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Palabra del Ejército Zapatista de Liberación Nacional

Jul191999

A la Relatora Especial de la ONU para Ejecuciones Extrajudiciales, Sumarias o Arbitrarias: si en Kosovo, el silencio de la ONU fue cómplice del crimen y la destrucción, en México ha tomado un papel más activo en la guerra que contra los indígenas.

EJERCITO ZAPATISTA DE LIBERACION NACIONAL

Para Maurice Najman, que se sigue fingiendo muerta.

19 de julio de 1999.

A: Asma Jahangir, Relatora Especial de la ONU para Ejecuciones Extrajudiciales, Sumarias o Arbitrarias.

De: Subcomandante Insurgente Marcos.
CCRI-CG del EZLN.

Señora Asma Jahangir:

Le escribo a nombre de las mujeres, hombres, niños y ancianos del Ejército Zapatista de Liberación Nacional.

Sabemos que no serán pocas las críticas que recibiremos por lo que le voy a decir y por haber desaprovechado una buena oportunidad de exhibir al gobierno mexicano en su política genocida contra los pueblos indios. Pero resulta que, para nosotros, la «oportunidad política» poco tiene que hacer frente a la ética política. Y no sería ético que, debido a nuestra confrontación con el gobierno mexicano, nosotros acudiéramos a un organismo internacional que ha perdido toda credibilidad y legitimidad, y cuya acta de defunción se firmó con los bombardeos de la OTAN en Kosovo.

Con su guerra en Los Balcanes, el gobierno norteamericano, disfrazado de OTAN y con los regímenes de Inglaterra, Italia y Francia como peones grotescos, logró destruir su objetivo principal: la Organización de las Naciones Unidas (ONU). La «inteligente» acción megapoliciaca del gendarme global, EU, puso en ridículo a la otrora máxima tribuna internacional. Violando los preceptos que le dieron origen a la ONU, la OTAN desarrolló una guerra de agresión cínica, atacó a civiles indiscriminadamente y pretendió delegar la autoría intelectual en los satélites que, más que nunca, demostraron que son inútiles para quien ya tiene visiones y decisiones tomadas. El cinismo guerrerista de la OTAN sólo fue superado por las «brillantes» declaraciones de sus jefes y voceros. La «guerra humanitaria», «el error de buena fe» y los «daños colaterales», no fueron las únicas joyas de la bisutería bélica que vendió (porque ya se aprestan a pasar la cuenta) en tierras kosovares. «Algún militar de la OTAN con una buena cantidad de estrellas bajo la tetilla, hizo el martes, en Bruselas, dos declaraciones que provocan frío: De un total de 35 mil operaciones aéreas, sólo algo más de 10 mil se dirigieron contra objetivos concretos. ¿Y las otras 25 mil?, ¿habrán sido ejecutadas por error?; si existen los objetivos concretos, ¿existirán los inconcretos?, ¿qué clase de objetivo es una persona? La segunda declaración inspira tantas preguntas como la anterior: El objetivo de la OTAN no fue nunca destruir al ejército yugoslavo por completo, como tampoco lo fue reducir el país a cenizas. Menos mal, aunque no puede dejar de pensarse que antes de las cenizas vienen los rescoldos y antes de éstos están las moronas y antes los pedazos: ¿a qué dimensión de materia pensaban dejar reducido al país y a su ejército? El banquete de la posguerra está servido, la información que manda el satélite de Roger Waters llena todo el día los medios de comunicación; mientras más se diga, mejor podrá ocultarse lo que no se puede decir» (Jordi Soler, en La Jornada, 19 de junio de 1999).

La complicidad de la ONU con la guerra en Europa fue evidente y, dada nuestra posición respecto a esa guerra, el mínimo de coherencia nos lleva a tomar distancia de un organismo que hace años, es cierto, sí desempeñaba un papel digno e independiente en el panorama internacional. Hoy ya no es así. En uno y otro lado del planeta, la ONU se ha convertido en un prescindible aval jurídico para las guerras de agresión que el gran poder del dinero repite sin hartarse ni de sangre ni de destrucción.

Pero si en Kosovo, el silencio de la ONU fue cómplice del crimen y la destrucción, en México ha tomado un papel más activo en la guerra que contra los indígenas lleva adelante el gobierno mexicano: en mayo de 1998, a solicitud de ACNUR (organismo de la ONU) el gobierno atacó la comunidad de Amparo Aguatinta, golpeó niños, encarceló hombres y mujeres y ocupó militarmente la sede, entonces, del municipio autónomo Tierra y Libertad. En la cárcel de Cerro Hueco, en Tuxtla Gutiérrez, están los resultados de la «labor humanitaria» de la ONU en Chiapas. Más para acá, el día de hoy, 19 de julio de 1999, el señor Kofi Annan, secretario general de la ONU, está haciendo entrega del Premio Naciones Unidas Viena Sociedad Civil a la autodenominada Fundación Azteca que, bajo el auspicio del Milosevich autóctono, el señor Ricardo Salinas Pliego, se dedica a hacer campañas contra la droga usando a cocainómanos, a promover asonadas y a destruir escuelas indígenas con helicópteros. Por eso, por ser parte de la guerra contra los indígenas mexicanos, por sus vinculaciones con el narcotráfico y por sus llamadas golpistas, la Fundación Azteca recibirá del señor Annan una medalla, un certificado y 25 mil dólares.

Así que no le acreditamos a la ONU confianza alguna. Y no es por chauvinismo o por repudio a todo lo que sea extranjero. Acá han estado, arriesgando su vida, libertad, bienes y prestigio, hombres y mujeres de los cinco continentes, como observadores internacionales (nosotros dejamos el apelativo «extranjeros» para los que, como Zedillo y los miembros de su gabinete, no tienen más patria que la del dinero). Para no ir más lejos, en febrero de 1998 estuvo la Comisión Civil Internacional de Observación por los Derechos Humanos (CCIODH). No sólo sus siglas son más grandes que las de la ONU, también su autoridad moral, su honestidad, su compromiso con la verdad y su lucha auténtica por una paz con justicia y dignidad. Hombres y mujeres de Alemania, Argentina, Canadá, Dinamarca, Francia, Grecia, Italia, Nicaragua, Suiza, Andalucía, Aragón, Cantabria, Catalunya, Euskadi, Galicia, Madrid, Murcia y Alicante desafiaron la más feroz campaña xenófoba del gobierno mexicano en lo que va del siglo y documentaron todo en un informe (que dedicaron al indígena José Tila López García, asesinado después de presentar las denuncias de su comunidad ante la CCIODH). Consulte usted ese informe, lo anima no sólo el deseo de una paz digna, también la veracidad y la honestidad.

Después de la CCIODH, también en 1998, vino un grupo de observadores italianos. A ellos les fue peor que a la CCIODH porque fueron expulsados sin miramientos por el ahora precandidato a la presidencia de México, Francisco Labastida, y por el ahora encargado de relaciones públicas internacionales de su equipo de campaña, entonces responsable directo de cientos de expulsiones ilegales, Fernando Solís Cámara.

Miles de hombres y mujeres de todo el mundo, todos dignos y de buena voluntad, la mayoría de ellos y ellas jóvenes de esos que llaman «aretudos» y que tanto molestan a la izquierda institucionalizada en todo el mundo, llegaron hasta acá y vieron lo que el gobierno niega, una guerra genocida. Se fueron, muchos expulsados, y contaron y cuentan lo que vieron: una guerra desigual entre quienes tienen todo el poder militar (el gobierno) y quienes tienen sólo la razón, la historia, la verdad y el mañana de su lado (nosotros). Es obvio quién la va a ganar: nosotros.

Y no sólo, también organizaciones internacionales como Amnistía Internacional, America’s Watch, Global Exchange, Mexico Social Network, National Comision for Democracy in Mexico-USA, Pastores por la Paz, Humanitary Law Project, Médicos del Mundo, Pan para el Mundo, Médicos sin Fronteras, y muchas otras cuyos nombres se me escapan ahora pero no su historia ni su compromiso con la paz.

Para nosotros, cualquiera de ellas y de ellos, individuos o grupos, tienen más autoridad moral y más legitimidad internacional que la Organización de las Naciones Unidas, convertida hoy en cocktel-party de las guerras neoliberales de fin de siglo.

Bien dicen los personeros del gobierno (la patética señora Green, el ídem Rabasa, El Croquetas Albores, etcétera) que no tienen nada que temer de su visita. No le temen porque saben que la ONU ha sido cómplice y, como en el caso del municipio autónomo de Tierra y Libertad, parte de la guerra de exterminio en contra de los pueblos indios en México.

Por lo que hemos leído y escuchado, usted es una persona honesta. Probablemente ingresó al servicio de la ONU en los tiempos en que ese organismo evitaba guerras, apoyaba a los diferentes grupos víctimas de arbitrariedades gubernamentales y promovía el desarrollo de los más necesitados. Pero ahora la ONU promueve y avala guerras, y apoya y premia a quienes matan y humillan a los excluidos del mundo.

No escapa a nosotros el hecho de que diversos poderes financieros internacionales acaricien la idea de hacerse para su beneficio de los ricos yacimientos de petróleo y uranio que hay bajo suelos zapatistas. Ellos, allá arriba, hacen complicadas cuentas y cálculos y abrigan la esperanza de que los zapatistas hagan planteamientos separatistas. Sería más fácil y barato negociar con la república bananera (Nación Maya, le llaman) la compra del subsuelo, después de todo es fama que los indígenas se conforman con espejitos y cuentas de vidrio. Por eso no abdican de su intención de meterse en el conflicto y manejarlo de acuerdo a sus intereses. Claro que no han podido, no por nuestro lado. Porque resulta que eso de «Liberación Nacional», apellidos del EZLN, los zapatistas nos lo tomamos muy a pecho y espada y, anacrónicos como somos, creemos todavía en conceptos «caducos» como el de «soberanía nacional» e «independencia nacional». No hemos aceptado ni aceptaremos ninguna injerencia extranjera en nuestro movimiento. No aceptamos ni aceptaremos que ninguna fuerza internacional sea parte del conflicto, la combatiremos con igual o mayor decisión con las que combatimos a quienes decretaron la muerte por olvido para 10 millones de indígenas mexicanos. Será bienvenido aquel que con autoridad moral, legitimidad, y sin ser apéndice de fuerzas armadas (como la OTAN) o que tenga a su servicio fuerzas militares (como los tristemente célebres Cascos Azules de la ONU), quiera ser parte de la solución PACIFICA del conflicto.

Para hacer la guerra no necesitamos ninguna ayuda, nos bastamos solos. Para la paz sí, se necesitan muchos pero honestos y, éstos, pues ya no son muchos.

No tenga usted mucha pena, la ONU no es el único organismo oficial internacional que colabora con la campaña contrainsurgente del gobierno mexicano. Ahí tiene usted al Comité Internacional de la Cruz Roja, cuya delegación en San Cristóbal raya en lo sublime cuando de servilismo y estupidez se trata. En una reunión con desplazados de Polhó, los delegados del CICR han declarado, sin ruborizarse siquiera, que los desplazados están fuera de sus hogares porque son flojos y porque quieren ser mantenidos por la Cruz Roja. Para estos imbéciles que deambulan bajo las supuestas banderas de neutralidad y ayuda humanitaria del CICR, los paramilitares son un invento, producto de la histeria colectiva de más de 7,000 indígenas desplazados; los 45 ejecutados en Acteal en realidad murieron a causa de infecciones, y en Los Altos de Chiapas reinan la paz y la tranquilidad. Por supuesto que Albores ya los ha felicitado (y les ha convidado algo de su hueso, sólo un poco, porque no es muy compartido que digamos) y ellos siguen paseándose en sus modernos vehículos y engrosando el curriculum de la «benemérita» institución. ¿Qué tal? Seguro el CICR es el próximo premiado por la ONU en sus certámenes de «sociedad civil».

Esta madrugada en que le escribo estas líneas, la luna es una guadaña de fría luz. Es la hora de los muertos, de nuestros muertos. Y usted debe saber que los muertos zapatistas son muy inquietos y platicadores. Hablan todavía, no obstante que están muertos, y gritan la historia. La gritan para que no se duerma, para que la memoria no muera, para que vivan gritan nuestros muertos…

Ocosingo, días 3 y 4 de enero de 1994. Tropas del Ejército federal toman por asalto la cabecera municipal de Ocosingo, en poder de los zapatistas desde la madrugada del 1o. de enero. Siguiendo órdenes del entonces general de brigada Luis Humberto Portillo Leal, jefe que fue de la 30 Zona Militar, el mayor de Infantería Adalberto Pérez Nava ejecuta a 5 miembros del EZLN. El general Portillo Leal había ordenado la ejecución de zapatistas, estuvieran o no armados, la consigna era no tomar prisioneros, todos debían ser muertos (sólo debían evitar hacerlo si había prensa presente, porque eso dañaba la imagen del Ejército). El capitán segundo de Infantería, Lodegario Salvador Estrada, ejecutó a otros indígenas zapatistas. Días después, en las oficinas de la Secretaría de la Defensa Nacional, un subteniente de infantería, Jiménez Morales, fue ejecutado por personal militar para responsabilizarlo del asesinato de 8 indígenas en el hospital del IMSS en Ocosingo. Toda esta información no la inventamos, la puede usted corroborar en el acta del Departamento de Justicia de los Estados Unidos, Oficina Ejecutiva para Revisión de Inmigración, Corte de Inmigración de El Paso, Texas, firmado por Bertha A. Zúñiga, Juez de Inmigración de los Estados Unidos, con fecha 19 de marzo de 1999. Expediente Jesús Valles Bahena A76-804-703. Aquí el oficial Jesús Valles Bahena narra por qué tuvo que desertarse del Ejército, después de haber sido amenazado de muerte por el coronel Bocarundo Benavidez por haberse negado a cumplir las órdenes de ejecuciones sumarias. Junto al oficial Valles, otros oficiales se negaron a cumplir las indicaciones de asesinato. Se ignora su suerte.

Estos son señora Jahangir los nombres de lucha y civil de los ejecutados en Ocosingo, Chiapas, los días 3 y 4 de enero de 1994:

Comandante Hugo o Señor Ik’, Francisco Gómez Hernández; Subteniente Ins. de Materiales de Guerra Alvaro, Silverio Gómez Alvarez; Insurgente de Materiales de Guerra Fredy, Bartolo Pérez Cortés; Insurgente de Infantería Calixto, (No se puede revelar su nombre civil); Insurgente de Infantería Miguel, Arturo Aguilar Jiménez; Miliciano Salvador, Eusebio Jiménez González, Miliciano Ernesto, Santiago Pérez Montes, Miliciano Venancio, Marcos Pérez Córdoba; Miliciano Amador, Antonio Guzmán González; Miliciano Agenor, Fernando Ruiz Guzmán; Miliciano Fidelino, Marcos Guzmán Pérez; Miliciano Adán, Doroteo Ruiz Hernández; Miliciano Arnulfo, Diego Aguilar Hernández; Miliciano Samuel, Eliseo Hernández Cruz; Miliciano Horacio, Juan Mendoza Lorenzo; Miliciano Jeremias, Eliseo Sánchez Hernández; Miliciano Linares, Leonardo Méndez Sánchez; Miliciano Dionisio, Carmelo Méndez Méndez; Miliciano Bonifacio, Javier Hernández López; Miliciano Heriberto, Filiberto López Pérez; Miliciano Jeremías, Pedro López García; Miliciano Germán, Alfredo Sánchez Pérez; Miliciano Feliciano, Enrique González García; Miliciano Horacio, Manuel Sánchez González; Miliciano Cayetano, Marcelo Pérez Jiménez; Miliciano Cristóbal, Nicolás Cortés Hernández; Miliciano Chuchín, Vicente López Hernández; Miliciano Adán, Javier López Hernández; Miliciano Anastacio, Alejandro Santiz López.

En esos días hubo más caídos, pero fueron en combate, no ejecutados.

Donde, además de ejecución, hubo tortura flagrante, fue en Morelia, municipio entonces de Altamirano. El día 7 de enero de 1994 el Ejército entró a la comunidad y secuestró a Severiano Santiz Gómez (60 años); Hermelindo Santiz Gómez (65 años), y a Sebastián López Santiz (45 años). Al poco tiempo sus restos, con huellas de rotura y con evidentes muestras de haber sido ejecutados, fueron encontrados. El análisis de los restos fue realizado por especialistas de la ONG Physicians for Human Rights.

También la tortura y la ejecución fue el método del «glorioso» Ejército federal en la cabecera del municipio de Las Margaritas, Chiapas. Ahí, en los primeros días de combate, el mayor Terán (quien desde antes parecía vinculado al narcotráfico en la región) secuestró, torturó y ejecutó a Eduardo Gómez Hernández y Jorge Mariano Solís López en la colonia Plan de Agua Prieta. A los ejecutados se les habían cortado las dos orejas y la lengua.

Estos muertos, nuestros muertos, no encuentran descanso. Los carniceros de Ocosingo y los asesinos y torturadores de Morelia y Las Margaritas siguen libres y gozan de salud y bonanza. Miles de sombras los persiguen ya y se disputan el honor de hacer justicia.

Estos son los muertos, nuestro muertos. No son los únicos.

El año pasado, al contrario de lo que dice su propaganda para consumo internacional, el gobierno reanudó los choques armados con fuerzas zapatistas. El 10 de junio de 1998 una columna militar, fuerte en infantería, tanques, aviones y helicópteros atacó la comunidad de Chavajeval, en el municipio de San Juan de la Libertad (para los zapatistas) o El Bosque (para el gobierno). Las tropas zapatistas repelieron la agresión y se inició así un fuerte intercambio de fuego que fue trasmitido por una televisora en canal nacional. Nuestras tropas derribaron un helicóptero y, frustrados y enojados, los militares se reiteraron pero para atacar la comunidad de Unión Progreso, ese mismo día 10 de junio de 1998. Ahí tomaron prisioneros a 7 milicianos zapatistas y los ejecutaron sumariamente. Estos son sus nombres:

Miliciano Enrique, Adolfo Gómez Díaz; Miliciano Jeremías, Bartolo López Méndez; Miliciano Jorge, Lorenzo López Méndez; Miliciano Marcelino, Andrés Gómez Gómez; Miliciano Gilberto, Antonio Gómez Gómez; Miliciano Alfredo, Sebastián Gómez Gómez; Miliciano Pedro, Mario Sánchez Ruiz.

(El reportero televisivo que cubrió el ataque militar a Chavajeval recibió el premio nacional de periodismo. Sobre sangre indígena y rebelde, sus patrones lo premiaron mandándolo a cubrir la campaña de uno de los dos asesinos intelectuales de Unión Progreso ­el otro es Zedillo­, el entonces secretario de gobernación y ahora precandidato, Francisco Labastida Ochoa).

Este es el Ejército federal mexicano, el que ahora quiere presentar una imagen inocente al anunciar el envío de casi 7 mil efectivos más a la Selva Lacandona con el cuento de que van a sembrar arbolitos. Todos callan. Dice el jefe militar que los 7 mil van desarmados, y los 7 mil llegan armados. Todos callan.

Esta es la «nueva» estrategia gubernamental para Chiapas, cuyo anunció sirvió a algunos senadores priístas (aquellos que están en el poder gracias al narcotráfico y a la prostitución de cuerpos e ideas) para calmar las inquietudes de legisladores irlandeses.

La misma «nueva» estrategia que le ha sido prometida a usted por ese patético personaje llamado Rabasa Gamboa (que cobra, y bien, por coordinar el vacío). Y ya que en esas estamos, un nuevo rebuzno de Rabasa aclara que lo de Acteal no fue una ejecución.

Por esta vez tiene razón: Acteal, y toda la política seguida por su patrón Ernesto Zedillo, es GENOCIDIO.

Esta es la historia. Con la llegada al poder, vía el asesinato, de Ernesto Zedillo, el Ejército federal obtuvo cobijo y dinero para sacar a relucir sus ansias de sangre y muerte.

Buscando mejorar la maltrecha imagen pública del Ejército, se activaron los escuadrones paramilitares, organizados por militares en activo, entrenados por militares, pertrechados por militares, protegidos por militares, dirigidos por militares y, en no pocos casos formados por militares, además de por militantes del Partido Revolucionario Institucional. El objetivo fue y es claro, se trató y se trata de dar un giro al conflicto y presentarlo, ante la opinión pública internacional (la nacional no les importa en lo más mínimo), como una guerra interétnica o, como pretende la corrupta PGR, un conflicto interfamiliar. Los nombres elegidos por los soldados para bautizar sus nuevas unidades paramilitares reflejan su gran imaginación: Máscara Roja (su mayor éxito «militar»: la masacre de Acteal). Paz y Justicia (responsable del asesinato de decenas de indígenas en el norte del estado). Chinchulines (acciona en el norte y selva), Movimiento Indígena Revolucionaria Antizapatista (cuenta con campos de entrenamiento en los cuarteles militares de las cañadas y es financiado por la diputación estatal priísta), Los Puñales (actúa en Comitán y Las Margaritas), Albores de Chiapas (dependen directamente de El Croquetas Albores Guillén, usan gorra verde y su grito de guerra es «¡Albores cumple!»).

La «nueva» estrategia gubernamental para Chiapas está a la vista: en el ejido El Portal, en Frontera Comalapa, un grupo de familias zapatistas exige que se les reinstale el servicio de agua potable, mismo que les fue retirado por militares del PRI en complicidad con el presidente municipal de esa localidad. Que indígenas zapatistas exijan cualquier cosa es algo que el gobierno no puede tolerar, puesto que para él lo único que deben recibir los zapatistas son golpes y balas. Ante la movilización civil zapatista, el gobierno moviliza a sus fuerzas públicas. Los priístas, envalentonados por la presencia de la policía, arremeten contra los zapatistas a goles y balazos, dos zapatistas son heridos de gravedad. La policía actúa rápidamente y detiene ¡a los zapatistas! y los acusa de asociación delictuosa por habérseles encontrado varios pasamontañas. Con la celeridad que da el «Estado de Derecho» en Chiapas, un helicóptero del gobierno del Estado traslada a los prisioneros para ser juzgados «por atentar contra la paz» (porque en Chiapas, exigir agua potable es atentar contra la paz). Los dos heridos se debaten entre la vida y la muerte en el hospital, los que dispararon están libres y sanos, y en Palacio de Gobierno celebran la nueva «victoria» obtenida en la guerra contra el EZLN. Nada de esto lo verá usted en la prensa escrita o electrónica, demasiado ocupada en darle las ocho columnas o las cabezas de los noticieros a los ladridos de Albores o a la feria de hipocresías y falacias de los precandidatos del PRI. Indígenas zapatistas presos, golpeados, heridos o asesinados, ya no son noticia en México. Son parte de la vida cotidiana.

Esta es la «nueva» estrategia del gobierno federal para Chiapas, del gobierno de Zedillo. No tiene nada de nueva ni de estrategia, se trata del mismo estúpido golpeteo que supone que quienes han sabido resistir 500 años, no podrán hacerlo año y medio.

Sobre Ernesto Zedillo Ponce de León, hay que decir ahora lo que todos dirán mañana: es un hombre sin palabra, un mentiroso y un asesino. Esto lo decimos nosotros hoy. Cuando salga de Los Pinos, todos (hasta quienes hoy le rinden pleitesía) lo repetirán y saldrán a la luz pública todas sus corruptelas y crímenes. La persecución, el exilio, la cárcel, éstas son las probables estaciones de su futuro. No nos da lástima, nuestros muertos no nos dan lástima.

Leo en la prensa que se ha entrevistado usted con algunas organizaciones no gubernamentales nacionales en la Ciudad de México, y que hará otro tanto en su visita a Chiapas, en estos días. La felicito, tiene usted la suerte y el honor de conocer personalmente a hombres y mujeres que, sin la parafernalia oficial y/o institucional, han enfrentado todo tipo de amenazas y persecuciones por su labor en defensa de los derechos humanos en México.

No le pongo aquí ningún nombre porque en México, y especialmente en Chiapas, las ONG que luchan por los derechos humanos son objetivos militares del Ejército federal, pero cualquiera de estas ONG, así sea la más pequeña o de más reciente creación, tiene más autoridad moral en el México de abajo que la ONU. Ni modo, tal vez usted no tenga la culpa y sean sólo los grandes dirigentes de la ONU los que han aceptado, sin protestar siquiera, el esporádico papel de voceros de la OTAN y de cómplices de la guerra de exterminio del gobierno de México en contra de los pueblos indios.

Sin embargo, no estamos pesimistas respecto al futuro de la comunidad internacional. El fracaso de la ONU no es el fracaso de la humanidad. Un nuevo orden internacional es posible, uno mejor, más justo, más humano. En él habrán de tener un lugar preponderante todas esas ONG internacionales y nacionales (que, a diferencia de la ONU, no tiene a su servicio o están al servicio de fuerzas militares), y todos esos hombres, mujeres, niños y ancianos que entienden que el futuro del mundo se debate entre la diferencia excluyente (la guerra en Kosovo) y el mundo donde caben muchos mundos (del que el zapatismo en Chiapas es, apenas, una insinuación).

Con ellas y ellos, y sobre todo por ellas y ellos, el mundo será algún día un lugar donde la guerra sea una vergüenza la paz una realidad, y los relatores para las distintas violaciones a los derechos humanos, especímenes cuyo único ámbito de acción será la investigación de la prehistoria de la humanidad.

Disculpe el tono, señora Asma Jahangir, no es que esto sea un asunto personal en contra suya, sólo resulta que el organismo que usted representa ya no representa nada. Eso y además, que nosotros no olvidamos Kosovo, ni Amparo Aguatinta, ni Ocosingo, ni Morelia, ni Las Margaritas, ni Unión Progreso, ni nada. Andele, eso es lo que pasa, que nosotros no olvidamos. No olvidamos.

Vale. Salud y que la dignidad nunca pierda la memoria, que si la pierde, muere.

Desde las montañas del Sureste Mexicano

Subcomandante Insurgente Marcos

México.

 

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