Tres mil disparos al aire en Aguascalientes
Hermann Bellinghausen, Las Margaritas, Chis. [LJ, 15/x]. «Les voy a pedir a los que están allá arriba que se bajen, vamos a disparar», dijo el subcomandante Marcos a los periodistas y observadores encaramados en el templete de Aguascalientes. Un minuto después, cuando los fotógrafos apuntaban con sus cámaras al Ejército Zapatista, los insurgentes y milicianos dispararon. Cerca de 3 mil balazos se clavaron en el aire, para sobresalto de los 400 convencionistas e invitados internacionales que llenaban las primeras filas del graderío. Las bases de apoyo, alrededor de un millar de campesinos del rumbo, anfitriones de la CND, acecharon impasibles la descarga.
Tres de los cuatro millares de zapatistas echaron tiros al aire como respuesta al gobierno federal. Los que no dispararon, sólo alzaron sus rifles de palo. Cuatro tiros salieron del R‑15 del subcomandante, quien minutos antes, en un tono inusualmente parco y frío, había dicho:
«Antes de entregar la palabra, la dirección de esta reunión a doña Rosario Ibarra de Piedra, presidenta de la presidencia de la Convención Nacional Democrática, queremos pedirles que lleven un mensaje cuando se vayan a sus estados, sus centros de trabajo, hacia sus ejidos, comunidades, colonias y ciudades. El día de hoy, 14 de octubre de 1994, a las 9:00 horas una columna de vehículos militares, entre transporte de tropas y vehículos blindados, salieron de la cabecera municipal de Altamirano, Chiapas, rumbo al poblado de Morelia, dentro del territorio zapatista. A la propuesta que ustedes llevaron el 8 de agosto del EZLN, de buscar el tránsito pacífico a la democracia, simbolizado en la cinta blanca que llevaban nuestras armas, el gobierno federal respondió con la burla, amenazas e intimidaciones.
«Con base en esto, nosotros decidimos el pasado 8 de octubre romper el diálogo con el gobierno, y el día de hoy el gobierno reiteró su voluntad de guerra. Así es que como la otra vez llevaron un mensaje de paz, hoy les pedimos que lleven esta respuesta que queremos mandarle al usurpador Carlos Salinas de Gortari, a su candidato, a sus calumniadores que ahora dicen que estamos metidos con el narcotráfico, y a todas sus intimidaciones».
Los convencionistas no sabían aún lo que venía. Fue cuando pidió a los periodistas bajar del estrado y dio la orden:
«Insurgentes, milicianos. Embrazar armas, ya. Disparen, ya», fue la orden.
El aire se puso gris, oliendo a pólvora. Silencio de los convencionistas. Unos cuantos aplaudieron, sin ser secundados. La población civil de Guadalupe Tepeyac, en cambio, dejó oír murmullos vivaces.
Las balas suenan a lo que suenan. A tiroteo. A guerra, sin más.
Nunca había visto la gente de la prensa tanto ejército zapatista. Eso mismo debieron pensar los tripulantes de la avioneta que, siguiendo una ruta inusual, de sur a norte, sobrevoló a baja altura el valle de Aguascalientes cuando ya estaba reunida toda la tropa, antes de la descarga.
«Esa es la respuesta al gobierno federal. Llévenla». Esta fue la solicitud que Marcos dirigió a los convencionistas, quienes enseguida iniciarían la discusión para elaborar un plan de trabajo y acción, con miras a la segunda sesión de la CND, a efectuarse los primeros días de noviembre en Chiapas.
La radio gubernamental, único medio electrónico de comunicación que llega allá había iniciado la mañana en Guadalupe Tepeyac propalando con meticuloso detalle una nota que el diario Reforma publicó ayer en páginas interiores. Desde Tamaulipas (of all places) alguien revelaba la fuente de financiamiento del visiblemente acaudalado EZLN: el narcotráfico. Según la honorable fuente, en Estados Unidos todos conocían a Marcos como un barón del narcotráfico. Ofrecía pruebas: el mismo día que Ernesto Zedillo anunció su voluntad de combatir frontalmente al narcotráfico, como acostumbran declarar los funcionarios mexicanos cada 8 o 15 días, el EZLN anunció que rompía el diálogo con el gobierno federal. Más claro, sugería la fuente y el locutor de la XEOH de Ocosingo, ni el agua.
Como quiera, el ejército federal incursionó hoy mismo hacia Morelia, la zona franca inexistente e indefensa que separa la guarnición militar de Altamirano del territorio zapatista. Allí no ha llegado ni la Cruz Roja. Cualquier cosa puede pasar. Cuatro horas después, el EZLN respondía a balazos, por fortuna en otro municipio y apuntando al cielo.
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