A los firmantes de la Declaración morelense.
Atención: Teniente coronel Estanislao Tapia Sánchez.
Hermanos:
Hemos recibido el histórico documento llamado Declaración morelense, emitido el 27 de marzo de 1994 en territorio mexicano en lucha.
Nosotros, hombres y mujeres pequeños y olvidados, hemos visto cómo su palabra abre nuestro corazón con verdad y dignidad. En la más grande tradición de lucha campesina mexicana, la Declaración morelense sigue la palabra de libre dignidad del Plan de Ayala y del Plan de Cerro Prieto que, en tiempos distintos, hicieron ondear nuestro máximo jefe histórico y general supremo Emiliano Zapata y el general Rubén Jaramillo. Por esto queremos que acepten ustedes los grados militares que les reconoce nuestro ejército con verdad.
Nuestro paso se alivia y más alta es nuestra bandera al leer sus palabras de apoyo a nuestra Declaración de la Selva Lacandona. Durante años el supremo gobierno que ahora encabeza el usurpador de Palacio Nacional ha ahogado en cárcel y sangre la palabra justa de los campesinos todos y de los indígenas juntos. Hemos sido despojados de tierra y aguas; ni el aire pertenece ya a los nuestros. Es nuestra muerte muda en los tiempos de hoy. Mueren muriendo Zapata y Jaramillo en las reformas salinistas del 27 constitucional. Anda sin descanso la esperanza que los nuestros nos dejaron para bien vivir y gobernarnos. Extraño es nuestro paso en nuestro suelo primero. Otro paso ajeno ofende nuestra tierra. Papeles de mentira manchan nuestra historia legítima. Está nuestra dignidad presa en estatuas y museos. Vacaciones extranjeras toman nuestra voz y mata su veneno de nuestra palabra la verdad. Solos estábamos, lejos de los nuestros y olvidados unos de otros. Andaba nuestra muerte sorda para los oídos de la pobre vida que nos habita.
Pensaban ellos, los del doble rostro, que por siempre habían enmudecido nuestros gritos. Pensaban ellos, los usurpadores de la luz y dadores de lo oscuro, que muertos estaban nuestros muertos. Celebraban ya, en la soberbia soledad de sus palacios, nuestra derrota y su victoria. Bailaba su mentira sobre la verdad pisoteada. Miraba el mundo sin mirar. Estaban en un rincón la patria y su esperanza. Nada se movía entre tanta opresión. En silencio se moría, viviendo en silencio.
Pero en el nada ocurre andaba nuestro paso por noches y montañas. Tierno era el cuidado de nuestra palabra fiera. En silencio hablábamos. Paciente y compañera era la noche, amante y cómplice la montaña. Pequeños crecíamos, de nuevo éramos nuevos. Buen rumbo andaba el paso nuestro, mudo era y viniendo estaba. Diez años callaba, despacio maduraba la esperanza rota, sin hablar hablaba nuestra palabra.
En el amanecer del año, sin nombre tuvimos de nuevo nombre, sin rostro otra vez rostro tuvimos. Emiliano Zapata, nuestro padre, su apellido nos dio. Hermano nuestro, ejemplo armado marcó Emiliano Zapata. Nuestro hijo Zapata nuevo futuro nos pidió. Bandera es que arropa nuestro paso guerrero. Emiliano Zapata, de nuestra tierra suelo, dignidad de nuestra historia, luz de nuestra noche, siempre mañana limpia de la esperanza nuestra.
Hermanos, el mal gobierno sigue sordo a nuestra voz. Otras voces se necesitan para abrir sus oídos. Su palabra de ustedes hace fuerte nuestro grito:
¡Viva Emiliano Zapata! ¡Muera el supremo gobierno!
¡Salud, hermanos zapatistas y jaramillistas de Morelos!
¡Democracia! ¡Justicia! ¡Libertad!
Respetuosamente
Desde las montañas del sureste mexicano
C C R I – C G del E Z L N
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