ENTREVISTA A MARCOS
por los enviados de La Jornada, 4 al 7 de febrero
Blanche Petrich y Elio Henríquez, I. Selva Lacandona, Chis. [LJ, 5 A 8/ii]. Es el estratega militar y también el vocero e intérprete de los zapatistas, el subcomandante Marcos, sólo mirada y voz:
«Como nunca, ahora que se viene el diálogo, el Ejército Zapatista necesita de la sociedad civil. Dependemos del resto del país.»
También dice que la insurgencia chiapaneca está «completa y en su cancha», que su ofensiva militar de los primeros días de enero fue tan exitosa que ahora el EZLN tiene más gente, más parque y más armas.
Paradójicamente, habla de la decisión que han tomado los dirigentes del Comité Clandestino Revolucionario Indígena de ir a la mesa de negociaciones como un gran riesgo de quedar acorralados en una maniobra política. En ese caso, como cuando la Conquista, sucederá que «si tiene éxito el gobierno en aislarnos, como dicen los compañeros, va a suceder lo que les pasó a los Chiapas en el Grijalva: los van a acorralar por el río y los compañeros, antes que rendirse, van a preferir aventarse al río que entregar las armas».
Finalmente, dice, la puerta del diálogo se abrió en un momento determinante, «cuando el gobierno federal se dio cuenta de que la aniquilación total de nuestra fuerza es improbable en el mejor de los casos, o imposible en la realidad»
Sarcástico y medio poeta, con una canana de tiros de carabina cruzada sobre el poncho negro, el líder militar del EZLN irá al diálogo sólo si su mando superior así se lo ordena. Pero no deja de pensar en lo que, nos dice, son sus «fantasmas»: Chinameca y la imagen de Venustiano Carranza a espaldas del presidente Carlos Salinas a la hora de anunciar su amnistía.
También está la discusión de si saldrán armados o desarmados de la selva. Lo malo, dice El Sub, es que la Cruz Roja Internacional «no deja que haya más armas que la que Dios nos dio».
Habíamos llegado por un lado del monte y él, después de una corta espera, apareció por el otro, acompañado por una escolta de guerrilleros y guerrilleras con pasamontañas iguales al del jefe. El rocío de una neblina que a veces hace de llovizna llena de perlas la lana de su pasamontañas. A cada rato debe acomodar el agujero de la boca para dejar pasar la voz.
El tema del diálogo es el que más le preocupa:
-Acabamos de recibir el ultimátum de Camacho. Lo están contestando los compañeros; son algunas cuestiones concretas, como si llevarán armas o no, si va a entrar la Cruz Roja Internacional para garantizar la neutralidad y esas cosas. Y bueno, la Cruz Roja Internacional no deja que haya más armas que la que Dios nos dio. Esa es la única arma que se puede llevar.
«Y está pendiente si se va a incorporar lo de la política nacional. Porque los compañeros dicen que aunque no sea resolutivo, tiene que aparecer. Y está bajo protesta lo de fuerza política en formación. A los compañeros eso les encabronó mucho. Resulta que ahora los indígenas ya no son niños sino adultos en formación.
«En realidad, lo de ahora es un monólogo. Ahorita los compañeros están diciendo que tendrán que ir a dialogar. Tendrían que hacerlo, pero con la sociedad civil, sólo que ahorita no hay muchas opciones por el cerco militar».
-El comisionado para la Paz, Manuel Camacho, habla de un diálogo en la selva.
-No, nosotros estamos pensando que el diálogo sea en la ciudad.
-¿Volver a San Cristóbal?
-No, no estamos pensando en San Cristóbal. Ahí hay problemas. Tendrá que ser en un lugar en donde ellos se obliguen a responder por la civilidad. Nosotros no queremos que sea en la selva porque si Camacho entra y le pasa algo, o sea, le hacen algo, van a decir que es por culpa nuestra. Nosotros no podemos garantizar aquí la seguridad. Ni de Camacho ni de don Samuel.
-¿En el Distrito Federal?
-Sí, si quieren aniquilarnos por asfixia, pues sí pueden llevarnos ahí. Lo que no pudieron hacer los rockets de Godínez lo va a hacer el smog.
El encuentro, casi como de viejos amigos con ese rostro desconocido, fue a las doce del día y duró hasta que, cerca de las ocho de la noche, nos despidió con un «este muñeco se pasa a otro aparador». Hubo análisis militar, discusión política, confesiones personales, reclamos a la prensa -«hay muy poca prensa honesta»- y muchas anécdotas de la toma de San Cristóbal de las Casas, con la cual el EZLN lanzó su «ya basta» el primero de enero.
Antisolemne, califica la lucha armada zapatista de antidogmática:
-Vemos en realidad a la lucha armada como parte de un proceso más amplio, más complejo que puede llegar a ser determinante, depende de cómo vaya el proceso. Tan es válida que esa repentina atención del gobierno federal a la cuestión indígena viene después del primero de enero. El culto al liberalismo social y todo lo que eso conllevaba de pronto queda a un lado, nadie habla de eso ahora, y el éxito de la economía mexicana de pronto se pone en entredicho; el mito del mito genial de la pobreza en México vuelve a resurgir y provoca que hasta los sectores más reaccionarios del gobierno federal aparezcan estos días dándose golpes de pecho; ahora dicen «sí, pobrecitos indios, ya no lo vuelvo a hacer y déjame pues ayudarte». Nosotros estamos claros y pensamos que las organizaciones no armadas a nivel nacional se han dado cuenta de eso, de que fue producto de esto el levantamiento armado de la desesperación.
Explica porqué sus comandantes del CCRI decidieron ir a la mesa, a pesar de estar conscientes del riesgo de una trampa política: «pensaron que a la sociedad civil no le haría mal escuchar al comité. En concreto, no le haría mal ver que no son narcotraficantes cubanos, Boogie El Aceitoso o mercenarios desempleados después de las guerras centroamericanas, como dice Godínez. Que vean que son seres humanos, indígenas además, que son los que dirigen y que dicen lo que dicen».
Su inspiración, como estratega, es «Pancho Villa, en lo del ejército regular; Emiliano Zapata, en lo de la conversión de campesino a guerrillero y guerrillero a campesino». Lo demás, dice mientras la columna hace algunos ejercicios, lo sacamos de un manual del Ejército Mexicano que cayó en nuestras manos, de un manualito del Pentágono y de unos textos de un general francés que ya no me acuerdo como se llama».
Pero sobre su visión de la guerra de guerrillas es más serio:
-Vemos la lucha armada no en el sentido clásico de las guerrillas anteriores, es decir, la lucha armada como un solo camino, como una sola verdad todopoderosa en torno a la cual se aglutinaba todo, sino que nosotros siempre vimos desde el principio a la lucha armada como parte de una serie de procesos o de formas de lucha que van cambiando; algunas veces es más importante una y a veces es más importante otra.
Lo piensa antes de sentarse en el banquito hechizo que se preparó para la entrevista: «¿Ya me prepararon mi paredón o qué?» Pero se sienta. Y la entrevista empieza.
-La chispa de su ofensiva no prendió, no se convirtió en insurrección, la gente no puso barricadas, no se levantó en la ciudad…
-Nosotros no esperábamos eso, no esperábamos que la gente de México dijera: «Ah, miren, ya están los zapatistas, ahora nosotros también», y agarraran los cuchillos de cocina y se lanzaran en contra del primer policía que encontraran (¿de civil?). Nosotros pensábamos que la gente iba a decir lo que dijo: «Algo está mal en este país, algo tiene que cambiar», porque si algo no se les puede cuestionar a los compañeros del Ejercito Zapatista es que realmente no nos dejaron otro camino. Nadie puede decir: «No, es que ustedes debieron probar las elecciones».
«Cómo es posible, pues, que el estado de Chiapas tuviera tal porcentaje de votos a favor del PRI y sea el mayor porcentaje de alzados en esos municipios. Allí se ve que hay un fraude electoral gigantesco.
«De los caminos legales para conseguir tierra, está la reforma al artículo 27. De la sobrevivencia con los finqueros conviviendo a un lado. Realmente, pues, no había otro camino. En cambio, había el otro peligro: que la gente dijera: «No, son narcotraficantes. No, son agentes del imperialismo social soviético», bueno, ése ya no existe: social chino, pues ése ya está por otro lado. No sé cuál. O agentes de la CIA o cualquier otra cosa, pues, o sea que la gente no viera realmente cuáles eran las causas que animaban este movimiento, y eso le daría margen al gobierno para una represión con el pretexto que ahora está de moda, que es el del narcoterrorismo o narcoguerrilla.
-¿Y por qué ese momento. La entrada del TLC, el año electoral?
-Es como el mito del pasamontañas. Nosotros nos ponemos el pasamontañas porque hacía mucho frío. De pronto a la gente le pasa mucho el pasamontañas y así queda el pasamontañas.
Nosotros no habíamos planeado atacar el primero de enero. El Comité Clandestino, hace un año, a finales de enero, dice: «Nos vamos a alzar en armas», y me da la orden: «A ver, tú te encargas de eso, te damos un plazo, en ese plazo escoge».
-Y nosotros probamos varias fechas. Pero teníamos que tomar en cuenta muchas cosas. Por ejemplo, teníamos que tomar en cuenta que tenía que ser algo que dejara claro que no era narcoguerrilla. Tenía que ser algo sobre las ciudades, no podía ser algo en el campo que finalmente dijeran: no, pos allá quedó en la selva, como hicieron cuando la sierra de la Corralchén, en ese cuartel que nos encontraron, dijeron no, que son talamontes, son mariguaneros y otras cosas que decían; que no, que son guatemaltecos. Nosotros no podíamos hablar porque estábamos pensando y esperando ver qué pasaba.
«Estaba el otro problema de la población civil. Si nosotros atacamos las ciudades, qué va a pasar con la población civil y sobre el guerrillero, más que la causa, pesa la población civil. Para un guerrillero, pues, está morirse por su causa, pero está dispuesto a morirse antes de hacerle daño a un civil. No checa, pues, es algo que le duele más que que lo agarre el Ejército.
«A partir de entonces los compañeros empiezan a tomar en cuenta aspectos logísticos para el alzamiento, no políticos. Es decir, por ejemplo, cuándo pueden conseguir más reserva de alimentos, pensando desde un principio en una guerra larga, en que nos cercan, que nos avientan contra las montañas. Entonces, tiene que coincidir después de la cosecha, cuando se puede juntar dinero.
«En esa decisión de alzarse en armas no se toma en cuenta, la verdad, la política nacional. No es tan importante, pues, para los compañeros. A tal grado es la desesperación que ya no queremos aguantar más, que no importa si hay condiciones internacionales o nacionales.»
-Y ahora que hay una propuesta de negociación, ¿qué pasa con las armas? Se prepararon diez años para la guerra…
-O sea, es un riesgo que el gobierno logre aislarnos políticamente a nivel nacional, presentarnos como ultras desesperados, intransigentes, todo lo que se ha estado manejando, y la sociedad civil diga: «Sí, viva la paz, mueran los ultras», nos dejen solos.
«Evidentemente allí es donde la opción militar vuelve a surgir. Y créeme que los compañeros no le van a dudar, si hay que morir lo van a hacer. Pero en este caso va a ser una carnicería, no nos vamos solos ni nos vamos a otro sitio.»
-¿Sienten que están siendo acorralados?
-Sí. Definitivamente. Nos están diciendo: nos arreglamos aquí o no nos arreglamos. O endurecimiento, como dicen. Ahí hay un cambio raro en Camacho y al Comité (CCRI) le extraña el cambio de tono. No sé si se le ocurrió a monsieur Córdoba esa idea absurda de fuerza política en formación, pero si hay una aberración jurídica es ésa que está diciendo.
«Los compañeros dicen: no, pues qué fuerza política en formación, en realidad es fuerza militar en aniquilación. O sea, es lo mismo, pues. Los compañeros son más duros todavía porque dicen: es que seguimos siendo niños chiquitos, nomás que ahora no nos van a decir niños chiquitos, sino que van a decir adultos en formación, pero nos van a seguir tratando como niños.»
-¿Y aun así se van a sentar a platicar?
-Nosotros pensamos que en esa situación le debemos una respuesta no al gobierno ni a Camacho, sino a la sociedad civil. O sea, nosotros queremos sentarnos a hablar con la sociedad civil.
«Sí sabemos que Camacho va a decir sí o no a lo que le digan desde arriba. Pero nosotros tenemos esa deuda con la nación, con la patria tal vez, pero no la de ellos. Tenemos que responder si se da ese proceso acelerado de `extermínenlos, perdónenlos’.
«No es por nuestro éxito militar ni por la sapiencia de Córdoba de que entiende que hay que negociar y le aconseja así a Salinas, sino es que algo pasa en la sociedad que nos dice: no puedes hacer eso, tienes que buscar otra forma.»
-En la última posición de Camacho se reduce el problema del Ejército Zapatista de negociar con ustedes, a la dimensión chiapaneca o indígena. Ustedes reclaman que tienen una dimensión nacional. ¿Cómo debe ser abordado lo nacional, lo mexicano, no sólo lo chiapaneco, en una negociación con el Estado, y hasta dónde el Estado puede ofrecerles a ustedes propuestas o respuestas a lo que ustedes piden?
-Bueno, los compañeros son muy claros: es una mentira pensar que nuestros problemas se van a solucionar a nivel estatal. Estoy hablando de gente muy política, que puede no manejar muy bien el español, pero muy clara y que tiene una jerarquía sobre la gente de que los siguen a donde sea, por eso llegaron miles a las ciudades, porque los están siguiendo a ellos, y dicen: nosotros tenemos una serie de problemas y nosotros creemos que esto se va resolver con el cambio de Setzer o de Patrocinio, nos estamos engañando nosotros mismos y estamos engañando a nuestras gentes.
«Nosotros sabemos que esto sólo se puede arreglar si más arriba hay otro cambio. Dicen: es que nos están cambiando las hojas del árbol y las raíces están malas. Lo que nosotros decimos es: levantemos la raíz y volvamos a sembrarlo. Los compañeros dicen claramente: nosotros tenemos una propuesta, y hemos dicho claro que no se las vamos a imponer a nadie. No vamos a decir: bueno, aquí nosotros pensamos que la sociedad mexicana va a ser así y al que no, lo fusilamos, mientras nos dejen y tengamos la fuerza bruta.
«Entonces, decimos: hagamos un trato, pues, un espacio democrático, y el que convenza a la gente, ése que gane. Si ganamos nosotros, pues ganamos nosotros; si gana otro, pues… Pero no hay ese espacio, y ese espacio es nacional, es absurdo que alguien piense todavía que es posible resolver eso, ni siquiera a nivel estatal, ni siquiera a nivel regional. Tendrían que cambiar muchas cosas para que fuera posible eso.
«No puede ser que la nación no nos quiera escuchar en esta propuesta política nacional.
«No se vale que Camacho diga que no va a negociar con un grupo armado la política nacional. Los compañeros piensan que en realidad el gobierno está lavándose las manos antes de llegar a un acuerdo, y si se llega a un acuerdo, pues sería para no cumplirlo. Los compañeros dicen que nos quieren aislar, que nos quieren poner de rodillas; el dilema es falso, no es paz con democracia, para nosotros es paz con dignidad o guerra con dignidad, pero sentimos que tenemos esa deuda con la sociedad civil.»
-Sobre la negativa de Camacho a incluir en la mesa la cuestión electoral…
-Ellos no quieren que se toquen temas sobre los que hay consenso. Ellos van a decir: bueno, los pobres indígenas están muy pobres, sí, están muy pobres y por eso los vamos a ayudar, y luego dirán que primero les entreguemos las armas. Esa maniobra está muy clara y parece que la sociedad no lo quiere ver. En el último comunicado los compañeros interpelan a la sociedad civil y le preguntan por qué no dicen nada, como si no se dieran cuenta de lo que está pasando. Cómo es posible que haya un pacto de civilidad… y unas horas después viene el «no se hagan bolas» y nadie diga nada. Es como si no hubiera habido un primero de enero, como si nada hubiera pasado.
-¿Piensan que el Estado tiene capacidad, tal y como está ahora, de democratizarse?
-No, si no los obligan no. Si hay alguna reforma política que encamine realmente la democracia, tendrá que ser resultado de la presión de la sociedad civil; nosotros dejamos eso claro, ese espacio político no va a salir de nuestras oficinas.
II
El subcomandante Marcos es un enigma que goza siéndolo. «Marcos, no sé quién es… un pasamontañas de nariz pronunciada». Puede ser cualquiera.
Ronda los cuarenta, calculamos. Ojos castaños claros, no verdes. Sangre fría y buen humor. Según cuenta, cierto día tuvo que elegir un camino «Yo me imagino que todos tienen que elegir alguna vez: o seguíamos una vida cómoda, materialmente cómoda, o éramos consecuentes con un tipo de ideas. Nosotros tuvimos que escoger y ser consecuentes y pues:.. aquí estamos». Considera que acertó.
Como ladino, cierto día llegó a la selva chiapaneca. Lo que sucedió después lo relata en esta entrevista:
-Cuando nosotros llegamos empezó la cuestión militar. Cuando yo llegué no había nada. Llegamos y empezamos. Veníamos, a nivel nacional, de un proceso parecido al que ahora se vive en el estado: se cierran las salidas políticas, se abre una división extra en los dos Méxicos que en realidad son tres: el México de los poderosos, el México que aspira a ser de los poderosos y el México al que nadie toma en cuenta. En Chiapas son los indígenas, pero en otros lados tienen otros nombres.
«De ahí venimos, de que algo había de hacer.»
-¿Generacionalmente vienes del 68?
-¿No que tengo 25 años? Esa es mi media filiación. Como dice Krauze, no puede ser que agotaron las vías políticas porque si tiene 25 años tenía seis cuando el 68. Ya en serio, sí, definitivamente después del 68, pero no mero el 68. Porque según supe después -aquí en la montaña no se saben muchas cosas- se puso muy de moda que todo mundo había estado en 68. No, yo no. Yo estaba chavito. Pero sí vengo de todo lo que vino después, principalmente los fraudes electorales, el más escandaloso el de 1988, pero otros también.
-No ha de haber sido fácil…
-La selva lacandona, para un ladino, es lo peor que te puede pasar. Peor que un programa de 24 horas. Nosotros entramos aquí en un proceso de enseñanza-aprendizaje. Los compañeros me enseñaban lo que saben de las montañas y yo lo que yo sabía. Y así fue como empecé a agarrar grado: subteniente, teniente, capitán primero, capitán segundo y subcomandante. Allí me hicieron el examen de prensa y me reprobaron, me quedé como subcomandante.
-Se nota que no te hemos caído muy bien los periodistas…
-Me preguntaron el día primero por qué era subcomandante. Les dije que para ser comandante me falta aprender a tenerle paciencia a los periodistas. Nunca lo he aprendido. Pérame: los hay buenos y hay malos. Es que por aquí se ha metido Juan de la Fregada. Hace poco llegó uno que ofreció leche y chamarras a cambio de una entrevista. Eso ofende mucho a los compañeros. Chamarras tenemos y leche es lo que nos sobra.
-Bueno, llegaste a la selva ¿y luego? ¿cómo surgió la guerrilla?
-Pensamos, por supuesto, en la lucha armada. Pero no como único camino, no como la única posibilidad aglutinadora de todo esto, sino como parte de algo más amplio que había que preparar, asimilar. Y yo creo que acertamos porque seguimos el camino correcto. No nos aventamos a asaltar bancos, a matar policías, a secuestrar, sino que nos dimos a aprender sin que nadie nos enseñara porque, ya te digo, que alguien llegara de México y dijera: yo voy a hacer guerrilla, ayúdenme, pues no, estábamos clamando en el desierto. Y hasta el 3 de enero seguíamos solos.
-¿Son muchos ladinos en el EZLN?
-Somos la inmensa cantidad de tres.
-Asociemos algunas ideas. Amor:
-No sé tú qué generación seas, pero a nosotros nos educaron con algo que se llamaba amor para la patria y así crecimos. Decimos amor a la patria y decimos muchas cosas, y eso es lo que pusimos encima de todo. Hay una anécdota: cuando estaban votando la guerra, porque el otro escándalo es que esta guerra la votaron democráticamente, no fue decisión del Comité sino que los Comités pasaron a preguntar a cada hombre, a cada mujer, a cada niño si ya era tiempo de empezar la guerra o no. Hicieron actas y firmas que deben estar por ahí o ya las quemaron, no sé dónde quedaron esas actas de centenares de comunidades. Entonces en una de ellas argumentaban los indígenas que estaban allí reunidos: «Porque nosotros, lo que no estamos de acuerdo es que nuestro país se venda al extranjero. Como quiera, morir de hambre pasa, pero lo que no pasa es que en este país mande otro que no sea mexicano».
«Claro, en la concepción de algunos intelectuales, esta conciencia de patria o nacional no es posible en un indígena, pero es que no conocen a estos indígenas.»
-¿Indígena?
-Ahorita es el máximo ejemplar de lo que debe ser un mexicano digno y honesto, no sólo en Chiapas sino en todo el país. Ellos son ahorita la vanguardia de este país, sin querer decir eso implicación política; la vanguardia humana, pues. Todo lo que han dado y lo que están dispuestos a dar, sabiendo que no van a cosechar nada, porque a estos no les pueden ofrecer embajadas, son analfabetas, ni modo que les digan: no, pos si te calmas te doy una embajada en tal lado.
«No les pueden dar nada, más que plomo en todo caso, y como quiera están haciendo lo que están haciendo y con esa dignidad y esa democracia dentro de lo absurdo que es lo militar en una guerra, es una lección que este país tiene que aprender si quiere seguir siendo país.»
-¿Muerte?
-Para nosotros es vida, en esa lógica tan absurda de una muerte cotidiana que se hizo tan normal en estas situaciones. Es vivir, pues, es una alegría. Cuando cumplimos un mes de que empezara la guerra, se hizo fiesta para recordar a los compañeros que murieron. Decían: es que su muerte la vemos con alegría porque es vida para otros, en ese lenguaje tan crítico, pero tan rico al mismo tiempo.
-¿Victoria?
-Victoria… a veces tan lejos! Nosotros pensamos en que el fruto de la victoria le va a tocar cosecharla a otros. Ahorita para nosotros victoria quiere decir sacrificio y a otro le va a tocar realmente recibir esa «V».
Definitivamente, es un chocarrero este subcomanche. Lector atento de Monsiváis, Aguilar Camín, Krauze. Cuidadoso de la imagen que proyecta
«Mira lo que cargo, y dicen que los jefes vamos mejor armados que los combatientes», y saca de su funda la carabina 22. Viejita pero bien cuidada. Los cartuchos rojos como pilas Eveready que lleva en la canana son sus proyectiles. Cualquiera de su escolta va mejor armado que él. Por ejemplo, el mayor Pedro, responsable de la armería del EZLN. Y la mayor Ana María, comandante de la operación para tomar el palacio municipal de San Cristóbal. Y el teniente Romeo, responsable de nuestra seguridad en esta incursión en territorio zapatista.
Sólo que no menciona el otro pistolón que lleva al cinto, ese sí amenazador. Otro detalle: fuma pipa.
Es un apasionado de la estrategia militar, de la cual presume:
-Qué caray, ustedes no preguntan nada de la guerra. Pregunten, órale. La toma de San Cristóbal es todo un poema… (Por eso, lector, no se pierda la tercera parte).
Y es, desde luego, lector de La Jornada. Manda recados: al cartonista Magú, «una mentada de madre». Al fotógrafo Pedro Valtierra, de Cuartoscuro, en respuesta a su petición de un destape en exclusiva en El Correo Ilustrado, le manda decir que «ya mero le da fecha».
Calculador también: «¿En cuánto podré cotizar mi pasamontañas? ¿tres mil, siete mil dólares?»
Rápido para las respuestas:
-En toda esta historia de la guerrilla zapatista aparece el sello de la Teología de la Liberación. Incluso se ha responsabilizado al obispo Samuel Ruiz del levantamiento…
-Eso de ligar a la Iglesia con nosotros es un recurso, como pasó con lo de los extranjeros, y con aquella frase de profesionales de la violencia. Ya pasará de moda. A muchos sectores les molesta el papel protagónico de la Iglesia, no de don Samuel. No hubo ningún apoyo, ni siquiera beneplácito, aprobación de nadie de la Iglesia. Al contrario: algunos pues que se daban cuenta de que estaba preparándose algo, insistían mucho en que era una locura, que era absurdo.
-¿No crees que los actuales zapatistas llegaron a la conciencia de la necesidad de rebelarse a través de la prédica de la Teología de la Liberación?
-No, creo que no. Porque más bien el trabajo de la Iglesia o de la diócesis -en este caso de San Cristóbal- de don Samuel, que abarca toda la selva y todos los municipios de Los Altos, fue al revés, pues, fue que tenían que buscar una opción de vida, por la participación de la vía política, por buscar medios de subsistencia autónoma. Ellos insistían mucho en los proyectos de autosuficiencia, de salud comunitaria, todo eso. En realidad, todo el proyecto de la Iglesia que se les presentaba a los compañeros era lo que ellos llamaban el proyecto de vida, mientras que el nuestro era el proyecto de muerte.
«Lo que pasa es que fracasó y los compañeros se dan cuenta de que no hay tampoco opción por ese lado. Si se organizan en cooperativas, se las truenan. Si se organizan para pedir tierra, los rechazan. Se organizan para tomar la tierra y los matan. No tienen salud, se mueren. Yo pienso que allí es donde se da el boom zapatista de miles.
«No le crean al Pentágono eso de que mil 500. Son muchos miles, producto de esa política arbitraria, injusta, autoritaria, llevada a su máxima irracionalidad, tan irracional que nosotros para ustedes no existíamos.
«O sea, la muerte nuestra no existía. Nuestra, hablo pues por los compañeros. Tienen razón los neopositivistas cuando dicen que las cosas existen en tanto que son nombradas. La muerte chiapaneca existe hasta que alguien la nombró, pero ya existe.
-La nombraron muriendo..
-Sí. La nombraron muriendo de esta forma, porque como quiera nos moríamos. Fue hasta que ustedes voltearon a ver, o sea la prensa, que la nombraron.
-Don Samuel dice que ustedes han llegado a la conclusión, errónea dice él, de que todas las puertas están ya cerradas. Él opina que no, que algunas están aún abiertas…
-Sí, sabemos que él opina que había posibilidades dentro de la democratización de la sociedad, participación política, había otras formas de organización económica, que superaran los límites de la reforma al artículo 27. Pero los compañeros tienen mucha experiencia en eso, pues se probaron realmente todos los caminos. Ellos son finalmente los que deciden esto, dicen ya basta. Lo dijeron primero y nadie oyó. Entonces a mí me dicen: «Ya, no vamos a esperar más, te vienes con nosotros o te quedas, nosotros pensamos que ya». Y yo les digo: «Pero no, es que miren, que la correlación de fuerzas internacionales, que la situación nacional, que reforma política, que el Tratado de Libre Comercio, que la opción política, no va a haber consenso».
«Y ellos dijeron: `No, como quiera la muerte es nuestra y ahora vamos a decidir cómo la tomamos. Entonces, tú búscale a ver cómo, que salga bien, si se puede, y si no pues ni modo, pero escoge’ y me dieron a escoger: `Te vas con nosotros o te quedas’, y yo escogí.»
-Mucho se especula si ustedes son un grupo bien armado o no, si son financiados desde fuera o no. ¿Qué armamento tienen? ¿De dónde viene?
-Son tres fuentes principales de aprovisionamiento: una pequeña parte viene de un acopio de hormiga, de comprar aquí y allá; otra fuente importante es la de la policía mexicana y el Ejército, en su parte de lucha antinarcóticos. Cuando ellos apresan a los narcotraficantes y les quitan las armas, sólo una pequeña parte de éstas es entregada a las autoridades, porque el resto va al mercado negro.
«Nosotros les comprábamos luego a ellos AK-47, M-16, y otras armas. Ellos pensaban que estaban vendiendo armas a otro grupo de narcotraficantes al que posteriormente le caerían para arrestarlo, quitarle las armas y volverlas a vender, un buen negocio, claro. Y la tercera fuente son las guardias blancas de los finqueros, que son entrenadas por oficiales de la seguridad pública y del Ejército. Tienen buenas armas, a finales del año pasado recibieron ametralladoras UZI. Y hay una cuarta fuente de aprovisionamiento que son las armas que tienen los campesinos en la mayor parte de México, escopetas de caza y otras cosas más rudimentarias. No tenemos la cantidad de armas que quisiéramos, ni las municiones. No hay apoyo extranjero.»
-¿Y el grueso de los combatientes, quiénes son, de dónde vienen?
-De la montaña, de la selva, pues. El EZLN pasó de una etapa a otra de un modo muy ordenado. Digamos que para los compañeros campesinos, el EZLN nació como un grupo de autodefensa, es decir, hay un grupo armado muy prepotente que es la guardia blanca de los finqueros que les quitan la tierra y los maltratan, y limita el desarrollo social y político de los indígenas.
Luego los compañeros vieron que el problema no era el de la autodefensa de una comunidad, o de un ejido, si no que era necesario establecer alianzas con otros ejidos, con otras comunidades y comenzaron a hacer contingentes militares y paramilitares más grandes, pero todavía con la idea de la autodefensa. Hubo un estancamiento hasta que el supremo gobierno tuvo la brillante idea de reformar el 27 y ese fue un poderoso catalizador en las comunidades. Esas reformas cancelaron toda posibilidad legal de tener tierra, que era lo que finalmente los mantenía como grupo paramilitar de autodefensa.
«Luego llegó el fraude electoral del 88 y ahí los compañeros vieron que tampoco el voto servía porque no se respetaba lo que era evidente. Estos dos fueron los detonantes, pero a mí se me hace que lo que más radicalizó a los compañeros fue la reforma al artículo 27, eso fue la puerta que se les cerró a los indígenas para sobrevivir de manera legal y pacífica. Por eso se alzaron en armas, para que se les oyera, porque ya estaban cansados de pagar una cuota de sangre tan alta.
«Aquí, cuando alguien se enferma y los familiares lo llevan al médico y éste les receta algo, entonces los familiares sacan cuentas sobre qué les sale más barato, si comprar las medicinas o comprar la caja. Así, de la manera más fría que uno pueda imaginar».
-¿Y la idea de la lucha armada, concretamente la de formar esta guerrilla tan singular, cómo se implantó?
-Nosotros llegamos ya con campesinos, no llegamos los ladinos a meternos en la selva para luego organizarnos. Desde antes, buscándole caminos a la situación, encontramos algunos sectores campesinos indígenas aquí en el sureste y con ellos hablamos y con ellos entramos, nos entrelazamos y luego empezaron a formarse y tener trabajo de dirección. Ellos fueron los que dijeron bueno, hay que meterse aquí, con un grupo guerrillero que era mayoritariamente indígena.
«Los indígenas nos enseñaron a caminar por aquí, nos enseñaron a vivir de la montaña, a cazar, y ahí comenzamos a estudiar sobre armas. Así comenzó el EZLN, pero la primera fase fue de pura sobrevivencia, había que aprender a vivir de la montaña, hacer que la montaña nos aceptara. Siempre desde el principio fueron los jefes políticos indígenas los que hablaban con las comunidades, porque es imposible que acepten a un ladino.»
-¿Ustedes se plantean tomar el poder a través de las armas?
-No. No pensamos a la manera maoísta de que el ejército campesino, desde las montañas, cerca a las ciudades. No pensamos eso, si no hay obreros no hay ninguna posibilidad política ni militar de nada.
-¿Ustedes son una fuerza nacional?
-En el sentido de que nuestras demandas fundamentales son nacionales y cuentan con simpatía, sí.
-En cuanto a los obreros, ¿hay alguna posibilidad de alianza, de interesar en su causa a los obreros de las zonas urbanas?
-Bueno, tendría que pasar que el EZLN incorpore entre sus demandas las demandas del movimiento obrero, no al modo de Fidel Schwarzenegger, claro. Yo lo que quiero que me entiendan es que cuando uno habla de muerte y de miseria en Chiapas, cuando uno habla de desesperación, pues es algo que acalambra. Por eso los compañeros dicen que ya basta, no hay eso de si hay o no consenso sobre la lucha armada: o nos morimos así o nos morimos de todos modos. Es mejor morir con dignidad, como lo han dicho muy claramente.
-¿Quiere decir que el EZLN no puede llegar a tener algunos puntos de coincidencia con el movimiento popular en otras entidades?
-Tendría que ser un espacio más amplio, en una bandera más grande. No sería dentro del EZLN; esa coincidencia con otros sectores tendría que ser algo más grande y amplio. Por eso hablamos de un movimiento nacional revolucionario. Ese punto de coincidencia tiene que ir sobre un punto más grande que el EZLN. Si alguien alza esa bandera, nosotros iríamos ahí…
-En cuanto a los diez puntos que ustedes plantean en su declaración ¿tienen propuestas concretas para resolverlos?
-Sí. Los compañeros que van a ir al diálogo tienen claramente definido eso, lo que queremos.
-«Eso implicaría crear autoridades regionales en las zonas dónde están?
-Autonomía, dicen los compañeros, como la de los vascos, o la catalana, que es una autonomía relativa, porque ellos tienen mucha, mucha desconfianza de los gobiernos estatales. Por ejemplo, en el caso de los compañeros no es tanto el Ejército federal el que concentra sus odios; es la seguridad, es la policía estatal, la judicial, que si nos ven nos comen a pedazos. Pues entonces ellos dicen que hay que negociar un estatuto de autonomía donde nuestro gobierno, nuestra estructura administrativa, sea reconocida por el gobierno y podamos convivir así, sin que se metan con nosotros.
-¿Han analizado hasta dónde puede llegar a intervenir Estados Unidos?
-¿En contra de quién? ¿De nosotros o de Salinas?
-Oh, pues de ustedes, claro…
-Pensamos que una intervención militar generalizada contra nosotros es poco probable. Pensamos que puede haber intervención, pero contra el proyecto del PRI. Los que están preocupados por la reunión del Congreso no somos los zapatistas. A nosotros eso nos deja inamovibles, la montaña para nosotros es el nacimiento y ha de ser también la muerte. El que está preocupado es el gobierno federal, creemos que es prematuro hablar de una intervención norteamericana.
-Dices que la falta de tierra fue el detonante de esta guerra. En este capítulo ¿qué quieren? Reforma agraria, artículo 27, ¿qué?
-Estamos pensando que se tiene que plantear otra vez el tema agrario, pero un paso importante sería anular las reformas salinistas al 27; estoy hablando de gente que tiene tierra mala o que no tiene tierra. Lo que dicen los compañeros es que la tierra es la vida, que si no tienes tierras estás muerto en vida y entonces para qué vives, mejor peleas y mueres peleando, pues.
«Anular esas reformas salinistas no bastaría, pero sería un inicio para abrir un proceso más amplio de discusión donde se tomara en cuenta al campo y no el compromiso gubernamental en cuanto al TLC, que es el que en realidad orienta esas reformas al 27.»
-¿Y sobre la democratización?
-Respeto a la demanda política. La Declaración de la Selva Lacandona sostiene que no puede haber un cambio democrático vigilado por un gobierno ilegítimo, o antidemocrático, si a ustedes no les gusta el término. Esto viene a demostrarse de una manera absurda después de que los ocho partidos políticos dicen: «Ahora sí, democracia», el otro viene y dice: «No se hagan bolas». Nos preguntamos qué garantías puede haber hacia ese documento, qué esperanza puede haber. Por eso nosotros insistimos en que ese tiene que salir para que entre otro que diga: `Ahora sí, peléense sin armas para ver quién gana.»
Oscurece y arrecia el frío. El subcomandante ordena una parada militar y la columna presenta armas a los periodistas porque, les dice el jefe, «son buenas gentes». Y entonan para nosotros sus himnos, el Insurgente y El Himno del EZLN. Se canta con la tonada de Carabina 30-30
Vamos, vamos, vamos, vamos adelante
para que salgamos en la lucha avante
porque nuestra patria grita y necesita
de todo el esfuerzo de los zapatistas
De regreso al campamento se desata contando chistes y anécdotas. Como ésta, del primero de enero:
En la comandancia de la Policía Municipal de San Cristóbal de las Casas suena el teléfono durante la madrugada:
-¿Comandancia de la Policía? Oiga, queremos avisarles que mucha gente armada está entrando por acá, por la Diagonal Centenario.
-Está bueno. Ya estamos informados. No se preocupe. Todo está bajo control.
Quien contesta es Marcos, quien coordina la ocupación de las instalaciones policíacas. Atacado de risa, claro.
Poco a poco van subiendo la cuesta las compañeras de la cocina con grandes ollas de guisado y cubetas de café. Saludan militarmente: «Compañero miliciano.»
Cuando está todo a punto la mayor Ana María se cuadra. «Subcomandante, estamos listos para servir». Y Marcos da la orden: «Agarren».
Pero él no come. Claro, el pasamontañas. Y aún están ahí los periodistas.
III
Fue la inspiración de Pancho Villa en la sierra de Corralchén, con alguna que otra adaptación. Un set cinematográfico tipo Hollywood. Con piedras se formaron cuatro calles con sus letreros. Con bambú y adobe se realizaron fachadas de casas y de un hipotético palacio municipal. De madera se hizo un pequeño autobús al que le pusieron de letrero «82» regimiento y a lomo de ser humano se llevó hasta esta distancia una motocicleta de verdad, sólo con el fin de dar el toque realista al escenario. En ese set se ensayó la ofensiva de enero de 1994. Cuando el Ejército cayó en ese campamento medio año antes, en mayo de 1993, los generales de la fuerza armada dedujeron: «Este es el plan de un ataque contra Ocosingo». En realidad, era mucho más.
«Si te fijas -nos dice ahora, sobre los hechos consumados, el subcomandante Marcos- las fachadas de los palacios municipales de San Cristóbal, Margaritas, Ocosingo y varios más son idénticos». Así se entrenó el EZLN para las tomas de esas localidades.
Sólo una cosa reclama el autor de la estrategia: reconocimiento a su originalidad: «Yo no me copié la ofensiva del FMLN a San Salvador en 1989, yo me copié el ataque de Pancho Villa a Ciudad Juárez».
En los doce días de combate no siempre sucedieron las cosas conforme al plan del estratega del EZLN. Ocosingo fue un caso en el que no hubo un combate propuesto. El Ejército los rodeó por dos lados y la población civil quedó en medio. En ese caso, cuenta Marcos, «nuestra tropa hizo lo que tenía que hacer, morirse por la población».
A pesar de su entusiasmo por el éxito logrado en ese su golpe maestro, la toma simultánea de cinco cabeceras municipales, admite con realismo:
«Ni podemos derrotar ahora al Ejército federal, ni el Ejército federal nos puede derrotar militarmente a nosotros. Lo decisivo en una guerra no es el enfrentamiento militar, sino la política que se pone en juego en ese enfrentamiento».
Mientras el subcomandante ladino habla, los comandantes indígenas -de uno de los Comités Clandestinos Revolucionarios del Ejército Zapatista de Liberación Nacional- presentes en la entrevista, asienten con la mirada:
«Asumimos que hemos tenido muertos. Nunca mentiremos sobre el número de nuestras bajas. Morir así, para nosotros, es un honor. Ahorita ya estamos viviendo de prestado».
Entre las armas y la negociación, entre la guerra y la paz, en la profundidad de su territorio, los zapatistas una cosa tienen clara: «Definitivamente, aún no es hora de entregar las armas».
Y sobre la influencia de las guerras de Centroamérica en la década de los ochenta en esta experiencia chiapaneca, señala: de los sandinistas, los zapatistas aprendieron la desconfianza a la opción puramente electoral. De los farabundistas, la desconfianza al desarme. Y de los guatemaltecos, sus vecinos más cercanos… esa es, tal vez, la única pregunta que quedó flotando en el aire.
Fuera de eso, la influencia es «puro Villa y Zapata, y los errores, lo que no debe hacerse, de las guerrillas mexicanas de los años setenta».
Ahora, en esta etapa de espera defensiva en su territorio, los zapatistas han empezado a minar carreteras, para evitar el avance de los blindados del Ejército por sus carreteras. El subcomandante Marcos pide que se informe de esto, sobre todo como advertencia a algunos periodistas que imprudentemente se cruzan los retenes del EZLN. «Ya nos pasó una vez. Un loco no obedeció la orden de detenerse y se siguió. Sudamos para desactivar las minas».
Mayo del 93: Corralchén
En mayo de 1993 el Ejército mexicano descubrió un campamento guerrillero en una localidad llamada Corralchén, municipio de Ocosingo. En él había, se dijo en ese momento, propaganda insurgente, restos de parque y una maqueta que revelaba ataques contra la cabecera municipal de Ocosingo. Pero la versión oficial se quedó corta. Había mucho más.
-El general Miguel Ángel Godínez, comandante de la zona sureste dice que lo que ustedes hicieron los primeros días de enero fue una acción propagandística y que fue un completo fracaso…
-Sí fue una acción propagandística y fue un completo éxito. Lo que sea de cada quien, fue una maravilla militar que es de la que nadie quiere darse cuenta, porque ahorita todos dicen que el que hable de las cosas militares es un guerrerista, un irreflexivo que no se ha dado cuenta de que la vía violenta no es un camino para México. Por eso yo creo que entre la prensa y los intelectuales, le han sacado la vuelta a la cuestión militar. Nosotros íbamos a empezar a las cero horas del día 31 de diciembre con los cohetes del Año Nuevo. Habíamos tomado en cuenta que no había población civil, porque eran vacaciones. La mayoría de la gente estaba en sus casas, no iba a andar en las calles si hubiera un tiroteo. Los oficiales del Ejército federal iban a estar de vacaciones o si no que explique Godínez dónde estaba su cuerpo de oficiales. Yo sí sé dónde estaba cada uno. Y el país entero estaba relajado.
«Y te voy a decir de una vez cómo le hicimos, porque si no van a decir que copié la ofensiva del 89 en El Salvador. Nosotros agarramos lo que hizo un señor que se llamaba Francisco Villa cuando atacó Ciudad Juárez, Chihuahua. Si se acuerdan ustedes fingió el ataque a Chihuahua y luego le cayó a Juárez.
«Nosotros amagamos el ataque a Ocosingo, y si revisas la prensa, tres días antes se supo en todo el país que un grupo de guerrilleros estaban en San Miguel (cercano a Ocosingo) y todo mundo se hizo pato.
«Entonces allí fue donde el enemigo pensó que íbamos sobre Ocosingo y nosotros empezamos a mover tropa y media hacia San Cristóbal. Cuando ellos se dan cuenta, pues esperan el ataque a Ocosingo, la sorpresa en San Cristóbal de las Casas, allí se espantaron.
-¿Qué pasó en mayo pasado realmente en la sierra de Corralchén, cuando les cayó el Ejército? ¿Fue una acción que ustedes buscaron o fue fortuita? (En esa ocasión este enviado, Elio Enríquez, reportó el operativo militar que cercó Corralchén y descubrió un campamento guerrillero cuando ya los zapatistas estaban lejos de ahí).
-No, fue un accidente. Nosotros pensamos que, o fue un chivatazo o fue un accidente que esa columna de soldados llegara a nuestro cuartel. Lo que es cierto es que esa misma noche ni un zapatista estaba en esa sierra. O sea, nosotros salimos del cerco inmediatamente y todos los combates posteriores eran entre ellos, nosotros ya estábamos replegados en la selva.
«Lo que pasa es que el Ejército atascó de soldados la sierra, entonces empezaron a avanzar las columnas, chocaron unos con otros y se mataron, nosotros contamos doce soldados muertos y seis heridos, pero así de morteros. Y es que en cuestión táctica si te falla la comunicación es difícil. Pero lo que nosotros suponemos es que el mando no dice me equivoqué y le pegué a los míos, sino que el mando dice son guerrilleros. Entonces Godínez empieza a aventar más y más soldados y se cierra el cerco.
«Nosotros en ese momento nos calmamos porque el CCRI dijo: si tocan los pueblos empezamos, si no, no.
«Pero ya estábamos esperando. El ejército cometió un error al retirarse, si ya estaba allí. Nosotros estábamos a punto de activar la ofensiva que estaba planeada para fin de año. De pronto, el asesinato del obispo Juan Jesús Posadas en Guadalajara. Luego el problema saltó a la prensa nacional y allí se paró, si no en mayo hubiera tronado y entonces me estarían preguntando en mayo».
-Dices que en la información que ha circulado casi no se toca lo militar. ¿Crees que hay un propósito deliberado de bajarle énfasis a lo militar, de reducir el fenómeno?
-Sí, a mí me parece claro que hay consenso en el gobierno, en ustedes y en la sociedad civil, que hay que mostrarle a todo el mundo que la vía militar no tiene ninguna opción.
-¿Por qué?
-No sé por qué. Nosotros demostramos en la ofensiva de enero que son posibles acciones militares de envergadura si se reúnen una serie de condiciones, y que esa sapiencia militar no tiene por qué buscarse en las guerrillas tradicionales o centroamericanas sino en la historia misma de nuestro país. Yo pienso que nadie le quiere meter a eso.
-¿Por qué pudiera cundir el ejemplo, dirías tú?
-Sí, el ejemplo de intentarlo o de planearlo bien y de llevarlo a cabo alguna vez, no el ejemplo de agarrar de pronto las armas y atacar el palacio municipal. Se dice: éstos sí son indígenas desesperados, hambrientos, analfabetas, pero hicieron un plan militar, lo llevaron bien, lo concluyeron bien.
-A pesar de los aciertos militares del EZLN hay un cierto fatalismo cuando ustedes hablan de sus perspectivas, como que asumieron que no hay mucho futuro desde el punto de vista estrictamente militar.
-Como dijimos desde el principio, estamos viviendo de prestado. Yo tengo que ser sincero con la gente y decirle: esta vez que les escribo a lo mejor es la última, ésa es la verdad. No es cáncer ni sida, es que nos quieren matar. O nos matan los federales a balazos o los periodistas por una imprudencia.
-¿Cómo esperan lograr algo contra un ejército bien armado y con gran apoyo logístico?
-Bueno, lo decisivo en una guerra no es el enfrentamiento militar, sino la política que se pone en juego en ese enfrentamiento. Nosotros sabemos que esta guerra no se va a definir en términos militares, ni aunque nosotros tuviéramos las mejores armas. Lo que cuenta es la política que anima a unos y a otros. No pensamos nosotros que ahorita haya una derrota militar de cualquiera de las dos partes, sabemos que no podemos derrotar ahora al Ejército federal, pero sabemos también que el Ejército federal no nos puede derrotar militarmente.
«No salimos a la guerra el primero de enero para matar o para que nos maten, nosotros salimos a la guerra para hacernos escuchar, en ese sentido es claro el pensamiento de los compañeros del Comité cuando dicen en su declaración el «ya basta». No fue suicida ni aventurero porque tuvimos pocas bajas y nuestra capacidad militar está intacta, y creció. Nosotros salimos de la montaña con varios miles de hombres y cuando nos replegamos lo hicimos con más hombres.
«Nosotros no mentimos respecto del número de bajas, no es necesario. No vamos a ocultar que morimos, para los compañeros morir en estas circunstancias es un honor, es de dignidad. Si el ejército dice que ha matado a tantos guerrilleros pues nosotros decimos que no es verdad, quién sabe a quién mataron, por eso no es gratuito cuando decimos que el Ejército mata civiles y luego dice que son zapatistas. Tenemos más gente, más parque y más armas, ¿dónde está el suicidio?»
-Hay testimonios fotográficos abundantes de que muchos combatientes zapatistas fueron enviados a la guerra con fusiles de palo. ¿Eso no es suicidio?
-No, cuando el combatiente no tiene aún un arma debe aprender a moverse como si la tuviera, es parte de la formación de un combatiente, llevar algo en las manos para que aprenda a moverse. Y el cuento de que llevábamos a los inditos con fusiles de palo y que detrás iban los extranjeros con armamento ultramoderno es una mentira.
Ocosingo, una ratonera
-¿Qué pasó en Rancho Nuevo y Ocosingo? ¿Cómo fueron esos operativos?
-El ataque a Rancho Nuevo fue porque un ejército hambriento de armas y de balas tiene que ir a donde están las armas y las balas. Después fingimos otro ataque a Rancho Nuevo, el día 2. No sé quién estaba al mando de Rancho Nuevo, o si había mando o no, pero el que estuvo hizo bien, se defendió bien. Nosotros fingimos atacar por el flanco derecho para atacar por los dos lados, pero ellos se defendieron por los dos lados, también. Entonces cuando mandamos a una patrulla a chocar se da el choque, hay muertos de los dos lados y nosotros lo que hacemos es lo que todo ejército perfectamente bien entrenado, alimentado y disciplinado hace, que es correr. Nos desbarataron la ofensiva, pues. Estábamos todavía aprendiendo. Estamos aprendiendo.
«Nosotros teníamos el plan de que cada cabecera municipal tenía que irse desalojando sin choque, pero estábamos pensando en Rancho Nuevo. Rancho Nuevo está fijo, porque lo acabamos de chocar para permitir una retirada ordenada, política, decimos nosotros, de Ocosingo, Chanal, Margaritas, Oxchuc y Huistán.
«Pero el Ejército manda una fuerza por Palenque, cuando no la esperábamos, por errores tácticos, y cuando se da el repliegue entra el Ejército y choca contra nuestra barrera de contención y les pasa a ellos lo que a nosotros en Rancho Nuevo, los desbaratamos y dispersamos, aunque no lo diga Godínez. Nosotros estamos dando como bajas del enemigo las mismas que el Ejército reconoce, pero para nuestros servicios de inteligencia hasta el 15 de enero había 180 cadáveres de federales en la séptima región militar de Tuxtla Gutiérrez. Pero lo que no tenemos confirmado no lo estamos dando por un hecho. De por sí el plan es replegarse la tropa que toma Ocosingo, que es una fuerza muy grande. Se va retirando en etapas y aparece el problema de los civiles. Los que estuvieron en San Cristóbal se dieron cuenta de eso. Los civiles se mezclan con nuestra tropa, por simpatía, por curiosidad o lo que sea. Y entonces los agarran en esa ratonera que fue el mercado. Nuestra tropa estaba posicionada pero no podía dejar a los civiles ahí.
«Para sacar a los civiles nuestros francotiradores empiezan a hacer fuego y a causar bajas en el Ejército y ahí el enemigo ubica a los que teníamos y nos empieza a morterear. Los heridos que tenemos en nuestro hospital de campaña no son por heridas de bala, sino por esquirlas de rockets y de mortero.
«Nuestros combatientes se tiraron desde una posición fija, cosa que es suicida para cualquier francotirador, que tiene que cambiar de posiciones, pero lo hicieron por sacar a los civiles, porque un combatiente tiene que proteger a los civiles. Ahí tenían que mantener trenes largos de tiro y entregaban las posiciones. Perdimos en el peor de los casos 40 compañeros.»
-Es mucho.
-Es serio porque son compañeros, aunque fueran cuatro. Pero los muertos están confirmados nueve, los demás no sabemos si están presos o están desaparecidos porque días después empezaron a aparecer por otros lados, por grupitos. Porque esa fuerza se conoce muy bien esa sierra.
«Así, lo de Ocosingo no fue un combate propuesto pero la tropa hizo lo que tenía que hacer, morirse por la población. Ahí es donde un guerrillero no puede optar. Si tiene que morirse por un civil lo va a hacer. Eso no lo entiende cualquiera.
-¿Los cinco muertos del mercado son zapatistas?
-No sabemos. Compañeros nos han contado de un combatiente herido que es capturado, un soldado lo amarra por atrás y luego llega otro y lo rocía con una ráfaga de arriba para abajo. Y otro que vio que llevaban a cuatro con las manos atadas, pero que eran civiles. Según lo que nos dicen nuestros orejas, que los tenemos en todos lados, lo de la exhumación del ministerio público se hizo de noche y lo dejaron para el otro día. En la noche llegó el Ejército y vistió a los cadáveres de guerrilleros. Pero no me atrevería a asegurar que todos son zapatistas.
-Esta semana empiezan las negociaciones. Para ustedes, llegó la hora de entregar las armas?
-Definitivamente no. Yo he hablado con los compañeros del Comité, además de con la tropa, pero como aquí los que mandan son los del Comité, pues nosotros tenemos que hacer lo que ellos digan, y ellos dicen que no pueden entregar las armas porque hasta ahora lo único que ha habido son promesas del gobierno de que las cosas van a cambiar y es lo que ha habido siempre en procesos electorales, haya o no haya movimiento armado; en procesos electorales siempre hay declaraciones y promesas. Los compañeros dicen que la entrega o no entrega de las armas tiene que ser en un proceso posterior a la negociación y a que se vea que están cumpliéndose los acuerdos.
-¿Miran ustedes conservar las armas como garantía de los acuerdos?
-Nosotros pensamos que sí. En este caso hay una doble garantía, primero para que el gobierno cumpla con lo que promete y luego hay una garantía de sobrevivencia. Porque hay algo en lo que no han puesto atención los medios de información, que es la existencia de guardias blancas (especie de escuadrones de la muerte), por cierto uno de nuestros principales proveedores de armas, ya que tanto les preocupa lo de las armas.
«En tiempos del gobierno de Patrocinio González se organizó la Unión para la Defensa de Ocosingo, al servicio de los ganaderos, que tenía 400 hombres armados. Nosotros pasamos a quitarles esas armas y encontramos de todo, fusiles M-16, R-15, escopetas, entonces, cómo vamos a entregar las armas si hay otras fuerzas militares, independientemente de que el Ejército esté de acuerdo con la paz. Las guardias blancas llevan aquí la voz cantante, sobre todo en la selva Lacandona. Tiene que desarmarse a esa tercera fuerza, en este caso, a las guardias blancas de los finqueros.
-¿Y cómo se mantuvo en secreto una operación tan vasta, con tanta gente en movimiento?
-Porque el pueblo está con nosotros. Prácticamente cuando el Ejército Zapatista y el Comité Clandestino hablan de territorio bajo control, es todo lo que no sea ciudad y carretera en Chiapas, o sea todo el territorio rural controlado por los zapatistas. Si no, ¿cómo es posible que nosotros podamos mover a miles de gentes desde la selva a una ciudad que está a doce kilómetros del cuartel militar más grande que hay en el sureste, el de Rancho Nuevo, y acampar días antes en los alrededores? Tiene que haber una complicidad, un apoyo no sólo del lugar de allí sino de toda la ruta de salida y entrada, que es la que nos permite replegarnos sin baja.
-¿Quieres decir que mucha gente cubrió la operación con silencio?
-Con silencio y con apoyo, porque hay que mover a la gente, alimentarla, esconderla, pero la mayoría callando. La mayoría podría no ser zapatista, pero se decía: pues esto va en contra del que me está molestando, está bien no voy a decirle al que me está molestando; al revés, ojalá se pasen y que les vaya bien. Así nos decían.
-¿Y cómo está el EZLN ahora, en estos territorios? ¿En campamentos, en los poblados, dónde?
-Qué bueno que me preguntas eso, porque dicen que estamos saqueando los ranchos y no es cierto. Estamos esperando un ataque, atrincherados a lo largo de todas las entradas, no podemos darnos el lujo de ir a robar vacas o cochinos. Ahorita estamos, en términos militares, dentro de nuestro terreno en una situación y un dispositivo defensivo que es de por sí el que ya teníamos planeado desde hace mucho tiempo y no tiene problemas para nosotros.
«El ataque es el que fue un dolor de cabeza, porque todo lo que es ventaja en la defensa es desventaja en el ataque. Por ejemplo, me refiero a la dispersión de fuerza. Ahorita nosotros tenemos fuerza en muchas partes, armada, ubicada y con conocimiento del terreno. Pero para la ofensiva, tú tienes que juntar toda esa fuerza y llevarla a un lugar que no es su terreno y ponerla a pelear allí, ésa fue la gran dificultad de enero, cómo poder resolver esa movilización y concentración de fuerza sin ser detectado por el enemigo.
«Inicialmente había pensado hacerlo el 28 de diciembre, pero luego pensé: cualquiera que hable y diga que estamos moviendo gente, nadie va a creer pues es el Día de los Inocentes. Por eso se canceló el 28 de diciembre y se dejó el 31 de diciembre.
-Si todo estaba tan bien planeado, ¿entonces, por qué detener el avance? ¿Por el alto al fuego gubernamental?
-Mira, te voy a decir qué pasó. Nosotros empezamos, nos dieron una corretiza, nos metimos en un lugar, combatimos bien, nos replegamos, y de pronto estamos poniendo explosivos en una carretera donde iban a pasar los tanques, ya sabíamos que así iban a entrar. Y de pronto me dicen alto al fuego. Chin. Pérate, algo pasó. Se supone que esto debe pasar cuando ya tengamos meses peleando.
«Fui con el Comité y les digo: escuché las noticias de alto al fuego. Algo tiene que estar pasando porque no es con nosotros. Saquemos el cese el fuego también para saber qué estaba pasando. Nosotros estábamos corriendo. No estábamos afrontando con nuestros heroicos pechos las balas del enemigo. Pero empezamos a calar que algo estaba pasando que no sabíamos. Y luego ya descubrimos que era esto: tenemos que reconocer, con honor, que la sociedad civil provocó ese cese al fuego, y yo pienso que ahí tuvieron un papel protagónico, por lo menos al principio, la poca prensa honesta que hay en este país, pero valiosa.
IV
La actividad política en los territorios zapatistas es intensa estos días. Los Comités Clandestinos Indígenas Revolucionarios de cada zona han seleccionado ya a dos delegados para la mesa del diálogo y están en proceso de consulta con las bases para definir el mandato que esos líderes llevarán: a qué le pueden decir que sí, y a qué, que no.
Frente a Manuel Camacho Solís se sentarán 15 zapatistas, entre comités y fuerza combatiente.
Admiten, nos confiesa el subcomandante Marcos, que se saltó tan rápido de la fase militar a la fase política que `no estamos preparados para el diálogo’
Según su definición del momento, el conflicto se encuentra, dice, entre un «monólogo disfrazado de diálogo» y un «conflicto bélico latente».
Aun así, afirma que se pueden esperar grandes resultados de esta negociación. «Políticos, sí».
Pero por otra parte, la dirigencia política del Ejército Zapatista de Liberación Nacional se prepara para un diálogo más amplio, más de fondo.
Por un lado, con los partidos políticos.
Según nos adelanta el subcomandante Marcos, algún día, tal vez pronto, todos los candidatos a la presidencia recibirán una invitación del Comité CCRI-CG para que vayan a visitarlos a sus territorios, «que se sienten con nosotros y a ver qué nos dicen de nuestro problema».
Para ellos, los zapatistas tienen un mensaje: «El mensaje es que hay un movimiento más grande, que va más allá de lo armado, en el que cada quien tiene algo que hacer para lograr la transformación de este país en algo más justo».
Porque si no se hace, advierte, «se puede negociar la paz en Chiapas en febrero y en junio otra vez el país está levantado; si el sistema no se revoluciona para las elecciones, existan o no existan los zapatistas, nos aniquilen o no nos aniquilen, el país se va a levantar».
En su agenda político-electoral, que nace de una cultura política distinta a la que conocemos en la grilla nacional, pretenden que, si no renuncia el presidente de la República, al menos tienen que haber reformas para que no sea el gobierno federal el que sancione el proceso electoral, y que sea un colegio electoral independiente el que diga: «Éste ganó y aquél perdió».
Las piedras cubiertas de musgo húmedo se vuelven más duras y más incómodas después de varias horas de entrevista. Aun así, continúa la sucesión de preguntas y respuestas, de la misma forma como continúa la sucesión de sol, neblina y llovizna. Al fondo, la caída de un arroyo. Un combatiente de catorce años se pone feliz de que las grabadoras registren ese ruido: «Que bueno, va a salir el habla del río».
-El tablero electoral está bastante movido a raíz de lo que se ha vivido a partir del primero de enero. Ustedes no son un partido político pero, ¿qué posición tienen ante las elecciones de agosto? ¿Piensan ustedes participar políticamente más adelante en el terreno electoral?
-Desde la montaña eso es difícil. Si no renuncia el presidente de la República, entonces tiene que haber reformas que digan que ya no es el gobierno federal el que sancione el proceso electoral, porque ya vemos que favorece a un solo partido; que sea otra instancia la que sancione eso. Es un principio que el secretario de Gobernación no tenga partido; que el Colegio Electoral sea el que diga: «Este ganó y aquél perdió», pues que no tenga vínculo con el gobierno federal.
«Tan es así, que el gobierno federal ya se definió con su máximo líder por un candidato; «no se hagan bolas», dijo. No va a haber elecciones democráticas a menos que haya un cambio en otro sentido en la ley electoral.
«Si hubiera una reforma en el proceso electoral que permitiera que no fuera el gobierno el que sancione las elecciones, es como si se cortara la cabeza porque finalmente es lo que está pasando».
-¿A ustedes les es indiferente que sea Colosio quien vaya por el PRI o sea otro candidato?
-Sí, la verdad sí. Incluso nos es indiferente quién gane las elecciones, si es que las ganan, o sea, su pensamiento de los compañeros es que si hay realmente democracia en México, cualquiera que salga tiene que responder a lo que la gente le diga, porque si no lo quitan, porque así es la democracia de los compañeros. Ellos, por ejemplo, son elegidos democráticamente, si no cumplen su trabajo su base los quita, los remueve. Por eso dicen: así debería ser el país. Si gana el PRI tiene que ganar a la buena, pero de tal forma que si no cumple lo que promete tenemos que quitarlo y tiene que entrar otro partido.
«Y por eso es que cuando el santo varón éste, Aguilar Talamantes, sale diciendo que él puede ser el brazo político del EZLN, los compañeros dicen no, pues hay que decirle que no, pero además hay que decirle que no a todos. Peléense, ganen, pero tiene que haber algo que diga que el que gane tiene que cumplir si no, no. Porque si apoyamos un partido y si va a ser lo mismo, lo que necesitamos es un espacio que presione a ese candidato o a ese presidente a que cumpla.
«En eso son muy claros y muy radicales. Ahora dicen: no, pues no hay que apoyar a tal o cual partido. Si va a ganar Colosio, tiene que ganar a la buena y ganar a la buena quiere decir que tiene que cumplir lo que diga. Lo mismo si gana Cárdenas o si gana Diego Fernández de Cevallos.
«Ellos están pensando invitar a los candidatos a que hablen con ellos o que los escuchen. Si no quieren venir, pues mandarles carta y decirles, porque finalmente lo que ellos hablen con el gobierno lo va a decidir el próximo presidente y ese próximo presidente para bien o para mal sale de entre los nueve o ya no sé cuántos sean los candidatos a la Presidencia».
-Los zapatistas ¿están dispuestos a constituirse en fuerza política?
-Eso tendrían que verlo los compañeros, porque hay mucha desconfianza respecto a lo de partido político. Tienen que ver ellos qué garantía se les da, qué reconocimiento, y luego finalmente dicen, bueno, pues es que nosotros no nos alzamos para tomar el poder. Si un partido político eso es lo que quiere, tomar el poder, entonces qué nos va a pasar a nosotros como jefes.
-Decías que las reformas al 27 fue detonante. ¿Y qué tal el gobierno de Patrocinio González?
-Sí. Ese Patrocinio era completamente absurdo, pero más que Patrocinio fue lo que él apadrinó: la Unión para la Defensa de Ocosingo, las Asociaciones ganaderas de Altamirano, de Margaritas, asociaciones muy retrógradas. Son la burguesía más reaccionaria de las burguesías, muy agresiva, déspota, racista. A diferencia de otros gobernadores que la paliaban o se hacían pato, ese Patrocinio la aplaudía. Sí, tuvo mucho que ver él con ese proceso de radicalización.
-¿Cuál es su mensaje? ¿Sienten ustedes que están siendo escuchados?
-El mensaje es que hay un movimiento más grande, que va más allá de lo armado y que cada quien tiene algo que hacer como agrupación política, o como individuo que se mueve tiene que hacer algo por la transformación de este país en algo más justo. Más justo para todos, no sólo para un sector. Algunos lo entienden. Yo pienso que los que menos lo entienden son los partidos políticos. Debían ser más agresivos, no en el sentido de que agarren las armas sino de empujar más para ganar más espacios políticos de participación. Parece que la declaración de que están a favor de la paz obedece más a que en algún momento todos se sintieron en la necesidad de decir algo sobre Chiapas. Desde extermínenlos, como Fidel Schwarzenegger, hasta no, violencia no, cálmate, paz, paz, paz.
«Pero el único argumento que se puede dar a la sociedad civil de que las armas no, es que tiene que haber un espacio realmente democrático. ¿Pero qué se está haciendo para empujar este espacio democrático aparte de hacer declaraciones y artículos en los periódicos? Yo pienso que si los partidos políticos -de todo el espectro, no me estoy refiriendo a ninguno en especial- en el pacto de civilidad ese, que Salinas anuló inmediatamente con aquel «no se hagan bolas», se quedan sólo en eso, pues no.
«Pueden negociar la paz en Chiapas en febrero, y en junio otra vez el país está levantado. Si el sistema no se revoluciona para las elecciones, existan o no existan los zapatistas, nos aniquilen o no nos aniquilen, el país se va a levantar. Y entonces no va a ser de que sólo son los indígenas o sólo los guerrilleros, sino que va a haber muchas formas de lucha y ahí sí los partidos políticos se van a ver rebasados como se vieron rebasados aquí».
-¿Los sientes rebasados aquí?
-Pues el hecho de que los compañeros hayan dicho que no hay opción electoral, está claro.
-¿Qué pasa si después de todo, el estado vuelve a la normalidad, a lo de antes? ¿Darían otro golpe militar?
-Decisiones de ese tipo dependen de una dirección colectiva, no dependen de que si a Marcos se le ocurre atacar mañana, o que se enojó por el editorial de Payán del 2 de enero. No puedo decidir eso. Tengo que consultarlo al Comité y el Comité tiene que consultarlo en un proceso más o menos complejo, que si conviene o no conviene. Decisiones de ese tamaño no corresponden a un individuo.
¿Rumbo a Chinameca?
-¿Te vas a sentar en la mesa de negociaciones?
-No sé. Falta que decida el Comité. Si decide, pues tendré que hacerlo. Ya te digo, en todos los compañeros del Comité y en nosotros está el fantasma de Chinameca y de la imagen de Carranza detrás de Salinas de Gortari cuando anunció la Ley de Amnistía. No descartamos un golpe en ese sentido, está contemplado. Se supone que está la sucesión de mandos a nivel militar y están los relevos del compañero del Comité. Ya en concreto quiénes van, hasta el día de hoy -2 de febrero- no está definido. Pero ya están definidos los pliegos petitorios que se van a presentar, que prácticamente retoman lo de la Declaración de la Selva Lacandona y los comunicados del EZLN. No hay cambios en ese sentido. No hay de que antes decíamos que renuncie Salinas y que ahora decimos, no, que siga, no. No hay cambio. En todo caso, se concretizan ya algunas demandas que antes aparecían más generales. ¿Por qué preguntas? ¿Quieres verme ahí?
-En otros procesos la cuestión militar fue un acelerador del diálogo. ¿No faltan más tiros en México para que las partes se convenzan de que hay que hablar?
-Nosotros lo hemos pensado, pero no podemos tomar iniciativas en ese sentido como están las cosas ahorita. No podemos decir que rompemos el juego porque ni siquiera hemos empezado a hablar. Esta es la situación ahora, no digo que eso vaya a pasar una vez que el diálogo no funcione, si es que eso sucede.
-Entonces, ¿van a hablar con las armas en la mano?
-Claro, definitivamente, los compañeros han sido muy claros en eso. En el primer punto de la negociación no puede estar la entrega de las armas; en el primer punto de negociación están nuestras condiciones de vida.
-Podrá ser este un diálogo de sordos…
-Para nosotros está claro que el gobierno está preparando las condiciones políticas para una operación militar de gran envergadura. El proceso de diálogo o, como dice el señor Camacho, las jornadas de la paz y la reconciliación, tienen un ultimátum, o negociamos o…
-¿Cuántos delegados irán al diálogo, todo el CCRI?
-No, el Comité Clandestino son decenas de compañeros. Cada comité, que controla un territorio, está nombrando dos delegados y a esos dos delegados les están diciendo: tú puedes decir que sí a esto, a esto tienes que decir que no y esto ni lo toques, y esto es lo que vas a pedirle. Los que van a ir tienen capacidad decisoria. Cuando digan «sí, esto sí lo acepto», es que vale y cuando digan que no lo aceptan quiere decir que vale, que no lo va a aceptar nadie.
-¿Cuántas personas serían las que asistirían?
-Nosotros calculamos unos 15, entre fuerza combatiente regular y los comités, porque nosotros pensamos que tiene que ir también representación de la fuerza combatiente, que es la que se mueve, pues, y tiene que escucharse también su voz. Pero no sabemos, porque apenas acabamos de recibir la carta, apenas la estamos mandando a Camacho, falta ver qué contesta.
-¿Y la presencia de la prensa cómo será, la condicionarán o…?
-Nosotros dijimos que entrará todo mundo, sólo vetamos a Televisa por obvias razones. Nosotros queremos que la lucha se conozca, no les vamos a cobrar a nadie; al revés, nos hacen un favor tratando como los antiguos trataban a nuestros abuelos.
-¿Y cuál es el balance a un mes del inicio del conflicto?
-Nosotros hemos pasado muy rápido una fase para la cual no estábamos preparados: el diálogo. Estábamos preparados para un proceso largo de guerra de desgaste, de choques militares, de disputa política por los poblados, de lucha ideológica, y ya después si el gobierno los cooptaba, se iba a dar el diálogo, pero ya en esas condiciones
-¿No se preveía que fuera tan rápido?
-La verdad, no. Por eso te digo que cuando nosotros estábamos preparando la defensa, las minas y los explosivos, y pasa lo del cese al fuego, es donde descubrimos que algo había pasado y yo pienso que fue la prensa la que provocó todo.
-En algunas partes tienen apoyo de la población, pero en muchas otras partes no. O hay miedo y desconocimiento o franco rechazo…
-Es que en esto se entrelazan en esta estrategia, vieja ya, desde Vietnam, lo que está haciendo el Ejército federal, de ofrecer despensas y dinero a gente que llega a Ocosingo y Altamirano para que diga que los zapatistas los sacaron de sus comunidades, que les robaron las cosas, que los golpearon. Todo lo que está saliendo ahorita en la prensa. Que los comités estuvieron revisando los casos y resulta que es gente que dijo voy a comprar sal y de pronto aparece haciendo declaraciones y según nos dijo uno que regresó, es que personal del Ejército les dice: di que te están molestando y te doy tus despensas. El Ejército federal pasaría de ser el agresor de la población civil a ser el salvador de la población civil en contra de nosotros, los transgresores de la ley, o sea, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
«Pero eso se tiene que completar con lo que se está haciendo a nivel nacional con esta estrategia del monólogo disfrazado de diálogo o diálogo en formación. Así como nosotros somos fuerza política en formación, el monólogo del gobierno es diálogo en formación».
-¿O sea que como están las cosas no se pueden esperar grandes resultados de esta negociación?
-Políticos, sí.
-Por lo que dice, está claro que no van a entregar las armas. Pero, ¿de qué sirven las armas si estás políticamente incapacitado para usarlas, como ahora?
-Bueno, ahorita las armas no pueden actuar políticamente a la ofensiva, pero materialmente son capaces de actuar a la defensiva. Estamos en nuestro terreno. Para sacarnos tienen que venir por nosotros. Ese es el hecho de que el gobierno federal le piense para ir a acabar de una vez con nosotros.
-Parecería que parte de la estrategia gubernamental, que actuó con mucha prisa para desmontar la guerra, les complica a ustedes la acción militar. ¿Cierto?
-No, te digo, porque el conflicto bélico está latente, no está actuando pero está ahí y puede brincar en cualquier momento y por lo mismo no podemos entregar las armas. Son nuestra defensa. El primero de enero fue nuestra forma de hacernos oír. Ahora son nuestra forma de sobrevivir para que no nos aniquilen. O que nos aniquilen a un costo muy alto para el país. No le damos a las armas un valor que no tienen. No tenemos el culto a las armas sino a lo que ellas representan en uno u otro momento político. Pensamos que en este momento las armas son nuestra garantía de sobrevivencia, una garantía que estamos dispuestos a defender con dignidad.
-De la experiencia de las revoluciones y luchas centroamericanas, ¿qué lecciones aprenden? ¿Qué conclusiones sacan?
-Bueno, nosotros lo que hemos aprendido de la revolución centroamericana es mirar con mucha desconfianza la entrega de las armas, como el caso de El Salvador, o la confianza sólo en los procesos electorales, que es el caso sandinista. Pero nuestra tutoría militar viene de Villa, principalmente, de Zapata y de lo que no debió hacerse de las guerrillas de los setenta, es decir, empezar con un movimiento militar localizado y esperar a que las bases se fueran sumando paulatinamente o iluminadas por ese foco guerrillero, o dirigirse a sectores que nunca los iban a apoyar. Nosotros pensamos que esos fueron errores de interpretación de las guerrillas de los setenta que nosotros los hemos asimilado bien. No creo que en términos militares se nos pueda cuestionar mucho hasta ahora. Claro que no hemos enfrentado el poderío militar del Ejército federal en su totalidad, pero realmente en cuestiones de táctica o de estrategia no hay vinculación con extranjeros.
«Hay un intelectual que dirige una revista que dice que la prueba de que en el EZLN hay influencia centroamericana es que: uno, retirábamos a nuestros heridos y a nuestros muertos; que eso lo habíamos copiado del FMLN. Y dos, el ataque a las ciudades, que eso lo habíamos tomado del FSLN. Y las dos cosas nosotros las tomamos de Francisco Villa; él tenía trenes para evacuar a sus heridos, nosotros lo que hicimos fue secuestrar camiones para ir sacando a nuestros heridos y a nuestros muertos hacia nuestros poblados y hospitales de campaña».
Llegó la hora de las despedidas. Las compañeras de la cocina, adelitas mayas, nos rozaron apenas las palmas con sus palmas. Otra vez a entregar los relojes y el equipo, a desandar lo andado.
Tal vez a los reporteros se nos quedaron muchas preguntas en la punta de la lengua o en la mochila. Ya de regreso, durante el trayecto nocturno y en la cómoda oscuridad de los ojos vendados, muchas de estas interrogantes salieron a la superficie, pero ni modo, era demasiado tarde. El subcomandante Marcos, el personaje que capturó la imaginación de muchos mexicanos el primero de enero, había quedado atrás. Los milicianos que nos acompañaron de salida del territorio zapatista caminaban silenciosos, ensimismados.
Íbamos pensando en una pregunta, la única, que el sup nos hizo a nosotros:
¿Y ustedes, qué van a hacer?
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