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Palabra del Ejército Zapatista de Liberación Nacional

Oct282006

23 de octubre en Hermosillo, Sonora

Reunión con locatarios del tianguis Héctor Espino Lea aquí

 

En la Universidad de Sonora Lea aquí

 

Reunión en la Facultad de Economía de la UNISON Lea aquí

Palabras de Delegado Zero en la reunión con locatarios del tianguis Héctor Espino.
Hermosillo, Sonora
23 de octubre del 2006

Bueno, compañeros, compañeras, buenas tardes. Gracias a los tianguistas que nos recibieron aquí en el local de Héctor Espino. Y al compañero pues, que nos dio la carne asada y los burritos. Cuando dijeron que iban a dar burritos, pensé que va a venir el gobernador —qué bueno que no—.

Miren, lo que nosotros estamos haciendo y lo que se sabe. Porque es importante que cuenten los problemas que hay, porque en el resto del país se dice que “el norte de México es panista y que todo mundo vive bien y que todos están contentos y que nadie tiene necesidades” —así están diciendo—.

Y nosotros que ya pasamos por Sinaloa, Baja California Sur, Baja California, y ahora estamos en Sonora, pues vemos que no es cierto lo que se está diciendo arriba. Donde quiera que hemos pasado hay gente que tienen necesidad. Y donde quiera que hemos pasado hay gobiernos que se están haciendo tarugos en lugar de hacer su trabajo.

Ahorita los compañeros nos están diciendo pues, de los retenes que hay, que vienen pues desde el Norte, desde la frontera. Se supone que esos retenes son para que no se pasan armas y drogas, pero lo sabemos bien que lo que hacen en esos retenes es extorsionar a los pequeños comerciantes y quitarles las cosas, o pedirles que se mochen con la mordida.

Y entonces lo que vemos es que no es justo que la gente está trabajando todo el día y finalmente el dinero se lo está llevando alguien que nomás está molestado. Lo hemos visto en otras partes de la República estas quejas. También hemos visto que, pues ahora sí que el gobernador aquí nomás no gobierna, o no gobierna pues para la gente de abajo. Ya después vamos a platicar más de que estuvimos con la comunidad seri, de todo lo que hemos visto allá. Pero ahorita lo que les digo es aquí de los tianguistas, un poco lo que es el plan de ellos, para que se pongan abusados porque lo hemos visto en otras partes.

Los planes de los gobiernos es que lo que debe crecer son los centros comerciales de lujo y los comedores de lujo que son de capital norteamericano. Entonces, no importa que aquí se venda mejor comida y más barato, ni se vendan mejores productos. Lo que se trata es que se espante la gente de que hay problemas, y mejor se vayan a comprar a los centros comerciales.

Por eso provocan la división entre los tianguistas, para que haya choques y enfrentamientos y la gente diga: “no, no vayas al Héctor Espino, porque ahí nomás puede haber problemas o se van a pelear”. Y entonces terminen yendo a los grandes centros comerciales. Y eso nos parece injusto porque la gente que está aquí no es criminal, ni está robando. Si fuera criminal o estuviera robando sería gobierno del estado de Sonora o presidente municipal de aquí de Hermosillo.

Entonces, si sabemos pues que estamos haciendo una lucha honesta por sobrevivir. Porque no le estamos quitando nada a nadie, lo que estamos haciendo es ganando el pan de cada día y conseguir un poco de paga. ¿Por qué nos están haciendo eso de los gobiernos? Si se supone que el gobierno debe estar para ayudar a la gente más necesitada, y lo que vemos es que está ayudando a los que más tienen.

Ustedes acaban de ver ahora que pasó las elecciones —que por cierto el gobernador de aquí es del PRI, pero jaló con el PAN, con Felipe Calderón, o sea se puso de acuerdo con Elba Esther Gordillo—, pues ya ven que vinieron los políticos, los tres: Madrazo, López Obrador y Felipe Calderón. Y a prometer cuánta cosa que se les ocurra para pensar que nosotros vamos a depositar nuestra confianza en un voto —que además no respetaron porque hicieron fraude—.

Y entonces nosotros estamos pasando por la República para descubrir otro México, ese que no sale en los periódicos ni en la Televisión. Porque de veras, que en cualquiera que vea la televisión nacional de paga o que lea los grandes periódicos, dice que en el norte no pasa nada, que toda la gente está tranquilo. Y nada más están diciendo que en Sonora y en Sinaloa, puros levantamientos, puros choques de narcotraficantes. Entonces, la imagen que se está dando de nuestros estados del norte, es nada más como si fueran una cueva de ladrones, como si nada más aquí vivieran narcotraficantes y criminales. En lugar de que se vea que hay gente que está trabajando —como ustedes— aquí en este tianguis.

Hace rato estábamos comentando pues, con el compañero, de la trayectoria beisbolística de Héctor Espino. Y nos estaba contando él, que aquí, a cada parte le pusieron nombres de beisbolistas. Es mejor eso que ponerles nombres de políticos, porque ya sabemos que nada más están robando.

Entonces nosotros estamos pasando para que se escuche su voz. No estamos yendo a los centros turísticos, ni hablando con los políticos, estamos hablando con gente como ustedes. Y lo que estamos haciendo es lo que no hace ningún político, que es preguntarles cómo está la situación, para que se conozca. Porque sólo este movimiento es el que los escucha. Y a ver si le da vergüenza al gobernador y al presidente municipal lo que aquí nos contaron, porque en lugar de hacer para que la gente aquí puede trabajar en paz y tranquila. Y pueda llegar la gente contenta a comprar las cosas buenas que se venden aquí, pues nada más está provocando la división y el enfrentamiento.

Nosotros no estamos buscando ningún cargo, nosotros no estamos haciendo partido político. Nosotros lo que estamos haciendo es escuchando la palabra de abajo, y que otros en otras partes los escuchen. Este problema que tienen ustedes como tianguistas lo escuchamos también en la ciudad de México, y también en Veracruz, y también en Chiapas, en los mercados.

Y siempre nos están diciendo este problema: que está uno todo el día chambeando, y aparte llegan los inspectores o los funcionarios a pedir mordida porque si no lo van a cerrar. Y si quieren meter pues mercancía los acusan de contrabando, y ellos ven cómo los grandes camiones de las grandes empresas pasan y nadie les dice nada. Y además lo sabemos bien que las cosas que venden en esos centros comerciales son más caras y son más chafas que las que se venden en los mercados populares.

Entonces, nosotros queremos que esa voz que ustedes están dando llegue a estas otras partes de la República, para que se hace un acuerdo, no sólo en el tianguis del Héctor Espino, no sólo en Sonora, sino en todo el país, para exigir los derechos del pequeño comerciante y de los ambulantes. Que no están haciendo ningún crimen, sino lo único que están haciendo es trabajar con dignidad, que es lo que está haciendo cualquier gente acá. Y que los gobiernos de los estados, de los municipios y el federal, no sólo tiene que dejar de molestar a la gente, sino además tiene que dar los apoyos, que ahorita se le están dando a los grandes ricos.

Nosotros lo que queremos es organizarnos compañeros. Que cada quien se organice donde está, pero no para que manden aquí los zapatistas en Hermosillo o en el tianguis, sino que los mismos tianguistas se organicen y ellos digan qué es lo que se tiene que hacer aquí y cómo se va a hacer. No que venga ningún cabrón licenciado a empezar a dividir o a decir cómo van a hacer las cosas. Si él nunca ha vendido pues en un tianguis, nunca ha trabajado en un mercado público, ¿cómo va a saber la necesidad de la gente aquí?

Lo que nosotros decimos es que la misma gente se tiene que organizar, así como nos organizamos nosotros allá en Chiapas, donde las mismas comunidades indígenas son las que mandan y las que deciden qué se hace. Por eso, allá antes no había hospitales ni escuelas, y ahora sí hay. Pero no las puso el gobierno, ni una cosa ni otra, la hicieron las mismas comunidades con el apoyo de otras partes. Y ahí nosotros mismos hicimos las construcciones. Y los maestros y la gente que está atendiendo en los hospitales es nuestra misma gente que se capacitó, y que se pudo hacer ese conocimiento para darlo al bien de la gente.

Allá donde estamos nosotros no manda el gobierno, ni Fox, ni el gobierno del estado de Chiapas, ni los municipios. Mandan pues las mismas comunidades que ponen y quitan autoridades.

Lo que nosotros queremos de ustedes, no es que se entran a un partido político, se entran con nosotros, o que van a hacer los que les digamos. Lo que queremos es que cuando luchen por sus demandas —como ésa que nos dijeron aquí: que haya respeto de la autoridad y que se unan todos los tinguistas— ya no estén solos, sino que lo podamos apoyar nosotros, pero también otras organizaciones que vienen en la Otra Campaña. Porque también hay otros locatarios de mercado, otros vendedores del pequeño comercio —que decimos—, que también ven todas esas injusticias y no ven la forma de la salida. Porque lo saben bien ustedes que el gobierno los trae vuelta y vuelta con papeles. Y en la vuelta y vuelta, como quiera sigue subiendo la luz, la renta, el predial, los impuestos y los precios de las cosas que tenemos que consumir.

Y entonces como que nos están aventando al precipicio para que nos vamos a caer, y tenemos que buscar la forma pues de sobrevivir.

Nosotros pensamos que así solos no se va a poder. Hay que hablar con los otros tianguistas de las otras organizaciones que están aquí. Y decirles claramente que si sigue la división, van a perder todos —también ellos—, porque finalmente aquí va a haber un enfrentamiento, va a haber una desgracia, un muerto o algo. Y entonces el gobierno va a decir: “se cierra el tianguis”. Y en lugar de eso, van a ver que va a haber aquí un centro comercial. Y se van a quedar sin el empleo y la gente que antes compra aquí, bueno y barato, ahora ya no va a tener dónde, va a tener que pagar más.

Ellos lo que quieren —los que están allá arriba— es sacarnos, compañeros: de Hermosillo, de Sonora, de todo el país. Ellos quieren pues, entregar esta nación a los grandes ricos pues de otros países. Ya lo vimos, no estamos inventando. Llegamos a Bahía de Kino, compañeros, compañeras: grandes casas de lujo, puros letreros en ingles. Cuarenta minutos más adelante, la comunidad seri, casas de cartón, sin drenaje.

¿Cómo es posible, que Bours esté diciendo que Sonora avanza? Si las comunidades indígenas en este estado, están viviendo como en la época de la Colonia, como cuando dominaban aquí los españoles. Y en lugar de españoles, los que están dominando en estas tierras son norteamericanos, japoneses, coreanos, no importa quién, de qué color es el dinero, que es el que está mandando.

Y da coraje, porque estas cosas que traigo nos dieron en la comunidad seri. Y nadie puede llegar allá para conocer esa riqueza cultural. Son indígenas que tienen su propia lengua, su propia cultura. Y debería ser un orgullo para Sonora, porque es gente bien chingona, como toda la de Sonora de abajo, la de arriba no. Y no se puede llegar porque hay un camino de terracería, que cuando llueve —como ahorita— no se puede pasar. La carretera llega nada más a donde están las casas, las viviendas y los comercios de los norteamericanos.

Ni siquiera es cierto que van a dejar aquí beneficio ésos que vienen de afuera, porque nos platicó un indígena seri —que trabaja ahí con los gringos—, que cuando se les acaba la comida, se van a la frontera, compran la comida allá y luego se vienen otra vez acá. Lo único que está dejando esa gente en Sonora es su basura, lo estamos viendo claro, pues.

No es que lo inventamos pues, lo vimos. Y nosotros decimos: porqué los retenes no le hace nada a esa gente que nomás está metiendo comida de fuera en lugar de venir a comprar aquí al tianguis de Héctor Espino, que es mucho mejor la comida —ahorita le vamos a entrar a la carne pues—.

Entonces nosotros estamos viendo eso pues, compañeros y compañeras. Y estamos pensando qué vamos a hacer. Si vamos a esperar que llega un partido político que se va a portar bien, no se va a portar bien compañeros. La policía lo que está haciendo aquí es deteniendo a la gente pobre. A la gente rica, a los grandes narcotraficantes no les hace nada.

Entonces, de qué sirve que vamos a estar esperando: “que si el PRI, que si el PAN, que si el PRD, a ver si quiera dios sale uno que no es ladrón”. Todos, lo hemos visto que todos son ladrones. Si entra cualquiera de ustedes de diputado —con trabajo tiene un local— o de presidente municipal, al rato ya tiene casa, carro y lo que sea. ¿Y de dónde sale el dinero si no trabaja? Esa gente no trabaja, ¿y por qué cada día tiene más dinero?, ¿y por qué la gente que sí trabaja, cada vez batalla más? Pues porque lo que está mal es todo el sistema, no es un partido político.

Nosotros no decimos que hay que votar por uno y por otro. Nosotros decimos que hay que mandar a la fregada a todos los políticos, a todos: al presidente municipal, al congreso del estado, al gobernador, al presidente de la República, a los diputados, a los senadores. Y tenemos que organizar otra vez desde abajo, mismo con la misma gente que vaya viendo quiénes son buenos líderes o quiénes son buenos dirigentes. Y si se empieza a corromper o vender, quitarlo y poner otro. Y así cada vez para que se vea bien cómo es el avance de cada cosa.

Miren, hay que hacer una pregunta, porque los grandes políticos se enriquecen y uno pregunta ¿de dónde sale el dinero? si cada vez que vamos a pedir un apoyo, nos dicen que no hay presupuesto. Sale de lo que están quitando. Si todo ese dinero en lugar de que se quedan los políticos, realmente se aplica para lo que necesita la gente, de veras que todo el país se va a levantar. Y entonces sí va a poder decir: “el norte, el centro y el sur de México, que vive bien”, no ahorita las mentiras que nos están diciendo. Porque nos dijeron pues que: “nombre, allá nadie te va a hacer caso porque toda la gente está bien contenta”. Y estamos viendo que no es cierto, que la gente está bien brava, bien indignada por los engaños de los políticos y porque no mejora la vida.

Parece pues como que no hay otra cosa que hacer: “pues ni modo, así nos tocó”. Pero sí hay otra cosa que hacer, es eso de la Otra Campaña. Viera que se organizan entre ustedes como tianguistas y llevamos su palabra lejos hasta México, imagínense que se levanta aquí un movimiento por justicia y los apoyan en la ciudad de México con su nombre: a la Unión de Tianguistas de Hermosillo del local Héctor Espino. Que llegara ayuda de otros lados, pues ya no estaríamos solos, ya no. Porque ahí es donde nos están ganando: que cada quien está por su lado, a veces sólo una familia, a veces sólo una persona, a veces sólo un locatario, a veces sólo una unión, y entonces es donde nos pegan. Pero si nos estamos uniendo todos los de abajo, entonces podremos hacer esto.

No se trata que nos vamos a levantar en armas, no. Este es un movimiento civil y pacifico. Es nuestro derecho, porque dice la Constitución, dice la Constitución, que el pueblo puede cambiar a su gobierno si no sirve, es nuestro derecho. Pero resulta que no lo podemos cambiar, porque cada seis años, nos cambian pues la cara del que va a mandar, pero es el mismo ladrón, aunque cambia de partido político.

Entonces nosotros, compañeros y compañeras los invitamos que lo piensan, que lo piensan bien. Nosotros lo que estamos invitando es a cambiar a México, todo, no nada más una partecita, ni nada más un partido político. A volver a organizar todo como cuando en 1810 se hizo la Independencia contra España, como cuando en 1910, se hizo la Revolución contra Porfirio Díaz, ya va a ser el 2010 y tenemos que pensar qué vamos a hacer.

Gracias compañeros, gracias compañeras.

Universidad de Sonora, Sonora
23 de octubre del 2006

Buenas noches. Queríamos agradecerles la paciencia para escuchar nuestra palabra, y para escuchar la palabra del compañero del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra de Atenco, y del Congreso Nacional Indígena.

Llegamos un poco tarde porque estábamos en el tianguis del Héctor Espino. Y entonces, nos dijeron: ahí va el burrito. Yo pensé que era el gobernador Bours y me espanté porque nosotros no hablamos con delincuentes.

Yo vengo hablando a nombre de comunidades indígenas de los pueblos tzotzil, tzeltal, chol, tojolabal, zoque y mame. Vivimos en las montañas del sureste mexicano y ahora me ha tocado traer el oído y la palabra de las comunidades zapatistas.

Según nuestra tradición cultural, el mundo fue creado por varios dioses. Unos dioses muy bailadores, muy reventadores —también decimos—, que no lo hicieron cabal. Dejaron cosas pendientes, o cosas que se hicieron mal.

Una de ellas fue que no hicieron a los hombres y mujeres cabales, todos, es decir, de buen corazón. Sino que se les salió por ahí algún gobernador, o algún presidente del país que salió con el alma mala y con el corazón chueco.

Cuando se dieron cuenta los dioses de esta injusticia, de que había hombres y mujeres que estaban viviendo a costa de los demás, quisieron ayudar algo a los hombres y mujeres de maíz. A los pueblos indios de este país.

Y para ayudarlos les quitaron una palabra: les quitaron el “yo”. En los pueblos indígenas, en los de raíces mayas y en muchos pueblos de este país, la palabra “yo” no existe. En su lugar se usa el “nosotros”.

En nuestras lenguas mayas es el “tic”. Esa terminación de “tic”, que menciona al colectivo o a la colectividad, se repite una y otra vez. Y no aparece por ningún lado el “yo”.

(Palabras en tzotzil) “Nosotros no tememos morir luchando”, decimos nosotros. Nunca hablamos en singular. El “tic” que se repite una y otra vez en nuestras lenguas, viene a ser como el tic-tac de ese reloj que nosotros queremos llegar, para ser parte de este país, sin ser una vergüenza para él, una afrenta o un motivo de burla o de limosna.

Cuando nosotros empezamos a ver lo que teníamos que hacer: de recuperar un lugar en este país, y vimos que topábamos pared por el lado de los políticos, empezamos a buscar por todas partes a esos hombres y mujeres —como los de la Sonora digna que ahora nos recibe— que habían volteado el corazón, el oído y la mirada hacia los últimos hijos de esta tierra. Hacia el rincón más olvidado de este país que está, en efecto, en el último rincón de la República mexicana: en las montañas del sureste mexicano.

Ustedes pueden pensar que el “yo” los salva. Que el “yo” los mantiene fuera de cualquier injusticia. Que Chiapas queda muy lejos. Que la nación tohono o’odham, o la nación comca’ac —o seris, como les dicen ustedes— queda suficientemente lejos de la universidad de Sonora. Que la injusticia no los va a alcanzar.

Pero hay una historia, que cada uno lleva, que da vergüenza y da pena. Una mujer que es agredida sexualmente, violada. Y cuando llega a protestar, le dicen: “y ¿para qué te vistes así? ¿por qué enseñas así tu cuerpo? es que de por sí buscabas que fueras agredida”.

Un joven que es golpeado, humillado, metido a la cárcel. Y como explicación les da: “¿por qué te vistes así? ¿por qué te peinas así? ¿por qué te juntas con esa gente?”

Un investigador o un académico que decide que sus alumnos deben enfrentar la realidad, y no el mundo aséptico de la academia, y empieza a contar lo que está ocurriendo después, y es despedido o sancionado. Y le preguntan: ¿por qué? Y le contestan: “porque eres así”.

Cada quien va construyendo en su “yo” su dolor. Y nadie está exento. La bala que nos mate, el garrote que nos golpee, el barrote detrás del que estaremos, la humillación de un despido o de una mala palabra, no importará entonces de dónde vino, si siempre va a lastimar el “yo” que tanto y tanto promovieron los que están allá arriba.

Para poder transformar esto en otra cosa, habría que pensar en lo que va a pasar. Hagan de cuenta que pudieran meter el acelerador a la película de su vida. Años en la universidad viendo cómo se va transformando poco a poco, o rápidamente, en una institución privada. Suben las cuotas, suben el costo de los laboratorios, sube el costo de la biblioteca. Y baja, al mismo tiempo, la calidad. Cada vez maestros más mal pagados, cada vez las investigaciones dirigidas hacia otro lado.

Porque aquí se ha hablado de la maquila, y uno piensa en una fábrica, y olvida que también se maquila el conocimiento científico. En las universidades públicas, entre comillas, de nuestro país, se maquila el conocimiento científico que necesitan las grandes transnacionales. En un laboratorio se está produciendo un pedazo de un conocimiento que luego se va a unir con otro y va a producir —contra toda ética humana, y sobre todo universitaria—, va a producir destrucción y muerte.

A veces, pocas veces, los investigadores se dan cuenta de esto y se rebelan. Así como el académico se rebela. E inmediatamente está la estructura burocrática universitaria que en nada, o en poco, se diferencia de la estructura burocrática del Estado o del gobierno, para poner de un lado —o encapsular— a ese maestro o a ese investigador.

Sigan adelantando la película. Años estudiando, consiguen la paga, se empeñan, y acaban con honores. Un hombre, mención honorífica, llega a buscar trabajo: ingeniero, médico, químico —lo que ustedes quieran—. Y resulta que el trabajo lo obtiene el primo del hermano, del cuñado, del que le bolea los zapatos a Bours.

Y uno se pregunta en ese momento: ¿de qué sirvió tanto empeño y de qué sirve ese papel que dice graduado con honores en la Universidad de Sonora? Si a la hora de la hora, es un idiota el que va a tomar el puesto. ¿Dónde está la justicia? Y resulta que Chiapas no está quedando tan lejos, ni el territorio o’odham, ni el territorio comca’ac.

Porque esas injusticias se empiezan a reproducir en todas partes. Resulta que el “yo” que cada uno va construyendo, no es más que un basurero para los de allá arriba. Misma historia, adelantamos la película.

Una mujer graduada con honores. Llega a buscar trabajo, y el que la va a emplear la mira de pies a cabeza, para decidir si la contrata o no. Nada de sus conocimientos, nada de su capacidad, únicamente su apariencia física. Si le tocó la suerte de ser hermosa —o sea, chaparrita, gordita y morena— la van a dejar fuera. Si responde a los patrones de belleza impuestos, entonces, no importa su conocimiento, sino los favores o si es accesible a su empleador. Y entonces, ¿para qué el estudio? ¿para qué la universidad?

Y uno se da cuenta que el “yo” empieza a romperse y que vienen cosas incompletas. No basta una universidad, se necesita otro sistema que le garantice al estudiante un empleo digno y justo. Y para eso empiezan a aparecer muchos estorbos por un lado y por otro.

Y uno se va dando cuenta y empieza a voltear por otros lados, y descubre que el territorio o’odham es usado como basurero de deshechos tóxicos. Y uno piensa que el desierto de Sonora —en la parte que hace frontera con los Estados Unidos— está muy lejos de Hermosillo. Pero la tierra, compañeros, compañeras, es como el cuerpo humano. Si se envenena en un lado, se envenena todas partes.

Y uno piensa que lo que está ocurriendo en el territorio seri nos queda muy lejos. Porque venimos de allá y vimos en Bahía de Kino grandes construcciones lujosas para los norteamericanos. Y a menos de media hora de ahí, en Punta Chueca, la comunidad indígena seri vive en casas de cartón, justo como vivía antes de 1910, y antes de 1810.

Y sabemos, por boca de ellos, que su corazón, el que los protegió, el que les dio la vida, que es la Isla del Tiburón, cada tanto es sobrevolada en helicóptero por este pequeño reyezuelo Bours, como si fuera su dominio.

Cuando me contaban eso recordé la historia del emperador, perdón del gobernador Estrada Cajigal de Morelos, que para excitarse se sube al helicóptero. Se lleva su novia —no sé si Bours lleva novio o novia—, pero no sé qué les pasa que necesitan… ¿Qué les pasa a los gobernadores que necesitan un helicóptero para ponerse cachondos? Es algo que va a haber que investigar.

Si nosotros seguimos corriendo la película de lo que va a ser nuestra vida, vamos a descubrir lo que pensamos que estamos descubriendo aquí en la Otra Campaña: que si el dolor es individual, la posibilidad de aliviarse y de curarse tiene que ser en colectivo. En el “tic”, en el “nosotros” que estamos construyendo.

Y eso es lo que queremos hacer acá en la Otra Campaña. Nosotros no queremos decirle a la Universidad de Sonora cómo debe ser. Nosotros queremos hacernos compañeros y compañeras de la comunidad universitaria de la Universidad de Sonora, en su lucha por una universidad digna. Que no sea una vergüenza decir que se es de Sonora y se es de la Universidad de Sonora. Como para nosotros no es una vergüenza decir que somos zapatistas de Chiapas.

Eso es lo que estamos buscando en cada lugar: construir un “nosotros”. Imagino que muchos de aquí se habrán acercado con el escepticismo que nos han sembrado: un nuevo movimiento, un nuevo líder, un nuevo corrupto en el futuro. Se hace un movimiento y Marcos termina de gobernador —no, es muy feo eso, no me deseen ese futuro—, con un puesto, o con dinero, lo que sea. Y las necesidades de la gente quede fuera.

Nosotros, como dijo Octavio, no estamos buscando un líder, quién nos mande. Ni tampoco estamos buscando una masa a quién mandar. Estamos a los mejores hombres y mujeres de cada lugar. Ésos que sientan por esta tierra, por este aire y por este mar, lo que nosotros los zapatistas desde Chiapas sentimos. Que sientan el mismo dolor por el territorio o’odham, y por el territorio seri, que sentimos nosotros que estamos en el otro rincón de esta país. Porque lo tienen aquí.

Y todo esto viene a cuento porque los compañeros y compañeras de la nación tohono o’odham y los compañeros seris, nos han dicho que han visto señales en la tierra, en el aire y en el mar, que hablan de que algo va a ocurrir.

Yo soy un Subcomandante cualquiera, pero algo he leído y según yo, en 1906, Sonora, con Cananea, anunció la revolución de 1910. Nosotros pensamos, por estas señales que nos dan los pueblos indios, que otra vez, en Sonora, en las tierras de Sonora, brillará la profecía que unos años después habrá de hacerse realidad.

Nosotros queremos que en el pase de lista que estamos haciendo por todo el país, el hombre y la mujer dignos de la Sonora digna, o sea la de abajo, diga presente y convierta su “yo” e el “nosotros”.

Ofrecemos respeto, ofrecemos oído, ofrecemos luchar y morir por ustedes. Gracias compañeros, gracias compañeras.

Universidad de Sonora. Sonora
Facultad de Economía

23 de octubre del 2006

Bueno, buenas noches. Nosotros queríamos contarles una historia, de la que… la historia que no aparece a la hora de las cámaras y de los micrófonos. Que es cómo fue que empezó el movimiento nuestro del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Según tengo entendido, la mayoría de los que están aquí, o un número de ellos, son de Economía, aquí de la Universidad de Sonora. Y tiene que ver con esta cuestión de la economía.

Según nuestra concepción, como zapatistas, a la hora que se hizo la conquista de nuestro país por el imperio español, vinieron primero los ejércitos españoles, derrotaron a nuestros ejércitos de los pueblos indios. Y detrás de ellos, vino un modelo económico. El modelo económico que empezó a discutir si los indígenas eran seres humanos, o eran animales.

Esta discusión sobre si los indígenas tenían alma o no duró bastante tiempo, y en el entretanto, los indígenas fueron tratados como animales. Cuando se decidió que, en efecto, los indígenas eran seres humanos, se dijo que eran como niños, que necesitaban ser cuidados por alguien, encomendados a alguien. Y fue cuando se hicieron las encomiendas.

Luego vino toda la historia de la Colonia, que significó una guerra de despojo y de robo flagrante de las riquezas naturales de este país. Grandes yacimientos de plata y de oro fueron saqueados. Y la población indígena no fue aniquilada, simple y sencillamente, porque significaba una mano de obra barata, regalada.

Aunque en términos estrictos no se hablaba de esclavitud, los indígenas eran los esclavos en estas tierras. Vino la guerra de Independencia, y vino un cambio de gobierno, sin que cambiara el modelo económico. Los indígenas pusieron la sangre. Fueron la carne de cañón. Derrocaron al imperio español y se creó lo que ahora es México.

Después volvió a agotarse las condiciones de vida y se dio el alzamiento de 1910, que como decía hace rato, en realidad empieza en Sonora, en Cananea, en 1906. Y nuevamente un grupo político tomó el poder y para las comunidades indígenas no cambió nada.

Esta guerra contra los pueblos indios, los pueblos originarios de estás tierras, significó para algunos que les quitaran la tierra. Y para otros, que fueran aventados a las montañas o marginados completamente de la geografía nacional. Las comunidades indígenas zapatistas en las montañas del sureste mexicano, no existían para el gobierno ni para el resto de la República.

No había censos, no había votaciones. La gente podía nacer y morirse sin que fuera tomada en cuenta, porque nunca había un registro de quién nació y quién murió. Así como para el gobierno de Sonora, no existe el pueblo comca’ac, ni el pueblo tohono o’odham. Porque sigue viviendo en las mismas condiciones de aquellas épocas.

La situación en la que nos encontrábamos nosotros nos llevó al límite: a tener que decidir entre si nos moríamos de enfermedades curables, o nos moríamos peleando. Yo les pido que entiendan esto, porque por lo regular se plantea la opción entre vivir o morir. Las comunidades indígenas de Chiapas sólo podían elegir en la forma de morir. No había ninguna esperanza de vida.

Eran tal las condiciones de miseria, de desprecio, de racismo que imperaban en Chiapas, que impedía que los indígenas caminaran por las banquetas de las calles de las ciudades. Tenían que caminar por la calle, como los animales. Las mujeres jóvenes que se iban a casar, antes pasaban por manos del finquero, del terrateniente, en lo que se llamaba el derecho de pernada. Y no les estoy hablando de 1806, les estoy hablando de 1992. Que eso es lo que ocurría en las comunidades indígenas zapatistas —ahora zapatistas, entonces no se sabía—.

Ahí el modelo económico era muy sencillo: era, se trataba que las grandes extensiones de tierra, el plan —como decimos nosotros para decir: el plano—, las buenas tierras que tenían riego, eran dedicadas a la ganadería extensiva. Sólo se sembraba zacate pues para el ganado de los grandes finqueros, y no se sembraba ningún producto alimenticio. Se daba esta paradoja de que Chiapas, las regiones indígenas eran productoras de carne y nunca había carne en las mesas de los índigenas. Todo era llevado a la capital y de exportado —a la capital del estado—, y de ahí exportado a otras partes de nuestro país.

Las comunidades indígenas tenían que sostenerse en el cultivo del café. Que como ustedes saben en economía, depende del precio que dicten los grandes monopolios. Y subía y bajaba, sin que las comunidades pudieran entender de qué se trataba. Porque el trabajo para cosecharlo era el mismo, pero el precio siempre cambiaba, y siempre a la baja.

Si ustedes están pensando que están produciendo en un pedazo de tierra y tienen que preocuparse por vender su producto, en el caso de las comunidades zapatistas, tenían que preocuparse por llevar ese producto al mercado. Y encontrarse con los intermediarios —que nosotros les decimos allá: coyotes—.

Entonces, digamos que se cosechaba un bulto de café, como de 50 kilos. Como no hay carretera, había que llevarlo en el lomo cargando. Dos o tres días de camino hasta la carretera más cercana. Pagar de 20 a 30 pesos por el camión que lo llevaba a la cabecera municipal. Y en la cabecera municipal, a la hora de intentar vender el café, ser detenido por el coyote, por el intermediario, que lo topaba. Y aprovechándose que nuestra gente no habla español, le intentaba pagar menos del precio que estaba establecido.

A la hora que el indígena se negaba a vender a ese precio, el intermediario le decía: “si no te gusta, regrésate con tu café a tu pueblo”. Si uno hace la cuenta de lo que significaría regresar otra vez a la comunidad. Otros tres días de camino cargando el bulto del café, que no se va a poder usar. Esto llevaba a las comunidades a vender al precio más ridículo que pueda haber.

A lo que significaba esta economía de pobre, se agregaba el racismo. Se agregaba el desprecio a una cultura y una lengua, porque siempre significó en Chiapas —y nosotros ahora estamos descubriendo en el resto del país—, que indígena igual a ignorancia. Si alguien era indígena, es que era un ignorante. Simple y sencillamente porque no hablaba español. A pesar de que sus culturas y sus conocimientos superaban, en mucho, lo de cualquier facultad de la Universidad de Sonora.

Esto se fue agudizando, y viene otro elemento de la economía que es el de la salud. Llegaron grandes epidemias de enfermedades curables, que empezaron a atacar sobre todo a la población infantil. A niños menores de cinco años, que empezaron a morir por miles, como si cayera una bomba.

El ladrón éste Salinas de Gortari, hace el decretó de cancelación de las reformas al Artículo 27, y vuelve la propiedad de la tierra una mercancía. Y eso termina con dos cosas que sostenían un poco al campo mexicano. Por un lado, que la tierra no se podía comprar ni vender si era ejidal o comunal. Y por otro lado, que ya no había reparto de tierra.

De una u otra forma se empezó a orillar a las comunidades indígenas a elegir entre una muerte y otra. Es esa disyuntiva la de la forma de morir, la que decide en 1992, cuando se están cumpliendo 500 años del descubrimiento de nuestro continente, llevan a votar la guerra. Es cuando los jefes indígenas, las autoridades tradicionales, deciden que hay que irse a morir a la calle y a la ciudad del poderoso. Y no morir en las montañas.

Se da el alzamiento, y entonces lo que ocurre es que las comunidades y el Ejército Zapatista baja de la montaña y a su paso va correteando, decimos nosotros, o echando fuera a los latifundistas. Y entonces, las grandes extensiones de tierra pasan a propiedad de sus legítimos propietarios: las comunidades indígenas, después de siglos —en muchos casos— de haber sido usurpadas.

El reto que tienen entonces las comunidades zapatistas es: que tiene que organizar la economía de otra forma. Y aquí es donde viene un choque que hay entre los modelos económicos, que dicen que cualquier modelo económico que se base sobre el trabajo colectivo va a fracasar. Que es el interés individual el que hace que la economía se desarrolle a la hora que un individuo o una individua quiere superarse. Y le hace trabajar más, producir más y mejor.

Y las comunidades zapatistas, como expliqué hace rato, no saben conjugar los verbos en primera persona del singular, sino en primera persona del plural. Entonces, el reto que se tuvo entonces es que era necesario organizar esa economía, una economía de guerra —porque aún permanecemos alzados, en armas—, que permitiera cumplir con las necesidades básicas de la población.

Hasta antes de nosotros, la mayoría de los movimientos que se planteaban un cambio, se plantean alzarse o rebelarse, llegar al poder, y luego hacer los cambios. Y ese luego, ese después nunca llega.

Bueno, entonces teníamos este problema: ¿cómo organizar otra economía en estas situaciones de cerco y de hostigamiento del gobierno? El gobierno usó contra nosotros —todavía sigue usando— una táctica de contrainsurgencia que usa con los pueblos indios que es: meter dinero a las comunidades para comprar líderes. Pero se le olvida el pequeño detalle de que hay una pirámide de corrupción. Entonces, en efecto, el gobierno federal destinaba mucho dinero: digamos mil. Y 600 se quedaban en el gobernador, 300 en el presidente municipal, 200 en el síndico y a las comunidades no llegaba nada.

Entonces, ese modelo de contrainsurgencia económica se quebró desde un principio y no ha logrado levantarse, porque está en la esencia misma del Estado mexicano esto del sistema de corrupción. —Espero que alguien esté escuchando, porque es un desmadre allá pues—

A la hora que no se solucionan las demandas, porque lo que el gobierno hizo fue decir: “sí, sí te voy a arreglar tu problema” y no hacerlo —que es lo que hace con todos—. Nosotros teníamos la tierra, teníamos los medios que antes habían sido propiedad ajena, y ahora eran propiedad de las comunidades, y estaba el problema de cómo organizarse.

Ahí se siguió el criterio de la cultura ancestral de nuestras comunidades indígenas: del colectivo. Y el colectivo siempre se preocupa por su elemento más débil. Les voy a poner un ejemplo: las mujeres en las comunidades zapatistas tienen más protección que el hombre. En las comunidades zapatistas el gobierno es de asamblea, como ésta, pero sólo de la comunidad. Si una mujer es abandonada por el hombre, la comunidad proyeje a la mujer, la acuerpa, y se preocupa de su manutención. Si es con delito, el hombre es expulsado de la comunidad.

Si una mujer se embaraza, es cuidada por las demás mujeres. Y sus hijos son mantenidos por el resto de la comunidad, para que la mujer pueda dar a luz y educar al recién nacido, mientras la comunidad la está protegiendo, cuidando al resto de los niños.

Entonces, en este caso, es ese criterio del colectivo de protejamos a nuestro elemento más débil, o más vulnerable, y así se hace más fuerte la comunidad. Evitando la debilidad de uno de ellos.

A la hora que se decide qué se va a hacer con la tierra que se tomó, las comunidades deciden repartir la tierra entre quienes no la tienen. Y repartir la tierra entre quienes tenían las peores condiciones de cultivo. Porque la mayoría de las comunidades estaban en las lomas, en los cerros, que no dan mucho para vivir.

Les ponía el ejemplo en otra parte que una hectárea en montaña daba media tonelada de maíz, y en el plan, o sea en la planada, daba de siete a ocho toneladas de maíz. Entonces, esto provocó, junto con un cruce de otras fuerzas, porque las mujeres éstas que les digo, se organizan y hacen la Ley de Mujeres, e imponen la ley seca. Entonces, mucho del dinero que se dedicaba al acohol en las comunidades, de pronto ya no tiene gasto. Y eso hace que se empiece a mejorar la alimentación, el vestido, de las comunidades, por indirecta.

Y a la hora que empieza a convertirse, se empieza a trasladar el cultivo del forraje para ganado en cultivo de maíz, frijol y verduras. Entonces, lo que antes era hambre, ahora se empieza a convertir en alimento en las mesas de los indígenas zapatistas.

Quiere decir con esto que a partir del primero de enero de 94, las comunidades indígenas que se rebelan elevan su nivel de vida, aunque la lógica era que debían ir para abajo. Empieza a llegar ayuda de gente como ustedes, de la sociedad civil, y en lugar de que se va a la parte armada digamos, que es el EZLN, o a los dirigentes, se da a las comunidades, y empiezan a construirse escuelas. Aquí está el otro elemento. Porque así como hay que decidir entre una economía y otra, también hay que decidir entre una educación y otra.

Y el problema está que estaba la educación del gobierno en escuelas que no existían, y con maestros que nunca llegaban. Entonces, se levanta la escuela y está el problema de quién va a dar las clases. Entonces, las mismas comunidades designan de entre sus miembros —como un cargo, o sea como un trabajo que hay que hacer— que se preparen como promotores de educación. Ahí no se resuelve el problema, porque no es sólo tener maestros, sino qué se va a enseñar. Y entonces, cada zona de comunidades, o sea cada pueblo indio —nosotros somos siete pueblos indios diferentes— empieza a construir su propio sistema educativo, que no se parece uno al otro.

El sistema educativo de las comunidades zapatistas tzotziles, que es de los Altos de Chiapas, es diferente a la de los tzeltales que es en la Selva Lacandona, o a los choles que es en el norte de Chiapas. Por poner un ejemplo, o a los tojolabales que están en la frontera con Guatemala al sur.

Entonces, van construyendo su propio modelo educativo para alfabetizar, remarcando mucho el mantener la cultura indígena. Y dentro de esa cultura indígena, la historia. Y no me refiero a la historia de Hidalgo, de Morelos, de Villa, de Obregón, de Carranza. Me refiero a su historia. A sus parientes, que se alzaron en armas en 1994, e hicieron lo que hicieron.

Entonces, la historia se empieza a convertir de algo ajeno y lejano, en algo propio e inmediato, que tiene su propia sangre. Esto no quiere decir que no estudien matemáticas, español, geografía, todo eso. Pero empieza a verse de otra forma. Sonora, por ponerles un ejemplo, no es un estado que tiene tantas extensiones, tantas cabezas de ganado, y un tarugo de gobernador. Es la gente que volteó a vernos en enero de 94, y los que van a ser después nuestros compañeros. Se empieza a construir lo que nosotros llamamos: “otra geografía”.

Volviendo a la economía, porque está cruzado todo esto, se reparte la tierra y empieza a decidirse los excedentes que se empiezan a producir, empieza a decidirse para dónde van. Y entonces, es cuando las comunidades deciden que van para su elemento más débil. Por ejemplo, la zona de los Altos no siembra, no hay tierra, no hay tierra para sembrar. Los indígenas de ahí tienen que rentar la tierra en otros lados. Se mochan con una parte con el propietario, y la otra parte es con la que comen el resto del año.

Entonces, las zonas que sí siembran maíz, mandan maíz a las comunidades que carecen de la tierra para cultivarla. Y así en cada lugar, empieza a verse cuál es el elemento más débil, para que esté levantándose. Esto llega hasta el proceso de autonomía que se conoce como las Juntas de Buen Gobierno. Que se trata de que este gobierno autónomo decida a dónde van las obras.

Ustedes saben que en los gobiernos —yo creo que sólo el de Sonora no lo hace, que es un buen gobierno— deciden que la obra se hace donde va a salir en la televisión. Si no, no. Porque obra que no sale en los medios, no existe. Entonces, si una escuela está en un rincón muy apartado, aunque se necesite, no la va a levantar. Porque ningún periódico va a ir a cubrir esa noticia. Tiene que ser donde hay bulla ¿no?

En el caso de las Juntas de Buen Gobierno, el criterio es al revés: tiene que dedicarse el esfuerzo, precisamente ahí donde no se ve. Porque la ayuda de la sociedad civil nacional e internacional llegaba a los pueblos que están sobre carretera. Pero los pueblos zapatistas están montaña adentro. Entonces, la ayuda económica que llegaba, se quedaba nada más en los pueblos de las cañadas —decimos nosotros—, o a borde de carretera.

Entonces, eso elevó el nivel de vida de esas comunidades. Pero el de las otras estaba quedando abajo. Entonces, lo que hace la Junta de Buen Gobierno es: agarrar los proyectos y, en lugar de dedicarlos a la parte donde se ve, los empieza a mandar a las comunidades más alejadas. Y es ahí donde se empiezan a construir escuelas, hospitales, farmacias, que no se ven.

Como en el caso de los Altos de Chiapas, la zona tzotzil, es la zona más pobre de los zapatistas, ahí el servicio de salud es gratuito. No se cobra ni la consulta ni la medicina. En otras partes, la consulta es gratuita pero sí se cobra la medicina al costo. Y de esa forma se está subvencionando o apoyando la salud gratuita en la zona más pobre.

Sin embargo, esto que pudiera parecer idílico, tiene muchos problemas: una es que el resto del mercado sigue siendo de ganancia. Entonces, a través de cooperativas, tratan de mejorar el precio del café, pero no se puede. Entonces, se tiene que empezar a construir un mercado alterno. Entonces, se empiezan a hacer tratos con otros estados, con organizaciones de otros estados y de otros países, para que el café zapatista se comercialice a precio justo —decimos nosotros—, por poner un ejemplo.

Y detrás del café, las artesanías, que digamos que es más o menos de dónde tenemos las cosas.

Entonces, lo que nosotros decimos es que llegamos a topar pared en nuestro modelo económico. No es posible pensar que en una parte de México haya lo que algunos llaman un laboratorio de economía colectiva, mientras que el resto del país está en el capitalismo salvaje. Es una chaqueta mental, para decirlo en términos claros.

No es posible esto. Por eso nosotros decimos que es en todo el país, debe empezar a construirse otra economía, otra forma de relacionarse con la naturaleza, con la producción, y entre productores.

Cuando empezamos a hacer esto, y empezamos a salir a esto de la Otra Campaña, nos dimos cuenta que las condiciones que nos llevaron a nosotros a alzarnos en armas, aparecen otra vez en pueblos indios y en zonas marginales de todo el país. La misma desesperación y el mismo cambio de disyuntiva entre vivir o morir, a escoger la forma de morir.

Nosotros decimos que el país se está acercando al borde de un precipicio, que se va a llamar guerra civil, sin ningún control, sin ningún interlocutor para llegar a un arreglo pacífico, o para llegar a métodos racionales de resolver un conflicto. Y que por eso es necesario que se organice una red en todo el país que encamine esos brotes de descontento por la vía pacífica y civil. Porque ya estuvo bueno de que los de abajo estén poniendo los muertos, y el terreno destruido. Y los de arriba nada más estén cambiando de gobierno.

Los problemas que tenemos, entonces, es que no es posible que dure el sueño zapatista —como le decimos nosotros— mucho más si no se generaliza, si no se hace de todos. Nosotros decimos: lo que nos dio resultado a nosotros, probablemente no le de resultado a otra parte. Evidentemente, la realidad de Sonora es diferente a la realidad de Chiapas. Nosotros no pretendemos exportar el sueño zapatista a Sonora, sino que Sonora construya su propio sueño. Y podamos echar trato, decimos nosotros. Hacer un acuerdo que implique respeto mutuo entre Sonora y Chiapas, y en el resto de la República. Que signifique mejor nivel de vida, digno, para Chiapas, pero también para Sonora.

Durante todo este tiempo que estuvimos parados ahí en Atenco, por la represión que sufrimos como Otra Campaña, nos estuvieron vendiendo la idea de que el norte de la República era panista, y tenía un nivel de vida igual a Estados Unidos. Esta frase que dijo algún empresario, que dijo: “el norte produce, el centro roba, y el sur güevonea”. Decía algo así ¿no? Y por eso explicaba que el norte tenía un alto nivel de vida y, no sólo eso, sino que alcanzaba para cargar con el centro y el sur del país. Prácticamente, éramos el lastre de la nación.

Y lo que hemos descubierto no tiene ninguna diferencia… Lo que hemos descubierto en el territorio de los pueblos indios en Sonora, no tiene ninguna diferencia con lo que encontramos con los mayas en Yucatán, o los popolucas en Veracruz, o los chontales en Tabasco, o los zapotecos, mixtecos, en Oaxaca. O los náhuatls en Puebla. Y así en cada parte donde hemos pasado está la misma etapa de despojo.

La diferencia que vemos nosotros es que si en la guerra de conquista el ejército español fue el que conquistó la tierra, y luego llegaron los demás. En el caso de la conquista actual, en el papel del ejército español: los partidos políticos y la clase política. Son los funcionarios y los gobernantes los que están legalizando el despojo, y la apropiación de la tierra.

Uno puede pensar lo que se vende allá arriba, que el pueblo mexicano aguanta todo. No es cierto, no aguanta todo. Y el punto de quiebre está por alcanzarse. Si estos partidos políticos, o estos políticos y funcionarios están funcionando como el ejército de conquista, que está poniendo las tierras conquistadas en manos del extranjero. Entonces, uno de los enemigos principales —pensamos nosotros— es la clase política. Toda la clase política, no importa de qué partido sea.

Porque aquello se ha convertido ya en una cueva de ladrones y nada más se turnan, o se pelean por el botín. Y el botín sigue siendo la riqueza pues de nuestro país. Si alguno de ustedes, o alguna, todavía tiene alguna noción de patriotismo, de lo que significa la patria y la nación mexicana, habría que decirle de que cada vez más —y no sólo el norte de México— nuestro país se está convirtiendo en una estrella más de la bandera de las barras y las turbias estrellas.

Y perdónenme, pero no hay ninguna diferencia entre Hermosillo, Villahermosa, Cancún y Tuxtla Gutiérrez. Es el mismo modelo de centros comerciales, con algunas tienditas alrededor, como si se hubiera calcado de un lado para otro. Y cada vez, lo que le daba identidad a cada estado, o a cada población es mandado a la periferia. No habría entonces ninguna diferencia entre Sonora y Quintana Roo. Y no me refiero a diferencia de quién es mejor, sino que la riqueza cultural del noroeste se ha perdido igual que la riqueza cultural del sureste.

Se trata entonces, también, no sólo de construir otra economía, sino de la última oportunidad de este país de seguir siendo, sin que sea una vergüenza serlo.

Gracias compañeros, gracias compañeras.

 

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  1. Compañer@s de la Comisión Sexta y compatriotas interesad@s en la vida y que deseamos un régimen político que promueva la vida digna en las tierras donde nacimos:

    Les envío un fuerte abrazo y mi agradecimiento por las claras y honestas palabras que salen de sus corazones.

    Respecto a lo dicho en la Facultad de Economía de la Unversidad de Sonora, quiero añadir una reflexión y compartirles un poco de lo que sé:

    Cuando fué la conquista de América y otras partes de el mundo (proceso que inicia alrededor de 1400 y se fortalece en el siglo siguiente), l@s europe@s no solo nos impusieron un modelo económico sino que también trajeron (y siguen tratando de imponernos) un modelo cultural y con él una ideología.
    …. Sucede que en esos mismos años en que l@s europe@s (no tod@s, sino que l@s de arriba) buscaban hacia donde extender sus dominios, en aquel continente sucedían grandes guerras civiles. Fueron las llamadas «Guerras Campesinas».
    ¿Por qué estaban en guerra? Porque l@s campesin@s estaban siendo despojad@s de sus tierras y convertid@s en trabajadore(a)s asalariad@s. Y es que en esos años sucedía lo que los historiadores llaman «la primera revolución industrial».
    En ella, muchas máquinas fueron inventadas y comenzaban a ser usadas para producir más a un menor costo, surgiendo así las prácticas industriales en el trabajo agrícola y en muchos otros terrenos…… Las fábricas de vestido necesitaban más recursos (especialmente lana) para las máquinas hiladoras que recién habían inventado y los poderosos necesitaban más campos de pastoreo y menos campos de cultivo…… También necesitaban que la gente dejara de trabajar en sus actividades y modos tradicionales y manejaran las máquinas.
    …… Las ciudades (que ya de por sí empezaban a ser poderosas debido al comercio y distribución de los productos) crecían y crecían por la migración a ellas de campesinos que no querían ser explotados o que de plano eran expulsados de sus tierras…. También de estos años (inicios del 1500) son las primeras leyes en contra de la mendicidad y de la vagancia promulgadas en Inglaterra (¿coincidencia? No. No lo es. Eso sí…. era promulgadas por l@s ingleses de arriba, no por l@s de abajo).

    Ahora bien. Si nos fijamos, esto mismo sucedió a finales de el siglo XIX, pues fueron los años de lo que llaman «la segunda revolución industrial»…. Las máquinas se perfeccionaron (cambia el combustible de carbón por el de petróleo) y surge la producción (ahora sí en serie). Estas nuevas máquinas podían producir más y más y más…. aunque necesitaban de más y más y más mano de obra y de más y más y más recursos naturales y de insumos.
    Por eso en esos años (a finales del siglo XIX) se produce otra gran oleada colonialista y grandes conflictos internacionales que desencadenan en terribles guerras y conflictos mundiales y en las grandes revoluciones sociales (como la mexicana, soviética, china, etc).

    Hoy día, se dice que estamos en la «tercera revolución industrial». Es la revolución electrónica…. Y miren que tampoco es una coincidencia de que ahora la prioridad para los gobernantes sean las plantas y las presas generadoras de electricidad.
    ….. No. No nos hagamos ilusiones…. No son para que podamos ver la T.V., usar licuadoras, planchas, etc, etc…. Pues como siempre ha sucedido, los beneficios de la política y la economía le llegan a las colectividades como pilón.
    Si bien el individualismo es un principio de el capitalismo, para los poderosos el individualismo no es el de los individuos en su conjunto sino como bien saben nuestros compatriotas indígenas y lo explica el compañero Delegado Zero, es el individualismo de los «yos» que se parecen al «yo» el que cuenta para los capitalistas…. Y como en México y en el mundo, las decisiones políticas son tomadas arriba y son implementadas de arriba hacia abajo….. pues el sistema le sirve primero a los «YOS» (en mayúsculas por ser los de arriba), luegos a los «YOs» (los cercanos a los de arriba), luego a los «Yos» (los cercanos a los cercanos a los de arriba), luego a los «yos» (los que se pongan listos -y que a menudo lo que hacen es pasarse de listos-)…. ¿Y los demás?….. «¡Que se chingen como puedan!»….. «Al fin y al cabo cada quien tiene su propio yo», dirían cínicamente l@s de arriba.

    No soy especialista en historia ni en ciencia política, pues mi profesión es otra. Pero afortunadamente estudié en una universidad pública (o lo que le queda de universidad y de pública) y en ella fuí educado con una visión humanista y no tecnócrata.
    Sólo quería hacerles ver, de que si bien pareciera ser que las cosas que pasaron hace mucho tiempo sucedieron hace mucho tiempo, en otro lado y que no tienen nada que ver con lo que vivimos hoy en México (en «mi» pueblo, en «mi» casa, en «mi» familia, en el yo de cada quien),…. pues no. No es así. Las cosas no son por coincidencia ni nada más porque sí… La globalidad no es algo nuevo, pues es algo presente desde siempre en la historia de la humanidad.
    Queremos (y es claro que debemos) desmantelar TOD@S JUNT@S el sistema político y económico que vivimos….. y también que TOD@S JUNT@S debemos (y queremos) construir una nueva manera de ver, entender y vivir la cultura …. Un nuevo sistema político y económico donde sea más importante el ser y el existir que el tener y el sobrevivir (o medio vivir) para producir, acaparar, dominar y consumir sin ton ni son.
    ¡Libertad! ¡Democracia! ¡Justicia!
    ¡Viva La Otra Campaña!
    Un abrazo a l@s compañer@s de la UNISON. Much@s estudiantes que participamos en el movimiento estudiantil de finales de los 80´s en la U.N.A.M. los recordamos con cariño.

    Comentario de alejandro Fernandez — octubre 30, 2006 @ 12:21 pm

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