EJÉRCITO ZAPATISTA DE LIBERACIÓN NACIONAL.
MÉXICO.
Noviembre del 2003.
Buenos días, buenas tardes, buenas noches. Les habla el Subcomandante Insurgente Marcos.
Hoy no voy a hablar de política, sino de un video.
En este video se trata de repetir el antiguo rito de contar una historia. Desde sus desconocidos inicios, la cultura trata de contar una historia. Tal vez porque de esa forma consigue avanzar, permanecer, sobrevivir.
Así que hoy voy a hablar de la cultura.
No, no voy a contar la historia que el video trata de contar. Sólo quiero señalar que la narración se construye con esa compleja manera de contar las cosas que tiene el quehacer cinematográfico.
Y no, tampoco voy a disertar sobre si el quehacer de los “videastas” o “videoastas” es también hacer cine o es diferente.
Lo que quiero señalar es que esta historia nos es contada en una pantalla. Sentados, parados o acostados (porque cada quien su modo), estamos frente a la pantalla como espectadores. Y como espectadores nos corresponde decidir si esa historia estuvo bien o mal contada, si nos gustó o no, si algo aprendimos o recordamos, o si la consumimos como se consume la comida chatarra, es decir, distrayendo el tiempo y ese estómago muy otro que es el cerebro.
En realidad no tenemos muchas opciones como espectadores. Es poco lo que podemos elegir. Podemos escoger, por ejemplo, apagar el aparato o cambiar el video por uno de artes marciales o uno porno (que, no sé si han dado cuenta, se parecen mucho entre sí). Podemos también optar por oprimir el “mute” y mirar las imágenes sin escucharlas, o dejar sólo el audio y que los sonidos transcurran sin más referente que la pantalla vacía.
Se puede, es otro ejemplo, estar comiendo palomitas.
El otro día tuve una profunda discusión filosófica con el Pedrito sobre las palomitas. Todo empezó cuando caminaba yo, loco de contento con mi cargamento de un tazón de palomitas, rumbo a la Comandancia General del EZLN para ver, juro que con el más puro afán estético, uno de esos videos con muchas “x”. En el camino me topó y tapó el Pedrito y miró las palomitas, luego me miró a mí, luego otra vez miró las palomitas. Nada dijo, pero yo entendí que no podría seguir mi camino si no compartía el oscuro objeto del deseo.
Así que opté por una antigua táctica gubernamental, es decir, empecé a hablarle al Pedrito de otra cosa mientras escondía el plato de palomitas detrás de mi espalda.
Puesto que el Pedrito es un niño, inicié mi perorata señalando que la comida chatarra es perjudicial para los niños. Aunque, claro, faltaría ver si las palomitas entran en la categoría de “comida chatarra”. Hay quien dice que sí y hay quien dice que no. Porque no hay que olvidar que las palomitas son de maíz, de maíz palomero para más señas. ¿No somos los hombres y mujeres de maíz? Ergo, es posible que haya una variante de la humanidad que se defina como “los hombres y mujeres de maíz palomero”. Aunque, claro, nadie dice, cuando el sol lleva medio día caminando, “hoy comí palomitas con frijoles”, o, hacia el sol de medianoche, “vamos a cenar unas palomitas en la esquina”.
En fin, el tema es complejo, le decía yo al Pedrito, y tal vez las palomitas no sean sino variación del ser ontológico del maíz, o una enseñanza de los dioses más primeros, los que nacieron el mundo, de que puede haber muchas formas de un mismo fondo.
Y el fondo era ya lo único que se veía del tazón que, al inicio de mi reflexión metafísica, estaba lleno de palomitas. Porque resulta que el Pedrito se había empacado todas las palomitas, aprovechando que yo estaba sumido en pensamientos que no transforman el mundo pero sirven para tenerlos a todos ustedes preguntándose qué rayos me propongo al iniciar esta presentación del video “EZLN: 20 y 10, el fuego y la palabra” con una disertación sobre las palomitas.
Porque al inicio de esta desconcertante presentación, he declarado con firmeza que esta vez no voy a hablar de política, y ya he dicho que no voy a hablar de la historia que ya cuenta, a su modo, el video que hoy se presenta. También he señalado que no voy a hablar de si el video es una variante o no del arte cinematográfico.
En cambio he dicho que voy a hablar de la cultura, y recién he aclarado que no voy a hablar de comer palomitas que, eso sí lo dije, es una opción para asistir a la historia que nos es contada en una pantalla.
Una pantalla. He ahí el problema. Porque pareciera que la pantalla es neutral, que nada dice si la usan para pasar un documental, un película de aventuras, de acción, policíaca, misterio, bélica, infantil… o de terror, porque muchas películas pueden ser catalogadas como “de terror”, independientemente de la historia que cuenten.
Además de que parece que la pantalla es neutral en lo que exhibe, también nos “deja fuera” de la historia contada. Es decir, pocas cosas definen tan claramente a un espectador como una pantalla. Como si la pantalla nos dijera “mira y escucha, pero más nada” y uno ahí, frente a ella, comiendo palomitas sentado, parado o acostado (porque cada quien su modo).
Pero, de forma aparentemente inexplicable, la pantalla ahora se divide en dos. No es que nosotros queramos que se divida en dos. Es allá arriba donde está esa voluntad de división. Allá arriba están los que quieren que seamos espectadores siempre y en todo, que nos conformemos con la historia que nos es contada y con la forma en que es contada.
Pero decía que la pantalla se divide en dos. Tal vez, desde que nació el cine, la pantalla ha estado dividida en dos, pero se presentaba como una pantalla neutral, dócil. Por años pareció que la pantalla era una, que en ella se podía producir de manera independiente, si uno optaba por contar una historia según un punto de vista particular, o de forma subordinada, si uno elegía convertir la compleja alianza de la imagen y el audio en un espejo encantado que magnifica las falacias del modelo económico y el régimen en turno.
Porque en política cabe al sentencia de “cambian las formas pero el fondo permanece”. O sea que cambia el régimen pero el modelo económico permanece.
Pero no es de política que voy a hablar, sino de cultura. En este caso de cultura cinematográfica, es decir, de la historia cuya narración transcurre en una pantalla.
Y ahora la pantalla se divide en dos. Pero en ambas partes se repiten los recursos narrativos del cine.
En la parte derecha (sólo como referencia geométrica, porque ya dije que hoy no voy a hablar de política) un “travelling shot” mundial gira sobre el planeta Tierra mostrando imágenes de centros comerciales ultra-hiper-mega modernos, mientras en el audio corre una música de ésas que siempre ponen en las tiendas para anunciar que tienen ofertas en el departamento de lencería. Cuando uno ya se encuentra francamente borracho por la combinación de marcas exclusivas, música aséptica y la frenética vuelta al mundo en ochenta spots comerciales, la cámara se detiene y enfoca con un “long shot” una ciudad futurista. La toma dura apenas un instante, de modo que el espectador no se dé cuenta de que la ciudad está fortificada, y la cámara pasa, con un rápido “zoom”, a un “medium shot” que llena la pantalla con la imagen de un ser asexuado, sentado en un escritorio y leyendo en la pantalla de una computadora. La cámara “panea” por la estancia y el espectador puede decir que es una oficina del “board directory” de una trasnacional o del gobierno de un país, al fin que ahora ya no se distinguen diferencias. Nuevamente la cámara se detiene, ahora a espaldas del ser asexuado, y en toma que llaman de “picado”, aplica otra vez el “zoom” y, con un “close up”, llena la pantalla con la otra pantalla, es decir, la de la computadora. El espectador ve ahora lo que ve el ser asexuado, pero ya no sabe si lo que ve es la pantalla de la computadora o la pantalla del cine. El caso es que ésta se ha llenado con las palabras “ALL IS MONEY” que, espontáneamente, el espectador traduce como “Todo es dinero”. La imagen se congela para que asimilemos una verdad instantánea, es decir, eterna. Y la verdad asimilada no es que todo es dinero, sino que “todo lo que no es dinero, no es” y, ergo, si la cultura no es dinero, entonces no es. Luego la cámara “panea” y toma al ser asexuado en “contrapicado”, de modo que el espectador lo ve de abajo hacia arriba. El audio repite, en todos los idiomas, “todo es dinero”.
Justo entonces es cuando el espectador se da cuenta de que no es toda la pantalla la que está mirando sino sólo una parte, porque, como ya he dicho, la pantalla está dividida. Así que ahora la mirada del espectador se dirige a la otra parte, la que está a la izquierda (sólo como referencia geométrica, porque ya dije que hoy no voy a hablar de política).
Pero la pantalla izquierda no presenta una sola imagen ni una secuencia de tomas, sino un rompecabezas de imágenes sin lógica aparente. En cada una de ellas, del “travelling shot” se brinca, sin anestesia, al “close up”, al “medium shot”, al “long shot”, y viceversa. Digo que sin lógica aparente, porque el espectador descubre, después de una mirada atenta, que se trata de luchas y resistencias de muchos colores y con muchos sonidos. La imagen de imágenes es… ¿cómo decir?… bella, sí. El espectador inicia un aplauso, pero justo antes de que las manos se unan y produzcan el “clap” que después se repetirá en cascada, se detiene. Y se detiene porque una sola imagen ha atrapado su mirada. Es una toma fija, en “close up”, de un “collage” de recortes de periódicos.
En uno de esos recortes se lee:
“Alumnos, ex alumnos, maestros y trabajadores en general de la Escuela Nacional de Arte Teatral y del Centro Nacional de las Artes del INBA manifestamos nuestro más rotundo y profundo desacuerdo con la intención del gobierno federal de poner a la venta, desincorporar, extinguir o fusionar distintas instituciones públicas para «liberar recursos» y «mejorar la atención de sectores estratégicos y prioritarios».
Dentro de este paquete de 18 instituciones se encuentran el Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC), los Estudios Churubusco Azteca y el Imcine, afectando con esta intención directamente al pueblo de México y a la comunidad cultural en su totalidad. Es increíble el desprecio de esta administración por la cultura y su difusión, además de la forma tan descarada, terrible y desafortunada.
Estamos seguros de que, de llevarse esto a cabo, el siguiente paso sería la venta de nuestras escuelas de teatro, pintura y danza, rematando las instalaciones de nuestras escuelas a particulares nacionales o extranjeros, para que las conviertan en supermercados, estacionamientos, centros comerciales, bancos o en parques de diversiones.
Manifestamos nuestro apoyo a los trabajadores del Imcine, de los Estudios Churubusco Azteca, a los compañeros estudiantes y trabajadores del CCC, así como a todas las instituciones educativas, de investigación y asistencia social afectadas por esta propuesta.
Atentamente.”
Y en otro pedazo se distingue:
“La reciente propuesta legislativa del presidente Vicente Fox y la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) para gravar con 10 por ciento libros, revistas y periódicos, así como poner a la venta algunas de las principales instancias de cultura mexicanas, es un retroceso en el desarrollo social del país. Para el Presidente de la República, la SHCP y el Partido Acción Nacional la cultura no es un valor nacional. No forma parte de sus prioridades.
Para el gobierno el pensamiento es un concepto sin valor, despreciable y peligroso, que debe convertirse simplemente en mercancía. El arte y la cultura, si no rinden utilidades, deben eliminarse.
Gravar con impuestos la lectura y el estudio, y proponer la venta de Imcine, el CCC y los Estudios Churubusco Azteca, entre otros, pretendiendo incrementar los recursos hacendarios, es castigar a la sociedad y condenar al país a recorrer una nueva etapa de ignorancia y oscurantismo.
Al terminar de leer, el espectador vuelve a mirar todas las imágenes y descubre que todas le piden que deje de ser espectador, que la guerra de conquista se ha extendido ya a la cultura y al arte, que no es cierto eso de que lo que no es dinero no es, que hay que hacer algo.
En fin, lo que yo quería decir es que esta historia que les cuento no transcurre en una pantalla, sino en la realidad. Que quienes están allá arriba han emprendido una auténtica invasión, comandada por el cinismo y la estupidez, sobre el territorio de la cultura y el arte. Que, cada quien en su lugar, en su modo y en su tiempo, tenemos que hacer algo para resistir y echar atrás ese monumento a la imbecilidad que es el actual Proyecto de Egresos de la Federación presentado por el gobierno federal y el Partido Acción Nacional.
¡Chin! Ya me metí en política y, como aclaré al inicio de esta presentación, no estamos hablando de política. ¿O si?
Bueno, se supone que yo tenía que presentar un video, así que:
Agradecemos la invitación de la Revista Rebeldía para participar en la presentación del video “EZLN: 20 y 10, el fuego y la palabra” que realizaron Ana Bellinghausen, Lucrecia Gutiérrez Maupomé, Ramón Vera, Arturo Sampson, Alberto Cortés y Jesús Ramírez.
Ya está. Espero que no se me haya pasado ningún nombre. Si así fue, pido disculpas formales a los o las afectados y afectadas. No ha sido mala leche, sino que me puse a platicarles una película o sea a contarles una historia.
Claro que esta película que les platiqué, o sea esta historia que les conté, no es la que cuenta el video que hoy se presenta. ¿O si?
Vale. Salud y recordad que una vida sin luchar es como una película sin palomitas, o sea que nomás no sabe.
Desde las montañas del Sureste Mexicano.
El Sup.
México, Noviembre del 2003.
20 y 10.
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