A Proceso, La Jornada, El Financiero, Tiempo:
Señores:
Va comunicado. No sé por qué dicen que México ha cambiado, que ya nada será igual, que se inicia una nueva era democrática para el país. No sé allá, pero acá todo sigue igual, el PRI jura y perjura (después de un fraude vergonzoso) que ganó a la «buena», los ganaderos, comerciantes y empresarios se suman al «respeto a la voluntad popular», es decir, «a la voluntad de ellos», la Iglesia católica se hace cómplice. Los campesinos indígenas saben que ganó a la mala, que ya no van a aguantar otro gobernador priista, que no puede ser diputado un traidor a su sangre. Poco a poco se empieza a dividir el mundo chiapaneco; el viento de arriba asume sus formas antiguas de prepotencia y soberbia. La policía y el ejército federal cierran filas en torno al dinero y la corrupción. El viento de abajo vuelve a recorrer cañadas y valles, empieza a soplar fuerte. Habrá tormenta. . .
Estamos como en diciembre de 1993; el país en la euforia de los altos índices económicos, la estabilidad política, las promesas de mejoras para los microciudadanos, las certezas para los macrociudadanos, en Chiapas un gobierno del PRI que se dice con apoyo «popular», el país en calma, todos en calma… y que empieza la hora primera del primero de enero… ¡Ya basta! ¿No?
Vale. Salud y un poco de comprensión para lo que se viene.
Desde las montañas del sureste mexicano
Subcomandante insurgente Marcos.
P.D. «Se está juntando el agua en los arroyos de la montaña», me dice Ana María. Miro con preocupación el gris que se tiende en el horizonte. Ella agrega: «Si no deja de llover, van a bajar como nunca antes», y se va a checar la guardia. «Como nunca antes» me quedo mascullando. Enciendo la pipa. El viejo Antonio se me acerca y me pide fuego para su cigarro. Le hago casita a la flama del encendedor. Se alcanza a ver, en la breve luz, que el viejo Antonio llora. Regresa Ana María. Ella saluda militarmente e informa y pregunta: «La tropa está lista. ¿Qué vamos a hacer?» Yo miro de nuevo el gris venciendo la noche y dominando ya la madrugada. Le respondo con un suspiro: «Esperar… esperar…»
P.D. que devela uno de los misterios del Ezetaelene. Un viento violento, travieso, amargo y dulzón, arrastra un papel hasta los pies de un campesino indígena. En el papelito se lee:
«Declaración de principios del EZLN»
«Es necesaria una cierta dosis de ternura
para comenzar a andar con tanto en contra,
para despertar con tanta noche encima.
Es necesaria una cierta dosis de ternura
para adivinar, en esta oscuridad, un pedacito de luz,
para hacer del deber y la vergüenza una orden.
Es necesaria una cierta dosis de ternura
para quitar de en medio a tanto hijo de puta
que anda por ahí.
Pero a veces no basta
con una cierta dosis de ternura
y es necesario agregar…
una cierta dosis de plomo».
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