NY times
30 de enero de 2001
Por Ginger Thompson
San Cristóbal de las Casas, México, 28 de enero – En la voz del líder rebelde se percibía un tipo distinto de lucha. La urgencia era la misma que cuando hace siete años declaró la guerra al Gobierno mexicano en nombre de un grupo de indígenas llamado Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Su causa, el reconocimiento de los derechos de los diez millones de indígenas de México, sigue siendo su objetivo primordial.
Pero en una entrevista que tuvo lugar en la selva de Chiapas, la primera concedida a un periódico norteamericano en cuatro años, el escurridizo subcomandante Marcos dejó claro que los rebeldes enmascarados desean la paz.
“Queremos dejar de ser lo que somos”, declaró. Sus ojos oscuros transmitían tal intensidad que ni el pasamontañas que cubría el resto de su rostro podía ocultar su expresión. “Somos gente sin rostro, estamos armados y luchamos por lo que creemos”.
“Nos gustaría mostrar nuestros rostros”, continuo. “Nos gustaría abandonar las armas, pero sin dejar de luchar por nuestras ideas como hace la gente en cualquier otro lugar del mundo”.
Aunque sus palabras pasaban en ocasiones de la mesura a la rabia, el mensaje que resonaba como una campana de iglesia es que tal vez la paz llegue pronto a Chiapas.
En siete años, los combates entre los zapatistas y las tropas federales apenas duraron 12 días, con un saldo de 145 personas muertas. Pero centenares han muerto en choques entre bases de apoyo zapatistas y grupos paramilitares afines al gobierno y miles de personas se han visto obligadas a abandonar sus hogares.
“Yo me siento optimista,” declaro el líder guerrillero. “Creo que el diálogo con el Gobierno va a ser provechoso, que la guerra terminará y que podremos iniciar una etapa distinta”.
Tal franqueza resulta poco normal en un hombre y en un movimiento que han estado envueltos en el misterio. Se produce un mes antes de que él y 23 comandantes zapatistas marchen a la Capital Federal en una caravana que recorrerá al menos seis estados, con paradas en más de doce ciudades, para culminar con un discurso ante el Congreso de la Unión. Los rebeldes tratarán de conseguir que se apruebe una serie de derechos para los indígenas, consignados en un documento conocido como los Acuerdos de San Andrés, que, de aprobarse, constituirían el logro más importante del movimiento. También representarían el primer paso de los zapatistas para convertirse en una fuerza política legal.
Durante la entrevista, el subcomandante Marcos, que se ha convertido en un ídolo para grupos de izquierda de todo el mundo, evitó su teatralidad típica y su aguda ironía para hablar con claridad de los obstáculos que todavía persisten para alcanzar la paz, sobre los logros del movimiento zapatista, y sobre sus propios planes para cuando termine la guerra.
Marcos, junto con otro comandante rebelde conocido como Tacho, consiguieron llegar a caballo hasta el pueblito de La Realidad. Llegaron sin escolta y sin ninguna demostración de fuerza para la galería. Quizás por lo impresionante del mito del Subcomandante difundido por izquierdistas de todo el mundo, al encontrarlo en persona sorprende que no es tan alto como cabria esperar, posiblemente 1 metro 80 centímetros. Es estrecho de hombros y sus manos no parecen demasiado apropiadas para el combate. Sus ojos estaban lacrimosos, y tenía aspecto de estar acatarrado. El rifle automático que llevaba a la espalda parecía lo único amenazador en su aspecto. Cuando le preguntamos por él, respondió que no estaba cargado.
Sentado en una sala destartalada y sucia, apenas iluminada con velas, en el curso de la entrevista de hora y media reconoció que la tormenta política que se avecina en el Congreso mexicano podría dar al traste con el proceso de paz. Pero lo que más le preocupa es si el nuevo presidente de México, Vicente Fox, va a cumplir en su totalidad las exigencias rebeldes o va a mantener el conflicto zapatista, hasta ahora “en tablas”, sin que pueda avanzar hacia una solución duradera.
Las demandas incluyen el retiro de tropas de siete zonas clave para los Zapatistas en la Selva Lacandona. El presidente mexicano ha retirado tropas hasta el momento de cuatro de esas siete posiciones.
“Si este Gobierno verdaderamente quiere representar un cambio, y quiere demostrar que no va a caer en los mismos errores de siempre, tendrá que enfrentarse a los temas que provocaron la guerra”, declaró el Subcomandante, mientras fumaba su pipa por un agujero del pasamontañas. “Estamos dispuestos a terminar con esto, pero el Gobierno debe dar señales de buena voluntad porque ya tenemos la experiencia de haber sido engañados. Los que detentan el poder se sentaban a negociar con nosotros, al mismo tiempo que llevaban a cabo nuevas acciones de guerra. Firmaron acuerdos con nosotros, que luego se negaron a cumplir”.
Refiriéndose a Fox, siguió diciendo: “Lo que le pedimos es: ‘Muéstranos que no vas a hacer lo mismo’”.
En momentos mas relajados de la entrevista, habló de su boda con una compañera insurgenta que se empeña en enseñarlo a bailar, se quejó de tener que llevar un pasamontañas de lana en el calor de la selva, y preguntó cómo podría conseguir una cinta de Super Bowl. “Viendo fútbol americano, se puede aprender mucho sobre estrategia militar”, bromeó.
Desde su reaparición el día 2 de diciembre, tras casi cinco meses de silencio, las noticias sobre los zapatistas no han dejado de ser titulares de primera plana en la prensa mexicana. Los planes de los rebeldes de marchar hacia la capital y de dirigirse al Congreso de la Unión han hecho que la vieja guardia de la clase política mexicana se rasgue las vestiduras, alegando que sería impropio, si no anticonstitucional, el permitir a insurgentes enmascarados la entrada en la Cámara.
Fox, que accedió al poder con la promesa de terminar el conflicto con los zapatistas, atendió con bastante rapidez algunas de sus demandas como forma de atraerlos de nuevo a la mesa de negociaciones. Además de retirar tropas de la cercanía de los baluartes rebeldes, el presidente desmanteló docenas de retenes militares en Chiapas, reactivo los Acuerdos de San Andrés y unos 17 presuntos zapatistas presos fueron liberados.
Estas medidas han despertado la preocupación entre algunos de sus asesores, en el sentido de que quizás esta concediendo demasiado con excesiva celeridad, sin pedir nada a cambio. De ahí que la semana pasada, en un cambio de postura pequeño pero muy significativo, el presidente declarara que no habría más retiradas de tropas hasta que los rebeldes aseguren su intención de volver a las conversaciones de paz.
Marcos comentó que el cambio en la postura gubernamental amenaza con frenar el impulso hacia la paz. “Pedimos la retirada de siete posiciones,” comento. “Para nosotros, ese número no es negociable. Si no se retiran de todas ellas, entonces no se puede comenzar con las negociaciones, con o sin la intensa presión de los medios de comunicación”.
El líder rebelde se ha negado a reunirse con el presidente y miembros del gabinete a pesar de las abundantes invitaciones, publicas y privadas.
“Por la campana de Fox, sabemos que todo lo que verdaderamente le interesa es un evento mediático,” comento. “Lo que nosotros queremos es una solución. ¿De qué sirve tener una foto que circule por todo el mundo cuando las condiciones de nuestra gente siguen siendo las mismas?”
¿Pero quién mejor que un fenómeno mediático para reconocer a otro? Pues entre los modernos lideres de la izquierda, el líder guerrillero se ha rebelado como un formidable talento político y a menudo ha dirigido el conflicto zapatista como un juego de una sola persona. Sus escritos, que van desde virulentos ataques al gobierno hasta cuentos infantiles, han llegado a todos los rincones del mundo a través de Internet, y han transformado la lucha zapatista de ser un levantamiento aislado en un olvidado rincón de México a ser una cuestión que recibe intensa atención internacional.
Como resultado, el Gobierno se ha visto obligado, algunos dirían que con vergüenza, a afrontar seriamente el maltrato dispensado a la mayor población indígena de Latinoamérica, unos diez millones, que sufren los niveles mas altos de miseria, analfabetismo, malnutrición y mortalidad infantil del país.
El Subcomandante, que no es indígena y de quien el Gobierno cree que es un antiguo profesor universitario de Filosofía que huyo a la selva, llamó a los indígenas “los olvidados”. Desde su punto de vista, vivieron fuera de la conciencia mexicana hasta el día de Año Nuevo de 1994 en que unos dos mil de ellos se pusieron pasamontañas y declararon la guerra.
“Desde entonces los pasamontañas se han convertido para los zapatistas en algo más que una forma de ocultar su identidad,” declaró. Se han convertido en un símbolo de su condición y prometió que no se los quitarían cuando se dirijan al Congreso de la Unión.
“Cuando los legisladores comenzaron a hablar de los pasamontañas, nuestra respuesta fue: “Eso es lo que ustedes nos han forzado a ser” declaró el subcomandante. “Por los pasamontañas, ustedes por fin nos están escuchando. Por los pasamontañas hay interés en nosotros”.
También declaró que a él le gustaría que, en un momento dado, los zapatistas pudieran quitarse los pasamontañas para convertirse en una fuerza política legal que lucha con el Gobierno a cara descubierta. Si hay algo que se ha conseguido en los siete anos de la revuelta zapatista, declaró, es que él, sus compañeros insurgentes y los indígenas a los que representan ya nunca más tendrán que cubrirse la cara para ser vistos.
Estoy seguro de que este país ya nunca más va a olvidarse de sus pueblos indígenas”, declaró.
(Traducción de CV)
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