A Proceso, La Jornada, El Financiero y Tiempo
Señores:
Va comunicado preelectoral. Yo aprovecho para decirles que no podemos armar las casas de campaña. Cuando las desarmamos, separamos las varillas de las lonas y ahora tenemos un montón de varillas y un montón de lonas. Al principio era divertido el rompecabezas, pero vino una tormenta que olvídate de la del día 8 y, esa sí, nos rompió la cabeza y nueve techos. Cuando acaben de contar votos, manden un instructivo o un dibujo como esos que hace el Heriberto, que ahora me devuelve la burla que le hice porque puros patos dibujaba y yo le dibujé un espléndido tanque de guerra. «A ver si flota su dibujo de asté en la posada `4’…», me dice y él con sus patitos (unos «8’s» medio deformes y con pico y patitas) juega a que los patos atacan al Sup y yo en la borda le dije al Monarca que era mejor irnos y el Monarca me dice que no hay de que preocuparse que sólo son 6 patitos y 7 con el Heriberto que agarró las chanclas de su mamá y avanza encabezando la escuadra y yo le digo mejor vámonos porque le acaban de regalar al Heriberto un cuaderno y un lapicero nuevos y si se pone a dibujar más patos entonces sí por mayoría o consenso nos van a hacer pedacitos de transgresores de la ley y el Monarca entiende la grave situación porque despliega las velas y sopla como si la vida… Yo ayudé con un discreto estornudo que nos sacó a altamar. Con el catalejo puede ver al Heriberto y a los patitos haciendo señas, alcancé a escuchar algo así como «…uuuuuleros». «¿Qué dicen?», me pregunta Mario. «Que nos vaya bien», le respondo y subo el volumen de la grabadorita para que Amparo Ochoa me ayude a decir…
¡Ay! las nubes asombradas
como espantadas de mirarnos.
Como espantadas de mirarnos,
¡ay! las nubes asombradas.
Traen agüita pa’ regarnos
como plantitas raras.
Como plantitas raras,
traen agüita pa’ regarnos.
Véngase prietita clara,
nos queda tiempo pa’ cobijarnos.
Vale. Salud y un par de remos, que nada se detenga ya…
Desde las montañas del sureste mexicano
Subcomandante insurgente Marcos
P.D. que naufraga pero, no obstante, se marcha. En Aguascalientes el agua, cuando me fui, había inundado ya 6 casas. Se podía «surfear» sin pena alguna. «Es que ya viene la llenada de la luna», dice el Mario mientras levamos anclas. Tardamos porque el ancla se atoró en un cable subterráneo (a ver si nos echan la culpa de que por eso se les va a «caer» el sistema). Moi vino con un machete y cortó el cable con un «abusados con la mapachada, ‘onde quiera anda». El aire era bueno. El sextante se oxidó, así que opté por dejar que el viento mande. Mientras subía la bandera del cráneo feroz recordé una historia de mares más anteriores, y que viene al caso para algún futuro cumpleaños, Monarca enciende un cigarro mientras escucha la historia, de octubre de 1984, que explica perfectamente la relación que hay entre…
Hamacas y Mareas
No me lo van a creer pero mi hamaca tiene mareas. Es decir, de pronto llega el mar tratando de seguir a la luna y, también de pronto, se va dejando en mi hamaca olor a sal y caracoles y estrellas de mar y de las otras y árboles secos y los restos de un naufragio y un pedazo de esqueleto de ballena y hasta un cofre de pirata viejo y enmohecido y, ¿por qué no?, una que otra sirena. La explicación sobre la relación entre la luna llena y las mareas está en todos los libros científicos que se precien de serlo y consiste, grosso modo, en que en el mar de oriente la luna llena se refleja pero tiende a seguir su camino al oeste, cosa que desespera al mar que trata de alcanzarla, y conforme avanza va pensando «¿y para qué?… no vale la pena…» y decide regresar dejando sobre la arena lo que guardaba en su cofre de cristal. En el mar de occidente ocurre a la inversa: al salir por oriente la luna provoca al mar y éste hace por alcanzarla, casi inmediatamente se da cuenta que no vale la pena, que ella terminará por llegar a él, etcétera. Los libros científicos abundan en fotos donde se puede ver al mar extendiendo sus manos blancas hacia adelante y a la luna más bien indiferente. Bien, el caso es que al despertarme me encuentro con mi hamaca llena de esas cosas que el mar olvida en las mareas y ahí me tienen cavando una zanja para ocultar los cofres con tesoros, las quillas de los galeones, las infinitas botellas con infinitos mensajes, y hasta una muñeca rota. Y ahí estoy yo ocultando todo a mi entender para que nadie se dé cuenta porque si no entonces, en la sesión de críticas y autocríticas, me llueve y no precisamente flores. Pero las mareas vienen cuando se les da la gana y todo es siempre recomenzar. También les puedo platicar de que mi gorra hace agua y otras cosas absurdas. «Síndrome del recién llegado», Raúl le dice a Alicia. «Inevitables cosas», suspiro yo, y paso a cosas más serias, es decir, más aburridas (…)».
Mario, oportuno como siempre, informa: «Se acabó el tabaco». Esto promete ser una larga travesía.. .
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