A Proceso, La Jornada, El Financiero, Tiempo.
A la prensa nacional e internacional.
Señores:
Va comunicado sobre liberados, alerta roja y consultas.
Es conmovedora la estupidez de quienes declaran, con solemnidad y sin recato, que nosotros retrasamos propositivamente la reiniciación del diálogo. Buscando pretextos, dicen, pretendemos dar largas a la solución del conflicto. Tal vez para lograrlo saludamos con beneplácito el asesinato de nuestro compañero en las «pacíficas» tierras de Altamirano, tal vez nos regocijan las detenciones arbitrarias de civiles que se realizan en los retenes militares de Ocosingo, tal vez son los federales y el gobierno, y no nosotros, los que están cercados, tal vez disfrutamos al no tener alimentos ni medicinas, ni medio alguno para adquirirlos, tal vez nos entusiasma la inexorable asfixia de los pobladores civiles en nuestros territorios (a quienes el supremo gobierno impide que les llegue ayuda humanitaria. Los federales, celosos de su deber, argumentan que los alimentos no son para los civiles sino «para engordar a marquitos»), tal vez es sin fundamento nuestra incredulidad ante el supuesto abandono de tropas gubernamentales de la entidad, tal vez el avión nocturno es nuestro (¿Fuerza Aérea Zapatista?) y ve de que nada malo nos pase.
Lamento informarles, a tan brillantes analistas, que estamos cercados. Pero para no contrariarlos hemos resuelto seguir copiando «los patrones de la guerrilla centroamericana» y tomar el ejemplo de un «extranjero», «transgresor de la ley» y «profesional de la violencia» de antaño llamado José María Morelos y Pavón. De éste y de sus tropas, el «legal» y general Félix María Calleja del Rey escribió:
«Si la constancia y actividad de los defensores de Cuautla fuese con moralidad y dirigida a una justa causa, merecería algún día un lugar distinguido en la historia. Estrechados por nuestras tropas y afligidos por la necesidad, manifiestan alegría en todos los sucesos. Entierran sus cadáveres con repiques en celebridad de su muerte gloriosa, y festejan con algazara, bailes y borrachera, el regreso de sus frecuentes salidas, cualquiera que haya sido el éxito, imponiendo pena de la vida al que hable de desgracias o rendición…» (La re-cita es del libro Siglo de caudillos. Biografía política de México (1810-1910). Tusquets Editores. Febrero de 1994. El autor es un sospechoso de ser «apologista de la violencia», Enrique Krauze, a quien leo con el mismo, y sano, espíritu crítico con el que él nos ve).
En suma, confirmaremos que ésta es «la última guerrilla centroamericana» y celebraremos los cien días de cerco militar y 112 de guerra con un gran baile al que, por supuesto, no están invitados (riguroso-traje-de-noche- pasamontañas-de-etiqueta-reservamos-el-derecho-de-dimisión). No habrá cena, y no por el cerco sino porque estamos a dieta. La «orquesta zapatista» abunda en guitarras sin cuerdas, tambores, armónicas y uno que otro violín. Su repertorio es de un «extranjerismo delicioso» e incluye la Marcha de Zacatecas y aquello de:
«Por un cabo dos reales,
por un sargento un tostón;
por mi general Morelos
doy todo mi corazón».
Es todo. Prometo mandar la crónica para la sección de «Sociales». Vale.
Salud e historia, recuerdo que apunta hacia el futuro.
Desde las montañas del sureste mexicano
Subcomandante insurgente Marcos
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