Para: Eduardo Galeano.
América Latina.
Recibí el recado oral que tuvo usted a bien mandarme con el maestro Carlos Payán. Recuerdo que era algo así como «Dios tuvo éxito porque no se mostraba mucho» o algo parecido. Yo contesté con algo como «Por eso está el mundo como está», o una barbaridad parecida. Valga la presente como una rectificación. Entiendo que se refería usted a mi «protagonismo» o a mi tendencia a aparecer demasiado en los medios. Yo lo entiendo, pero resulta que nuestra torpeza en este asomarnos a la historia nos lleva a la imprudencia y, sí, al exceso de palabras y otras reiteraciones. Puede ser, también, que este brincar y brincar para llamar la atención sea para dar tiempo a que otros se puedan alistar y tomar la palabra como corresponde. Al final, lo que no registrará esta pequeña historia es que tuve que hacer muchas cosas que no me gustaban. En fin, que trataré de amordazar con prudencia mi torpe andar. Como un puente entre su sabio rescatar las voces perdidas en la historia y este incómodo parlotear mío, reciba el siguiente relato, escrito hace nueve años, en un solitario campamento guerrillero, lejos de cámaras, grabadoras y titulares. Van pues, sin anestesia, las siguientes…
ANÉCDOTAS QUE SIRVEN PARA SONREIR Y
PARA DEMOSTRAR QUE SOMOS INVENCIBLES Y ETCÉTERA
I
Salen los exploradores muy de mañana, regresan en la tarde y me reportan:
-Encontramos un campamento de campesinos en una brecha, tiene como dos años y se ve que acamparon muchos porque hay 15 o 20 cobertizos. Hay muchas bancas -dice el responsable de la exploración.
-Sí -interrumpe el que lo acompañaba-. Se ve que se sentaron a tomar atole y que hubo fiesta.
Yo asiento con resignación y les digo que está bien, que limpien el arma. Al día siguiente voy yo a la exploración, encontramos el mencionado campamento: hay sólo cinco cobertizos y una pequeña banca. Mando a buscar picadas en los alrededores mientras me siento en la banca. Es inútil, no hay nada que me diga que hubo fiesta y tomaron atole. Por más que me esfuerzo y concentro no logro que me den siquiera tantitas ganas de tomar atole. Regresamos en silencio.
II
Salen otra vez los exploradores. Regresan y me reportan:
-Encontramos un arroyo grande, se ve que no se seca nunca.
-Sí -dice el otro que lo acompañaba. -Hay pozas y se puede uno bañar.
Yo asiento con resignación y les digo que está bien, que limpien el arma. Al día siguiente voy yo a la exploración, encontramos el mencionado arroyo: tiene cinco centímetros de profundidad en la parte más honda, corre como 20 metros y desaparece. Lo remonto hasta su nacimiento y veo que se produce por el escurrimiento de las lluvias en la loma. Les digo:
-Este arroyo se va a secar.
-No se seca -me dicen.
Regresamos en silencio.
A los dos días pasan por ahí los exploradores, regresan y me reportan:
-El arroyo está seco. Pero encontramos otro grande que no se seca.
-Sí -dice el otro que lo acompañaba. -Hay pozas y se puede uno bañar.
Yo asiento con resignación y les digo que está bien, que limpien el arma.
III
En suma: somos un ejército de soñadores y, por lo mismo, somos invencibles. ¿Cómo no vencer con esta imaginación trastocándolo todo?
No podemos perder.
O, mejor dicho, no merecemos perder. . .
Noviembre de 1985.
Montañas del sureste mexicano, Chiapas.
Nublado. 1100 msnm
Vale señor Galeano, sepa usted que sus letras fueron alivio en esos años de solitaria esperanza y un tibio calor entre el frío del acero que poblaba nuestras manos y noches. Salud y más historia, es la única forma de que este torpe andar aspire a ser futuro.
Desde las montañas del sureste mexicano
Subcomandante Insurgente Marcos
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