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Palabra del Ejército Zapatista de Liberación Nacional

Mar072006

En la colonia Maxei, Querétaro, 6 de marzo.

Intervención del delegado zero. Primera parte, palabras a las comunidades indígenas asistentes.

Leer aquí la transcripción

Segunda parte A. Sobre los problemas en el campo. Leer aquí la transcripción

Segunda parte B. Ya no estamos solos. Leer aquí la transcripción

Tercera parte. Sobre las ong´s. Leer aquí la transcripción

Cuarta parte A. Sobre los jovenes y la diversidad. ¿Qué hace el delegado zero en esta gira?

Leer aquí la transcripción

Colonia Maxei, Querétaro.
1ª parte: Palabras a las comunidades indígenas presentes
6 de marzo del 2006

Compañeros y compañeras de las comunidades indígenas que nos dijeron su palabra, antes de que se retiren sí queríamos decirles algo; algunas palabras de agradecimiento, además, por habernos recibido y también por habernos contado su historia.

Nosotros les traemos un saludo como indígenas que somos nosotros. En el Ejército Zapatista de Liberación Nacional pues no manda Marcos; es el que ha salido pues en los medios de comunicación, pero todo lo que hemos logrado hacer, lo que hicimos desde antes del primero de enero del 94, luego en el alzamiento y luego lo que se ha conseguido de avance en las comunidades, es por gente como ustedes, no es por Marcos. Es por hombres, mujeres, niños y ancianos indígenas cien por ciento que son los que nos mandan. Allá las comunidades mandan y el EZLN tiene que obedecer y también Marcos.

Nosotros lo que hemos visto, según nuestra experiencia, es que no importa pues en la lucha si uno no sabe hablar castilla o si no tiene estudios. Como muchas de las compañeras que pasaron a hablar aquí, una de nuestras jefas que ya murió, que era la Comandanta Ramona, no hablaba español. Era indígena tzotzil cien por ciento —así, los que la vieron en algunas fotos—, nunca habló español. Apenas aprendió unas cuantas palabras para decirle a la gente y era de nuestras dirigentes. Fue ella, junto con otra compañera que va a venir aquí a Querétaro la próxima vez que vamos a regresar —ya para estar más días con ustedes y entonces sí ir a cada una de las comunidades—, ella fue la que empezó a promover la Ley Revolucionaria de Mujeres.

Porque cuando ya se está planteando y se están haciendo los planes para alzarnos en armas, estaba el problema éste —que platicaron algunas de las compañeras que pasó—el problema del alcoholismo. Pero también el problema que se dice del machismo, o sea, que los hombres decían pues que la lucha tenía que servir para sus propias demandas nada más, que eran de tierra, y no importaba lo que decían las mujeres. Y también decían pues que las mujeres no pueden luchar, no pueden participar en la lucha. Ni siquiera combatiendo, mucho menos que van a participar como dirigentes.

Entonces, esta compañera que se llama Ramona, que vivía, sacaba su dinero para comer, era así vendedora en la calle —ambulante como dicen—, que vendía artesanía. Y cuando iba a su pueblo, pues ahí oyó hablar de la lucha y empezó a pensar —junto con esta otra compañera que va a venir que se llama la Comandanta Susana—empezó a pensar que se necesita que la lucha también tenga la lucha de las mujeres; no nada más de los hombres. Porque siempre, decía ella, que las mujeres son las que tienen más claro cómo está el problema del sufrimiento, porque lo están viendo ahí en todo momento.

No sé acá, pero allá en nuestras comunidades, las mujeres también tienen que salir a trabajar, en la milpa o en el cafetal. Y además de la chinga esa, todavía tienen que regresar para hacer la comida o preocuparse de lo que hay que hacer en las casas.

Entonces, decía pues está faltando esto en esta lucha que se está haciendo, porque sí está bueno que vamos a luchar contra los malos gobiernos, pero de nada va a servir si tumbamos al mal gobierno y, como quiera, el marido sigue siendo malo. Porque se embola o porque maltrata a la familia. Porque, ¿dónde están nuestros derechos? Porque ni siquiera podemos decidir con quién nos vamos a casar, si vamos a querer a un hombre o no, o cuántos hijos vamos a tener. O no podemos ser autoridad en la comunidad. Y no podemos hacer muchas cosas, empezó a decir ella, y empezó a hacer su trabajo político.

Empezó a ir en las diferentes comunidades a sacar acuerdo con las compañeras de cuáles eran sus demandas mero como mujer indígena. Entonces, ahí, entre puras mujeres, pues ya no les daba miedo a las compañeras en los pueblos, porque ya bien se sabían cómo estaba cada quien. Y empezaron a sacar la lista. Así como estamos haciendo ahora, que estamos pasando en todo el país para sacar la lista de las luchas que hay, también Ramona y Susana empezaron a pasar en las comunidades para sacar la lista de lo que había que luchar. Y una cosa que dijeron es esto del trago, o sea, del alcohol. Que allá decimos pues cuando alguien se emborracha es que se pone bolo, porque empieza a caminar así como pelota. Aparte que se gastaban la paga que se conseguía en el café, que era la única forma de conseguir dinero ahí, pues todavía llegaba y maltrataba a la mujer o a los niños.

Entonces, ellos nos mandaron llamar a nosotros, los insurgentes del EZLN. Porque ya para entonces no mandábamos nosotros sino mandaban las comunidades. Ahorita, si tienen tiempo, pues les cuento esa historia. Pero nos mandaron a llamar a nosotros, a mí que soy pues el jefe militar, y me dijeron: “pues está este problema y nosotras, según dice el EZLN, pues que aquí es igual si es hombres o mujeres, entonces también tenemos derecho. Entonces tienes que ver cómo vas a hacer para que se resuelva este problema”.

Pues entonces nosotros les dijimos: pues no es que nosotros damos órdenes, es que ustedes se tienen que organizar y decir cómo se va a hacer. Entonces las mujeres de las comunidades empiezan a hacer entre ellas una consulta y sale que prohiben tomar trago. Y entonces, le dan la orden al EZLN que pone retén, o sea vigilancia, para que no entre trago a las comunidades. Y al compañero que mete trago se le quita y se le tira ahí delante de él —para que no digan que nos lo tomábamos nosotros—, y también, si algún compañero empezaba a tomar trago, se le castigaba: se le sacaba de la organización o se le ponía delante de la asamblea. Porque allá el modo de nosotros es: cuando alguien hace un delito pues lo paran enfrente de todos y todos lo empiezan a criticar hasta que dice pues que va a corregir, y sí se tiene que corregir, porque si no la comunidad lo pone a hacer trabajo colectivo.

Entonces, se da esta orden y empiezan a sacar la ley de mujeres que dice que las compañeras también pueden tener cargo, también pueden ser dirigentes de la organización y pueden decidir con quién se van a casar —antes no se podía—, antes era trato entre los papás. El papá de un muchacho iba con los papás de la muchacha y hacían trato entre ellos, y ya nomás le avisaban a la muchacha. Y, a veces, también al muchacho, ni siquiera sabía con quién, y ya le dicen nomás pues ya te vas a casar y, pues, la primera vez que se ven es cuando ya se están casando. Pero antes ni siquiera se conocen.

Entonces se hace esta ley y entonces se prohibe ya que a las mujeres se les obligue a casarse. Y también está el problema este de que ¿pues cuántos niños?, pues los que vayan llegando, aunque sea que no quieras. Y entonces se empieza a hacer como una revolución adentro de las comunidades, antes de que nos alzamos en armas, porque pues los hombres somos muy pendejos y no muy queríamos que la mujer hace así. Porque decíamos pues cómo pues va a ser como quiere la mujer, tiene que nos va a obedecer. Pero las mujeres dijeron: “pues te vas a la chingada porque no vas a hacer lo que tú dices, sino que va a ser así como el acuerdo de la comunidad”.

Y entonces empieza, esto que decimos nosotros, la rebelión de las mujeres, que fue un año antes —ahora en estas fechas—, en marzo de 1993, antes del alzamiento, que se hace esta ley de mujeres. Y todavía tarda para que se pueda aplicar. Incluso ya alzados en armas, ya combatiendo. Y ya cuando los hombres empezaron a ver que había mujeres combatientes —oficiales además: tenientas, capitanas, mayores, o sea mandos del ejército nuestro, zapatista, que tenían mando de tropa— pues ya un poco empezó a cambiar entre los hombres, porque vieron que las mujeres peleaban, peleaban bien, y además, en muchos casos —como se dio en la batalla de Ocosingo, en los primeros días—fueron más valientes que los hombres. Porque hubo veces, cuando había choques con el ejército federal, que los que corrían eran los varones y las que se mantenían peleando eran mujeres.

Empezó a cambiar esto poco a poco, también cuando las compañeras de más edad pasan a ser comandantas, o sea, dirigentes mero de la organización, y empiezan a dar buenas ideas de cómo se va a luchar. Y, poco a poco, cuando empiezan a llegar periodistas y gentes de otras partes del país y de otras partes del mundo, pues ellas explican mejor la lucha que como la explico yo, porque mero lo están viviendo. Pero nunca hablaron castilla, siempre lo hablaron en su lengua: en tzotzil o en tzeltal, o en tojolabal, o en chol, y siempre había alguien, otra compañera, otro compañero, que lo pasaba a castilla.

Y ellas explicaron muy bien cómo era la lucha y eso ayudó a que otra gente entendiera en otras partes de México y del mundo cómo era la lucha de las mujeres zapatistas, y empezó también a llegar más apoyo.

Está el problema éste que mencionaron ustedes, que el gobierno cuando da un apoyo parece como que te está dando una limosna. Entonces, según a quien quiere le da, pero ni siquiera como limosna porque una limosna pasan y le dan al que sea, sino el gobierno está como que está comprando una mercancía, que es la dignidad. Entonces, cuando llega a una comunidad dice te voy a dar esta ayuda, pero si me vas a apoyar, si no, no. O sea que le pone como condición, como que lo está comprando. Y entonces, vemos que a la gente que no se deja, que es digna, pues no le llega la ayuda. Sólo la reparten pues a unos cuantos o, a veces, la misma autoridad del gobierno pues se queda con la ayuda y nomás dice “ya lo repartí” y no es cierto. Como quiera ¿quién se va a acordar? Pues ¿quién va a llegar a la comunidad? ¿cuándo han llegado los políticos? ¿cuándo ha llegado el gobernador, o el diputado, o el senador, o el presidente de la república? No llegan pues allá.

Entonces, está todo este sistema de engaño, y cuando se da el cambio en nuestras comunidades, cuando nos alzamos en armas, pues ahí nosotros decimos que la que manda es la comunidad, o sea, que no se puede hacer lo que dice cada quien, sino que se reúne en asamblea la comunidad y dice, si hay un apoyo —allá no recibimos nada del gobierno, pero a veces ayudan de la sociedad civil en México o de otros países— dicen: bueno, aquí lo que se necesita es un hospital o una escuela para los niños. O un curso para salud de la mujer —que ya ven pues que tiene enfermedades que son diferentes a lo de los hombres, por ejemplo, el cáncer de mama que da en los pechos, o problemas cuando había mucha muerte de mujeres a la hora de parir, porque no había buena higiene pues—. Entonces, empiezan a dar curso de salud especial para las mujeres. Pero no es que se le ocurrió a un hombre. Fueron las mismas mujeres las que dijeron “esto necesitamos y esto se tiene que hacer”.

Si no viera que nomás llega así el apoyo de la sociedad civil, pues yo creo que siguiera igual o sólo iba a ser para los hombres, o para lo que los hombres pensaban que es bueno. Pero gracias que las mujeres se organizaron, como hizo esta compañera Comandanta Ramona, pues que ya no se puede hacer eso. Ahora sí tiene que ser parejo.
Antes, las asambleas de la comunidad, sólo entraban los ejidatarios. Y sólo son ejidatarios los varones. Las mujeres no, no tenían derecho a tierra. Y ahora ya, cuando empezó pues con la lucha zapatista, pues ya son de todos: de hombres y mujeres y de gente de edad, y también de jóvenes que ya trabajan.

Entonces, esta idea que nosotros vemos que nos dio resultados a nosotros. Que es que se cambia el mando, o sea, que no mande el que gobierna, sino que mande la gente. Pues vemos que nos dio resultado porque ahora tenemos cosas que antes no teníamos. Antes nada más teníamos muerte. Muerte de niños. Teníamos miseria. O sea que lo que comíamos pues era lo que daba la tierra, si es que daba y si no daba, pues ni modo, no había nada que comer más que tortilla con sal era lo que comíamos.

Y ahora, lo que tenemos pues es que ya mejoró nuestra alimentación. Que ya tenemos clínicas, hospitales —que no son del gobierno, son de las comunidades—, escuelas —que no son del gobierno, son de las comunidades—, y la tierra que le quitamos a los terratenientes. Todo eso, pues nos ha permitido avanzar y mejorar nuestra condición de vida. Pero es sólo porque la gente, el pueblo pues, se organizó. No porque fue un dirigente, ni no porque fueron los políticos.

Entonces, nosotros vemos esto que nos están contando de la lucha, y pues nosotros tenemos que decirles el mensaje que nos mandan pues a que les digamos los compañeros: tienen que volver a levantar la organización, el FIOZ, o la fuerza ñañhú, la Fuerza Hormiga. De por sí sabemos que así pasa, que hay veces, cuando la lucha es larga, hay gente que se desmaya. Como que dice que ya no quiere. Y viera cuando va bien, pues hay muchos. Pero cuando empieza a haber problemas, ya nomás quedan unos cuantos que son los más firmes y los más decididos.

Pero llega el momento de la lucha, y ahí tenemos que escoger. Porque ahorita la lucha que vamos a hacer todos, todos los que estamos en la Otra Campaña, es la mera lucha. Si perdemos ésta, ya se pierde todo compañeras, porque se pierde el país. Y entonces, en esa lucha no se puede estar así de que “voy a ver a ver cómo va”. Porque si es que perdemos, se va todo compañeros, hasta la pobreza que tenemos. La poca tierra que haya, aunque no haya drenaje, aunque no haya luz, todo eso lo van a querer los ricos. Todo. Las calles donde estamos vendiendo, no nos vamos a poder vender. Ni siquiera va a haber indígenas cerca. Porque de por sí a los ricos nos les gustan pues los indígenas. Lo sabemos, no les voy a contar nada porque lo hemos vivido en carne propia. Cómo nos tratan por nuestra lengua, por nuestra forma de vestir. A veces ni siquiera esperan a que hablemos, basta con que nos vean que es chaparrito y moreno y dicen: “no éste es indio, ya va pa fuera”.
Y acuérdense pues que en este país, cuando quieren insultar a alguien, le dicen “pinche indio”, o “indio pata rajada”. O sea que lo que somos nosotros, que fue lo que levantó esta nación, este país, ahora se usa como si fuera un insulto. Y ya lo vimos después de todas las luchas que hicimos de hablar con los gobiernos: puras mentiras. Dijeron que van a cumplir y esa ley que sacaron pues los del PRI, los del PAN, los del PRD, con ese Fernández de Cevallos —que es de aquí de Querétaro y que tiene muchas tierras y transas aquí en Querétaro—, se juntó con Jesús Ortega que es del PRD —es el que está coordinando la campaña de López Obrador—, y con el del PRI, con ese Jackson y con el Bartlet, hicieron una ley donde, otra vez, los indígenas somos así como limosneros. Es: a ver si les vamos a dar un poco de dinero, pero si es que van a bajar la cabeza, si es que van a obedecer lo que les decimos. Pero si quieren ser independientes, autónomos, si quieren ser orgullosos de ser indígenas, entonces no los queremos, vamos a acabar con ellos.

Pero ahora resulta que no nomás nos están chingando a los pueblos indios, sino que se ve claro que están destruyendo todo. O sea, los estudiantes cuando están en la escuela tienen que pagar. Y se supone que la ley dice que la escuela es gratis. Y tras que nomás tienen que dar cooperación y cooperación. Y si llegan a la universidad, pues el que está de maestro no es el que sabe; es porque es pariente o cuñado, o suegro, del director. Y el director tampoco sabe dirigir, lo que pasa es que está haciendo ahí para que luego va a ser presidente municipal. o diputado, o gobernador.

Y entonces, resulta que aunque están ahí todo el tiempo quemándose las pestañas, como dicen pues, que están estudie y estudie y haciendo la tarea… Y ya sale que es doctor, y que es ingeniero, o que es licenciado. Y está muy contento porque ya tiene su papel, y va a buscar trabajo y no hay. Aunque sea que lo sabemos que hay mucha necesidad de doctores, no hay trabajo de doctores. No hay dinero, dicen los ricos. No hay dinero dice el gobierno. No hay presupuesto, como explicó pues aquí el compañero. Y entonces, pues hay que irse a buscar trabajo para otro lado, que es lo que nos explicó el compañero Pascual: la migración. O sea que la gente se tiene que ir para otro lado.

Y vemos también que están destruyendo el campo. No es que le están echando bombas, pero peor que le echan bombas. Porque le echan programas del gobierno para hacer privado el ejido. Y para que se pueda vender la tierra. Y entonces, esas transas que hace el comisariado —que nos platicó el compañero— que tras que vendió lotes. Antes no se podía porque la ley lo prohibía, pero ahorita como ya son propiedad privada, o sea ya se puede vender y comprar, pues entonces engañan a la gente —peor pues si no habla español— y le venden la tierra y él ni siquiera sabe.

Y resulta que su papá, su abuelo, su abuela, sus anteriores, desde antes pues —porque nos han contado historias aquí en Querétaro que son tierras que tienen desde antes de la conquista de los españoles, o sea más de 500 años pues con esas tierras—. Pues de pronto un día se encuentra con que lo están acusando que es que es un invasor de tierra. Y el compañero y la compañera dicen:
—¿Por qué si yo nací aquí? Yo, mi raza indígena estaba antes de que ustedes pinches licenciados o policías que me están desalojando.
Y dicen:
—No, pero aquí está un papel donde tú vendiste.
—No, pero ¿a qué horas? No, pues es que el comisariado me dijo que firmo ahí, que es para una ayuda de Progresa, o de Procampo.
Y tras que estabas firmando que vendiste la tierra.

Y en todas partes está pasando así. Que a los campesinos les están quitando la tierra, y la tierra. Aunque sea que está bien jodido, que uno dice: “no pues mi tierra está bien jodida, pura piedra ¿quién la va a querer?” La quieren. La quieren esa piedra, ese terreno, porque quieren hacer cosas ahí. O saben qué hay abajo: si hay petróleo, si hay uranio, una riqueza que nosotros no conocemos y que los capitalistas sí quieren.

Entonces, está pasando todo este problema en todas partes. Las mujeres pues, lo sabemos como indígenas, que aparte que nos chingan como indígenas y como pobres, nos chingan como mujeres. Lo sabemos pues, en lo que nos han contado pues, cuando estamos ahí en la calle vendiendo. Que no les gusta pues. Que arrugan la nariz —como dijo la compañera, como arrugan los perros o las perras pues porque era una mujer la que hizo así—, y les avientan agua porque así es como corren a los animales. Con agua fría en la mañana para que se vayan. Igual así nos tratan pues como indígenas. Pero no es eso sólo en Querétaro, en todas partes de México está pasando así.
Y en todas partes estamos viendo esa injusticia con los campesinos. Y luego nos van a hablar los choferes, los comerciantes, los estudiantes, los jóvenes, las mujeres. Todos nos van a hablar y nos van a contar esa injusticia. Y entonces, nosotros tenemos que ver, como pueblos indios, qué vamos a hacer. Si vamos a pelear solos, o vamos a pelear junto con ellos.

Nosotros como zapatistas, que somos pueblos indios de por sí, pensamos que tenemos que unirnos. Que si luchamos solos, así aparte, nos van a derrotar otra vez. Entonces, que tenemos que unirnos con todos estos compañeros, algunos van a hablar aquí al rato, otros ya hablaron en otras partes de Querétaro. Otros no van a hablar, pero vienen —están por allá atrás—, vienen de otras partes de México. Son de otros lugares. Son estudiantes, mujeres, jóvenes, organizaciones políticas. Y gente pues que hace trabajo eso de la televisión, pero no la que se sale allá arriba, sino que es alternativa le dicen. O que hacen periódicos o programas de radio, pero con gente así humilde y sencilla como nosotros. Entonces, esa gente no va a hablar porque su trabajo es escuchar. Pero escuchar y no se lo va a guardar, sino que se lo va a pasar a otro.

Y entonces otros pueblos indios van a escuchar lo que dijeron ustedes aquí, y entonces van a preguntar “¿y entonces qué vamos a pelear separados?”, o “¿nomás vamos a pedir que nos apoyen para luchar por los pueblos indios?”. Esto es importante porque hace cinco años, cuando pasamos nosotros por aquí, nosotros dijimos: vamos a luchar por los pueblos indios, apóyennos. Y nos apoyó mucha gente que no es indígena. Y tras que nos engañaron los gobiernos. Porque hicimos la lucha, fuimos a hablar con los gobiernos y dijeron que van a cumplir y no cumplieron.
Y ahora decimos: ¿para qué chingados vamos a hablar con los gobiernos si ya vimos que nomás engañan? Mejor vamos a hacer una lucha para quitarnos de esos gobiernos. Todos. Y para quitarnos de esos ricos. Y entonces sí, que tengamos la tierra. Y volvamos a hacer otra vez el país de otra forma. Y hagamos otra Constitución. Pero entonces nosotros decimos: si vamos solos como pueblos indios, o vamos junto con otros compañeros.

Porque aquí pasó a decir el compañero Pascual, claramente, dice: “a poco nos vamos a pelear a ver quién es más zapatista”. Pues es que la lucha ya no es zapatista ahorita. Ahorita los zapatistas es nada más una parte. Así como nada más estoy yo aquí de zapatista del EZLN y hay un chingo de muchas partes, así es la lucha, pero en todo el país. Entonces, aquí no nos vamos a estar peleando a ver quién es más zapatista.

Aquí nos vamos a estar peleando a ver quién tiene más decidido su corazón para luchar. Pero ya no es porque vamos a pedir una carretera, ni porque vamos a pedir que pongan un gobierno que no roba mucho. Aquí es que vamos a luchar por cambiar al país, por tumbar a los ricos. Por cambiar todo el sistema. Tumbar a los malos gobiernos. Así como fue la revolución cuando Emiliano Zapata y Francisco Villa.

Eso es lo que estamos proponiendo. O sea, la lucha que estamos juntando ahorita no es una lucha chiquita, por eso es nacional. No es una lucha pues de unos cuantos, ni es nada más aquí en Querétaro. Ni siquiera pues aquí en los pueblos donde nos platicaron. Sino que es en todo el país. Y entonces, nosotros tenemos que ver y eso es lo que les decimos: tenemos que unirnos con estos compañeros y compañeras de la ciudad. Mestizos les dicen ustedes. Nosotros les decimos trabajadores del campo y de la ciudad. Compañeros de lucha, así les decimos nosotros.

Pero también está este problema que claro les digo pues, como indígenas, porque eso es también lo que me encargaron los compañeros y compañeras que son mis jefes. Porque ya lo vimos en la guerra de independencia y lo vimos en la revolución mexicana. Y lo vimos claro que los que más decididos van a luchar son los pueblos indios. Y lo vimos claro que a la hora que ya acaba, que tumbamos al gobierno, el que queda se olvida de nosotros otra vez. Y porque tantas vueltas que se ha dado de lucha, y mero los indígenas son los que pelean, hombres y mujeres, y otra vez, después de tantos años, todavía estamos luchando que no nos desprecian como indígenas, que no nos tratan como animales.

Entonces, nosotros decimos que también aquí en la Otra Campaña, tenemos que hacer un acuerdo mero de pueblos indios, para que a la hora que vamos a ganar —porque vamos a ganar—, no se olvide nuestra lucha. Y entonces, en el nuevo México que se va a levantar, los pueblos indios tengan un lugar digno. Un lugar de respeto.

Nosotros, cuando llegamos a la montaña, no piensen que llegamos y ahí está toda la gente. Nosotros llegamos escondidos, somos seis, seis compañeros, cinco hombres y una mujer. Tres son mestizos y tres son indígenas. Y cuando vamos en metiéndonos a la montaña, mero adentro —porque no era en las comunidades, sino donde no hay nadie más que animales—, pues nosotros estamos pensando que todo el México se va a alzar en armas, y que nada más le tenemos que decir qué es lo que tiene que hacer, y que nos va a obedecer y vamos a tumbar al gobierno. Pero primero, pues tenemos que aprender a pelear.

Entonces nos metimos a la montaña y ahí estamos aprendiendo. Y no hay quién nos apoya, nadie. No llegaba pan —como el que nos regalaron ahorita—, no llegaba tortilla, no llegaba café, no llegaba pinole, nada, no llegaba nada. Lo que comíamos era lo que cazábamos. Y si llevábamos desde la ciudad frijol, arroz, pues eso cocinábamos. Pero en veces no conseguimos nada de cacería, más que culebra, comemos culebra. Y a veces comemos tlacoache. A veces encontramos al animal ya muerto, echado a perder, y ahí está el zopilote, pues le damos el tiro al zopilote y nos comemos el zopilote. Tarda un chingo pues —no sé si han comido zopilote— va a estar dos, tres días en la olla, con el fuego, no se cuece. Como que estás comiendo la suela de la bota y no baja, pero como quiera no hay otra cosa.

Y ahí estamos nosotros esperando a ver qué va a pasar, y estamos aprendiendo a usar las armas y a caminar por el monte. Tranquilos, porque nada más hay changos y nosotros, no había otra cosa ahí. Y los primeros compañeros empiezan a bajar a las comunidades, a explicar que hay que luchar. Y entonces, empiezan a decir los primeros:
—No pero pues el gobierno es muy poderoso, nunca lo vamos a poder derrotar.
—No, pero ¿qué tal que nos organizamos?
Y así empieza uno. Encontramos a uno que tiene buen corazón, que era un viejo: el viejo Antonio. Y entonces, nos lo topamos a él y le empezamos a decir:
—Pues nosotros queremos cambiar aquí, que la injusticia, y todo eso—. Y empezamos a decir nuestra palabra. Y él nos para y dice:
—Pérate, para tu carro porque no se entiende tu palabra. Es muy dura. No se puede comer en la cabeza pues de nosotros, tienes que cambiarlo. Y además todo eso que estás diciendo no lo va a entender la gente. Porque nuestra lucha es por…—
Y busca la palabra y no la encuentra. Entonces me dice:
—Préstame un diccionario, donde están tus palabras de español.
Y tarda, varios días, dice:
—Ahí vienes otra vuelta.
Y ya cuando regreso otra vez y me dice:
—Ya encontré la palabra que es por que es nuestra lucha como pueblos indios aquí donde vivimos. Y la palabra es “dignidad”. Y la palabra es eso que es lo que queremos es “respeto”, porque no nos respetan como indígenas que somos. Entonces, si ustedes que son zapatistas pues, insurgentes —que éramos los guerrilla, pero éramos un puñado, no éramos muchos—, si ustedes entienden que la lucha de los pueblos indios es por dignidad, vas a ver que mucha gente le va a entrar a la lucha.
Y sí, eso fue lo que empezamos a hacer: a explicar que nuestra lucha era por dignidad, porque todo lo que teníamos pues, de miseria, de hambre, de que no teníamos tierra, ni buenos precios para los productos, ni vivienda, ni hospitales, ni escuela, nada, todo lo que teníamos, no lo teníamos, porque no nos respetaban como pueblos indios. Y entonces, fue así como se empezó a entrar más compañeros y más compañeras, hasta que llegamos a ser miles, y luego ya pasó lo que pasó. Que no lo voy a repetir.

Lo que quiero decirles pues, es que esto de la Otra Campaña, pues es que ya no estamos luchando para ver qué nos va a dar el gobierno. Lo que estamos luchando es para quitar al gobierno. A todo: al municipal, al estatal, al congreso local, al presidente de la República, al Congreso de la Unión, los diputados los senadores, todos. Y junto con ellos, que se vayan los terratenientes, los patrones de las fábricas, los propietarios de las grandes empresas. Todos los ricos de este país que se vayan. Y entonces, volver a organizar todo de nuevo, desde abajo.

Entonces, el llamado pues que les traigo a ustedes, como comunidades indígenas aquí de Querétaro, es dos: uno, es que tenemos que juntar nuestra lucha con todos estos compañeros. Y dos, tenemos que estar trucha, abusados, para que a la hora que vamos a ganar, no nos dejan olvidados otra vez. Es todo compañeros y compañeras.

2ª parte: Sobre los problemas del campo
6 de marzo de 2006

Compañeros, compañeras: Sobre esto que nos estuvieron diciendo, y lo que hemos escuchado en otras partes, del problema del campo. Estamos viendo que no es, como dijo un compañero que pasó aquí, que las autoridades no pensaron en lo que iba a pasar con la reforma al Artículo 27.

Lo que nosotros pensamos, junto con otras organizaciones políticas de izquierda y otras organizaciones campesinas, y también de intelectuales, y también de organizaciones de defensa de los derechos humanos, es que este sistema en el que estamos, que es el sistema capitalista, entró en una etapa nueva —desde antes de Salinas de Gortari— que es esto que se llama el neoliberalismo. Y que consiste —así para ponerlo en términos claros— en una nueva guerra de conquista. Exactamente como la que hicieron los españoles cuando conquistaron México, y exactamente igual como hizo el gobierno norteamericano en Irak, y antes quiso hacerlo en Vietnam.

Lo que está ocurriendo con esta nueva guerra de conquista es que es necesario quitar los obstáculos, las paredes legales que se habían levantado con la revolución mexicana, que impedían que los capitalistas tomaran todo lo que necesitan. Y en ese sentido, el Artículo 27 —que nace de la lucha de Zapata y de los zapatistas en la guerra de la revolución mexicana— era un impedimento para apropiarse de las tierras ejidales y las tierras comunales.

Y esto es porque, conforme avanza el capitalismo, empieza a convertir en mercancía todas las cosas. Ya no nada más lo que se produce en el campo, ni no nada más lo que se produce en las fábricas. Y no nada más lo que se consigue en los comercios. Sino también se convierte en mercancía la naturaleza: el agua, los bosques, el subsuelo. Sabemos que el ejemplo más conocido es el del petróleo, que se convierte en una mercancía y que se supone que es propiedad de la nación, y lo maneja el Estado a través de Pemex.

Pero luego, conforme avanzó esto, y las necesidades y el capitalismo y su destrucción del mundo, el agua también se convirtió en una mercancía. El aire, la naturaleza, los animales, los insectos, las plantas… todo lo que habita pues en el campo. Entonces, resulta que estas riquezas que antes eran pues así, no les hacían mucho caso, eran nomás paisaje, se convierten en mercancía. Pero también resulta que esas tierras, o esas riquezas estaban —o están todavía en algunos casos— en territorios ejidales y comunales.

Entonces, no es que los gobiernos estén interesados en recuperar, o en tomar esas tierras para darles un uso específico… Aunque es realmente indignante, y es la primera vez que lo escuchamos —y ojalá lo hayan tomado los compañeros que vienen de medios alternativos de comunicación—, que se le haya quitado la tierra a unos campesinos para hacer una cárcel para meterlos ahí a la cárcel. Para hacer un Consejo Tutelar de Menores que es una forma muy elegante de decir una cárcel para menores de edad. Y ¿quiénes van a entrar ahí? No van a entrar los hijos de Martha Sahagún. Van a entrar los mismos hijos de los campesinos a los que les quitaron las tierras. Y a esa cárcel, y a esos juzgados donde van a ser juzgados los campesinos que se están rebelando porque les quitaron esas tierras.

Ni siquiera es que el gobierno puso ahí una planta productiva, o que repartió la tierra a otros campesinos, o que hizo algo que fuera en beneficio de la comunidad, sino hizo una cárcel para los jóvenes y para los adultos que viven mismo en esas tierras. Esto nosotros ya lo habíamos visto en Chiapas, precisamente, cuando nuestros compañeros eran contratados para construir las cárceles y los cuarteles donde luego iba a estar el ejército. Y los compañeros me platicaban:
—No pues estamos trabajando de albañil ahí en la cárcel.
—Pero, ¿por qué haces eso?
—Porque un día voy a llegar yo ahí, ya vi por dónde se va a salir. Ya hice una pared que está así medio mocha, para empujarla nomás— Así decía.

(Va a parecer broma pero sí se peló de ahí una vez cuando lo agarraron, antes de que nos alzamos en armas. Es cuando estábamos en los preparativos y estábamos en silencio. Pero luego, cuando empezó el alzamiento y los ejércitos empezaron a hacer grandes cuarteles, pues también algunos campesinos pues, indígenas, que no eran compañeros, trabajaron ahí de albañiles. Luego entraron con nosotros y nos contaron cómo estaba el cuartel. Y me decían de broma: “por si algún día te meten ahí, ya sabes pues por dónde se puede salir”).

Pero esto que nos contaron, porque hay todavía una lucha ahí —según nos cuenta el compañero—, es contra una cárcel, contra la doble cárcel: la que implica para el campesino que le quitan la tierra y lo dejan sin posibilidad de trabajar, y además, la cárcel de deveras donde lo van a meter por luchar por sus derechos. Porque lo sabemos que las cárceles —como nos platicaron los compañeros líderes del FIOZ— pues es para la gente que lucha, la gente que se está rebelando. Y no sólo aquí en Querétaro, y no sólo en el FIOZ, sino lo hemos escuchado en todos los estados por donde hemos pasado, de cómo la cárcel o la persecución, o esto que nos platicaban que les ofrecían que se fueran a otro estado, el destierro se llama eso, es la respuesta que tienen los gobiernos para la gente que lucha por sus derechos.

Pero ahora en esta nueva etapa no es como antes, que el gobierno agarraba la tierra, la expropiaba para interés nacional, sino ahora —como nos estuvieron platicando los compañeros de la Sierra Gorda y también los compañeros de La Veracruz, y de otras partes, bueno eso aquí en Querétaro, y en otras partes de Hidalgo, de Tlaxcala, de Puebla, de Oaxaca— el gobierno está quitando las tierras a los campesinos no para otra cosa, sino para revenderla a los inversionistas. En muchos casos, ni siquiera eso. El diputado, el senador, que está haciendo la ley, el juez que está dando el amparo o negándolo, en realidad es un empleado de esas grandes empresas. Y está recibiendo esas órdenes.

Entonces, estas modificaciones que se hicieron a la Constitución y todas las leyes que están pasando los partidos políticos todos, el PRI, el PAN y el PRD, son leyes que están destinadas a darle un carácter legal al despojo. A la guerra de conquista que se está volviendo a hacer sobre el campo mexicano. No es algo que sea muy conocido, pero toda la ley sobre los recursos naturales, sobre el maíz transgénico, o los transgénicos, sobre la biodiversidad —que pasaron por mayoría apabullante los partidos políticos en la cámara de diputados—, es una ley que beneficia a las grandes empresas, y que le quita a las comunidades el derecho a decidir sobre sus tierras.

Entonces, nosotros vemos que está este plan. No es gente inconciente, es gente que es concientemente pro-capitalista. Concientemente está al servicio, no de la gente que lo eligió, sino de la gente que le paga. Y es esa gente la que le permite, a la hora que se le descubre un delito, le permite que pueda comprar jueces, que pueda comprar el sistema jurídico entero de este país y quedar libre.

Porque lo sabemos bien que cuando alguien que es jodido, que es pobre, si se sospecha que tiene un delito, lo agarran y lo meten a la cárcel, y ahí averiguan luego si fue culpable o no. Y puede pasar años en la cárcel —como estos dos compañeros Sergio y Anselmo— y a la hora de la hora se vea “bueno pues no, no tiene delito”. Y ya ni siquiera “disculpen”, sino todos los años que perdió, el daño moral, el daño productivo que le hicieron, pues no les importa.

En cambio, cuando un rico es descubierto en un delito, pues nunca pisa la cárcel. Paga el amparo o, en todo caso, si lo detienen lo detienen en una casa de lujo, o en su misma casa —que es el arresto domiciliario—. ¿Cuándo se ha visto pues que a un indígena, a un campesino, a un trabajador, a un luchador social, le apliquen esas leyes? No. En México hay dos leyes: la ley de arriba y la ley para el de abajo.

Y en la ley de arriba, para el campo mexicano está dictada una guerra de conquista, claramente, de destrucción y de despojo. De tierra arrasada. Nada más que en lugar de bombas, lo que van a usar son estos programas gubernamentales como el Procede o como el Procampo, que consiste en acorralar al campesino, en dejarlo sin nada y obligarlo a vender la tierra. Porque ya puede venderla, antes no se podía. El ejidatario no puede disponer de la tierra, es propiedad del ejido. Y el comunero no puede disponer de la tierra, es propiedad de la comunidad. Y así en muchos casos.
Entonces, lo que nosotros estamos viendo es que ellos, los que están allá arriba, los grandes ricos y los políticos que están a su servicio, ya vieron lejos. Dicen: “aquí, todo este terreno va a servir luego para…” algo que a lo mejor nosotros ni nos imaginamos. O ya hicieron estudios donde el subsuelo, lo que está abajo de la tierra, tiene riquezas que nosotros no conocemos o que ignoramos que las tiene.

Y entonces, empiezan a hacer su plan. Por zonas o por regiones, para ir apropiándose de la tierra. Y entonces, es cuando explica el compañero: “pues hubo un momento en que nos organizamos y sí logramos poner al gobierno de rodillas, y logramos lo que queríamos. Y luego, como que de pronto se vino una ola en contra muy fuerte”. No es porque haya cambiado de partido, es porque lo que cambió es la avaricia, el deseo de poseer esa tierra. Esa tierra donde está Santa Rosa. Esa tierra donde están los compañeros que nos platicaron antes, que ya salieron de comunidades indígenas, se trata de conquistar esa tierra.

Entonces, cualquier otra lucha que no tome en cuenta esto está destinada al fracaso. Porque el problema no es que el gobierno vaya a legalizar la tierra, o vaya a reconocer. No lo va a hacer, porque su objetivo es apoderarse de esa tierra.

Lo que necesitamos hacer es levantar un movimiento que vaya contra el sistema que sostiene esas leyes. No se trata de reformar la Constitución, sino de acabar con ella y hacer una nueva Constitución. No se trata de reformar a este país, hacerlo más humano, sino se trata de hacer otro país. No se trata de explicarle a los capitalistas: “oye no, no chingues, no explotes tanto, ya tienes muchos carros, danos chance a nosotros de tener un poco de comida en la mesa”. Se trata de acabar con los capitalistas. No se trata de decirle a los gobiernos: “pues oye, ya no seas ladrón ni haragán, ponte a trabajar al servicio de la gente”. Hay que acabar con ese gobierno. Y hay que hacer —como dijo la compañera que pasó a hablar—, hay que poner un gobierno que nos obedezca, no que nos mande.

Entonces, la cosa está tan jodida compañeros —por lo que hemos oído y nos han platicado pues compañeros y compañeras que llegaron allá a las reuniones preparatorias de otras partes del país— que es que el campo mexicano, en concreto, y en general todo el país ya no tiene remedio, dentro del sistema. Cualquier cosa que digan los políticos, los empresarios, los académicos, los intelectuales, de que es que se puede todavía algo, están echando mentiras. A veces por ignorancia —por burros como dijo Sergio— y a veces, sabiendo que están mintiendo. Diciéndonos propositivamente la mentira de que todavía tiene remedio.

La única manera de resolver el problema del campo mexicano es haciendo un levantamiento, destruyendo el sistema que está sosteniéndose ahí, el capitalista, sacar a todos los terratenientes.
Y ahora esta novedad de que el que ambiciona la tierra no es sólo el terrateniente, es ya el empresario. Y no sólo el industrial, el de servicios, el que hace hoteles, o el que hace exportación de agua o de materiales estratégicos, ese es ahora el que está ambicionando la tierra. Ya no sólo nos tenemos que pelear contra el terrateniente que posee muchas extensiones y nos pone a trabajar de peones. No es la época porfirista. Ahora, el que va a poseer la tierra va a ser un terrateniente que no necesita peones, le sobramos. No sólo le sobramos, le estorbamos, y tiene que eliminarnos.
En ese sentido, todo lo que están haciendo sobre el campo, no es que sean burros o idiotas que dicen: ese fertilizante va a contaminar la tierra, esa semilla transgénica va a hacer dependiente a la tierra y sólo va a poder sembrarse ahí… Es que quieren orillar al campesino a la pobreza más extrema. Calculando que no va a tener las agallas, la valentía, de levantarse de nuevo como en 1910. Porque lo va a mantener separado, o lo va a mantener confrontándose o luchando contra otros campesinos.

Pero ahora, como ya quieren todo, dicen: “si nosotros los mantenemos separados, o les estamos administrando promesas de que a lo mejor sí, ahora sí te voy a dar un poco de ayuda, ahora sí te voy a dar créditos, a lo mejor van a mejorar las cosas”. Lo que dijo un compañero aquí está claro: necesita tres toneladas de maíz para comprar una tonelada de fertilizante. ¿Cuánto le puede rendir la hectárea? Tres, cuatro toneladas, si es que le va muy bien y si es que tiene buena maquinaria. Y, como quiera, lo que va a conseguir a la hora de vender el producto, no sólo no le va a servir para mantenerse, tampoco para pagar lo que necesita para la siguiente cosecha. Entonces, se va a endeudar. Y a esa deuda va a seguir otra, y otra, y otra.

Y va a llegar un momento en que lo único que va a tener, no es lo que produce en el campo, sino va a empezar a producir deudas. Y en el momento en el que al gran empresario le convenga, le va a decir al político: “embarga, a tí te toca, tú eres la ley”. Esa tierra es mía por todo lo que me debe. Y a la hora que se haga el cálculo, no va a ser que estén ofreciendo —como nos dijeron los compañeros de Buenavista— 4 pesos por metro cuadrado. Va a ser mucho menos y, además, el trabajo que le estuvo metiendo el campesino, que durante todos estos años va a trabajar una tierra que, no lo sabe toda vía, no va a ser suya dentro de unos años. Y que todo lo que la trabajó, todo lo que la hizo para que se levantara, para que fuera rica, la va a disfrutar otro. Y, a lo mejor, en otra cosa que no tiene nada que ver con la siembra.

Lo que se va a producir con esto va a ser una catástrofe. Porque imagínense ya que todos los campos mexicanos no empiecen a producir alimentos. Y todos los alimentos se empiecen a comprar a otros países. Porque a lo mejor uno piensa: bueno pues yo como quiera, con mi maíz, ahí voy tirando. Con mi frijol, con mi cebada —lo que esté produciendo—, café, cada uno. Pero en dos años, se abre otra vez la frontera norte con Estados Unidos y con Canadá para esos productos. Y entonces, ¿cómo va a caer el precio de los productos del campo mexicano? Todavía más de lo que está ahorita, porque no van a poder competir con los productos que vienen de Norteamérica. O sea, de Canadá y de Estados Unidos.

¿Ustedes creen que no saben que eso va a producir una crisis en el campo? Lo saben. Lo tienen calculado. Lo único que no saben y no calculan es el grado de rebeldía del campesinado mexicano.
Son muchos años, piensan ellos, muchos años que los hemos controlado. Tan los hemos controlado que la mayoría de los votos para el PRI vienen del campo. Es mucho tiempo que los hemos controlado a través de líderes corruptos, a través de promesas. Y, como quiera, cuando empiezan a apretar las cosas, pues ahí los engañamos un poco con algunas migajas que les podemos dar. Y entonces así que los mantengamos separados, pues cuando llegue la destrucción —que estamos planeando desde hace mucho tiempo y que se va a confirmar en unos años, en dos años a lo mucho— pues entonces esa gente va a reaccionar sola. Se va a encabronar, se va a rebelar, pero mientras estén solos, mientras no estén unidos, no hay ningún problema.

Y mientras esté separado el campo de la ciudad, pues menos problema. Mientras la ciudad no sea conciente del grado de destrucción que va a producir en el campo, y lo que eso le va a producir también a las ciudades, pues tampoco hay problema.

El cálculo fundamental de los capitalistas y de los gobiernos que están a su servicio es que la gente no va a decir nada. O va a decir, pero ahí en su casa, sin que nadie lo escuche. Porque sabe que una rebelión masiva, nacional, no hay policía ni ejército que la pueda enfrentar. No sólo en México, en ningún país ha pasado esto.

Entonces, lo que nosotros estamos viendo esto… Nosotros además como indígenas que somos, campesinos, y algo vemos allá, pero también nos han hablado campesinos no indígenas en los estados donde hemos pasado. Nos hablaron también campesinos de otras partes de la República. Nos hablaron los compañeros que tienen trabajo campesino que son los de organizaciones políticas de izquierda. Y nos dicen claramente: si no se soluciona esto, con otro sistema, la crisis en el campo es peor que una bomba atómica en el país. Nada más que en lugar de muertos, lo que va a producir es gente que vaya a buscar trabajo a otras partes.

¿Cuáles son las otras dos partes? Las que nos explicaron también los compañeros: o es la ciudad, o es Estados Unidos. Porque nadie, que se sepa, está emigrando a Centroamérica, o a Guatemala. Con esto de que hay mejores empleos y mejores salarios en Estados Unidos.
Pero los gringos ya están diciendo que van a cerrar la frontera. No les gusta que esté entrando tanto “frijolero”, dicen ellos de los mexicanos que cruzan. Porque luego qué tal que —como de por sí los mexicanos no muy quieren a los gringos— qué tal que se les ocurre rebelarse y ahí adentro. Ya están adentro, ¿cómo los van a sacar? Entonces, van a cerrar la frontera y se va a hacer una olla de presión.

Esa olla de presión se va a diluir si nosotros creemos en las promesas de que “no, espérate tantito, aguanta un poco más y a lo mejor sí en la que sigue”. Y a lo mejor sí en la que sigue… Y mientras tanto, en cada comunidad avanza el despojo. En cada ejido avanza el despojo. No sólo el que nos contaron aquí. También el que va a pasar en otras partes.

Y ahí no importa si son priístas, panistas o perredistas, porque lo que quieren es el campo, no el color del partido. Y a lo mejor esos campesinos que están pensando que el PRI, que Madrazo, o que López Obrador y el PRD, o habrá algún idiota todavía que piense que Felipe Calderón del PAN, que a lo mejor si llega ése, sí le va a solucionar algo, es mentira. Todos ellos tienen claro cuál es este proyecto y lo van a servir. Porque para eso están. Porque ninguno de ellos está diciendo la verdad en este sentido. Y la verdad es que este país sólo tiene salvación si se cambia el sistema.

Decía uno de los compas que pasó: “a lo mejor va a pasar muchos años para que se ven los frutos, a lo mejor nosotros no lo vemos, o a lo mejor ni nuestros hijos, ni nuestros nietos”. Y no, según lo que vemos nosotros compañeros, lo vamos a ver nosotros o no lo va a ver nadie. Porque si nosotros no levantamos este movimiento a nivel nacional, no sólo el campo, sino toda la República va a ser destruida como nación.

Y eso es lo que significa esta etapa del capitalismo, lo que se llama el neoliberalismo, es la destrucción de las naciones. Y que se convierta todo en un gran mercado. En un gran mercado, compañeros y compañeras, vale el que produce o el que tiene dinero para comprar. Y entonces, si nosotros no producimos o no tenemos tarjeta de crédito ni poder adquisitivo, o sea capacidad de compra, pues sobramos. Y a ver dónde nos van a meter, porque eso sí no lo han pensado. Van a pensar que vamos a bajar la cabeza y que vamos a aceptar. Y que va a ser más grande nuestro miedo a morir peleando, que nuestro miedo a rebelarnos.

Segunda parte B. Ya no estamos solos
6 de marzo

Entonces, sobre ese cálculo está todo eso. No hay salida pues por ningún lado compañeros, ni nosotros como pueblos indios tenemos salida por ningún lado, ni los trabajadores de la ciudad tienen salida por ningún lado. Aunque piensen todavía que a lo mejor vamos a luchar que bajen los precios: no van a bajar los precios; que suban los salarios: no van a subir los salarios; que los patrones ya no exploten: van a explotar más; que los gobiernos ya no roben: van a robar más.

La única salida que vemos nosotros, y es lo que dice la Sexta Declaración —y es lo que dice la Otra Campaña— es que nos unamos todos: campesinos, indígenas o no indígenas, la gente de la ciudad, los jóvenes, las mujeres, los ancianos. Y luchemos ahora sí por todo: por todo, por un nuevo país. Y levantarlo de nuevo y, entonces sí, hacerle otra ley, otro acuerdo —decimos nosotros— un acuerdo pues, acá abajo.

Eso es lo que está planteando la Otra Campaña, y nosotros pues les tenemos que decir la verdad, porque así lo vemos. Viera que pensamos de otra forma, pues les decimos claro, porque no venimos a echarles mentiras. No salimos de las montañas para ir diciendo mentiras donde pasamos. Esto es lo que creemos que va a pasar. Tal vez nos equivocamos, pero no lo creo. Hay mucha gente como nosotros que lo está viendo igual.

Y entonces, como campesinos, nosotros les decimos claramente: la única salida es una solución radical, es cambiar todo. Es que la tierra sea de quien la trabaja. Desconocer todos los acuerdos del gobierno. ¿Sus papeles? A la chingada reforma agraria, los tribunales agrarios, los jueces, los amparos, todo. Lo único: la fuerza organizada de que aquí esta tierra es nuestra, porque es nuestra, porque nosotros la trabajamos, porque fue de nuestros padres y de nuestros abuelos. Y si llega Fernández de Cevallos o algún otro cabrón a decir: “no pues aquí dice el papel”. Ese papel no vale. No vale porque ese gobierno y ese papel —lo que lo sostiene— tiene sus días contados por un lado, o por otro.

O nos levantamos nosotros y destruimos ese sistema y su sistema jurídico, sus leyes que están para servir a los ricos. O lo van a destruir los de arriba, los gringos, porque también les estorba. No les sirve, ¿ustedes creen pues que los gringos quieren políticos babosos? No, quieren alguien que sí controle a la gente; por eso ya sabemos quién va a quedar de presidente de la República. Eso es lo que quieren, que mantenga a la gente controlada.

Entonces, todo eso va a desaparecer. Yo no digo que ahorita hay que aventarse ya como el borras. Lo que yo digo es que hay que crecer la organización. Hay que reconstruir FIOZ, hay que reconstruir el tejido de la comunidad. Hay que agarrar experiencia de lo que pasó y empezar a construir —como explicaron los compañeros— otra vez relaciones con otras organizaciones a nivel nacional, sin perder la identidad, sin dejar de ser lo que son.

Y aquí se ve claramente cómo se ligan los dos problemas. A la hora que pasaron los compañeros —que pasaron los campesinos y luego los estudiantes—, a lo mejor no lo dijeron claramente, pero el responsable de que los estudiantes estuvieran como están —y este proceso de rebeldía—, y los campesinos también —como estaban en su proceso de rebeldía—, es el mismo sistema. Si subimos la vista y alcanzamos a ver todo, vamos a ver que en todas partes es lo mismo.

Entonces, nosotros lo que les decimos compañeros, es lo que estamos diciendo en todas partes: hagan crecer su organización, fortalézcanse, no se dejen desmayar. Vienen tiempos luminosos, fuertes, duros, pero el resultado de esas luchas ya no va a ser que las cosas queden igual, porque si quedan igual va a desaparecer todo. El resultado de esa lucha y de esa gran movilización tiene que ser otro país, el que nazca de la Otra Campaña, no de un partido político.

Y nosotros les decimos claro pues —como estamos diciendo también en todas partes—: no suelten su organización, no se pasen a otro lado. Ahí mismo con su organización como están: como campesinos, como estudiantes, como jóvenes, como mujeres, como lo que sean. Con respeto y exigiendo respeto. El respeto que se han ganado en la lucha durante muchos años, con ése, establezcamos relaciones de compañeros, entre compañeros. Y que lo único que nos cobije —y que nos hace iguales, porque todos somos diferentes— sea esta gana, este deseo, esta certeza de que vamos a construir otro país.

Y que —como dijimos en otra ocasión— vamos a levantar esa bandera de donde está tirada en el lodo y en la mierda, que es la bandera nacional. Y la vamos a levantar nosotros, los que estamos abajo. Y cuando se levante, tiene que estar cabal. Lo del campo: la tierra para el quien la trabaja, con buenos precios para el producto, con apoyos para el campo, con cuidado de la naturaleza. Y no las trampas de abogados, o de gente que se vende, de traidores —lo dijeron aquí muy claro— que engañan al resto de la comunidad para ganarse unos cuantos pesos y luego resulta que estamos viviendo en tierra que no es nuestra. Es nuestra, pero la ley está diciendo que no es nuestra.
Entonces, eso es lo que les decimos compañeros. Nosotros no les prometemos pues que vamos ir a hablar con el gobernador —porque nosotros hablamos con gente de razón, no con idiotas—, ni vamos a hablar con ningún político. Nosotros vamos a hablar con ustedes, y vamos a hablar con gente como ustedes en Guanajuato, y en Aguascalientes, y en Jalisco, y en Michoacán. Y ya hablamos con gente como ustedes en los otros diez estados. Y así, no vamos a parar hasta que lleguemos a Tijuana, a Baja California Norte, y a Baja California Sur. Y luego vamos a regresar, y les vamos a decir: “pues esto vimos”.

Y ahí van ver pues que no están solos, ni como FIOZ, ni como campesinos, ni como indígenas, ni como mujeres, ni como estudiantes. Y a lo mejor pasa —como dijo el compa—: somos compañeros y ni nos habíamos visto. Y así va a ser, vamos a ser compañeros de gente que nunca vamos a conocer, ni el nombre, ni su rostro. Pero vamos a conocer la lucha y la causa. Y cada quien va a adquirir ese compromiso de que a mí me toca en mi lugar: en Santa Rosa, en Querétaro, o en la Sierra Gorda, o donde esté cada quien. A mí me toca luchar aquí y tengo la confianza que otro está luchando en Chiapas, o en el norte, o en el DF.

Yo estoy seguro, pues, que ustedes pueden decir ya claramente: no estamos solos en la lucha. La próxima vez que digamos FIOZ o que digamos cualquier lucha de Santa Rosa pónganle ahí “guión” EZLN. Porque nosotros somos sus compañeros. Y estoy seguro que si hablan con los demás —que ahorita no hablan porque vienen a escuchar— cuando esta lucha ya adquiera más forma le van a poner ahí Frente Popular Francisco Villa-UNOPII, o lo que sea. Todas las organizaciones que no alcanza la hoja para poner todos sus nombres, y no alcanza el país para poner su corazón. Eso ya va a empezar a pasar, porque no es nada más que uno suelta su palabra y a ver a quién le da coraje y a ver a quién no.

Es que ya estamos estableciendo esa relación, ya la teníamos desde antes: a la hora que pusimos como parte nuestra a Anselmo y a Sergio. Y va a seguir creciendo más y más. Y hasta antes, porque era que somos compañeros así porque nos simpatizamos. Vamos a regresar otra vez, a ir con ustedes a las comunidades. Y así como ustedes fueron a las nuestras —los que pudieron, porque muchos no tienen paga como nos explicaron los compañeros—, pues vamos a ir ahí. Y a conocer esa lucha y esa historia, y a aprender. Y junto con nosotros va a ir la palabra y el oído de todos los zapatistas, que a lo mejor somos muchos o somos pocos, pero nuestro corazón no cabe en las montañas del sureste mexicano. Por eso estamos haciendo este trabajo, a lo mejor ni siquiera cabe en la frontera en el Río Bravo y vamos a brincar a Estados Unidos a hablar con los mexicanos que están del otro lado y mexicanas.
Pues esa es ahorita nuestra palabra, gracias compañeros.

3ª parte: sobre las ong´s
6 de marzo del 2006

Compañeros y compañeras pues otra vez aquí en este bloque.

No sé si ya se fue la compañera discapacitada, es que queríamos preguntar, porque en el Teatro de la República dijo que era candidata, que le ofrecieron una candidatura por el PRD o por Convergencia, por Convergencia es lo mismo van juntos, Convergencia, PT y el PRD. Eso es lo que no nos dijo ahorita, allá si lo dijo, pero quería preguntarle antes de intervenir.

Primero quería hablar sobre esto que son lo que se conoce como la conciencia incómoda en las sociedades, en los países, que son las organizaciones no gubernamentales. Son la conciencia incómoda porque siempre señalan problemas que los demás no ven, o no quieren ver. Sea en la cuestión ambiental; sea en la cuestión de genero; sea en la cuestión de la diversidad sexual; y gracias a gente que trabaja en las organizaciones no gubernamentales, en esta conciencia incómoda del país, es como muchos movimientos sociales han descubierto problemas que de otra manera pasaban desapercibidos. Por ejemplo, toda la alerta sobre destrucción del medio ambiente, ya que lo vimos o lo estamos viendo en la realidad, fue advertido por organizaciones no gubernamentales del medio ambiente. La penetración ésta, de semillas transgénicas, o de la contaminación por fertilizantes. Todo eso también fue advertido por ellos, desde hace mucho antes.
Y primordialmente su dos grandes avances —que los reconocemos nosotros como zapatistas, como del EZLN— es la defensa de la cuestión de género: de la mujer pues —no nada más, porque se supone que dice que es de género hombres o mujeres, pero en este caso, sobre la cuestión del genero de la mujer— y el de la diversidad sexual. Estos dos puntos son importantes porque, durante muchos años, las organizaciones de izquierda hemos cojeado de esas dos partes.
Es histórico pues el desprecio de la gente de izquierda hacia la gente con diferente preferencia sexual —o con otros amores, decimos nosotros—: homosexuales, lesbianas. No sólo, a veces, quedándose en el nivel de burla —que es el que maneja la mayoría de la sociedad—, sino incluso tachándolas de reaccionarios, o de sospechosos, o de orejas, o de lo que sea, simplemente basándose en que son diferentes en su preferencia sexual.

Y en el caso de la mujer pues nos lo vienen señalando estos compañeros y compañeras, no sólo en Querétaro, sino en todo el país desde que arrancamos. El hacer hincapié que esta marginación, desprecio de la mujer, incluso el ejercer la violencia en contra de una mujer no escapa a la mayoría de las organizaciones políticas de izquierda. Y en varias partes nos han reclamado cómo podemos decir que queremos un mundo nuevo si en el hogar —bueno yo no tengo hogar, pero los que tienen— maltratan a la mujer. O en la calle, o en la escuela, o en el trabajo político de su organización.

Y en ese sentido, nosotros queremos decirles pues, que la Otra Campaña es su lugar, no solo para que sigan siendo la conciencia incómoda, ahora de nosotros. Nosotros tenemos pasión por la incomodidad, así crecimos y así vamos a seguir luchando, tienen un lugar especial con nosotros porque de una u otra forma han ido llenado el vacío que los gobiernos no han querido cubrir o han ignorado propositivamente.

Y en ese sentido, no sólo las organizaciones no gubernamentales sino todo el sector progresista de la iglesia que no se ha quedado conforme con ver una injusticia, o con ver un peligro, sino que ha trabajado fuera del gobierno, a veces en contra del gobierno, para señalar esto. En las comunidades indígenas es donde se ha visto más este compromiso de las comunidades eclesiales de base, o la gente cristiana, para decirlo de alguna forma. Y también de organizaciones no gubernamentales. Muchas veces se cruzan estas dos cosas y su valor llega tanto como al de Digna Ochoa, que fue abogada de presos zapatistas, y que estuvo siempre vinculada a movimientos sociales en defensa de los derechos humanos, y que fue asesinada. Y a la que “suicidó” el gobierno del Distrito Federal.
Sin embargo, esta conciencia incómoda de la sociedad, en este caso del gobierno, es también tratada de… se trata de cooptarla, de cortejarla, de jalarla pues, para ese lado, ofreciéndole interlocución: “vamos a sentarnos juntos”. Aunque, finalmente, no se haga nada. Y se le crea, por ese lado, esperanzas de que —las mismas promesas que le hacen a los campesinos, a los indígenas o a los obreros, se las hacen también a las organizaciones no gubernamentales— de que ahora sí el gobierno sí se va a portar bien, y sí se van a ver esos problemas.

Nosotros consideramos que su principal trabajo —lo saben ustedes y se ven los resultados— es el que hacen con la gente de abajo, sea a la hora de darle los conocimientos necesarios de defensa de derechos humanos, sea al señalarle problemas como el de la destrucción del medio ambiente, o el de la cuestión de género, o el de la cuestión de la diversidad sexual, o el de promoción de proyectos educativos, o —¿cómo le dicen? se me fue ahorita— de desarrollo sustentable. O sea, proyectos donde la misma comunidad se organiza para mejorar su nivel de vida, no como limosnas, sino como algo que lo ayude a superarse.

Nosotros pensamos que esto de la interlocución con el gobierno, o con los gobiernos a cualquier nivel, no va a tener resultado, pero no nos oponemos a que se siga ese camino o que se intente. No va tener buen resultado porque el gobierno está hecho a esta doble cara, a presentarles a ustedes su cara amable, racional —porque no se sienta a hablar con ustedes Loyola pues, porque uno se sienta y dice: no, este imbécil qué me va a decir, sino mandan a alguien que más o menos pueda articular algún pensamiento, sin decir una estupidez—. No mandan a Fox ni a Martha Sahagún, sino a alguien que les presente esta imagen seudo intelectual o seudo inteligente del gobierno, pero en el plan que tienen no les interesa absolutamente lo que estén haciendo. Si no los pueden cooptar, hay que ignorarlos, hacerlos a un lado o marginarlos.

Nosotros pensamos sinceramente que su lugar es la Otra Campaña. Nosotros no vamos a intentar comprarlos, no sólo porque no tenemos dinero, sino porque no se trata de eso, sino se trata de construir un espacio aquí, junto con todos. Y ahora sí que si se trata de construir comunicación, si se trata de trabajo, pues quién mejor que nosotros los de abajo para construir esos puentes de comunicación entre nosotros. Y entre el gobierno que va a salir, porque aquí ahora sí que estamos todos, aquí va a salir el pueblo que va a mandar, y de aquí va a salir el gobierno que va a obedecer. No va a tener nada que ver con esos que están allá afuera y allá arriba.

Y nosotros les pedimos que sigan en esto de ser la conciencia incómoda, que nos sigan echando la mano a todos en adelantarse a la aparición de problemas, o en señalar e insistir, una y otra vez, en los lugares donde estamos fallando. Estos dos que señalo, que son los más evidentes que he visto, que nos han señalado desde que salió la Otra Campaña: que es el de la cuestión de género, en lo que se refiere a la mujer; y el de la diversidad sexual, en lo que se refiere a homosexuales, lesbianas, transgenéricos y cada quién su modo.

Entonces pues, que le entren y que construyan su espacio. Hay más compas y más compañeros y compañeras en toda la República que entienden que éste es su espacio, que aquí está la gente con la que hay que trabajar. Y que de aquí es de donde va a salir el país nuevo, el otro país que estamos queriendo construir desde ahorita, que va a necesitar también este lugar, con el respeto que les estamos ofreciendo a nombre de nosotros los zapatistas.

Ahora, nosotros los trabajadores del volante —porque yo en algún momento fui chofer también— lo señalaban muy bien los dos compas que hablaron: estamos con esta explotación y el desprecio por todos lados. Nos tienen contra el volante, y contra el asiento. Porque aparte de que la gente se queja de nuestro servicio, nos ponen muchas trabas para poder trabajar, y todavía hay que mocharse con la tira que inventa algo para sacar dinero —porque necesita dinero, o porque se le ocurre, o quiere tomarse un refresco o lo que sea—, inventa una multa o lo que sea.
Antes pensábamos pues, que nuestra unidad pues ahí va a estar y va a estar moviéndose al mercado, o llevando y trayendo las mercancías, o a la gente que trabaja, que vive de esa venta de mercancías, y soportábamos más o menos esas extorsiones, o estas trabas que ponen los gobiernos de permisos, de concesiones y todo eso. Y ahora como explicó el compañero de la Unión de Choferes Emiliano Zapata del FIOZ, pues ya no.

Ya no les basta pues, que estamos batallando con nuestra unidad, o nuestra ruta que sea muy marginal, sino que también la quieren. Y empiezan a poner requisitos que saben que la gente pobre y humilde no va a poder cumplir. Detrás del plan de la concesión, es la privatización total del transporte público, y eliminar cualquier tipo de cooperativa o de concesión de gente que no pertenezca a una gran empresa o a un gran monopolio. Y la forma más fácil pues es poner que tiene que ser determinados vehículos —o determinadas características de los vehículos—, que ninguna cooperativa o un trabajador independiente pueda cumplir, y sólo un gran consorcio pueda cumplir.
Entonces, por un lado, que aprieten por ese lado. Por otro lado, que aprieten por el lado de empezar a poner más trabas legales para poder trabajar. Y el tercer lado, que es el de la presión, la represión, el hostigamiento —que ya explicó pues el compañero—, que se recibe en el momento en que se organizan. Realmente nosotros coincidimos con lo que dice el compañero chofer, cuando dice: “no pues se necesita otro gobierno de plano, el otro país debe venir incluido otro gobierno diferente que obedezca, no que mande, sino que obedezca pues. Y que sea el trabajo del volante un trabajo digno y respetado como cualquier otro”.

Y que se tome en cuenta como un trabajo, porque lo que explicó el compañero de la chinga que se llevan de salud —que nunca se toma en cuenta—, pues la imagen del chofer pues es que es borracho, y que le gusta oír la música tropical, y está chuleando las muchachas y nada más. Y no se ve lo que se chinga pues, de estar todo el tiempo porque sí son jornadas de 8, 10, 12 horas para poder sacar algo pues para llevar a la casa, y que todavía hay que mocharse con la policía, con el inspector, o con lo que sea.

Y además esta sabiduría que tienen los trabajadores del volante, pues porque están en la chamba ven todas las injusticias que hay. Entonces, se necesita tener el corazón de plano de cacahuate garapiñado para no sentir nada de ver cómo a la gente que acabas de trasportar la están pateando, la están humillando, o le están robando la mercancía —que tú sabes que le cuesta pagarte el pasaje para poder moverla—. Y aparte de todo lo demás que se entera uno de estar viendo, porque el chofer pues trabaja abajo —a menos que sea el chofer de Fernández de Cevallos pues ese trabaja arriba—. Pero el chofer pues público, trabaja abajo y se ve todas estas cosas, y siente esta liga espontánea pues, con la gente explotada y jodida, con la gente humilde y sencilla, decimos nosotros.

Y por eso su llamado es tan enérgico para decir: “hay que entrarle”, no debe quedarse en esta reunión ni en esta palabra. “Queremos volver a verlos” nos está diciendo, pero no a nosotros, sino a todos ustedes. Y queremos volver a verlos en la lucha, con propuestas: ahora vamos hacer esto y esto otro. Porque ellos entienden, mejor que nadie de los que han pasado aquí, que van por todos, y que tenemos que hacer como dice esa manta que esta ahí: liberarnos en comunidad, en colectivo, unidos, no individualmente. Pues esta es mi palabra ahorita compañeros. Les van a preguntar si ya quieren echar un taco, o se siguen, porque no sé cuántos bloques faltan.

Colonia Maxei, Querétaro
4ª parte: sobre los jóvenes y la diversidad. ¿Qué hace el Delegado Zero en esta gira?

6 de marzo del 2006

Bueno compañeros y compañeras: aprovechando que ahora sí fue el espacio, el bloque, de nosotros los jóvenes —¿qué?—. Quiero hacer una denuncia: que he sido presa de tortura psicológica, porque me ponen a escuchar a Lucerito, a Mijares, a Thalía, al potrillo Alejandro Fernández, y no voy a decir quién es porque es de nuestra compañía que nos están ayudando aquí. Sí, es que no tiene otra música, así que si les sobra algo, por favor, porque es eso o la Polla Records y no hay otro disco.
Queríamos decirles varias cosas: a lo mejor explicar nuestra presencia a los compañeros del CIAL que dicen que no importaba que viniéramos, que lo que importaba era reunirse. Tal vez explicar qué es lo que estamos haciendo aquí y por qué es posible esto que estamos aquí.

Nosotros como ya hemos explicado en otras veces, pues somos del Ejército Zapatista de Liberación… No nos espantamos de la indumentaria de nadie, porque basta ver la nuestra como para estar diciendo bueno él por qué se viste de negro, y tú por qué traes la cara tapada, y así nos vamos. Y sobre todo, no es nuestro trabajo juzgar nada. Desgraciadamente hay gente que piensa que es eso, que somos como un tribunal, móvil ahora, y empieza a intercambiar acusaciones y nos llegan correos, y esto pues nosotros no le hacemos caso, nosotros no juzgamos el DNA de nadie, ni el que es familiar o pariente del que sea. Nosotros, lo que nos importa es lo que trabaje la gente. Y la Sexta Declaración es muy clara, que dice que no puede entrar el que está en un partido político, no dice que no puede entrar el que hace trabajo, el que trabaja para vivir. Si nos ponemos así vamos a empezar a reducir y a reducir y no quedamos nada.

Entonces, no crean que lo que nos dicen es lo que nosotros hacemos caso. El trabajo que me dieron a mí los compañeros es que hiciera el trabajo de exploración, que viera. Porque durante mucho tiempo nos ha pasado que, como estábamos allá, pues la gente nos decía: “no pues es que ese es ojeras de pancha, no le hagas caso”. Y luego resultaba que no. Y precisamente estamos viendo para conocer personalmente cómo está la jugada y poder tomar luego decisiones. Entonces, no tengan pena así de que si alguien les habla feo, y que te voy acusar con el Sub —porque pues el Sub está oyendo a Lucerito y a Mijares ¡hazme el chingao favor!—. Traigo de chofer a Lenin, ustedes dirán si es de izquierda. Digan si es la Otra Campaña de izquierda, si el chofer es Lenin.

Bueno, entonces, no se preocupen pues de eso, nosotros estamos viendo los trabajos que hace cada quien, conociendo las historias. No nos importa de quién son familiares, sino su propio trabajo, que es el que los respalda. Tampoco estamos revisando los cheques, ni las nóminas de cada empresa o del gobierno para ver quién está trabajando ahí. Nuestro trabajo en la Otra Campaña es de buena fe, le preguntamos a alguien ¿no estás en un partido político? nos dice que no, le creemos. Ya luego se va a ver si es cierto o no. A lo mejor la gente que es muy radical que dice que los partidos políticos no, luego sale con que es precandidato o candidato del PRD, porque ya nos ha pasado en otras partes.

A los jóvenes y a los individuos pues, les queremos decir que esto que vimos en este día, pues es de las reuniones más ricas que hemos tenido, no sólo en Querétaro sino en todo el recorrido. Siempre tuve la tentación de preguntar qué quería decir Maxei, y afortunadamente no lo hice. Y durante todo el trayecto de esta reunión me vino la respuesta, a la hora que hablaron los indígenas, a la hora que hablaron los campesinos, los choferes, los presos políticos, los jóvenes. Y no sé qué idea tienen ustedes de Maxei, pero esto que platicaron los otros —cuando no hablaron ustedes— significa que es un espacio de encuentro.

Es algo como lo que queremos hacer en la Otra Campaña, que alguien dijera: no pues el semillero de nuestra lucha fue la Otra Campaña, así como vimos que pasaba gente a decir el semillero fue Maxei. Y sí, así vino la respuesta. Y ahora ya entendimos que Maxei no es una colonia, ni es un grupo, sino es una historia, un proceso de lucha que ahora tratan de retomar pues los jóvenes de Maxei. También las diferentes organizaciones que aquí se agrupan —y como lo dijeron claramente—, aquí encontraron cobijo y apoyo cuando nadie les hacía caso.

Nosotros pensamos que lo que señaló el compañero Sergio al final es importante, porque la muestra de lo que pasó con los ex barzonistas, no es sólo lo que significa la justicia en Querétaro, también lo que significa un movimiento de izquierda, si es auténtico o no. ¿Cómo se puede llamar auténtico a un movimiento que abandona a su gente? En ese sentido, son afortunados él, Anselmo, Pascual y todos los demás que están presos porque su movimiento nunca los dejó solos, a pesar de que había miedo, a pesar de que la campaña de represión era muy fuerte, a pesar de que el hostigamiento también era muy duro y el miedo no era menos. Nunca los dejaron solos, y esta es la comparación con el otro movimiento que se decía muy de izquierda y que terminó, precisamente, en las diputaciones para los que están. Y para los que fueron honestos y consecuentes: ahí están todavía en la cárcel.

Por supuesto que va a ser un honor para nosotros visitarlos a ellos, y visitar a la compañera Martha también —ya nos pusimos de acuerdo con Sergio para que busque un lugar para visitarla y hablar con ella—, sería bueno si es el 8 de marzo, que es día de la Mujer, para que le demos un saludo pues a nombre de todos nosotros que ahora somos sus compañeros. Todos nosotros, no sólo los zapatistas que siempre fuimos sus compañeros, sino todos los que somos de la Otra Campaña.
Está esto que estuvieron platicando, que decía el compañero que había que reunirse y había que encontrarse. Y pues yo nomás vine —aparte de para que se pelearan entre la coordinadora y los de Maxei y todos los demás—, también el trabajo que me dieron es que les venga a contar una historia, que si no hubiera venido no la conocían y que tiene que ver con Hidalgo, la sierra, con una mujer que tiene 19 años —más joven que Luz—, tiene 2 hijos, uno tiene 4 —échale cuentas cuándo se embarazó—, indígena nahuatl. Que habla, toma el micrófono y empieza a llorar, y a decir que está muerta de miedo, porque la vez que fueron los zapatistas a su comunidad, la golpearon después de que se fueron. Y a la hora que le pagaban le decían: “a ver trae a los zapatistas para que te defiendan”. Y muerta de miedo, fue en la noche a decirnos, llorando otra vez, que no se rajaba, que le iba a seguir y que le entraban a la Otra Campaña. Y que le entraban ella y las otras compañeras, porque sus hombres estaban muertos de miedo.

Y si yo no vengo, no van a conocer esa historia y la de Puebla, la de la zona mixteca de Puebla. Una reunión aparte, en puerta cerrada. Mujeres, porque los hombres se fueron a trabajar a Estados Unidos, llorando también: “no hay nada ahí. Yo escuché que pasaba la gente a hablar que porque hay bajos salarios, nosotros ni salarios tenemos”. Y llega la gente que estaba protestando que los precios de sus productos en el campo no tienen precio, “nosotros ni tierra tenemos, es un desierto donde estamos, no están los hombres, nosotros tenemos que mantener a la familia. Tenemos que arañar la tierra”, decía. Y no estoy hablando de poesía, “arañar con las manos, para sacarle algo. Y cada tanto viene un señor y nos da balones para cocer y nos paga 10 pesos el balón. Y si echo a perder uno, me lo cobra a 40 pesos. Si echo a perder un balón, tengo que hacer otros cuatro. No me paga cuando hago el trabajo. Se va, y si vuelve a haber trabajo y regresa, entonces me paga lo de la otra vez. No sé qué hacer, mi única esperanza está entrar con ustedes, con la organización que están haciendo y volver a hacer todo de nuevo”. Puebla, la sierra mixteca.

Oaxaca, una mujer como de la edad de ustedes, de los jóvenes de Cial. Presa política. Que no sabe porqué está. Tiene un niño también de brazos, está en la cárcel presa con un niño de brazos, y la acusan de ser comandante del EPR, y la señora no sabe ni siquiera hablar español. Está presa porque cuando llegaron a buscar a su marido no estaba el marido, estaba ella y se la llevaron y ahí está. Tiene 10 años de prisión por asociación delictuosa, motín e incitación a la rebelión y no sabe porqué está. Y dice: “yo estoy con la Otra Campaña, porque de lo poco que entiendo es que su lucha es por los pobres, y hasta ahora estoy entendiendo yo aquí que eso es lo que hay que hacer: luchar por los pobres”.

Veracruz, otra vez la sierra. Campesinos con miedo para reunirse por el cacicazgo. Entre ellos se empiezan a cubrir, y se dan valor y asisten a la reunión. Y dicen claramente: “tenemos mucho miedo de qué va a pasar, porque los caciques ya saben que venimos a esta reunión. Pero ya entendimos que si no hacemos algo ahorita, no lo vamos a hacer nunca, y este clima de terror ya no lo queremos. En todo caso, lo que nos vaya a pasar que nos pase”.

Tlaxcala. Una mujer, ya de edad. Cuenta la historia a escondidas, porque no quiere que se sepa en público, porque la conocen ahí. Violada desde que tenía 9 años de edad, crece en ese clima de violencia por su papá —no por el vecino, ni por un policía—, crece, se enamora de un hombre, ya cuando está de edad. Tiene 2 niños, y el marido la abandona porque está gorda y fea. La deja sola, y sola tiene que luchar, con un niño y una niña —que estaban jugando conmigo ahí cuando estaba la reunión luego me contó ella—. Y dice: “yo tuve que escoger entre dirigir mi odio a los hombres, o dirigir mi odio al sistema que me había hecho eso. Y ya escogí, voy contra el sistema, no contra los hombres, estoy en la Otra Campaña”.

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