ENTREVISTA AL CCRI-CG
por 20 periodistas. 10 de marzo
Matilde Pérez U. y David Aponte, Selva Lacandona, Chis. [LJ, 14 y 15/iii]. El gobierno federal tiene que «controlar» a los finqueros y ganaderos de Chiapas porque se están convirtiendo en un obstáculo para el proceso de pacificación de la región, manifestó el CCRI-CG del EZLN en uno de sus resolutivos derivados del inicio de la consulta sobre los Compromisos para una paz digna.
En la reunión en la que participaron más de 200 delegados del EZLN, provenientes de la selva lacandona, también se deslindó del asesinato de Mariano Pérez Díaz, dirigente de la Organización Campesina Emiliano Zapata (OCEZ) y del homicidio de una familia en el municipio de Chanal.
Los miembros del CCRI manifestaron que los asesinatos son una provocación. «Hay gente que se está disfrazando de zapatista para matar civiles. Pero el EZLN no mata civiles. Nunca jamás, hasta la muerte, haríamos eso de matar civiles», dijeron 8 integrantes del comité clandestino de la selva lacandona.
Manuel, uno de los miembros del CCRI, señaló que hay muchas personas que se ponen un pasamontañas o un paliacate rojo, pagadas por los finqueros, para cometer esos asesinatos y culpar al EZLN de esas acciones.
«Dicen que somos nosotros que hacemos cosas, pero no lo hacemos, porque no estamos organizados para matar civiles. Estamos en una guerra para exigir al gobierno que nos dé lo que no tenemos.
«Aparte de eso, el gobierno quiere paz pero ahorita los finqueros, si es que empiezan a levantar una guerra contra nosotros, no va a haber paz. No la habrá porque los otros (finqueros) se empiezan a levantar. Lo que pedimos es que el gobierno se comprometa a controlar a esas gentes porque se están convirtiendo en un obstáculo para la paz», precisó otro de los delegados zapatistas de nombre Pedro.
Mesías, otro delegado, insistió en que si el gobierno no controla a los propietarios de grandes extensiones de tierra, «entrará el ejército federal con los rancheros y nosotros tendremos que defendernos y no habrá paz».
Entrevistados al término de la asamblea en la que analizaron las provocaciones de los identificados como guardias blancas de los finqueros, Mesías habló también sobre el incumplimiento del gobierno para liberar a todos los presos del EZLN, pese a que se entregó al ex gobernador Absalón Castellanos Domínguez.
El CCRI ha detectado que aún existen varios presos del EZLN en diversas cárceles del estado y por quienes piden dinero para sacarlos. «Nosotros no tenemos dinero para sacarlos. Lo que pedimos es que el gobierno saque a los presos y cumpla lo que dijo».
Inmersos en la discusión de la indemnización a las viudas, huérfanos y heridos de la guerra, el CCRI resolvió dar un apoyo colectivo a éstos con cabezas de ganado ante la carencia de recursos económicos. «Tenemos que ayudarlos con unas vacas; 20 para cada viuda y la misma cantidad se dará a las familias de los jóvenes que cayeron en combate, cinco para cada uno de los huérfanos y diez para los heridos graves. En el caso de las familias con desaparecidos, se les darán 20 cabezas».
Los insurgentes que estuvieron presos también tendrán un apoyo de cinco vacas por familia. «Esta es una decisión del CCRI. Nosotros vimos la necesidad de apoyar a estos compañeros, pero aún no tenemos el número de muertos y desaparecidos; lo estamos investigando». Una vez decidida la cantidad que toca a cada familia afectada por la guerra, el CCRI buscará la manera de encontrar las cabezas de ganado para cumplir con el acuerdo. No aclararon si los animales serán producto del denominado impuesto de guerra que va de 7 a 20 por ciento en la región controlada por el EZLN.
Ante la presencia de periodistas nacionales e internacionales, los delegados del CCRI hablaron también del manejo de la información. En tzeltal y español especificaron que los reporteros deben escribir las cosas con claridad y no decir mentiras; «si no dicen la verdad, se tomará un acuerdo para que ya no entren a la zona liberada por el EZLN».
Molestos por la versión difundida por algunos medios nacionales e internacionales de que el subcomandante Marcos está «negociando el movimiento», los asistentes a la asamblea rechazaron que el estratega militar del EZLN sea «un traidor» y que existan divisiones al interior del movimiento.
Incluso el subcomandante Marcos pidió la palabra en la reunión de delegados y expuso: «Tal vez a algunos les molesta vernos unidos y fuertes. Nosotros sabemos cuál es nuestro camino y sabemos hacia dónde vamos.
«Nosotros no tenemos nada que ocultar, yo declaré -y en eso he sido muy claro- que no entregaremos las armas y no hay ninguna negociación oculta con el gobierno, sólo hubo una etapa de diálogo».
En esa asamblea se acordó de manera unánime que los periodistas que «no digan lo que ven» no tendrán acceso a las zonas controladas por el EZLN.
II
Guerra sucia en contra de los indígenas siempre ha habido. . .
Esa guerra el gobierno siempre la ha hecho al matarnos de enfermedades, con los desalojos violentos de las tierras, con el hambre y la miseria, con la humillación, con el racismo y el desprecio.
La voz salió de entre las casas de pisos de tierra donde se duerme y cocina, de las lodosas brechas, de la oscuridad de la selva, de las desgastadas ropas, de los pies descalzos… «Nos tienen como animales en esta maldita sierra donde la decisión de vivir es la que te hace vivir». Por eso es que la respuesta es ahora con las balas, para estar en igualdad de circunstancias. Hoy ya no habrá muertos y risas de un solo lado. Esta guerra no nos asusta. La gente está brava, no se puede parar, expresó el mayor Mario a un grupo de periodistas que ingresaba a territorio controlado por el EZLN.
Después de tres días de espera, una veintena de reporteros de diversas nacionalidades viajó a uno de los centros de operaciones militares de los zapatistas. En el trayecto constató el aislamiento y la pobreza en la que viven los indígenas de esta región, donde hasta el año pasado se decía «vale más una vaca que un indio». Caminos de terracería, champas de maderos y techos de zacate y uno que otro recolector de agua pluvial, recién instalados por Pronasol, fueron filmados y fotografiados por el grupo, que al escuchar el ruido de un avión «comercial» tuvo que ocultarse entre la vegetación.
Entonces se les recordó que «esta guerra es de paciencia, si es de prisa te llevan en una caja». El ruido del avión se alejó y el silencio volvió a ese paraje desierto. El camino continuó hasta que de pronto se escuchó una voz de «¡Alto!». De entre la vegetación salieron los zapatistas armados con R-15, SKS, escopetas, ametralladoras Stein. La orden fue tajante: «¡Identifíquense!»
Las pertenencias y vehículos de los periodistas fueron revisados por la tropa. Cuando todo estuvo en orden, de entre los árboles se escuchó una voz: «¿Hay policías entre ustedes?» Fue la ironía con la que el subcomandante Marcos daba la bienvenida a los reporteros la tarde del día 11, en las faldas de las montañas del sureste, donde la conciencia y el valor están presentes en esa gente brava, según palabras de sus propios pobladores.
En ese lugar los periodistas se reunieron con los delegados del CCRI, Gerardo, Manuel, Romeo, Alfredo, Mesías, Pedro, Antonio, hombres de rostros cubiertos con paliacates rojos que hablaban de no dejar las armas y de seguir luchando si el gobierno no cumple sus promesas.
«Hoy nos mantenemos firmes y somos más firmes», aseguraban al recordar que sus abuelos fueron maltratados por los finqueros y nunca les dieron nada por su trabajo. Los aventaron a los cerros, a la selva.
El mayor Mario decía que a los indígenas siempre les han hecho la guerra sucia. «Por eso, ahora empuñan las armas. El mejor jefe y soldado es el hambre y no hay que leer socialismo para esto. Nadie escuchaba la voz de los campesinos, de los pobres indígenas. Siempre se escuchaba la palabra de los gobernantes, de Salinas de Gortari. Esa sí. Pero ahora también nos van a escuchar a nosotros».
Nuevamente el ruido del avión puso en alerta a todos. Marcos ordena: «¡Abajo todos!»
El grupo siguió el camino de terracería, rumbo a las comunidades. El mayor Mario hizo una recomendación para salvaguardar la integridad física en esta zona de guerra: cuando vayan al baño avisen para que los acompañe un combatiente porque «la vergüenza no mata pero la bala sí». Algunos rieron y otros se quedaron con los rostros compungidos.
Durante el trayecto, el capitán Benito, quien perdió el ojo derecho durante la batalla de Ocosingo, recordaba que los finqueros habían dicho que «los pinches zapatistas no iban a durar ni 12 horas vivos. Pero aquí estamos».
1. Dios me escogió esta vida…
Nos hemos hecho soldados para terminar con esta miseria. A nuestros niños no les interesa el estudio. Lo que quieren es empuñar un arma, quieren ser zapatistas para vivir mejor y luego aprender a leer y escribir. Aquí se aprende peleando, no queda de otra, explicó el mayor Mario, quien trabajó como peón para un finquero de la región.
Ese sábado 12, los 20 reporteros llegaron a uno de los centros de operaciones militares del EZLN, donde aparentemente las mujeres combatientes rebasaban en número a los hombres. Allí, 18 insurgentes saludaron a sus superiores, todos con la mano izquierda sobre la sien, «para diferenciarse del ejército federal».
Los mandos permitieron que los reporteros gráficos realizaran su trabajo, bajo el argumento de que «nadie más lo volverá a ver esto».
A ese lugar llegaron también seis mujeres vestidas de blanco, pertenecientes al servicio de sanidad del EZLN. Al igual que el resto de los insurgentes, también ocultaban sus rostros.
En el paraje rodeado de altas montañas y bruma, la teniente Elena explicó a los presentes que durante los días de combate el equipo de sanidad, mujeres que ni siquiera sabían leer ni escribir y con escasos conocimientos de primeros auxilios, atendieron a 62 heridos por esquirlas y balas.
Ahora, durante el cese al fuego, las cuatro brigadas de salud del EZLN atienden a la población civil de las comunidades de la selva lacandona. En este lugar predominan los casos de parasitosis, paludismo, cólera, enfermedades de la piel e infecciones del aparato respiratorio, dijo.
Afuera de una champa que servía de cocina, explicó que el problema más grave que tienen que resolver es el del cólera porque no cuentan con los medicamentos apropiados para atender a los enfermos. Quienes por la desnutrición y las condiciones sanitarias adquieren el bacilo, tienen que caminar por lo menos un día para llegar al centro de auxilio que instaló la Cruz Roja Internacional en la zona franca de San Miguel.
Con voz serena, la teniente Elena dijo que para ingresar al servicio sanitario las mujeres tuvieron que aprender el uso de las armas y obtener un grado militar, para después dedicarse a atender a los heridos y enfermos de sus filas.
Después de tres días y medio de estancia en territorio zapatista, el grupo retornó a la zona franca de San Miguel. Entre sus experiencias quedó la frase del mayor Mario: «la vergüenza no mata, la bala sí».
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