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Palabra del Ejército Zapatista de Liberación Nacional

Oct121994

Informe a las bases de apoyo sobre la ruptura del diálogo

Informe a las bases de apoyo

Hermann Bellinghausen, Selva Lacandona [LJ, 12/x]. En el ya conocido escenario de Aguascalientes, el subcomandante Marcos concluye la lectura del comunicado donde el CCRI-CG del EZLN anuncia la ruptura del diálogo con el gobierno federal. Lo escuchan, silenciosos, mil efectivos del EZLN y cerca de 500 civiles, familias procedentes de diversas comunidades de la zona:

«En estos momentos, este comunicado se está dirigiendo hacia la ciudad para ser entregado para su difusión; en el momento en que se dé a conocer, pues estaremos pendientes de las reacciones que haya tanto de las tropas federales como del gobierno, como de la sociedad civil y de la CND, que ya nos había pedido que siguiéramos el camino de la paz».

No es comparable el efecto que produce la noticia en el corazón territorial del zapatismo con el que producirá en la CND reunida en San Cristóbal. Los asistentes al acto selvático, en silencio, escuchan lo que ya saben, el resultado de sus propias deliberaciones.

Prosigue Marcos:

«En la memoria de nuestros compañeros caídos en combate desde el primero de enero de 1994, queremos decir aquí delante de ustedes dos palabras: no nos vamos a rendir y sí vamos a resistir hasta lo último. Ese es el pensar que les traigo de todos los compañeros del Comité. Ayer veía un cartel de los que hicieron los compañeros del periódico mural, y hay uno que dice una gran verdad. Mero abajo dice: «Todos salimos a pelear»; y abajo dice: «Algunos ya no regresaron». Así pasó en enero y tal vez así va a tener que volver a pasar, si es necesario. Así fue comunicado al comité de las distintas etnias, de salir otra vez a pelear. Saltaremos otra vez y tal vez algunos, tal vez más de los que no regresaron en enero, no regresaremos otra vez. Pero iremos hasta donde sea necesario y posible. Voy a pedir que levanten su arma para decir «Presente» a la memoria de los compañeros caídos».

Para toda esta gente no hay sorpresa, la situación de guerra latente la han vivido a diario, aislados, aguantando. El mayor Moisés ordena a la tropa «Presentar armas, ya». Mil rifles en alto. Las bases de apoyo, desde las laderas de Aguascalientes, aplauden con sobriedad.

El anuncio de la ruptura del diálogo culminaba la recuperación de un recuerdo: el levantamiento de enero, las pérdidas, los caminos recorridos. El comandante Tacho, primer orador, se había dirigido a su gente con un pensamiento hacia adelante: «No soy ideador de lo que ya vi. Soy ideador de lo que vamos a construir» .

En su recordación evaluatoria, Tacho había expresado: «Hasta la guerra pudimos entender que este trabajo nos tocaba a todos, para mejorar nuestra región. Ahora les podemos decir que el Comité tiene la responsabilidad de cumplir, de organizar, de dirigir y encabezar, como lo está haciendo ahora».

Y concluye interrogando a los zapatistas: «Nos han preguntado por qué la lucha, por qué la guerra. ¿No nos preguntan qué dicen ustedes? Ya nos preguntaron. Nosotros contestamos: luchando por los 10 puntos, que ya son más».

Toma la palabra el subcomandante Marcos. Pide a las bases de apoyo que tomen asiento. Están bajo el rayo inclemente del sol, no la tropa que bajo el toldo estará muy firme y formada, pero a la sombra. El orador recuerda los orígenes del EZLN.

«La montaña sacaba lo mejor y lo peor de nosotros. Era muy difícil ser compañero, esta palabra que luego cuando explicábamos en los pueblos que había que tener compañerismo, los compañeros de los pueblos nos decían que hay que ser como hermanos; y luego cambiamos esa palabra compañeros por hermanos».

Concatenando una cosa con otra, igual que el comandante Tacho pasa a lo propositivo:

«La lucha no es sólo indígena, es de todos los obreros, campesinos, gente que tiene otro color de piel, boca, lengua pero que está igual de jodida o peor de como estamos aquí. Y eso lo tenemos que recordar porque ahora nos están diciendo que pues ya nos conformemos con lo que nos está dando el gobierno, que nos va a dar un poco de carreteras un poco de escuelas y hospitales y ya, que no nos metamos a luchar por los obreros, los campesinos, los estudiantes, los maestros en otras partes de México, que más vale que nos rindamos, que ya firmemos la paz y se acabe el problema y que ya no haya guerra y que nos va a dar lo que los indígenas de Chiapas quieren. Nosotros hemos dicho que no y hoy volvemos a decir que no.

«Venimos a decir a ustedes y a los demás nuestra decisión de no rendirnos, de no entregar las armas y de seguir adelante con nuestra lucha hasta que se cumplan, como dijeron en enero, las demandas de democracia, libertad y justicia en todo el país».

Entonces, el anuncio:

«Hoy hemos decidido romper el diálogo con el gobierno. Desde febrero de 1994 estábamos dialogando con el gobierno a ver si se podían conseguir las demandas de los zapatistas. De alguna forma el gobierno quiso engañarnos con las propuestas que hizo en San Cristóbal de las Casas, en la Catedral. Desde entonces lo único que ha hecho es aumentar las tropas que tiene de federales, aumentar los vuelos de los aviones, las presiones en los retenes y los desalojos de hermanos indígenas en el estado y otras partes de país».

Cabe recordar que desde principios de mayo, cuando el entonces comisionado Manuel Camacho visitó este mismo lugar (todavía no se llamaba Aguascalientes) no ha vuelto a darse un encuentro entre el EZLN y la representación gubernamental.

En esta parte del mundo la prisa tiene otros ritmos. Algunos de los asistentes, terminado el acto, se van para Guadalupe o pueblos vecinos. Otros, con calma, se quedan en Aguascalientes. Lo último que resuena son las palabras del comandante Tacho:

«A partir de hoy, como es sabido ya, hay rompimiento del diálogo, pero eso no quiere decir que tenemos miedo, ni pena, mucho menos. Quiero decir a los compañeros de bases de apoyo que viven en este pueblo, o en esta región, o a orillas de la política, que pueden regresarse o quedarse si gustan».

Como que otra vez quieren fiesta al otro lado del cerco. Entre chiste y no, algunos miembros del ejército federal expresan la especie de qué clase de guerrilla es ésta de los zapatistas, que se la pasa de bailes, caravanas y desfiles. En vez de pasar armas pasan sillas. Al cruzar de regreso el primer retén del ejército federal, los responsables del puesto, cordiales como siempre, se mostraron intrigados porque había pasado un camión lleno de sillas rumbo a Guadalupe Tepeyac. «¿Esperan a alguien?», preguntan, y nosotros, que no vimos ese camión respondemos lo que sabemos: quién sabe.

En una atmósfera cargada de señales raras, el escenario chiapaneco se ajusta a las nuevas circunstancias del país. Si la negociación entre los propios priistas se enreda cruentamente, cómo no habrían de complicarse las negociaciones, o su flagrante ausencia, entre el gobierno y sus opositores, en este caso los zapatistas, quienes celebran fechas guerreras mientras en otras zonas del estado se suceden actos de violencia y asaltos. La provocación y la simple delincuencia buscan treparse al tren de la revuelta, y por lo menos consiguen su efecto desazonador y desestabilizador.

La paciencia del vasto movimiento campesino chiapaneco parece alcanzar un límite estos días. La conciliación entre chamulas exhibe su fracaso y la brutalidad de los caciques continúa. Todo se suma: las demandas de tierras, el frágil equilibrio entre predios invadidos y fuerza pública, la confusa autoridad del Ejecutivo local, la inexistencia del gobernador electo, la presencia numerosa del ejército federal (equivalente a un ejército completo) en territorio chiapaneco, que tiende en torno a los zapatistas un cerco que no se llama cerco pues, como explicaba otro militar en el retén de Ocosingo: un cerco sirve para impedir, por ejemplo, que salgan las vacas de un corral, y del territorio rodeado por el ejército federal entra y sale quien quiere, previo registro, claro.

Mientras los «nueve monstruos» que decía Vallejo no reciban respuesta, habrá aquí peligro. A menos que gane la política y no necesite esa continuación o apéndice que estalla cuando la política se descompone, la guerra, su continuación por otros medios: «¡Cómo, hermanos humanos,/ no deciros que ya no puedo y/ ya no puedo con tanto cajón,/ tanto minuto, tanta/ lagartija y tanta/ inversión, tanto lejos y tanta sed de sed!/ Señor ministro de Salud, ¿qué hacer?/ ¡Ah! desgraciadamente, hombres humanos, hay, hermanos, muchísimo que hacer.

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