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Palabra del Ejército Zapatista de Liberación Nacional

Jul241994

Subcomandante Marcos, entrevista con Elena Poniatowska: Las decisiones grandes, las estratégicas, las más definitivas, vienen de abajo. 

Entrevista del Subcomandante Insurgente Marcos con Elena Poniatowska

24 de julio de 1994.

Elena Poniatowska, San Cristóbal de las Casas [LJ, 30/vii a 3/viii]. Primero recibí la carta, el 14 de julio, día de la Toma de la Bastilla. No se me ocurrió publicarla. Más tarde, en la selva lacandona me dí cuenta que al subcomandante Marcos sí le hubiera gustado, siquiera para que se comprobara la diversidad de su estilo. Mi reacción fue ir volada a Aviacsa, comprar cuatro boletos al aeropuerto de Terán (el más cercano a San Cristóbal) para Felipe y Paula y mi hijo postizo Manuel Fernández. El 22, a las 5:30 a.m., salimos muy contentos. En el aeropuerto sentí conmiseración por esas criaturas de traje de casimir, vestido y zapatos de tacón que jalan sus pesados velices mientras nosotros traíamos encima lo indispensable y un paraguas.

En el aeropuerto de Terán tomamos un taxi, pasamos lo retenes rumbo a San Cristóbal, el verdor líquido rodeaba el automóvil, danzaban frente al parabrisas figuritas de una rosa estridente y Paula dijo: «Parecen duendes». Papás, mamás y niños cargados con un haz de leña, como de cuento de niños, el grandote para el papá, el mediano para la mamá, el chiquito para el hijito. El taxi iba a velocidad supersónica a pesar del agua. En el taxi, Felipe olvidó el paraguas.

En el Hotel Casa Vieja le hacen descuento a todos los de La Jornada. La salida a algún lugar en las montañas del sureste es a las 6 de la mañana del día siguiente. Ese día 22 en San Cristóbal vamos a Chiktal, a la Curia, a la CNDH, a DDHH, a Fideo, a Caritas, a Compaz, a Cocech, a dos que tres ONG y a varias otras siglas, todo bajo la lluvia y sin paraguas. Paula, Felipe y Manuel, que ya venían gripientos, tosían sin cesar, a tal grado que dos días después a media selva el subcomandante Marcos (que manda traer a la enfermera con su bolsa de plástico de medicinas) exclamará: «Oigan, ya, ¿no?»

No es fácil llegar hasta el subcomandante Marcos. Hay que hacer contactos, conectes, sumergirse en un océano de siglas. Dizque son cinco horas de San Cristóbal hasta Guadalupe Tepeyac, pero como ahora es época de lluvias se hacen más, y eso si se consigue vehículo porque sólo pasan los jeeps, las pick up y uno que otro vochito que no teme los golpes. Eso sin contar los retenes que empiezan desde Tuxtla Gutiérrez, al bajar del avión en el aeropuerto de Terán. Los soldados son amables, bromean: «¿Chilangos? Yo también soy chilango, saluden a la novia que allá dejé». A veces sólo piden la credencial del conductor, a veces la de todos. En el último retén militar, el teniente coronel Juan Daniel Lara Capuchino es más caballeroso que el director de Protocolo de Relaciones Exteriores, y eso que no ha de ser nada fácil en medio de este lodo y esta soledad interrumpida sólo por las tiendas de campaña caquis y la punta de los fusiles.

Dejamos atrás los costales que la hacen de trinchera, la valla de fusiles y los soldados bajo sus cascos que apuntan con su fusil (¡qué vida tan ingrata!) y seguimos por el camino de tierra brutalmente roja.

En el albergue de Guadalupe Tepeyac (parte del hospital que construyó Solidaridad y fue confiscado por los zapatistas) esperamos todo el día. ¿No que la cita era el 23? Lo que nos ha sucedido hasta ahora tiene tintes surrealistas que le fascinarían a Leonora Carrington. Encontramos una bellísima pareja que va hasta Guadalupe Tepeyac en bicicleta, ¡háganme ustedes el favor!, y nos sonríe cuando los rebasamos. A ella podría confundírsele con una actriz de cine, su pelo relumbra al Sol, su sonrisa es preciosa y me quedo con una imagen de oro. Tres días más tarde los encuentro en el albergue. Ella y él han metido sus mountain bike al dormitorio. Una noche durmieron sobre costales de frijoles, otra se empaparon, la tercera no pudieron cerrar el ojo por las garrapatas y los piojos de campo (que se meten en la ropa), pero ya están aquí sonrientes y encantados de ser lo que son, dormir bajo techo y ver, si es posible, al Sup. También esperan con sus equipos de filmación, grabación, fotografía, un periodista del Miami Herald, uno de Le Monde, tres alemanes, dos españoles, un gringo, una salvadoreña y Alejandro y Marina Calvillo, que vinieron a traerle una propuesta de Greenpeace. ¡Y yo que creí que la popularidad del «Sub» había decrecido!

El día se va en esperar y desesperar. Una nunca sabe cuándo llegará la chaparrita encapuchada a decir que «ya». Mientras, en una casucha de madera, a unos 300 metros, se puede mandar hacer arroz y frijoles, comprar refrescos y alimentos chatarra cuya delicia descubro. Una baja a comer, sube a esperar o a ver el partido de basket en la cancha del pueblo. Así pasa un día o dos y pueden pasar tres. Hasta que se abre el cielo. «Ya vinieron por nosotros». Entonces los elegidos agarran sus cosas olvidando la mitad y salen destapados a treparse al camión de redilas el corazón en vilo. Esto puede pasar a altas horas de la noche bajo un aguacero, en la madrugada, a cualquier hora. Por de pronto está por terminarse el día 23 cuando recibo otra carta:

Ejército Zapatista de Liberación Nacional 23 de julio de 1994

A Elena Poniatowska

El sonido de miles de cuernos resuena en valles y cañadas. ¿Algún candidato de algún partido de Estado de algún país de algún inminente proceso electoral? ¡No! Vuestra llegada anuncian y ya corre el cortejo, ya se oyen los claros clarines, ya las campanas tañen, ya sigue mi bota rota y yo me apuro, me apura el Comité, yo apuro al Comité, se hace una asamblea y se vota si hay que apurarse o no, el Comité apura la votación, apurada gana la apuración y sí, apurados todos y «consensados» en nuestro apuro nos enfilamos hacia la zona franca donde vuesa beldad reposa su fatiga. Pero resulta que, apurada apuración del apuro y todo, tardaremos horas, tal vez días (meses y años si tenemos el viento en contra) en llegarnos cerca vuestro. La paciencia es virtud de los guerreros, pero no de las escritoras, así que se me ocurre mandaros una apurada flor de apuro para tratar de reteneros lo suficiente para que se acabe de organizar nuestro apuro (que, a como va, será por el 2013) y nos lleguemos (todavía arreglando el yelmo, un poco ladeado por la carrera), hasta vuestra presencia y ponernos literalmente (seguro alguno se tropieza por la armadura oxidada) a los pies vuestros. Yo no me puedo hacer presente hasta que el reloj del Palacio de Buckingham dé las doce campanadas (que no tengo una maldita idea a qué hora será pero suena muuuy elegante lo de «Buckingham»), pues antes de esa hora debo sobrellevar una horrible maldición que me condena, años ha, a de día ser una calabaza, eso sí, una hermosa calabaza, pero una calabaza al fin y al cabo. Dudo que vuesa excelencia considere prudente entrevistar a una calabaza, sobre todo si la calabaza lleva pasamontañas, así que le ruego esperar la improbable hora de improbable reloj del improbable palacio del improbable «Buckingham» (¿así se escribe?). Por cierto, aprovechando que el puente levadizo, que cubre el foso de cocodrilos y sirenas, quedó tendido cuando pasaba vuestro cortejo, seres incomprensibles que se ostentan como periodistas cohabitan ahora el palacio que a vuesa beldad y comitiva hemos destinado.

Disimule, mi dulce dama, haga como que nada ocurre, diga que la flor que le mando la encontró usted en… en… ¡el baño! ¿No? Bueno, piense usted, para eso es escritora. ¡No! ¡No se ría! ¡Pueden sospechar! ¡Disimule! Sí… así… muy bien… Ahora ponga esa cara de fastidio que ponen las mujeres con más de cuatro años de «feliz matrimonio»… bien… muy bien… Lo hace usted muy bien… ¿experiencia previa? No, ya sé que no me incumbe… sí, usted hace las preguntas y yo contesto… sí, no se volverá a repetir… pero ¡es que le sale tan natural!… Ya, ya… sí, dejaré eso… Bien, sigamos adelante… acérquese a un rincón del suntuoso palacio… ¡No! ¡Ese no!… Sí, ése está mejor… Ahora tome usted la suave y multicolor pluma de avestruz que el rey de Mocutumbo me obsequió… Sí, bonita… ¡No se distraiga! ¡El enemigo acecha!… ¡Silbe!… ¡Sí! Silbe usted una canción, así los distraerá… ¿Cuál?… Y yo qué sé… Mmmmh… ¿Qué tal «Cantando bajo la lluvia»? ¿Qué?… ¿Que no llueve?… Espérese usted y hasta salvavidas va a pedir… Bueno, bueno, ¿tiene ya la pluma?… Bien, remoje la punta en ese hermoso frasco de tinta invisible que me regaló la bruja del Mago de Oz… No, no murió aplastada… Sí, se vino a refugiar con otras transgresoras de la ley… ¿Ya? Bueno… Ahora escríbame unas líneas… ¿De qué?… ¡Lo que sea!… Yo sólo necesito saber si esperará vuestra beldad y si, llegada la hora, podréis libraros de los feroces carceleros que, con el torpe disfraz de periodistas, os impiden el paso… ¿Que si creo que sospechan algo? ¡Pero señora! Son periodistas, no diputados… Ya, ya, sí, ya sé que nada de política… Bien, ¿terminó usted? Ahora entregue el pergamino a quien le entrega esta misiva… ¡No! ¡Así no! ¡Con discreción! Sí, así está mejor…

Vale. Salud y un filtro mágico de esos que cambian dragones en ranas y príncipes en candidatos oficiales… ¿No era así? Bueno, salud simplemente….

Desde las montañas del sureste mexicano

(o sea, aquí cerquita)

El Sup, de calabaza graduado, rodando loma abajo.

¡Cómo se dio el tiempo de escribir esa carta en medio de tanto trabajo, tantas solicitudes, tantos periodistas que lo esperan, va más allá de mi entendimiento! Garabateo una respuesta en la libreta rayada office line y atesoro su carta en el fondo del sleeping bag.

A las 10 de la mañana del 24, bajo el Sol que hace que la tierra humee bonito y platiquen los pericos en los árboles, nos toca irnos en el camión de redilas (voy adelante junto al chofer, Paula a mi lado, las dos muy bien sentadas) llegamos a un claro en el bosque, después de pasar un retén feroz de zapatistas que cierran el camino con su fusil y prácticamente desvisten a Paula, a Felipe y a Manuel. Pienso atemorizada: «Ahora sí la cosa va en serio». «¡A la señora no, a la señora no!», grita el mayor Mario. Él mismo aclara tras de su paliacate que está a mis órdenes «para todo lo que se le ofrezca». Le digo que se me ofrece que no maltraten a mis hijos. No responde. Volvemos a subir al camión. Paula está blanca. Derrapamos, caemos en baches, los zapatistas que se han subido al camión de redilas se meten al agua para empujar y desatascarlo; sus pantalones se enlodan arriba de las rodillas, sus caras se ven muy serias. Desembocamos en un claro en el bosque y el espectáculo es sobrecogedor: miles de troncos de árbol partidos a la mitad bajan escalonados hacia nosotros desde la punta de la colina en un anfiteatro griego. El camión se detiene y de pronto al saltar alguien me da la mano y la besa. (Híjole, hace tres días que no me baño.)

Vamos hacia una tienda de campaña. El subcomandante Marcos ordena que traigan sillas (de esas bonitas de madera, plegadizas), una mesa y nos sentamos afuerita. Todavía no me repongo. Explica que allá arriba en gayola estarán los periodistas, que hoy son 600 los constructores entre milicianos y campesinos que arrastran los troncos, los parten a la mitad a puro machete y a todo lo largo y clavan en el suelo las horquetas. Las horquetas son una maravilla, dos ramas igualitas al wish bone, el hueso de la buena suerte en el pollo que si te toca y no se rompe te cumple tu deseo. ¡Cuántos deseos en esas 800 horquetas obtenidas de las ramas cortadas de miles de árboles! «Van a caber 6 mil personas».

-¿Y si llueve? Desde que estamos aquí no ha dejado de diluviar.

-Para la lluvia vamos a poner una lona de 3 mil metros cuadrados, sostenida por ese poste, ¿lo ve usted?, y un cable de acero que vamos a tender desde aquel cerro de enfrente hasta acá.

-Mejor que cada convencionista traiga su paraguas. Es más fácil.

-No importa lo difícil. Allá va a estar la biblioteca, esos tres galerones, más allá las cocinas, los 14 fogones y las letrinas escondidas.

¿Cuatro mil hombres en pie de guerra que lo primero que construyen es una biblioteca? ¿Cuándo se había visto? Tampoco los militares y los aviadores que sobrevuelan la zona, para reportar lo que hacen esos locos de los zapatistas, entienden que estén levantando un teatro, y griego además, aunque al Sup no le guste la palabra «anfiteatro».

Trepados en los palos de ahuacal los milicianos carpinteros martillean y amarran los troncos con las mismas lianas flexibles de los árboles. ¿Dónde están los fusiles, dónde los pasamontañas? Los milicianos sólo se los ponen cuando van a tomarles una fotografía. Aquí puro martillo, puras manos que enderezan, ensamblan, alisan a golpe de machete, porque no hay más. Hablan de poner la luz, de que bajo los tres mil metros de lona tenderán desde lo alto cables de los que colgarán los focos de luz, pero por de pronto aquí, en Aguascalientes, no hay luz.

-Ya ve, los 40 millones que teníamos para material de guerra ya los gastamos. No dirán que no queremos la paz.

No puedo apartar la vista de un hombre que a horcajadas guarda el equilibrio y corta a machetazo limpio lo que le sobró a un largo tronco (qué altísimos son los árboles de aquí). Ha de sudar muchísimo con el pasamontañas, pero ni modo. Felipe, mi hijo, está fotografiando y lo hace a conciencia. «Esta foto no te la puedo dar porque el cuate no se puso bien el paliacate; lo pueden reconocer y hay que cuidarlos».

¿Qué pasa con el subcomandante y el EZLN que suscita tantísima simpatía y solidaridad entre la chaviza? ¿Es sólo por romanticismo? Miles de muchachos trabajan febrilmente en CU organizando la Convención, los delegados, los mensajes, las mesas de trabajo, Paula mi hija (que siempre me preguntaba: «Y ¿cuánto me van a pagar?», cuando le decía que fuera a tomarle una foto a Pita Amor) regresa el sábado a Guadalupe Tepeyac junto con Maya Goded; en total seis muchachas, dispuestas a montar la biblioteca y a llevar un récord gráfico del proceso zapatista. Permanecerán en Aguascalientes hasta después del 9 de agosto.

De pronto un zapatista como de mi tamaño (que es el de un perro sentado) se acerca fusil en mano y sobre su pecho, junto a sus cananas, veo un cepillo de dientes rosa.

I

«Esta gente es buena», «esta gente es buena», «esta gente es buena», me dicen los martillazos. Es difícil separar la vista de los hombres trepados sobre los techos de los galerones, sus lodosas botas colgando al vacío. El sonido de la madera está en el aire, las vibraciones son de madera, el bosque es una inmensa marimba sobre la que los músicos tocan todos la misma nota. Miro los ojos del subcomandante; también en ellos hay una gran bondad. Al transcribir la cinta, después se oirán mucho más los sonidos del bosque y el martilleo constante que su propia voz y resultará difícil transcribirlo. Seguiré oyendo pas, pas, pas, pas, los machetes que ya no son los machetes de los guajiros que relumbraban en la noche al aplaudir al comandante Castro -el 26 de julio de 1959 al triunfo de la Revolución Cubana (¡qué triste acabó!), sino los machetes de los constructores que con tan poquito traen al humanismo griego a la selva.

«Esta gente es buena», «esta gente tiene voluntad de paz», «esta gente es como las lianas, flexible», «esta gente se dispone a amarrar un leño con otro», la certeza retumba una y otra vez.

Que no le pase nada a toda esta gente de tierra, que no le pase nada al Sup, que no nos pase nada a nosotros que también somos gente, pobrecita gente de toda la gente, dijo Miguel Hernández, país tan lleno de gente, fregada, gente esperanzada; allá también en San Cristóbal vi buena voluntad, gente bien dispuesta y que da de sí al máximo de sus fuerzas. ¿O es que la neblina chiapaneca se mete en los ojos?

Blanche Petrich me contó que el Sup es cuate. «¿Cuate cómo?», le pregunté. «Cuate cuate». Y tiene razón. La reunión es bien cordial. Reímos del vuelo de la mosca, mejor dicho, de un mosquito horrible que se llama chaquiste, creo, y que deja un piquete de aguja que se expande en una mancha roja de escozor también al rojo vivo. Los primeros minutos se nos van en chacotear. El Sup hace chistes, ríen sus ojos en que los gallos han impreso sus patas. Tras de él, el comandante Moisés es su réplica. Todo lo que hace el Sup lo hace Moisés: la misma pipa, la misma risa bajo su curioso sombrerito melón con hebilla que en Londres llamarían bowl hat, sólo que en este caso pisoteado por todos los caballos del rey. Con todo, Moisés fue el temible carcelero de Absalón Castellanos durante los 30 días de su cautiverio.

-¿Va a venir Krauze? ¿Va a venir Monsiváis? ¿Va a venir Fuentes? ¿El Grupo San Angel? -pregunta el «supercomandante».

-¿Por qué le hacen tanta ilusión los intelectuales?

-Es que son líderes de opinión.

-Pero ¿cuál es su fuerza?

-Esa misma, inciden en la opinión pública, en la sociedad civil.

-¿Y los partidos políticos?

-Mire, ya están llamados a la Convención los partidos políticos independientes, no sólo el PRD sino todas las demás fuerzas. Es innegable que el PRD y otros grupos y partidos que están en torno de la candidatura de Cárdenas y que son independientes del gobierno asistirán también.

-¿Con qué carácter?

-Pues con el que ellos decidan, nosotros no les estamos planteando que vengan sólo como observadores o sólo como invitados o como delegados, sino en cualquiera de las inscripciones que ellos decidan, ya sea como invitados o delegados o como observadores serán bien recibidos y sus propuestas tendrán que ser escuchadas al mismo nivel que las de los otros, ¿no? Pero no sabemos qué decisiones tome el PRD. Según esto, el sábado iban a reunirse pero suspendieron la reunión y aún están discutiendo si asisten y cómo van a asistir.

-¿Es muy importante que el PRD asista?

-Pienso que sí y que todos los partidos de por sí deberían asistir, pero déselos a entender. Sería importante que asistiera el Grupo San Angel y no lo entienden ¿verdad?

-Bueno, yo sólo soy un peón, allí voy a aprender.

-¿Aprender qué?

-Pues de política.

-¿Cuánto les cobran por la comida?

-Cien.

-¿Y qué comen?

-Godorromos achafaldranados y pechuguitas de ala de mosca al dente.

-Pero ¿la barra es libre?

-Sí, pero bebemos poquito.

-Ah, yo los conozco ¿eh? Ese cuento dígaselo a otro, yo los conozco a todos…

-Bueno, pues para que compruebe usted, subcomandante, que no bebemos acompáñenos a una de las comidas.

-Claro que sí (ríe a carcajadas), al cabo ya se les acabaron los invitados con Carpizo, ¿o no?

-Sí. ¿Y qué le parece a usted la actuación del doctor Jorge Carpizo?

-¿Carpizo berrinches? (se ríe y cambio de tema).

-Se dice que una de las razones por las cuales usted no aceptó las propuestas del gobierno es para permanecer más tiempo en el escenario.

-Qué amable pregunta para comenzar.

-Bueno ¿qué piensa de las críticas que se han hecho a su protagonismo?

(Se pone serio y le da una fumada a su pipa).

-Mire, no se puede sostener una posición de éstas en contra de la decisión de las comunidades indígenas. No hubiera sido posible que todas las comunidades indígenas dijeran: «Sí queremos la propuesta del gobierno» y Marcos respondiera «No» por sus oscuros intereses personales para incidir en la política nacional, no sólo por el hecho de ser mestizo sino por la misma estructura de toma de decisiones.

-¿Tiene que consultarse con el pueblo?

-En todo caso esa decisión ya hubiera tronado adentro del EZLN porque si hubiera sido el NO de Marcos y el SÍ de las comunidades, ya hubiera vetado a Marcos o hubiera empezado a fracturarse el EZLN desde dentro.

-Pero usted no puede hacerse presente en todas las comunidades indígenas.

-No, sólo que fuera yo omnipresente. En realidad es una acción que viene desde abajo. Los compañeros se preguntan cuando están decidiendo el NO si nuestros muertos valen la promesa de un hospital, de una escuela, de una carretera. Por eso yo le digo a usted: ¿cuánto valen nuestros muertos?, ¿valen esas promesas? Además con el antecedente de que ya otras veces el gobierno ha prometido y no ha cumplido, no tiene ya credibilidad.

-Entonces, ¿no pueden aceptar los ofrecimientos del gobierno, que a mí me parecieron muchos?

-Podemos aceptar estas propuestas de un nuevo gobierno al que podamos darle la oportunidad de que SÍ cumpla. Este nos ha enseñado que sólo quiere dar soluciones parciales; resolver para la inauguración y luego dejar botada la escuela, la clínica, la carretera, como lo hizo aquí con el hospital de Solidaridad de Guadalupe Tepeyac, que sólo tuvo personal, equipo, maquinaria y medicinas cuando vino a inaugurarlo Salinas y después se llevaron todo.

-¿Por eso ustedes los zapatistas traen la ambulancia de Solidaridad que encontramos en el camino?

-Sí, la usamos para sacar a los enfermos de más adentro y llevarlos a curar. El gobierno siempre nos ha engañado, por eso debe de haber un cambio de gobierno para que cumpla. El NO viene de abajo.

-Ésta es su decisión.

-No es «mi» decisión, es la de todos. Si fuera sólo mía no se podría sostener. Si fuera nada más la calentura de Marcos o la tirada de Marcos o el deseo de Marcos por figurar en la política nacional, en la base hubiera tronado. En todo caso, el EZLN estaría fracturado desde adentro. Lo que ocurre es que ustedes piensan que el indígena no puede tener conciencia nacional. ¡Ése es el absurdo! Y como no tiene conciencia nacional, es Marcos el que los suplanta. A la hora en que el gobierno se da cuenta de que el Comité es el que dirige, entonces todas sus propuestas se dirigen al Comité.

-Pero finalmente es usted.

-Las decisiones grandes, las estratégicas, las más definitivas, vienen de abajo. La de la guerra, la de la aceptación de los ofrecimientos gubernamentales, la de la paz, tienen que consultarse desde abajo.

-Y el sentir del país, lo que sucede fuera de las montañas del sureste, lo que pasa en las grandes ciudades, en las zonas urbanas, en el norte, en el centro, ¿cómo lo palpan ustedes? Porque finalmente el sentir de la nación es un elemento muy importante.

-Nos escribió mucha gente de distintos estratos sociales diciéndonos que no fuéramos a entregar las armas, que para ellos representábamos una bandera y un símbolo, que no fuéramos a dejar caer sus demandas a cambio de tener resueltas las nuestras. Todos esos mensajes los discutimos a nivel de Comité y dijimos: bueno, vamos a dialogar con el resto del país, y allí es donde nació la idea de esta Convención Nacional Democrática.

«Tomada la decisión empezamos a buscar un sitio. ¿Dónde lo vamos a hacer? No puede ser en la zona franca porque es zona franca, tenemos que tener luz, tenemos que tener seguridad. Así como se decide la guerra entre todos, así se decidió el diálogo y la invitación al resto del país. El éxito del Comité es que cala primero abajo qué reacción va a producir la propuesta, y si se ve que va a chocar simplemente no se toma. Todos nosotros sabemos que somos removibles en cualquier momento porque fuimos elegidos desde abajo y tenemos que subordinarnos a esa decisión colectiva. Lo extraordinario no es que nosotros logremos ponernos de acuerdo sino que se puedan poner de acuerdo los chiapanecos entre etnias, sobre todo porque algunos son católicos, otros son evangélicos, otros presbiterianos, pero al llegar a un acuerdo sobre puntos comunes se van para arriba.

-¿Ése es el poder de Marcos y el del Comité?

-No puedes hacer nada si no les preguntas a ellos, y si lo haces sin preguntarles, pues te arriesgas a que te vuelen, allá tú.

-¿Te desconocen?

(Mira hacia donde los hombres trabajan.)

-Ellos están haciendo un trabajo enorme y no reciben un clavo. Están haciendo un trabajo que no es para la guerra, es para la paz. No se puede traerlos aquí a trabajar si ellos no están convencidos de que vale la pena. Es gente que ha caminado durante cuatro o cinco días desde lo más profundo de la selva. De donde vienen no hay carreteras, llegan, mal comen y se meten a dormir bajo un nylon como éste, o cuelgan una hamaca y duermen al aire libre, los pica el chaquiste. No se pueden padecer esas incomodidades sin paga, sin nada de dinero, si no estás de acuerdo con la directriz general, si no la han votado desde abajo. Saben perfectamente lo que hacen y no harían esos trabajos si no estuvieran convencidos ellos mismos.

-¿Es un ejército de guerra que está trabajando para la paz?

-Sin su voluntad no podríamos usar los recursos para la guerra en levantar aquello que usted está viendo.

De repente se desata un aguacero y nos metemos a la tienda de campaña. Adentro hay un catre hecho con varas de árbol alineadas en un pentagrama y una mesa con un banco también de ramas de árbol tendidas como rieles. ¿Aquí dormirá? Metemos la mesa y las sillas. Hay que cuidar todo el material.

Paula tiene un acceso de tos. El Sup manda traer a la enfermera. De entre las medicinas escoge una y le dice a Paula:

-¿Puedo hacerte una pregunta un poco fea?

-Sí.

-¿Estás reglando?

-No, ¿por qué?

-Porque esta medicina aumenta el sangrado.

En la tienda, el ruido de la lluvia sobre la lona hace que apenas nos oigamos. El propio subcomandante apaga la grabadora.

-De todos modos, subcomandante, usted sigue siendo un mestizo, aquí es un blanco, usted, el que da las órdenes, un blanco que está por encima, un blanco que escribe y envía los comunicados… Hay una distancia entre usted y el resto del EZLN.

-¿Distancia en qué sentido?, ¿cultural?, ¿de riqueza? Yo no tengo mejor ropa que otros, no estoy mejor armado que otros, no como mejor que otros…

-¿No es más fuerte que otros?

-No, físicamente no, estoy bastante golpeado, estoy muy jodido. El cerco le pega más a alguien de la ciudad que a alguien de aquí. La falta de proteínas y todo eso te destruye la flora intestinal y ya no aguantas la carne, no puedes comer carne, la devuelves, no la digieres, la avientas. ¡Qué divertido!, ¿no?

-¿Y por eso sabe tanto de medicina?

-¿Por todas las enfermedades que tengo? (ríe) ¿Que se me va a bajar la coagulación de la sangre cuando me baja la regla? No, por favor, hombre ¿cómo va a ser por eso? No, lo que pasa es que aquí la enfermedad y la muerte son cotidianas, entonces aprendes o aprendes, y lo malo es que aprendes de tanta gente que se muere, sabes que es tal cosa porque ya viste que les pasó a muchos en la montaña, en los poblados, en las cañadas, por los valles, y lo asimilas y ya. Y eso que le decía a Paula es porque a las compañeras les pega mucho en la montaña, las que son tropa regular tienen casi todas anemia crónica, entonces el sangrado lo cuidamos mucho porque de por sí están anémicas y luego pierden aún más sangre.

II

-Tú dices que habría que reconocerle su mérito a (Carlos) Salinas -continúa el subcomandante, que ha pasado del «usted» al «tú», aunque yo jamás me atreveré a tutearlo- pero igual habría que reconocérselo al EZLN, que agarró el cese del fuego y se sentó a dialogar.

-Pero el cese del fuego fue iniciativa de Salinas, subcomandante…

-Nos lo impusieron a los dos.

-¿Quién?

-A nosotros nos lo impuso la sociedad civil. Nosotros pensamos que no podíamos irnos en contra de la gente porque la sociedad no era el enemigo, y yo pienso que al señor Salinas le pasó igual porque su ejército no estaba golpeado y el nuestro tampoco, y es muy difícil parar a dos ejércitos que no están golpeados y que están empezando apenas a agarrar calor… De veras, no había en nosotros la expectativa de «ahora vamos a detenernos a los doce días». Estábamos casi enteros, teníamos más armas, más hombres, buena moral de combate, ellos tenían más armas, más hombres, mala moral de combate, pero estaba el orgullo golpeado de los militares y del gobierno. No fue una concesión de Salinas ni fue una concesión nuestra, nos la impusieron a los dos.

-¿Quién se las impuso? -insisto.

-La manifestación masiva de la sociedad civil. Para uno y otro hubiera sido muy costoso seguir con la guerra, tanto para Salinas como para el EZLN. El EZLN se vio obligado a agarrar el cese del fuego, aunque unos digan «qué madurez del EZLN de haber agarrado el cese del fuego»; no, qué madurez ni qué madres, lo que pasa es que no podíamos ir en contra de esa cosa tan grande que es la voluntad popular y yo pienso que igual Salinas, por mucho poder que tuviera no podía ir en contra de toda esa gente.

-¿Por eso va a funcionar la Convención Democrática del 6 de agosto, por la voluntad de la gente?

-Sí. Hace unos meses me dijeron que lo de la Convención Nacional Democrática es una locura, no hay tiempo, la gente está espantada por el asesinato de Colosio, no hay las condiciones, esto no puede ser, no puede ser que en dos meses (entonces quedaban dos meses) se organice una Convención y menos antes de las elecciones. ¿Y por qué no? Si me hubieran dicho el 1 de enero de 1994 que en doce días van a parar la guerra hubiera respondido «Estás loco, no hay fuerza capaz de parar una guerra en doce días», y más en las condiciones de México en ese entonces, en que los dos ejércitos estaban completos, no se habían hecho daño… Por lo regular el cese del fuego viene cuando uno de los ejércitos está golpeado, pero allí estábamos completos los dos, no teníamos muchas cosas que lamentar o que nos hubieran debilitado. No nos sentíamos débiles, ni ellos ni nosotros.

-Seguramente Salinas obedeció al clamor de la opinión pública contra los bombardeos, que eran un escándalo…

-Es lo que yo te digo. El cese del fuego no es una concesión que él hace, se la imponen, se la arrancan así como nos la arrancan a nosotros.

-Hay que reconocerle a Salinas el haberse dado cuenta que el prestigio internacional de México y su figura pública quedarían por los suelos si proseguía en su afán bélico…

-Y nosotros también, y no nuestra figura pública, nuestra figura física también (se ríe). Por eso tengo que decirte que no es una concesión de Salinas, yo no lo veo así y él también sabe que no es así, que sólo una fuerza más grande que tú es la que te obliga a detenerte… O te matan o alguien se pone en medio. Un militar así razona. En el fondo somos muy absurdos, en el mundo la gente más absurda son los militares, aunque sean revolucionarios.

-¿A usted qué lo obligaría a detenerse?

-La presión popular, la gente.

-Pero usted, subcomandante, no es militar.

-¡Ah sí, cómo no! Claro que soy militar, muy simpático pero un militar.

-¿De veras se considera militar?

-Sí.

-¿Y también Moisés es militar?

-Sí.

-¡Ay, qué horror! Pero el zapatista no es un ejército en forma como el ejército federal, mire usted nomás sus chombelitos.

-Claro, las fuerzas armadas están aquí frente a ustedes.

Moisés, Moi como le dice el subcomandante, asiente con la cabeza. Por lo visto, el Sup lo quiere mucho porque a cada rato lo consulta con la mirada o de plano le pregunta: «¿Verdad, Moi?»

Prosigue Marcos:

-Moisés dirige las fuerzas armadas aquí. Yo me gradué, además tuve escalafón militar, no soy general diplomado del Estado Mayor, allí sí saltan directamente, pero nosotros somos militares, pero no debiéramos serlo, tampoco ellos debieran serlo.

-Pero el CCRI no tiene carácter militar, ¿o sí? -pregunta Manuel Fernández.

-No, ése sí que no, el carácter del CCRI es más civil. Es una fuerza civil por arriba de la fuerza militar. Ésa es la diferencia. Además, toda la estructura del CCRI, para abajo, toda es civil. La fuerza armada es mínima, es de muchos miles pero es mínima comparada con la civil. Por cada uno de ellos -señala a los trabajadores trepados en las estructuras de madera- hay cuando menos una familia, detrás de cada uno de ellos hay mujer, hijos…

-¿Ellos regresan a su casa en la noche?

-Sí, este ejército vive en donde pelea con su familia. Cada quien vive en su poblado y cuando no combaten están con ella y ahora mismo combaten trabajando, como los ves ahora…

-¿Es cierto que los fusilan cuando roban o cuando se desertan?

-Cuando se desertan no, cuando roban no, sólo cuando hay violaciones. Pero no ha habido. La violación a una mujer, forzarla a tener relaciones, de (parte de) alguien uniformado, sí se castiga; se le hace un juicio y se le condena. Las deserciones no hay porque en realidad son cambios de nivel de participación. Cuando alguien de tropa regular dice «Yo ya no quiero estar, me quiero ir a mi casa», «Pues vete a tu casa». Aquí vive. «¿Cuál es el problema?, ¿qué vas a hacer ahora?, ¿vas a ser miliciano o ya no vas a ser miliciano?». Si dice «Yo ya no quiero ser miliciano, ahora voy a ser como base de apoyo para los que están allá», o alguno de ellos dice «Yo ya no quiero ser base de apoyo, quiero estar así como cualquiera de mi pueblo», en realidad no hay una restricción que se vaya a salir de su tierra, su cuartel es su casa, él lo considera así. No hemos invadido nada, no estamos ocupando nada, es su mismo pueblo, su misma tierra, su misma montaña, ése es su cuartel. El EZLN pertenece, no es ajeno al pueblo chiapaneco. Sería diferente si hubiéramos avanzado sobre otras posiciones…

-Es fama de las guerrillas matar a sus desertores, ¿o no, subcomandante?

-Sí, pero nosotros no los matamos.

-También otra cosa que se dice es que el movimiento armado no ha dejado en paz a los campesinos que no pertenecen al movimiento, no los ha dejado sembrar, desprecia a los que no están armados, los ha maltratado, lesionado en sus intereses, les ha quitado sus casas, su tierra -interviene Felipe Haro.

-Hay una parte del territorio en que sí los amenazaron que los iban a matar a todos, pero no que nosotros íbamos a matarlos, sino que les dijeron «Van a llegar los soldados y los van a matar a todos. A todo aquel que vean campesino lo van a matar aunque no sea zapatista. Entonces si no quieren que los maten, pásense con nosotros o váyanse porque los van a matar». Eso fue en enero, febrero y marzo, cuando estaba latente la amenaza de la reanudación del fuego, después del asesinato de Colosio. Eso sí pasó. Pero hay otra cosa que hacen por ejemplo los pequeños propietarios. Se salen, dejan sus cosas y van allí con el gobierno y le dicen «me quitaron mis cosas los zapatistas», y se las indemnizan. Y luego regresan por sus cosas y le pasan un tanto al que acogió su demanda. Es decir, no pierden nada pero lo dan como perdido y reciben el dinero. Están ganando bien.

-Sin embargo, todo el mundo se compadece de los desplazados…

-Es negocio ser desplazado, sobre todo en Las Margaritas, es un buen negocio porque no trabajas, conservas tus tierras porque el Comité no ha tocado las tierras. Las únicas tierras no invadidas en Chiapas son las que están en territorio zapatista. Lo que hicieron fue cobrar impuestos del ganado y a los pequeños propietarios no los tocaron. Entonces se salieron y dijeron «me quitaron mis cosas», cobraron y ahora se regresaron y tienen sus casas con su ganado y un dinero extra.

-Subcomandante, me impresionó que usted declarara cuando asesinaron a Luis Donaldo Colosio «¿por qué nos hacen eso?»

-Sí. Es que mira, en ese entonces, para que veas, la consulta iba bien, o sea la consulta iba a que se podía firmar un acuerdo de paz condicionado. En ese entonces estaban diciendo algunos miembros del Comité cuando estaban analizando: «Bueno, tal vez eso sea pura mentira, pero tal vez sí van a cumplir, entonces vamos a llegar a un acuerdo sin entregar las armas, que venga la ayuda, y ya cuando veamos que se está cumpliendo podemos hacer un acuerdo de paz más firme, una firma previa». Así iba y habíamos visto también que Colosio había sido muy prudente, muy abierto, muy abierto a la problemática chiapaneca. Entonces, cuando lo asesinan, nosotros sentimos que en realidad se está asesinando toda la propuesta de una solución política. Eso es lo que nosotros sentimos, que había habido un viraje grande en la voluntad de la nación. El Comité, por supuesto, dice «No, pues seguimos nosotros. Ahora matan a éste, ahora van a irse sobre nosotros». El gobierno suspendió las consultas y empezó a atrincherarse la gente en las poblaciones, es decir, volvió a convocarse a la tropa. Aquello que iba bien se suspende y ya se empieza a deteriorar mucho el clima político y ya se ve que esa voluntad, no es que no haya existido, yo pienso que fue derrotada la voluntad de un acuerdo sincero. Eso fue lo que pasó cuando mataron a Colosio. Dio un viraje, un viraje de quién sabe cuántos grados.

-Y los desempeños de Manuel Camacho Solís, del obispo Samuel Ruiz, ¿cómo le parecieron?

-Mira, la actuación de Samuel Ruiz fue la de un mediador, o sea que estaba en medio de dos posiciones o de tres o de cuatro, yo no sé cuántas. Estaba la presión nuestra, estaba la presión por supuesto de Camacho, la de los ganaderos, la de los coletos, pues, el obispo estaba realmente en medio, en términos físicos, morales, políticos. Nosotros vemos que siempre se esforzó por mantener abiertos los canales entre las dos partes en contienda. Siempre lo estuvieron presionando, pero él siguió adelante, o sea cumplió con asegurarle al gobierno federal que podía seguir hablándole a los zapatistas y a los zapatistas que podían seguir hablando con el gobierno. Nosotros pensamos que cumplió bien. Lo del diálogo fue un esfuerzo gigantesco. Lo sacó bien. Nosotros no hablamos de don Samuel sino del mediador, del obispo.

-¿Y qué opina de Camacho?

-De Camacho nosotros pensamos que al principio él trata de ver o piensa que hay una cosa oscura, la mano negra detrás del escenario. Digamos que su primera actitud hacia el diálogo es tratar de hablar con Marcos o con las fuerzas oscuras que están detrás de Marcos, un poco la idea de que los indígenas son escenografía para la prensa pero que en realidad hay algo más y Camacho no trata de dirigirse a ellos, a ellos como fuerza. Los primeros días del diálogo todo apunta a un fracaso. Los primeros dos días nosotros íbamos a cortar ya, porque él no entendía nada. «No, pues quién sabe de qué está hablando el EZLN». De por sí los políticos son muy confusos; además, si se encastillan, peor todavía.

-Pero Camacho es bien inteligente…

-Yo pienso que ya en determinado momento Camacho se da cuenta que sí, que el movimiento sí está dirigido por indígenas y entonces empieza a interpelarlos a ellos y hace toda esta serie de propuestas sobre condiciones de vida. Siempre se dirigió con respeto al Comité y siempre que hablamos escuchó. Entonces en ese sentido el Comité tiene una buena imagen de él, de que él les dio su lugar y que los respetó.

-¿Entonces por qué no triunfó Camacho?

-Lo que ocurrió es que finalmente no tuvo apoyo. Nosotros estábamos en la consulta, incluso después de lo de Colosio se reactivó la consulta. Varias de las propuestas que había hecho él en el diálogo de San Cristóbal fueron rechazadas en el Congreso del estado, por ejemplo las de los municipios, la reforma a la ley electoral del estado y no recuerdo cuáles otras, pero varias, porque se vio muy claramente que empezaron a cortarlas arriba. Alguien estaba muy interesado en que no hubiera paz, no porque no quisiera la paz sino porque estaba muy interesado en que Camacho no saliera adelante con su misión en Chiapas. Ésta es la impresión que a mí me dio.

-Bueno, ustedes tampoco ayudaron mucho al decir que no…

-Finalmente a nosotros nos dejaron acorralados en tal forma que decir que sí hubiera sido una rendición, y tuvimos que decir que no. Tratamos de dejar claro, pues, que la bronca no era con él. Y luego ya se da la bronca ésa con Zedillo… Está claro, pues, que con Camacho Solís en la comisión había un elemento político extraño, no por él, pero porque se viciaban muchas cosas. Estaba la candidatura de Colosio, el hecho de que el conflicto se pudiera usar para el resurgimiento de Camacho, la desconfianza nuestra de ser usados por Camacho o por uno de los grupos, ya sea para sepultar a Camacho ya sea para resucitarlo, y eso vició mucho el proceso de paz. Ya no sólo se estaba negociando la paz sino también un tránsito político o un interés político del grupo político, porque entonces se empezó a viciar mucho y así todo terminó como terminó.

-¿Y ustedes han recibido mucho apoyo internacional, cartas?

-Hemos recibido cartas sobre todo de los chicanos, muchos grupos chicanos de Nueva York, de Chicago, de Los Angeles, de varias otras ciudades de California.

-¿Y los van a invitar?

-Sí, a los chicanos sí. También de grupos obreros de Italia, España, Irlanda…

-Irlanda había de ser… a lo mejor usted tiene antecedentes irlandeses.

-No, qué va… y de grupos indígenas de Chile, Ecuador, Bolivia, El Salvador. De Guatemala no, fíjate, no sé, no entiendo por qué, eso sí no ha llegado nada de allá.

-Será porque está aquí al lado y ellos ya se sienten parte…

-Y luego de Japón… Tienen un comité de solidaridad con los zapatistas y nos escriben en español.

-Bueno, la oficina de Conpaz, en San Cristóbal, está llena de cartas, tapizados sus muros de cartas hasta en chino dirigidas a Salinas pidiéndole resolución del problema.

El Sup mira con curiosidad unas hojas blancas escritas a máquina en las que traigo unas preguntas mucho más largas y elaboradas que las que van saliendo espontáneamente en la conversación. El Sup chacotea en torno a ellas y pregunta si me las dictó el Grupo San Angel.

-Ésta seguramente viene firmada E. K., apuesto a que esta otra pregunta es de Aguilar Zínser.

-No, no subcomandante -replico- las hice después de platicar con Carlos Mendoza, que vivió durante meses en Ocosingo con los dominicos después de una estancia en Suiza para escribir su tesis sobre Fray Bartolomé de las Casas.

-Ah, ésta que parece discurso seguro es del Grupo San Angel en su totalidad. O, ¿cómo son las del Grupo San Angel? -continúa el interrogatorio Marcos.

-En el Grupo San Angel los que interrogan al invitado en turno primero hacen un planteamiento muy largo, es decir, echan un rollo y después viene la pregunta. Al oírlos quedé muy impresionada. Todos además saben hablar en público.

El Sup nos cuenta, sus ojos risueños:

-Hay un compa que se llama el mayor Rolando que no está aquí, está del otro lado -del otro lado es Las Margaritas- y le dije «No, pues vas a tener que empezar a ir a ver a la prensa, porque no puedo yo atender a todos». Entonces le tocó el primer día, yo creo que eran unos gringos de no sé qué periódico, entonces ya habla con ellos y regresa y venía feliz: «No, si es bien fácil», dice. «¿Cómo va a ser fácil? Si uno se pone hasta la madre de los periodistas». «No, es que esa gente nomás te tira un rollo y nomás es contestar sí o no». (Nos carcajeamos). «Pero, ¿cómo?». «Sí, así es, porque decían «…entonces ustedes estaban en contra del gobierno de Salinas porque es ilegítimo y es producto de un fraude electoral y además no les ha resuelto sus problemas y no sé qué…». Sí.» (ríe). Y así eran puros sís y nos y estaba encantado de la vida, ojalá y fueran todos así, pero no, porque hay algunos en que sí tienes que pensarle más.

-¿Son bastante previsibles los periodistas?

-En verdad sí, bueno, no todos.

-Subcomandante, ¿y de ese gobierno en transición podría ser presidente Manuel Camacho Solís?

-No. El gobierno de transición tiene que salir del proceso electoral, pensamos. De los candidatos que hay, porque ahorita ya no se puede registrar, creo que el 21 era el último día para enfermarse, ya nadie se puede enfermar. Si alguno de los candidatos agarrara el programa de la Convención, en caso de que no, pues tendría que pelear la Convención porque el gobierno que saliera cumpliera el programa de la Convención.

-Si la Convención tiene éxito…

-Si la Convención tiene éxito quiere decir que es representativa y todo eso; si sólo asisten siete pelagatos, aquí vamos a jugar basquetbol porque por lo menos vamos a poner allí una cancha de basquetbol, vamos a cubrir de cemento allí -señala un espacio frente a las butacas de madera y carga su pipa-. ¿Por qué me preguntas de Camacho? ¿Es que quieres a Camacho… ustedes quieren a Camacho?

-Yo sí.

-No, el Grupo San Angel.

-Supongo que sí, Manuel Camacho Solís asistió a la primera comida… Pero el Grupo San Angel, subcomandante, es muy diverso, hay gente de todas las tendencias, están las hijas de (Manuel) Clouthier y Juanita García Robles, esposa de nuestro único premio Nobel para la Paz; Amalia García y Elba Esther Gordillo, Joel Ortega que no usa traje y Bernardo Sepúlveda que según Monsi nació vestido. Pero olvide usted tantito el Grupo San Angel -propongo- y dígame por ejemplo cuál es el puente que hay entre la Convención Nacional Democrática, las elecciones del día 21 y la convocatoria al Congreso Constituyente. Yo siempre he oído que nuestra Constitución es una de las mejores del mundo…

-La Convención tiene que definirse todavía. Se supone que uno de los resolutivos de la Convención es qué va a hacer el día 21, qué es lo que va a hacer como fuerza civil pacífica. Va a votar por un programa, va a llamar a empujar un candidato o va a llamar nada más a votar en contra de un candidato o de unos candidatos, y luego ya se hacen las elecciones y en el mejor de los mundos posibles no hay fraude, gana alguien, el que sea, o se hace el fraude, (y) entonces la Convención le dice «Aquí hay un programa que estamos pidiendo nosotros». Lo presentamos al ganador y le decimos «Nosotros no te vamos a presionar, no te vamos a hacer una guerra, lo que queremos es que cumplas esto, que hagas una nueva Constitución». Entonces ese gobierno tiene que echar a andar una convocatoria a un Congreso Constituyente.

«A él le toca ver cómo se forma, le toca consultar y todo eso, instalarlo en alguna parte, redactar la Constitución, mandarla a referéndum y expedir la nueva Constitución, y entonces sí, convocar a nuevas elecciones conforme a esa nueva Constitución. En esa nueva Constitución deben ir ya legalmente abiertos los espacios políticos.

«Es que sabes cuál es el problema de ustedes, el Grupo San Angel. Traen lo del `interino’ y nosotros traemos lo de la transición… Es diferente.

-Nunca se ha hablado de gobierno interino en el Grupo San Angel, jamás he escuchado nada de eso ni en las comidas ni en las sesiones de trabajo -replico mientras Marcos ríe.

-Todavía falta que la Convención se pueda hacer, que no se espanten, que vengan a Aguascalientes, que se pongan de acuerdo y que tomen decisiones que vayan más allá del 21, porque esto es de antes del 21 y de después del 21, porque tú vas y votas, pero algo pasó antes que te hizo a ti votar por alguien y luego ya que pasó lo que debió pasar qué vas a hacer. La Convención va a tener que resolver esos problemas de común acuerdo, o sea como Convención. Por eso nosotros decimos que es muy difícil decirle a la Convención qué es lo que debe hacer, todavía falta ver qué fuerzas van a venir y quiénes van a venir.

III

Se ha negado la existencia de los marginados, dice el subcomandante Marcos, y afirma que los gobernantes y el país mismo deben reconocerse «como un país pobre con niveles gravísimos de marginación social». Con la política económica actual, agrega, se quiere desaparecer a los indígenas porque, para el gobierno, ellos «son un lastre».

También habla sobre el aborto entre las mujeres indígenas del EZLN y de su feminismo, así como de la ética y las causas que lo llevaron a comprometerse en favor de los más desprotegidos.

-Usted, Marcos, habla de los excluidos y de rehacer el país a partir de su realidad, la de los excluidos: ¿Qué significa su propuesta cuando se tiene una ausencia de debate ético en la sociedad? Lo de Chiapas ha demostrado que, en los primeros meses, la sociedad reaccionó quizá con mucha emotividad, pero no pasó a un debate mayor sobre los principios de la convivencia cívica, sobre el Estado de derecho. Entonces ¿cómo puede esa óptica de los excluidos inspirar un cambio a nivel de discusión ética? Usted habla mucho de democracia, justicia social, tolerancia, pero todavía no ha hablado de ética…

-Mira, empezando porque la existencia de los marginados se niega. El 1 de enero en este país no había marginados, había en todo caso una diferencia de riquezas pero todos con el ánimo y la capacidad de ingresar al mercado mundial, al primer mundo. La gran virtud de Salinas fue que no sólo logró engañar a los extranjeros sobre la estabilidad social y la bonanza económica del país, sino que también logró engañar a los mexicanos. No estamos diciendo que el país se haga rico, estamos diciendo que el gobernante y el país mismo tiene que reconocerse como un país pobre con niveles gravísimos de marginación social.

-El 15 de abril, cuando entramos a la OCDE, el país tenía o tiene un ingreso per cápita de 500 dólares -dice Felipe.

-Esto se está reconociendo después porque en el referente del per cápita no entra la distribución del ingreso, o sea, ¿quiénes son los que tienen ese ingreso? Aquí en Chiapas están los que no tienen nada… míralos, o ¿cómo viste Guadalupe Tepeyac? Vivimos en un sistema de distribución más que injusto en el que aquellos sectores que se supone deberían ser más críticos eluden por completo este nivel de evidencias, porque creer que todos están más o menos bien es muy cómodo. Es muy incómodo reconocer que este país arrastra métodos de siembra como el de la coa en Chiapas, que siguen sembrando con una vara, hacen un hoyito con la mano y ponen la semilla.

-Como Juan Pérez Jolote…

-Sí, o como éste que está allí -señala a un miliciano carpintero- que siembra ahorita exactamente como hace tres siglos, ¡en 1994!, y así sin surco ni nada va haciendo el agujerito y luego se levanta la milpa como la que estaba allá en la entrada. Así era todavía en mayo, en ese pedacito que alcanzamos a ver. Entonces, ¿cómo no puede reconocer el país que arrastra todavía ese retraso y cómo puede confrontarlo con las declaraciones de (Carlos) Hank González que dice que el país está muy modernizado y que puede competir con los farmers norteamericanos? Si reconoce el retraso le resulta incómodo porque tiene que preguntarse «¿Qué voy a hacer?». Es más fácil negarlo a decirse «Bueno, ¿qué es lo que voy a hacer para resolverlo?». A mí se me hace que ese sistema de simulación que hay en el gobierno se trasminó a otros sectores o a ciertos sectores, y que el afán de ver hacia adelante es una cuestión de ética, de sobrevivencia. Nosotros les estamos diciendo «O nos toman en cuenta o les vamos a reventar todo». Por ética, deberían tomarnos en cuenta, pero no lo hacen, por eso necesitamos decir «Bueno, por lo menos que nos tomen en cuenta ustedes, los que todo tienen».

Marcos se queda callado un rato, vacía su pipa y continúa:

«Este país descubre Chiapas el 1 de enero de 1994. Nosotros preguntamos: ¿va a tener que repetirse ese primero de enero en Guerrero para que descubran Guerrero, Oaxaca, Yucatán, Campeche, Veracruz, Puebla, todas las partes donde hay comunidades indígenas y campesinos que no son indígenas pero que están muy empobrecidos? ¿Qué van a recibir ellos de este sistema económico tan brutal, pues? Tan brutal que dice «A mí no me importa lo que te vaya a pasar, yo me voy de frente, porque estas medidas finalmente van a hacer que tú desaparezcas físicamente, además no sólo como clase social o como grupo étnico, fí-si-ca-men-te-vas-a-de-sa-pa-re-cer. No me importa». Ésa es la vuelta al capitalismo salvaje del siglo XVII y XVIII, cuando el país estaba naciendo al capitalismo como sistema social.

«Que debe de construir su propia ética, sí; que no todo sea cinismo y simulación; el cinismo de decir «Pues sí, finalmente esperamos que desaparezcas tú y que desaparezcas como clase. Es un anacronismo que haya indígenas en el país. Deberíamos ser como Estados Unidos o como Australia, que no tienen que arrastrar indígenas más que en reservaciones que son museos viles, y además más baratas que la electrónica, baratísimas porque allí se mueren gratis, nomás hay que darles un poco de tiempo…». Si el campo es pobre, esta lógica dice «Eliminemos el campo. No resolvamos el problema. Eliminémoslos, sacrifiquémoslos. Los indígenas son un lastre, hay que desaparecerlos, no hay que ver cómo sacarlos adelante». Eso sólo se puede mantener siendo un cínico o un simulador y acabando por creer esa simulación, acabando por hacer de esa mentira una verdad que yo pienso que es lo que ha acabado por creer Salinas y no sólo Salinas, sino su grupo: Aspe, Serra Puche, todos ellos. No me explico por qué la sorpresa ante Chiapas de esas gentes que se supone que son pensadores y analistas de la realidad nacional. ¿Cómo es posible que vengan a descubrir Chiapas hasta ahora? Chiapas ya existía desde antes. ¿Por qué tanta sorpresa de la violación de las tres tzeltales si a ellas las han violado siempre, nada más que nunca se sabía? ¿Era necesario hacer una guerra para que los mexicanos descubrieran que en Chiapas se viola a las indígenas? O cosas que ahora los sorprenden, como por ejemplo, la beligerancia de los ganaderos, y comentan de ellos: «Es que están desatados…». Pero es que siempre fueron así, siempre fueron así de prepotentes, lo que pasa es que nunca hubo un periodista que les tomara las declaraciones.

-¿Y qué piensa usted de la respuesta que le hizo a usted Marta Lamas en La Jornada a nombre de las feministas?

-Estaban muy molestas las compañeras por la confusión ésa de que si la Iglesia y si Samuel dice, entonces el EZLN también dice. Se acaba de morir una compañera de un aborto aquí de este lado. Entonces, sale ese artículo de Marta Lamas y yo no estaba allá en México para explicarle que las condiciones son otras, que aquí en las montañas del sureste hay una ley que se mantiene y no tiene nada que ver con los devaneos de la Iglesia respecto a lo del uso del condón o de preservativos o las interrupciones de embarazos o abortos o legrados o como se llamen. Nosotros estamos pagando las consecuencias con la sangre de nuestras indígenas y Marta Lamas nos estaba exhibiendo como inconsecuentes. Nos retractamos y nos encabronamos, eso no se vale, en todo caso que se venga ella a hablar con las compañeras a ver si la situación es ésa, si la palabra de la santa madre Iglesia es ley en las decisiones que toma el EZLN respecto a las mujeres. Mira, las zapatistas son muy cabronas y se enfrentan al comandante y al subcomandante y al Comité, y cuando ellas dicen algo, se imponen y están armadas (se ríe). ¿Tú te vas a poner a discutir con una comandante que tiene 30 tiros en su cargador? A ver pégale, te revienta un escopetazo (se carcajea). Llega borracho y dale un madrazo. No, si no se dejan. Además dile «No, no tienes derecho a tomar anticonceptivos», ¿te va a hacer caso? Si no quiere, nada hay que hacer. Ahora les dicen «Te tienes que casar con ese», «¿Por qué?», «Porque ya pagó». Antes así era, pagabas y ya. ¡Pero ahora qué esperanzas! «No, no me quiero casar con ése, me quiero casar con el otro». A ver, dile que no a una zapatista.

«Nos han estado atacando mucho no sólo las feministas, sino que hubo también mucho descontento contra el Comité porque dizque ya se había firmado la paz. Hemos tenido que estar desmintiendo esto y lo otro, y luego sale ese artículo y de veras que fue la puntilla porque lo sentimos en contra de nuestras mujeres. Nosotros sentimos que es al revés, nosotros somos de ellas, no son ellas «nuestras» mujeres, nosotros les pertenecemos, así son ellas, mandan sobre su cuerpo y sobre nuestras vidas».

-Creo más bien que a Marta Lamas lo que le dolió es que Chiapas fue el primer estado donde salió la iniciativa de ley a favor del aborto y ésta se interrumpió por la presión política, la del gobierno, del PRI, de don Samuel, de no sé qué otras fuerzas…

-Nosotros habíamos pedido que se reformara la ley del Código Penal, entonces estos cabrones vuelven a penalizar el aborto y dicen que es porque lo pide el EZLN. En lugar de investigar a fondo, Marta Lamas dice «No, pues éste fue Samuel que les dijo a los zapatistas que pidieran que se modificara el Código Penal volviendo a penalizar el aborto». Nosotros ni sabíamos, nosotros estábamos hasta acá y ella escribe no sólo que apoyamos sino que nosotros fuimos los que pedimos esa reforma: que volvieran a penalizar el aborto.

-¿Y Marcos en lo personal qué opina? -pregunta Felipe, que está totalmente en contra del aborto.

-En lo personal pienso que la mujer puede hacer de su cuerpo un papalote si así lo quiere. Nosotros en el EZLN ya lo vimos, nosotros no le podemos decir nada, ni que aborte ni que no aborte, ésa es decisión de ella. Yo no he parido nunca todavía, ni sé lo que se siente, ni siquiera he tenido hijos. Finalmente ésa es una decisión de la que lo pare, cuida al hijo, y también es decisión de la familia. Si ellos quieren tenerlo que lo tengan y si ellos no lo quieren tener, nosotros tenemos que darles todas las facilidades de la organización para que lo interrumpan. Nuestras facilidades son pocas pero tiene que ser decisión de ellos. Varían las circunstancias. En algunas condiciones podrán tenerlo, otras no. Pero yo pienso que es una decisión de las viejas.

-¿Las viejas? ¿El viejerío? Ya está usted como Fernández de Cevallos, qué horror.

-Ah sí, pero qué bien lo trató el Grupo San Angel cuando lo invitaron a comer.

-Yo no fui.

-Ahora resulta que hasta tiene madera de intelectual… Pero hágame una pregunta de las suyas, no las de esas hojas en máquina…

-¿Por qué le gusta a usted la poesía?

-No, la poesía me cae mal, no me gusta, la poesía esa de verso no me gusta.

-Entonces, ¿por qué dice de sí mismo que es un poeta o un soñador?

-De leerla, la poesía sí me gusta, leerla sí…

-Todo el mundo habla de la poesía de sus comunicados, que es usted un verdadero escritor, un hombre muy sensible. Oiga ¿a usted no le pican esos moscos que hacen un agujerito de aguja?

-No, ya estoy acostumbrado… (ríe). No, yo pensé que era poesía así de que el verso y así, y a mí la poesía me sale muy mal, parece que hay un consenso en contra de mi poesía, mejor que me dedique a hacer comunicados. Sólo han salido dos poesías, la de la patria y la del lado oscuro de la luna. Por eso me retiré ya de la poesía. ¿Y por qué no pudo venir Neus?

-Está en San Francisco.

-¿Cómo pudo elegir San Francisco en vez de Aguascalientes? Bueno, pues de la poesía no tengo nada que decir. Usted ¿por qué escribe así?

-¿Cómo?

-Como escribe.

-Porque así me sale.

-Pues igual yo, así me sale. ¿No quiere un refresco o algo, porque ya me acordé que Juan Gabriel les ofreció de todo?

-Oiga, se nota que usted no ha leído el Manual de Carreño.

Pregunta Felipe:

-Subcomandante, ¿le puedo hacer una pregunta?

-Sí.

-Yo creo que nosotros queremos ayudar a la gente pero no sabemos cómo. A usted, ¿cómo le nació querer ayudar a la gente, porque veo que trae una Montblanc?

-Ésa me la regalaron en Morelos. Uno me dijo «Va a ser un honor para mí que use esta pluma». Y un día que estaba yo firmando me dice un cuate «¿Tú sabes cuánto valen estas plumas? Un millón de pesos». «Jijo, véndela, véndela y me traes una caja de balas».

Manuel interrumpe:

-Para la Convención podríamos sacar un milloncito.

-Ay, ¿por qué le vas a quitar su pluma?

-¿Cómo la reconociste? -le pregunta Marcos a Felipe.

-Lo que pasa es que estudio en el Tecnológico de Monterrey y todos mis compañeros traen la Montblanc…

-¿O sea que ya con eso puedo aspirar a un puesto de elección popular? ¿Puedo aspirar a ingresar al grupo San Angel? Perdón, me estabas haciendo una pregunta -le dice a Felipe.

-De pronto a un ciudadano mexicano se le ocurre ponerse una máscara y decir: «Yo voy a ayudar a un pueblo indígena». ¿Cómo surge esta necesidad espiritual en ti?

-Mira, tú te vienes a vivir aquí unos días y sólo que seas un cínico, de esa cultura que le explicaba a Elena, esa ética del cinismo, no te puedes quedar como si nada, regresar a tu casa y hacer como que nada pasa. Y cada día ves más cosas, más injusticias. Si tienes un milímetro de vergüenza como ser humano, quieres hacer algo.

-Para sentirte bien contigo mismo…

-Sí, pues una cosa te lleva a otra y a otra y a otra y acabas detrás de un pasamontañas. ¡Qué horror! ¿Verdad? En lugar de acabar en una senaduría. No, pero así fue, y así les pasa a los que tardan aquí; empiezan a decir «Si es que hay que hacer algo ¿cómo es posible que pasen todas estas cosas y no hagamos nada?».

-¿Pero esta actitud, subcomandante, no proviene de una formación religiosa?

-¿Qué, tengo pinta de cura?

-Ahora que lo conozco, para nada, pero se dijo mucho que usted era sacerdote o por lo menos seminarista…

-El otro día estaba argumentando: «No puedo ser cura porque digo muchas groserías».

-¿Qué te llena personalmente, a ti? -insiste Felipe.

-Pues saber que soy consecuente conmigo mismo, aunque esté mal. Porque no me preocupa tanto que esté mal; seguramente me equivoqué muchas veces. Pero si uno piensa una cosa y la lleva a cabo, pues tienes la satisfacción de que vives de acuerdo a lo que piensas, aunque seas un hijo de puta, porque si un hijo de puta que es honesto vive como hijo de puta, se siente satisfecho, pero no que finja que es bueno y viva como hijo de puta…

-Manual de Carreño, ¡aparécete por favor!

El subcomandante no me oye y prosigue

-O uno que piense como hijo de puta y viva como hombre bueno. Cualquiera que sea el rango de bueno. No digo que buenos seamos nosotros; hoy somos los hijos de puta nosotros, los buenos son los otros. Pero si tú tienes un sistema de valores y tú tienes que hacer algo, lo haces. Y te sientes bien, no te sientes anacrónico, fuera de tu tiempo, que no eres tú, aunque traigas un pasamontañas. Va a llover de nuevo, así que ¡apúrele con su rollo ése!

-Entonces, ¿no tienes formación religiosa de ningún tipo? -repite Felipe.

-No.

-Pero sí hablas latín…

-No, que va… Tengo la educación religiosa de cualquier familia de clase media, pero así de seminario no. Será más humanista, no tanto religiosa. Me interesan los valores del ser humano. Alguna poesía que nos enseñaban mucho en la escuela se me quedó grabada, «Civilización» se llama, de Jaime Torres Bodet: «Un hombre muere en mí siempre que un hombre/ muere en cualquier lugar, asesinado/ por el miedo y la prisa de otros hombres».

-¡Uy!, a Octavio Paz le va a dar mucho gusto que cite usted a Jaime Torres Bodet subcomandante, porque Octavio dice que Torres Bodet no ha sido suficientemente valorado en nuestro país.

IV

Manuel y el Sup hojean los cientos de cartas de invitación, discuten, reina el buen humor. Le decimos a Manuel que su carta es muy tiesa, muy burocrática. Protesta:

-Muy bien, manden la del Sup, a la que no se le entiende nada, porque no dice ni de qué trata la Convención y es puro lirismo.

El Sup aguanta la crítica; sus ojos ríen y su boca quién sabe. Sugiere que pongamos las dos cartas a votación. Paula, Felipe y yo votamos por la suya.

-¡Qué cursilería! -exclama Manuel.

«Del lado de acá de la noche, del lado del olvido, del lado de la memoria perdida, del lado del dolor, del lado de la muerte sin nombre ni rostro, del lado de la esperanza. Para brincar al lado de allá de la noche, al lado de la historia que apunta hacia adelante, al lado de lo mejor recuperado, al lado de la cicatriz, al lado de la vida con muchos rostros y nombres, al lado de la esperanza…»

-¿Y eso qué quiere decir? -se mesa los cabellos Manuel Fernández en un gesto de desesperación.

Él ha escrito después de 77 mil borradores:

«La convocatoria es un llamado, una exhortación y un desafío hacia todos los sectores de la sociedad a unir sus esfuerzos con los de quienes han sido vejados y olvidados y hoy se asumen como ciudadanos exigiendo elecciones libres, limpias y democráticas.»

De la convocatoria, el Sup y Manuel pasan a los invitados. Saltan nombres. Hacen listas. Es un trabajo endiablado y, entre tanto, intercalo mis preguntas que el Sup responde presuroso entre indicaciones a Manuel y la lectura de un titipuchal de documentos que los zapatistas examinaron detenidamente a la entrada.

-Ayer que estábamos esperando nuestra cita con usted, subcomandante, vimos cómo les repartían a los campesinos costales de maíz frente a la cancha de basquetbol. Creo que se los daba la Cruz Roja, o Caritas, y ellos se dispersaban en el verdor de Guadalupe Tepeyac como hormigas con su prodigioso miligramo a cuestas. Este año, por la guerra, ¿no han sembrado, o no hay maíz, o qué es lo que pasa?

-No, es que apenas está eloteando la milpa, así están todas las milpas ahorita, eloteando hasta finales de agosto; en mayo fue cuando apenas se quemó la milpa, por eso les reparten un complemento de maíz.

-Sí, pero no sembraron porque no los dejaron los zapatistas, ¿o sí?

-Sí sembraron, pero la milpa no les da todavía. Los zapatistas son casi todos campesinos. Aquí y en otras partes de Chiapas ni siquiera sembraron porque no tienen tierras, entonces tienen que salir a sembrar. En muchos casos no salieron por miedo, porque los detienen y los desaparecen.

-¿Qué piensa usted, subcomandante, de todas las ONG que están tan activas en Chiapas? Chiltak, Conpaz y otras.

-Las ONG representan a sectores muy diversos, desde mujeres que se juntan en programas específicamente para las mujeres hasta ecologistas y artistas de la marimba. Tienen intereses muy diversos.

-¿Artistas de la marimba?

-Sí.

-¿Cómo?

-Sí, los que tocan la marimba se juntan en una organización.

-¿Con qué interés?

-Con el de salvar el valor de la marimba.

-Pero ¿qué tiene que ver la marimba con los derechos humanos?

-Algunos que tienen más experiencia organizan proyectos de salud o de educación. Como en Chiapas el gobierno del estado no resuelve problemas sociales de la comunidad, pues las ONG se han ofrecido a ayudar, algunas con buenos resultados.

-¿A cambio de qué?

-Es un acuerdo. Las ONG ponen el financiamiento y las comunidades tienen que poner el trabajo y el compromiso de hacer rendir. Por ejemplo, si dicen «Te vamos a ayudar en tu proyecto para una farmacia», el solicitante tiene que conseguir el local, poner a alguien a aprender y a vigilar que lo que entra en medicina se vuelva a surtir. Es, por lo tanto, un compromiso por ambas partes. Como el gobierno del estado nunca lo hizo, ese vacío lo empezaron a llenar la Iglesia y las organizaciones no gubernamentales. Por eso en Chiapas hay mucho respeto por la Iglesia y por las ONG, porque llenaron el vacío que dejó el gobierno. Ni Procampo ni el DIF ni nada entraron. Se metían las misiones y las ONG a las comunidades más alejadas donde no había carretera ni buenas condiciones y por eso siempre los chiapanecos los han visto con respeto y con agradecimiento.

-¿Pueden entrar a las zonas ocupadas por los zapatistas?

-Pueden entrar sin ningún problema porque ellos nos conocen desde antes y nos han ayudado desde antes. A la hora que nace el EZLN se da una especie de relación natural. Los mismos dirigentes de las comunidades indígenas son dirigentes del EZLN, y desde entonces decidieron recurrir para los proyectos de la población civil a las ONG, para resolver el problema de salud, el problema de la vivienda, del abastecimiento.

-Bueno, ¿de dónde salieron los 40 millones para hacer este maravilloso anfiteatro?

-De lo que habíamos juntado de impuestos de guerra, del ganado. El EZLN tenía ganado colectivo y nosotros lo vendimos.

-¿Es el ganado cebú que vimos al venir a Guadalupe Tepeyac?

-No, ése ya lo vendimos, ya casi lo vendimos.

-¿Pero cómo lo venden si están cercados?

-Entran los compradores y los sacan y ellos lo revenden mucho más caro porque lo pagan muy barato, y así logramos hacer una reserva, que es lo que estábamos usando para comprar maíz… y ahora se está yendo en los techos, en los clavos, en los palos de la luz, en las mangueras…

-¿Entonces ya no tienen qué comer?

-Pues casi no, a ver qué pasa.

-¿Y después de la Convención qué va a pasar?

-Esa Convención nosotros la vamos a ganar.

-¿Quiénes son nosotros? ¿Los zapatistas y la sociedad civil?

-Claro que sí. Vamos a ganar ¿verdad? (se dirige a Manuel Fernández.)

-¿A ganar como qué? ¿Como ejército? ¿Como individuos?

-Si se da el cambio pues se va a hablar de la ayuda y si la ayuda es efectiva y se resuelve, pues van a tender a desaparecer las causas.

-¿Entonces los zapatistas dejarán las armas?

-Toda esta gente (señala a los trabajadores) va a dejar las armas y se dedicará a trabajar su tierra o a hacer cada quién lo que le toca hacer.

-¿Y su gente, subcomandante, quiere el desarme?

-Sí. ¿Usted cree que vamos a vivir así en la selva con un pasamontañas toda la vida?

-Ojalá y no, y menos con las armas. ¡Si por mí fuera, tiraría todas las armas al mar! ¿Y usted también, subcomandante, va a desarmarse y convertirse en un hombre común y corriente?

-También. ¿Para qué vamos a estar aquí en las montañas del sureste si se resuelven las cosas? No se puede sostener una cosa así por largo tiempo. ¿Con qué? ¿Con qué fuerzas? ¿Con qué dinero? ¿Con la pura seducción de Marcos?

-Sí.

(Se ríe) -Me honra con ese sí que dijo rápidamente, pero no, no, no se puede. Este ejército surge por necesidades sociales y políticas. Resueltas las dos no va a ser posible que haya espacio para la violencia, no va a tener eco, en todo caso la guerrilla va a ser como era antes, de ultras, de gente acelerada, o foquitos que van a estar molestando hasta que finalmente queden marginados, no por los soldados o por el gobierno sino por la misma sociedad a la que quiere representar o a la que dice representar. No vamos a poder llamar a alzarse en armas. ¿Para qué vamos a alzarnos en armas si ya podemos elegir a nuestras autoridades? Ya hubo un cambio de gobierno, ya tenemos hospitales, escuelas, todo lo que querían los indígenas ya lo tenemos, entonces, ¿para qué vamos a ir a la muerte si la vida ya tiene valor?

-Algunos han dicho que en sus cartas hay una vocación hacia el martirologio.

-(Ríe) Los zapatistas amamos la vida, no la muerte.

-A partir del ejemplo de los zapatistas se dice que en doce estados se desataría la violencia y esto nos tiene muy espantados. Hay focos en Guerrero, Morelos, Oaxaca, Chihuahua, Michoacán, San Luis Potosí, Nuevo León, Veracruz y hasta en el Distrito Federal.

-Es que el ejemplo cunde. Ustedes descubren Chiapas el 1 de enero, entonces revisan las estadísticas y dicen «No, pues están bien jodidos en Chiapas». Pero hay otros que dicen «En Guerrero es lo mismo y Oaxaca está igual o peor», «Veracruz está igual o peor», y así. En cada uno de los estados con ascendencia indígena o con gran población rural empieza a haber las mismas condiciones que posibilitan el crecimiento guerrillero, y ese razonamiento también lo hacen otros grupos y en otros estados: «Nosotros estamos igual, veamos si pega. Si así lo hicieron los zapatistas y sólo así les han contestado, pues vamos a hacerlo nosotros, porque con las armas en la mano nos van a responder». La guerrilla se empieza a extender porque las condiciones son las mismas. El descontento ya estaba latente. Lo que pasa es que el EZLN vino a demostrar, uno, que se puede, y dos, que vale la pena morirse por esas cosas.

-A mí esa frase de «mejor morir de pie que vivir de rodillas» me espeluzna, subcomandante. ¡Ojalá hayamos aprendido de la Guerra Civil de España que el martirologio no sirve!

-La única forma de tener ese ejército o cualquier ejército es hacer que le valga más la vida que la muerte, y a nosotros nos vale más la vida. Por eso yo he dicho: «Resuelvan las condiciones que dan origen y ni siquiera van a tener que pedir las armas». El ejército se va a desactivar por sí solo.

-Sin embargo, hay muchos radicales, muchos ultras, muchos acelerados, mucha gente enferma, bueno, para mí enferma, porque nada debería resolverse jamás por las armas.

-Ése es el México bronco, el que se hizo sin que nosotros lo previéramos, sin que lo podamos evitar, es el México subterráneo, el sótano del país. Se creó un movimiento indígena muy radical, por abajo, el México que no sale en desplegados, que no participa en las marchas, que no va a las convenciones, el del sótano. Hay algo que es el común denominador de todos esos pueblos: ven en el EZLN la posibilidad de recobrar la dignidad.

-Y ese gobierno de transición a la democracia ¿cómo funcionaría o quién lo integraría? ¿Cómo se haría? ¿Quién sería su candidato? No entiendo nada.

-Bueno, nosotros pensamos que lo del gobierno de transición es un programa que no tiene ahorita ningún candidato. O sea que el candidato que llegue a la Presidencia se comprometa a abrir los espacios de participación legal…

-¿Y el candidato de la sociedad civil para Chiapas, don Amado Avendaño?

-No sólo para Chiapas sino a nivel nacional queremos candidatos de la sociedad civil. Si tú quieres participar en política tienes que ser de un partido, sólo eres definido en términos electorales, como si la política fuera sólo las elecciones. Si tú alcanzas un porcentaje de votos, entonces existes. Si tú no quieres hacer política a través de un partido, ¿por qué no tienes ese derecho? ¿Por qué tiene que ser a través de un partido? Esa emergencia de la sociedad civil o de todos los partidos políticos que no son legales porque no reúnen 1.5 por ciento de la votación pero tienen presencia regional o local, ¿por qué no tienen derecho a participar?

-Porque no es legal…

-Si no tienen derechos legales van a terminar arrimándolos a la clandestinidad y a la violencia. Un gobierno de transición democrática debe abrir espacios para que todas las fuerzas partidarias o no partidarias, chicas y grandes, se puedan manifestar políticamente. Que no sea necesario que tengan que recurrir a la clandestinidad.

-¿Pero la sociedad civil está preparada para plantear sus problemas? He oído a gente decir «En la Convención, me gustaría hablar de ecología, pero no sé si el tema esté en la mesa de discusiones».

-Pueden decir lo que sea. Lo más importante de este país es cuidar su ecología, pueden declarar hasta que los negros son malos y los blancos son buenos. Que las ideas se puedan confrontar a nivel público. Si por ejemplo los compañeros aquí del Comité [al CCRI, el Sup lo llama simplemente Comité] quieren ver la autoridad política o moral y ahora militar en uno de ellos, ¿por qué no pueden ser ellos o gente como ellos los que gobiernen aquí? Como era antes, elegidos por su propia gente. ¿O no hay ningún recurso legal que los reconozca siquiera como un partido regional, porque ni a partido regional llegan con su organización política muy local? No, no hay nada, ¿son ilegales en términos de la Constitución y en términos de la vía electoral? Si nosotros decimos gobierno de transición, no estamos hablando de transitoriedad, no estamos diciendo «El gobierno nada más va a durar tantos años», porque a lo mejor ese gobierno ni siquiera agota su programa en seis años; hay muchas cosas que reformar. Que pasa un sexenio y se necesita que el otro continúe con el mismo ajuste, pues que continúe. Que la gente pueda pedir lo que sea, Elena, hasta una grabadora que sí sirve por vías legales, que no sea necesario alzarse en armas y que alguien que se alce en armas no sea visto con simpatía por muchos sectores de la población que no han conseguido nada.

-Muchos mexicanos han dicho que están bien las causas pero están mal los métodos, repudian el método del EZLN.

-Pero en sectores desprotegidos están bien las baterías y están bien los medios, por eso crecen y esa gente que usted ve aquí se queda en la selva trabajando sin nada a pesar de que les han ofrecido un hospital o una carretera.

-Muchas personas estarían dispuestas a venir a la Convención si usted dejara las armas. Muchas voces autorizadas se han manifestado en contra de la guerra.

-Por eso la Convención no va a plantear el camino de las armas, porque ése no es el camino, sabemos lo que cuesta porque nosotros ya lo pagamos. Por eso decimos «Vamos a ponernos de acuerdo en el tránsito pacífico y vamos a hacer un acuerdo aunque sea muy general, que permita unirnos aunque seamos de extremos diferentes». Ésa es la Convención. Lo importante ahí es que tenga autoridad moral.

-¿Los condenados de la tierra siguen siendo los indígenas?

-Yo pienso que no hay avance, que cada vez está más polarizada la sociedad, cada vez los ricos son menos y más ricos y cada vez los pobres son más y más pobres. Esa ecuación que ya se insinuaba desde los sesenta, cuando se resquebraja y de plano se rompe el milagro mexicano del cual el 68 es la planilla, el golpe final. Es en 1994 cuando alguien aparece y dice que ya no hay esperanza y otros empiezan a decir que ya tampoco, que ya tampoco, que ya tampoco. Así se empieza. El 1 de enero es el golpe, el inicio.

-¿Pero cómo es posible que el EZLN diga que si gana el PRI va a haber guerra?

-Si el EZLN dice eso hay editoriales en su contra, en cambio sí le permiten a un banquero (Roberto Hernández) decir que si no gana el PRI va a haber fuga de capitales. Entonces nadie dice nada. Son iguales de absurdas las dos premisas. Los zapatistas no hemos dicho «Bueno, si sale el que no quiero entonces me voy a alzar en armas», pero igual de absurda es la otra declaración «Si no sale el que yo quiero, entonces me voy con los capitales». Debe de haber algo en medio que sirva de contrapeso y sujete a uno u otro de los dos extremos. Nomás que el banquero no está dispuesto a ceder y nosotros sí estamos dispuestos a ceder. Ese contrapunto es la llamada sociedad civil. Ni siquiera son los partidos políticos sino algo mucho más amplio, un movimiento más horizontal y a lo mejor más político en el sentido nuevo de la política, no de corrupción, no de ansia de poder, sino de la participación de todos en las decisiones que nos afectan como personas y como país.

Escoltado por ocho soldados llega Jaime Avilés vestido todo de blanco en medio de los uniformes caquis. ¡Qué alegría ver la cara conocida de Jaime Avilés! Andaba por las cañadas y vuelve a irse a las cañadas. Él y Hermann Bellinghausen pastorean la zona zapatista y van de un lado a otro como Pedro por su casa (claro, siempre acompañados por su piquetito de soldados). Cuentan que Bellinghausen ya se compró su casa en La Garrucha. Me hubiera gustado verlo, pero regresó a México ayer.

En la noche, en el Hospital de Solidaridad que sirve de albergue, encontramos de nuevo a Jaime con toda su experiencia «guerrillera», la exactitud de sus provisiones, su manga de hule ancha y colorada y en su mochila la biografía de Pessoa. ¡Nada de lo que aquí sucede es vulgar! El subcomandante lee a St. John Perse y allá en Aguascalientes, al fondo del bosque y entre los grillos y el croar de las ranas se levanta, toda de madera, la biblioteca. «¿Qué nombre le pondremos?» pregunta el Sup. Un tráiler lleno de libros está por llegar. ¿Cuándo se había visto una biblioteca en la selva lacandona? Las avionetas del ejército sobrevuelan Aguascalientes. El EZLN no podría estar más fichado. Los militares lo saben todo. ¿Qué mayor dignidad que la de estos hombres que se preparan a recibir los libros? ¿Los verán ellos desde el cielo que remueven?

A diferencia de tal vez la mayoría de los mexicanos, y sobre todo de las mexicanas, no me interesa conocer la cara del subcomandante; prefiero seguirlo viendo como el símbolo encapuchado de un movimiento revolucionario romántico y limpio.

Se juega la vida por lo que cree. Ha de ser muy duro permanecer en la selva durante diez años. Ha de ser muy duro ser guerrillero. Ser Marcos debe ser más duro que todo eso. Por más que bromee, choree y sea ya una celebridad. Ojalá la sociedad civil sea capaz de devolverlo a la vida de todos los días junto con todos sus hombres y todas sus mujeres.

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