesita clandestinidad. Tiene que aglutinar muchos miembros de la Convención; no son convencionistas, son las bases. De ahí pueden formar una región, con 10 pueblos, con 15; 25 ya sería mucho. Y esa región va a nombrar delegados».
La propedéutica que apunta el comandante Tacho no ignora un cálculo optimista: «La Convención está avanzando». Mientras opina que la CND necesita una forma estatutaria para definir qué debe hacer cada quién, canta un gallo cerca. Tacho recuerda lo que sugirió hace poco sobre «dar unos cursos de política moderna» a los convencionistas:
«Estoy seguro que algunos no van a necesitar nuestro curso, a lo mejor estamos bromeando. Pero tenemos la oportunidad para que ustedes escriban en un periódico «es más o menos por aquí por donde esta gente pasó», hablando de los zapatistas».
Las implicaciones de la particular experiencia de Tacho, y de muchos otros formadores del EZLN, involucró plenamente sus vidas personales. Las comunidades de la selva chiapaneca son nuevas. Representan una siguiente generación de vida comunitaria indígena. Una todavía no registrada por la etnología. Por eso puede hablar con soltura de «política moderna». También eso está por fundarse, por inventarse.
La experiencia de estas comunidades ha sido fundacional en casi todos los aspectos. Los fundadores de este pueblo viven aún. Aquí se inventaron nuevas maneras de ser cristiano, de hacer política, y para inquietud de muchos, se concluyó que la guerra era una vía para el cambio.
«En el caso de mi familia, yo supe como ayer que entraba a la organización, y mi familia amaneció sabiendo como hoy. Porque yo cuento con la confianza de mi esposa. No puede compararlo con nada, esa confianza. Vine y dije, hay esto y tengo que moverme de esta manera. Pero tú, ni con tu mamá, ni con mi mamá, ni con nadie. Tuvimos que ocultarnos dos años. Ella como nuera, yo como hijo; ella como hija, yo como yerno. Yo sólo lo platico cuando llega el día. No se soltaba como quisiera, sino que tenía que ser ordenado. Luego tocó el reclutamiento de otra familia. Fuimos un poco estrictos al principio porque era mucha la seguridad.
«Yo pienso que los de la Convención necesitan su seguridad. Quiero decir, que los compañeros que cuentan en esa Convención realmente tengan interés en luchar, estén seguros y de ahí salen los delegados regionales responsables ante sus bases. Y luego vamos subiendo escalas, de una a otra instancia».
Así como la concepción temporal que estructura las propuestas de Tacho parece seguir plazos largos, de mucha paciencia, y no son necesariamente trasladables a la experiencia de la CND, su idea de la estructura tiene que ver con cierta tradición maya: la de las muchas cabezas y la profundidad.
«El enemigo lo primero que quiere es descabezar. Ya una vez descabezada una organización, pienso que va para atrás. Eso es lo que ha pasado, que matan a un dirigente y luego ya no hay quien lo siga. Por eso hay que tener esa formación profunda. Nosotros la llamamos «estás hasta abajo», pues. Estamos muy abajo, muy metidos. No solamente metidos en el río. Estamos más abajo que el agua. Eso mandamos decir a la Convención».
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