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Palabra del Ejército Zapatista de Liberación Nacional

Mar031994

Subcomandante Marcos: la guerra queda conjurada por la presión que haga la sociedad civil de todo el país para que se cumplan los acuerdos. El problema surgirá si la sociedad civil se agota, se cansa, se desinfla…

CONVERSACION CON MARCOS

Julio Moguel y Hermann Bellinghausen, enviados, San Cristóbal [LJ, 4/iii]. «La expectativa que tenemos es que la guerra quede conjurada por la presión que haga la sociedad civil de todo el país para que se cumplan los acuerdos. No creo que ello dependa de los resultados de las políticas de San Cristóbal. El problema surgirá si la sociedad civil se agota, se cansa, se desinfla -en ese caso todo quedaría suelto y entonces sí se nos irían encima por la vía militar. Lo que trato de explicar es que el problema ya no somos nosotros, sino el país; que nuestro ciclo ya terminó, por más que sigan los flashes y las fotos».

El subcomandante Marcos sostiene una conversación suelta e informal, después de las últimas entrevistas que concedió en San Cristóbal de las Casas. Visiblemente cansado, pero con el habla ágil que lo caracteriza, revisa la experiencia militar del levantamiento zapatista, manifiesta sus primeras impresiones después del diálogo; reflexiona acerca del periodo de consulta que ahora debe realizar el EZLN en sus comunidades.

Es el fin de una etapa, sorpresiva y sorprendente, con la cual los sublevados no contaban. El subcomandante insurgente evalúa las insuficiencias de la negociación, tanto por parte del EZLN como de los negociadores del gobierno. Se muestra escéptico de los compromisos y esboza los escenarios para un futuro inmediato. ¿Paz o guerra? ¿Recrudecimiento de la represión y el autoritarismo?, ¿O tránsito efectivo a la democracia?

El hombre de las mil palabras se despide del foro y antes de retornar a la montaña se acomoda en una silla para una conversación más, la del estribo.

-¿Se sienten más seguros ahora que regresan a la selva?

-Allí estamos en nuestra cancha. Cuando entramos a la ciudad es cuando empezamos a cometer errores, pero mientras estemos en las montañas y en las comunidades es muy difícil que alguien se meta con nosotros, incluso la fuerza regular del Ejército federal».

-Estás invitando a los periodistas a que se vayan con ustedes a la selva. ¿En qué consiste dicha invitación? ¿Significa acaso que sus campamentos ya no serán clandestinos?

-La idea no es llevarlos a lugares donde la situación sea delicada. Hay un sector, el civil, que es donde se van a realizar las consultas. Eso sí, se pueden arreglar algunas visitas que impliquen cierto riesgo, y éstas -como las anteriores-, las haremos con mucha seguridad, vendando los ojos de los periodistas que se decidan. Ahorita, ya para nadie es un secreto qué zonas son zapatistas.

-¿Están pensando en seguir la guerra, o creen que se negoció bien?

-Nosotros pensábamos que la guerra era lo que seguía. Lo que se detuvo el día 12 fue que el Ejército federal entrara a las comunidades y empezara a arrasar, que nosotros los fuéramos atrayendo hacia la selva, a la montaña. Eso fue lo que se detuvo. Nosotros estábamos preparados para ese tipo de combate: fue el que ensayamos durante 10 años, no los ataques de San Cristóbal y de las otras cabeceras municipales, Los nueve años anteriores nos preparamos para la defensa, sólo para la defensa.

«Pero nuestros cálculos no estaban ni están en que todo se defina por medio de las armas. Lo que nosotros pensamos y calculamos es que era más caro aniquilarnos en términos políticos que decirnos que nos resolverían todas nuestras demandas. Porque ahorita sólo eso están diciendo: que nos va a dar. Y tal vez sí haya alguna inversión fuerte, pero más que para solucionar el problema para quitarle base social al ejército zapatista, y para quitarle base social a la guerra. El gobierno tendrá que combatir contra su pasado para convencer a las comunidades de que ahora si va a cumplir sus compromisos. ¿Por qué la gente ahora sí va a creer en sus promesas?

«La expectativa que tenemos es que la guerra queda conjurada por la presión que haga la sociedad civil de todo el país para que se cumplan los acuerdos. No creo que ello dependa de los resultados de las pláticas de San Cristóbal. El problema surgirá si la sociedad civil se agota, se cansa, se desinfla; en ese caso todo quedaría suelto y entonces sí se nos irán encima por la vía militar. Lo que trato de explicar es que el problema ya no somos nosotros, sino el país; que nuestro ciclo ya terminó, por más que sigan los flashes y las fotos».

-Pero ustedes contaban con que iba a haber guerra y que iba a ser larga. ¿Pensaban que iba a haber un choque militar fuerte, o no contaban con ello?

-Sí contábamos con un choque militar fuerte. Pensábamos que el más fuerte choque militar iba a ser en San Cristóbal. Nuestros cálculos eran que la reacción militar iba a ser inmediata, para evitar que hubiera más revuelo. Calculamos que ellos no iban a titubear. Por esa razón fue que concentramos aquí nuestras mayores fuerzas, con la idea de aguantar la entrada del Ejército, nuestro núcleo militar más grande estaba alrededor de Rancho Nuevo, sobre el camino Tuxtla.

«Con mayor razón creímos que habría un choque fuerte, cuando vemos que las cabeceras municipales no caen en forma simultánea. Nosotros tomamos San Cristóbal y nos damos cuenta de que estamos solos, de que las demás cabeceras no han caído. Los ataques en Altamirano y Ocosingo se dan hasta las siete de la mañana, y se resuelven en términos militares hasta las cuatro de la tarde. En Las Margaritas se empieza a las tres de la mañana y en una hora cae. Nosotros empezamos a la una de la mañana y a las dos ya tenemos la ciudad. Decidimos por ello darnos el tiempo necesario en San Cristóbal para detener y empantanar al Ejército, y darnos tiempo para una retirada ordenada, mientras averiguábamos qué estaba pasando y llevábamos a cabo una acción de propaganda armada. Después vendría el ataque a Rancho Nuevo para recuperar armas y parque, y es allí donde fallamos en forma lamentable. Perdemos gente y además nos ponen en desbandada. Eso desorganiza toda una columna, la que confluía de San Cristóbal a Rancho Nuevo, pero también la que estaba bajando de Altamirano a San Cristóbal.

«Repito pues que no sabíamos bien lo que estaba pasando. La forma tan rápida en la que pasamos de la acción armada a la mesa de San Cristóbal nos tomó por sorpresa. Ya habíamos dicho antes que nuestra demora relativa en organizarnos para llegar a la mesa de la paz fue precisamente que no la esperábamos tan pronto».

-Si los tomó por sorpresa la forma en que se dieron los acontecimientos, y tuvieron que improvisar o discutir el cambio de rumbo sobre la marcha, ¿están preparados ahora para que en un plazo tan corto como el anunciado se discutan en la selva los términos de los acuerdos?

-No hay ni habrá improvisación en la discusión de dichos acuerdos, pues eso sí lo sabemos hacer. Así decidimos la guerra. Te voy a contar. Primero empezaron a emerger algunas voces que decían que ya no aguantaban; luego aparecieron núcleos que empezaron a decir que se irían a la guerra solos, por su lado. Entonces la comandancia empieza a detectar esta situación, la analiza y decide consultar. Se organiza pues la explicación de los pros y de los contras de iniciar el levantamiento, tomando en cuenta las circunstancias: las del Tratado de Libre Comercio, la caída del sistema socialista, lo que pasó en el Salvador, en Nicaragua, en Guatemala. Y del otro lado estaba la lógica de la muerte y la miseria: el aumento de la mortalidad infantil, la cancelación del reparto agrario por la reforma al artículo 27, el choque de comisiones que iban a solicitar recursos y regresaban sólo con un montón de papeles.

«Entonces la Comandancia General lo explica a los comités de etnia; estos comités a los de las regiones y cañadas; éstos a los comités locales -que están en cada poblado-, y éstos a su vez lo explican a la comunidad. Allí se argumenta en pro y en contra hasta que la misma comunidad dice que ya es tiempo de votar. Se levantan actas en las que se apunta tantos que sí, tantos que no, tantos que no saben, sin distinción de edad, hombres, mujeres y niños. Luego viene el proceso inverso: los locales pasan los resolutivos de base a las regionales, las regionales a la zona, la zona a los comités y éstos a la comandancia. Fue cuando pareció que estuviéramos viendo otro canal de televisión: mientras nosotros pensábamos que no, que parecía que todo a nivel internacional estaba en contra, que se anularía en consecuencia la acción militar resultó que la inmensa mayoría se inclinó por el sí. Sólo un puñadito de compañeros decían nomás que aún no era tiempo.

-Decías antes que para ganar los acuerdos de la mesa de San Cristóbal se requeriría algo más que la voluntad expresa de las partes. Hablabas de que sólo con el apoyo -o la suma- de la sociedad civil sería posible ganar las demandas zapatistas. ¿Podrías explicar mejor esta idea?

-El gobierno sólo cumplirá si se le obliga, y ello por la fuerza de los fusiles o por la presión de la sociedad. Apostarle a que se dé esa presión es el camino. La única posibilidad de paz que ahora vemos es que haya otras fuerzas que se comprometan a obligar al gobierno a que cumpla. Esa es la apuesta de este proceso de consulta: no depende de lo que vaya para abajo, sino de lo que va al resto del país.

«Nosotros hemos recibido muchas cartas que sugieren un proceso de transmutación. Primero nos llegaron cartas de sorpresa, de algunos que decían que todo estaba muy bonito pero que nos iban a romper la madre; luego vinieron las cartas que decían que buscáramos el camino de la paz, de la negociación, para que no nos dejáramos matar, la tercera etapa fue cuando nos dijeron -nos dicen- que no entreguemos las armas, que no nos vayamos a vender, que no cedamos a lo que piden. Se están formando comités de solidaridad ya no con el pueblo chiapaneco sino con el EZLN. Llegan de muchos lados, sobre todo de grupos indígenas. Recordarás la carta que nos mandaron los de la marcha de Guerrero; pero también han llegado de los yaquis, mayos, tarahumaras, de los mayas de Yucatán y Campeche, de Colima, Puebla…

«Nosotros no nos asumimos al frente de este movimiento; más bien nos asumimos como la cola. Ahora cualquier otro movimiento tiene más oportunidad que nosotros, porque pueden decir: allí están los radicales, yo quiero lo mismo que ellos, y si no me cumples también me voy a radicalizar. Ahora se abre el campo para eso y nosotros decimos pues ¡órale, si, éntrenle! Pero no nos vemos como víctimas propiciatorias, porque sí vamos a cobrar nuestros muertos, no con otras muertes, sino con beneficios para los indígenas en general y para el estado en particular. Ahorita el peligro es que el movimiento se quede conforme con lo que se dará en el nivel local y no aspire a contribuir a un movimiento nacional».

-En el documento que resultó de las discusiones entre ustedes y el comisionado en San Cristóbal, no tienen respuestas positivas algunas demandas de nivel federal que el EZLN había venido planteando, como las reformas al artículo 27, o al cuarto constitucional. Pero en una primera lectura da la impresión de que ustedes lograron cuestiones que, aunque no haya sido aceptado formalmente, presionen hacia una reforma de partes importantes de la Constitución o, si se permite la figura, ganaron cuestiones que le quedan grandes a la estrechez del marco legal e institucional actualmente vigente.

-Hay respuestas que no responden formalmente a algunas de esas demandas nacionales, pero que sí abren la puerta a que se desarrolle un movimiento nacional que acabe por romper o modificar el actual marco constitucional. No responden por ejemplo, a la demanda de reforma del 27, pero las concesiones establecidas posibilitan que con la confluencia de otros sectores y movimientos, con demandas de ese tipo y por otros medios, acaben por reformarlo, antes de que termine el sexenio o a partir de un nuevo gobierno.

«Según lo que analizamos nosotros y las consultas que hicimos con abogados, necesariamente San Cristóbal empieza a plantear la necesidad de una mesa nacional, de un diálogo nacional, donde además de nosotros participen otras fuerzas.

“En todo caso, si no resuelven tan rápido y en forma clara es por mantener el principio de autoridad, bajo la idea de que no tienen por qué concederle a esta gente. El proyecto neoliberal ya no es defendible».

-Ustedes tuvieron mucha suerte al no ser descubiertos. ¿Cuál fue la fórmula o las condiciones que hicieron eso posible?

-El gobierno pensó primero que lo nuestro no era una guerrilla. Decían que si lo fuera, ya estarían atacando, porque no hay guerrilla que se prepare primero, crezca y hasta después ataque. Pensaron entonces que éramos guatemaltecos, bases de apoyo de la URNG, o pensaron otras cosas, como que se trataba de invasiones de tierra de algunas organizaciones. La información que tenían no checa entonces con el esquema de la computadora de la Sedena, o de Gobernación, si es que Gobernación todavía ocultaba esa información.

«Nosotros pensamos desde 1985, que íbamos a ser descubiertos. Entonces todo nuestro esquema militar era defensivo, esperando ser descubiertos, pues ya estábamos creciendo demasiado: comunidades enteras hablaban de nosotros, nos ayudaban con la carga, nos alimentaban”.

-¿Qué pregunta te hubiera gustado escuchar? ¿Qué es lo que nadie te ha preguntado y quisieras decir?

-Yo preguntaría: ¿qué van a hacer los zapatistas, en una y otra posibilidad? ¿Qué van a hacer si la gente dice que no a la paz sino a la guerra? ¿Qué van a hacer si la gente dice sí a la paz y no a la guerra? ¿Qué van a hacer con sus unidades militares y sus profesionales de la violencia en un caso y en otro? En el caso de que la opción fuera la paz, nosotros no batallaríamos, pues nuestro ejército es campesino. La incorporación a la vida civil sería casi natural, aunque no entregaríamos las armas para defendernos en caso de amenaza. De cualquier manera, si se gana la paz tendríamos que permanecer durante un buen tiempo como ejército garante del cumplimiento de los acuerdos. El problema es cómo en ese tiempo se va a dar la relación con el poder, con el que te enfrentaste, pues como quiera que sea su objetivo es aniquilarte, o sea, restarte base social y minar tu prestigio para poder aniquilarte con el menor costo político.

-En caso de que avance la propuesta de paz y el cumplimiento de las demandas zapatistas ¿qué va a pasar con los ganaderos?

-Yo creo que los van a tener que sacrificar. Si el gobierno quiere llegar a un acuerdo va a tener que sacrificarlos. Puede darse un proceso de concertación dentro de los ganaderos, en el sentido de que ellos mismos decidan sacrificar a algunos, los de estos territorios, para que no se toque a otros. Eso va a pasar en Altamirano, en Ocosingo, en Las Margaritas, donde fue el conflicto.

«Ocurre allí un fenómeno parecido al de San Juan Chamula. El cacicazgo de San Juan Chamula es promovido por el Estado a cambio de votos. Por cumplir esta función, de asegurar los votos, empiezan a darles más poder y ello provoca la situación que conocemos. A tal punto que ahora el gobierno no puede tocar a los caciques; van y vienen gobernadores, y a costos sociales muy altos; no los pueden tocar. Tal vez no se han dado cuenta qué monstruo crearon igual con las ganaderas, cuando les dieron entrenamiento, las armaron, claro a cambio de dinero, y las solaparon en los desmadres que hicieron.

«Y el gobierno sabía. Así como en el 93 descubren nuestros campos de entrenamiento, ellos saben por lo menos desde el 90, que los ganaderos se encuentran armados y se preparan. Son sus oficiales los que les daban instrucciones en campos de entrenamiento de las guardias blancas, en los ranchos de los Castellanos, en el auditorio municipal de Altamirano.

«La hipótesis militar que hemos contemplado es que se hace una plaza de toros que se llama Selva Lacandona. En el burladero están el gobierno federal y el ejército; arriba la sociedad civil; nosotros somos el torero, y el toro son los ganaderos. El gobierno dice: que se hagan pedazos y yo llego a recoger los restos. Y entonces el ejército agresor de derechos humanos se convierte en un ejército pacificador, que pone el orden. Ese es un probable escenario, que reproduce en términos militares la detención de la caravana Ricardo Pozas: el ambiente es de linchamiento y los militares se cruzan de brazos.

«Los ganaderos ya están fuera de control. Nosotros amenazamos varias veces con romper las pláticas por lo de Altamirano, y el gobierno no pudo controlarlos. Los ganaderos estaban jugando a romper las pláticas».

-¿Qué va a pasar en Altamirano? ¿Va a haber un rompimiento? ¿Qué pasa si este esquema de confrontación se extiende a otros lugares del país?

-Parece que esto va a jugarse también en las ganaderas nacionales: allí se verá qué apoyo tienen. Pero si estos cuates cuentan con el apoyo de las ganaderas, entonces vale madre, porque van a pasar de linchadores a mártires de la causa de la pequeña propiedad. Si las otras ganaderas empiezan a hacer ruido sobre esto pues van a crear la contra. Pero la responsabilidad es del Estado. Igual es el responsable de lo que pasó el primero de enero, porque antes se les dijo que eso iba a pasar; se les demandó que corrigieran. Ahora se les dice que va a pasar esto, que dejen abiertas las puertas.

-Si ésta ha sido la respuesta del gobierno ¿cómo ven ustedes ahora la respuesta o la actitud de Camacho?

-El descubrimiento de Camacho fue que en realidad la dirección de este movimiento es indígena. Fue una gran sorpresa para ellos tener que dirigirse a esos interlocutores y no a las fuerzas que supuestamente estaban atrás. Allí es cuando se les abre el mundo, y entonces Camacho dice que esto sí tiene salida aunque estén ocultos detrás de un pasamontañas; que no se trata de fuerzas extranjeras.

-Una de las conquistas de ustedes en la mesa de San Cristóbal es que se creen condiciones para unas elecciones limpias y democráticas en Chiapas. Si esto se cumple ¿participaría el EZLN de alguna manera como fuerza y candidatos propios en el proceso electoral?

-No lo vamos a hacer. No tenemos la estructura organizativa necesaria. Pero además hay recelo de nuestra gente a que alguno de nosotros lo haga. Por ejemplo, todos los jefes tienen prohibido ocupar cargos públicos, bajo amenaza de expulsión. Tampoco tienen posibilidad de tener propiedades. Pero además la estructura del EZLN es estrictamente militar reivindicativa. Necesitaríamos además cuadros experimentados en la lucha abierta, de masas. Nosotros tenemos la capacidad de organizarnos en las comunidades, de sobrevivir, de mantenernos allí adentro, pero ya no de salir a la luz pública, pues no tenemos experiencia. Allí es donde nos pueden marear y acaballar.

-Pero ustedes, con la simpatía que generaron ¿no podrían tener influencia en la nominación de presidentes municipales? ¿No es parte de sus objetivos influir en el nombramiento de autoridades democráticas?

-Ese es sin duda uno de nuestros objetivos. Definitivamente eso es una cercana realidad en los medios rurales, pues todo el territorio rural del estado es nuestro. Pero eso lo veo más bien en el sentido de saludar la nominación, la candidatura de alguien, y no de lanzarlo por nuestra cuenta, pues de otra forma se pierde prestigio, autoridad moral, base social.

(3 de marzo de 1994)

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