Páginas sueltas sobre el
movimiento universitario
Con recuerdo y gratitud
para Ramón Ramírez (1906-1972)
y para quienes le heredaron sangre y grandeza.
La rebeldía es la vida:
la sumisión es la muerte.
Ricardo Flores Magón, 1910.
Ya es madrugada en las montañas del sureste mexicano. Esta vez el calor desgasta la orilla occidental de la luna y las estrellas esconden su bochorno detrás de la oscuridad. En el abril chiapaneco, el calendario mezcla y complica sus hojas para, en veces, anunciar con solemnidad enero, casi inmediatamente es mayo quien ríe alegre en el sol que en el día duele abajo, y luego es abril de nuevo quien marca y señala.
En eso que se ve allá abajo y que parece una casita o una cueva, una lucecita denuncia no sólo la vela de quien vela, también, aunque con dificultades, los garabatos que se dibujan en las hojas de un viejo cuaderno. En la ajada portada se puede ver la figura de una águila bicéfala sosteniendo el mapa de lo que alguna vez (antes de que la globalización reagrupara intereses, injusticias y crímenes) se llamó «América Latina». Sobre la cabeza dual una cinta despliega el lema: «Por mi raza hablará el espíritu». Más abajo y a la izquierda, alguna mano ociosa ha dibujado con torpe caligrafía: «SEXZU». Fuera de esas imágenes (y del evidente desgaste que el tiempo ha procurado a las hojas), éste podría ser un cuaderno común y corriente.
Un viento fresco y repentino hace las veces de mano y hojea el cuaderno con curiosidad. Las primeras páginas están en blanco y no pareciera que es por un desorden en la escritura, sino porque se han dejado propositivamente vacías, como si fuera necesario completar las páginas sucesivas para entonces así poder llenar las primeras.
Sigue el viento hojeando con despreocupación y sólo se detiene en una página en la que se lee:
I.- La Universidad como mercado
Los pobres sabrán, y si además son jóvenes y estudiantes, entonces sabrán por partida triple.
Si en el pasado universitario algunos grupos de izquierda propusieron el concepto de universidad-fábrica, en el presente globalizado son los funcionarios de rectoría –con el apoyo incondicional de un grupo de intelectuales huérfanos del salinismo y prestos a ser adoptados por quien tenga bien dispuestos el cinismo y la cartera– los que no sólo conciben a la universidad como un mercado, también la reorganizan para que funcione como tal.
Los intentos mercantiles del ex demócrata y químico Francisco Barnés, hoy rector de la UNAM, no son nuevos. Años hace que el ahora ex rector Guillermo Soberón Acevedo intentó agregar el criterio de productividad empresarial en la clasificación de los estudiantes universitarios. Su propuesta se llamó entonces Índice de velocidad y escolaridad, y consistía, grosso modo, en agregar al expediente de cada alumno una cifra que establecía si había sido un estudiante «bueno y veloz» (con buenas calificaciones y con la carrera terminada «en poco tiempo») o uno «malo y lento». De esta forma, argumentaba rectoría, las empresas tendrían más elementos para valorar y contratar a los egresados universitarios.
La «carta de recomendación» de rectoría era, en realidad, una carta de exclusión: en la UNAM no eran pocos los estudiantes que trabajaban para sostener sus estudios y para sobrevivir, no eran «estudiantes de tiempo completo» y no pocas veces su «velocidad» quedaba por debajo del índice de productividad que rectoría deseaba (y desea) en la línea de ensamblaje de profesionistas que debieran ser, según su estrecha concepción de capataz fabril, las instituciones de educación superior.
El índice de velocidad y escolaridad funcionaba también como «lista negra» para los empresas: los estudiantes que eran marcados como «lentos» bien podían ser agitadores que, en lugar de estudiar, se dedicaron a la «grilla». Pero el intento de Soberón fracasó.
El movimiento estudiantil universitario parecía aletargado después del rompimiento de la huelga del STUNAM en 1977, y de la entrada triunfal a CU del rector, flanqueado por el entonces general policiaco y cocainómano Arturo Durazo Moreno y 18 mil policías y granaderos.
[Después de una intensa campaña de desprestigio en los medios de comunicación, después de hacer el ridículo con las llamadas «clases extramuros» (que se realizaban en parques públicos, de modo que la televisión no tuviera problemas de iluminación en su labor de demostrar a los estudiantes cómo sufrían los «auténticos» estudiantes, víctimas de «una-minoría-que-pretende-convertir-a-la universidad-en-un-botín-político-y-se-advierte-que-hay-injerencia-de-personas-ajenas-a-nuestra-máxima-casa-de-estudios-y-hay-evidencias-múltiples-de-los-grupos-de- inteligencia-nuestros-tienen-detectada-a-bastante-gente») y cuando el movimiento parecía extenderse a otros centros de educación superior, el supremo gobierno ordenó al rector que solicitara el apoyo de la «fuerza pública». Con la promesa de una secretaría de Estado, el rector consintió e impulsó la violación de la autonomía universitaria. En la madrugada séptima del séptimo mes del año septuagésimo séptimo, la policía entró a Ciudad Universitaria y, con el racional argumento de los golpes y los gases lacrimógenos, desalojó a trabajadores, maestros y estudiantes y detuvo a un buen número de ellos].
Pero la consigna de «por mi raza hablarán sólo los estudiantes buenos y veloces» provocó que los estudiantes iniciaran un movimiento de fulgurantes resultados. Soberón dio marcha atrás y el índice de velocidad y escolaridad no se puso entonces en los expedientes de los egresados. El rector esperó pacientemente para cobrar el cheque que había recibido por sus servicios de rompehuelgas y el nuevo sexenio lo acogió como secretario de Estado en el sector salud.
En aquel entonces, rectoría se mostró desilusionada de que no pocos estudiantes «buenos y veloces» participaran activamente en el movimiento. No nada más porque eso le arrebataba el argumento de que sólo se oponían los flojos, los grillos y los fósiles. También porque no entendían la razón de que alguien luchara por cosas de las que no se obtenía un beneficio directo. En la concepción rectoril de la universidad-mercado, la moral y la ética, el deber, pues, no sólo eran (y son) aberrantes, además son improductivas y no se cotizan bien, no venden.
La propuesta Zedillo-Barnés de privatizar la UNAM no tiene que ver sólo con el aumento de las cuotas a sus estudiantes, también atañe a trabajadores, maestros e investigadores. El criterio empresarial se ha impuesto ya en colegios de profesores y en institutos de investigación. Los criterios científicos y humanistas no son ya los usados para valorar y reconocer a quienes dando clases e investigando laboran en la UNAM.
Ahora es la «productividad» la que decide orientaciones y resultados, los investigadores son obligados a competir entre sí (tal y como se establece en las empresas) para conseguir apoyos financieros y recursos humanos para sus proyectos. No es más la sabiduría la que tiene méritos, ahora es el cortejo político-administrativo a funcionarios de distintas tonalidades de gris y el probable usufructo político que, en las aspiraciones de poder del rector y/o sus incondicionales, puedan obtenerse de los proyectos de investigación.
[El resultado se adivina: proliferan las elites-mafias de investigadores y profesores que giran en torno a los funcionarios universitarios. Estos grupos «reclutan» nuevos adeptos: «¿quieres una beca?, ¿un premio?, ¿un estímulo económico?, ¿un puesto?, ¿una plaza?, ¿apoyo para tu proyecto? No hay problema, sólo tienes que firmar este desplegado de apoyo al rector o a fulano». Cada vez quedan más lejos las humanidades y las ciencias, pero no sólo eso, el criterio de productividad empresarial y mercantil no sólo no aumenta el nivel académico de la UNAM, ahora lo suple con el nivel de influencias y «contactos» políticos. Los investigadores y profesores universitarios están siendo desplazados, sí, pero no por mejores científicos y humanistas, sino por una pandilla de rufianes que sólo son eficientes para multiplicar serviles caravanas al paso y exabruptos del rector].
Sin nada que señale una terminación, a estas líneas siguen otras hojas en blanco o llenas de dibujos más o menos incomprensibles: un Speedy con pasamontañas negro, pipa y un sombrero mexicano con tres estrellas rojas, una caricatura del Sup con la media filiación (de abajo) tapada con un letrerito que dice «censurado», algunos garabatos. El viento vuelve a agitar su mano y, hojas más adelante, se detiene en…
II.- ¿Vladimir Ilich Barnés?
El intento del mercader Barnés de convertir a la UNAM en una empresa no sólo atenta contra la Constitución, rompe con el concepto mismo de universidad y propone «balcanizar» la máxima casa de estudios mexicana.
Uno de los peligros del «opcional» reglamento de pagos de la UNAM es que divide a los estudiantes en dos tipos: los que pagan y los que no pagan.
En la propuesta original de universidad pública, un amplio espectro de pensamientos, orígenes sociales, colores, intereses, concepciones, tenían espacios de encuentro. La UNAM era uno de ellos. Dentro del recinto eras estudiante universitario, y punto. Ahora no más. La propuesta es partir a la UNAM en dos: la universidad de los que sí pueden pagar y la de los que no pueden pagar; la UNAM para los que tienen recursos económicos y la UNAM para los que no los tienen o los poseen con poquedad.
¿A qué se apuesta con esta «balcanización» de la UNAM? ¿A que los estudiantes que sí pueden pagar apoyen la implantación de los criterios empresariales de Barnés? ¿A que los que no pueden pagar dejen paulatinamente su UNAM (es decir, su concepción de universidad) y triunfe por fin el lema de: «Por mi raza hablará la chequera»?
El llamado Reglamento General de Pagos de la UNAM fue impuesto de la forma más antiuniversitaria: Barnés convocó a sus incondicionales, dejó fuera a los consejeros críticos y se emboscó en uno de los recintos de CU para, protegido de su equipo de seguridad, aprobar el reglamento que detonaría el más grande movimiento estudiantil de los últimos diez años.
El rector Barnés ha tratado, infructuosamente, de matizar su propuesta de privatización. Acuerpado por los intelectuales de Nexos y Letras Libres, el rector trata de convencer con sus contradicciones. ¿Alguna de ellas?
Se dice que el Reglamento General de Pagos busca fortalecer la autonomía universitaria. Contando con recursos económicos propios, la UNAM tendrá así más independencia del gobierno federal. Casi inmediatamente después se dice que los pagos son opcionales según la situación económica del estudiante. Que uno puede declarar con toda libertad que es pobre y entonces el reglamento no se le aplica. Así que sólo los estudiantes con recursos económicos que manifiesten explícitamente que tienen bonanza económica pagarán las nuevas cuotas. Pero, si el objetivo es dotar de recursos económicos propios, ¿por qué entonces un reglamento de pagos que no va a obtener recursos económicos suficientes? ¿O Barnes planea también promover especialmente el ingreso de estudiantes de familias pudientes al tiempo que limitará o desalentará el ingreso de estudiantes de escasos recursos? Por donde se le vea, lo que está en juego en la propuesta de Barnés es privatizar la UNAM, empezando por dividir al estudiantado en dos clases: los que pueden pagar y los que no pueden hacerlo.
Hay más, el ridículo no corre sólo a cargo del rector. De los intelectuales salinistas (entusiasmados por la reaparición de su tutor) salen también argumentos que asombran por su torpeza y ruindad. Del pensamiento más derechista del país sale la acusación, contra los estudiantes, que se oponen al incremento de las cuotas, de ¡favorecer a los burgueses y perjudicar al proletariado! Con la comicidad que da el servilismo, estos intelectuales han descubierto una faceta insospechada del rector Barnés: es un revolucionario radical que se ha propuesto acabar de una vez por todas con los privilegios de los burgueses que envían a sus hijos a la UNAM (se supone que para evadir el pago de cuotas en otras instituciones). Así, Barnés bien podría ser equiparado a Vladimir Ilich Lenin. «El rector es revolucionario y los que se oponen al pago son reaccionarios», dicen sin sonrojarse siquiera estos librepensadores (que no son libres ni son pensadores). De la derecha más fachosa y facciosa vienen estos argumentos, esgrimidos después de desempolvar sus manuales de materialismo histórico y dialéctico, según la versión poliéster.
Es más, aparte de hacernos el gran favor de advertirnos que, oponiéndose a la propuesta Zedillo-Barnés los estudiantes se oponen a un avance en la larga lucha del proletariado por su emancipación, nos invitan a darnos cuenta de que los teléfonos celulares bien pueden convertirse en varas de kendo, y que, en cualquier momento, esos estudiantes cargarán en contra de las buenas conciencias al grito de «¡Halcones!»…
Sigue la madrugada caminando solitaria. El calor parece haber adormilado al viento porque tarda un rato sin moverse. Pero algún sueño lo despierta y son de nuevo sus suaves dedos los que dan vuelta a la página para encontrarse con…
III.- Toda oposición al poder es, por ley, minoritaria, manipulada y perversa
El locutor de televisión está inspirado. Ha remarcado, una y otra vez, que el movimiento estudiantil es minoritario y que tiene la culpa de todo: que un caballo fracturado sea «desalojado violentamente por los paristas»; que un chofer atropelle («porque se puso nervioso ante la agresividad de los manifestantes») a unos marchistas; que en Kosovo la OTAN confunda trenes de refugiados con transportes blindados; que Albores haya agotado el presupuesto en comprar croquetas y «desertores» zapatistas con todo y su uniforme nuevo.
Para que nadie dude de la legitimidad de su trabajo «periodístico», ya está enviando cámaras y micrófonos al inquilino de Bucareli. La imagen es elocuente: un Labastida patético nos trata de convencer de que sus «servicios de inteligencia» sirven y son inteligentes. «Han detectado bastante gente», asegura el secretario de Gobernación y maltratado (por las encuestas) precandidato del PRI a la Presidencia de la República. La televisora, objetiva y desinteresada como es, muestra imágenes de una minoría bastante numerosa y la cámara busca, acusadora, a todo aquel que no tenga cara de estudiante (¿cómo es la cara de un estudiante?).
El todavía ministro del interior mexicano algo tiene que hacer para recuperar puntos en las encuestas (donde el gobernador de un estado lo aventajó mientras él hacía «manejo de imagen» en España), así que asegura las ocho columnas de los diarios del día siguiente acusando al PRD de estar detrás del conflicto en la UNAM.
Infructuosamente, tanto en el gobierno como en los partidos políticos buscan líderes reconocibles en el actual movimiento de la UNAM. Pero, aparte de descubrir que algunos usan celulares (cuando debieran, suponemos, usar señales de humo o tambores para comunicarse), y tienen madre y abuela (puesto que tienen también árbol genealógico), no aparecen los que se suponen debían aparecer.
La clase política se niega a reconocer no sólo que está frente a algo nuevo, vigoroso y que se extiende cada vez más. Tampoco se da cuenta que las viejas generaciones de líderes estudiantiles han cedido ante el avance no sólo de otros jóvenes estudiantes, también de otra forma de hacer política y de otra forma de «ser dirección».
Las direcciones individuales o de grupo ceden su paso a direcciones diluidas en colectivos. La presencia de tal delegado que pertenece a tal grupo político no significa que la posición de ese grupo sea la homogénea. Con mayor o menor intensidad es evidente que los distintos colectivos «sujetan» a sus delegados y los obligan a ser eso, «delegados», y no «dirigentes».
Si la presencia de antiguos líderes estudiantiles en las movilizaciones de hoy es una señal de nostalgia, es comprensible. Si significa alardear de lo que no se tiene (ascendencia moral o política sobre el movimiento actual), es cuestionable. Si representa una tendencia a tratar de entender algo nuevo y aprender de él, es de saludarse. Y ya. Pero, como quiera, esos líderes y sus herederos son rebasados por todos los lados y por una nueva generación de jóvenes estudiantes que, ¡sorpresa!, son rebeldes, desafiantes, luchadores, irreverentes, ingeniosos, creativos, desconfiados, críticos, cuestionadores, valientes, en fin, todo lo que les augura muchos problemas en el mundo neoliberal que les prometen y en el hastío gris de la política mexicana.
No hay, pues, otras fuerzas políticas detrás de ellos. Y es una lástima porque mucho aprenderían los partidos y organizaciones políticas de estos y estas jóvenes.
No sólo la frescura, la imaginación y la creatividad. También, y sobre todo, la honestidad del que arriesga lo poco que tiene por ser consecuente con sus ideas…
Sigue el viento hojeando y ojeando el viejo cuaderno. Una ráfaga lo lleva a donde se lee…
IV.- El reparto de huesos y croquetas: Labastida-Barnés y Labastida-Albores
Donde sí hay otras fuerzas políticas es detrás de rectoría. Ahí están ya las fuerzas que juegan por la candidatura priísta a la grande en el 2000. Y resulta que uno de los precandidatos está ya haciendo su equipo. ¿De campaña? No, ¡de gobierno!
El señor Francisco Labastida Ochoa, autodenominado precandidato del PRI a la Presidencia de la República, le ha ofrecido a Albores Guillén la oficina de Bucareli en el caso de que el hoy secretario de Gobernación llegue a Los Pinos. No sabemos si Labastida quiere a Albores en Gobernación para que cuide la entrada con sus fieros ladridos o para que persiga gatos, pero en Tuxtla hay gran entusiasmo por la idea y el feroz activismo de Albores, dicen sus empleados de comunicación social, es porque quiere demostrarle a Labastida que ha escogido bien a su futuro ministro del interior.
[En algún lugar se lee que el director de la Facultad de Veterinaria sacó animales mucho tiempo antes de que estallara la huelga. Tal vez algún can escapó al celo del director. Eso explicaría la aparición de Albores en Tuxtla. Ojo: checar fechas y ver si coinciden la de la salida de animales de Veterinaria con la de la toma de posesión de Albores].
El rector Barnés también quiere su hueso. Dando los primeros pasos en la privatización de la UNAM, se encamina a la Secretaría de Energía, Minas e Industria Paraestatal con una encomienda igualmente «revolucionaria»: la privatización de Petróleos Mexicanos.
Tal vez tienen razón quienes aseguran que detrás del conflicto en la UNAM hay otros conflictos que esperan dirimirse. Así parece cuando se aprecia que la disputa por la UNAM, su privatizaciónversus su carácter público, es otra forma de lucha entre quienes quieren destruir una nación poniéndola en venta y quienes resisten sabiendo que todos los empeños renovadores pasan hoy por la oposición a la nueva campaña de privatizaciones del gobierno mexicano.
[Importante es y será la lucha del Sindicato Mexicano de Electricistas en contra de la privatización de la industria eléctrica, y los empeños de la Coordinadora Intersindical Primero de Mayo por construir un frente nacional de resistencia no sólo contra las privatizaciones, sino contra todo el programa económico gubernamental. Ojo: en la marcha del próximo 1o. de mayo coinciden y se encuentran obreros, estudiantes e indígenas. Mucho mañana en muchos rostros en muchos pasos].
Ya casi amanece cuando el viento toma un último y nocturno impulso. La mano de aire tibio llega así a…
V.- No hay final… todavía
Ciertamente el final del actual movimiento universitario es una incertidumbre. La caprichosa moneda de la historia gira aún en el aire, retrasa su caída al suelo y, por ende, su definición.
Pero aunque no se sepa el destino, algo está claro ya: estos y estas jóvenes estudiantes, con su lucha, demuestran que el Poder fracasó. Que el triunfo del que se pavoneaba señalando una generación cuyas banderas eran sólo las del escepticismo y el conformismo fue un espejismo. Estos y estas jóvenes estudiantes demuestran que perdieron quienes apostaron a su inmovilidad y a su egoísmo.
Ellos y ellas se enfrentan ahora no sólo a la estupidez de un rector, al servilismo de la mafia que gobierna la UNAM, al ataque despiadado de los medios de comunicación electrónica, a las amenazas de un secretario de Gobernación que, desesperado, trata de recomponer su carrera presidencial demostrando que es más imbécil que los otros. Se enfrentan también a la incertidumbre en el mañana…
[Ahora se presenta el fenómeno «esponja»: cada nuevo golpe que le dan a los estudiantes no sólo no los debilita, sino que provoca que más se sumen a su causa. Así fue con la jugarreta de Barnés que «aprobó» el reglamento a espaldas de la razón y de la comunidad universitaria, se repitió con las carreritas y grititos histéricos de los directores de las facultades de Medicina, Derecho y Veterinaria, y con cada nueva mentira que le cuelgan al movimiento].
No es pequeño ni uno el enemigo que se les opone a los estudiantes. Pero no están solos. Aunque lejos en distancia, los zapatistas no ocultamos la admiración que nos causan los estudiantes, nos empeñamos en aprender bien la lección extracurricular que nos imparten, nos enorgullece saber que existen personas como ellos y ellas, y saludamos que sea suelo mexicano el que se asombra en verlos. Porque por jóvenes estudiantes como estos hombres y mujeres es que, hoy, decirse mexicano es un orgullo y no una vergüenza.
Los sentimos cerca, y no sólo porque las acusaciones que les hacen, y las mentiras con las que los atacan, repiten las que han lanzado en contra de nosotros una y otra vez. También, y sobre todo, porque en ellos y ellas se intuye que es posible otro México, otra política, otro ser humano, no perfecto pero sí mejor…
Ya cierra el viento el cuaderno y su aliento, así que no mira la hoja en donde la otra mano garabateó:
Vale. Salud y la Universidad, como la nación, o es para todos o no es.
Desde el Comando Central de SEXZU (Sociedad de Exalumnos Zapatistas de la UNAM), sin celular alguno, y viendo con terror que se acerca el 10 de mayo y no tenemos árbol genealógico (o sea que, para ponerlo claro, no tenemos madre ni abuela).
Nota: como será evidente para los inservibles y estúpidos servicios de inteligencia de la Secretaría de Gobernación, la sede de SEXZU estará ubicada en un rincón del sex-shop más cercano a su ¿corazón?, y la entrada secreta será activada con un video porno que luzca, definitivo, el número «69» en la portada.
El Sup escribiendo a la Facultad de Veterinaria pidiéndoles que manden vacunas antirrábicas a Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. ¡Urgen!
Ya llega la mañana. El sol es otra vez piel y miel sobre la tierra… Vale. Salud y ¿cómo iba la canción ésa de Violeta Parra?: ¿Me gustan los estudiantes, jardín de nuestra alegría, son aves que no se asustan de Barnés y Labastida…? ¿No? Pues como si tal…
Desde las montañas del Sureste Mexicano:
Subcomandante Insurgente Marcos
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