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Palabra del Ejército Zapatista de Liberación Nacional

Ago311999

La historia de la falsa luz, la piedra y el maíz 

Ejército Zapatista de Liberación Nacional

Esparzo flores de Guerra, yo el de la cara risueña
como que vengo de junto a la guerra.
Soy ave quetzal y vengo volando,
entre pasos difíciles vengo de junto a la guerra.
Soy precioso tordo de rojo cuello,
vengo volando: vengo a convertirme en flor,
yo en Conejo ensangrentado.
Vedme, ya me pongo serio, apretad los costados
Yo el guiñador de ojos, el que anda riendo.
De dentro del patio florido vengo. Vedme, me pongo serio,
apretad los costados. En flor voy a convertirme,
yo el Conejo ensangrentado.
Poesía náhuatl

Sea lo que fuere, las vísperas y la cargada
memoria son más reales que el presente intangible. Las

vísperas de un viaje son una
preciosa parte del viaje.
Jorge Luis Borges

Agosto de nuevo, y de nuevo madrugada. Duerme la mar y un rabito de nube reposa su blanco cansancio sobre la montaña, reemprende el vuelo y su aleteo inquieta, más no desvela, a las estrellas. Allá arriba, la gran serpiente se desangra en azules luces nacaradas. La Luna, una dama, apenas termina de lavarse la cara y se asoma al balcón dudando aún si vuela volando o quedando queda. Abajo, junto a una vela, una sombra vela la noche y la memoria. Otra sombra se le acerca y una llama momentánea alumbra dos rostros sin rostro; sombras pues, de la sombra.

La nube que levanta vuelo un poco se retrasa, se detiene el iluminado goteo de la serpiente de luz, el sol de medianoche se hace tea lejana, se inmoviliza la luna en su ventana, y hasta una estrella cayendo no cae ni se levanta. Queda quieto todo, inmóvil.

¡Atención! ¡Escuchad! Ahora es que reina la palabra…

El Viejo Antonio apenas saludó, llegándose, con el adiós que le anda en los pulmones. No obstante la tos, que hube de acompañar (no sólo por hacerme solidario, tenía yo también y, aunque no tan rotunda como la del Viejo, si dolían garganta y pulmón, y alivio se buscaban), encendimos uno y otro el tabaco que portábamos. El cigarro él, yo la pipa mordisqueada. Empezó entonces el puente, que así llaman también acá a la palabra. Y puesto que la danzante luz de una vela nos alumbraba, de luz era la historia, de sol pues, y de mañana. Esta es, pues.

La historia de la falsa luz, la piedra y el maíz

Hace ya mucho, sí. El tiempo aguardaba aún el tiempo de tiempo hacerse. Andaban los dioses más grandes, los que nacieron el mundo, los más primeros, como de por sí siempre andaban: a las carreras y en su apuradera. Porque resulta que estos primeros dioses largo habían tardado en sus bailaderas y cantaderas, y tardando estaban en hacerse a la Luna y el Sol, cuyo trabajo era dar luz y sombra al mundo que muy despacio se andaba. Entonces el Vucub-Caquix, el siete veces guardador de los siete colores primeros, se dio en pensarse que él era el Sol y la Luna, puesto que muchas y muy hermosas eran las luces de colores que lo vestían y, como alto se volaba, lejos llegaba su vista y, así le parecía, todo lo alcanzaba. Ya en la tierra se andaban los hombres y mujeres, pero no muy quedaban. O sea que los dioses primeros ya llevaban varias veces haciendo hombres y mujeres y pues nomás no les quedaban mero buenos. Como si aprendiendo estuvieran los más grandes dioses emborronaban el mundo haciendo y corrigiendo los hombres y mujeres que les nacían. Tiempo faltaba, pues, para que fueran hechos los hombres y mujeres de maíz, los verdaderos. Ocupados como estaban, no conocieron los primeros dioses lo que el Vucub-Caquix andaba diciendo y que ya quería que, como a luminosa luz, todos lo adoraran. Cuando lo supieron, los más grandes dioses tuvieron una gran idea: llamaron a dos jóvenes dioses y a dos viejos dioses para que en su lugar pusieran al Vucub-Caquix. Los dos muchachos dioses se llamaron Hunabkú e Ixbalanqué, que son los nombres con los que también se camina el cazador de la madrugada. Los dos dioses viejos eran Zaqui-Nin-Ac y Zaqui-Nimá-Tziis, la pareja creadora. Hunabkú e Ixbalanqué con cerbatana le lastimaron la boca al falso Sol-Luna que luz grande presumía. Grande fue el dolor de Vucub-Caquix, pero no cayó. Fueron entonces los antiguos creadores y le ofrecieron arreglarle la boca y le quitaron sus hermosos dientes, y por dientes de maíz los remplazaron y se le cayó la cara al Vucub-Caquix y ya le cegaron sus ojos y olvidó sus ansias de grandeza y quedó de por sí como ahora vuela estas montañas, como guacamaya de desordenado vuelo.

Así fue de por sí, también en los pueblos hubo y hay quien Sol y Luna se cree, y grande y poderosa luz presume. Tal son el oro, el dinero y el poder político que con él como paso y destino se levanta. Su luz ciega y transforma, hace creer como cierto lo falso y esconde la verdad detrás de caras dobles. Cuando el dinero se hizo mentiroso dios sobre la tierra, sus falsos sacerdotes hicieron gobiernos y ejércitos para que la mentira durara. Así pasa de por sí, la historia sigue doliendo y esperando que jóvenes y viejos acuerdo hagan de herirle al dinero la boca de mentiras, y tumbarle los sangrantes colmillos. Con piedras y maíz como armas, jóvenes y viejos desnudarán al poder y piedra será entre las piedras, y hombre y mujer nomás entre los hombres y mujeres que de por sí andan la tierra. A esa lucha le llamarán guerra, siendo como será sólo una denuncia, un desenmascarar la mentira y un apagar la falsa luz que allá arriba, vana, reina.

* * *

Se queda en silencio el Viejo Antonio, me tiende la mano y, diciendo «Ya vine», se despide y se va. Al darme la mano, el Viejo Antonio ha dejado en la mía una pequeña piedra y un solitario grano de maíz.

En la larga nagua de la noche, miles de luces aguardan, esperan…

Golpes que buscan el silencio

Hermanos y hermanas asistentes al
Encuentro Nacional en Defensa
del Patrimonio Cultural:

Saludamos el final de este primer encuentro en defensa de la memoria. Sabemos que otros seguirán, y que éste ha sido sólo el primero de muchos encuentros y acuerdos que habrán de construirse entre quienes nos resistimos a la compraventa del patrimonio cultural de México.

Han sido días difíciles y hermosos. Tal vez porque de por sí así es. El gobierno, todos ustedes lo saben ahora, continúa agrediendo a las comunidades indígenas zapatistas y sigue adelante con su guerra. Al atacarnos, el gobierno sabe que ataca la memoria. Por eso su empecinamiento, por eso su crueldad y prepotencia. No es poco lo que está en juego en estas tierras, que en estos días y noches los vieron a ustedes hablar, discutir, acordar, discrepar, cantar y bailar, que de eso se forman los verdaderos encuentros.

Para nosotros ha sido muy grande el haberlos encontrado, y grande se ha crecido nuestro verlos a ustedes, compartiendo el dolor y la angustia, la indignación y la rabia por esta nueva agresión militar contra los pueblos zapatistas. Lo que hizo el gobierno fue recordarles a todos que aquí hay una guerra, que hay todo un pueblo rebelde y resistiendo, y que hay un ejército de ocupación, el federal, buscando asegurar la mercancía que han vendido ya quienes lo mandan y ordenan. La mercancía tiene nombre, se llama soberanía nacional.

No es la primera vez que los golpes buscan hacernos guardar silencio. No es la primera vez que fracasan. Ahora, además de callarnos, los golpes buscan separarnos de los principales movimientos de resistencia que hay actualmente en el país: el de los universitarios de la UNAM, que defienden el derecho a la educación gratuita; el del Sindicato Mexicano de Electricistas, que defiende la industria eléctrica, y el de todos ustedes, comunidades de la Escuela Nacional de Antropología e Historia y del Instituto Nacional de Antropología e Historia, así como de todas las personas y organizaciones que forman el Frente Nacional de Defensa del Patrimonio Cultural. Todos estos movimientos y el nuestro tienen algo en común: la defensa de la historia. Por eso cada ataque a cada uno de estos movimientos es un ataque en contra de todos los demás.

Cuando menos así lo entendemos nosotros. Por eso sentimos que la represión en contra de los estudiantes de la UNAM, el pasado 5 de agosto, fue también contra nosotros. Por eso hemos apoyado las movilizaciones y llamados del SME. Por eso nos hemos unido a ustedes en defensa de la memoria y en contra de los intentos de privatizar el patrimonio cultural.

En estos días hemos recibido algunas notas y cartas. Los compañeros las han ido recibiendo en una pequeña cajita de cartón. Leímos todas lo que hablaban. Por eso dicen que acá hay cajitas parlantes, creo. Hay ahí solicitudes de entrevistas, de encuentros, dudas, peticiones de reuniones para intercambiar experiencias, preguntas. Lo intenso y difícil de estos días nos han impedido atenderlas y darles a todas y cada una la respuesta que demandan. Esperamos que nos disculpen y que acepten nuestra promesa de responderles en tiempo y lugar que sean posibles.

Entre los papeles hay uno que pregunta qué quieren los zapatistas; argumenta que en los medios de comunicación se ha manejado mucha información que distorsiona lo que aquí ocurre y el camino que nos mueve y anima.

Este es el mes de agosto, y para nosotros es también mes de la memoria. Así que trataré de responder un poco a la pregunta: «¿Qué quieren los zapatistas?»

No va a ser fácil que nos entiendan ahora. Por una extraña razón, los zapatistas hablamos para adelante. Quiero decir que nuestras palabras no encuentran acomodo en lo inmediato, sino que están hechas para acomodarse en un rompecabezas que está aún por hacerse. Así que, paciencia, virtud guerrera.

Hace 15 años, cuando llegué por primera vez a estas montañas. En uno de los campamentos guerrilleros me fue contada, de madrugada, como es ley, una historia de 15 años antes, tres décadas se cumplen en este agosto que nos moja. Se las cuento como me va saliendo, tal vez no sean las mismas palabras, pero estoy seguro de que es el mismo sentimiento del hombre que me las refirió cuando, entre bromas por mi patético aspecto y un pantalón de payaso que llevaba puesto, me dio la bienvenida al Ejército Zapatista de Liberación Nacional.

Los de después sí entendimos

Cuenta la historia que, en un pueblo, se afanaban hombres y mujeres en trabajar para vivirse. Todos los días salían hombres y mujeres a sus respectivos trabajos: ellos a la milpa y al frijolar; ellas a la leña y al acarreo del agua. En veces había trabajos que los congregaban por igual. Por ejemplo, hombres y mujeres se juntaban para el corte del café, cuando era llegado su tiempo. Así pasaba. Pero había un hombre que no eso hacía. Sí trabajaba pues, pero no haciendo milpa ni frijolar, ni se acercaba a los cafetales cuando el grano enrojecía en las ramas. No, este hombre trabajaba sembrando árboles en la montaña. Los árboles que este hombre plantaba no eran de rápido crecimiento, todos tardarían décadas enteras en crecer y hacerse de todas sus ramas y hojas. Los demás hombres mucho lo reían y criticaban a este hombre. «Para qué trabajas en cosas que no vas a ver nunca terminadas. Mejor trabaja la milpa, que a los meses ya te da los frutos, y no en sembrar árboles que serán grandes cuando tú ya hayas muerto». «Sos tonto o loco, porque trabajas inútilmente». El hombre se defendía y decía: «Sí, es cierto, yo no voy a ver estos árboles ya grandes, llenos de ramas, hojas y pájaros, ni verán mis ojos a los niños jugando bajo su sombra, Pero si todos trabajamos sólo para el presente y para apenas la mañana siguiente, ¿quién sembrará los árboles que nuestros descendientes habrán de necesitar para tener cobijo, consuelo y alegría?» Nadie lo entendía. Siguió el hombre loco o tonto sembrando árboles que no vería, y siguieron hombres y mujeres cuerdos sembrando y trabajando para su presente. Pasó el tiempo y todos ellos murieron, les siguieron sus hijos en el trabajo, y a éstos les siguieron los hijos de sus hijos. Una mañana, un grupo de niños y niñas salió a pasear y encontraron un lugar lleno de grandes árboles, mil pájaros los poblaban y sus grandes copas daban alivio en el calor y protección en la lluvia. Sí, toda una ladera encontraron llena de árboles. Regresaron los niños y niñas a su pueblo y contaron de este lugar maravilloso.

Se juntaron los hombres y mujeres y muy asombrados se quedaron del lugar. «¿Quién sembró esto?», se preguntaban. Nadie sabía. Fueron a hablar con sus mayores y tampoco sabían. Sólo un viejo, el más viejo de la comunidad, les supo dar razón y les contó la historia del hombre loco y tonto.

Los hombres y mujeres se reunieron en asamblea y discutieron. Vieron y entendieron al hombre que sus antepasados trataron y mucho admiraron a ese hombre y lo quisieron. Sabedores de que la memoria puede viajar muy lejos y llegar donde nadie piensa o imagina, fueron los hombres y mujeres de ese hoy al lugar de los árboles grandes.

Rodearon uno que en el centro se estaba y, con letras de colores, le hicieron un letrero. Hicieron fiesta después, y ya estaba avanzada la madrugada cuando los últimos bailadores se fueron a dormir. Quedó el bosque grande solo y en silencio. Llovió y dejó de llover. Salió la Luna y la Vía Láctea acomodó de nuevo su retorcido cuerpo. De pronto, un rayo de luna acabó por colarse por entre las grandes ramas y hojas del árbol del centro y, con su luz bajita, pudo leer el letrero de colores ahí dejado. Así decía:

«A los primeros:
Los de después sí entendimos.
Salud»

* * *

Esto que les cuento me lo contaron a mí hace 15 años, y 15 años habían pasado ya cuando pasó lo que me contaron. Y sí, tal vez sea inútil decirlo con palabras porque con hechos lo decimos; pero sí, los de después sí entendimos.

Y si les cuento esto no es sólo para saludar a los primeros, tampoco sólo para regalarles un pedacito de esa memoria que pareciera perdida y olvidada. No sólo por eso, también para tratar de responderles a la pregunta de qué queremos los zapatistas.

Sembrar el árbol del mañana, eso queremos. Sabemos que, en estos tiempos frenéticos de política realista, de banderas caídas, de encuestas que suplen a la democracia, de criminales neoliberales que llaman a cruzadas contra lo que esconden y los alimenta, de camaleónicas transformaciones; en estos tiempos decir que queremos sembrar el árbol del mañana suena tonto y loco, que, en todo caso, no pasa de ser una frase efectista o una utopía trasnochada.

Lo sabemos y, sin embargo, eso queremos. No sólo eso, eso hacemos. ¿Cuántas personas en los mundos que el mundo habitan pueden decir lo mismo que nosotros, es decir, que están haciendo lo que quieren hacer? Nosotros pensamos que son muchas, que están los mundos del mundo llenos de locos y tontos que siembran sus respectivos árboles de sus respectivos mañanas, y que llegará el día en que esta ladera del universo que algunos llaman «planeta Tierra» se llenará de árboles de todos los colores y habrá tantos pájaros y alivios que sí, es probable, nadie se acuerde de los primeros, porque todo el ayer que hoy nos acongoja no será más que una página vieja en el viejo libro de la vieja historia.

Es ese árbol del mañana un espacio donde están los todos, donde el otro sabe y respeta a los otros otros, y donde la falsa luz pierde su última batalla. Si me apuran a ser preciso, les diré que es un lugar con democracia, libertad y justicia: ése es el árbol del mañana.

Esto es lo que queremos los zapatistas. Pudiera parecer que he sido vago en la respuesta, pero no es así. Nunca antes he hablado tan claro. En todo caso, tiempos vendrán todavía en que estas palabras se acomoden y, juntas, alarguen su abrazo y se escuchen y guarden y crezcan, que para eso son las palabras y sí, también, quienes las andan.

«¡Moción de pozol!»

Asistentes y asistentas al
Encuentro Nacional en Defensa
del Patrimonio Cultural:

Antes de terminar esto, queremos sernos y hacernos puente y saludo a y con quienes están lejos y perseguidos: los estudiantes de la Universidad Nacional Autónoma de México.

Entre las cartas que habló la cajita parlante de cartón, viene una en la que se nos informa que el Sindicato Independiente de Trabajadores de la Universidad Autónoma Metropolitana (SITUAM) trae la cantidad de 21 mil 900 pesos como ayuda humanitaria para la compra de maíz para las comunidades en resistencia. Lo hemos consultado con nuestros jefes y jefas del Comité Clandestino Revolucionario Indígena y queremos pedirles a los compañeros y compañeras del SITUAM que escuchen lo siguiente:

Con preocupación leímos en varias notas periodísticas que los estudiantes en huelga de la UNAM sufren mucho en sus cocinas porque pura papa y laterío están comiendo. Esto ha preocupado mucho a nuestros compañeros y compañeras jefes, porque leen que no están comiendo su tortilla ni tomando su pozol los estudiantes. «¿Cómo van a hacer para resistir pues?», me dicen-preguntan. Yo alzo los hombros nada más, pues qué diera yo por una suculenta lata de sardinas marca La Migaja. Pero los y las comités no estaban pensando en sardinas, sino en las tortillas y el pozol que necesitarían los estudiantes para poder resistir al mal gobierno. Bueno, después de larga discusión y no pocas historias acerca de las ventajas del pozol y las tortillas, que van y me dicen: «Que dice el comité que veas de mandarles pozol y tostadas a los estudiantes en huelga, eso dicen». Yo tragué saliva, fui adonde el comité y pedí la palabra. Argumenté que la UNAM estaba en la ciudad de México y que la ciudad de México estaba muy lejos de acá. «¿A cuántos retenes de distancia?», me preguntaron, porque ahora los compañeros miden las distancias en el número de retenes que hay entre uno y otro lado. Dije la verdad, que no sabía, que eran muchos, pero que el problema eran los kilómetros y el tiempo y que el pozol iba a llegar agrio. «¡Agrio!», dijeron y festejaron, pues el pozol agrio acá es un manjar, dicen (a mí me da siempre dolor de panza). Y dale que al grito de «¡pozol agrio!» («¡moción de pozol!», dirían en el CGH, creo) sacan la marimba y se hacen un su fuego y a calentar tostadas y ya uno sacó una su botella con pozol agrio y sí, la fiesta tardó. Yo me quedé fumando y rechacé el pozol que me ofrecían, pero sí le entre a las tostadas, no había comido, pues. Cuando al fin todo volvió a la normalidad. Volví a plantear el problema: el pozol iba a llegar ya hongueado a México (sí, tuve cuidado de no volver a decir «agrio»), ergo, no convenía mandar pozol. «Bueno, pues ­me dijeron­, mándales tostadas». Así lo hice, pero pasó lo que ahora les cuento:

Tostadas que producen «malas ideas»

Salió un grupo de compas llevando alteros de tostadas con la misión de entregarlas al Consejo General de Huelga de la UNAM y a las asambleas de las escuelas, junto con un recado donde nos disculpábamos por no mandar pozol. Al cruzar por el retén militar de Guadalupe Tepeyac, un oficial de alto rango detuvo a los compañeros y revisó la carga. Les preguntó para quién eran esas tostadas y los compas dijeron que para unos parientes que estudian en la ciudad. «¡No es cierto! ­respondió el oficial­, es para los paristas. ¡Quítenles todas las tostadas!» Los soldados del retén hicieron lo que se les ordenaba. Uno de ellos tomó un pedazo de tostada y se lo llevó a la boca. «¡No haga eso soldado! ­llamó la atención el oficial­, ¿qué no sabe que ésas son tostadas zapatistas y producen malas ideas a los que las comen? ¡Entiérrenlas lejos de aquí!» Así que las tostadas están ya prohibidas por la Ley de Armas de Fuego y Explosivos y no pueden cruzar los retenes para llegarse hasta la UNAM y producir malas ideas en quien las coma. Apenado quedé yo por el fracaso y así lo informé al comité. El comité dijo que no tuviera pena, que ya veríamos la forma de que los estudiantes en huelga pudieran comer tostadas y tomar pozol para tener fuerza para resistir.

* * *

Esta es la historia. Ahora que hemos tomado conocimiento del apoyo que decidieron los hermanos y hermanas del SITUAM, los comités me piden que les pida lo siguiente:

Tomen ese dinero y llévenlo a la ciudad de México y compren maíz para el CGH y para las asambleas y para las guardias y para las brigadas de todos esos y esas jóvenes que están luchando por la educación gratuita. Díganles que lo mandan los zapatistas para que puedan comer unas sus tortillas o tostadas y pozol, si es que quieren, y no pura papa y laterío. Díganles que los saludamos y que esperamos que este maíz que les mandamos sepa hablar el puente que somos, y que piedras no les mandamos porque de por sí allá tienen. Que le sigan echando ganas, que abran su corazón a todas las palabras y que no olviden que acá los queremos, los admiramos y, aunque lejos, también los abrazamos.

Eso me piden los Comités que les pida a los compañeros y compañeras del SITUAM, y como estamos seguros de que dirán que sí, queda entonces que hemos sido sólo puente entre dos movimientos dignos: el de los trabajadores universitarios y el de los estudiantes universitarios.

Sale pues, como servicio especial para la prensa presente, ésta es la nota:

«El Sindicato Independiente de Trabajadores de la Universidad Autónoma Metropolitana hizo llegar su apoyo de X toneladas de maíz a los estudiantes paristas de la UNAM, a través del insólito conducto del EZLN. Los zapatistas, en voz de su líder enmascarado, declararon que de por sí eso son los zapatistas, insólitos puentes que atraviesan no sólo México, dicen, sino todos los diferentes mundos que en el mundo son y han sido. Al final del acto, el Sup quiso echarse una goya pero le salió un gallo y optó por hacerse el occiso».

De nada, damas y caballeros de la prensa.

La memoria tiene su propia realidad

Hermanos y hermanas:

Pudiera parecer extraño que haya traído yo, juntos, a poetas nahuas, al Popol Vuh y a Jorge Luis Borges para esta clausura. Sobre todo por Borges. Y aunque pudiera decir que este mes se cumplen cien años de su nacimiento, no es ésa la razón de que comparta espacio con nuestros más antiguos sabedores y cantadores. No, resulta que hasta mi desvencijada mesa ha llegado un libro. El viento ha jugado con él y lo ha abierto en la página que se titula «El 22 de agosto de 1983». Ignoro si agosto me insistía en la memoria de esta forma, pero el caso es que, la naturaleza imita al arte, saltaron en esa página las palabras que, junto al náhuatl, encabezan este escrito. Tal vez viene Borges a colación para recordar que el patrimonio cultural no es sólo uno y que todo tiene algo de universal. O tal vez sólo vino a decirnos, a su modo, que la memoria tiene su propia realidad, como memoria tiene La Realidad que hoy nos congrega. O tal vez sólo vino para con él decirles a todos que, en efecto, ésta es sólo la víspera de un largo viaje y que, por tanto, el viaje ya comenzó.

Al final, lo sabremos y por eso estamos aquí, caerá la dentadura de la falsa luz, y con piedras y granos de maíz un árbol se crecerá en cualquier lugar de un mundo cualquiera. Y aunque nadie tenga entonces memoria, el árbol sabrá que los primeros fueron necesarios… y cumplieron.

Mientras tanto, habrá que seguir preparando el suelo. Habrá que saberle tomar bien el tiempo al tiempo y, no obstante estúpidos verde olivo, seguir luchando porque la palabra sea puente y piedra y maíz y árbol y esperanza del mañana, que todo eso y más, los zapatistas somos y queremos.

Vale. Salud y, aunque parezca que lo que hoy defendemos es el pasado, en realidad en La Realidad hemos acordado defender el mañana.

¡Democracia!
¡Libertad!
¡Justicia!

Desde las montañas del sureste mexicano

Por el Comité Clandestino Revolucionario Indígena-Comandancia General del
Ejército Zapatista de Liberación Nacional

Subcomandante Insurgente Marcos

La Realidad en Vela

México, agosto de la memoria, 1999

 

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