MAYOR ANA MARIA Y LA COMANDANTE RAMONA
Susana Rodríguez, [Mi, 7/iii]. Las mujeres que participan en el EZLN representan entre el diez y quince por ciento del Comité Clandestino Revolucionario Indígena. La mayor insurgente de infantería del EZLN, Ana María -de unos 25 años-, comenta que, a pesar de ser «soltera y sin hijos», conoce los problemas de la mujer campesina. «Ingresé cuando tenía 12 o 13 años; era una niña. Y me enseñaron todo, hasta la conciencia política que ahora tengo».
Su lucha, como la de Ramona (delegada del CCRI-CG del EZLN, que está a su lado), «es nacional, no local, no sólo de Chiapas». Ana María usa uniforme militar del EZLN: camisola café, pantalón negro, pasamontaña negro y paliacate rojo al cuello, y pide que a Ramona le hagan preguntas sencillas, «pues no habla castilla».
Tienen a sus espaldas a la Virgen del Rayo, mientras, hablan de su vida en las montañas y la selva, de cómo adquirieron conciencia, cómo está estructurado el EZLN y el papel que debe jugar la mujer en la sociedad.
«El EZLN responde a mis intereses personales -comenta Ana María-. Nosotras nos integramos a esta lucha hace más de diez años. Primero fueron luchas pacíficas donde participaba con mis hermanas y hermanos. Y a través de estas organizaciones -sin decir cuáles- nos dimos cuenta que todos tenemos las mismas demandas: tierras, agua y servicios.
«Nuestros intereses son los de todo el pueblo mexicano. Estamos conscientes de lo que buscamos y nos entregamos totalmente a la revolución «.
Como insurgente del EZLN, Ana María ya no vive con su familia: «Vivimos con los compañeros y compañeras del ejército. Vivimos en campamentos donde nos prepararon para ser lo que somos». Recuerda:
«Cuando entré, éramos dos compañeras, sólo dos mujeres. En ese entonces éramos 8, 6, 9 en la sierra. Los compañeros nos enseñaron a caminar en la montaña, cargar las armas, cazar. Nos enseñaron ejercicios militares de combate y cuando aprendimos esos trabajos, nos enseñaron política.
«Después, salimos a comunidades a hablar con nuestras gentes, a platicarles de nuestra lucha y de cómo podíamos resolverla, y empezó a llegar mucha gente: compañeros, mujeres y niños. Porque la mayoría somos jóvenes».
Entonces iniciaron una vida en comunidad. A la fecha existen tres grupos que apoyan la actividad del EZLN: el pueblo forma el equipo civil -«si no tuviéramos el apoyo del pueblo, no existiría el ejército»-; la milicia, conformada por gente de los poblados que reciben adiestramiento en sus tiempos libres, y cuando se les solicita, acuden. Por último están los insurgentes, que «son compañeros que ya no viven con sus familias; están entregados, pues, a la causa, ya no trabajan para su familia, así es como estamos formados», comentó Ana María.
Como comunidad, en el ejército zapatista también existen matrimonios. «Son con mucho respeto: si a una mujer le gusta alguien, un compañero, pues pide permiso al mando, a la autoridad. Les dan permiso de ser novios, y si se entienden, hay dos formas de casarse: si quieren, firman un papel, eso quiere decir casarse, y si quieren juntarse nada más piden permiso, y se juntan».
Respecto a la conciencia política de los integrantes del EZLN, Ana María comenta que cuando ingresaron al ejército zapatista eran niños de 12 o 14 años, “y nos considerábamos como de 18″. La familia, los compañeros y la comunidad misma influyeron en esta formación. «La conciencia se agarra desde niño, desde chico aprendimos la conciencia de lucha».
Declara sin profundizar en cómo y con cuánta gente participó el primero de enero en la toma de San Cristóbal. «Ahí estuve yo. Yo llevé a la gente. Sobre el número de gente no le puedo decir, pero éramos como mil».
Igualdad, para todos
Hija de campesinos tzotziles, concluye señalando que tomarán las armas si el diálogo no sirve y si la sociedad civil se los pide. «Estamos claros, pues, que luchamos por demandas de los chiapanecos, pero también pedimos para todos los mexicanos, no nada más para unos cuantos, porque sabemos y conocemos la situación a nivel nacional. Claro que hay más marginación y miseria en Chiapas, pero también lo hay en otros estados. Nosotros somos representantes de los mexicanos».
Ramona, que no deja ver más que el brillo de sus ojos tras el pasamontañas negro, responde en tzotzil, y la traducción la hace Ana María. «Conozco la situación campesina; la injusticia y la pobreza en que vive la mujer indígena en nuestro país. Por eso ingresé a la lucha armada. Las demandas son las mismas de siempre: justicia, tierras, trabajo, educación e igualdad para las mujeres».
En voz de Ana María, ambas concluyen haciendo un llamado a las mujeres a integrarse a su lucha. «Pero no necesariamente a través de las armas; que tengan conciencia política y con ella actúen. Necesitamos apoyo de las mujeres porque somos las que sufrimos más. Es muy doloroso ver a los niños morir, morirse de desnutrición, de hambre, de enfermedades curables. La mujer sufre mucho. Y por eso luchamos».
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