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Palabra del Ejército Zapatista de Liberación Nacional

May012006

Jornada de trabajo del 30 de abril en el D.F.

Reunión con Adherentes en Magdalena Contreras Lea aquí

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Encuentro con Mujeres
2hrs. aproximadamente
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(Lista la transcripción al final de la sección)

Encuentro con Niños Lea aquí

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La Otra Salud Lea aquí
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Acto en Casa del Lago Lea aquí
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A las puertas del Castillo de Chapultepec Lea aquí
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Delegación Magdalena Contreras, Distrito Federal
Reunión de adherentes

30 de abril del 2006

Buenas tardes compañeros, compañeras.

¿Qué estamos haciendo con esto de la Otra Campaña? Hombres, mujeres, niños y ancianos de ahora, de estas generaciones que se están congregando en la Otra Campaña, no los héroes del pasado, no lo que nos enseñaron los libros, las canciones, los poemas, los corridos.

Nosotros, nosotras, estamos haciendo lo más chingón que ha tenido este país en toda su historia. Desde que nos propusimos empezar desde abajo por escucharnos, ahí estamos levantando otra forma de hacer política. Yo entiendo, nosotros los zapatistas, las zapatistas, entendemos que es un proceso difícil. Tanto tiempo sin poder hablar y ahora tan poco para poder hacerlo. Y tener que construir, incluso, en ese momento, un oído, el oído colectivo, que no sólo nos permita escucharnos, sino que nos permita conocernos.

Estamos en el peor momento para hacerlo. Allá arriba, la estridencia es tan grande que parece que es la única voz posible, parece que es el único camino posible.

Y ahora que estamos haciendo esto de la Otra Campaña, empezamos a encontrar otras voces y a encontrar otras historias. Resultó que era cierto: que el sistema en el que nos encontramos, no sólo nos tenía a nosotros orillados a la miseria y a la muerte como pueblos indios —en el Sureste mexicano—, resultó que, en efecto, a cada quien le iba repartiendo su cuota de dolor, su cuota de humillación y su cuota de muerte.

Eso lo sabíamos o lo intuíamos, pero veíamos, o no veíamos, lo que estaba pasando abajo. Que así como nosotros zapatistas, hombres y mujeres, niños y ancianos, nos rebelábamos, otros, otras, en otras partes, hicieron lo mismo: se organizaron, se levantaron y empezaron a decir: ¡no! Empezaron a decir: ¡ya basta!.

Allá arriba se dieron cuenta y mantuvieron toda su esperanza en que permaneciéramos sordos unos del otro, sin vernos, sin conocernos, sin saber que existíamos, sin saber la verdad fundamental de esta Otra Campaña: que no estamos solos, no estamos solas.

Y resulta que a las mujeres, a los jóvenes, a los niños, a los ancianos, a los pueblos indios, a los trabajadores, cada vez esta brutalidad que venía de arriba iba creciendo más y más.

De unas fechas hasta ahora, vemos que la avaricia y la codicia de esos que están allá arriba no conocen límites. Van sobre todas la tierras ejidales, toda la zona poniente de la ciudad de México va a ser desplazada hasta el estado de México. Todas estas partes que ahora son de colonias populares van a ser convertidas en zonas residenciales. Por eso el despojo de las tierras comunales, por eso el robo del agua, por eso la destrucción preventiva de los bosques.

Y allá afuera, en el estado de México —según hemos visto y nos han contado los mismos pobladores de allá— empieza a hacerse lo mismo para ir corriendo más y más a la población pobre de este país, de esta ciudad, de esta delegación, de esta zona de la ciudad de México.

Y no importa quién está allá arriba, lo hemos visto no sólo en el Distrito Federal, sino en muchas partes de México. Y aquel y aquella que piensan que es en las urnas donde se pueden cambiar las cosas, que es en las urnas donde pude contenerse esta indignación y esta rabia, que mire lo que hay aquí en la Magdalena Contreras, en el poniente sur. Que levante un poco la vista y vea todo lo que hay en la ciudad de México. Que la levante más y vea todo en el centro del país. Y que todavía vuele más alto —como es la Otra Campaña— y vea toda la indignación y la rabia que se está levantando en todo el país, desde el Sureste —desde las montañas del Sureste mexicano—, hasta el otro lado del Río Bravo.

Nosotros pensamos que este afán de codicia y de conquista de los que están arriba, es el definitivo para nuestro país. Significa que, sin importar el signo, el color y el nombre del que esté allá arriba, la conquista de este país —la segunda y definitiva— está por comenzar. No habrá para nosotros, los de abajo, los jóvenes, las mujeres, los ancianos y los niños otra oportunidad, más que ésta que estamos levantando desde abajo.

Si vemos que nuestro empeño es en poder resistir a ese avance, podemos hacerlo, compañeros y compañeras. Si juntamos toda la fuerza que hay, no sólo en el poniente y sur de la ciudad, no sólo en toda la ciudad de México, si juntamos toda la del centro del país y la de toda la República, podemos muy bien detenerlos. Pero es tanta y tan grande, que llegó el momento de que hay que preguntarse si esa fuerza debe detenerse ahí y mantenerlos a raya y volver a la historia de siempre.

Volver a sentarnos a nuestra mesa y ver que siguen faltando cosas. Y que las que hay son cada vez peores.

Volver a salir a las calles como jóvenes y ser perseguidos por la apariencia, volver a ser tratados como delincuentes.

Volver a luchar en las colonias populares, otra vez, por un servicio de agua, por un servicio de luz, porque bajen los precios de los impuestos.

Volver a ser mujeres —aquí en la ciudad de México—, la angustia y el miedo que esto significa: desde niñas, hasta ancianas. Saber que para cada mujer hay un destino de incertidumbre y de miedo, desde que nacen hasta que mueren.

Saber como pueblos indios que las tierras van a ser codiciadas de nuevo, que van a volver a querer dividirnos, a comprarnos, a que nos vendamos, a que nos desmayemos.

Saber como trabajadores que siempre, siempre, la riqueza que vamos a producir va a enriquecer a otro y nos va a empobrecer a nosotros.

Nosotros, nosotras, en la Otra Campaña, nos proponemos algo muy simple: si la fuerza es la fuerza que estamos viendo, vamos, de una vez por todas, por ellos. Derroquemos al gobierno y saquemos a los ricos de este país.

Allá arriba pretenden que no nos ven —como no nos han visto en el resto del calendario que están imponiendo—, piensan que no nos ven y que finalmente el dos de julio a la hora de enfrentar a las urnas no habrá otra cosa. Sin embargo, ven con desesperación que no pegan los anuncios comerciales para vender un candidato, que no pegan las promesas de gobierno, que la política de arriba —junto con este sistema— no convence a la gente de que es posible que allá arriba se resuelvan los problemas que tenemos que resolver nosotros, nosotras, acá abajo.

Y ven con desesperación que los jóvenes son rebeldes no sólo en general, sino son rebeldes contra ese sistema y contra ese aparato político que los criminaliza y los trata de comprar.

Y las mujeres se rebelan contra ese sistema que las vuelve a reproducir, una y otra vez, como una cosa, como un adorno, que además tiene que ser adecuado —según dietas, maquillajes y cortes de pelo— al modelo de belleza que allá arriba están imponiendo.

Y venderles a los niños y a las niñas heroínas y súper héroes, para que no vean que ahí en su casa tienen a los verdaderos héroes y heroínas de lo que va a construirse este país.

Cuando acabemos lo que hoy estamos empezando, los posters, los carteles que tendrá la juventud y la infancia en nuestro país serán con el rostro y los nombres de cada uno de ustedes. Porque lo que vamos a hacer no va a ser sólo levantar otro México, sino vamos a ser el ejemplo para que en todas partes se empiece a construir otro mundo. Desde donde tiene que construirse las cosas: desde abajo y desde la izquierda.

No es pequeño el enemigo que estamos enfrentando. Pero resulta que si en lugar de verlo, nos empezamos a ver entre nosotros, nos empezamos a conocer, a saber nuestras historias y empezamos a respetarnos como lo que somos: como gente que ha dicho que no, que se ha rebelado y que se ha organizado, entonces nuestra fuerza va a ser más grande. Que por primera vez en la historia de este país, el miedo y la angustia van a cambiar de bando, va a ser de allá, de los de allá arriba, de los ricos y poderosos, y de los pinches políticos que piensan que somos idiotas para creer lo que nos están prometiendo ahora en esta vuelta.

Compañeros y compañeras, a la Otra Campaña sólo le debemos una cosa: le debemos el oído. No sólo el que nos han otorgado en todas partes donde hemos pasado, y no me refiero al EZLN, sino a todos los hombres, mujeres, niños y ancianos que en todas partes empiezan a esforzarse por conocer al otro, a la otra.

Ustedes, hombres y mujeres, no importa su edad, le deben al resto del país que se está levantando el oído, que ahora les han otorgado. Le deben ese deber de conocer a sus compañeros y compañeras. Van a sentir entonces la fuerza que nosotros, como EZLN, estamos sintiendo. El ver cómo poco a poco tuvimos que ir cambiando nuestra palabra y de irla subiendo de nivel. Empezar porque teníamos que escucharnos y ahora, a estas alturas del partido, decir lo que hay que decir: que tenemos que levantarnos todos contra los gobiernos y contra los ricos y cambiar de una vez por todas este país.

En la Otra Campaña está confluyendo lo mejor, lo mejor de este país, la gente que nadie ve, que nadie toma en cuenta, los que son carne para la calle, o para la muerte, o para el cementerio. Los presos políticos, las presas políticas, los jóvenes perseguidos, los que saben expresarse mucho mejor en una pared y con un aerosol, que aquellos que se echan grandes discursos en las cámaras de diputados o de senadores.

Las mujeres, las siempre perseguidas, las siempre acosadas, las siempre despreciadas, las siempre asesinadas, violadas, golpeadas.

Los trabajadores, los indígenas, otra vez, los eternos perdedores de toda esta historia. Llegó la hora y llegó el momento de que dejemos el verbo perder en manos de los que están allá arriba, hagamos nuestro de una vez y por todas el triunfo.

Compañeros y compañeras: allá arriba están viendo con desesperación que a cada paso que da la Otra Campaña, más y más gente se une. ¿Para qué tanto gasto en las campañas publicitarias en que se ha convertido la campaña electoral?, ¿para qué tantos anuncios y espots publicitarios?, ¿para qué tantos carteles?, ¿para qué tanto “vota por éste y vota por el otro”?, si finalmente a su pesar, a pesar de ellos, se está levantando por fin otra opción.

El sueño, la ilusión que todavía albergan algunos corazones, se va a acabar la madrugada del tres de julio. Vendrá entonces la desesperación, y tenemos que elegir si en ese momento vamos a esperar otros tres años, otros seis años, o vamos a ofrecerle a la gente otra cosa: Otra Campaña. Otra forma de hacer política, una que sí respete a la gente, que la tome en cuenta, que la escuche y que una su lucha con otras luchas. Una que no la trate de hegemonizar, de poner bajo la dirección de otro, de ponerla bajo un color o bajo un bandera.

Una política que respete a cada quien como se ha organizado y que garantice que en esa lucha, esas demandas de cada quien, van a ser resueltas. Una política que englobe, que una, las demandas de todos. Y podamos, entonces, compararla con lo que nos están ofreciendo allá arriba. Nadie allá arriba ha hecho el esfuerzo mínimo siquiera, por preguntar abajo qué es lo qué se necesita. Nadie allá arriba, todo es acá abajo.

Por eso, compañeros y compañeras, es un orgullo para nosotros, como zapatistas, hombres y mujeres, decir por fin esta palabra. Cambiar la que antes usábamos de hermano y hermana, del conocido. Porque un hermano y una hermana no se eligen, y el compañero y la compañera se escogen. Y se escogen donde va a surgir este otro país: en la lucha, en las calles, en las montañas, en los mares, en los campos de este país.

Compañeros y compañeras: llegó la hora. El tiempo que habíamos estado pensando que iba a llegar, que pensamos que no nos iba a tocar, que les iba a tocar a otras generaciones —o que nunca iba a llegar y era parte de nuestra historia—, llegó y nos tocó a nosotros. Como los ancianos que vivimos ahora y ancianas, como adultos, como mujeres, como jóvenes y como niños. El futuro y la salvación de este país está en nuestros pies, en nuestras manos y ahora —en este momento— en nuestra palabra.

Gracias compañeros, gracias compañeras.

Reunión con niños, Distrito Federal.
30 de abril.

Bueno, buenos días.

Yo me llamo Marcos, Subcomandante Insurgente Marcos. Les voy a contestar por qué uso pasamontaña. El problema es que yo estoy muy feo. Y entonces, si me ven la cara, los niños corren. Allá donde yo vivo, pues así espantan a los niños cuando no obedecen. Les dicen: “si no obedeces, va a venir el Subcomandante Marcos”, entonces, ya obedecen todos.

Les voy a contar un cuento que les preparé, porque me dijeron de por sí, que los iba a ver a ustedes. Les voy a contar un cuento para niños y niñas, bueno, más bien es para niñas. Bueno, no mero es un cuento, es como una historia que me contaron a mí, en donde vivo. Y es que allá, donde yo vivo, las historias parecen cuentos, porque así es de por sí nuestro modo como indígenas que somos.

Yo vivo en las montañas del sureste mexicano, si ven en un mapa, estamos mero en la orilla de más abajo, cerca del país que se llama Guatemala. Bueno, pues ahí es donde yo vivo junto con mis compañeros y compañeras zapatistas.

Nosotros somos indígenas, o sea que también nos dicen pueblos indios o pueblos originales. Porque somos los que estábamos originalmente, antes de que llegaran los conquistadores españoles. Nosotros somos indígenas tzotziles, tzeltales, tojolabales, choles, zoques y mames. Nuestros pueblos son de raíz del pueblo maya, o sea que es como si la cultura indígena maya fuera la raíz de un árbol y nosotros somos como las ramas de ese árbol.

Bueno, pues les contaba que somos indígenas allá donde yo vivo. Allá hay pueblitos que nosotros llamamos comunidades. Y nosotros les decimos así porque la mayor parte de las cosas las hacemos en común, haciendo acuerdo entre todos. Así es como nos gobernamos, como trabajamos, como bailamos y como jugamos. Sí, jugamos, porque resulta que allá donde yo vivo hay muchos niños y niñas, y mucho juegan y echan relajo, y hacen mucha bulla —decimos nosotros—.

Pero antes no era así. Antes los niños y niñas no jugaban, nomás se la pasaban enfermos, tristes, como si les diera pena todo el sufrimiento que veían en nuestras tierras, el olvido que nos daban como pueblos indios que somos.

Y también les cuento que no eran pocos los que morían, decían que se morían de calentura, de diarrea, de tos, pero yo sé que se morían de olvido. Todo era muy triste antes de 1994, y nadie se daba cuenta acá en las ciudades. Pero no por malvados, como los malos gobiernos que se hacen patos para no resolver las necesidades de la gente. Sino que porque no sabían que existíamos. A los que son de la ciudad, nosotros les decimos ciudadanos porque son personas que viven en la ciudad.

Bueno, pues los ciudadanos no sabían que vivíamos y moríamos con tanta tristeza y dolor, y por eso no hacían nada para remediar esa terrible situación. Además —lo sabemos bien— los ciudadanos tienen también muchos problemas por culpa de los malos gobiernos y de los ricos y poderosos. Y hay ciudadanos, así como sus papás y sus mamás de ustedes, que luchan contra de esos malos gobiernos y de los grandes ricos.

Bueno, pero resulta que no sabían qué pasaba, pero nosotros y nosotras, que somos zapatistas, sí nos dábamos cuenta y teníamos que hacer algo en contra de esa gran tristeza que había en nuestras comunidades.

Y entonces nos organizamos y nos levantamos contra los malos gobiernos. Eso fue el día primero de enero de 1994. Y entonces pasó que mucha gente buena se dio cuenta de que ahí estamos y que no somos gente mala, sino que somos indígenas zapatistas, o sea, buenas personas somos nosotros.

Y entonces mucho nos apoyaron y así pudimos hacer muchas cosas, y ahora nuestros niños y niñas están contentos y van a la escuela y mucho juegan, y hacen bulla. Y a veces, cuando llego en un pueblo, se juntan un buen tanto para que yo les cuente un cuento o una historia, o vamos a pescar al río, o nos vamos de cacería con la tiradora para espantar a los cuches que se meten a la milpa. Cuches, es como nosotros le decimos a los puercos, o los cerdos, o los cochinos, o cómo les digan acá los ciudadanos.

Yo creo que ellos y ellas —los niños y las niñas zapatistas— me invitan a jugar porque lo saben bien que yo también soy un niño. Y me quitan la pipa y se echan a correr, y ahí ando yo, corriendo detrás de ellos y ellas, diciendo que los voy a mandar a fusilar porque me quitaron la pipa. Y ellos se ríen porque saben que no es cierto que los voy a mandar a fusilar, porque lo saben bien que los zapatistas no le hacen daño a los niños, sino que su trabajo es luchar porque los niños y las niñas indígenas ya no mueran de pena y de olvido, sino que estén contentos, que vayan a la escuela y jueguen.

Nosotros los zapatistas pensamos que todos tenemos un trabajo y que el trabajo de los niños y las niñas es aprender y jugar. Y que tenemos que luchar porque puedan aprender bien y jugar alegres.

Yo nací en las montañas, mero arriba de las montañas, en la punta de un cerro. Ahí teníamos antes un campamento que se llamaba Agua Fría y ahí nací yo y me pusieron de nombre Marcos y así me llamo. Y ya luego me pusieron de nombre Subcomandante Insurgente Marcos, pero como es muy largo de decir, entonces me dicen Sup.

Bueno, pues les cuento que yo nací en la montaña, ahí hay muchos árboles, manantiales y animales grandes y pequeños. Por ejemplo, hay muchas arañas y son de varios tipos: hay unas pequeñitas y hay otras grandes como del tamaño de mi mano. Hay unas que son muy peludas y que ustedes les llaman tarántulas, y nosotros les decimos chibó y también les decimos yerba. Esta araña hace su nido con cabellos, por ejemplo, cuando estamos dormidos se acerca sin hacer ruido y nos corta pedacitos de cabello —como peluquero pues— o también les corta los cabellos que tienen los caballos en las patas y así hace su nido.

Yo, antes de ser Sup, era caballo. Sí, era un caballo de ojos tristes, ya luego me hice Sup, pero me quedó la nariz, y entonces por eso tengo la nariz grande, porque antes era un caballo de ojos tristes.

Bueno, pues cuando era un caballo conocí a una niña pequeñita, pero de a tiro pequeñita, como de este tanto. Esta niña se llamaba Diciembre, porque nació en el mes de noviembre —sí, ya sé que no se entiende, pero eso ya lo expliqué en otro cuento o historia que se llama: La flauta chueca—. Bueno, pues esta niña que era muy pequeñita estaba muy triste, o sea que como dicen los ciudadanos: estaba chipil. O sea que como que no le pasaba el día y le salían unos suspiros que parecía que tenía hipo, porque tenía mucho sentimiento —así le hacía (el sub suspira)—. No sé porqué tenía mucho sentimiento, yo de por sí —aunque antes era caballo— no entiendo a las mujeres, no importa si son pequeñitas como Diciembre, o ya de edad mayor como la doña Juanita.

La doña Juanita era su compañera de un señor muy sabedor que se llamó Antonio y que nosotros le decíamos: el viejo Antonio. El viejo Antonio se sabía muchos cuentos e historias de las montañas y de nuestros antepasados, y él me enseñó la lengua indígena y me enseñó a vivir en la montaña, y me enseñó a leer el cielo y a oler el viento, y a mirar dentro del corazón de las personas.

Muchas cosas me enseñó el viejo Antonio, algunas las aprendí y otras no muy me quedaron pegadas en el cerebro, o sea que más que caballo parecía yo burro, porque no aprendía. Pero el viejo Antonio era muy paciente y me explicaba la vuelta y vuelta hasta que llegaba bien en mi cabeza lo que me estaba enseñando.

Bueno, pues les contaba yo que me encontré con esta niña muy pequeñita que se llamaba Diciembre, porque había nacido en noviembre. Y la encontré cuando fui a tomar agua de un arroyo que está cerca de un pueblo. Ella estaba sentada en una piedra, suspirando muy triste con los pies metidos en el agua. Yo me acerqué poco a poco para hablarle, porque estaba mero donde yo tomaba agua, pero ella ni cuenta se dio. Yo tosí un poco (el Sub carraspea) para que volteara, pero ella nomás suspire y suspire (el Sub suspira). ¿Y ahora?, pensé.

Entonces me animé y le dije: buenas tardes, porque ya era tarde. Y como era el mes de abril, pues hacía mucho calor y yo tenía mucha sed, y quería beber agua. Y la niña —que sea Diciembre— estaba mero donde yo tomaba agua. La niña no respondió, así que volví a repetir: buenas tardes. Entonces, Diciembre, o sea la niña, volteó a verme y me dijo: “hola caballo”.

Yo me puse contento de que no le diera miedo que un caballo le dijera “buenas tardes”. Pero ya sé que de por sí los niños y niñas saben bien que los caballos hablamos y escribimos, y sabemos geografía, y matemáticas. Y otras cosas que enseñan en las escuelas, y que los caballos aprenden leyendo en la tierra. Porque eso casi siempre… por eso es que casi siempre los caballo andan con la cabeza hacia abajo, porque están aprendiendo la lección que está escrita en la tierra.

Bueno, pues ahí tienen que le dije a la niña —que sea Diciembre— que quería beber agua y ella estaba mero donde yo tomaba. Ella se hizo a un lado, no sin antes suspirar (nuevamente el Sub suspira). Después de que llene el tanque, le pregunté cómo se llamaba y ella me dijo que Diciembre, que es que porque había nacido en noviembre. Yo de por sí no muy entendía a los humanos porque hacen cosas muy raras, así que no trate de averiguar más de por qué si había nacido en noviembre, le habían puesto de nombre Diciembre.

Le pregunté a la niña que porqué suspiraba tanto, que si estaba triste o que si le dolía la panza o qué, porque luego no fuera a ser que estuviera enferma. Ella quiso decir algo pero sólo suspiró y empezó con un hipo, como de esos de que les da a los niños y niñas cuando tienen mucho sentimiento.

Mm…tá y ¿ahora qué hago? —pensé— y entonces me acordé de un cuento o historia que me contó el viejo Antonio cuando yo no era caballo, sino que era apenas un vientecito. Y entonces, me puse una nube en los labios, y entonces le conté a la niña —como al viento le contó el viejo Antonio— la historia de las piedras y los sueños.

Cuentan los más mayores de nuestros abuelos, que los dioses primeros, los que nacieron el mundo con su palabra, eran muy descuidados y donde quiera dejaban tiradas sus cosas. Cuentan que en los primeros días y noches del mundo, los hombres y mujeres de maíz, los originarios de estas tierras, los hechos de maíz y palabra, donde quiera se tropezaban con las cosas que los dioses dejaban en su tiradero.

Cuentan que en veces se topaban con una chancla, o con un azadón, o con una coa, que es una vara o un palo que usamos para sembrar —con ella hacemos un hoyo en el suelo y ahí ponemos la semilla del maíz—. Y entonces, preguntaban que de quién es esta chancla que está tirada en medio del camino —de por sí así hacen las mamás ¿no? que dicen: ¿de quién es está chancla? ¿no? ¿Quién dejó tirado el calzón?, eso—. Y entonces preguntaban que de quién es esta chancla que está tirada en medio del camino, y se ponían así ¿no? —así se ponen cuando se enojan, ¿no? ¿de quién es esta chancla?, verdad, utá lo conocemos bien—.

¿De quién es esta chancla?… ummh… ya lo perdí…mmh… Y rápido se veía que no era de nadie, de nadie de los hombres y mujeres de maíz porque apenas eran unos cuantos. O sea que no había mucha gente en el mundo, porque ya habría después muchas madrugadas para que los hombres y mujeres se sembraran una en el otro, para cansarse con contento y se mojaran los vientres con la vida por venir.

Entonces, como no era de nadie la chancla perdida, pues rápido sabían que seguro algún dios andaba como cojo, porque le faltaba una chancla. Y sabían quién la perdió porque el dios, en lugar de buscarla su chancla se ponía a cantar esa que dice: “y la chancla que yo tiro no la guelvo a levantar”. Y entonces ahí se quedaba botada la chancla. Pero no sólo se les caían las chanclas a los dioses, también se les caían los sueños.

Y es que los dioses primeros, los que nacieron el mundo, dormían en hamaca. Porque resulta que eran muy caminadores estos primeros dioses hacedores del mundo, y siempre llevaban una su morraleta —o sea que es como una bolsa para el mandado, pero más pequeña—, y ahí llevaban su pozol, su tortilla y su hamaca. Y ahí nomás donde les daba hambre, se paraban y se sentaban a orillas de un arroyo y lo batían su pozol con agua y lo tomaban junto con sus tortillas.

Y también, cuando les entraban las ganas de dormir, nomás buscaban dos árboles y con bejucos tendían su hamaca, y se echaban a dormir sin pena y se ponían a soñar cosas buenas. Pero luego no se acomodaban bien, y estaban a la vuelta y vuelta, como si no se hallaran de qué lado dormir. Y entonces se les caían los sueños. Y como la hamaca era tejida, pues el sueño se iba hasta el suelo. Y cuando el dios se despertaba —que no era rápido, porque mucho dormían estos dioses primeros—, nomás recogía su hamaca, la metía en su morraleta y anda vete, a seguir caminando.

Bueno, pues esos sueños no eran todos iguales, sino que unos eran sueños de colores diferentes, y otros eran de distintas formas. Y otros se rompían al caer y quedaban partidos en muchas partes. Y entonces la tierra —que sea el mundo— se llenaba de colores y formas diferentes. Y los primeros hombres y mujeres llamaron piedras a esos sueños de formas y colores distintos. Y con piedras —o sea con sueños— adornaban sus champitas —o sea sus casitas— y era bien alegre, porque en la noche parecían como lucecitas esos sueños de los dioses que se llamaban piedras.

Y había piedrotas, piedras y piedrecitas. Y los niños agarraban las piedrecitas y jugaban con ellas a la matatena, y al avión, y al bebeleche. Y hacían caminitos que brillaban en la noche. Y esos sueños que eran piedras también cantaban, y sus canciones cantaban cosas buenas y decían vida, alegría, paz. Y había unas piedrecitas, las más pequeñitas que amor no decían, sino que lo murmuraban, como si una canción cantaran al oído moreno de la tierra.

Y entonces, llegaron los poderosos —que sea los ricos y sus malos gobiernos— a hacerle mucho mal a los hombres y mujeres de maíz, a los originarios de estas tierras. Y entonces, esta gente buena, para que los ricos no se robaran los sueños hechos piedras de los dioses, los agarraron y los aventaron para arriba con mucha fuerza para que llegaran bien lejos. Y las piedras pegaban en el techo del mundo —que sea, en el cielo— y lo dejaban hoyeado —que sea con agujeros—.

Por eso es que en la noche, cuando el sol se va a dormir y se tapa con la cobija de la noche, en nuestras montañas se ven las estrellas, porque bien llena de agujeros quedó la noche —que sea, la cobija con la que se tapa el sol para dormirse—.

Pero no todos los sueños caídos de los dioses primeros, los sueños hechos piedra, se aventaron para arriba para esconderlos en el cielo, muchos quedaron en el suelo, tirados por donde quiera. Y pasó mucho tiempo y el polvo los fue cubriendo y quedaron como grises, como negros, como amarillos, como rojos, como azules, pero sin brillo por el polvo.

Y los hombres y mujeres de maíz, los originarios de estos suelos, les contaron esta historia a sus hijos e hijas. Y éstos y éstas a sus hijos e hijas, y así por muchos calendarios. Por eso es que nuestra gente, los pueblos indios, caminan mirando al suelo. Es que van buscando esos sueños hechos piedras. Y adivinan si tienen el brillo escondido. Y reconocen si es un sueño roto. Y entonces recogen la piedrecita y siguen buscando más pedacitos de ese sueño incompleto, como si fueran armando un rompecabezas con pedacitos regados por los caminos del mundo.

Y ya que lo completan el sueño que estaba roto e incompleto, escuchan su palabra hecha canto y se alegra su corazón. Por eso es también que nuestra gente no batalla para saber escuchar a otros y a otras. Como saben escuchar a las piedras, entonces bien que saben escuchar los silencios, que no son sino palabras que se rompen antes de salir, y hay que saberlos armar en el corazón colectivo que somos los pueblos indios.

Y ahí acabé de contar el cuento y vi que Diciembre, o sea la niña pequeñita, se había quedado dormida. Yo la acomode bien para que no se le cayeran los sueños y me fui. Cuando escuché que su mamá la llamaba como llaman las mamás cuando se enojan —que sea que no se acuerdan del nombre— y su mamá de Diciembre empezaba a decir los meses del año, empezando por enero. Yo me fui cuando iba por abril, que es el mes donde está el día de los niños y niñas, porque todavía le faltaban varios meses hasta llegar a diciembre.

Despacio me fui para la montaña, buscando en el suelo los pedacitos de un sueño colectivo de los pueblos indios, que cuando se arma completo dice y canta: dignidad.

Y así pasó este cuento o historia que les conté, y que pasó cuando yo no era el Sup, sino que era un caballo y todo era más fácil. No que ahora, cuando soy el Sup, es un relajo. Porque a los compas zapatistas se les ocurrió que hay que caminar por todo el país para escuchar su corazón de toda la gente humilde y sencilla. Y no importa si son personas mayores o adultos, o jóvenes, o niños o niñas. Y aquí ando con mi mochila, y me traen de un lado a otro. Y los ciudadanos me dicen que tal parte queda aquí nomás, y no se dan cuenta que ni siquiera sé por cuál puerta entre, mucho menos dónde queda tal calle o tal colonia.

Pero en mi tierra, de donde yo vengo, sí sabemos dónde estamos. Porque sabemos dónde queda tal o cual árbol y porque leemos en el cielo y en la tierra el rumbo de nuestra gente. Y porque a veces encontramos una piedrecita y ella nos cuenta algún sueño que nos da fuerza para seguir caminando. Aunque lo tengamos que hacer otro camino, Otra Campaña, otro mundo: uno mejor, más justo y más libre. Tan tan.

Palabras del Delegado Zero. Magdalena Contreras, Distrito Federal.
La Otra Salud

30 de abril del 2006

Bueno… pérenme tantito porque me traen de un lado para otro y me estoy estresando como dicen ustedes.

Bueno, no, no, no, se mandan luego empiezan a decir y luego ya no cumplen…

Bueno compañeros, compañeras, pues esto de la Otra Campaña, esto que estamos haciendo de pasar a escuchar ha permitido descubrir que la misma gente se organiza en cosas que ni siquiera habíamos imaginado.

En Jalapa encontramos pues, a un grupo de científicos de varias ramas que estaban preocupados por el, cómo el capitalismo está sacando a la ciencia y haciéndola producir muerte, cuando se supone que uno como científico no se mete a eso para destruir, sino para preservar o construir.

Entonces, decían ellos que se estaba dando un proceso de maquila de la ciencia, sobre todo de la ciencia médica. Y entonces, que en las universidades o en los centros de investigación en lugar de armar un sólo proyecto —que devela realmente cuál es el propósito de destrucción o de muerte de ese proyecto—, lo reparten en universidades a través de los funcionarios corruptos, o incluso pues de científicos que se venden, o en otros centros de investigación.

Esa parcelización del conocimiento, y luego en un centro —ahora sí que clandestino— esto se arma. Y resulta que lo que parecía inocuo, que parecía neutro, se convierte en una bomba. Y no me refiero a una bomba que explota, sino me refiero a algo que va a producir daño. Y es así como probablemente en nuestras mismas universidades o centros de investigación —me refiero a las del mundo—, se hayan producido muchos de los males y enfermedades que están en nuestro país y en el mundo.

A mí se me hace que señalan dos puntos importantes en su posición: una es cómo el capitalismo convierte la salud en una mercancía. Y cómo los administradores de esa salud: médicos, enfermeros, enfermeras y todo el aparato de hospitalización, o de distribución de la salud se convierte también en una especie de capataz de ese negocio. Y convierten, en efecto —como decían aquí—, al paciente en un cliente. Un cliente al que hay que sacarle lo mayor posible de dinero, sin que esto implique necesariamente que va a tener más salud.

Nosotros enfrentamos ese problema allá en las comunidades indígenas, primero por necesidad. No se trata de que digamos que optamos por la medicina tradicional, es que no había de otra. Y eso permitió que se desarrollara por una parte, pero no pudiéramos enfrentar el índice de mortandad —infantil sobre todo— no sólo por nuestro propio desarrollo como comunidades indígenas —que está limitado pues a lo que nos da la naturaleza ahí en medicina tradicional—, sino porque siempre estaba esta expectativa de que esa medicina no cura, calma nada más o controla. Y que es la otra medicina, la que está en el hospital, la que da un doctor o una doctora con esta imagen del vestido de blanco —y que en algunos casos deberían de estar vestidos de negro— que ésa es la que cura ¿no?

Cuando se da el alzamiento y nos encontramos con ustedes —con los hombres y mujeres que en México y en el mundo se solidarizaron con nuestra causa—, empezamos no sólo a recibir esta ayuda como si fuera limosna o caridad sino entendiéndola que era un apoyo a un proyecto político diferente. Y empezamos a encontrar a los otros médicos, a los otros, doctoras, a los otros enfermeros y enfermeras, que nos ayudaron a ir construyendo que dentro de las comunidades indígenas zapatistas —según su propia lógica— se rompiera con esta dependencia.

Así por ejemplo, cuando formamos nuestros promotores de salud no los formamos sólo en herbolaria o en medicina tradicional, sino también en aplicación de vacunas, o en otros medicamentos.

Pero a la hora que estamos también en esto, enfrentamos a este mercado capitalista de la salud. No, no es posible, estamos insistiendo en uno y otro lado que no es posible crear un compartimento estanco de libertad, democracia y justicia, por eso nuestra lucha es nacional.

Por mucho que avancemos como comunidades zapatistas siempre estamos rozando los bordes y nos está pegando este sistema de explotación, de exclusión, de racismo pues, en el que nos estamos enfrentando. Sí están mejores nuestras condiciones que antes del alzamiento. Y en algunas zonas —precisamente las que carecen de tierra como los Altos de Chiapas— la medicina es gratuita, la atención y la medicina.

Y estamos tratando de equilibrar con campañas fuertes de prevención de las enfermedades, en lugar de irnos a atacar las enfermedades. Y en ese sentido, es una de las pocas ventajas de la estructura del EZLN dentro de las comunidades que permite implementar campañas de salud eficientemente en las comunidades. Como construcción de letrinas, el cuidado, hay comisiones que cuidan que la letrina tenga cal y el que no pues es puesto en la asamblea y se le critica. Que los niños realmente cumplan con las vacunas, que éstas sean administradas y conseguidas por la misma estructura comunitaria, y no por la estructura gubernamental.

Eso ha permitido que por sus propios caminos, los compañeros y compañeras hayan construido esto que sí es posible: que la misma gente tome en sus manos el control de la salud. Que ahorita está por un lado de las empresas privadas y, cada vez menos, en el lado del Estado, porque lo está soltando, lo está desprendiendo.

Bueno, ahí estamos pues contentos de que llegan los doctores y las doctoras, y los enfermeros y las enfermeras. Y en este contacto —que es de apoyo a una causa política— nos empiezan a contar lo que esta pasando acá.

Voy a irme despacio para ver si recupero el aire, porque ahorita me van a llevar corriendo a la otra ¿no? A la otra reunión, quiero decir. Entonces empiezan a contar las condiciones de trabajo en el Seguro Social, en la medicina privada, esto que nosotros o alguien nos platicaba de la gente que llegaba allá, de que uno cuando elige la profesión de la salud —cualquiera que sean sus niveles— está eligiendo la profesión de la vida. No se trata de sólo la vida, sino de combatir el dolor. Y ésta persona nos decía: se trata de tener una sensibilidad especial al dolor que evita que uno sea cínico.

Y lo que está pasando con el sistema capitalista es que hay doctores, doctoras y enfermeras que son cínicos, que pueden enfrentar a una persona que se está muriendo o que está sufriendo mucho y la tratan como si estuviera pidiendo una entrada para el cine, como si estuvieran en una taquilla para repartir boletos y que “espérame a que me tome el café” y todo eso.

Entonces, dice que eso estaba destruyendo no sólo lo que era la vocación de la salud, o la vocación de la medicina, sino también la imagen que en la población se tenía de los médicos y de las enfermeras, enfermeros y enfermeras, médicos y médicas.

Y entonces que cada vez se estaba convirtiendo en efecto el doctor, la enfermera en un capataz, no, en un “tiendero” de la salud. En el que recibía el dinero y checaba en la caja y “tomate esto” y todo eso.

Y que cada vez se veía más que la relación racista que se llevaba con las comunidades indígenas se estaba desplazando de forma incontenible hacia el resto de la población. No se trataba sólo de que fueras indígena, sino que si estabas llegando ya a un centro de salud, era ya que eras pobre, sino no pues no estarías ahí en el Seguro o en el farmacia esa de popular o como hayan construido. Y eso ya significaba que estabas clasificado como un enfermo pobre, que quería decir un enfermo que no puede pagar la salud que necesitas sino la que puede. Y si sólo da para la aspirina o para el mejoral —o como se le quiera llamar—, pues eso es lo que te da el sistema de salud y no te alivia.

Y que como este era el negocio, entonces, si antes —en otra época del capitalismo— la medicina, la salud, era un negocio. Ahora con la nueva etapa, la enfermedad también se estaba convirtiendo en un negocio: mientras más enfermos, mientras más enfermedades, más medicinas necesarias.

Entonces la industria farmacéutica, la descarada y la encubierta, como la del viejito éste ¿cómo se llama?, el doctor Simi, candidato a la presidencia de la República —por si faltara algún ridículo ahí está del doctor Simi para complementar el panorama—, era el negocio de la muerte y el dolor. Se había convertido el negocio de la salud ahora en un negocio de la muerte y del dolor.

Y esto estaba produciendo efectos no sólo de salud pues, de que la gente se muriera o padeciera más enfermedades, sino estaba formando a los profesionales de la salud o los trabajadores de la salud —como dicen ustedes— en ese mismo sistema pues. Los estaba formando que lo que convenía no era curar a la persona, sino sacarle lo más posible el mayor tiempo posible.

Y entonces sale esto de que cuando en las familias dices que vas a estudiar medicina: “sí vas a tener futuro”. No está pensando en que va a atacar el dolor y la muerte, sino que va a hacer un buen negocio —porque si alguien la libra económicamente pues es un médico—. Quien iba a decir que eso, ahora habrá médicos y doctoras, enfermeras y todo —como decían— de taxistas o vendiendo tacos. Esta destrucción no sólo del sistema de salud, sino de su mercado laboral es algo que tenemos que denunciar en la Otra Campaña porque no hay ni un programa serio en los partidos políticos de arriba sobre esto.

La salud es tan importante como pegar un cártel o pagar un espot de televisión —lo sabemos bien—, se hacen programas de salud en la medida que esto signifique la promoción de una posición política y no que ataque un problema.

Por eso no son negocios —los negocios rentables políticamente— los sistemas de salud en comunidades apartadas. Porque nadie llega ahí: ni la radio, ni la televisión, ni Comercial Mexicana, ni Sams, no sirve. Entonces, por eso que se concentran en los grandes centros de población estos servicios de salud y el resto de la población está abandonada.

Sólo cuando haya un viaje de algún candidato o de algún presidente, entonces se va inaugurar algo. Y eso es ridículo si luego se sigue —que es lo que no hace la prensa—, que es quedarse después de que se va el funcionario para ver que sólo fue la piedra y que ahí quedó la piedra de inauguración, o que se hizo la cáscara y nunca llegaron doctores ni llegaron medicinas.

De esto hay un caso pues documentable, que es el hospital de Guadalupe Tepeyac, en la zona de las Margaritas, ahora el Municipio Autónomo de San Pedro de Michoacán. Que llega Salinas e inaugura el hospital con gran bombo y platillo, y resulta que no llegaban los doctores, ni había medicinas. Era un elefante blanco, la pura estructura, bien pintada, bien adornada con su letrero de solidaridad, pero que nunca funcionó. Y empezó a funcionar realmente cuando las tropas zapatistas lo tomaron. Y empezaron ahí a atender, primero, a los heridos de guerra y, luego, ya a darle a la población salud. Hasta que entró el ejército y lo tomó —después de la Cruz Roja Internacional—.

Entonces, nosotros decimos si están apareciendo estos sectores, primero, bien por la Sexta y la Otra porque quiere decir que esta gente dice: “éste es mi lugar, y aquí —esto es lo fundamental— y aquí puedo encontrar a otros como yo”. Por eso es importante el lugar de la palabra, decirlo. Y no traernos a las carreras, además porque me da taquicardia.

Es importante su palabra, muy su palabra, porque otros la van a escuchar en otras partes y van a decir: “yo estoy pensando lo mismo” —así como escuchó el compañero de la Otra en Hidalgo—, habrá otros y otras en el resto del país en la Otra que digan: “órale por ahí es”. Porque a lo mejor a mí no me llama la atención el movimiento obrero, ni el estudiantil, ni el de las mujeres —o también, aparte de ésos, porque también hay condiciones de trabajo—, está esto que “yo estoy en este lugar y pienso que es posible otra cosa y me siento solo o sola”.

Frente al esfuerzo general que implica la Otra Campaña, hay que unir esas voces en otras, en toda la República pues. Incluso empezar a construir interlocución con otros movimientos en otras partes del mundo que se están planteando esto. Si nosotros logramos hacer esto, empezamos a descubrir, vamos a empezar a descubrir resistencias y esfuerzos que no se conocen. Primero, porque parece que la Otra Campaña sólo va por uno de los aspectos: el aspecto de la pobreza, de las condiciones laborales, del despojo, y no sobre estos dos aspectos que les señalo: que es el de la ciencia o de la producción científica y la investigación, y la cuestión de la salud.

Y nosotros sí creemos que el capitalismo ha sido tan criminal que ha aventado hacia abajo a muchos sectores. Y que esos sectores necesitan un espacio que hay que conquistar, y hay que conquistarlo con la palabra y con el oído.

Nos parece que deberían seguir con su esfuerzo, con éste que están haciendo, completarlo —a lo mejor soy injusto porque me entregaron un documento y ahí va—. Y sí tiene que haber una radiografía de lo que significa la salud en el capitalismo. Y este proceso de transformación del negocio de la cura y la salud, a un negocio del dolor y la muerte para poder hacerlo rentable.

Y junto con eso, yo creo que ahí van a encontrar además de muchos oídos —ya no sólo en el sector en el que están, ahora sí que en toda la población—, van a encontrar muchos que sí querrían entrarle a esto: bueno sí es posible levantar otra salud —así como se habla de otra economía, de otra política, de otra cultura, de otra información— y hacer un encuentro o varios encuentros o algo donde se planteen estos problemas. Y podamos decirle a toda esa gente, a todos esos hombres y mujeres que están en el sector, decirles, responderles más bien la pregunta: ¿es éste el lugar para ellos? Sí, la Otra Campaña es el lugar para todos los de abajo, para todos los que son anticapitalistas y de izquierda.

Y hay una de las partes muy importantes en lo que ustedes puedan avanzar, que es realmente diseccionar el discurso de la clase política actual y ubicar realmente cuál es su propósito en cuanto a la salud de la población, no importa de qué partido político. Si es cierto —como pensamos nosotros— que en el capitalismo la salud es un negocio, que además es alimentado con el negocio del dolor y la muerte, entonces en qué medida los programas de los diferentes partidos políticos están enfrentando esto o no. Nosotros pensamos que no, pero si lo logran diseccionar se derrumba toda la armazón del discurso de las supuestas opciones políticas allá arriba, y no sólo para la población, también para los trabajadores y trabajadoras de la salud.

Entonces nosotros pensamos que lo tienen que hacer ustedes, ni modo, este es el defecto de la Otra Campaña que cuando uno dice algo, pide. Y le toca hacerlo, entonces. ¿Por qué creen que ando yo acá? Por andar de hocicón.

Entonces, es eso. Los que ven desde allá arriba la Otra Campaña, así en su poltrones y diciendo: “que la opción de izquierda” y que “la Otra Campaña está mal”, que ven esto como si fuera un buzón de quejas, se olvidan que a la hora que uno está diciendo: “éste es el problema”, se está comprometiendo a decir: “vamos a construir la solución”. Otra solución, que implica necesariamente que se construya abajo entre la gente. Y que no se presente un pliego de demandas al candidato que va a ganar o que va a perder, sabiendo que no va a haber solución. En todo caso, se consigue una interlocución: “sí vamos a tomarnos un café o hacemos una reunión, tomamos la foto”, pero no va a haber ninguna solución para abajo.

Entonces, lo que está haciendo la Otra Campaña ahora es no sólo escuchar, sino a la hora que alguien está hablando —ahora sí que ya pidió mano, se chingó pues, quién le manda andar hablando— y tiene que ir construyendo eso porque a la hora que otro escucha esa palabra y dice “órale por aquí es”, pues dice “órale qué vamos a hacer”. Es ése el problema de la Otra Campaña que se está resolviendo.

El problema con las campañas de arriba es cuando uno pregunta ¿qué vamos a hacer?: “¡espérate, yo lo voy a hacer!”. Y la Otra Campaña tiene que contestar el “qué voy a hacer es qué vamos a hacer ahora” ir construyendo eso. Y no se trata de esperar al momento en que nos levantamos todos, tumbamos al gobierno y corremos a los ricos y, entonces sí, vamos a empezar a trabajar otra salud. En ningún lado se está planteando esto: ni en las comunidades indígenas con sus propios problemas, ni en la lucha obrera, ni los estudiantes, ni los maestros. Ya tenemos que ir a empezar a construyendo esto.

Y sí quisiera que… Pedirles respetuosamente —o sea que traigo la tarea— es que en tanto que tengan contacto con la comunidad científica y de investigación, los otros —los que no se están tragando esto de que va a aumentar la inversión en la investigación porque hay un DVD que dice quién es López y nos dice que es bien buena onda y que no hay mitos—, que sí hay que ir construyendo esto también de la otra investigación científica. Porque esto que nos explicaban ahí en Jalapa de cómo se da la maquila, es escalofriante, eso significaría que los centros de estudios de la UNAM, por ejemplo, de la UAM, de la UPN y todo eso, se están construyendo modelos de aniquilamiento del ser humano, no me refiero sólo el aniquilamiento físico, sino a su esencia como ser humano.

Y a lo mejor ahí hay que, ahora sí que investigar el propio quehacer científico y descubrir todos estos ejes. Aprovecho no sólo que están ustedes, sino que ahí vi a Manuel —que anda por ese lado— a lo mejor estamos —sin quererlo, sin saberlo o nos estamos haciendo pato y sí lo sabemos—, que estamos contribuyendo en lo que pensamos que es bueno, que es noble, que es honesto, estamos contribuyendo a la guerra pues que se está construyendo.

Y cuando la Otra Campaña dice: “aquí de lo que se trata es de quitarles a los arriba y nosotros tomar en nuestras propias manos todo”, también está la producción de conocimiento y su circulación. Que ahorita está en manos de funcionarios, o peor aún —ni siquiera en manos de funcionarios—, de prestanombres de las grandes empresas que a través de funcionarios están agarrando este rompecabezas que hicieron del conocimiento científico y armándolo en otro lado. Y la figura que están construyendo es cadavérica realmente para millones de personas.

Nosotros pensamos que hay que construir esto, hay que construir este espacio. Yo estoy seguro que conforme avance la Otra Campaña, cada quien se va a sentir más a disgusto en las reuniones generales. Y va a decir: “bueno yo porqué estoy oyendo a éste que está diciendo esta sarta de babosadas si no es pues mi línea, sí lo escucho porque ni modo quién me manda a adherirme, pero yo mi problema o donde veo que puedo hacer esto, tengo que encontrar a otros”. Y hay que construir ese espacio sin esperar a la Comisión Sexta, ni al EZLN, sino aprovechar este primer vuelo de encuentro y de escucha, y empezar a contactarse entre ustedes.

Entonces les pedimos pues esa chamba —ahora sí que ya de encajosos—, pues que buscaran el contacto con la comunidad de investigación científica en los centros de estudios superiores, para empezar a plantear este problema. ¿Es real o no? Nosotros pensamos que sí porque fueron científicos los que nos dijeron, que le rascaron por ese lado. ¿Y esto por qué? Y resulta que se estaba armando otra cosa allá.

Sostienen ellos que, por ejemplo, la producción de semillas transgénicas vino de universidades públicas —nomás que no sabían pues de qué se trataba ¿no?—. Y que finalmente la producción científica, la ciencia, también es de clase. O sea, también tiene una relación de explotación o de sobre explotación, según quién se apropia de ella ¿no? Este mito de la ciencia neutral no se derrumbó con la bomba atómica en Hiroshima y Nagasaki, desde antes, desde que están haciendo está esa producción.

Y nosotros pensamos que ahí los científicos —no sólo los trabajadores de la salud— de todas las ciencias van a encontrar su lugar. Y entonces, sí va a ser cierto esto que estamos diciendo: que el mundo que estamos construyendo en la Otra Campaña es otro, cabal, completo. Que no se trata de que nos vayamos todos a meter en una sola bandera, sino que cada quien está construyendo este espacio.

Ya recuperé el aliento. Gracias compañeras, gracias compañeros.

Palabras del delegado Zero en el Castillo de Chapultepec, Distrito Federal.
30 de abril.

Compañeras: hace unos meses, aquí unos meses, aquí en este lugar se reunieron los ricos y poderosos de este país. Ahí es de donde salió el programa de gobierno, que cualquiera de los partidos políticos que están disputando la presidencia, es el que van a cumplir.

Ellos ya saben todo lo que está pasando abajo, su guerra de exterminio contra los pueblos indios. En todas las comunidades indígenas los están despojando de las tierras, por medio de las mismas leyes. A los trabajadores de la ciudad les están quitando todos sus derechos laborales. Cada vez suben más lo precios de las cosas que consumimos: sube el precio del agua, del gas, de la luz, de la comida con la que tenemos que alimentarnos. Pero también están subiendo los precios. Y esta ciudad, la ciudad de México, está siendo cambiada para ponerse al servicio de los ricos.

El jefe de ellos, de los que se reunieron aquí en el Palacio de Chapultepec para firmar ese pacto, es el tercer hombre más rico del mundo: Carlos Slim, el dueño de Teléfonos de México, que le regaló —literalmente le regaló— Carlos Salinas de Gortari.

En ese pacto o en ese plan de Chapultepec se dice que los pobres tienen que estar controlados. Se trata de que haya más venta de las riquezas de nuestro país, para que los ricos se queden con ellas: los bosques, los mares, los ríos, los manantiales, la tierra de los indígenas, la tierra de los campesinos. Y también van a atacar a todo el pequeño comercio, para que sólo puedan levantarse los grandes centros comerciales.

Y entonces, nosotros vemos lo que están proponiendo ellos. Ellos dicen que lo más importante es el desarrollo de ellos. Porque lo sabemos bien que cuando los ricos prosperan es porque los pobres empiezan a perder lo poco que tienen. Y lo sabemos también que tienen miedo que el pueblo se levante. Por eso, su principal plan es hacer más fuertes a las policías y a los ejércitos. Están pidiendo que haya seguridad, pero no seguridad para nosotros que andamos en las calles, en los campos, o en las montañas de este país, sino seguridad para los grandes ricos.

Pero ese pacto o ese plan de Chapultepec no es que llegó nada más así de pronto. Es que antes, hace más de nueve meses, nosotros, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional lanzamos la Sexta Declaración de la Selva Lacandona. Con esta declaración nosotros llamábamos al pueblo de México, a la gente sencilla y humilde, no importa qué fuera su pensamiento, el chiste es que estuviera convencido de que no hay que dejar que vendan a nuestra patria a los extranjeros.

Hace muchos años que se escucha esta palabra: los extranjeros que se están apoderando de México. Pero ahora lo sabemos bien que es verdad, que no es mentira, son las empresas extrajeras las que están privatizando todo. Especialmente se ve aquí, en Chapultepec, donde poco a poco, espacio por espacio, lo empiezan a privatizar. Y lo que antes era un paseo para el pueblo ahora se está convirtiendo en un paseo para la gente que tenga dinero. La gente pobre, humilde y sencilla que quiere venir a Chapultepec ahora tiene que ahorrar mucho para poder traer a su familia. Y esto no era así antes, éstas son las cosas que están cambiando.

Allá arriba los partidos políticos: el PRI, el PAN y el PRD, dicen que van hacer unas cosas. Pero en realidad lo que van a hacer es cumplir lo que acordaron los grandes ricos de este país y del extranjero, aquí en Chapultepec. Precisamente escogieron este lugar, que es un símbolo de la resistencia de los mexicanos y las mexicanas contra el extranjero, aquí en el lugar donde se defendió la bandera nacional, aquí donde se defendió y se peleó contra el ejército norteamericano en 1847. Aquí, para burlarse de nuestra historia, para que los norteamericanos entendieran bien hasta qué punto estaban decididos a vender nuestra patria, es que se firmó este acuerdo de Chapultepec.

Y nosotros venimos hasta acá, con todos los compañeros y compañeras de la Otra Campaña, a decirles que ese es el mensaje el que traemos de la Otra Campaña para los ricos de este país y para los gobernantes que están a su servicio: vamos a venir por ellos, los vamos a sacar del mal gobierno y vamos a echar de este país a todos los ricos, a los banqueros, a los grandes propietarios de los centros comerciales, de las fábricas y de la tierra.

Y vamos a levantar desde abajo, otra vez, porque ya estuvo bueno que nosotros estamos viviendo en la pobreza y ellos tienen cada vez mejores casas y más vehículos, autos y mucha gente a su servicio. Ya estuvo bueno que esa bandera, la bandera nacional, esté siendo pisoteada por Fox y por todos los demás partidos políticos de allá arriba.

Nosotros, nosotras, los de la Otra Campaña, no estamos esperando que viene alguien de arriba a resolvernos nuestros problemas. Nos estamos organizando en todo México: pueblos indios, campesinos, estudiantes, trabajadores de la ciudad, mujeres, ancianos y ancianas, estudiantes y maestros. En todas partes estamos levantando y se están uniendo junto con nosotros, con todas las organizaciones, grupos, colectivos, familias e individuos que estamos en la Otra Campaña. Y juntos, va a llegar el momento en que nos vamos a levantar para derrocar al gobierno con una movilización civil y pacífica en todo el país.

Y no nos vamos a quedar ahí, como en otras veces que hay un movimiento y sólo hay un cambio de gobierno. Va a ver un cambio de sistema: los grandes capitalistas, los grandes ricos tienen que salir del país. Y si se quedan, se quedan en la cárcel.

Y lo venimos a decir aquí, que ésta es la señal que traemos para esos ricos y poderosos y los gobernantes, que lo usen bien y que vean nuestro puño, el puño izquierdo, el puño de la Otra Campaña.

Gracias compañeros, gracias compañeras.

Casa del Lago, Distrito Federal
Acto público

30 de abril

Compañeros, compañeras: buenas tardes.

Queremos agradecer a la organización político-cultural CLETA, el Centro Libre de Experimentación Teatral y Artística, el que nos haya recibido. Queríamos, teníamos preparado un texto, un rollo sobre la cultura, pero creo que ahora vamos… no se oye… bueno, bueno, bueno… ¿así?… tampoco, ¿qué hago pues…? bueno… no se entiende… ¿ahí?… la bocina, ¿qué hago…? sí se oye aquí, pero de este lado no… ahí está.

Queríamos agradecer a los compañeros y compañeras del CLETA el esfuerzo que prepararon para presentarnos ésta su posición política y cultural sobre lo que es la Otra Campaña. Pero queremos aprovechar que está mucha gente aquí —que no esperábamos— para explicar un poco qué es la Otra Campaña.

Miren, compañeros y compañeras: allá arriba, en los ricos y poderosos, y los políticos se están burlando de nosotros. Piensan que podemos seguir aguantado la situación como está y seguir cosechando la miseria en el campo y la desesperación en la ciudad. Nos están engañando haciendo una propuesta allá de los partidos políticos como si fuera de ellos, cuando sabemos que es de los ricos la propuesta que están llevando adelante.

Miren: nosotros hemos pasado ya por veinte estados de la República. Hemos escuchado la voz, el dolor y la indignación de mucha gente como ustedes: hombres y mujeres, jóvenes, niños, adultos y ancianos. Y lo que nos han platicado es lo que nosotros llamamos una guerra de conquista, como la de hace quinientos años. Y si antes, en esa guerra de conquista, los españoles usaron a los soldados, sus caballos, sus arcabuses, sus espadas y sus lanzas, ahora, según lo que vemos, están usando a sus diputados, a sus senadores, a sus presidentes municipales, a sus gobernadores, y a la presidencia de la República.

Hace un rato estuvimos allá arriba en el Castillo de Chapultepec, para nosotros es una afrenta que ese lugar —órale, como en el Aguascalientes, ni modo—, porque en ese lugar donde se resistió a la invasión norteamericana es donde se juntaron los grandes ricos de este país para decir cómo es su plan de lo que va a ser México. Y no es que se les ocurrió así nada más, sino que saben que hay otro plan de cómo va a ser otro México, ese otro plan es el que estamos levantando nosotros en la Otra Campaña.

Tal vez piense alguno, que si es que el Marcos se va a lanzar para presidente o que si quiere ser jefe de gobierno en el Distrito Federal, o que si es tan idiota como para optar por un cargo público.

Miren compañeros, compañeras, nosotros no pensamos que arriba se pueda lograr nada. Allá arriba, nada más lo único que van a hacer es acabar de vender nuestro país. Lo que tenemos que hacer es organizarnos abajo. Aquí en CLETA y en muchos otros grupos culturales, en la escuela y en los museos, hemos escuchado de Villa, de Zapata, también más allá atrás, de Hidalgo, de Morelos, de Guerrero. Y uno piensa que esas historias en que el pueblo se levanta y cambia completamente la historia de un país, antes bajo el imperio español, después bajo la dictadura de Porfirio Díaz, y piensa uno que esas cosas no van a volver a pasar, o si pasan, pasarán en otro lugar y nos enteraremos sólo por las noticias.

Lo que estamos haciendo en la Otra Campaña es preparando un levantamiento civil y pacífico. No se trata de pedir que bajen los precios, no se trata de pedir mejor salario, no se trata de pedir que respeten los espacios culturales que hay en Chapultepec, o que respeten al pequeño comercio. De lo que se trata es de ya no pedir: de tomar lo que es nuestro. Se trata, en palabras sencillas, de derrocar al supremo gobierno y de sacar a los ricos de este país o meterlos a la cárcel, si es que no se quieren ir.

Allá arriba y tal vez alguno en su corazón esté pensando que esto no es posible. Todo, absolutamente todo lo que ha pasado en este país es imposible un día antes de que pase. Pero lo que hemos escuchado de desesperación y de rabia no da para mucho tiempo. No se trata de que cada quien por su lado sigue luchando solo. No se trata de cargar nuestra pena y nuestro dolor en la soledad, a veces unos cuantos, a veces uno solo. Y llegar después de todo el día de trabajar, llegar a la casa y ver que no hay nada, no hay nada de alegría. Y saber que así va a ser el día siguiente. Y sentarse y ver la televisión, escuchar el radio, leer los periódicos y ver las revistas, y ver que los ricos siguen siendo ricos, incluso más.

Y ver que los que antes eran del PRI, ahora son del PRD, o son del PAN. Y ver que los políticos allá arriba se están cambiando de camiseta y de color como si se cambiaran de calzones. Y uno sabe, porque es inteligente —por eso puede trabajar—, uno sabe que es mentira lo que están diciendo. Y se sienta con los suyos y platica, y dice: “ni modo, aquí nos tocó vivir, así nos tocó vivir, no hay otra cosa, ojalá y allá arriba no salgan tan ladrones, ojalá y allá arriba ya hagan algo, un poquito, por cambiar nuestra situación”. Pero hay gente, hombres, mujeres, niños y ancianos, que están enfrentando todavía situaciones más difíciles.

En Puebla, una mujer mixteca llegó a decirnos que en su tierra ya no había varones, ni mujeres jóvenes, quedaban los ancianos y los niños. Su tierra era un montón de piedra y de arena, y de lodo, y que no se podía sembrar absolutamente nada. Cada tanto llegaba un capataz a entregarles un pedazo de cuero, un hilo y una aguja, les pagaban por cocer balones: diez pesos un balón. No se los pagaban luego, compañeros y compañeras, se iba y a la siguiente vez que regresaba ese señor, les pagaba lo de la vez pasada, y si echaban a perder un balón, se los cobraban a cuarenta pesos. No tenían absolutamente nada, más que su única posibilidad era irse al otro lado: a Estados Unidos a buscar trabajo.

Y nos decía esta compañera, llorando, que habían decidido no irse. Que ésta, ésa, su tierra donde habían nacido, era suya y que tenían que quedar para defenderla. Que tenían que demostrarle a aquellos que tuvieron que irse para otro lado que no es cierto, que sí hay otra cosa. Que no sólo queda rendirse, desanimarse, venderse, sino que también queda pelear. Y ellas, puras mujeres y puros niños, decidieron quedarse a pelear en su tierra, pero a ya no más pelear solos. Tal vez no ha cambiado nada ahí, o tal vez sí, tal vez esa decisión de pelear, de lucha y de rebeldía que los hizo, las hizo, quedarse en esa tierra, ahora tiene una esperanza que es, que en la Otra Campaña puede encontrar a otros y a otras tan decididos como ella.

Llevamos esta parte: todo el sureste de México, el sur y el centro. Y podemos decir que no son uno, ni dos, ni tres, hombres o mujeres que están decididos a todo. Y no me refiero a levantarnos en armas, me refiero a luchar por lo que es nuestro: nuestro trabajo, nuestra calle, nuestro espacio.

Y entonces volteamos a ver un momento hacia arriba: no sólo vemos que todos son iguales, sino vemos que cada vez son más ricos, y nosotros cada vez somos más pobres. Y entonces, echamos cuenta y decimos, algunos dicen: “pues es porque tenemos mala suerte, es porque así nacimos pobres y así nos vamos a morir y, ni modo, a ver cómo le hacemos para ir pasando cada día”.

Y la gente que ya tiene edad, que nació, creció y llegó hasta la vejez viendo esta injusticia, piensa que va a llegar a morirse viendo lo mismo.

Y los adultos piensan que a ver cómo le van a hacer los hijos, las hijas, porque aquí cada quien se rasca con sus uñas y a veces ni uñas quedan, ni tampoco queda qué rascar.

Las amas de casa, la gente que ve en su propia casa cómo está esta guerra de despojo, cómo cada vez se come menos y cada vez se come peor, cómo no alcanza para pagar la luz, cómo ni siquiera hay agua.

Y de vez en cuando se puede asomar a las grandes residencias de los grandes ricos y ven que las luces están prendidas todo el tiempo, ven que nunca les falta agua, que la usan para lavar sus autos, para tener fuentes en sus grandes jardines. Y uno ve esta gran riqueza, una gran extensión para una sola familia, y regresa a su colonia y ve a un montón de gente amontonada nada más en un pequeño espacio. Y se conocen entre todos y saben que la historia es la misma detrás de cada puerta, detrás de cada ventana.

Y entonces, como quiera, uno dice: no. Y voltea a ver para arriba y ve que ellos son muy poderosos, y que uno es muy pequeño. ¿Qué puede hacer un niño, una niña, un joven, una mujer, un adulto o un anciano, solo? Y en esa soledad, en esa angustia, llega un día, y otro, y otro. Hasta ver qué se les ocurre allá arriba de subir de precio, hasta ver si podemos saber si tenemos trabajo al otro día, o a lo mejor ya no hay trabajo y a buscarle a ver dónde. Y si hay que buscarle en la calle, enfrentarse con que además de conseguir algo para comer, hay que mocharse con la tira, hay que mocharse con el funcionario, con esos inspectores del gobierno que nada más andan viendo cuánto ganan más.

Y lo vimos con el PRI y lo vemos con el PAN, y lo vemos con el PRD. Y ni modo, a sentarse frente a la televisión, a ver los anuncios en las calles, y a creer lo que están diciendo allá arriba que es que son diferentes. Aunque cada quien en su corazón sabe bien que son lo mismo, que son iguales. Y si alguien todavía piensa que allá arriba las cosas están cambiando, que le dé una ojeada al periódico, que lo preste o que agarre uno de los que dejan botados, y vean cómo los que antes eran del PRI ahora están en el PRD y en el PAN. Y los que antes estaban en un lado, están en otros. Y parece que todo se está concentrado nada más en tres personas: en Calderón, en Madrazo y en López Obrador. Pero la gente no gobierna sola, la gente gobierna con un equipo, con otros gobernantes, con funcionarios, y todos esos, son los mismos en cualquier lugar.

Y entonces uno voltea para abajo y dice: “pues no hay otra cosa”. Y empieza esta bulla de la Otra Campaña. Que ahí andan unos diciendo que hay otra cosa, pero quién sabe de qué se trata. Y tal vez se acercan a ver, a lo mejor el Marcos quiere ser candidato a la presidencia, a lo mejor el Llanero Solitito —que seguramente él lo haría mejor que cualquiera de los que están allá arriba— o a lo mejor (aplausos), o a lo mejor se trata de presionar nada más, de hacer bulla, pues para que le den un cargo a alguien o para que le den alguna mordida a Marcos, o a la gente que está en la Otra Campaña.

Y entonces uno descubre que no, que la Otra Campaña está haciendo otra cosa. Que pasa por los rincones más olvidados de este país, por donde nunca ha pasado nadie, nadie, más que ellos los que nacieron ahí, donde la gente no conoce ni siquiera la cabecera municipal, en las montañas, en el México rural. Y llega la Otra Campaña, que no es nada más el EZLN, hay muchas organizaciones políticas de izquierda, pero que no están en esa pendejada de lo electoral, hay muchos grupos, muchos colectivos que hacen trabajo cultural, como CLETA, o que hacen trabajo de comunicación, como los medios que nos acompañan en la karavana. Y hay gente que hace defensa de los derechos humanos, y gente que defiende el medio ambiente, y grupos de estudiantes, y grupos de maestros, y grupos de trabajadoras o trabajadores sexuales, y gente a la que nadie le hace caso más que a la hora que hay que golpear, o a la hora que hay que extorsionar.

Y llega este grupo de gente y se sienta, y a tomar el apunte de lo que está diciendo cada quien. Y cada quien contado su dolor, pero también contando su rebeldía. Porque es gente que no crean que se quedo así nada más sentada esperando a ver cómo la humillan, sino que buscó cómo organizarse, que buscó pelear y lo hizo. Y a veces fue a parar a la cárcel, como están los compañeros y compañeras presos y presas políticas, o los desaparecieron, porque hay mucha gente en este país a la que el gobierno y los ricos desaparecieron, los tomaron una vez y nadie sabe dónde están. Y piensan ellos que nos olvidamos, que nosotros abajo, somos ingratos, que cada quien en su lugar se va a pensar nada más en lo suyo y se va a olivar de lo que ha pasado.

Y resulta que llegan estos hombres y mujeres, y dicen que ni madre, que no olvidan, que no perdonan. Y empiezan a escuchar y a tomar apunte, y a contar lo que han visto en otras partes. Y en cada lugar donde se llega, esas historias empiezan a hacerse grande. Y uno siente aquí en el pecho, abajo, en el lado izquierdo, en el corazón, que algo va a pasar: algo grande, algo terrible, y algo maravilloso, aquí en México, y ahora, en este tiempo.

Y uno siente que tiene que tomar una decisión. Sabe que tiene la libertad de quedarse sentado, de ver pasar las cosas, de esperar inútilmente que allá arriba lo resuelvan, o que tiene la oportunidad de ponerse de pie, que es lo único que nos queda como gente de abajo: es ponernos de pie, levantarnos, y empezar a unir la lucha de cada quien con las luchas de todos en todo el país.

Con la Otra Campaña hemos encontrado que no es cierto lo que dicen allá arriba. No es cierto que la gente se conformó, que la gente se rindió, que se desmayó —decimos nosotros, allá en las montañas del sureste mexicano—. Y que si a la hora que sacamos la Sexta Declaración de la Selva Lacandona pensamos que íbamos a estar solos y por eso arrancamos con una alerta roja, allá arriba también pensaron lo mismo. Pensaron que toda la gente se iba a voltear a ver hacia arriba, iba a abrir su oído sólo a lo que están diciendo arriba y nadie iba a volver a voltear a ver a los indígenas, a las indígenas, que en 1994 sacudieron este país, lo despertaron del sueño embrutecedor en los que tenía Carlos Salinas de Gortari.

Y junto con el país se despertó el mundo entero y se dio cuenta de que existimos. Ahora, no se trata de ser como pueblos indios que existimos, se trata como gente humilde y sencilla, como la gente de abajo. Tenemos que decirles a los de allá arriba que aquí estamos, y que vamos a pelear. Y que así como fuimos al Castillo de Chapultepec, vamos a ir por ellos: por sus casas, por sus fábricas, por sus comercios, por sus bancos.

Y a lo mejor uno piensa, o una piensa, que eso va a pasar en otra parte. Y resulta que no, que va a pasar aquí en la Casa del Lago, aquí en Chapultepec, aquí en la ciudad de México, aquí en este país. Porque no estamos buscando nada más a la gente, la estamos encontrando. De todas partes, de todos los colores, con una sola cosa en común: saben quién es el enemigo, saben quién es el responsable de ese dolor. Y el responsable, compañeros y compañeras, es el sistema que hace que unos pocos se enriquezcan y la gran mayoría quede en la pobreza.

Y esos que están ricos pues ponen a sus políticos y montan una carpa, una lona —nomás que más bonita— y ponen a sus actores, que son los partidos políticos, y nos dicen: “ven, mira”. Y por más que uno quiere mirar, no dicen ni una cosa inteligente —ahora sí que como decimos nosotros: puras babosadas están diciendo—, y uno se siente ofendido porque dicen: “¿que creen que soy un idiota para creer lo que me están diciendo?”. Pero como quiera no hay otra cosa.

Y empieza abajo, muy abajo, un murmullo: vamos por ellos, vamos por ellos ahora, vamos a quitarles todo lo que tienen porque es nuestro. Y vamos a quitar de enmedio a toda esa clase política que sólo está a su servicio.

Y no se trata de que la Otra Campaña sea la idea de Marcos, o la idea del EZLN, o la idea de las organizaciones que están participando. Se trata que la misma gente de abajo, la gente humilde y sencilla, diga su pensamiento y lo vaya haciendo suyo dentro de la Otra Campaña.

Esto, la Otra Campaña, es un movimiento nacional, civil y pacífico, pero nacional. Ninguna otra organización de izquierda, ni los que somos parte de la Otra Campaña, podemos decir lo mismo. Este gran movimiento es el único movimiento que a nivel nacional puede llegar a salvar a este país de la destrucción en que la están metiendo.

Y no se trata sólo que destruyan árboles, que se roben manantiales y pozos, que destruyan bosques enteros y que despojen a la tierra, de la tierra —perdón— a muchos pueblos indios. De lo que se trata es que ahí es donde estamos viviendo nosotros y que esa destrucción nos incluye.

El mayor ingreso de este país es de gente que trabaja fuera de este país y no se fueron de turistas —lo sabemos bien—, se fueron porque aquí no había trabajo. Y entonces nosotros tenemos que optar: si nos quedamos, morimos, si nos vamos, perdemos lo que tenemos. Esas son las dos opciones que nos proponen. Y aparece esto que es la Otra Campaña que dice: “quedémonos, peleemos por lo que es nuestro”.

Y entonces, se va juntando el pensamiento de la gente. No qué se me ocurre a mí o qué se les ocurre a los compañeros y compañeras en las montañas del sureste mexicano, sino que cada quien diga su palabra y que esa palabra sea tomada en cuenta. Eso es lo que estamos proponiendo: otra forma de hacer política. Y no se trata de que uno va a mandar y los demás a obedecer, sino que cada quien va construyendo su propia lucha y haciendo el acuerdo con el otro.

Y entonces así podremos defender lo que tenemos y resistir muchos años, mucho tiempo. Pero entonces nosotros decimos: nuestra fuerza es tan grande, tan firme, que ¿por qué vamos a estarlos aguantando, por qué vamos a seguir manteniendo a esos políticos holgazanes y por qué vamos a seguir enriqueciendo a esos haraganes que nada hacen? Entonces, nosotros decimos: con esta fuerza y ahora, liberemos a este país, conquistemos la segunda y definitiva independencia.

No estamos hablando de algo que van a hacer otros, los estamos invitando a que entren ustedes, a que ustedes sean los próximos héroes, las próximas heroínas, de la página que se va a escribir en este país. De por sí lo vamos hacer, así lo estamos diciendo claro. No nos vamos a esconder, sólo estamos haciendo una promesa donde pasamos. Y la promesa se la estamos haciendo a los ricos: los vamos a destruir, son nuestros enemigos.

¿Cuál es el rumbo, a dónde va la Otra Campaña? A un Programa Nacional de Lucha, donde cada quien, cada cual de los que están abajo, tenga ahí sus demandas, sea como trabajadores de la cultura, sea como campesinos, sea como pueblos indios, sea como empleado, sea como ama de casa, sea como joven, sea como anciano, sea como niño, se vea representado ahí, como nos vemos representados todavía en esta bandera que está abajo y a mi izquierda, la bandera nacional.

No queremos enriquecer a nadie, queremos, al revés, quitarle la riqueza a los que se están apoderando de ella, a los que nos están convirtiendo en los parias y los desposeídos del futuro y del mañana, si no es que de ahora mismo. Y con ese Programa Nacional de Lucha levantarnos todos en todo el país. Y ver nosotros mismos y en nuestro corazón que, en efecto, no estamos solos y que nuestra fuerza y decisión —que antes veíamos solitaria, sola, aislada— es grande y está unida a muchas fuerzas. Y entonces, vamos por ellos. ¿Para qué chingados los queremos? De una vez vamos por ellos y que se vayan para afuera.

Y en el país que levantemos, en ese otro México, va a ser tan diferente que tenemos que hacer otro acuerdo, otra forma de relacionarnos, otra Constitución. Y no vamos a poner a unos abogados a hacerla, tenemos que discutir, hablar, donde cada quien tenga su palabra y vaya representada ahí. Ya no más leyes para servir al rico, ya no más leyes para vender a este país. Sino leyes o los acuerdos —o como le quiere llamar cada quien—, donde se respete a la gente que realmente trabaja y es la que hace que este país, todavía se siga llamando México.

No hay mucho de donde escoger, compañeros y compañeras, el tiempo se acaba. Si seguimos esperando que hagan allá arriba lo que están haciendo y no hacemos nada, no va a haber nada por lo que pelear. No va a haber nada que decirle a nuestros hijos o nuestras hijas, más que contarles que hubo la oportunidad de detener esto y no lo hicimos.

Pero si ustedes, ustedes, hombres o mujeres, sienten en su corazón que sí, que aquí hay un lugar, que no necesitan irse para otro lado, que ahí donde estudian, donde trabajan, donde viven, pueden unirse a esta lucha y pelear ahí, y ser reconocidos ahí, pero no solos, sino unidos entre todos, entonces, éste es su lugar. Éste, la Otra Campaña es el mejor lugar que este país tiene para los de abajo. El único lugar donde se garantiza que tengamos respeto y dignidad.

Y entonces, sólo entonces, podremos decir que somos pueblo: el pueblo mexicano. Y podremos contar, no las hazañas de los Niños Héroes en Chapultepec, y en ese templo de la patria no se irá a recordar a los muertos de hace mucho tiempo, sino a recordar a los vivos. Porque ahora de lo que se trata, no es de que muramos nosotros, sino que se vayan ellos de allá arriba.

Gracias compañeros, gracias compañeras.

Magdalena Contreras, Distrito Federal.
Encuentro con mujeres.
30 de abril del 2006

¡Buenos días!, ¡órale!…Buenos días compañeros, compañeras.

Sigue siendo paradójico que en esta reunión esté representando al Ejército Zapatista de Liberación Nacional un hombre. Quiero explicar un poco de esto y un poco la historia que ha sido la lucha de las mujeres zapatistas, no sólo hacia afuera, sino sobre todo hacia adentro, dentro de esa estructura fundamentalmente machista, que es un ejército, por muy zapatista y muy de liberación nacional que sea.

Cuando empezó nuestra lucha —en las montañas del Sureste mexicano—, éramos apenas un puñado de hombres y mujeres: seis —ya lo he contado en otras partes. Y traíamos este sueño, de que llevábamos la luz. Que éramos portadores de la luz para el oprimido, para la oprimida, y que bastaba que nos vieran o nos escucharan para que las masas —en este caso indígenas— se sumaran a nuestra causa.

A partir de su primer contacto con las comunidades indígenas, el EZLN empezó a sufrir un proceso de transformación, no sólo en su planteamiento político, sino también en el lugar de las mujeres.

Aunque fue el viejo Antonio el primer puente que se tendió entre las comunidades indígenas y lo que era propiamente la estructura político y militar del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, apareció entonces también una mujer —de edad ya—, su compañera del viejo Antonio, Doña Juanita —le decíamos—, que empezó a plantear también una serie de cuestiones respecto a lo que era el lugar de la mujer en las comunidades indígenas.

En varias partes se ha mencionado del potencial de explotación que hay sobre la mujer, en tanto que es mujer, en tanto que es pobre, y empezamos a plantear esto nosotros, en tanto que es indígena. Seguía chocando dentro del discurso zapatista, no sólo el planteamiento del vanguardismo o del que un pequeño grupo de iluminados iba a convocar al resto de la población, sino también al que el discurso sobre la mujer fuera, naciera más bien, de los hombres.

Hay cosas, muchas cosas, que los hombres no pueden entender —porque son hombres— y que se refieren a las mujeres. Y no me refiero sólo a la maternidad o al periodo, sino sobre todo a toda la estructura de educación y de formación —de deformación— que hay en una sociedad. Si en las comunidades ciudadanas —decimos nosotros— o urbanas existe este proceso de deformación respecto a lo que es el ser mujer, en el caso de las comunidades indígenas es todavía peor.

Las mujeres, cuando nacían mujeres, significaba ya para ellas un destino marcado: no sólo en la cuestión de trabajo, sino también en la cuestión sentimental y también dentro de la estructura de las comunidades. Aunque las comunidades indígenas han desarrollado un proceso de vida comunitaria que les ha permitido resistir los intentos de destrucción de parte de las distintas invasiones e intentos de conquista, esto siempre había apartado o puesto a un lado a las mujeres.

La diferencia entre los niños y las niñas no se daba en el proceso del trabajo, porque tampoco, tan pronto —perdón— alcanzaban la edad necesaria, tenían que emplearse ambos en el trabajo. Las niñas para ir a recoger la leña, que iba a ser el trayecto que iban a seguir a lo largo de toda su vida: la leña, la cocina —en ese, en ese sentido nuestras cocinas son muy elementales, es un fogón en un solo cuarto, que al mismo tiempo es el comedor, el dormitorio, la sala—.

A la hora que la niña empezaba a acompañar a su madre a ir por la leña y a aprender a moler el maíz, a hacer el pozol, a cuidar a los niños, estaba ya preparándose para lo que iba a hacer el resto de su vida hasta su muerte.

En el caso de los niños, igual, acompañaban a sus padres a la milpa o al cafetal, y también ese iba a ser el trayecto que iban a seguir por el resto de su vida.

Las cosas no hubieran pasado más allá de eso, de que el discurso del EZLN —como el de muchas organizaciones de izquierda— no fuera más allá de la palabra respecto al lugar de la mujer, respecto al respeto que se merece, respecto a la igualdad, respecto a la diferencia de lo que es ser mujer, si no es que las mismas mujeres, si no es porque las mismas mujeres tuvieron que conquistar un espacio ahí.

A veces, a nivel muy esporádico, aparecían en la organización zapatista —y les estoy hablando de los primeros 10 años de oscuridad o de sombra cuando no éramos conocidos—, eventualmente en los pueblos aparecían compañeras como Doña Juanita, que planteaban esto de que era necesario que las mujeres también tuvieran un lugar en una organización que se decía que era para todos y para todas —en este caso para los indígenas y las indígenas—.

Pero pasó todavía mucho tiempo hasta que un grupo de mujeres indígenas ingresó a las filas del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, como insurgentas. Y en ese sentido, en tanto que indígenas, empezaron a sufrir otro proceso que rompía completamente con la línea tradicional en la formación de las mujeres. No sólo se trataba de aprender a leer y a escribir —que es una obligación de los insurgentes y las insurgentas y de recibir educación básica—, y no sólo se trataba sólo de portar un arma y saber usarla, sino que dentro de su desarrollo empezaron a tomar cargos de mando.

Nuestra estructura militar es muy simple: hay tenientes, hay capitanes, hay mayores, hay tenientes coroneles, hay comandantes y comandantas.

A la hora de que estas compañeras —las insurgentas— empezaron a tomar cargo como subtenientas o tenientas, o como capitanes o como capitanas, empezó a aparecer esta primera ruptura de mujeres que estaban al mando de hombres.

El mando en el Ejército Zapatista de Liberación Nacional —contra lo que se pueda pensar— no es el que manda, sino el que responde por su unidad, el que responde por su colectivo. En esos 10 años de silencio, de oscuridad, el trabajo del mando en una unidad nuestra, quería decir que tenía que responder porque sus compañeros y compañeras aprendieran, se instruyeran. Aprendieran a ser soldados, a ser soldadas, pero también aprendieran a ser humanos.

Cuando bajamos por primera vez a un pueblo —que era el pueblo del viejo Antonio—, el primer choque entre las comunidades indígenas por el lado femenino y el Ejército Zapatista de Liberación Nacional se da cuando se ve a mujeres dar órdenes, dar indicaciones a un grupo de varones —que eran de su unidad—. Y la segunda ruptura se da cuando los varones obedecen esa orden.

Lo que significaba para las comunidades indígenas, para las mujeres, no sólo que una mujer pudiera tener cargo, sino que pudiera mandar a los hombres. La ruptura que eso significó dentro del ser femenino —en las comunidades indígenas— no alcanzaría yo a explicarla, sino que sería labor precisamente de las compañeras que ahora tienen cargo, de las comandantas que vendrán en la segunda vuelta para platicarles a ustedes de este proceso.

Insisto en esto porque esta es la visión de un hombre, sobre lo que vio en un proceso de mujeres. Y evidentemente estoy editando inconscientemente —o concientemente— el punto de vista de la mujer, de la mujer zapatista.

En este proceso de ruptura empezó a crear lo que nosotros decimos “bulla” en las comunidades, discusión, inquietud, agitación, entre las mujeres, jóvenes primero y luego entre las mujeres de edad —o sea entre las mamás y las abuelas—.

Este proceso de inquietud llevó también a que las mujeres empezaran a conquistar un espacio, primero, en las actividades artísticas y culturales que se hacían en los pueblos. Contra lo que se pueda pensar, la vida cultural en las comunidades indígenas zapatistas es muy intensa: casi con cualquier pretexto se hacen fiestas, donde sea, ahí lo que ellos y ellas llamamos el “programa cultural”. Se dicen poesías, se cantan canciones, se hacen obras de teatro —que allá nosotros llamamos señas— y se hacen eventos deportivos.

Hasta antes de esta aparición, el lugar de la mujer en estos eventos de la comunidad de por sí, era el que están sentadas y esperan a que alguien las saca a bailar. Debido a la comunidad zapatista, a sus costumbres como comunidad indígena, las mujeres y los hombres no entraban en contacto físico. Se ponían en línea de tiradores —decimos nosotros—, se ponían en línea las mujeres y en línea los hombres, y empezaban a bailar así con nuestro modo, que permite que alguien pueda bailar durante muchas horas sin cansarse, porque casi no se mueven del lugar de donde están. Hasta entonces no había contacto físico, ninguno.

Las relaciones sentimentales se construían en lugares que les van a dar risa, pero era pues la costumbre, que era a la hora que iban a lavar la ropa al río, y el muchacho hacía contacto con la muchacha ahí, pero sólo visual. Eventualmente intercambiaban algunas palabras. Y el varón —por lo regular entre los 15 y los 16 años— y la mujer —entre los 13 y los 15 años— entraban en relación para el resto de su vida, a través de sus padres.

El varón iba con el papá y le decía que quería casarse con tal muchacha, no había noviazgo ni ninguna relación previa. Y el papá y la mamá iban a visitar al papá y la mamá de la muchacha. Y había una relación de compraventa —literal—. Los padres del varón tenían que hacer una serie de regalos y de visitas. Cuando llegaban los papás del varón no pasaban de la puerta. La familia de la muchacha recibía nada más los regalos a través de un mensajero. Y tenían que pasar varias vueltas, que llevaran estos regalos, para que pudiera pasar la familia.

Y entonces entre padres —fundamentalmente entre los varones— se daba esta relación tan sencilla que es: como que “mi hijo quiere casarse con tu hija”. Y el papá decía sí o no, o se hacía del rogar para estar recibiendo más regalos. En concreto se estaba dando un acto de compraventa. En ningún momento se consultaba a la muchacha si estaba de acuerdo en casarse con ese muchacho, ni había un proceso previo de conocimiento.

Si había un acuerdo, se pactaba el casamiento. Nada más se investigaba si no había una línea de parentesco que impidiera que fueran pareja, o sea una línea de consaguinidad —algo así pues, la de la sangre pues—, eso, ellos lo explican mejor —porque en tzeltal se explica más claramente—, para que no hubiera problemas en el pueblo.

Cuando un pueblo agotaba su posibilidad de relación consanguínea, entonces, las autoridades del pueblo invitan a la fiestas a los muchachos de otro pueblo, para que vean a las muchachas y no tengan que casarse entre primos o entre gente cercana, sino se empiece a dar esta relación —otra vez de compraventa— pero a través de… entre un pueblo y otro, ya no sólo en un mismo pueblo.

Ésta era la relación, y en el momento en que se daba el casamiento, la mujer, la muchacha —por lo regular menor de 16 años—, conocía al que iba a ser su pareja por el resto de su vida —porque la cuota de divorcios allá es bajísima—, por el resto de su vida, el padre de sus hijos, en el momento en que se amarraba con él para siempre.

A los 15, 16 años, quería decir que a los 18, 19, una mujer tenía dos o tres hijos —porque también el índice de fertilidad es muy alto ahí— y podía llegar a los 25, entre los 25 y los 30 años, con una apariencia física de desgaste como si tuviera 50 o 60 años.

Las mujeres no llegaban a ser mayores, aunque lo aparentaban. Las mujeres de edad, las abuelas —en este caso— andaban entre los 30 y los 40. Y difícilmente rebasaban los 60 años de edad, morían en esas fechas. Y los hombres, los varones, llegaban un poco más: digamos entre los 60 y los 70.

Entonces este proceso que lleva a pensar a las mujeres, a las mujeres indígenas zapatistas, esto que nos va a empezar a repetir el sistema, en todas partes, es: que así son las cosas. No es posible, no hay un espacio de cuestionamiento que sea construido desde afuera. En la medida en que el EZLN estableció esta relación con las comunidades indígenas, pudo —y tuvo que elegir—, pudo haber tratado de imponerse desde fuera para modificar estos usos y costumbres, que tan insultantes son para las mujeres en todo el mundo.

No fue necesario, porque a la hora que se da este primer choque que les digo, entre lo que es el lugar de la mujer dentro de la estructura del ejército, y a contra pelo de lo que pasa en las comunidades, las hijas, las hermanas —que eran las que estaban de insurgentas— cuando iba a visitar a los pueblos, empezaban a contar el proceso que se estaba viviendo en la montaña.

El único mérito del EZLN sobre el proceso de evolución brutal que siguió el papel de la mujer zapatista más adelante, es éste: el haber permitido o el haber provocado que hubiera esta relación directa entre la estructura político-militar y las comunidades. Es esta relación la que luego va a modificar todo el discurso zapatista, y que es el que nace a la luz en 1994, muy diferente al de 1983, que es cuando nacemos realmente como EZLN.

En las comunidades indígenas zapatistas empieza a ocurrir este proceso de lucha de las mujeres por ocupar un espacio dentro de la organización. Y empieza a producirse algunos cambios, pero todavía no son perceptibles. Y no son perceptibles porque el poder económico sigue estando en manos de los varones. Un poder económico raquítico, el único ingreso económico en las comunidades era el de la venta del café.

Toda la familia es la que va al cafetal, para sacar el café. Toda la familia trabaja en el secado y en el embolsado. Pero es el varón el que va y lo vende en la ciudad. Es el que recibe el dinero y es el que decide finalmente como jefe familiar, qué es lo que se hace con el dinero.

Y en ese sentido, el varón decide como varón qué es lo que se necesita. Por lo regular —si es que no se lo toma en trago o no se lo tomó en trago en la cabecera municipal, que es donde fue a vender el café—, él decidirá qué es lo que, en qué se va a gastar ese dinero.

Entonces en ese sentido el margen de rebeldía o de lucha propia de la mujer estaba muy marcado, muy limitado, porque finalmente el que tenía el poder económico que acotaba el lugar de la mujer era el varón.

Sin embargo, aparece una generación de mujeres, entre las que está Ramona y está Susana —que es una Comandanta que va a venir en la siguiente vuelta a platicarles a ustedes de este proceso—. Esas dos compañeras, que son tzotziles, de otra parte. Porque nosotros estamos en varias zonas, y cada zona tiene su modo: el tzeltal, el tzotzil, el chol, el tojolabal, el zoque y el mame. Pero si en algún lugar esto era más cerrado era en la zona tzotzil. Y es precisamente en este lugar donde más se da la diferencia opresiva entre los varones y las mujeres, es en la zona de los Altos de Chiapas, en la zona tzotzil.

No sé por qué proceso —tal vez es algo que nos tenga que contar Susana— es posible que nazca esta generación dentro del Ejército Zapatista de Liberación Nacional y empiece este trabajo —ojo—, no por arriba, porque ni Ramona ni Susana pretendieron llegar a cargos para convencer desde arriba que había que cambiar la situación de la mujer en las comunidades indígenas.

Siguiendo el modo que luego va a marcar nuestra forma de quehacer políticas, política perdón, Ramona y Susana optan por empezar a hacer trabajo en las comunidades. Empieza a aparecer esto de las reuniones de mujeres para hablar y para escucharse.

El hecho de que una mujer casada o que fuera en vísperas de casarse —porque esa era la gran división: las niñas, las que se van a casar y las que ya están casadas—, esto podía ser determinado físicamente, porque el modo en que se peinaban las compañeras significaban una señal para el hombre: si es que ya estaban, ya tenían pareja o no.

A la hora que eran los bailables, el varón sabía si a una muchacha a la que le iba a hablar, estaba casada o no, según como estaba acomodado su peinado, su trenza. Todo este código de entendimiento que hay dentro de las comunidades, empieza a sufrir una ruptura a la hora que empieza a haber reunión sólo de mujeres, donde no entraban los hombres.

Y no entraban, no porque estuviera prohibido, sino porque eran en horas, que era cuando los varones estaban en la milpa o en la cacería.

Y empieza a hacer esta reunión sin más objetivo que conocerse entre ellas y empezar a platicar de los problemas que se tienen. Esto significó un rechazo rotundo de los varones. ¿Qué hacía la mujer fuera de su casa, que no fuera recoger leña, o lavar la ropa o ir por el agua? Eso de que se empezaran a reunir empezó a sufrir un rechazo muy fuerte de parte de los hombres, que tampoco se planteó a nivel de asamblea, sino a nivel familiar. De eso yo creo que les va a contar más Susana cuando venga y otras compañeras comandantas como Esther, como Hortensia.

Este proceso de choque se da a nivel de la familia. O sea, abiertamente el varón no dice —que ya incluso tiene cargo—. Y esto es algo que va a marcar todo el desarrollo del EZLN, de gente que tiene cargo y es capaz —de todas las organizaciones políticas de izquierda— de alguien que es capaz de decir una cosa y hacer exactamente lo contrario.

Aunque a nivel de discurso el EZLN planteaba la igualdad de la mujer, a la hora de la familia, las mujeres no tenían ese derecho y se enfrentaban con la prohibición expresa de los hombres, e incluso con la violencia.

Eso no es de sorprender para nosotros —o para mí como varón o para los varones del EZLN—, lo sorpresivo es que a pesar de esa reacción, este movimiento se mantiene. Cómo Susana, Ramona y todas las compañeras que están empezando apenas este proceso, a pesar de la oposición de los hombres, siguen adelante con estos encuentros.

Conforme va avanzado el proceso, las mujeres zapatistas empiezan a plantear este problema que a ustedes les parecerá simple, pero allá era muy complejo: es que había una asamblea de los varones, que es la que tomaba las decisiones, y había una asamblea de mujeres, que es la que trababa o dejaba pasar esas decisiones. En colectivo, no individualmente, no sé porqué proceso, las compañeras zapatistas descubren que es uniéndose en colectivo —que es lo que les permitió sobrevivir como comunidades indígenas—, que pueden enfrentarse a este primer rechazo de los hombres.

La oposición a este machismo —o como le quieran llamar— de parte de los zapatistas, no se da en el hogar, sino se da en la asamblea, en la asamblea de mujeres. Y es ahí donde empiezan a cuestionarse muchas cosas, la fundamental es: porqué la orientación política —que es lo que estaba haciendo el Ejército Zapatista entonces: de organizar y explicar cómo estaba el mundo, cómo estaba nuestro país— sólo la recibían los varones y no las mujeres.

Las mujeres se enteraban de este proceso a través de los hombres, es decir, a través de la visión de un varón, con todo lo que esto significa.

Entonces, en determinado momento estas reuniones de mujeres —promovidas por estas compañeras, nuestras primeras compañeras— empiezan a plantear, primero, que también reciban ellas esa información y también puedan discutir. Y luego, que sea una asamblea de todo el pueblo y que ahí decidan por igual hombres y mujeres.

Imagínense en una sociedad donde la tierra, que es el medio de producción, está en manos de los varones, porque el derecho a la tierra —según la ley agraria de acá— es sólo para el varón, la mujer nunca es propietaria de la tierra. Y las asambleas son fundamentalmente para eso.

Entonces en el momento en que las decisiones de la comunidad tenían que incluir el pensar de las mujeres, significaba también para los varones y para la vida de la comunidad, un choque. Los varones y las mujeres sólo se reunían así en colectivo, en asamblea, a la hora de la iglesia y a la hora de las fiestas. Y aún así —como les digo— con una clara división de dónde estaban las mujeres y dónde estaban los hombres. De entre ellos, dónde estaban los solteros, y en ellas, dónde estaban las solteras.

Tanto en la montaña como abajo empieza a producirse este efecto. En la montaña es más atenuado, porque en la montaña el EZLN es una estructura vertical y autoritaria —eso no hay que olvidarlo, es un ejército—. Y entonces, en ese sentido, las mujeres son mujeres, pero también son soldados o insurgentas. Aunque se supone que no obedecen a alguien por ser varón, sino por ser el mando, no importa si es hombre o mujer, y en este caso también se le exige a los varones.

Entonces llega un momento en que el proceso éste, de rebeldía organizada, se desprende de lo que es el aparato político-militar del EZLN y adquiere este modo que tanta simpatía ha despertado en el resto del mundo: el modo de las mujeres zapatistas. Que tiene que ver con su modo de castellanizar —ya ven que hablamos muy otro—, o sea hacemos el español, le damos una vuelta muy otro a la hora que se mezcla con la lengua indígena. Empieza a surgir, a correr en forma paralela, y en este caso surge o se marcan más la figura de Ramona y de Susana.

Mientras en las comunidades empieza este proceso de destrucción a partir de la entrada de Salinas de Gortari al gobierno —que significó para nosotros una auténtica guerra de exterminio— , los que empiezan a plantear, las que empiezan a plantear este problema de destrucción de la comunidad son las mujeres. Y es porque han conquistado un lugar en la asamblea para ser tomadas en cuenta en su voz, aunque no todavía en la hora de las decisiones. Porque a la hora de decidir, votaban sólo los hombres, no las mujeres ni los niños.

Son éstas, las compañeras, las que empiezan a ver —porque lo ven— la muerte de los niños y niñas, donde ven cómo se va deteriorando cada vez más la alimentación, cómo las enfermedades pegan más duro. Y es a través de las mujeres que el EZLN empieza a plantear esto: “hay que hacer algo, hay que elegir”.

En ese proceso, las mujeres conquistan su espacio y empiezan a conquistar ya dentro de la comunidad, el tener cargo. A la hora que los varones no pueden sacar sus acuerdos porque las mujeres los bloquean, empiezan a ceder —ojo—, siempre por la lucha de las mujeres, nunca en la historia de la lucha del Ejército Zapatista de Liberación Nacional por concesión de los hombres, aunque en el discurso así estaba.

Este proceso de organización conquista dentro de las comunidades indígenas, la representatividad y el cargo, que es algo que no tenía tampoco precedente. Empieza a haber responsables locales de mujeres, responsables regional, perdón, responsables de región sí, y responsables de zona, que son las compañeras que tiene cargo —decimos nosotros— o tienen autoridad. Y ellas se dedican sobre todo a hacer trabajo en sus comunidades y a explicar dicen ellas: “lo que somos como mujeres”.

Y se da este encuentro, primero sobre el dolor, sobre el dolor de ser mujer en una comunidad indígena —por más zapatista que fuera— y luego sobre la esperanza de que hubiera un espacio donde esto pudiera cambiar.

Cuando se va acercando este proceso de exterminio y se va acercando el momento de decidir la guerra, las mujeres ya han conquistado esto que se ve aquí y allá atrás, que es la Ley de Mujeres. Que se construye por el paso de este grupo de compañeras, por cada una de las comunidades y preguntándole a las mujeres, a las mujeres ya zapatistas, ya organizadas, cuáles eran sus demandas.

En 1992, cuando se vota la guerra, me toca a mí pasar en cada una de las comunidades en la asamblea para plantearlo, son ya asambleas que deciden hombres y mujeres juntos, y aquellos que tienen “juicio” —dicen ahí—, que son los más jóvenes o niños que ya trabajan, que ya piensan, que argumentan pues sus razones, que son los que participan pues, en las asambleas y deciden.

A la hora que se va exponiendo el problema y se va planteando la decisión: “nos alzamos ya o esperamos”, el discurso más radical es el de las mujeres. Y el argumento es tan incuestionable como éste: “yo estoy viendo que mi gente, mi sangre, mi raíz, se está muriendo, y tenemos que hacer algo”.

Para entonces ya no está en discusión si ese movimiento que vamos a levantar es sólo de varones. El hecho de que hubiera insurgentas en la montaña, provocó que hubieran milicianas en los pueblos y por el otro lado se estaba dando este proceso que les digo de articulación y de toma de cargo por parte de las mujeres.

En ese sentido la guerra la votan hombres y mujeres, en las comunidades indígenas, fundamentalmente ese es la primera, la primera vez que hombres y mujeres se juntan para enfrentar un problema.

Mientras se están dando los preparativos, se decide, por parte de lo que ya después sería conocido como el Comité Clandestino Revolucionario Indígena, que son estos compañeros y compañeras que son los que tienen la autoridad moral, no el poder de mando, la autoridad moral para hablar con las comunidades y para entenderlas.

Nosotros usamos esta imagen de que para hablar hacia afuera está Marcos y para hablar hacia adentro está el Comité. Y al revés, el Comité le pasa a Marcos y Marcos habla hacia afuera, escucha Marcos, pasa al comité y pasa a las comunidades, todavía mediado al principio del 94 esto. Y que después ya con la salida de los Comandantes y Comandantas y de las bases de apoyo se ha ido diluyendo.

Pero en ese entonces se está planteando que es necesario hacer una serie de acuerdos antes de alzarse en armas contra el gobierno de Salinas de Gortari. Y se empiezan a plantear lo que es la ley, propiamente militar, que tiene que acotar lo que vayan a hacer las tropas zapatistas en la población civil. Se marca la diferencia entre los militares y los civiles. Y cómo en la relación entre ambos, manda el civil.

Cuando un insurgente o una insurgenta se enamoraba o quería hacer pareja con un civil, con una que no fuera insurgente o insurgenta, los usos y costumbres que predominan es el de los civiles, no el de los militares.

Entonces se empieza a plantear esto de la Ley Agraria, que era la preocupación fundamental de los varones. Y mientras está la discusión entre los varones, Ramona y Susana empiezan a construir lo que… No a construir, como ya a condensar la autoridad moral que habían ganado en las comunidades zapatistas, en las mujeres de las comunidades zapatistas.

Y levantan esto —que a algunos les parecerá absurdo acá en la ciudad— que es la Ley Revolucionaria de Mujeres. Y llegan a una reunión precisamente en los Altos, donde se junta todo lo que es el Comité Clandestino Revolucionario Indígena, para votar las leyes que se están proponiendo desde los pueblos. La Ley Agraria, no me acuerdo cuántas, pero eran varias leyes. Y ellas plantean ahí en la asamblea la Ley Revolucionaria de Mujeres.

Nuestro modo es que las cosas no se votan por mayoría, sino que se discute y se discute, hasta que se llega a un acuerdo común. Éste era el acuerdo que se había hecho para esas leyes, tenía que ser… no sé ustedes le dicen “consenso” o algo así —que es que los que están en oposición se quedan callados y los que están a favor gritan más y dicen: “no, pues mayoría o consenso” mayoría económica, no sé, ayer estuve en la reunión obrera y vi lo qué es el consenso—.

No, en este caso en la mayoría de las comunidades es: cada quien dice su palabra, algo, lo que sea, y se expresa formalmente. Entonces realmente se trata de que todos lleguen a un acuerdo —todas en este caso que era la novedad—. Y a la hora que las mujeres, Ramona y Susana, plantean la Ley Revolucionaria de Mujeres, yo estaba hasta atrás, en una asamblea, hagan de cuenta que estamos aquí, pero yo estoy a mero atrás, están los Comandantes y Comandantas.

Como somos de varias lenguas, el español nos sirve para comunicarnos entre nosotros. Como unos hablan tzoltzil, otros tzeltal, otros chol, otros tojolabal, otros zoque, otros mame, la forma en que son estas asambleas es por la castilla, por el español, pero en nuestra castilla —que ya saben que es muy otro—.

Y a mí me toca ver la reacción desde atrás —porque yo estoy llevando el apunte, porque a mí me va a tocar pasarlo a máquina—. Y es Susana la que se planta y dice: “nosotros tenemos una propuesta”. Y empieza a leer esto que está ahí o que está allá atrás —según lo quieran ver—. Y hagan de cuenta pues que a los varones les pusieron gusanos en la cola, y se empieza a mover todo mundo así en las bancas —porque allá nosotros usábamos palos pues para sentarnos, no sillas— y empieza a haber esta incomodidad, esta incomodidad marcadísima entre los varones, porque además estaban sentados —paradójicamente— a mi derecha y las compañeras —que eran un grupo muy pequeño comparado con el de los varones— a mi izquierda.

Y empiezan a murmurar en lengua, a grandes rasgos, pero con palabras más soeces diciendo: “ni madre, eso no va a pasar”, o “que lo aprueben, como quiera no voy a informar yo en mi pueblo”. Por lo que significaba eso, porque ya el aval del Ejército Zapatista, la autoridad moral del Ejército Zapatista de Liberación Nacional en 1993 es poderosísima en las comunidades indígenas. El hecho de que cualquier palabra fuera aprobada por lo que ustedes conocen como el Comité Clandestino Revolucionario Indígena, significaba que es algo que se iba a hacer, no porque fuera impuesto, sino porque había emanado desde abajo.

Entonces empieza este murmullo, y a la hora de que se discute si alguien quiere hablar, los varones dando una muestra de hombría, no dicen nada, se quedan callados. Sí, pero tampoco dicen que hay que discutir si se aprueba o no.

Y es nuevamente, pero ahora Ramona, que no hablaba nada de español —bueno luego aprendió cuando estuvo acá, aprendió un poco cuando estuvo acá convaleciendo de la operación que se hizo—, pero entonces no hablaba nada. Y hasta entonces si una mujer hablaba traducía un hombre. De hecho en los diálogos de catedral, las entrevistas que se la hacen a Ramona y a Susana, son traducidas por un varón.

Y hubieran visto que era así —lastima que no teníamos cámara de video—, pero el varón a la hora de traducir estaba editando las partes de lo que estaba diciendo, de lo que estaba diciendo Ramona. Y más o menos a grandes rasgos el argumento de Ramona, ella decía: “esto no es que se nos ocurrió a nosotras, es lo que estuvimos viendo entre las compañeras en las comunidades indígenas, es nuestro pensamiento, es nuestro corazón, aquí está, la lucha tiene que tomar en cuenta este corazón que estamos poniendo”.

Y el varón estaba traduciendo: “que era una propuesta, que no era algo determinante, que podía discutirse, que no era urgente”. Sí, la verdad eh. Y es una insurgenta, que entiende tzotzil, que estaba ahí de guardia —porque nosotros teníamos que cuidar la asamblea para que no pasara ningún mal, que no fuera atacada—, es una insurgenta la que dice: “ni madre —textual—, ni madre, el compañero no está diciendo lo que se está diciendo”. Y entonces ella empieza a traducir en castilla para que lo entendieran los demás, y luego se da este proceso de traducción casi simultanea a las demás lenguas del argumento de Ramona.

Aun así los varones, también dando otro, otra muestra de hombría y de masculinidad, se hacen patos, como que no oyen nada. Y se empiezan a votar cada una de la leyes, y a la hora que llega —al último— ya como así, “ya nos tenemos que ir” —como ayer en el encuentro obrero, era de que ya bueno vamos a definir qué chingados es este movimiento— y se, pues la Ley Revolucionaria de Mujeres. “Este, no, luego lo vemos, y ya vamonos, y no sé qué”.

Y entonces ahí si los compañeros y compañeras que estaban organizando ahí y nosotros —porque nosotros no podíamos como EZLN salir de una reunión sin esa definición básica de las leyes, de las normas con las que íbamos a alzarnos en armas— dijimos: “no, pues tiene que decidirse si va, o no va”.

Y entonces se vota y pierde la Ley Revolucionaria de Mujeres, porque los varones eran mayoría en el Comité Central —¿en el Comité Central?— en el Comité Clandestino Revolucionario —ya tanto que ahí estás—, en el Comité Clandestino Revolucionario Indígena eran varones, se vota en contra.

Y entonces, Ramona y Susana, y otra compañera, empiezan a decir… O sea se dan cuenta que discutir —lo que ya se han dado cuenta todas—, que discutir con un hombre es inútil, en este caso, porque ya habían dado su argumentación. Y entonces se levantan y hacen algo que fue muy sencillo y dice: “está bueno —así palabras más, palabras menos—, está bueno, si no lo quieren la Ley pues de las Mujeres, nosotros no queremos la Ley Agraria”.

Entonces se rompe todo el acuerdo que se había hecho, porque no es posible avanzar entre lo que era la demanda fundamental de los varones —que era la Ley Agraria—, o sea estábamos aventados en la montaña, sembrábamos entre las piedras —los que han ido para allá saben lo que eso significa— y la tierra que necesitábamos y que merecíamos estaba en la planada. Si no se normaba eso, a la hora que avanzáramos sobre las ciudades y tomáramos las fincas, era el que llegaba primero, el que llega primero es el que va agarrar. Tenía que estar normado para que esas tierras que se iban a tomar, sí fueran repartidas en colectivo y todos tuvieran acceso a ellas.

Entonces los varones deciden que no se ha discutido lo suficiente, que no hay que irse todavía. Y entonces no quiero faltar al respeto pues a nadie, pero entonces Ramona y Susana se trincan como mulas y dicen: “ni madre, no pasa la Ley Agraria hasta que no pase la Ley Revolucionaria de Mujeres”.

Los varones empiezan a negociar entre ellos y los que tenían más tiempo, los mayores dicen: “no pues es que es cierto lo que dicen las compañeras, además también van a luchar ellos, también van a luchar ellas, perdón, también van a sufrir los dolores de la guerra, es justo que tengan un lugar”.

Pero las zonas más retrasadas en cuanto a formación, en cuanto a participación de las mujeres, perdón de, en el EZLN, eran las que decían —textual— yo tenía al compañero —estaba a sus espaldas— que dijo: “apruébenla, yo no voy a informar”.

Se vota otra vez, y ahora sí todos por unanimidad dicen “que sí, que las mujeres, los puntos que está ahí, que como no, que desde un principio lo habíamos visto”. Y por supuesto, pasa la Ley Agraria también.

Se levanta la sesión y se va, y alguien —además de mí, no crean que yo fui el chismoso, yo soy machito—, dice, antes de que se levante la asamblea, dice: “aquí lo compañeros tales y tales, están diciendo que no van a informar de la ley a las comunidades”. Y entonces es cuando las compañeras —que les digo que eran muy pocas— dicen: “órale, no importa, nosotros vamos a ir”.

Y empieza en ese proceso. Cuando nosotros estamos preparando las unidades militares, las compañeras —entre ellas, la Comandanta Ramona y la Comandanta Susana— empiezan a recorrer los pueblos y a plantear esto que viene así —les estoy hablando de todo el año de 1993—.

Si tuvo efecto o no, inmediato, tal vez en los primeros años no, y apenas todavía está esa lucha para que esto se esté aplicando. Pero en 1993, se presentó el primer problema cuando una compañera joven, en un poblado, fue tomada presa por haber tenido relaciones con un varón sin estar casados.

Los compañeros en ese entonces, en el español que se manejaba era muy sencillo: cualquier relación sexual fuera del matrimonio era una violación, nomás aclaraban, decían: “la violaron, pero fue por su gusto”. Queriendo decir que tuvieron relaciones de mutuo acuerdo, no que la habían obligado —no como dicen acá “no es que también ella lo provocó”, etcétera—.

Entonces se hace una reunión en la asamblea —porque ahí todo se balconea, es bien gacho—, y entonces la asamblea empieza decirle a la mujer que ¿por qué? Entonces, que de castigo se tiene que casar con él, con el joven con el que tuvo relaciones —porque además los agarraron en el fogón, o sea ni siquiera que se encontraron o que se escondieron—.

Y entonces la compañera dice: “no, no, es mi derecho que no”. Y se hace un desmadre, porque en usos y costumbres así debía de ser, pero la Ley Revolucionaria de Mujeres decía que no. Entonces esa compañera que era una joven entre los 16 y los 17 años apela a la Ley de Mujeres, que dice “que nadie la puede obligar a casarse si ella no quiere”. Que sí fue su gusto estar con ese compañero, pero que ni madre, que no quiere casarse con él.

Entonces se hace un desmadre, porque entonces empieza la línea esta de usos y costumbres y la línea que estaba siendo ya modificada por la acción pues del EZLN. Y entonces van y vienen autoridades, que si las autoridades de la iglesia, que si la autoridad ejidal, que si la autoridad del responsable —o sea la estructura del EZLN—, hasta que me toca a mí ir. Ya llego pues a la comandancia y dice: “tienes que ir porque tienes que resolver este problema”.

Yo, dando una muestra de valentía, dije que “ni madre, que no me metía, que si quieren apuntaba pues lo que estaba diciendo la asamblea, pero que yo no iba a decidir”. Y empieza una discusión dentro de la asamblea de esa comunidad, el Prado se llama, fue famosa después porque el ejército la atacó en 1995 y la comunidad entera se tuvo que ir a la montaña con nosotros.

Y las mujeres ganan la discusión, incluso en contra de su propia tradición y formación, y dicen: “sí, es que ese es el acuerdo que hicimos como mujeres y tenemos que respetarlo”. Y a la mujer, a esta joven, la dejan libre pues, no la obligan pues a nada.

Pero aun así, a lo largo de 1994 —como muchos de ustedes lo pueden… lo han podido constatar cuando han ido hasta allá—, a lo largo de estos 12 años, esta Ley de Mujeres —que para nosotros y nosotras significó mucho— falta mucho para que se aplique a cabalidad en las comunidades. Sigue habiendo violencia intrafamiliar de los varones hacia las mujeres y hacia los niños, sobre todo por el alcohol, vaya, sólo por el alcohol.

Y el hecho de que en los primeros años de 94 las mujeres con esa estructura hubieran solicitado e impuesto la Ley Seca, bajó todavía más esto, pero sigue haciendo, sigue habiendo pues esto, esto que les estoy diciendo de la violencia intrafamiliar y el machismo.

Para que aparecieran las Comandantas con el número que ahora tienen, tuvo que pasar un proceso pues, muy largo, y todavía falta pues, mucho más. No es que se trate de una cuota, de que tenga que haber determinado número de mujeres, sino que es parte del desarrollo pues de las compañeras en las comunidades.

Y sin que viniera la línea de afuera —si ya me colgué mucho, nomás hagan una seña, así, bosteza uno así, y ya con eso yo entiendo perfectamente—, empieza a darse esto, que es el desprendimiento económico de las mujeres hacia los hombres, producto de la resistencia. Como las comunidades deciden pasar a la resistencia después del alzamiento y hacer de la resistencia su arma para enfrentar al gobierno, se decide no recibir nada de la ayuda gubernamental y resistir con lo que cada uno tiene.

Entonces estos mismos colectivos de mujeres que se hicieron para la guerra, empiezan a convertirse en colectivos de producción. Entonces, fíjense lo que en una comunidad indígena, para una mujer, significa recibir dinero, producto de su trabajo, y haber conquistado el derecho de decidir qué madre va a hacer con ese dinero.

Esto hasta entonces no era posible. Y es ya después del alzamiento, toda la paga —digamos, lo que era el poder adquisitivo— llegaba a través de los varones, que en todo caso le daba o él mismo compraba lo que se le encargaba o no lo compraba si no le daba la gana. Las compañeras empiezan a tener esta independencia económica. Y con esa independencia económica, empieza a dispararse esta molesta rebeldía de las mujeres —lo digo como varón, pues—.

Pero aun así, aunque ha significado dentro de las comunidades una verdadera revolución, y esta asamblea que les platiqué —que alguna vez la reseñé en un comunicado como la primer, el primer combate del EZLN y su primera derrota, que fue contra las mujeres— no sólo no está cabal, no es algo que podamos enorgullecernos nosotros como EZLN de decir: “no pues es que aquí la mujer y el hombre ya están a la mano”.

Nos falta mucho, hay muchas todavía historias y anécdotas que dan vergüenza pues contar en lo que se refiere pues al trato de las mujeres, de parte de los hombres, por muy zapatistas que sean. Pero quería señalar esta historia de que no es que el EZLN graciosamente haya encontrado un discurso y en su buena onda haya abierto ese espacio. Sino que el espacio que tienen las mujeres, que hizo posible que Ramona existiera, fuera vista —paradójicamente— cuando se tapó el rostro y cuando se convirtió en una dirigente del EZLN, es producto del proceso de la lucha mismo de las mujeres, no de una concesión graciosa de los hombres.

Y llegamos acá afuera —cuando las marchas, cuando las movilizaciones— y se da otra vez un proceso de confrontación de la realidad, ahora de las compañeras. Porque si recuerdan, el proceso de salida fue primero una mujer, fue cuando Ramona dice: “soy el primero de muchos pasos de los zapatistas”. Y advirtió —lo que ahorita tanto molesta a la clase política—, o sea que íbamos a salir de las montañas a encontrarnos con ustedes y a hacer algo nuevo como compañeros y compañeras.

Salen después los 1111, luego los 5000, que según el acuerdo del Comité, tenían que ser 2500 varones y 2500 mujeres. Y entonces se da este encuentro entre las mujeres indígenas zapatistas, ya no en su terreno, que es cuando llegaban ustedes o gente como ustedes, compañeras, a verlas en su terreno, en sus casas, en sus centros de trabajo, en sus reuniones, todo eso, sino que ellas empiezan a verlas a ustedes de otra forma, ya no eran las ciudadanas que llegaban a curiosear, perdón, o a asomarse qué era el EZLN o a ver las condiciones de vida en las que estaban las comunidades. Sino que eran mujeres que sufrían y que luchaban igual que ellas como zapatistas.

Y entonces es a través también de esta línea, del contacto entre mujeres, entre las ciudadanas y las zapatistas —decimos nosotros— que empieza a plantearse dentro del EZLN: ¿qué vamos a hacer con estas compañeras? La primera vez que se planteó el termino compañero, compañera, fue en femenino, dentro del Comité. Qué vamos a hacer con estas compañeras que son nuestras hermanas de lucha y todo eso, porque lo vemos, lo sentimos, que también tienen pues sus grandes dolores y también lo vemos que luchan.

Nosotros dijimos la verdad, pues, como Comandancia, pues que no podríamos meterlas a la guerra, porque estábamos buscando pues la solución pacífica, no la confrontación. Y que teníamos que buscar el modo para hacer, crear un lugar juntos, donde pudiéramos ser compañeros y compañeras, sin que eso significara de que nos excluyéramos unos a otros, o unas a otras —en este caso— entre las que están alzadas en armas y las que están luchando por medios civiles y pacíficos.

A grandes rasgos esta es la historia, cuando se plantea esto de la Otra Campaña y de la Sexta Declaración, nosotros hacemos un proceso de reflexión de varios años, porque nos llama la atención de que el discurso zapatista haya tocado de tal forma a las mujeres, que siempre hayan sido la mayoría en número y en calidad, en cada una de las movilizaciones o en el contacto entre los zapatistas y los ciudadanos, en este caso, sobre las ciudadanas.

Eso y que haya tocado también especialmente a los jóvenes, es algo que no entendíamos o todavía no entendemos. Suponemos nosotros que lo que planteó el discurso zapatista desde 94 respecto a la marginalidad, a la exclusión de que éramos objeto —somos objetos todavía como indígenas—, las mujeres en la ciudad o en otras partes de México, sentían que se estaba diciendo lo mismo de ellas, y que podían poner en lugar de pueblos indios o de indígenas, mujeres, o mujeres trabajadoras, en este caso.

Cuando estamos saliendo cada tanto —las consultas, la marcha de los 1111, la marcha por la dignidad indígena— nos damos cuenta, se dan cuenta pues las compañeras, que hay mujeres que son más mujeres que otras mujeres. Que es como nosotros explicamos que no todas son iguales, en el sentido de que no tienen pues el mismo nivel. Que hay señoras o mujeres que tienen la paga, que tienen un nivel de vida, y hay mujeres que no tienen nada, ¿no? Y que hay mujeres indígenas y que hay mujeres obreras, y empieza a entender todo este proceso de diversidad dentro de la mujer.

Y también se empieza a confrontar este “estira y afloja” por la tribuna, por el templete, también en el sector de las mujeres. Y empezamos a notar —también a través de nuestras compañeras—, que está este discurso de ser mujer “light” o de izquierda “hello kitty”, no sé cómo, ¿si?

Está este pues ser mujer de izquierda, que ahora alcanza su máxima expresión a la hora que las candidatas del PRD se retratan en una revista para varones con ropa interior de encaje —de muy mal gusto si me permiten mi opinión como macho, como machito—.

Y que se da todo lo largo de los 12 años de vida pública del EZLN, sobre la disputa de lo que deben ser las mujeres zapatistas o en donde se va a capitalizar la imagen de Ramona, la imagen, no la historia de lucha que les estoy contando y que Susana cuando venga puede desglosar más.

Y pensamos que en esto de la Sexta teníamos que salir a ver no a las mujeres y escuchar no a las mujeres, sino teníamos que buscar a las mujeres de abajo y a la izquierda. Es nuestra firme convicción de que esa no es la mujer de izquierda, la que aparece en las portadas del universal hace unos días, ni es esa propuesta de feminismo, ni es todo lo que nos están vendiendo allá arriba —que ahora ya aprendimos eso—, todo lo que nos están vendiendo allá arriba que es la realidad, sino que hay otra abajo.

Nuestra idea como zapatistas, no es suplantar la voz de las mujeres o interpretarlas, sino escucharlas y aprender de ellas. Por eso, en esto de la Sexta Declaración y en la Otra Campaña tienen en nosotros y en nosotras los zapatistas un oído dispuesto a aprender, no se trata de que sea el diván —que esa es la consigna de la Sexta Declaración: “adhiérase, nosotros vamos”, que ya ni chingan, me traen de un lado para otro pues, no me dejan ni comer—.

N se trata pues de esto, sino esta convicción o esta reflexión que nosotros hacemos de nuestra propia historia, que no se trata de un movimiento que cede un espacio a las mujeres, sino un movimiento en donde las mujeres conquistan su espacio, de izquierda y de abajo, anticapitalista, con todo esto que se va agregando.

Fue un gusto ayer cuando una compañera insistía en que no bastaba con que se definiera el movimiento obrero como anticapitalista, que tenía que ser antipatriarcal. Y que una compañera a la hora de leer los resolutivos, ya había quitado esa parte, eso es algo pues, y luego ya se volvió a poner. Y que cómo tenía que insistirse que no se trataba de hablar de los obreros y las… de los obreros o de los trabajadores, sino que tenía que marcarse esto de que eran también obreras y trabajadoras. Y que era una realidad aparte.

Entonces compañeras —y los compañeros que vienen de colados, porque no es su lugar mano, o sea sácate—ahora sí, aunque no deba ser así, a nombre de las compañeras zapatistas les traemos no sólo el oído, sino también nuestro saludo.

Esperamos que haya más reuniones, que se pueda concretar esta convocatoria para un encuentro nacional de mujeres, que tengo las indicaciones del Comité Clandestino de convocar junto con ustedes —como Comisión Sexta— para este encuentro en el lugar y fecha donde ustedes decidan —de preferencia donde no ande yo—.

Gracias, compañeros, gracias compañeras.

 
 

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12 Comentarios »

  1. Que bien es encontrar mensajes como el de Liz, ojalà tu lucha y revoluciòn ideològica siga en pie pero sobre todo que esto que traemos dentro no se quede en un sentimiento ni en palabras, yo creo que los màs importante sdon los hechos, eso garantiza aun màs la Revoluciòn que es necesaria.
    Pasando a otro asunto, quisiera que alguien me explicara las ventajas o lkas posturas existentes en cuanto a la anulaciòn del voto para este 2 de julio, lo que me interesa es saber cuales serìan las repercusiones si todos aquellos que no tenemos un partido, ni un candidato porque estamos artos de mentiras, anula su voto, ¿Qu`pe podrìas pasar?
    Ojalà pùedan responderme, de antemano le envio un saludo, mucha luz, amor y rebeldìa para todos.

    Comentario de Yamisette — mayo 1, 2006 @ 10:00 am

  2. La Revolucion Social mas chingona,en todo el Mundo, asido,es y sera la de Chiapaz . Viva el EZLN y las comunidadez Indigenaz!!

    Comentario de Emilio — mayo 1, 2006 @ 10:35 am

  3. Comapañero Emilio, no doy cavidad a tu comentario me gustaria que participaras de otra forma no solo vitoriando el movimiento.

    Region bajio

    Comentario de Juan — mayo 1, 2006 @ 11:26 am

  4. yamisette, me parece interesante tu commentario a cerca del 2 de julio. seria muy chingon poder hacer algo que deje una marca de que existe un chingo de gente que esta arta de las mentiras de los partidos politicos. yo habia pensado votar por la OTRA campania, en el espacio en blanco, no porke quiera que el EZLN tome el poder, sino como simbolo de apoyo a la otra y rechazo a la campania tradicional.

    espero mas gente tenga comentarios al respecto.

    Saludos desde las Costas del Noroeste Mexicano.

    Comentario de fernando — mayo 1, 2006 @ 1:30 pm

  5. estoy muy contento de ste proyrcto. todos juntos en la otra campaña. estoy con ustedes a titulo individual sin niguna organisacion, juarez y mexico se estaperdiendo en la desumanisacion, estoy con ustedes

    Comentario de ruben macisa — mayo 1, 2006 @ 5:13 pm

  6. Juan, de la región bajío, se escribe «no doy cabida», no «no doy cavidad», es decir, «no doy lugar», lo cual, en realidad, te convierte en alguien muy autoritario, deja que el compañero haga lo que quiera, porque para lo que no hay cabida es para estar regañando a un compañero porque escribió un «viva»… a menos que desees que te te manden por una «cavidad» derechito al diablo… ahora resulta que no se puede escribir ni un «viva»…

    Comentario de la otra buena conciencia — mayo 1, 2006 @ 7:23 pm

  7. Yamisette ps yo te digo, no pasa nada desafortunadamente la ley electoral de nuestro mugre pais no tiene un minimo de votos para que la eleccion sea valida, conque una sola persona vote por alguien ese alguien tiene el puesto, espero haber solucionado tu duda

    Comentario de Mask — mayo 1, 2006 @ 7:41 pm

  8. herman@s, desde ecuador reciban el más humilde saludo de adesión a la otra campaña, y a toda la gente mexicana ke tiene el privilegio de apoyar directamente al EZ.
    Akí abajo, con clima electorero, una vez más aparecen los pretendidos de izkierdas y cercanos al movimiento indígena, ke no hacen más ke dividirlo….
    Ya bo tenemos nada ke perder frente al neoliberalismo u optamos por la dignidad rebelde o nos pasan por encima como lo hacen todos los días….

    saludos desde Kito y seguimos desde abajo y ala izkierda¡¡

    Comentario de jose — mayo 1, 2006 @ 7:50 pm

  9. ES PENOSO QUE EN LOS MEDIOS DESINFORMATIVOS NO DIGAN NADA DE LA OTRA CAMPAÑA, SE SABE MAS DE LA OTRA CAMPAÑA EN OTROS PAISES QUE EN LA TV PUBLICA( TELEVISA Y TV AZTECA), LA LEY TELEVISA ES PREPARAR EL C AMINO PARA LOS AÑOS VENIDEROS ,PARA QUE EL PUEBLO MEXICANO SIGA CON LA VENDA EN LOS OJOS, ES TIEMPO DE UNIRNOS Y LUCHAR VERDADERAMENTE POR NUESTRO PAIS, TENEMOS QUE DEJARLES UNA MEJOR PATRIA A NUESTROS HIJOS Y DESENDIENTES, LOS ESTUDIATES DE AHORA Y LOS QUE VIENEN ATRAS TENEMOS LA OBLIGACION DE QUITAR ATODOS LOS CORRUPTOS DINOSAURIOS E HIJOS DE DINOSAURIOS DE UNA VEZ POR TODAS DEL PODER.

    FELICIDADES AL SUBCOMANDANTE MARCOS POR ESTA GIRA Y OJALA LE ENVIE EN DVDS A FOX Y TODOS LOS PARTIDOS LA GIRA GRABADA , PARA QUE VEAN COMO TIENEN A LA PATRIA Y TODOS LOS PROBLEMAS QUE OCASIONA EL LIBERALISMO ENTREGUISTA.

    SALUDOS
    P.D. YO SI VOTARE POR MARCOS

    Comentario de PEPE JOSE — mayo 1, 2006 @ 9:11 pm

  10. Tremendo acto a las puertas del castillo muerto y pisoteado por los cerdos poderosos…
    Ganas de libertad nueva, verdadera…
    Que los pueblos se unan para una nueva sociedad, es el deseo de muchos.
    Hay que luchar con el cerebro, y con el corazon… abajo y a la izquierda

    Comentario de Libertad — mayo 2, 2006 @ 6:48 am

  11. VAMOS A ORGANIZARNOS COMPAS ,QUE EL MENSAJE DEL SUP NO QUEDE EN EL AIRE Y EN PURO APASIONAMIENTO ,ELLOS TARDARON POCO MAS DE DIEZ AÑOS PARA HACER LO QUE HAN HECHO ,ES DIFICIL MAS NO IMPOSIBLE ,ACA EN IZTAPALAPA INICIARA EL 6 DE MAYO ACTIVIDADES DE INFORMACION DE LA OTRA ,POR EMDIO DE TEATRO Y MESAS INFANTILES Y JUVENILES ,ES UNA COLONIA DONDE ABUNDAN MAS LAS MINIVINATERIAS ,PERO EMPEZAREMOS A ORGANIZARNOS TRES COMPAS QUE HEMOS ASISTIDO A LOS RECORRIDOS DEL EDO Y DF, SOMOS TRES CONTRA UN CHINGO DE APATICOS ,PERO LO HAREMOS ,ASIMISMO USTEDES ,CHAVOS GENTE QUE HAN SEGUIDO TAMBIEN EL RECORRIDO ,ORGANIZENCE Y EMPIECEN A DIFUNDIR LA SEXTA POR SUS CALLES ,DESPUES ALREDEDOR DE SU COLONIA ,YA COMPROBAMOS EN CADA PUNTO QUE NO SOMOS SERES AISLADOS ,PORFAVOR COMPAS QUE NO QUEDE EN EL ENTUSIASMO ,A TRABAJAR. CONTACTO: butibonche@hotmail.com

    Comentario de Rogelio — mayo 2, 2006 @ 4:02 pm

  12. talvez a un soy un niño, un niño no tan chico, pero seguro de lo que quiero de mi pais, el ezln, mi ejercito zapatista; creo en tus ideales, creo en tus hechos, creo confio, creo y confio en los indegenas, que yo soy uno. Este gobierno, en su campaña, dicen mentira, su ventajae que no son pinochos, pues si fueran, ya hubieran hecho la rama mas larga, de donde sus narizes colgaran.
    EZLN, EN MI MEXICO; EN MI CORAZON, EN MI OTRA CAMPAÑA.

    Comentario de Jonathan — mayo 10, 2006 @ 2:37 pm

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