Reunión con adherentes en Teotihuacan Lea aquí la transcripción
En la colonia La Cuesta Lea aquí la transcripción
En la plaza de Ecatepec Lea aquí la transcripción
En el mitin a la llegada en Atenco Lea aquí la transcripción
Fotos de la visita al mercado popular La Pulga
Afuera del penal de Chiconautla
Palabras del Delegado Zero con adherentes en Teotihuacan.
Estado de México
25 de abril del 2006
Compañeros, compañeras: buenos días.
Estamos en esto de la Otra Campaña, tratando de escuchar y de conocer, primero, a los compañeros y a las compañeras que ya han tomado una decisión sobre lo que hay que hacer. Y esta decisión pues es enfrentar al responsable de los dolores que tenemos.
Hace muchos años, nació una nueva ciencia: la ciencia de la historia o la ciencia de las sociedades, a partir de un libro que señalaba las características del sistema actual: el capitalismo. Ese libro, que se llama El Capital, precisamente inicia diciendo que en la sociedad actual el mundo se nos presenta como un inmenso almacén o arsenal de mercancías. Y que ésa es la característica principal del capitalismo: convertir las cosas, las personas, todo lo que toca, en una mercancía. Y pasa entonces a tratar de descubrir lo que hay detrás de esas mercancías, de cómo se producen, de cómo circulan, de cómo son consumidas.
El problema que pasó, es que un grupo de intelectuales en todo el mundo y de algunos líderes u organizaciones políticas, pensó que era posible apresar esta ciencia o este pensamiento en el espacio de la academia, fuera de lo que iba a significar más adelante, a saber: que este conocimiento movía a la gente a luchar por transformar ese sistema que estaba basado en la injusticia, en el despojo, en la explotación y en el racismo.
Cuando más adelante cae el muro de Berlín, y con él se decreta la muerte de la posibilidad de otro sistema en el mundo, estos intelectuales y estos grupos políticos, empiezan a correr a abrazar otra moda y dejan de lado esta ciencia, que es la que nos permite descubrir lo que vamos a enfrentar.
Independientemente que podamos determinar más adelante qué es lo que hace que una mercancía lo sea: cómo se produce, cómo circula y cómo se consume, la verdad, la realidad, es que en efecto el sistema que estamos enfrentando aquí en México como Otra Campaña, es ese sistema: el capitalista. Y si antes pensábamos que las mercancías estaban nada más limitadas a un mercado, o que sólo se referían a las cosas que necesitábamos, ahora estamos descubriendo que el avance de este sistema empieza a convertir otras cosas en mercancía, otras cosas que antes no lo eran: el agua, los bosques, el aire, la cultura, la historia.
Y a la hora que esta mercancía, que empieza a operar sobre ella este sistema, empieza a editarle, a cortarle partes. Y así en ese sentido, en la mercancía que vamos a consumir o que estamos produciendo, se le está recortando la parte donde está la explotación. Lo decíamos en otras partes: en una camisa, en unos zapatos, en un pantalón no está el proceso de explotación, el sufrimiento, el dolor del obrero, de la obrera, de quien lo produjo. Así como en los grandes centros comerciales no está el campesino productor de esos alimentos, o el trabajador que los empaca o los procesa para que lleguen a ese lugar.
En el caso de la historia, está también esta edición: como nos platicó el compañero arqueólogo que pasó hace rato. Nos están vendiendo una historia que no está cabal, que no está completa, que está editada. Que editan la parte del pueblo que levantó estas pirámides —que ahora nos están dando cobijo—: su cultura, su historia y su forma de vida. No sólo porque están ocultando, resaltando más bien, resaltando la parte del poder con el que se están identificando, sino también porque —como señaló él— temen que encontremos en esa historia, lecciones que tenemos que aprender. El hecho de que en esta etapa actual de este sistema que es el capitalismo se esté convirtiendo en mercancía el patrimonio cultural histórico de esta nación, pasa necesariamente porque se privatice, que pase a manos privadas, a manos de capitalistas y lo conviertan entonces en una mercancía.
En otras partes: en Yucatán, en Veracruz, hemos visto como se está privatizando este patrimonio cultural histórico, en el caso de vestigios de las culturas que nos formaron y que aun existen. Y en otras partes señalábamos que a la hora que esa historia se empieza a privatizar, se está editando una parte fundamental. O sea se está cortando que los pueblos indios que formaron esas culturas aún existen, aún resisten y aún conservan sus tradiciones culturales, su lengua, su modo, decimos nosotros.
En el caso de Teotihuacan está el problema de esta invasión, de convertirla en efecto en un centro comercial. Que por un lado venda la historia que no tiene el pueblo norteamericano, el pueblo poderoso de Norteamérica —no me refiero a los trabajadores— sino también a los grandes capitales en Norteamérica, y que le venda esa historia. Y junto con ella, le venda el espacio, que elimine la existencia de quienes antecedieron, las raíces en las que estamos, a saber: los pueblos que están aquí, los guardianes que están aquí velando por esta historia, por esta memoria y por este patrimonio cultural.
Y detrás de ese Walt Mart vienen los centros comerciales, los centros turísticos, y se va a convertir, en efecto, en una disneylandia para intelectuales o para gente que quiere darse la barnizada cultural que su sociedad le está negando.
Nosotros en la Otra Campaña estamos viendo esto. Estamos aprendiendo de esto de ustedes, no lo estamos encontrando por otro lado, sino en la gente que está luchando por defender este patrimonio cultural. Primero, del afán privatizador que lo quiere convertir en una mercancía y, segundo, de lo que esa privatización significa como destrucción de ese patrimonio cultural. No se trata sólo del orgullo de nuestras raíces, sino que además estas raíces amenazan ser arrancadas totalmente de estas tierras, y con ellas, nuestra identidad y nuestra historia.
Por otro lado, cuando veníamos para acá para Zumpango ayer, pasamos por la autopista y los centros comerciales que la bordean, y estaba un anuncio de esos monumentales que les dicen, presentando dos tomates: uno descolorido y uno muy brillante, señalando que el brillante, el más atractivo, estaba en el centro comercial y el descolorido se encontraba en otras partes: en el mercado. Y aquí encontramos otra edición de las mercancías. Ahora no se trata sólo de que se compre un producto, sino que se tiene que comprar en determinado lugar, y no nos dicen que en efecto ese tomate está maquillado, que es de plástico para que sea reluciente, mientras que el otro es el real.
Y entonces viene esta invasión de mercancías sobre la historia, pero también esta invasión del mercado para llegar a esas mercancías. Y no les importa a ellos, si están desplazando a pequeños comerciantes de los mercados —como nos platicaron los compañeros de Belisario Domínguez, del mercado de Belisario Domínguez, que si no me equivoco se llama “los insurgentes” ¿no? así se llama el mercado, porque decía un letrero hace rato, insurgentes, decía, pero bueno—, el mercado Belisario Domínguez, que está siendo desplazado por los centros comerciales con el apoyo de la clase política.
Entonces nos encontramos con este sistema que empieza a invadir otros territorios que antes nos tenía y los empieza a invadir con un afán de conquista. Se trata de conquistar a la fuerza esos territorios y convertirlos en mercancía: pirámides, agua, tierra, bosques, y todo a través del despojo, pero como hace quinientos años que necesitaron un ejército, ahora el ejército está compuesto por la clase política.
Y viene el tercer aspecto que quiero señalar hoy sobre el sistema capitalista, que es el que convierte la política también en una mercancía y a los políticos profesionales en mercaderes. Y llamo la atención sobre esto, porque cuando pasó la ponencia de los compañeros investigadores del INAH, estaba editado la parte del PRD, se señalaba como culpable de los males sobre Teotihuacan, sobre la ley de la cultura, sólo al PRI y al PAN. Y a la hora de omitir al PRD, se da esta falsa imagen de que entonces por ese lado, tal vez, sí se pueda.
Según nuestra concepción en la Otra Campaña, la clase política en su conjunto que está allá arriba, ha convertido la política en una mercancía y ha convertido el ejercicio de la política en un burdel, donde la competencia ya no es entre ideas que convenzan a la gente, sino entre rostros, o rollos, o discursos, o eslogans, o espots publicitarios para convencernos de que compremos un producto, a saber: un candidato. Y que si ese producto lo logramos adquirir y llega al poder, las cosas para nosotros se van a solucionar. Según nosotros toda esa clase política, en efecto, es una mercancía y ha sido comprada por el que tiene dinero. Y el que tiene dinero es el gran capital, sobre todo, el gran capital extranjero. En ese sentido nosotros no hacemos distinción en la responsabilidad de la destrucción del patrimonio cultural, de su privatización, de su convertirlo en una mercancía, como tampoco hay diferencia en la guerra de despojo en contra de los campesinos, la guerra de desalojo en contra de los pequeños comerciantes, y la guerra que hay en todas partes, contra todo aquel que lucha y se rebela contra esas injusticias.
Si antes fueron los caballos, los arcabuces, las espadas y las lanzas españolas, las que permitieron las conquistas de estas tierras, ahora son la leyes, que son aprobadas e implementadas, repito, por toda la clase política. Y de nada sirva, sirve perdón, que alimentemos la falsa esperanza de que hay unos que son menos malos que otros, porque a la hora de aprobar esas leyes, todos se juntan. Y todos ellos allá arriba van contra todos nosotros.
Lo que está planteando la Otra Campaña, es reconocer la lucha que hay aquí en Teotihuacan. El Walt Mart va a salir de Teotihuacan, va a salir del país, y junto con él van a salir todos los grandes capitales. Porque su existencia, su presencia aquí, significa para nosotros y para estas tierras, nuestra destrucción y la destrucción de nuestro país. Como dijo un compañero, no hay posibilidad de reforma con el capital, no podemos reformar a los capitalistas y convencerlos de que no roben tanto, de que no ganen tanto dinero, o que traten de pensar hacia más lejos, para que alarguen su afán de ganancia.
Si el capitalista puede ganar hoy mil lo va a hacer, cualquier esfuerzo por convencerlo de que sólo gane quinientos y deje los quinientos más adelante porque si no va a destruir la naturaleza, son inútiles. Y todo el ejército de diputados, de senadores, de presidentes municipales, de regidores, de gobernadores, de secretarios de estado, del presidente de la República, todo lo que es la clase política, junto con los dirigentes y cuadros medios de los partidos políticos que están en la lucha electoral, son este ejército, que como hace quinientos años invadió estas tierras y las conquistó basado fundamentalmente en la división que había en los pueblos.
Y entonces, nosotros estamos haciendo esta propuesta: de que en lugar de enfrentar el avance de este ejército de conquista en contra de nuestra nación separados —como hasta ahora lo hemos hecho—, lo enfrentemos unidos, sin perder nuestra identidad en nuestra lucha. Si podemos unir la lucha de los guardianes de Teotihuacan con la lucha de los compañeros de Atenco y del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra, junto con los compañeros de Baja California, de Quintana Roo, del sur: Morelos y Guerrero, de las montañas del sureste mexicano y de todo el país, entonces sí podremos derrotar a este enemigo, que ahora —como decía un compañero— sólo nos está dejando la impotencia y la rabia de no poder enfrentarlos.
Los compañeros comerciantes del mercado no están solos, no sólo porque lo diga yo, y porque lo diga la Otra Campaña, sino porque lo hemos ido encontrando a lo largo del país este avance de los grandes centros comerciales, y este despoblamiento de la gente que se dedica a llevar los productos que nosotros mismos producimos, a nosotros mismos.
Y aquí puedo hacer un anuncio comercial. Que los que compran en Walt Mart, en Sams o lo que sea, los productos no sirven, porque son de plástico los anuncios. En cambio, lo más saludable y lo mejor siempre se va a encontrar con el pequeño comerciante, lo hemos dicho una y otra vez, y lo volvemos a repetir. Y no es posible que tengamos que oponer las flores de plástico de Walt Mart, a las flores auténticas de las compañeras que están ahí en el mercado de Belisario Domínguez.
Y sin embargo lo que quieren hacer es que no haya opción. Que no pueda elegir la gente entre una flor auténtica, y a güevo tenga que comprar la de plástico. Eso es lo que está en el fondo de todo esto, porque también se trata de que se compre una historia nada más: la que ellos privaticen. No la real, no la de la gente que todavía vive y mantiene esas tradiciones, esa cultura, y esa lengua que hizo levantar eso, y muchas otras cosas que aún no descubrimos, y que tal vez en efecto están abajo —abajo y a la izquierda decimos nosotros—.
Lo que está proponiendo la Otra Campaña es un paso muy grande que sólo se puede dar a nivel nacional y con todos los que están abajo. Lo que estamos proponiendo es que los pequeños comerciantes, los guardianes de Teotihuacan, los compañeros de Texcoco y de todos los pueblos que estuvieron pasando, que de una u otra forma volvieron a decir la misma palabra: despojo, robo, represión, nos unamos en todo el país.
Y entonces, no nos contentemos con editar la realidad allá arriba, y pensemos que tal vez algunos se pueden salvar, ni de los ricos, ni de los políticos profesionales, vamos por todos, contra todos, para que se vayan todos. Y que a la hora que se vayan los partidos políticos esos que están lucrando con nuestra historia, con nuestro dolor y con nuestra miseria, junto con ellos se vaya Walt Mart, los grandes bancos, los grandes capitalistas industriales, comerciales, los grandes terratenientes. Ésos, que son los que están dando las órdenes para que se hagan las carreteras, para que se hagan las inmobiliarias, para que se vaya invadiendo poco a poco todo el estado de México y los estados de alrededor, simplemente porque ya no les basta el espacio que tienen, porque ya lo destruyeron, no les sirve el aire que tienen para respirar, les falta agua y quieren conquistarla como hace quinientos años.
Lo que está planteando la Otra Campaña, compañeros y compañeras, es hacer esta gran unidad. Si logramos construirla, no vemos nosotros los zapatistas porqué tengamos que conformarnos con algo que nos ofrecen allá arriba, cuando podemos tomarlo todo y tomarlo ahora. Por fin la democracia, la libertad y la justicia, pero en nuestras manos, no en nadie más, ni en un Mesías, ni en un partido político, ni en cualquier falsa esperanza que nos estén vendiendo de allá arriba, sino en lo que podamos construir nosotros.
Los grandes centros comerciales van a salir y va a florecer el pequeño comercio, no sólo porque es un trabajo honesto, sino porque es lo que necesitamos nosotros. Nosotros no necesitamos enriquecer a alguien, lo que necesitamos es vivir con dignidad junto con otros.
Las tierras van a volver a manos de los campesinos y de los pueblos originarios de estas tierras, las fábricas, los centros de producción van a estar en manos de los trabajadores. Todo eso es lo que estamos queriendo entonces nosotros. Y entonces, nos habremos ganado el derecho —decimos nosotros— de hablar de que tenemos otro país, y hacer entonces un nuevo acuerdo entre nosotros que se base en el respeto y la autonomía, y la independencia de cada quien, que eso es lo que se llama dignidad.
Esto es la Otra Campaña, compañeros y compañeras, apenas está empezando, tiene en ustedes y en nosotros, porque todos estamos parte de la Otra Campaña, los guardianes, los vigilantes, los encargados de que esto sea conocido por más gente, y a la hora que vengan las desilusiones, las crudas morales, haya otra cosa, algo hacia qué dirigir la mirada, la esperanza, la rabia, la impotencia y la lucha que ahora llevamos: la Otra Campaña, la Sexta Declaración.
Eso es nuestra palabra compañeros y compañeras, muchas gracias.
Palabras del Delegado Zero en la Cuesta, Estado de México
25 de abril del 2006
Compañeros, compañeras: gracias que nos recibieron, estamos muy contentos de haber llegado aquí con ustedes, nos sentimos como de por sí estamos: entre compañeros y entre compañeras. Queremos agradecerles que nos hayan dado el alimento, y también este recibimiento.
Lo sabemos bien la historia que tenemos: luchando por una vivienda digna, y resulta que cada vez tenemos que arañar el salario o nuestra propia organización para poder conseguir algo.
Y lo sabemos bien, que cada día estamos viviendo con el miedo y con la angustia de qué va a pasar al día siguiente. No sólo que pueda venir la policía con los casatenientes a desalojarnos, sino también la angustia cotidiana de si va a haber agua, de si va a haber luz, si van a tener algo en la mesa que valga la pena para los niños, más aparte los gastos que están llegando cada vez más.
Como trabajadores de la ciudad no sólo enfrentamos este problema de la vivienda —que no tenemos ni un lugar para vivir ni un lugar digno dentro de ese lugar—, sino también están los problemas que tenemos del alto precio de la vida y del bajo precio del trabajo. Como pequeños comerciantes, como choferes, como trabajadores, como empleados, como obreros, cada vez se reduce más el ingreso que tenemos y cada vez tenemos que gastar más.
Y mientras tanto vemos que allá arriba cada vez están más ricos, cada vez están más en lujos, decimos nosotros, y que se están juntando y se están pareciendo cada vez más —incluso físicamente— los ricos y los políticos.
Y lo sabemos bien también, que no importa qué partido político de los que están allá arriba: el PRI, el PAN, el PRD, Convergencia, el Verde Ecologista, el Partido del Trabajo, todo eso, lo único que están haciendo es vendiéndose al mejor postor. Y desgraciadamente o afortunadamente, porque son una bola de idiotas, no tenemos dinero para comprarlos. Y son ellos, los ricos, los que tienen el dinero para comprarlos, y son ellos los que dictan la ley, que es la que nos obliga a estar peleando por una vivienda digna, siendo que es nuestro derecho como seres humanos y como mexicanos y mexicanas.
Y entonces, lo que está planteando esto de la Otra Campaña es precisamente que hagamos un cambio con los ricos: que les pasemos a ellos la angustia y el miedo, al ver cómo nos estamos uniendo en todo el país, y ver que ésos que antes se enfrentaron separados, y que pudieron pegarles porque estábamos desunidos, ahora empezamos a unirlos en este gran movimiento, que no se va a detener hasta que los corra a ellos, a esos ricos de este país. Y junto con ellos se vayan esos políticos ladrones.
No puede ser que sigamos viviendo con esa angustia y, finalmente, sólo le estemos heredando a la generación que sigue, la misma angustia y el mismo miedo. Mejor, si queremos heredarles una esperanza, un espacio, un mañana limpio, libre, justo, entonces lo que tenemos que hacer es pasarle a los de allá arriba ese miedo y esa angustia por la que estamos peleando.
Compañeros y compañeras, vienen junto con nosotros, junto con la Comisión Sexta del EZLN, compañeros de otras organizaciones y de otras partes del país. Por primera vez, en la historia de México y tal vez en la historia de muchos países del resto del mundo, la izquierda que realmente se opone al poder, que se opone al capital, se está uniendo. Y junto con esa izquierda se están uniendo muchos movimientos sociales. Hemos recorrido pueblos indígenas que están dispuestos a luchar junto con nosotros, colonias populares como ésta, que está luchando por vivienda, mercados con comerciantes que están amenazados de desalojo por los grandes comerciantes, por los centros comerciales, obreros, sindicatos, estudiantes, maestros, jóvenes que están agrupados en colectivos y en grupos donde hacen trabajo cultural, grupos ecologistas, prácticamente todo, todo lo mejor de este país está acá en la Otra Campaña.
No se trata pues de detenernos nada más a solicitar una vivienda o que nos den el registro. Queremos y merecemos todo: techo, tierra, trabajo, pan, salud, educación, democracia, independencia, libertad, justicia, información, cultura y la paz, que se construye con todas esas doce cosas anteriores.
Si alguien luchaba nada más por la vivienda, ahora vamos a luchar juntos con los que luchan también por la tierra y por un digno, un salario digno, y por un trabajo justo, y por buena educación y por buena escuela. Y todas las luchas que ahora están dispersas las vamos a unir en un solo puño y lo vamos apretar y es ese puño que ya se empieza a levantar en toda la República, es el que deben aprender los de arriba a temer. Y más vale que se vayan antes de que vayamos por ellos. Y que se lleven lo poco que puedan llevarse, porque ahora la riqueza será del que la produce: de los trabajadores y de las trabajadoras.
Gracias compañeros, gracias compañeras.
Palabras del Delegado Zero, Acto público en Ecatepec.
Estado de México
25 de abril del 2006
Buenas tardes Ecatepec. Buenas tardes al estado de México de abajo, hombres, niños, mujeres y ancianos.
Queremos empezar con un saludo especial para los anarquistas y skinheads que están acá. Nosotros sabemos que los skinheads nacieron como un movimiento de abajo, y luego fueron unos cabrones los que los convirtieron en un movimiento fascista, pero los skinheads auténticos están con nosotros. Que se levante esa A bien alta, y que de una vez sepa este país que en el presente de lucha y en el país que vamos a construir entre todos, esa A, la A del anarquismo, va ondear como ondea ahora. Y junto con esas fuerzas, la de los anarco punks, la de los libertarios, la de los jóvenes que han arriesgado su vida y su seguridad para estarnos cuidando en estos días y en otros estados donde hemos estado.
Compañeros y compañeras: queremos invitarlos a todos para construir juntos otro primero de mayo, uno de los trabajadores, de las trabajadoras, de la gente de abajo, humilde y sencilla. El día primero de mayo, el otro, el otro que vamos a levantar desde abajo, se va a reunir frente a la embajada yanqui en la ciudad de México, a las doce del día, y a partir de ahí, vamos iniciar una marcha, según lo que acuerde el Encuentro Nacional Obrero, que vamos a realizar el día 29. Los invitamos a todos entonces el día primero de mayo, a las doce del día, frente a la embajada norteamericana en la ciudad de México.
Compañeros y compañeras: queremos mandar un saludo especial a la compañera Gloria Arenas, a la que intentamos visitar hace unos instantes para llevarle, como regalo, no sólo el saludo de los zapatistas, sino también un ramo de claveles rojos, que significan el cariño que sentimos por ella como compañera y también significan con ese color, el de la lucha que empieza a caminar y a levantarse en las calles, en los campos, en los mares, en los ríos, y en las montañas de este país.
Compañeros y compañeras: hemos visto en estos días que hemos estado en el estado de México cosas que dan asco, como las de ese obispo Onésimo Cepeda, que ha prostituido la cruz y que cada vez que llegan los grandes políticos y los grandes empresarios con él, no llegan a confesarse sino a mocharse —como decimos acá abajo—. Ése que ha construido un poder económico que está muy lejos del poder eclesial y que ha puesto al servicio de esos poderosos y de esos gobernantes, la convocatoria de la iglesia. Sabemos bien que hay otra iglesia, una de abajo, la de las comunidades eclesiales de base, la de los cristianos y creyentes comprometidos con la lucha del pueblo.
Hemos visto también cómo la avaricia, la codicia de los que están arriba, están despojando a los pueblos indios del estado de México. No sólo a ellos, sino también a los pequeños comerciantes los están expulsando o los están destruyendo a la hora que se están introduciendo grandes centros comerciales. Y allá enfrente —quiero mandar un saludo— al que está allá, al que está ahorita allá, en el palacio, y al que va a estar —a petición popular, que les aproveche—.
(Gritos del público) ¡Culeeeros, culeeros culeeros, culeeros!
Alguien grita-¡otro para el mentiroso de Obrador, Subcomandante!
Para el que está y para el que va a entrar, el que está ahí y el que está allá, y el que está en los diferentes partidos políticos. Porque lo que hemos visto en el paso por el estado de México, compañeros y compañeras, es que no importa el color del que esté gobernando: PRI, PAN o PRD. Los gobiernos que tienen en los municipios han sido la punta de lanza en los despojos que hay contra los pueblos indios y contra la gente de abajo. Por todas partes estamos viendo que la ciudad de México, el Distrito Federal, empieza a avanzar para crecer con zonas residenciales de lujo, con centros turísticos, con zonas residenciales —como decimos—, y con centros comerciales —plazas de lujo les dicen—, sobre las tierras que ahora son de quienes las trabajamos.
Hemos visto, nos han platicado, los mismos compañeros y compañeras, gente de abajo. Hemos estado en San Antonio Pueblo Nuevo, mazahua, comunidad indígena que mantiene con orgullo su lengua y su ser indígena. Y ver cómo los están despojando de la tierra, y ver cómo los quieren dividir entre un municipio y otro, que Montiel y luego Peña Nieto crearon. Crearon ese municipio especialmente para uno de los caciques de ahí, y el pueblo ese está resistiendo. Y tiene la esperanza que en el estado de México, otros grupos y organizaciones, esos que levantamos la bandera de la Otra Campaña, presten atención, solidaridad y apoyo a su lucha.
Vimos también en Acazulco, en el municipio de Ocoyoacac, también cómo avanza el despojo de las tierras comunales y ejidales por medio del Procede y del Procecom. Cómo los modernos conquistadores están vestidos de traje y de corbata, y llevan en su pecho el símbolo del gobernante municipal, del diputado, del gobernador, de los distintos partidos políticos que aquí en el estado de México, se presentan como la alternativa allá en la cuestión electoral.
Hemos visto cómo esos pueblos están resistiendo, junto con los de Huixquilucan, que también mantienen su raíz otomí, su lengua y su defensa ante la tierra y ante los despojos de su tierra que quieren hacer los grandes magnates que desde el Distrito Federal empiezan a extenderse. Creo que a nadie le estoy contando una historia buena al decirles que el estado de México está siendo devorado por el Distrito Federal, devorado literalmente. Y con cada avance de la mancha urbana, no es gente pobre la que está llegando acá, es gente muy rica, la más poderosa de este país.
Y con ella está llegando su modo. Y su modo, compañeros y compañeras, es que no toleran vivir al lado de los pobres, no toleran nuestro color, ni nuestro olor siquiera. No pueden resistir nuestra presencia, porque nos desprecian, porque nos humillan, porque les parecemos animales. Y entonces mandan a sus gobiernos a que se encarguen del trabajo sucio: a las tiras, a los policías, al ejército, a los abogados, para que nos empiecen a despojar de nuestras tierras.
Hablamos con los compañeros y compañeras en Atizapan y en Naucalpan, principalmente jóvenes, principalmente punk, libertarios, skinheads, de todas las corrientes con la que cada quien se está vistiendo y levantando. Y conocimos en ellos y en ellas la decisión de luchar, porque estos compañeros y compañeras, a los que muchos de ustedes desprecian por la forma en que se visten, por cómo se peinan, por cómo hablan, son gente mucho más decente que los cabrones que están allá arriba.
Y no sólo están luchando por un espacio para crear su propia cultura, no sólo están luchando por el respeto a su forma de ser jóvenes, son los primeros en dar apoyo y solidaridad a los pueblos indios, a la gente jodida. Ésos, a los que ahora desprecian, persiguen y tratan como criminales, son los que van a estar junto con nosotros a la hora que pelemos en las calles y en el campo de México, por un México mejor. Es un honor tenerlos como compañeros y como compañeras.
Fuimos también a Zumpango, vimos también este despojo a los pequeños comerciantes, cómo los políticos se ponen al servicio de los grandes centros comerciales: Wal Mart, Sams, Comercial Mexicana, para desplazarlos y desalojarlos como quieren desalojar a mis queridos compañeros y compañeras del bazar La Pulga —acabamos de estar allá—.
Entonces, cómo es posible que gente que se está ganando el dinero de una forma honrada —a diferencia de los que están allá enfrente o allá arriba— ¿por qué los quieren hacer a un lado?, ¿por qué les quieren quitar lo poco que tienen?, ¿por qué les quieren quitar un trabajo digno que los hace sentir orgullosos a ellos y a sus hijos? Se los quieren quitar porque ese mercado lo quieren entregar a los grandes grupos que vienen de otros países, a los extranjeros.
Pareciera mentira que quinientos años después, sobre estas tierras, sobre estas tierras del estado de México, donde indígenas otomíes, mazahuas, nahuas, estuvieron enfrentando, junto con tlahuicas, enfrentando al imperio español, ahora, junto con mestizos con todos los colores que somos la gente de abajo, estemos enfrentando nuevamente la invasión del capital extranjero. Pero ahora, de la mano de una bola de traidores que se visten de tres partidos políticos principales: PRI, PAN y PRD, para entregar nuestra nación a los imperios.
También en Zumpango escuchamos la voz, la música, el modo de punks, de libertarios, que se abren espacio y crean su propia forma de decir rebeldía. Porque de eso se trata todo esto, compañeros y compañeras, de encontrar nuestras rebeldías. ¿Quién de acá, de los que me escuchan ahora, puede decir que vive con justicia?, ¿quién de acá puede decir que no aumentan el costo de la luz, del drenaje, del teléfono?, ¿quién de acá puede decir que vive mejor que hace cinco años, que hace diez, que hace treinta? Todos vivimos peor que antes, ganamos menos.
¿Por qué seguimos creyendo que allá arriba nos van a resolver las cosas?, ¿qué acaso no podemos ver que esos que están allá arriba, no importa su color, sólo están para servir a los poderosos? Que cualquiera de los que esté aquí intente ir a pedir justicia, cuando se confronta a algún rico. Vean cómo reciben los funcionarios al rico y como los reciben a ustedes. Vean a quién le hacen caso, a quién le contestan el teléfono, a quién le resuelven el problema inmediatamente. Y vean quién es despreciado, a quién se le dice que de otra vuelta, otro día, a otra hora, a quién se le dice que el funcionario no está: siempre a la gente humilde y sencilla. Y peor si es indígena o si es joven, y todavía peor si es mujer.
Esto es lo que está pasando compañeros y compañeras, y esto que estamos viendo en el estado de México, lo hemos visto también en Guerrero, en Morelos, en Michoacán, en Colima, en Jalisco, en Nayarit. Y así toda la vuelta por el centro y todo el sureste de México, hasta Quintana Roo. En todas partes los políticos sirviendo a los poderosos y la gente cada vez perdiendo lo poco que tiene, cada vez más, cada vez peor, cada vez más triste, cada vez más humillante.
Cuando hemos pasado, no hemos encontrado gente que todavía tenga esperanzas allá arriba. Todos lo que hemos encontrando —y que estamos en la Otra Campaña— saben que allá arriba no hay nada que hacer. Pero no encuentran otra cosa, no encuentran otro camino. Y está la desconfianza de que “qué tal que levantamos otra cosa, eso que es la Otra Campaña, y qué tal que sirve para que el Marcos se encumbre, para que gane dinero, para que luego traicione el movimiento y se venda”. Él u otro, cualquiera que se pare aquí y que ofrezca allá, a los de arriba, la venta de un movimiento y de una dignidad, a cambio de una cantidad de dinero, mucha o poca, porque hasta eso, hay muchos que se venden por cualquier chingadera.
Lo que está proponiendo…
(Alguien grita) – ¡la dignidad no tiene precio!, ¡El pueblo no tiene precio!
Lo que estamos tratando de hacer compañeros y compañeras, es de crear un movimiento sin líderes, un movimiento donde cada quien tenga su lugar y su valor, no importa si es individuo, si es una familia, si es un grupo, si es un colectivo, si es una organización social, si es una organización política de izquierda. Necesitamos crear este movimiento, necesitamos darle la esperanza a este país, desde el único lugar donde se la podemos dar, con gente como nosotros, gente honesta, gente decidida, gente humilde y sencilla.
Lo que está levantando la Otra Campaña no sólo va admirar a este país, va admirar al mundo entero. Por eso ya de otros países se están acercando para ver qué es eso que está pasando, qué es eso de la Otra Campaña. Porqué tanta gente diferente, que sólo es igual en la pobreza, en la miseria, pero también en la dignidad y en la rebeldía, porqué se están juntando, qué quieren. Y nosotros lo decimos claro: queremos otro país, un país sin ricos, sin poderosos y sin políticos corruptos. Y ¿cómo le vamos a hacer? Nosotros decimos: vamos a conocernos, vamos a saber quién somos, cuál es nuestra lucha, vamos a echar trato, vamos a unirnos, vamos a derrocar al gobierno y vamos a sacar a los ricos de este país.
Estuvimos también en Teotihuacan, compañeros y compañeras, porque estos pinches ricos no tienen llenadero. No se basta, para ellos, con todo lo que tienen. Ahora quieren también robarnos nuestra historia, la historia de nuestros pueblos indios. Y quieren privatizar Teotihuacan, convertirlo en una Disneylandia para que vengan ellos a divertirse o a darse una embarrada de cultura. Olvidando que los pueblos indios que levantaron esas pirámides existen todavía, todavía conservan su lengua y su costumbre, y todavía siguen conservando la misma dignidad para enfrentarse contra el extranjero que ahora se quiere apoderar de estas tierras.
Y acabamos de venir de Pie de la Cuesta, una colonia popular que está luchando por una vivienda digna. Y nosotros decimos: cómo es posible que el obispo de Ecatepec viva donde vive si él predica la palabra de dios, y esta gente que predica la rebeldía tenga que vivir en el lugar que está viviendo, sin agua, sin luz, sin un lugar digno. Y como ellos, en todo el estado de México. Y nosotros decimos: ¿cuánto más vamos a aguantar?, ¿cuánto más vamos a esperar? Y tal vez la gente de edad, los ancianos, se están preguntando lo mismo, si será que van a morir, si será que se van a ir, viendo el mismo país…que nos están heredando —el mismo país de mierda, dije, cuando se fue el sonido—.
(Gritos) ¡EZLN!, ¡EZLN!, ¡EZLN!, ¡EZLN!
Los ancianos, los ancianos y ancianas se están preguntando si toda la vida de trabajo y de lucha que llevaron se va a perder cuando se vayan, y este país va a seguir rodando hacia abajo, va acabar por ser destruido.
Se lo preguntan las mujeres, si finalmente siempre seguirán aguantando que ser tratadas como son, como lo que son para ellos, allá arriba, como un objeto: perseguidas, hostigadas, violadas, asesinadas, concebidas según su físico y no su capacidad y su inteligencia para los trabajos, incluso para la lucha.
Y se lo preguntan los jóvenes, si siempre va a haber que andar corriendo de la tira, si siempre vamos a tener que construir un espacio y esperar a que viene la policía para desalojarnos, si siempre la gente que es igual que nosotros nos va a mirar con desprecio por llevar la ropa negra, por llevar el pelo peinado de otra forma, por traer tatuajes, por traer percings, o como se llame —aretudos, decimos nosotros—.
Se lo preguntan también los niños, si la angustia, el miedo, la desesperación que ven en sus padres y en sus hermanos mayores, va a ser su destino cuando crezcan.
Y entonces, la Otra Campaña viene a decir la única promesa que se atreve a decir hasta ahora: lo van a ver. Lo que vamos a hacer, lo van a ver los niños, las mujeres, los jóvenes, los adultos, los ancianos y ancianas de ahora, porque lo vamos a hacer mucho más pronto de lo que ellos creen.
Estamos pasando ahorita por el estado casi 20 de la República, después vamos a enrumbar al norte, después vamos a regresar y les vamos a informar a todos los de la Otra Campaña la fuerza que somos y en dónde estamos. Y entonces, que entre todos decidamos qué podemos hacer con esa fuerza. Si ya estamos de acuerdo que ellos, y los que los mandan a ellos, son nuestros enemigos, ya entonces, tal vez, podremos ponerle fecha para que ese palacio se convierta en un hospital, en lugar de quemarlo.
Nosotros hemos visto, compañeros y compañeras —no estoy inventando—, hemos visto a lo largo de este país que cuando la gente se organiza y toma en sus manos su destino, obtiene muchos mejores resultados que de parte de los gobernantes. ¿Por qué vamos a tener que seguir aguantándolos?, ¿por qué vamos a tener que seguir manteniéndolos?, ¿por qué vamos a seguir permitiendo que se burlen de nosotros, y que nos vean nada más como el número que hay en la credencial de elector? Y eso sólo cada tres, o cada seis años.
Se trata, compañeros y compañeras, de escuchar a la gente de abajo, saber su sentir, su rebeldía. Construir junto con ella un Programa Nacional de Lucha. Levantarnos en un movimiento civil y pacífico, derrocar al gobierno, correr a los ricos de este país. Hacer otra vez este país, México, de nuevo. Volver a levantar esa bandera, la bandera nacional, sobre este suelo, pero ahora con dignidad.
Aquí en Ecatepec, en la tierra de Morelos, aquí, venimos a decir: nuestro movimiento es mucho más grande que el de la Revolución de Independencia en 1810 y mucho más grande que el de la Revolución Mexicana en 1910.
Nosotros, compañeros y compañeras, no venimos a decirles que volteen a ver allá arriba al menos peor, mejor miren de este lado: nosotros, nosotras, somos lo mejor de este país.
Gracias compañeros, gracias compañeras.
San Salvador Atenco. Estado de México.
Mitin de bienvenida.
25 de abril del 2006
Buenas noches compañeros y compañeras del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra de San Salvador Atenco y de todas la comunidades que han llegado.
Les traemos un saludo desde las montañas del sureste mexicano, de los hombres, de las mujeres, de los niños y de los ancianos del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. El mensaje que les traigo es breve en su primera parte, y quiere decir esto: bien halla estas tierras que parieron estos pueblos, y bien halla la sangre de las madres que parieron a estos hombres y mujeres que tanto nos han enseñado a la hora de enfrentar al poderoso. Venimos a reconocerlos como nuestros hermanos mayores, los que nos han enseñado también a desafiar al poderoso, a enfrentarlo y a defender con nuestra propia fuerza, aquello que nos quieren quitar: la tierra, la libertad, y la vida.
Ahora estamos en esto que llamamos la Otra Campaña, durante todo el recorrido en el país hemos ido recogiendo palabras de dolor y de rabia, como parecía que nunca más se iba a ver en este país. Y ellos, los que están allá arriba, pensaron y pensaban que iban a ser eternos. Pensaron que iban a poder seguir quitándonos la tierra, el agua, los bosques, la riqueza que generamos con nuestro trabajo y que nadie iba a decir nada, que todos íbamos a bajar la cabeza, que íbamos a obedecer y que íbamos a seguir aceptando sus humillaciones, sus desprecios, y se equivocaron.
No sólo se equivocaron aquí en Atenco y en los pueblos de alrededor. No sólo se equivocaron en las montañas del sureste mexicano. Ahora estamos aprendiendo que en todos los rincones del país, esos que nadie veía, esos que nadie escuchaba, hay luchas como la nuestra, como la de ustedes y como la de nosotros y nosotras los zapatistas, y esas luchas no han merecido el lente de las cámaras de televisión, de fotografía, la atención de los reporteros. Porque si voltearan a ver los medios de comunicación, verían lo que hemos visto nosotros: otro México, uno mejor, uno más digno, uno que ahora se está levantando con rebeldía.
Ellos, los que están allá arriba, pensaron que iban a poder hacer las cosas impunemente. Se acabó, llegó la hora. Llegó la hora de que ellos de aquí en adelante tengan miedo, de que ellos nos volteen a ver, que tiemblen al ver nuestro rostro, al escuchar nuestro paso y nuestra palabra, que tiemblen y sientan angustia, y miedo, y terror, ese que durante tantos años nos estuvieron dando a todos y a cada uno mientras estamos separados. Ahora que nos estamos uniendo, no sólo como zapatistas, no sólo como Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra, no sólo como todos los pueblos que se están levantando ya en todo el país, sino como esta generación de mexicanos y mexicanas que nos tocó —ni modo, hay que entenderlo—, nos tocó salvar este país.
Ahora, en estos momentos precisamente, cuando los grandes políticos y los grandes ricos se preparan a conquistarlo una vez más al servicio del extranjero.
Nosotros somos los zapatistas, nunca ha salido de nuestra boca la palabra de mentira, mucho menos con ustedes, con hermanos y hermanas que a partir de ahora son para nosotros: compañeros y compañeras. ¿Por qué abríamos de mentirles? Sentimos igual que ustedes el dolor que está llamando la tierra, sentimos que el dolor que tiene el agua, los árboles, el aire, la forma en que nos está hablando es que nos está pidiendo que hagamos algo, que levantemos nuestra voz, pero ya no solos, que levantemos nuestros machetes, pero ya no solos, que levantemos nuestra dignidad y nuestra rebeldía, pero ya no más solos.
Allá arriba quieren ensayar otra vez el engaño, piensan que nosotros, nosotras, acá abajo, vamos a pensar que no hay otra cosa, que hay que optar por el menos peor, que ni modo. Allá arriba se están repartiendo el pastel y a nosotros ya ni siquiera nos van a tocar las migajas. Los partidos políticos están ahora en un proceso electoral, quieren el poder para repartirse las ganancias de vender nuestro país. Y piensan que la gente se va a sentar —como decía un cartel aquí hace rato—, se va a sentar a esperar a que esto sea destruido para siempre. Se equivocan, un grupo de mexicanos y de mexicanas, en todo el país ha decidido decir ¡ya basta!, ¡ya no! Tenemos que cambiar, tenemos que levantarnos, como de por sí nos levantamos: desde abajo.
Durante todo este tiempo, compañeros y compañeras, hemos vivido con la angustia, esperando a qué hora nos van a atacar, a que hora van a venir por nuestra tierras, por nuestras aguas, por nuestra cultura, por nuestras raíces. A qué hora se va a acabar la pesadilla de estar recibiendo un salario de miseria, a qué hora se va a acabar el terror de perder la tierra en manos de abogados, de politiqueros y de grandes terratenientes. A qué hora se va a detener el crecimiento de la mancha urbana y a qué hora se va a detener la amenaza de ver crecer en nuestras tierras, no el maíz y el frijol, no la dignidad rebelde, sino, en su lugar, grandes centros comerciales, fraccionamientos de lujo, centros turísticos. Y ¿nosotros qué?, ¿irnos a otro país?, ¿irnos a otra ciudad a mendigar, a pedir perdón y a pedir permiso por existir, por ser quienes somos?
Durante todos estos años, ellos los que están arriba no nos han visto. Cada tres años, cada seis, se asoman al México de abajo y nos ofrecen esa campaña publicitaria donde se trata de vendernos —y que nosotros compremos— a un candidato. Ya ni siquiera un partido político, ya ni siquiera una propuesta de país, sino simplemente a aquél que va a ser el responsable del dolor que vamos a cargar de aquí en adelante.
Si nosotros, nosotros y nosotras, la Otra Campaña, está preparando otra cosa, es porque sabe que en este país, disperso todavía aún, hay un movimiento de resistencia. Nosotros decimos que ya se acabó el tiempo de resistir, que es hora, que llegó la hora de ir por ellos: de derrocar al gobierno, de sacar a los ricos de este país y empezar a levantar todo de nuevo. Como de por sí se levanta la cosecha en la tierra: sembrando algo nuevo. Y no heredarle a nuestros niños la angustia y el miedo que ahora tenemos.
Y uno piensa que esto no iba a llegar, que era cuestión de corridos, de poemas, que pasaba en otros países, que pasaba lejos de aquí pero nunca en México. Que pasó en la Revolución con Madero, con Villa, con Zapata. Que pasó en la Guerra de Independencia con Morelos, con Hidalgo, con Guerrero. Y resulta que no, que para algo nos parió estas tierras, para algo llegó el calendario en estas fechas: para decirnos que nos toca a nosotros y a nadie más, a nosotras y a nadie más, salvar este país de la destrucción y de la conquista que quieren hacer los extranjeros, con ayuda de los vende patrias que hay en todos los partidos políticos.
No hay vuelta de hoja compañeros y compañeras, llegó el tiempo y cada quien tiene que decidir: si se va a quedar a tratar de defender su casa solo o si se va rendir, a empacar e irse a otro lado, o seguir viendo como humillan a su mujer, a su hombre, a sus hijos, a sus abuelos. O deciden entrar con nosotros, exigiendo lo que exigimos todos: respeto a nuestro modo, a nuestra forma de organizarnos, a nuestras demandas, a nuestras necesidades.
Lo que vamos a hacer, lo vamos a hacer de por sí. Estamos pasando por todas partes para avisar: llegó la hora de este levantamiento nacional, civil y pacífico. Que se vuelvan a iluminar las calles con nuestro paso, no con el paso de los vehículos de la gente poderosa. Que vuelvan a ser nuestras la tierra y la libertad que reclamó Zapata. Que vuelvan a ser nuestras las fábricas, los comercios, la tierra, los bancos, todo lo que ahora ellos son lo que tienen, y que tenemos que quitarles porque nos pertenece.
Y uno viene a pensar que tal vez eso les toca a otros: a los pueblos indios. Después de todo están bien jodidos, después de todo los tienen despreciados, después de todo no les queda más remedio que hacer eso o desaparecer con su lengua, con su cultura, con su tradición. O tal vez alguien piensa que le toca a los campesinos, o que le toca a otro grupo. Y resulta que no, que lo que viene a decir la Otra Campaña es que nos toca a nosotros y a nosotras. Y simplemente hay que decidirse en el corazón, en el cerebro, si es este el camino correcto o no. Nosotros pensamos que lo es, y estamos dispuestos a morir en él, con tal de conseguir que la bandera nacional vuelva a ondear con dignidad, con la dignidad que tenemos los de abajo, el respeto a nosotros mismos, a las raíces, a lo que nos dio origen y al futuro que queremos construir.
Y la pregunta es: si como niños y niñas ¿tenemos lugar? Sí, si no queremos ir creciendo en este especie de máquina trituradora que nos va destruyendo como seres humanos y nos convierte en mercancías, incluso cuando somos niños.
Y la pregunta es: si los jóvenes van a seguir aceptando que los sigan persiguiendo la policía, que los siga despreciando el resto de la gente, juzgándolos por su apariencia, como si su apariencia fuera el signo de delincuencia y criminalidad. Como si no supiéramos que son los grandes políticos, los gobernadores como Peña Nieto, los presidentes municipales, los presidentes de la República, los grandes dirigentes de los partidos políticos, tan bien vestidos, tan bien olorosos, tan bien peinados y tan mierdas todos ellos.
(Gritos, vivas y aplausos) ¡EZLN!, ¡EZLN!, ¡EZLN!
De allá arriba nos están diciendo que no es cierto, que no todos son iguales: que hay algunos que son peores, que ni modo, que quisiéramos encontrar uno mejor, pero no hay, sólo hay que elegir entre uno malo, entre uno peor y entre otro que ni siquiera vale la pena hablar de él. Y que nosotros tenemos que volver a poner en manos de esa persona, de ese grupo, de esa mafia, de esa banda, el destino que nos corresponde tomar a nosotros.
Y la pregunta es: si las mujeres van a quedarse sin participar, si van a seguir esperando ser tratadas como objetos, despreciadas, incluso por aquellos que se dicen muy revolucionarios y muy radicales. Si van a tomar el lugar que les corresponde junto con nosotros como pueblos indios y conquistar otro país donde la mujer tenga un lugar que nadie le regale, sino que conquiste con su propia lucha.
Y los trabajadores del campo, los campesinos, preguntan si éste es el momento, o van a esperar a que por medio de leyes los despojen de la tierra que tienen, si es que tienen. Si el destino que se les ofrece a ellos y a sus familias es emigrar a Estados Unidos para tratar de conseguir un poco de dinero para mandar a su casa. Si el destino es destruir a la familia, a la comunidad, al pueblo, con esa emigración forzada, como si fuera producto de una guerra con bombas y con balas. Y resulta que no hay más tronido, más que el de los cuetes, pero sin embargo, el daño sigue haciéndose en cada lugar donde hemos pasado. En el rincón más olvidado que hay en este país ahí está ocurriendo eso, y no va a salir en los medios de comunicación. No es ahí donde nos vamos a enterar, nos tenemos que enterar en la voz de cada quien, de ustedes y de nosotros.
Y los ancianos, las ancianas se preguntan si todo fue inútil, si tanto trabajo, si tanto empeño, si tanta rebeldía, si tanta lucha es para que todo siga igual, para que allá arriba vuelvan a burlarse de nosotros.
Y entonces nosotros decimos: como niños, como niñas, como jóvenes, como mujeres, como adultos, como ancianos, levantémonos ahora, no después, no antes. Llegó el momento que hay que hacerlo y hay que hacerlo juntos. Si lo hacemos juntos, nuestra fuerza es impresionante, mucho más que la que hay en este acto en donde nos estamos reuniendo y donde nos están haciendo el honor de recibirnos. Nuestra fuerza y nuestra indignación no cabe ni siquiera en este país, y su esplendor y su luz llegará al resto del continente y a otras partes del mundo.
Lo que estamos haciendo en la Otra Campaña, compañeros y compañeras, no es sólo enseñarle a este país lo que es ser digno, también es enseñarle al mundo que podemos levantar otra cosa, algo mejor, más justo, más libre y más democrático.
En el recorrido que hemos hecho en el Estado de México, hemos escuchado una historia de despojo de tierras, de persecución y exterminio de pueblos indios. Y no en todas partes se han alzado los machetes que se alzaron acá en Atenco, pero se han levantado los azadones, las manos, a veces sólo las voces, para protestar y para organizarse. Y no lo sabíamos y ahora lo sabemos. Y no eran compañeros y ahora lo son, y no eran compañeras y ahora son compañeras. Y a cada paso que damos nuestra fuerza crece. Y entonces, es donde uno se pregunta: ¿de qué se trata esto?, ¿quién es el que va a llegar al poder?, ¿quién es el que se va a enriquecer?, ¿quién es el que va a vender nuestro movimiento? Tal vez haya la desconfianza en algunos, no en la gente digna que levantó el nombre de Atenco por todo el mundo, porque saben que tienen una organización que ni se vende ni se rinde, así lo sabemos todos, y así lo venimos a reconocer delante de ustedes.
Recordemos la historia, su historia, la que nos enseñaron en las calles, las que nos enseñaron con las chispas del machete raspado sobre el cemento, la que hizo temblar al gobierno de Acción Nacional de Vicente Fox, y a los empresarios que ambicionaban estas tierras para tener un lugar donde meter sus lujos, sus aviones. Nosotros decimos que esta tierra, esta tierra digna, tiene mucho que enseñarnos, no sólo a nosotros como los zapatistas, sino a todas las gentes que están luchando.
Hace un momento fue un honor para mí cabalgar al lado del Séptimo Regimiento de Caballería. Y esta historia nació así: porque resulta que en cualquier lugar donde alguien está luchando, quién sabe cómo le hacen, pero aparecen los machetes de ustedes dando apoyo, dando alegría, dando combatividad a la gente que está sufriendo, no importa lo grande o pequeño que sea ese movimiento.
Y hace una semanas, estábamos en el estado de Morelos, en el estado de Emiliano Zapata, y había una amenaza de represión de que iban a desalojar a unas personas que estaban defendiendo unos árboles que iban a ser destruidos por el gobierno panista para hacer una vía —exactamente como iban a ser destruidas las tierras de ustedes para hacer un aeropuerto—. Nosotros nos movimos para allá, porque pensábamos —y seguimos pensando— que era nuestro deber estar junto a ellos para enfrentar esto.
Cuando nos preguntaron qué estábamos esperando, nosotros dijimos: “estamos esperando al Séptimo de Caballería”. Al poco rato, empezaron a oírse los gritos de combate, las consignas y los cantos de alegría de la gente del Frente del Pueblos en Defensa de la Tierra, entonces todo cambió.
(Consignas, gritos, machetes, algarabía.) ¡Atenco no se vende, Atenco no se va, porque tiene campesinos con mucha dignidad!
Y es que esta historia entre militares, que hay momentos en que la situación se pone muy difícil, que en cualquier momento puede aniquilarse una fuerza, y entonces es cuando se dice entre los combatientes: “viera que llega el Séptimo de Caballería y nos salva”. Y en ese momento, cuado estábamos solos, cuando éramos un puñado nada más de hombres y de mujeres en esas barrancas del sauce —o de los sauces—, llegaron ustedes, a través de los compañeros y compañeras que los representan —muy dignamente por cierto— y llegó su fuerza, y llegó su historia, y sobre todo, llegó su decisión. Por supuesto ya saben lo que pasó: la policía salió corriendo.
(Aplausos, machetes, gritos, chiflidos)
Compañeros, compañeros, pónganme atención por favor: llegó el momento en que tienen que hacer una valoración como pueblos y como organización. Han logrado conquistar la tranquilidad en estas tierras. Pudieran quedarse así como están, estamos seguros de que nadie los iba a tocar con esta organización y con esta decisión. O pudieran optar elegir unirse, entrar a la Otra Campaña y correr de nuevo los riesgos que corrieron para defender sus tierras, nada más que ahora para defender una cosa que tal vez muchos ignoran, pero que nosotros llamamos Patria, que tiene que ver con la tierra, tiene que ver con la historia, tiene que ver con nuestra lucha.
Nosotros, nosotras, los necesitamos. Necesitamos su decisión, necesitamos su experiencia, necesitamos sobre todo su corazón, que es de abajo y que es de izquierda.
En el caso que decidieran quedarse donde están, no cambiaría eso el respeto y la admiración que sentimos por ustedes. Pero en el caso que decidan marchar junto con nosotros en este nuevo horizonte —que nosotros pensamos que es la única posibilidad de sobrevivir como seres humanos, como seres dignos—, sepan que nuestra alegría será tan grande que incluso rebasará las fronteras. Entonces, no sólo será un orgullo, será también una alegría lo que vengo a decirles ahora: compañeros y compañeras.
Gracias.
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Saludos fraternos.
Comentario de enrique juarez — abril 27, 2006 @ 4:49 pm
Bien ya se siente la pronta liberación de l@s pres@s polìtic@s y la liberación de los grandes males de l@s de abajo. Se acerca la hora de la justicia.
Comentario de María Esther de la Cruz López — abril 27, 2006 @ 6:10 pm
no hay fotos del pekeño diskurso ke dio en FES Aragón?
Comentario de orlando — abril 27, 2006 @ 8:37 pm
es una lastima que muchas organizaciones que deseabamos participar en el recibimiento de la otra campaña ayamos cidos marginados por algunos idiotas que desconosen realmente la esencia de este noble movimiento, he de comentar que estos seudo lideres trataron de realizar este movimiento para fines distintos a la otra campaña pero al tiempo abran de dejar ber su berdadera cara, me despido deseando que este movimiento se bea fortalecido por berdaderos lideres de izquierda, antipartidistas y sobretodo dispuestos atrabajar ombro con ombro desde abajo y ala izquierda.
«LA REBELION ES EL LENGUAJE DE LOS NO ESCUCHADOS»
Comentario de ahumada — abril 28, 2006 @ 3:53 pm
En mi opinión considero que los eventos realizados en Ecatepec, pudiesen haber sido más nutridos en asistencia si hubiese habido una mejor difusión; no estoy con esto tratando de manejar el masómetro, pero he tenido que recibir los reclamos de quienes pudiesen haber participado en estos mismos, de gente que tiene el interés por participar verdaderamente con las actividades del EZLN.
Por mi parte, tuve la fortuna de haber sido invitado por los compañeros de el «BAZAR LA PULGA» y de poder participar en el recibimiento que este mercado le dió al Delegado Zero; pero si no hubiera sido por la invitación de estos compañeros ni me hubiera enterado…
gracias
Comentario de Silvestre Alemán — mayo 3, 2006 @ 5:42 pm
Saludos para todos los que apollan el movimiento EZLN.
«ASTA LA VICTORIA SUB COMANDANTE»
Comentario de gerardo — mayo 24, 2006 @ 2:35 pm