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Palabra del Ejército Zapatista de Liberación Nacional

Jun141994

Discurso sobre la Convención: si a ustedes los sorprendió el primero de enero, a nosotros nos sorprende el 12 de enero

Discurso del Subcomandante Insurgente Marcos

a la Caravana de Caravanas (14 de junio de 1994).

 

Bueno compañeros, ya ha llegado nuestra dirección y dice nuestro ejército: por mi voz va a hablar la voz del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, según decisión que acaban de tomar ellos.

Queremos aclarar algunas cosas de lo que se ha dicho aquí hoy, algunas bromas que se dijeron sin querer. Es muy frecuente en el tzeltal eso. El compañero que pasó a hablar en tzeltal dijo «venimos a traerles culos». Por eso estaba el comité muy divertido. Usó mal la palabra y dijo «venimos a traerles culos desde otras partes del país», por eso estaban encantados todos. Los pasas por aquí, ¡eso sí es romper el cerco! Pero como fuera pues, apreciamos el intento de comunicar. No se sienta pena, así nos pasaba muchas veces. Así ocurre con las palabras, si se pronuncia mal quiere decir exactamente lo que uno no quiere decir en determinado momento.

La otra cosa, sobre lo del PRD. La voz, la opinión del subcomandante Marcos no importa cuando habla el subcomandante Marcos. Cuando habla el subcomandante Marcoshabla el Ejército Zapatista de Liberación Nacional. No era la opinión del subcomandante Marcos la del 15 de mayo, era la opinión del Ejército Zapatista de Liberación Nacional.

Hay varias preguntas e intervenciones que se dieron aquí. Nosotros queríamos hablar algunas cosas. Voy a ser un poco anárquico a la hora de hablar porque no tengo la distancia de las letras para ir corrigiendo y redactando, así que sean tolerantes con mi dispersión. Trataré pues de retomar el mensaje que quieren los compañeros que ustedes se lleven de aquí.

Una de ésas que nos hicieron continuamente es que el primero de enero los sorprende. Cuando parecía que ya no iba a pasar nada, de pronto un pequeño ejército de locos se toma cuatro municipios y pide el desproporcionado intento para un mexicano -según decía el usurpador- que es exigir el derecho a gobernarse, la caída del presidente de la República y la formación de un gobierno de transición a la democracia.

Si a ustedes los sorprendió el primero de enero, a nosotros nos sorprende el 12 de enero. De una u otra forma ustedes y nosotros nos hemos estado desencontrando, nosotros pensando que ustedes son la vanguardia nuestra y ustedes pensando que nosotros somos la vanguardia de ustedes; ustedes esperando a que nosotros les digamos qué van a hacer y nosotros esperando a que ustedes nos digan qué vamos a hacer.

Nosotros nos dimos cuenta de eso cuando empezamos a hacer el conteo de los votos. A mí me tocó recorrer varios poblados que variaban las votaciones según la etnia a la que pertenecen y según su propia tradición de organización. Hay poblados que votaban en bloque, quiero decir que toda la asamblea votaba y decía sí o no. Algunos votaban levantando el puño cerrado, otros se separaban por grupos, las mujeres por un lado, los hombres por otro, los jóvenes por otro lado y los niños mayores de 12 años por otro lado, y luego nombraban a uno de ellos para que hablara ante la asamblea y le dijera qué pensábamos. Como en el 92, cuando se votó la guerra, me tocó a mí ver muchas de estas asambleas y ya desde ese entonces vi lo que iba a pasar, lo que habíamos previsto en el diálogo de San Cristóbal de las Casas: que nuestra gente iba a decir «No», desde ese entonces iba a decir «No» a las propuestas que estaba recibiendo del gobierno.

Cuando ocurrió el diálogo, nosotros, como dirección prácticamente desahuciada, en términos de vida, en términos vitales, teníamos un problema: si debíamos seguir con la línea con la que nos habíamos alzado el primero de enero, y según esa lógica íbamos a caer en los primeros días, o si debíamos preguntarle a nuestra gente si era el momento de parar o no, según la lectura que nosotros hacíamos de lo que estaba ocurriendo. Cuando a uno acude una duda de en dónde va caminando, tiene que preguntarle al que lo dirige qué es lo que debe hacer, qué paso debe seguir. Y después del 12 de enero nosotros nos encontramos con que no sabíamos qué paso teníamos que dar. Honestamente pues, nosotros como dirección del ejército zapatista, el Comité Clandestino y la Comandancia General, no sabíamos qué seguía. Hicimos lo que debía hacer cualquier organización en este caso: preguntarle a sus bases qué es lo que tenía que hacer.

Por eso fue que nosotros respondimos al diálogo que no íbamos a firmar nada hasta que le preguntáramos a nuestra gente qué estaba dispuesta a hacer y hasta dónde estaba dispuesta a llegar, ya que había reventado todo, ya que éramos conocidos, ya que se sabía lo que queríamos y ya que se sabía hasta dónde estábamos dispuestos a llegar.

Volvimos a hablar con nuestra gente y la gente nos decía que no: no podemos aceptar esto, y oían sobre todo la voz de los viejos, de los ancianos, que usaban un argumento muy contundente (que yo les platicaba a algunos hoy en la madrugada). Decían «Cuando yo era joven mi padre estaba jodido y le prometieron que iba a dejar de estarlo. Y a mi padre a su abuelo le dijeron que lo iban a sacar de jodido. Y al abuelo del abuelo, y así. Y nada cambia. De ese gobierno no podemos esperar nada hasta que ese gobierno desaparezca y entre otro». De una u otra forma estas palabras de los ancianos, o de los viejos pues como dicen aquí, encontraban eco en los jóvenes, y de una u otra forma iba coincidiendo con lo que pensaba nuestra dirección, o sea los compañeros del Comité que están aquí conmigo (cuya especialidad es organizar guerras y bailes. Y yo digo, ¿cómo podemos perder la guerra si nuestra dirección es capaz de organizar la muerte y la vida, tan bien como lo hace?).

Se demostró que son los dirigentes de este pueblo. De pronto se dieron cuenta que lo que ellos pensaban y que dudaron si era correcto o no, a la hora que lo confrontaban con su gente obtenían estas respuestas.

Pero sin embargo el problema es que no bastaba el «No», no bastaba decir «No vamos a aceptar la paz que nos quieren imponer», sino el problema que aparecía es qué paso se iba a seguir. Entonces viene el recurso supremo pues de nosotros, que es cuando nos dirigimos a hablar hacia nuestros muertos. Los compañeros dicen que para buscar apoyo hay que voltear a donde viene el sol, a la montaña, y para saber qué paso hay que dar hay que voltear a donde camina el sol, hacia las ciudades. Y cuando uno duda para dónde debe caminar, tiene que voltear hacia donde el sol va avanzando. Cuando nosotros volteamos a ver, y cuando los compañeros hablan con alguien que no conocen o que le tienen desconfianza, hablan viendo hacia la montaña, hacia el este, hacia donde viven sus muertos. Y hacían una pregunta que era muy fácil y muy difícil de contestar: le preguntaban a los muertos si habían muerto por eso, si habían muerto por la promesa de un hospital, si habían muerto por la promesa de una carretera (para tanques), si habían muerto por la promesa de unos créditos a cambio de votos, si habían muerto por la tienda, una tienda Conasupo o por un crédito de Sedesol o de Procampo. O si habían muerto como se alzaron el día primero de enero, por Libertad, Democracia y Justicia.

No esperaban que aparecieran los compañeros que habían caído. Se volteaba uno allá a la arbolada y decía «No, pues ahorita van a venir y nos van a decir que no». Y no, sabíamos que no iban a venir y al mismo tiempo que ésa era la respuesta.

Allí fue cuando el Comité decidió ya que iba a ser «No». No podían cambiar o trocar la muerte de los suyos por un precio tan bajo. Nosotros nos alzamos para que el gobierno cayera. El gobierno comete el error de matarnos gente. Para nosotros la muerte tiene otra lógica, para nosotros las muertes hay que cobrarlas al mismo precio que costó tenerlas. Y si esos se murieron porque cayera el gobierno, no va a haber paz en estas tierras hasta que caiga el gobierno.

Entonces así resolvíamos un primer problema: ya sabíamos que era «No», nuestra gente nos decía que no, nuestros muertos nos decían que no, nuestra dirección pensaba que no -ya de por sí, pero hay decisiones de determinado tamaño que no puede tomar la dirección aunque sea dirección, por ejemplo el inicio de la guerra o por ejemplo la terminación de la guerra.

El problema era qué seguía, y pues ahí nosotros seguíamos el consejo del viejo Antonio: cuando no sepas a dónde ir, voltea a donde va el sol. Entonces volteamos a verlos a ustedes. Y ahí teníamos un problema, porque el gobierno nos mandaba decir a través de comisionados y mediadores que la lucha nuestra se estaba quedando en el olvido, con la lógica de las planas en los periódicos y los tiempos en radio; es decir, que la lucha del ejército zapatista valía tanto como el número de columnas que tenía en un periódico, y pues para demostrarnos que nuestra lucha se estaba olvidando nos daban la lógica de primera plana, contraportada, interiores, hasta la notita que aparece ya sin firma. La lucha del ejército zapatista había seguido ese proceso, y la apuesta de ellos es que había seguido ese mismo proceso en el corazón y la mente de los mexicanos que estaban de aquel lado del cerco, como decimos nosotros, o sea, hacia donde el sol camina, hacia el oeste, hacia las ciudades. Y nosotros dudamos. Ellos nos decían: firmen la paz, con eso van a volver a recuperar las primeras planas de los periódicos. A mí me daba también risa, porque qué lógica es ésa con un ejército analfabeta, o cuántos voceadores reparten aquí periódicos, o cuántas televisiones tenemos o cuántos canales llegan aquí, o cuántas estaciones de radio que no sea la radio del gobierno. Pero como ellos le apostaban a que los compañeros eran escenografía, es decir, que la dirección del EZLN era Marcos o alguien que estaba detrás de Marcos, y que montaban una escenografía donde ponían a unos cuantos inditos y le hacían creer al mundo y al país que esos eran los dirigentes, entonces, cuando se sientan a hablar con nosotros se sientan a hablar con Marcos, con el mestizo: «Calemos cuánto cuesta, qué quiere». No pueden creer que este movimiento no quiera el poder. «Algo quieren, o quieren una presidencia municipal o una senaduría o la gubernatura o cuando menos la dirección de la revista Nexos».

«No». Entonces se empiezan a dar cuenta que no es escenografía. Tal vez Camacho se empieza a dar cuenta hasta que va a Guadalupe Tepeyac, se da cuenta que el Ejército Zapatista de Liberación Nacional y la población civil están de tal forma mezclados que es muy difícil trazar la línea de demarcación o de diferencia entre uno y otro. Se da cuenta que empieza o hay ya desde hace mucho tiempo poblados donde los hombres son zapatistas, las mujeres zapatistas, los niños zapatistas, los pollos zapatistas, los perros zapatistas, las piedras zapatistas, todo es zapatista, y que para acabar con el ejército zapatista hay que borrar de la faz de la tierra ese pedazo de territorio; no sólo destruirlo, hay que borrarlo de plano, porque siempre hay el peligro que están los muertos abajo.

Entonces, en determinado momento el gobierno se da cuenta de que no es Marcos el que dirige, sino que sí son los compañeros los que toman las decisiones y que de una u otra forma ellos son los que tienen el respeto en los poblados y que por eso son dirección. Porque intenta varias veces dividirlos, comprarlos y se da cuenta que topa con una pared que no alcanza a entender por qué es. Entonces entra otra lógica en el gobierno federal. Dice «No puede ser que los indígenas tengan conciencia nacional, no puede ser que ellos quieran democracia, libertad y justicia para todos los mexicanos; ellos lo que tienen es que son pobres, están jodidos, entonces lo que necesitan son hospitales, escuelas, desayunos escolares y una carretera. Ofrezcámosles eso, es seguro que van a aceptar porque están bien jodidos. Allí es donde va a perder Marcos. Marcos es el que les está proponiendo que luchen por todo el país, pero ellos no quieren luchar por todo el país, ellos quieren lo inmediato». Entonces le apuesta a eso en las respuestas de San Cristóbal, «Ofrezcámosles lo que están pidiendo en una promesa más y quitémosle todo lo que es demanda nacional». Así lo asentamos. La apuesta no era tanto a derrotar al Ejército Zapatista de Liberación Nacional, a rendirlo o a controlarlo o finalmente a conseguir la paz; la apuesta era a convencerlos a todos ustedes de que, en lo que creían, se había vendido.

A nosotros nos llegan a ofrecer que no entreguemos las armas, pero que digamos que sí entregamos las armas; nos llegan a decir que no hagamos la paz, pero que firmemos que vamos a hacer la paz; nos llegan a ofrecer ayuda económica del gobierno, pero que no digamos que es ayuda del gobierno. Y el problema con el Ejército Zapatista de Liberación Nacional es que más que importarle aparentar ser honesto, le importa ser honesto en los hechos.

Entonces a nosotros nos decían «Puedes guardar las armas ahí en tu campamento, ahí las vas a tener, pero fírmame el papel donde dice que ya las entregaste». Ahí la apuesta es enseñarles a ustedes «Se rindieron, aquí está, entregaron las armas», aunque las tengamos nosotros. Y nos trataban de convencer con esa lógica, «Vas a tener las armas, pero tú diles que no las vas a tener».

Ahí nosotros empezábamos a ver que al gobierno le preocupaba algo más. ¿Por qué quería convencer a la gente de que nos habíamos rendido?, ¿por qué no le preocupaba quitarnos las armas sino aparentar que nos había quitado las armas? Quería decir que algo estaba pasando del otro lado del cerco y que el viejo Antonio tenía razón, que teníamos que llegar hacia donde el sol caminaba. Entonces apostamos otra vez, apostamos como cuando a finales de febrero estaba el volado si nos aventábamos al diálogo y ya no íbamos a salir vivos. Y entonces que decimos nosotros «Pidámosle a la sociedad civil lo del cinturón de paz y que ellos nos cuiden y que sea lo que Dios quiera». Y salió bien, llegamos vivos y salimos vivos. Y alcanzamos a palpar otra cara de la sociedad civil. Porque uno podía pensar que la sociedad civil estaba luchando por la paz por miedo a la guerra: «No, pues la guerra es muerte, destrucción, los bombazos, el terrorismo», lo que sea, ¿no? Entonces, para que no hubiera eso, «Pues entonces luchemos por la paz». Pero en el cinturón de paz nosotros estábamos viendo gente que no tenía absolutamente nada que ganar, ni una cuota de poder, ni un salario; lo más seguro es que tuviera broncas con su marido, con su novio, con su amante o con su marida, con su novia o su amante; en otro caso con su patrón o con su empleado o con lo que fuera, y era gente que botaba la familia y el trabajo y se iba y se paraba a unos metros de la Catedral, frente a unos soldados a que le tomaran fotos para que luego los acusen. Y se quedaban ahí. Claro, nos mandaban recados de que cuándo íbamos a acabar porque ya estaban muy desvelados, que no nos fuéramos a tardar mucho.

Entonces nos empezamos a dar cuenta que había otra lógica que coincidía con la nuestra. Que el gobierno no nos podía engañar a todos haciéndonos pensar o convenciéndonos de que todos éramos corruptos, de que todos nos íbamos a vender de una u otra forma o que todos teníamos precio, y que el problema era llenar el cheque en blanco. Había más, más gente pues, que no estaba dispuesta a venderse porque estaba haciendo lo mismo que nosotros, haciendo un trabajo que no le iba a reportar ningún beneficio y sí le podía traer muchos problemas. Entonces ahí nosotros empezamos a apostarle más a ustedes, nosotros empezamos a decir «Si queremos no equivocarnos de camino, vamos a ponernos un paso atrás de ellos; ellos nos van a decir para dónde va a caminar el sol». Entonces es donde empieza la confusión ésta. Después del diálogo nosotros nos sentamos a esperar, ustedes se sientan a esperar a ver qué vamos a decir nosotros y nosotros nos sentamos a esperar a ver qué van a decir ustedes. El problema es que nosotros estamos cercados, entonces era obvio que nos íbamos a desesperar antes que ustedes. Si no, todavía estaríamos ustedes allá y nosotros acá, tratando de resolver este problema: ¿qué vamos a hacer? ¿Por qué no nos sentamos de plano y vamos a hablar qué queremos hacer o qué esperamos hacer unos y otros?

Ésa es la idea de la Convención: vamos a sentarnos los civiles que quieren una cosa y los militares que quieren la misma cosa y vamos a ponernos de acuerdo, en lugar de estar sentado uno esperando al otro a ver qué va a pasar. Uno apostando que las armas del otro le van a conseguir lo que necesita y el otro apostando que las movilizaciones del otro le va a conseguir lo que las armas necesitan. Así es como nace la idea de la Convención y con ese espíritu nosotros la llamamos. Queremos algo, tal vez algunos no entendamos todavía qué es lo que queremos, pero sí sabemos qué es lo que no queremos: no queremos este gobierno, no queremos este sistema económico. Y ahí es donde se hace el desmadre, porque «¿Entonces qué queremos?», entonces está «No, pues yo maoísta», «Yo troskysta», «Yo marxista ortodoxo», «Yo socialdemócrata», «Yo demócrata cristiano»; no sé que siga pues, pero hay muchos ahí y ahí es donde empiezan los problemas y los éxitos de la Secretaría de Gobernación.

Entonces nosotros estamos en eso, ya sabiendo que va a salir el «No» y empezando a acomodar nuestras tropas para esperar el ataque, porque cuando nosotros digamos «No», se nos va a caer el mundo encima, como el primero de enero, ¿no? Y sí, se nos cayó el mundo encima, vinieron ustedes.

Entonces lo que ocurrió es que estábamos esperando ya en qué momento lo soltábamos. Nosotros estábamos dispuestos pues a hacernos patos: «Nos esperamos, a México lo eliminan del Mundial, con esa moral le damos el remate, y si gana el Mundial entonces sí va a haber más problemas». Y entonces leemos ese desplegado de la «Caravana de Caravanas», y yo le comentaba no me acuerdo a quién de los coordinadores, que si yo fuera la Secretaría de Gobernación me preocuparía bastante de ese desplegado. Porque yo sí más o menos conozco las tendencias o el arcoiris político de la izquierda y el centro de México; y ahí estaba gente que en su vida se hubiera sentado uno al lado del otro, como están ahorita, sin hacerse pedazos. Y ese sí es un problema, un problema grave para el gobierno pues, para Gobernación. Entonces nosotros dijimos «Se van a venir, esos sí no le tienen miedo a nada pues, porque ya los vimos, si no le tienen miedo a sentarse con el que creen que es su propio enemigo, entonces se van a venir».

Y nosotros les tenemos más miedo a ustedes que a los soldados. Entonces nosotros decidimos «No, pues tenemos que soltarlo antes de que lleguen, por si se arman los cabronazos que les toque afuera, no les vaya a tocar adentro». Y otros decían «No, pues que les toque adentro y los ponemos al frente para que vean gente, para ponerlos enfrente de la cantidad de parque que tienen los soldados». Pero no, finalmente se impuso la -como nosotros decimos pues- la vergüenza que teníamos, decidimos soltarlo antes cuando venían en camino. De todas formas, si se venía el cabronazo pues les iba a tocar afuera y ahí iban a tener chance de hacer más cosas que aquí adentro, ¿no?

Nosotros empezamos a minar todo este camino y los accesos que dan a este territorio con dinamita, de tal manera que un camión Thorton como el que traen, hubiera librado perfectamente el vado, pero en pedazos. Después estamos esperando la reacción del gobierno. Le llamamos «El reto de que ¡órale, si no le tienes miedo a la sociedad civil pues déjala, así como nosotros estamos haciendo!». Por alguna causa que no es por la generosidad de Salinas ni la apertura política ni su capacidad concertadora, por algo le tiene miedo a ustedes y decide no atacar. No es por nuestra fuerza militar, nosotros somos muy claros en esto; que ellos digan «No, pues es que va a salir muy caro, o a lo mejor no los derrotamos». Es que le tienen miedo a algo que está detrás del cerco.

Y entonces se viene el 13 y entonces sí se cae el mundo y ahí sí empezamos a parir chayotes -como decimos acá-. Y viene una señal tranquilizadora de la sociedad civil de que vienen 13 camiones -camiones para nosotros son los que ustedes dicen camionetas-. Entonces decimos «13 camiones, pues unas 30 toneladas -decimos nosotros-, pues a toda madre, con 30 toneladas la libramos. Y vendrá una comisión de cinco a entregar ésas». Entonces me mandan a mí y mandan al compa Ramón del Comité: «Pues ahí reciben los camiones, les dicen que gracias, se toman una foto para que vean que sí llegó, que sí llegó la carga». Pensábamos que traen algún aviso, «Tienen que tomar una foto porque si no, no me van a creer que están aquí», ustedes van a decir lo mismo «Que tenemos que ir a tomar la foto que sí lo recibimos, cuando menos un kilo de maseca que traen».

Entonces lo que ocurre allí es que viene un periodista, por supuesto a sembrar el terror y me dice «No son trece camiones, son 27, y vienen 200 gentes». El compa Ramónque se encargaba de recibirlos se empezó a rascar la cabeza, yo me empecé a rascar el pasamontañas, nos empezamos a ver uno con otro; hicimos lo que se hace en esos casos de urgencia, que es prender un cigarro y una pipa y esperar a que el tiempo pase. No hay un problema lo suficientemente grande como para que no le pueda dar uno la vuelta, decimos nosotros. En todo caso podemos decir que no se puede pasar y que ahí quede todo.

Por fin llegan los coordinadores. Ésos ya nos dejan más tranquilos porque nos dicen que son 350, no 200 los que vienen. Y ya nos habíamos peleado con la Cruz Roja porque la Cruz Roja decía que la carga se queda aquí y se reparte parejo. Y nosotros teníamos el problema porque a la ARIC le acaban de dar cinco mil millones de pesos y a nosotros no nos han dado cinco mil millones de pesos, no nos han dado nada; pero además, aunque nos los den nosotros no los vamos a aceptar. Entonces nosotros le decíamos a la Cruz Roja «No, ni madres, pues que ellos digan para dónde va; si ellos dicen que es para zapatistas, los metemos a un poblado zapatista, si ellos dicen que es para todos, entonces sí se queda aquí en San Miguel y ahí lo reparten ustedes». Y ahí estábamos esperando a que llegaran y fue cuando le pregunté yo a los coordinadores «Esta ayuda que traen, ¿para quién es?, ¿para el resto del mundo o para los zapatistas?». Y ellos dijeron «Para los zapatistas». Entonces, ¿nos vamos?. Vámonos.

Entonces empiezan a juntarse una serie de símbolos. Los símbolos siempre han jugado en nuestro territorio un papel muy importante, desde el saludo con la mano izquierda a la bandera, el uso del pasamontañas, nuestro uniforme, nuestra bandera de por sí. Y de pronto coincidía, sin quererlo ustedes y sin quererlo nosotros -¡estoy muy arrepentido de quererlo! No, no es cierto-, que a un llamado a la sociedad civil se dejaba venir una invasión de la sociedad civil a demostrar con los hechos ese algo al que nosotros le habíamos apostado a pesar que nos decían que ya no salíamos en los periódicos. Nosotros decíamos «No, a lo mejor sí ya no salimos en los periódicos, pero a lo mejor algo quedó, llamémosle a esa gente», y entonces se dejaron venir ustedes. Y yo le decía a uno de los coordinadores «Aunque no hubieran traído ni un grano de maíz, que sólo hubieran venido ustedes, como quiera, nos hubiéramos robado la vaca que nos robamos y que matamos y que se van a comer hoy ustedes». Entonces venía a coincidir eso, si lo registran los periódicos o la radio o Eco o algún periodista honesto de esos que abundan en México, o si no lo registra, creo que ustedes y nosotros entendemos que ya no importa, que ya pudimos romper ese otro cerco también. Entonces ya no vamos a tomar en cuenta lo que dijo el que habló en tzeltal, si me dejan hablar en tzeltal pues.

Entonces lo que nosotros vimos pues, es que sí hay algo. Me preguntaba un periodista hace rato que si no estábamos locos pues pensando que la sociedad civil se iba a organizar a menos de dos meses de las elecciones para hacer la Convención y presentar un programa de gobierno. Y yo le contesté «Y si el primero de enero yo te hubiera preguntado si la sociedad civil se puede organizar y en doce días parar la guerra ¿qué me hubieras dicho?, que no. Bueno, vamos a dejar que corra la historia y que sean ellos los que decidan».

Entonces, lo que nosotros les estamos proponiendo es que hablen con su gente, que se sienten y le hagan una pregunta donde puede salir la unidad y eviten todavía la pregunta donde puede salir la división. Pregúntenle primero qué es lo que no quieren, y van a ver que todos van a decir que no quieren a este gobierno; y ya luego pregunten que qué quieren, y les dirán todo el espectro político que los divide. Nosotros pensamos que en ese «No queremos» podemos darnos más tiempo para decidir qué «Sí queremos». Nosotros estamos diciendo «Un gobierno de transición y un nuevo constituyente». Ahí sí nos podemos poner de acuerdo en qué es lo que queremos, pero no podemos dejarle más tiempo en la apatía de que, haciendo tanto hincapié en ese estar tan lejano, no podamos resolver el presente. Y el presente es que este gobierno está ahí usurpando lo que nosotros queremos y, detrás de nosotros lo que mucha gente quiere. Por lo tanto tiene que caer y va a caer.

No vaya a pasar lo de siempre, que vamos a ser solidarios con la revolución en otro país y no con la revolución en nuestro país. Nosotros decimos claro «Nosotros vamos a seguir pidiendo la renuncia del usurpador hasta el día último de su mandato. Hasta el último minuto vamos a decir que renuncie y no vamos a desesperar, aunque sea el último segundo, y no vamos a soltar esa demanda, cueste lo que cueste. Y ya que salga fuera por renuncia o porque ya acabó, luego llamarlo a juicio para que responda por todo lo que hizo.

Nosotros lo que queremos que entiendan es que nosotros estuvimos buscando qué regalarles y no encontramos nada que regalarles. La vaca la regaló un finquero espontáneamente. Llegaron 40 hombres armados y le pidieron de favor que si donaba la vaca y dice «De acuerdo, estoy de acuerdo». Y estuvimos buscando pues qué darles y no encontramos más que lo que ya habíamos dicho en la Segunda Declaración de la Selva Lacandona, que es la garantía que tengan ustedes de que a donde vayan y les pregunten «¿Qué dijeron los zapatistas? -Que no se van a rendir». Eso es lo único que les podemos dar de regalo, que donde quiera que anden ustedes tengan la garantía de que aunque todo se esté derrumbando, alguien en algún lugar no se va a rendir: ésos somos nosotros.

Entonces lo que nosotros queríamos decirles es eso: su llegada de ustedes fue mucho más importante que las 190 toneladas -en realidad eran 180, no sé si alguien le quitaron algo que traía en los bolsillos, o a muchos de ustedes-, que además nos caen como del cielo. No teníamos nada, estábamos ahorcados ya. Nosotros hacíamos el cálculo, optimista pues, les digo, de que eran 30 toneladas y, bueno, entonces digo «Pues que vengan 300, a lo mejor pasan y no se acaban las 30 toneladas, y como quiera todavía va a quedar algo». Pero lo más importante es que llegaran ustedes y lo más importante de todo es lo que ese desplegado significó para este país. A lo mejor ustedes no se alcanzan a dar cuenta de lo que ese desplegado significa, pero si el gobierno sí se da cuenta, hay de qué preocuparse por el lado de ellos.

Yo pienso que ya no se puede detener esto. Si no insistimos en lo que nos divide, porque entonces en el «Qué queremos» ahí es donde se arma el desmadre, pero si insistimos en «Lo que no queremos», va a haber más así.

Aquí la vida pues, detrás de este cerco, como quiera que sea tiene que acabar algún día. Yo digo aquí, en este espacio donde nos estamos encontrando ustedes y nosotros para buscar para dónde le vamos a dar el siguiente paso, yo creo que ése es el acuerdo que tiene que salir: no tiene caso que sigamos esperando nosotros a que ustedes nos digan qué vamos a hacer, ni ustedes esperen a que nosotros les digamos qué van a hacer ustedes. ¿Por qué no nos sentamos? Convención Nacional Democrática. Entonces lo que nosotros les pedimos es eso, ustedes tienen sus organizaciones, sus grupos de barrios, sus grupos de ciudad, sus grupos culturales, grupos de mujeres, de maestros y estudiantes. Pregúntenles y nombren un delegado y mándenlo a donde vaya a ser la Convención. Nosotros estamos dispuestos a hacerla aquí. Podemos compartir con ustedes dos cosas que es lo que nos sobra, hambre y dignidad. Y así nos ponemos de acuerdo qué vamos a hacer, qué vamos a hacer para el 2l, para el 22, para el 23 o para el primero de diciembre, para el día que quieran, pero ya no vamos a estar esperando uno al otro. Ahora el que tiene que esperar, temblando, es el gobierno, a la hora que sepa lo que está pasando aquí.

La Convención. Alguien hablaba de la Convención de Aguascalientes precisamente. Paradójicamente el pueblo que está ofreciéndose -todos los pueblos cambiaron de nombre con la guerra, tienen nombres que los mismos compañeros escogen- el pueblo donde se va a realizar la Convención Nacional Democrática, si es que aceptan que sea en territorio zapatista, se llama Aguascalientes en recuerdo de ese esfuerzo.

Ahí lo que pasa es que son grupos armados que se están peleando y tratan de ponerse de acuerdo entre grupos armados. Hay militares de todo tipo: militares de calzón de manta y huaraches y militares de levita y botín. Pero hay un grupo de militares que dice que falta algo ahí, que faltan los civiles: es el grupo de los zapatistas. Y dicen entonces que el temor de los carrancistas, en ese entonces cuando ya estaba derrotado Huerta, era ése, que pudiera haber una unidad entre la población civil ya en todo el país: obreros, campesinos, estudiantes y maestros, civiles y un movimiento armado. En el momento en que esa unidad se diera, ahí sí se iba a desmadrar todo. Por diversas causas la Convención no cuaja en eso. Hay un problema de que no hay dirección, quizá el problema de dos ejércitos campesinos que quieren dirimir las cosas sólo en el sentido militar. Falta el desarrollo de la organización política, muchas cosas que llevan después a la derrota de la División del Norte, al cerco sobre el Ejército Libertador del Sur y luego al asesinato de Zapata y luego al asesinato de Villa.

Pero este país no es el de 1914, es mejor creo, mucho mejor, en tanto que sociedad civil y, valga la pena decirlo, en tanto que sociedad militar también. Entonces, si la Convención llega a resolver este problema, civiles y militares que quieren lo mismo, van a resolver el problema de este país que es ése: libertad, democracia y justicia. No es consigna, es la realidad. Cualquiera que haga un análisis según su propia orientación política-ideológica, ustedes hagan un análisis: lo que este país necesita son esas tres cosas o desaparece.

Entonces nosotros lo que queremos es que se vayan con el saludo, con nuestro agradecimiento y con la diarrea que les va a dar con la vaca que van a comer. Hay un sitio de salud enfrente; si no hay olote ahí… cuando está muy dura la cosa hay que usar medidas drásticas. Que se vayan con nuestro agradecimiento, de veras.

Llegaron en el momento mero preciso y llegaron a donde tenían que llegar. Si esta caravana se hubiera quedado en San Miguel, hubiera sido otro el significado definitivamente para nosotros en el cerco. Hubiera sido que algo seguía pasando allá que no cuajaba. Pero ustedes están aquí en Garrucha, que es este pueblo zapatista que un año antes que hoy llegaron, no 350 civiles, 350 militares a perseguirnos y a cercarnos. En ese cerro que está ahí fue donde nos encontraron un cuartel. Y qué bueno que la siguiente vez que entró gente aquí que no era de aquí sean ustedes y no los militares. Cuando ustedes, si alguna vez se llega a escribir esto y puedan ellos, mis compañeros pues, escribir en sus dialectos, en su forma cultural, lo que este día significó para ellos, tal vez ustedes van a alcanzar hasta entonces a valorar lo que significó las setenta y tantas horas que se echaron en autobús y el riesgo que se aventaron, porque se aventaron un riesgo todavía. Creo que entonces se enteraron del «No» y todavía se aventaron el pedazo más duro de la selva, ¿no?. Lo que en valentía y heroísmo, aunque ustedes no lo quieran ver en ustedes mismos, para nosotros significa ver eso en ustedes. Y ver que en sus diversos colores pero están pensando lo mismo que nosotros y que hablan las mismas palabras que nosotros, incluso aunque hablen mocho pero están hablando con las mismas palabras que nosotros.

Entonces queremos decirles que los periódicos no tienen caso. No es termómetro de esta revolución las primeras planas de los periódicos. El termómetro de esta revolución va a estar en las montañas y en las calles, y ahí mandamos nosotros y mandan ustedes.

Nosotros queremos pues que lleven este mensaje. Aquí vamos a estar nosotros, no se preocupen si no les da tiempo de mandar nada, pero ríndanle cuentas a la historia. No les mandamos ayuda a los zapatistas pero volteamos al país de cabeza. Nosotros estamos servidos con eso. Pueden hacerlo, pueden hacerlo. Es más difícil meter 190 toneladas y 350 gentes a territorio zapatista que voltear al país de cabeza. Yo creo que pueden hacerlo, que podemos hacerlo con la Convención en su lugar para ponernos de acuerdo en cómo lo vamos a hacer.

Pase lo que pase, aunque no puedan -no nos va a hacer daño si nos mandan más cosas- pero sí sabemos que el periodo que sigue es muy intenso y de trabajo. Veríamos lógico que bajara la ayuda y que ya no vinieran tantos, pero que el día de la Convención sean tres, cuatro, cinco, diez veces más que ahorita; eso sí lo veríamos importante. Cuando nosotros en el comunicado les decimos «No se preocupen de nosotros, sabremos resistir», es que sabemos resistir, ya lo hemos hecho muchos años, estamos bien entrenados pues para esa actitud. Pero sí les pedimos que jueguen todo, ahora es cuando hay que hacer todo, no hay que esperarse a calendarios electorales ni a calendarios de transición electoral que nos impusieron y no nos preguntaron cuándo ni cómo. Nosotros tenemos que apostar a lo que nosotros tenemos, y lo que nosotros tenemos es la gente con la que vivimos y con la que trabajamos. Con ésa es con la que nos tenemos que poner de acuerdo.

Entonces les pedimos por favor que le echen ganas a lo de la Convención, y en el momento de la Convención que dejen de lado otra vez, como para venir con la Caravana de Caravanas, que pongan de lado sus diferencias y busquen las coincidencias. Partámosle la madre al gobierno y luego, si quieren, nos partimos la madre entre nosotros. No se estén confiando, porque nosotros estamos armados y entonces a la hora de partirles la madre pues hay una diferencia cualitativa. No, pero me refiero a diferencias políticas, ¿no? Si vamos a tumbar a este gobierno, no hay que esperarse para un día o para otro, vamos a empezar a trabajar ya y a ponernos de acuerdo. Nosotros estamos hablando de que la Convención se realice digamos la segunda quincena de julio. Entonces tendríamos prácticamente un mes para preparar, para sacar los delegados, ponernos de acuerdo y venir y decir lo que tenemos que decir. Yo pienso que vamos a encontrar muchas coincidencias y ya sacar lo que vamos a hacer después de la sesión. Como dijo no sé quién, «que retiemble en sus centros la tierra».

Y ya por último pues, a nombre del Comité pues los queremos invitar a la fiesta que les organizamos y a la compañera vaca que espontáneamente también donó su cuerpo para sacrificio supremo. Y nosotros sabemos que traen grupo musical. Bueno, para eso está José de Molina, ¿ya tocó? Nosotros también traemos un grupo musical nuestro; les tienen que aplaudir porque están armados también y traen ametralladoras, entonces el sector que no aplauda no es como Pelayo, que no les pasa nada, de repente una ráfaga. Pero veo que hay otros que también le echan a la cantada o a la recitada o lo que sea, que se avienten, que no escatimen pues palabras como no escatimaron en… ¿fueron tres horas? también que no escatimen lo que es la alegría para ustedes y la alegría para nosotros, ¿no? Las fiestas acá adentro les dicen alegría, vamos a echar alegría y vamos a estar en la fiesta.

Entonces nosotros los queremos invitar a la alegría de donde están, de la comida y luego del reventón o no sé cómo le digan ustedes a la fiesta que es de nosotros en honor a ustedes. Y lleven las gracias nuestras, aunque yo creo que yo me pongo este suéter para demostrarle a la gente qué es lo que ustedes traen.

 

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