Ejército Zapatista de Liberación Nacional
México
Noviembre del 2,000.
A LA PRENSA NACIONAL E INTERNACIONAL:
Damas y Caballeros:
Aquí de nuevo. Van carta para el que ya se va (afortunadamente) e invitación para ustedes a una conferencia de prensa. Haremos hasta lo imposible por no colgarnos en lo de la hora.
Vale. Salud y no, no hay por qué preocuparse, aquí no va a estar Martha Sahagún.
Desde las montañas del Sureste Mexicano.
México, Noviembre del 2000. (¡Últimas horas de Zedillo!).
¡Yepa! ¡Yepa! ¡Ándale! ¡Ándale! ¡Ándale! ¡Arriba! ¡Arriba! ¡Arriba!
P.D. DRAMATURGA (¡ja!) QUE DICE LO QUE DICE.-
Primer Acto.- Personajes: la clase política, el locutor, las ocho columnas, el público.
Lugar: México. Fecha: Antes de las elecciones del 2 de julio del 2000.
(Se levanta el telón. En el escenario un televisor y una radio encendidos y a todo volumen. Como fondo las ocho columnas de un periódico nacional. El audio en la TV y el radio es el mismo: jingles comerciales. Las ocho columnas del diario van cambiando conforme se señala).
La clase política: – En los medios somos, luego, existimos. Ahora debemos confrontar nuestra grandeza con la prueba más difícil en el supremo arte de gobernar: el rating. ¡Que llamen a los asesores de la imagen! (palmea las manos).
Las ocho columnas: «SE CREA EL IFE; INSTITUTO FEDERAL DE ENCUESTAS. Se eliminará la molestia de acudir a las urnas, dice su titular».
El asesor (entrando por la derecha): ¡Aachú! Creo que soy alérgico a estos polvos, ¿qué son?
El asesor (ofreciendo un pañuelo): ¡Salud! Son el último grito de la moda, son polvos democratizadores.
La clase política (suspirando con resignación): – Bueno, todo sea por la supervivencia.
Las ocho columnas: -BAJARÁN LOS PRECIOS DE LOS CANDIDATOS: SECOFI».
El locutor (entra apurado por la izquierda): – ¡Rápido! ¡Apúrense! ¡Los patrocinadores están inquietos! Tenemos que grabar el programa.
El asesor: – ¿Los patrocinadores? Pensé que los inquietos serían los espectadores…
El locutor: – No, no, no. El ritmo de la política no lo marcan los relojes ni los calendarios, sino los horarios de programación. ¡Apúrense! Tenemos poco tiempo entre los cortes comerciales.
La clase política (acomodándose frente a un espejo que le sostiene el asesor): – Bien, ¿qué tal me veo?.
El asesor (sonriendo satisfecho): – ¡Magnífico! Está usted irreconocible…
La clase política (para sí mismo): – ¡Cortes comerciales! En los buenos tiempos no había más cortes que los producidos por el alegre sonar de las matracas y las consignas de «¡Se ve, se siente, el PRI omnipotente!»
(El asesor se hace a un lado).
El locutor: – ¡Luces! ¡Cámaras! ¡Acción!
El locutor (dirigiéndose al público): – ¡Bienvenidos a nuestro programa: «La Verdad Pudorosa»! Hoy tenemos como invitada especial a … ¡la clase política! (se escuchan fuertes aplausos, el público está inmóvil, pero un audio le evita la penosa tarea de batir palmas).
La clase política (dirigiéndose al locutor): – ¿Tengo bien acomodada la corbata?
El locutor: – Bien, dinos, ¿qué puede esperar el respetable del próximo proceso electoral?
(La clase política mueve los labios pero no emite sonido alguno) .
El locutor: – ¡Muy interesante! ¡Casi tan interesante como estos mensajes comerciales de nuestros patrocinadores!
La clase política (al locutor): – ¿Ya no estamos grabando?
El locutor: – No. Salió perfecto. Ahora esperaremos a que el asesor, después de hacer sus estudios de mercado, nos envíe el audio de tu respuestas.
La clase política: -Entonces, ¿ya me puedo retirar?.
El locutor: – Sí.
(La clase política sale. Alguien se acerca y apaga el radio y televisión. Las ocho columnas se desvanecen. Cae el telón. El respetable bosteza. Un audio prorrumpe en nutrida aclamación).
Segundo Acto.- Personajes: La clase política, la señora X, el joven Y, el señor Z.
Lugar: México. Fecha: 2 de julio del 2000.
(Se levanta el telón. En el escenario sólo una calle solitaria)
La clase política ( para sí mismo): – Caras vemos, votos no sabemos.
El público (irrumpiendo en el libreto, para escándalo de todos): – ¡No!
Esta obra de teatro es un problema. Quienes la dirigen se esfuerzan por convencer al respetable de que ya ha terminado. El público no sólo no abandona el local, además se empeña en subir al escenario. El director y los actores se mezan los cabellos. Ya no es posible saber donde queda el escenario y dónde las plateas. De pronto, sin que aparentemente se hayan puesto de acuerdo y con un gesto adusto en el rostro, todos los del público gritan: ¡Tercera llamada! ¡Tercera llamada! ¡Tercera! ¡Comenzamos!
¿Cae el telón?
¿Qué? ¿No les gustó? Pues a La Mar sí. Bueno, cuando menos se sonrió. ¿Qué? ¿Qué me van a reprobar Darío Fo, Carballido, Gurrola, Savariego y Leñero? Ahí se lo haigan. A Einstein de por sí lo reprobaron en aseo (¿o era en matemáticas?).
El Sup en la taquilla.
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