Algo que nosotros como muchos otros tenemos claro es que las comunidades Zapatistas en Chiapas son una de las pocas referencias concretas, vivas y constantes de que sin necesidad de pedir permiso o limosna al poder es posible construir un mundo más digno. El elemento distintivo de este proceso frente a muchos otros es que cruzaron una puerta que difícilmente se logra cruzar, la de la autonomía, aquella que les permite decidir su destino y el de su territorio. Esa autonomía es el elemento más incómodo y peligroso a los ojos de aquellos que ven en los diversos territorios del planeta un conjunto de recursos que pueden ser extraídos para ser convertidos en dinero, pues es la capacidad de una comunidad o de un conjunto de comunidades (o en el caso de Chiapas de una tercera parte del estado) de negarse a ceder ante la presión de empresas y gobiernos. Y es esa autonomía la que los frívolos gobiernos de Manuel Velasco en Chiapas y de Enrique Peña Nieto en México y sus “socios” nacionales y extranjeros quieren acabar.
Los ataques no son nuevos, todavía está fresca la sangre de Galeano, el maestro de la Escuelita Zapatista asesinado por paramilitares, y en la terca memoria de la gente honesta del mundo siguen presentes las atrocidades que el gobierno mexicano ha cometido o permitido en contra de las comunidades zapatistas.
En este tiempo y en el contexto de la compartición entre el EZLN y el Congreso Nacional Indígena, la posibilidad de que el ejemplo de la autonomía Zapatista contagie a otras comunidades se convierte en una amenaza para los intereses de quienes ven en los territorios indígenas de México una mina de oro (literalmente en muchos casos).
Por eso los ataques paramilitares, bajo las siglas que sean no son casos aislados, son parte de una guerra permanente. La guerra en contra de las comunidades zapatistas no es un asunto que implique únicamente a Chiapas o a quienes simpatizamos con el Zapatismo, sino que es una guerra por el futuro del país, es una guerra preventiva para evitar que los pueblos indígenas asuman el destino de sus territorios en sus manos, para evitar que México comience a verse a sí mismo, para evitar que un sistema que necesita del despojo para sobrevivir se quiebre.
Parece que muy seguido allá arriba creen que las repuestas de abajo no resuenan, no crecen, no provocan justo lo contrario a lo que quieren evitar. Como fue notorio con los cientos de actos y pronunciamientos de solidaridad con las comunidades zapatistas después del asesinato del Votán Galeano. Los zapatistas son una inspiración que rebasa fronteras, límites, que va más allá de los cálculos del poder en donde siempre subestiman la solidaridad que en lugar de disminuir crece.
Como se demostró con la solidaridad que llegó hacia el territorio zapatista tras el asesinato del Votán Galeano, el mundo no sólo está mirando, también está activo y con el corazón puesto en el sureste mexicano.
Enlace Urbano de Dignidad
Nodo de Derechos Humanos
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