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Palabra del Ejército Zapatista de Liberación Nacional

Sep291994

Mensaje por el aniversario de la masacre del 2 de Octubre

Palabras del EZLN para la manifestación del 26 aniversario del 2 de octubre de 1968
en el Zócalo de la ciudad de México.

2 de octubre de 1994

Al pueblo de México:

Hermanos:

29

Anda la miseria por boca del poderoso y llega lejos y fuerte su voz para llevar el engaño a todos los suelos.

Nosotros somos el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, organización rebelde contra el mal gobierno que padece nuestra patria. Nosotros somos zapatistas.

Siendo mexicanos nos niegan el derecho a hablar y discutir las formas en que se gobierna nuestra vida y nuestra muerte. Porque somos indios, dice la soberbia, debemos conformarnos con recoger del suelo las migajas que salpica el poder del poderoso. Si nuestra palabra se alza para pedir democracia y libertad, dicen que es ajena esa idea a nuestra gente, que es de otro lado la semilla que en nuestro corazón crece. Antes de que los que hoy se sientan a comer nuestra sangre hecha riqueza fueran un sueño siquiera en la noche de los tiempos, nuestros antepasados, nosotros, ya nos gobernábamos con razón y justicia, y era nuestro mundo no peor a éste en el que ahora nos obligan a morir.

Como hace veintiséis años, hoy el supremo gobierno y sus cómplices dicen que lo que se les opone no es auténtico.

Hoy, como hace veintiséis años, el mal gobierno dice que fuerzas extranjeras y antinacionales mueven el corazón, la palabra y el fuego de los zapatistas en el Sureste mexicano.

Ustedes, hermanos, los estudiantes, los obreros, los colonos, los campesinos, las amas de casa, los empleados, los artistas e intelectuales honestos, los hombres, los hombres y mujeres que hace veintiséis años participaron en uno de los movimientos más importantes de este doloroso siglo, saben lo que es luchar contra la mentira y la calumnia, lo saben sus hijos, los hombres y mujeres que, después de 1968, lucharon y luchan contra el sistema de injusticias. Hoy, como hace veintiséis años, el mexicano, que no acepta limosnas, que no acepta opresiones, que es digno, que se rebela, que lucha, es sospechoso de no ser mexicano, de ser extranjero.

¿Quién es el extranjero?, preguntamos nosotros. ¿Quién es el extranjero? ¿Nosotros, que venimos de la sangre original de estas tierras? ¿Nosotros, que levantamos en esta plaza una muestra de una cultura que inútilmente han tratado de ocultar bajo el concreto y el olvido? ¿Nosotros que resistimos desde centenares de años la opresión y la injusticia? ¿Nosotros, que a pesar de la venta de esta patria a la voluntad del dinero seguimos cuidando y cultivando la palabra que nos dio vida y nos parió para andar en la tierra, la palabra verdadera?

¿Quién es el extranjero?, preguntamos nosotros. ¿Aquel que en voluntad y pensamiento tiene otra bandera, la bandera del dinero? ¿Aquel que mira al imperio del águila rapaz como imagen de felicidad y suspira por bien imitar la soberbia que oprime estas tierras? ¿Aquel en quien camina la palabra en lengua extraña a estas tierras para nombrar las cosas que el trabajo del hombre pone en el mundo? ¿Aquel que reniega del color oscuro en la piel, se avergüenza de su pasado y usa la palabra «indio» como insulto y descalificación?

Ese que se sienta en Palacio Nacional es el que es ajeno a estos suelos, ajeno a nuestra voluntad de gobierno y ajeno al futuro que ansiamos.

Hoy volvemos a repetir la palabra primera del año: que se vaya. Como antes vuelve nuestro corazón a pedir un lugar en su palabra de ustedes, hermanos. Que aunque todo parezca pasado, ¡que se vaya!

Hoy está lejana nuestra voz de esta plaza en la que ustedes hablan. Sigue la mentira que usurpa sentada en el palacio que está junto a ustedes. Sigue la soberbia en el poder; sigue el dolor en las gentes buenas de estas tierras. Si todo sigue igual, ¿por qué habría de enmudecer nuestro grito primero?

Hoy, frente a ustedes, lo repetimos. Lo volvemos a gritar para que nadie olvide ya por qué están alzados los zapatistas: ¡Que se vaya, hermanos! Tiene las manos manchadas de sangre en crímenes. ¡Que se vaya hoy! ¡Que ya no siga su soberbia asesinando incluso a aquellos a quienes tiene cerca!

Escuchen, hermanos, esto pide nuestro corazón lejano: griten ustedes aquí lo que nosotros gritamos en las montañas del Sureste mexicano: ¡Que se vaya! ¡Que no siga la mentira gobernando nuestra historia!

Hoy, como hace veintiséis años, como hace sesenta y cinco años, como hace quinientos dos años, la mentira se esconde detrás de la legitimidad, de la legalidad, de la bandera que es nuestra y no de aquellos quienes la han manchado poniendo sus colores como fondo de sus crímenes. La bandera es nuestra, de los mexicanos, no de aquellos con vocación extranjera. Es suyo el verde, hermanos; es el rojo nuestro. De la unidad de ambos nacerá el blanco que reclama la dignidad del águila hoy prisionera tras las barras y las turbias estrellas. Recuperemos nuestra bandera.

Es muy triste saber que una parte de la Iglesia católica, al igual que hace quinientos dos años, bendice el dinero y el acero que hoy nos oprime.

Como en la época de la conquista española, nuestra sangre es requerida para lavar la soberbia del poderoso. Como entonces nuestra cultura y nuestro color de piel son llamados al desprecio y a la burla. Como entonces los golpes, el plomo y la cárcel son la respuesta a nuestros reclamos.

Como entonces al lado del poder y el dinero camina la cruz que se decía redentora.

Como ayer con el virrey González Garrido, hoy una parte de la Iglesia católica avala la usurpación y bendice la pesadilla que amenaza estas tierras.

Algunos han dicho que las dificultades para el reinicio del diálogo provienen de que el EZLN abandonó sus demandas sociales para hacerlas políticas.

Entonces nosotros preguntamos si los indígenas no tenemos derechos políticos, si debernos conformarnos con las promesas de limosnas con que el gobierno nos ha respondido, si no tenemos derecho a exigir respeto a la voluntad popular de elegir un gobierno, si sólo los mestizos tienen derecho de participar en la política, si debemos rendirnos a la imposición de un personaje ligado a la historia más sucia y cobarde de Chiapas, si debemos aguantar otra vez la humillación y la muerte que nos prometen las guardias blancas, si debemos soportar el racismo de los grandes comerciantes y ganaderos, hoy disfrazados de «frentes cívicos»; si debemos malbaratar la sangre de los nuestros y aceptar que todo siga igual en nuestro suelo.

¡NO! No nos conformaremos. No nos rendiremos.

Salud, hermanos del campo y la ciudad. Que en esta plaza se unan su voz y la nuestra. Que escuche claramente el sordo oído del usurpador. Que suene grande la voz del pueblo mexicano gritando:

¡Democracia!

¡Libertad!

¡Justicia!

Desde las montañas del Sureste mexicano

CCRI-CG del EZLN

 

 

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