Al pueblo de México:
A los pueblos y gobiernos del mundo:
A la prensa nacional e internacional:
Hermanos:
El Comité Clandestino Revolucionario Indígena-Comandancia General del Ejército Zapatista de Liberación Nacional se dirige a ustedes para decir lo siguiente:
El día de hoy, 10 de abril de 1994, se cumple el 75 aniversario del asesinato del general Emiliano Zapata. Su grito de ¡Tierra y Libertad! pretendió ser ahogado por la traición de Venustiano Carranza. Hoy el usurpador Salinas de Gortari, quien se autodenomina «presidente de la República mexicana», miente al pueblo de México diciendo que sus reformas al artículo 27 constitucional reflejan el espíritu del general Zapata. ¡Miente el supremo gobierno! Zapata no morirá por soberbio decreto. El derecho a la tierra para quien la trabaja es irrenunciable y el grito guerrero de ¡Tierra y Libertad! sigue sin encontrar descanso en estas tierras mexicanas. Bajo el manto del neoliberalismo que ensombrece nuestros suelos se encarcela y asesina a todos aquellos campesinos que luchan por sus derechos agrarios. Las reformas salinistas al artículo 27 de la Carta Magna representan una traición a la patria, y como responsable de este delito debe ser juzgado quien usurpa el Poder Ejecutivo federal en México.
Hermanos:
El día de hoy se cumplen 100 días del nuevo amanecer de nuestra voz, en boca de los fusiles de hombres y mujeres sin rostro habló la voz de los campesinos sin tierras, de los obreros agrícolas, de los pequeños propietarios, de los indígenas mexicanos. La voz de los que nada tienen y merecen todo tuvo que seguir el camino de sus hombres más pequeños, los más humillados, los más perseguidos, los más olvidados. En la voz de los hombres verdaderos habló la voz de los mexicanos despojados de su tierra, de su tierra, de su dignidad y de su historia. Todo parecía perdido en la larga noche de nuestras gentes. Nada daba la tierra como no fuera dolor y muerte. Pero 10 años antes de este día algunos buenos seres sembraron en nuestras apenadas tierras la esperanza de que volvieran a la vida los hombres verdaderos. La semilla de su palabra encontró en las montañas mexicanas el buen lugar para nacerse. Su silencio se cultivó. Era noche su paso para amanecer luego.
En el amanecer de nuestro «¡Ya basta!» la tierra dio los frutos de esa siembra. En lugar de dolor nació rabia, en lugar de humillación surgió dignidad, en lugar de lamentos se cosecharon armas. Miles de hombres y mujeres desenterraron, del mismo suelo que sólo les daba pobreza, el tierno fuego que poblaría sus manos, cubrieron su rostro, borraron su pasado, dejaron atrás su nombre y sus tierras y se dieron en andar los pasos de la guerra. Ninguno de nosotros, hombres y mujeres de nocturno paso, tendremos mañana. No habrá ya jamás paz para las ansias nuestras. Nunca más tendrán descanso nuestros huesos y la sangre.
¿Por quién caminan estos hombres y mujeres? ¿Quién bebe su sangre? ¿Para quién la luz de sus palabras? ¿Para quién de su muerte la vida? 100 días. 10 años. ¿Quién tomará ahora junto a las manos de estos hombres y mujeres, que hoy no pueden estar aquí con ustedes, la bandera que su sangre arrancó de las manos de los poderosos? ¿Quién sumará sus pasos a su digno caminar? ¿Quién con ellos, nosotros, sólo mirada, voz y fiera ternura, habla? ¿Quién con nosotros grita? ¿Quién no nos abandona? ¿Quién con nosotros lucha? ¿Quién escucha a nuestros muertos?
No el usurpador, cuya soberbia despacha en Palacio Nacional.
No el que nos vende. No el que nos asesina.
No el que nos despoja. No el que nos humilla.
Ustedes sí hermanos. Para ustedes nuestra sangre. Para la noche de todos nuestra tímida luz. Para su vida nuestra muerte. Nuestra guerra para su paz. Para sus oídos nuestra palabra. Su dolor, hermanos, buscará alivio en nuestra lucha. Para ustedes todo, hermanos, para nosotros nada.
Hermanos:
Frente a ustedes, en ese palacio donde hoy reina la mentira, vive ahora el que todo nos niega y al que nadie bueno pidió que ahí estuviera. Debe salir de ahí el poderoso señor que nos arrebata cada día la vida toda. Que se vaya, hermanos. Que su voz no sea mandato para nosotros. Nada bueno de sus puertas sale. Mentira hay en su rostro y en su palabra habita el engaño. Que se vaya, hermanos. Este es el grito que desde las montañas viene, esto es lo que habla nuestra sangre, esto lo que piden nuestros muertos. Que se vaya. Díganle eso hermanos: ¡Que se vaya!
Que nadie más llegue a ese palacio que tienen frente a ustedes si no es por mandato de los más, que el que en esa silla se siente mande obedeciendo, que el que en ese balcón hable tenga verdad en su palabra, que el que se diga jefe nuestro lo sea obedeciendo. Díganle esto hermanos, nosotros esto queremos.
No podemos estar con ustedes este día hermanos, nuestro paso sigue de la noche la montaña, sigue amordazado nuestro rostro, nuestra palabra está lejana. ¡Tómenla un momento hermanos mexicanos! Permítanos un momento su voz de ustedes y dejen que en su boca hable nuestra palabra. En este mismo instante, en las montañas del sureste mexicano, miles de hombres y mujeres con el rostro negado, sin nombre y sin pasado, renuevan en sus pechos el grito primero del inicio del año. Está alegre el corazón nuestro pues Emiliano Zapata llegó de nuevo, en sus pasos de ustedes, al Zócalo de México. Nosotros, pequeños y olvidados, levantamos la imagen de Zapata en el otro corazón de la patria: el de las montañas del sureste mexicano.
¡Salud hermanos mexicanos! Que nuestro grito sea el suyo:
¡Viva Emiliano Zapata! ¡Muera el supremo gobierno!
¡Libertad! ¡Justicia! ¡Democracia!
Respetuosamente
Desde las montañas del sureste mexicano
C C R I – C G del E Z L N
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