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Palabra del Ejército Zapatista de Liberación Nacional

Mar212000

A Pablo González Casanova

LA P.D. PROPONE OTRA VENTANA

(Off the Record: La Realidad)

(Posdata a la carta 6.c.)

Marzo del 2000

A: Don Pablo González Casanova.
UNAM, México

«Las ventanas son como las galletas:
son sabrosas y alimentan».

Don Durito de La Lacandona.

Don Pablo:

Seguro que le extrañará el epígrafe que encabeza esta misiva, y más todavía el autor. No es sencillo de explicar, pero trataré de hacerlo. Todo empezó cuando…

Arriba el cielo se despereza de horizonte a horizonte. Tanto se estira que se le rasga la piel y se le evidencia la luz por entre los jirones. Viento hay muy poco, aún así una brisa fugaz me trae los ecos de unas voces. Me bajo de la Ceiba y camino hacia una lucecita cobijada por árboles. Parece una pequeña reunión o algo así. Me acerco y «a distinguir me paro las voces de los ecos y escucho solamente, entre las voces, una». El Sombrero Loco y la Liebre de Marzo reparten el té mientras discuten con La Mar una encuesta que dice que 90 por ciento de los seres humanos preferirían celebrar su no-cumpleaños y renunciar a los festejos de aniversario. Estas cosas sólo pasan en las montañas del sureste mexicano. Yo soy del 10 por ciento que prefiere celebrar los cumpleaños, así que me quedé sin té y sin discusión.

Como quiera que sea, ya ronda el 21 por todos los calendarios y, a falta de té, habrá café y galletas de animalitos. Y hablando de animalitos, el gabinete ampliado de Zedillo (es decir, el propio y el llamado -presuntuosamente- «equipo de campaña» de Labastida) abruma con sus declaraciones al cada vez más raquítico respetable. Y no es que el respetable haya perdido respetabilidad, lo que ocurre es que disminuye aceleradamente el número de mexicanos y mexicanas que atienden a lo que el supremo les dice.

Durito, que cuando de galletas se trata arremete como político que busca su nombre en las listas de candidatos, aparece por uno de los bordes de la mesa. Yo estaba escribiendo una respuesta para Don Pablo González Casanova (más bien una posdata), cuando Durito, arrojando a un lado el parche, la pata de palo y el garfio, exclama-pregunta-exige- demanda:

-¿Alguien dijo galletas?

-No lo dije, lo escribí. Y no te emociones porque son de animalitos y, según entiendo, no son de tus favoritas.

-¿Por qué siempre revuelves la política con cosas tan nobles como las galletas? Además, yo sé donde hay guardadas unas «Pancrema».

Dejé de escribir de inmediato.

-¿»Pancrema»? ¿Dónde?

-Nada, nada. Si no hay té, no hay galletas.

-Pero Durito… Bueno, negociemos: yo te ayudo a arreglar la lata de sardi…er, perdón, la galera, y tú me dices dónde están las «Pancrema».

Durito lo piensa un momento. Después pregunta:

-¿Incluye eso el que laves la cubierta y achiques el agua en las tormentas?

-Incluye -digo viendo que el cielo no tiene ahora lugar para nubes, así que no tengo por qué preocuparme de tormenta alguna.

-Sígueme -dice Durito y, bajando de la mesa, emprende la marcha montaña adentro.

Tomé la lámpara, aunque la luna la hacía innecesaria. No caminamos mucho. Durito paró frente a un Huapac’ y señaló a una de las ramas. -Ahí -dijo. Miré hacia donde señalaba y vi un pequeño costal colgado. Debía ser un viejo «buzón», dejado hacia tiempo por alguna de nuestras unidades. Durito se sentó al pie del árbol, sacó su pipa y se puso a fumar. Yo interpreté su silencio y subí al árbol, desaté el costal y bajé con él. Al abrirlo vi, en efecto, que había un viejo paquete de galletas «Pancrema», un par de pilas «AA», una lámpara ya oxidada, un libro viejo y ajado de Lewis Carrol (Al otro lado del Espejo), un cancionero zapatista… ¡y un libro de teoría política cuyo autor es el Subcomandante Insurgente Marcos!

No recuerdo haber escrito ningún libro de teoría política. Es más, no recuerdo haber escrito ningún libro, punto. Claro que la idea de un largo escrito exponiendo lo que los zapatistas pensamos de la política me ha estado rondando la cabeza, pero nada se ha concretado. Me puse a hojear el libro mientras Durito daba debida cuenta de las galletas. Cuando volteé, ya no quedaban ni moronas de las «Pancrema».

-¿Te acabaste todas? -le reprocho.

-Deberías agradecérmelo. Estaban más rancias que el «nuevo» PRI. Durito me mira y agrega: -Veo que algo te preocupa. Puedes confiármelo, mi querida nariz desconcertada.

-Es que he encontrado este libro en el buzón. ¿Cómo es posible que encuentre, en un viejo buzón de montaña, un libro que no se ha escrito aún?

-Tu problema tiene solución en el otro libro.

-¿Cuál? ¿El de Lewis Carrol?

-¡Por supuesto!, revisa el capítulo V.

Así lo hice. No estoy muy seguro, pero creo que la respuesta estaría en el siguiente diálogo entre Alicia y la Reina Blanca:

«-Ese es el resultado de vivir hacia atrás -dijo la Reina bondadosamente-. Al principio siempre lo hace sentirse a uno un poco aturdido.

-¡Vivir hacia atrás! -repitió Alicia, grandemente sorprendida-. ¡Nunca oí tal cosa!

-Pero hay una gran ventaja en ello: que nuestra memoria trabaja en ambos sentidos.

-Estoy segura de que la mía sólo trabaja en un sentido -observó Alicia-. No puedo recordar cosas antes de que acontezcan.

-Es una triste memoria ésa que sólo puede trabajar hacia atrás, respondió la Reina.

-¿Qué clase de cosas recuerda usted mejor? -se atrevió a preguntar Alicia.

¡Oh! Las cosas que sucedieron dentro de dos semanas respondió la Reina negligentemente-«.

Lewis Carrol, Al otro lado del Espejo. Cap. V.

-¿De manera que tengo en las manos un libro que no ha sido escrito todavía? -dije.

-Así es. Estamos en una de esas zonas llamadas «ventanas». Yo lo miro extrañado. -Sí -dice Durito- «Ventanas». O sea que en estos lugares uno puede mirar hacia otro lado, sea a lo que ha pasado, sea lo que va a pasar. Aquí, por ejemplo, puedes ver lo que ha sido el sexenio de Zedillo, y ver también el caos al que se dirige. Ahora lo único estable es la inestabilidad. Estarán en problemas de todo tipo.

-Pues parece que ahí la llevan. Ya ves que la bolsa de valores está por las nubes y, no muy entiendo, los índices económicos aseguran que no habrá «error de diciembre».

-Será porque se dará en otro mes. Durito parece percatarse de mi perplejidad porque casi inmediatamente agrega: -Debes entender -Durito me mira dubitativo y corrige, -bueno, debes tratar de entender que… mira, mejor lee esto que estoy escribiendo. Durito me pasa unas hojas escritas donde se lee:

APUNTES QUE TRATAN DE EXPLICAR
LO QUE DE POR SI VA A PASAR CUANDO VAYA A PASAR DE POR SI.

Los índices macroeconómicos: el marco maquillaje

En año electoral abundan, además de candidatos, mentiras. Una de las mayores es la que canta las bondades de un auge económico que no se ve por ningún lado. Ciegos para lo que padece el común de la gente, los funcionarios gubernamentales exhiben cifras que dicen más en lo que callan. Los altos índices macroeconómicos no son sino un macro maquillaje para ocultar la realidad: el crecimiento de la pobreza y del número de pobres en nuestro país. Enfrentando a la evidencia de que nadie le cree, el gobierno pone en boca de los grandes centros financieros los logros y los aplausos en la rápida y tumultuosa venta de México. Mientras en las reuniones empresariales y gubernamentales (el club más pudiente de los criminales nacionales) se felicitan mutuamente por los aumentos en las ganancias, en las calles y los campos de México la supervivencia se convierte en lucha cotidiana y los aumentos de los precios de los productos básicos y los servicios se reflejan en las mesas (menos alimentos y en menor cantidad), en las calles (crecen los desempleados y subempleados), en los pequeños comercios (agonía y cierre), y en el campo (aumenta la emigración a las ciudades y a la Unión Americana).

Y aún así, el macro maquillaje presenta serias deficiencias. En el XIII Congreso del Colegio Nacional de Economistas, el secretario zedillista de Comercio (Herminio Blanco) enfrentó la crítica a su campaña publicitaria. Enrique Dussel, investigador de la UNAM, le dijo «Las 3 mil 100 maquilas y 300 grandes empresas nacionales y extranjeras son el 0.12 por ciento de las empresas del país, y sólo crean el 5.6 por ciento de los empleos» (El Universal, 9 de febrero 2000, sección Finanzas, reportaje de Lilia González y Alberto Bello). Al señalar que las grandes corporaciones no han creado una cadena productiva con las pequeñas y medianas industrias (que son la principal fuente de empleo en México), el investigador tuvo el humor de señalarle al señor Blanco: «Estos son datos, no globalofobia» (Ibid).

En gran fraude llamado «Tratado de Libre Comercio de Norteamérica» (producto de la gran mentira salinista), se proyecta ahora al futuro mediato con la firma de un tratado de libre comercio con la Unión Europea. Gustosos de los maquillajes modernos, los gobiernos europeos dan la mano a Zedillo sin importar que éste la tenga manchada de sangre indígena, sin hacer caso que su gobierno es el que más ligas tiene con el narcotráfico, y cerrando los ojos a la falta de democracia en nuestro país. Se entiende la flexibilidad de la Unión Europea, lo que está en juego es una rebanada del pastel llamado, todavía, «México». Por las maravillas de la globalización, un país se mide por sus índices macroeconómicos. ¿La gente? No existe, sólo hay compradores y vendedores. Y, dentro de éstos, hay clasificaciones: los pequeños, los grandes y los macro. Estos últimos compran o venden países. En un tiempo fueron gobiernos de los Estados Nacionales, hoy son sólo mercaderes en busca de buenos precios y jugosas ganancias.

La clase política y sus convocados:
clero, ejército, medios, intelectuales, los organismos internacionales

Si antes hemos dicho que la clase política es cada vez menos política y cada vez más empresarial, en año electoral el cinismo adquiere tonos de «boom» publicitario. Los que «importan» no son los gobernados, sino quienes contribuyen o dificultan el ejercicio del poder. Convocados por la clase política mexicana, el alto clero, el ejército, los medios electrónicos de comunicación, los intelectuales y los organismos internacionales, se convierten en «los grandes electores». Sus parcelas respectivas reciben los beneficios del régimen y, de manera acentuada, en el periodo electoral. Los ciudadanos permanecen al margen y sus demandas son reducidas a las encuestas de preferencia electoral. Las declaraciones, contradeclaraciones, y comentarios a unas y otras, corresponden a los llamados «líderes» de una opinión cada vez más cercana al acuerdo de camarilla, y más lejana del debate serio de ideas y proyectos.

El alto clero avanza, con supuesto aval divino, en intrigas terrenas. Haciendo equipo con los gobernantes y/o los aspirantes a gobernantes, la jerarquía católica ve con satisfacción que su palabra incide y marca políticas de gobierno. Mientras el Estado laico no es más que una fecha vergonzante en el calendario, en reuniones públicas y privadas los políticos y clérigos comparten el pan, la sal, la complicidad y la desvergüenza. No se trata de un respeto mutuo entre ámbitos distintos, no. Es una simbiosis que permite que algunos obispos y cardenales estén más cerca del México del poder, que de los católicos (la gran mayoría de los mexicanos) comunes y corrientes. ¿Las Leyes de Reforma? Perdone mi estimado, ¿qué no es el nombre de una calle?

En otro espacio, otros «obispos» y «cardenales», pero de la intelectualidad de derecha, se pelean por ocupar el espacio que dejara el sumo pontífice, Octavio Paz. Si de alguna manera se puede medir la estatura de Paz como intelectual eficaz con y para el poder, es midiendo la de los enanos que se disputan su legado. Con Paz muere el último gran intelectual de la derecha en México, los que lo siguen podrán ser de derecha pero distan mucho de ser intelectuales. Con todo, las jerarquías de la intelectualidad de derecha en México tienen sus acólitos y, llegado el caso de necesidad, sus soldados. En días recientes, el frente intelectual de derecha en contra del movimiento universitario sufrió un serio revés. El golpe vino de un universitario, intelectual y de izquierda, llamado Pablo González Casanova. El investigador de la UNAM puso en evidencia algo fundamental: la legalidad no puede suplantar a la legitimidad, y, en el caso del conflicto de la UNAM, la «legalidad» (ya otros intelectuales de izquierda han demostrado que la entrada de la Federal Preventiva a la UNAM fue ilegal, como son ilegales los procesos penales en contra de los estudiantes presos) se convertía en un medio por el cual la sin razón de la violencia obtenía el doctorado Honoris Causa de la universidad más grande de América Latina.

Si el ser de izquierda era ya algo imperdonable en González Casanova, el hecho de obrar en consecuencia con sus ideas era ya demasiado. Los «cardenales» de la intelectualidad mandaron a sus peones (parece que algunos hasta tienen nombres y apellidos) a romper lanzas en contra de Don Pablo. Aunque la batalla la hayan perdido, la intelectualidad de derecha no se desvela por esa escaramuza fallida. Sus combates decisivos no son en el terreno de las ideas (perderían de seguro) ni frente a los intelectuales progresistas. No, el terreno a conquistar, el que desean, el que algunos ya disfrutan, está a la vera del «príncipe», a orillas de su mesa, susurrando loas al oído de los grandes señores de la política y del dinero. Sin embargo, algo tienen que hacer para diferenciarse de los bufones que pululan en los palacios de gobierno. Por eso hacen sus revistas y sus programas de televisión. Las letras muertas que dibujan, sus nexos intelectuales y sus zonas abiertas no tienen como destinatario a nadie que no sean ellos mismos. En estos lugares se comentan entre ellos mismos, se leen entre ellos mismos, se «critican» entre ellos mismos, se saludan entre ellos mismos, y, al hacerlo, se dicen mutuamente: «somos la conciencia del nuevo poder, somos necesarios porque nosotros decimos que somos necesarios, el Poder necesita alguien que ponga en prosa y en verso intereses económicos y sus facturas, lo que nos hace diferentes de los bufones es que nosotros no contamos chistes, los explicamos».

En este enano mundo de enanos, la superficie es un tablero de ajedrez donde alfiles, reyes, reinas, peones, caballos y torres conspiran a voz en cuello. Todos saben quién va a ganar, lo que importa no es eso, sino qué casilla ocupan y por cuánto tiempo. El barullo ensordece a unos y otros, pero la máquina funciona, ahí están siete décadas de un sistema político que ahora se llama «nuevo PRI». El ruido de la máquina no semeja el de los engranes al girar, cada vez parece más un «spot» publicitario.

Los problemas empiezan cuando entran piezas que no son de ese ajedrez, cuando algún objeto extraño atasca los engranes, o cuando una interferencia obstruye el «compre-venda» omnipotente…

¿La Agenda Nacional a la sección de «Espectáculos»?

La caja de resonancia fundamental de este México de los poderosos está en los medios electrónicos de comunicación. Pero, lejos de ser sólo un eco de lo que la clase política dice, la televisión y la radio adquieren voz propia y, sin que nadie lo cuestione, se convierten en la voz principal. La agenda nacional no la marcan los grandes problemas del país, vaya, ni siquiera los líderes políticos. No, las campañas electorales y las agendas gubernamentales van de acuerdo a las programaciones radiales y televisivas. La comunicación electrónica no difunde noticias, las crea, las alimenta, las hace crecer, las aniquila. La diferencia entre las opciones partidarias en tiempos de elección no está en los proyectos de Nación que sustentan unas y otras, sino en el tiempo que consiguen en los medios.

El «rating» que importa no es del público televidente, sino el que se alcanza en la clase política. La mayor parte de las declaraciones y pronunciamientos de los principales actores políticos no son frente a situaciones reales, sino a cabezas noticiosas. Así, los temas «del momento» cubiertos por los medios son los que ellos han seleccionado para tal cosa. En el gran teatro de la política en México, los políticos son los actores y, simultáneamente, los espectadores; la radio y la televisión cumplen las funciones de director, guionista, producción, iluminación, tramoya y taquilla.

Si cada vez es más difícil hablar de un solo México, en tiempos electorales es imposible. Es palpable la existencia de dos países: el que vive en los titulares y el que transcurre «off the record», fuera de los noticieros y las exclusivas.

Off the record: La Realidad

Mientras en la radio y la televisión se esfuerzan, inútilmente, en presentar una imagen de «normalidad» en la Universidad Nacional Autónoma de México, los entusiastas del «Estado de Derecho» ejercido contra luchadores sociales, ven sorprendidos que la entrada a CU de los paramilitares de Wilfredo Robledo y la detención de cientos de universitarios no «solucionaron» el conflicto en la máxima casa de estudios. Ni el movimiento universitario está acabado, ni el simulador De La Fuente es rector. La liberación a cuenta gotas y selectiva de estudiantes presos (esforzándose por dejar prisioneros a unos cuantos) no ha desalentado la lucha por la demanda de educación gratuita y por un congreso universitario verdaderamente democrático y resolutivo. A ratos desconcertado, el movimiento universitario se mantiene firme en la demanda de libertad a los presos políticos, educación gratuita y congreso. Molestas, la radio y la televisión tratan de que los titulares sean únicamente de quienes tienen tiempo pagado en programación. El resto debe ubicarse en la nota roja o de «relleno». ¿A quién le importan los padres de familia que se desangran para exigir libertad para sus hijos, si en el equipo de Labastida se están peleando Esteban (Guajardo) Moctezuma y Emilio Gamboa? Los mismos medios que se aterraban con el léxico del CGH, hoy se entusiasman con el «caca-pedo-chis» de las campañas electorales y con el profuso intercambio de señales digitales entre los candidatos.

Pero si la Realidad transcurre buen tiempo fuera de la programación, cada tanto le da un mordisco al México de arriba y arruina índices macroeconómicos, programas noticiosos y agendas de candidatos. En un rincón del otro México, una comunidad decide prescindir de las telenovelas y noticieros, se enfrenta a la policía y defiende una escuela normal rural. En El Mexe, Hidalgo, los protagonistas no son los estudiantes normalistas, ni los policías que iban a reprimirlos, es la gente. Gente que no tenía más cabida en las noticias que la nota roja, un punto en el mitin del candidato, un número en la cantidad de tortas y refrescos a repartir en la gira proselitista. Como aparece, desaparece. Un alud de declaraciones sepulta el hecho fundamental (el «¡ya basta!» ejercido con contundencia) y a otra cosa.

¿Chiapas? Podrá estar en la agenda de la ONU o de organizaciones no gubernamentales nacionales e internacionales pero no en la nacional. Para evitarlo, el croquetas Albores no repara en gastos. En un año, el croquetas ha gastado 28 millones de pesos en evitar que «Chiapas» dé la nota mala en las noticias (Proceso Sur, número 1, 4/marzo/00). El hombre de la chequera es el hijo dilecto de TV AZTECA: Manuel de la Torre, que apenas ayer destruía escuelas rurales con su «bati helicóptero», y hoy pretende arrear periodistas como si fueran ganado.

Mientras el gobierno insiste en que ha hecho una gran inversión económica en Chiapas, «olvida» decir que el gasto mayor lo realiza en publicidad, notas periodísticas pagadas, embutes para callar noticias «desagradables», y para mejorar la maltrecha imagen del ejército federal.

Entre los ladridos de Albores y los rebuznos de Rabasa, el ejército toma nuevas posiciones de ataque, refuerza ostensiblemente sus guarniciones, los aviones y helicópteros aumentan sus sobrevuelos y la guerra sigue, ahora manteniendo prudente distancia de los titulares de la prensa.

Los indígenas zapatistas insisten en el valor de la palabra: las mujeres el 8 de marzo en San Cristóbal, las coordinadoras el 21 de marzo, los habitantes de Amador Hernández, los de Amparo Agua Tinta, los tzotziles de los Altos, los tzeltales de las cañadas, los choles y zoques del norte, los mames de la sierra, todos vuelven a recordar que hay una palabra que el gobierno no cumplió, los Acuerdos de San Andrés, y que no hay paz, ni justicia, ni dignidad para los indígenas mexicanos.

Lejos de las ocho columnas, de los noticieros electrónicos, el México de la gente transcurre en la resistencia, en la paciente espera, en la esperanza…

¿Qué esperan?

Le devuelvo las hojas a Durito diciéndole:

-Ese «‘qué esperan?», ¿es una pregunta, una demanda, o una profecía?

-Asómate a la ventana, me dice Durito. Lo hago y veo y no lo creo.

-¿De modo que…? ¡Quién lo dijera!

-Así es. Las ventanas son como las galletas: son sabrosas y alimentan -dice Durito mientras emprende el regreso…

Con esas palabras terminó Durito su plática de esa madrugada, Don Pablo. Cuando volví a la champa releí su carta y empecé a escribirle estas líneas. Yo debía tratar de explicarle que los zapatistas no nos vemos sólo en la ventana de la izquierda que usted señala en su texto. Nosotros pensamos que hemos abierto otra ventana, una ventana dentro de la ventana de la izquierda, que nuestra propuesta política es más radical que las que se asoman a su ventana y que es diferente, muy «otra» (ojo: no escribí «mejor», sólo «diferente»). Y se supone que esta carta era para explicarle a usted (y a otros) en qué consistía, según nosotros, esa otra ventana que habríamos abierto los zapatistas.

Pero resulta que todo viene en ese libro que no se ha escrito todavía, pero que se puede leer en una de las zonas «ventanas» que hay en las montañas del sureste mexicano. Así que habrá que esperar a que el mentado libro sea escrito (lo que no deja de ser optimista) y que sea publicado (lo que raya en la ingenuidad).

Por lo pronto, Don Pablo, reciba los saludos de todos nosotros y su próxima carta acompáñela, de preferencia, de unas galletas «Pancrema» (mejor si no están rancias). Tal vez así pueda convencer yo a Durito de que me lleve de nuevo a la dichosa «ventana». Porque del libro que no he escrito (pero que, se supone, escribiré) sólo alcancé a leer la dedicatoria, y no pasé más adelante porque una húmeda ternura me lo impidió.

Vale, Don Pablo. Salud y, viéndolo bien, una ventana no es más que un espejo roto.

Desde las montañas del Sureste Mexicano.

Subcomandante Insurgente Marcos.

México, Marzo del 2000.

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