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Palabra del Ejército Zapatista de Liberación Nacional

Ene211999

A Guadalupe Loaeza: el sobre puente que une el cerebro con el corazón

EJÉRCITO ZAPATISTA DE LIBERACIÓN NACIONAL.
MÉXICO

Enero de 1999

Para: Guadalupe Loaeza
Periódico Reforma
México, D.F.

De: Subcomandante Insurgente Marcos.
EZLN
Chiapas, México

Madame:

Recién leí su carta publicada el 31 de diciembre de 1998 en las páginas del periódico Reforma. Le agradezco no sólo sus líneas, también la sinceridad que las anima y el honesto interés que, desde el inicio de nuestro movimiento, ha tenido respecto a Chiapas en particular y a los indígenas mexicanos en general.

No conozco el libro de Jean Marie Le Clezio, ni sé si Federal Express tenga servicio a la Selva Lacandona (por si es chicle y pega, la dirección es: Subcomandante Insurgente Marcos, EZLN, Cuartel General Playa de Trigo, montañas del Sureste Mexicano, Chiapas, México). Sería bueno que también le mandara un ejemplar al señor Zedillo. Además de que evita usted así el que la critiquen de parcial, a Zedillo le ayudará leer algo que le abra el estrecho horizonte de su visión política.

Bien, vayamos a su misiva. Pregunta usted si las comunidades indígenas zapatista están peor que antes del alzamiento. No. Seguimos sin escuelas, maestros, hospitales, médico, medicinas, buenos precios para nuestros productos, tierra, tecnología para trabajarla, salario justo, alimentos de calidad y cantidad suficiente, viviendas dignas, exactamente igual que antes de 1994. Las comunidades que no son zapatistas están en las mismas condiciones. Nosotros no hemos aceptado las limosnas (eso son) del gobierno. No las hemos aceptado ni lo haremos porque, como lo demuestran las condiciones de vida de los indígenas que sí las aceptan, los problemas no se resuelven y el nivel de vida no mejora en lo más mínimo. Pero sobre todo no las aceptamos porque nosotros no nos alzamos por escuelas, créditos y tiendas de Conasupo para nosotros. Nos alzamos por un país mejor, uno donde, entre otras cosa, se reconocieran nuestros derechos como pueblos indios, se nos respetara y se nos tomara en cuenta como ciudadanos y no como mendigos.

Con todo, hemos tratado de mejorar nuestras condiciones de vida y hemos levantado en algunos lugares escuelas con maestros, clínicas y farmacias con agentes de salud. Esto poco que tenemos lo hemos construido y reconstruido (porque una de las heroicas tareas del ejército federal en Chiapas es la destrucción de escuelas, clínica, farmacias y bibliotecas) con nuestras fuerzas y con la ayuda de personas buenas, organizadas y no, que se llegan hasta estas tierras.

Y sepa usted, Madame, que mucho nos han ayudado (como nunca antes en la larga historia de los pueblos indígenas), pero nunca para hacer la guerra. Nadie se ha llegado a ofrecer armas, balas o entrenamiento militar.

Todos han llegado ofreciendo ayuda monetaria y conocimientos para mejorar la educación, la vivienda, la alimentación, la salud, el trabajo. Estas personas viven un tiempo con nosotros, nos ven como somos, con nuestros defectos (que no son pocos ni pequeños) y con nuestras virtudes (que también las tenemos pero no más ni más grandes que las personas de otras latitudes, colores, culturas, razas). Tal vez algún día pueda hablar usted con alguna de estas personas, cualquiera de ellas le dará un panorama más real y más completo que lo que yo intento, inútilmente, transmitirle en estas líneas.

Nosotros ahora tenemos cosas que antes no teníamos y es muy poco comparado con todas las necesidades. Pero la diferencia entre nuestras carencias de antes y las de ahora, es que antes a nadie le importaba el que no tuviéramos lo mínimo indispensable. Lo que sí teníamos antes del 1o de enero de 1994, y que perdimos desde entonces, es la desesperanza, es la amargura, es la resignación.

Somos pobres, sí. Pero viera usted que nuestra pobreza es más rica que la pobreza de otros y, sobre todo, más rica que la que teníamos antes del alzamiento. Y es que ahora nuestra pobreza tiene mañana. ¿Por qué? Bueno, porque hay algo muy importante que no teníamos antes del alzamiento y ahora se ha convertido en nuestra más poderosa y temida (por nuestros enemigos) arma: la palabra. Viera usted qué buena es esta arma. Es buena para combatir, para defenderse, para resistir. Y tiene una gran ventaja sobre todas las armas que tienen el gobierno, sean sus militares y paramilitares, ésta no destruye, no mata.

Sé bien que el señor Labastida nos acusa de ser responsables del deterioro en el nivel de vida de las comunidades zapatistas. Labastida representa a un gobierno que tiene a la mitad de su ejército dentro de las comunidades indígenas, que mantiene con bayonetas a un gobernador sustituto, interino, ilegítimo e ilegal, que derrocha miles de millones de pesos, no en la mejora del nivel de vida de las comunidades no zapatistas, sino en pagar costosas campañas de prensa y en financiar grupos paramilitares, un gobierno que ordena a sus soldados que impidan el trabajo de la tierra, que violen mujeres, que promuevan el cultivo y el tráfico de enervantes, que prediquen la religión del alcohol y la prostitución.

Dígame, ¿no es cínico acusarnos a nosotros  de lo que ellos clasifican en sus manuales como  guerra de baja intensidad? ¿No es una burla a todos que el mismo gobierno que  ha promovido el deterioro del nivel de vida del pueblo mexicano (cito información del periódico que tiene el honor de tenerla entre sus editorialistas: En 1999, 4 millones de pobres dejarán de recibir asistencia alimenticia o para su desarrollo comunitario, un millón 116 mil niños ya no recibirán leche subsidiada, el gasto de la UNAM, IPN y UAM cae 50%, el financiamiento de investigación científica pierde el 42%, la construcción de unidades de salud se reduce en un 20%, Conasupo reduce sus gastos en 75% y se alista a su desaparición, 34 millones de mexicanos que compran maíz en tiendas de Diconsa enfrentarán un aumento del 100% en el precio. Reforma, 2-I-99), nos acuse a nosotros de ser los responsables de la baja del nivel de vida de las comunidades indígenas.

Ahora, suponga usted Madame que soy un farsante con sorprendentes dotes de manipulación. Suponga que he logrado embaucar a los medios de comunicación más importantes de los 5 continentes, a las Organizaciones No Gubernamentales de varios países, a millones de mexicanos y a usted. Suponga que los he engañado y que en el México indígena y en Chiapas no pasa nada: ni lo indígenas han vivido en la miseria más indignante ni es cierto que la vida de un indio en Ocosingo valía menos que una gallina, ni es verdad que todavía en 1993 los finqueros ejercían el derecho de pernada en las familias de sus peones. Suponga que es un invento que el mejor ejemplo de  la aplicación del Estado de Derecho en Chiapas es la historia (real, créame) del indígena preso hace unos cuantos años y condenado a 30 años de cárcel por haber asesinado a su padre («con alevosía, premeditación y ventaja», rezaba el expediente firmado orgullosamente por el juez encargado del caso) que pagaba su «deuda con la sociedad» en el Penal de Cerro Hueco mientras del exterior sólo recibía regularmente un paquete de tortillas que sin alta le llevaba personalmente ¡su papá!. Suponga que es mentira que el ejército y la policía participaron y participan con singular entusiasmo en los ataques a comunidades indígenas, que es also y que es una calumnia el que el apresurado paso de México a la modernidad pretendía hacerse olvidando a los más de 10 millones de habitantes primeros de estas tierras.

Vamos Madame, suponga que todo es así como lo escribo. ¿Ya? Bueno, ahora le suplico que me responda lo siguiente:

1.- Si el EZLN no se hubiera alzado en armas el 1o de enero de 1994, ¿el gobierno, México, el Mundo, usted, esos articulistas el que se apunte, hubieran volteado a ver a los pueblos indios? ¿No era, hasta antes del 94, un insulto el llamar «indio» a alguien?

2.- Si las causas fundamentales (y nacionales) que provocan la marginación de los pueblos indios de México y que están en la raíz del alzamiento zapatista no se han resuelto ni se han sentado las bases para su solución (es decir, pueden provocar otro alzamiento), ¿no sería irresponsable firmar la paz sabiendo que la guerra vendrá de nuevo? ?No es más responsable exigir que se termine con el alzamiento zapatista pero también con todo lo que lo provocó y lo hizo posible y necesario?

3.- Si Marcos es el culpable de que las comunidades indígenas zapatistas no mejoren su nivel de vida porque las induce u obliga (depende del articulista) a rechazar la ayuda gubernamental, ¿por qué las comunidades indígenas que no son zapatistas están igual o peor que las que sufren la «opresión» zapatista? ¿Por qué, a pesar de los miles de millones que el gobierno dice que ha invertido en Chiapas «para resolver las causas del conflicto y el rezago social», los más de un millón de indígenas no han mejorado su nivel de vida? ¿Son todos zapatistas?

Bueno, ahora suponga usted que esos articulistas que la desvelan dicen la verdad y es Marcos el que impide que el conflicto se solucione y que sólo busca alargarlo para poder así cartearse con las escritoras de las páginas editoriales de Reforma (cosa que sería impensable, dicen, si la paz ya se hubiera firmado), que los zapatistas dicen que quieren la paz pero no regresan a la mesa del diálogo con el gobierno porque en realidad no les interesan los pueblos indios sino sus cálculos políticos.

Suponga usted que Zedillo, Labastida, Rabasa, Albores, Green y el que se apunte, tienen razón y las comunidades indígenas (claro, exceptuando a los necios pueblos zapatistas) viven ahora en la abundancia que el gobierno ha tenido a bien facilitarles. Suponga que es  cierto eso de que el gobierno ha dado muchas muestras de disposición al diálogo, y las multimencionadas visitas de Zedillo a Chiapas -en 1998- fueron para respaldar su voluntad e paz y no  para amenazar o para apoyar los golpes represivos que Albores protagonizó a lo largo de ese año. Suponga que es cierto que el gobierno no ve al EZLN como un problema militar sino político y que es cierto que quieren resolverlo con política

Suponga todo esto Madame y, entonces, responda estas otras preguntas:

4.- Si los zapatistas no somos un peligro militar y nos pueden acabar en cuestión de minutos, ¿por qué el gobierno tiene a más de 60.000 efectivos en lo que ellos llaman la zona de conflicto? ¿Para que las comunidades indígenas conozcan las ventajas de la vida occidental, es decir, la prostitución, las drogas y el alcohol que acompañan a las guarniciones federales cuando se instalan DENTRO de las comunidades?

5.- Si el gobierno tiene a 60.000 soldados «aplicando la ley de armas de fuego y explosivos» en territorio chiapaneco, ¿dónde consiguieron y consiguen sus armas, parque, equipos y entrenamiento los paramilitares de Paz y Justicia, Mascara Roja, MIRA, Chinchulines, Los Puñales y Albores de Chiapas? ¿Dónde están las armas de grueso calibre que se usaron en la matanza de Acteal?

6.- Si el objetivo del diálogo y la negociación es llegar a acuerdos (como los de San Andrés, firmados por el gobierno y el EZLN el 16 de febrero de 1996), y los acuerdos no se cumplen, ¿para qué son el diálogo y la negociación?

7.- Si el gobierno no cumplió con los primeros acuerdos de paz que firmó, ¿qué les garantiza a los zapatistas que el gobierno va a cumplir los acuerdos finales cuando se pacte la salida a la vida civil?

No, Madame, no es tarea ni castigo. Es el viejo método del Viejo Antonio: preguntar para caminar.

Si, no obstante todo esto, la confusión prevalece, le sugiero algo. Llame usted a su amiga Sofía e invítela a visitar, junto a usted, las comunidades indígenas de Chiapas (las zapatistas y las no zapatistas). Vengan de incógnitas, así no podremos preparar una escenografía para engañarlas. Si quieren palpar directamente el ambiente de xenofobia que el gobierno ha logrado crear en Chiapas, acuerden no hablar en español en ningún retén militar o de migración (inglés o francés está bien, aunque para los de migración todo lo que no sea español es inglés). Tomen el avión a Tuxtla, de ahí viajen a San Cristóbal de las Casas y, haciendo base ahí, pueden recorrer comunidades zapatistas y no zapatistas en la zona de Los Altos, de la Selva o del Norte de Chiapas. Con el «look» de extranjeras podrán ustedes disfrutar del trato humanitario que militares y agentes de migración brindan a las personas de otros países que osan salirse de las rutas turísticas. Vengan. Lleguen hasta las comunidades. Vean y escuchen a la gente. Tal vez no encuentren la verdad absoluta, pero es seguro que encontrarán donde está la mentira.

Casi al final de su carta, usted dice, y dice bien, que no queremos otro Acteal. No, ni ustedes ni nosotros lo queremos. Pero ellos, los que dicen que gobiernan, están dispuestos a repetirlo las veces que sea necesario para destruir no sólo a los zapatistas, sino a los pueblos indios en su conjunto. Lo quieren repetir hasta que los indígenas dejen de serlo y, o desaparezcan o se «occidentalicen».

Nosotros no pensamos permitirlo, y creemos que muchos como usted tampoco van a permitir que ese horror se repita. Por eso estamos haciendo un nuevo esfuerzo de paz y de diálogo con la CONSULTA POR EL RESPETO A LOS DERECHOS DE LOS PUEBLOS INDIOS Y POR EL FIN DE LA GUERRA DE EXTERMINIO. Sí, ya sé que el nombre es muy largo pero su aspiración es mayor aún.

Por eso le digo que hable con su amiga Sofía y se ponga de acuerdo con ella, formen su brigada de promoción y difusión de la consulta (ojo: esto no significa que estén de nuestro lado, que se vuelvan zapatistas, o que subscriban ni total ni parcialmente nuestras posiciones), regístrenla en la OFICINA DE CONTACTO PARA LA CONSULTA (tel. y fax: (967) 8-10-13 y (967) 8-21-59, e-mail: contacto@laneta.apc.org)  y empiecen a explicar entre sus amistades y conocidos (que no siempre son los mismos) que la consulta será el domingo 21 de marzo de 1999 en todo el país y en los países donde los mexicanos se organicen para dar su opinión, que son solo 4 preguntas y que pueden participar todos los mexicanos y mexicanas mayores de 12 años.

No las estoy tratando de reclutar, Madame (como seguramente le van a decir algunas de sus amistades), sólo las estoy invitando a trabajar por la paz. Por eso, díganles algo muy sencillo y urgente: Acteal no debe repetirse y par que nos e repita es necesario reconocer los derechos de los pueblos indio y detener la guerra de exterminio. ¿Parece consigna? Créame que no, Madame, es algo más definitivo: es un deber.

Si, después de todo y de todos, sigue usted confundida, no se preocupe Madame. Mire usted hacia ese puente que une el cerebro con el corazón, el pensamiento y el sentimiento (alma, le dicen unos). Mire usted y escuche, estoy seguro que sabrá lo que es bueno, que no siempre es lo mejor, pero jamás es innecesario. Por último, para aumentar su confusión, aquí le va una anécdota zapatuda: por acá hicieron una tienda cooperativa de modas, se llamó La Zapatista Elegante y su lema era Contra el mal gusto reaccionario, la elegancia revolucionaria. Qué tal, ¿eh?  ¿No es evidente nuestra perversidad?

Vale. Salud y, ya verá usted, de lo único que somos realmente culpables es de haberle bajado el dobladillo a la esperanza.

Desde las montañas del Sureste Mexicano

Subcomandante Insurgente Marcos.

México, Enero de 1999.

P.D.- Le mandamos muchos saludos y agradecemos lo del pasamontañitas. No hay tal… todavía, pero la mantendremos informada.

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1 Comentario »

  1. Concuerdo con el Subcomandante Marcos, Nosotros no pensamos permitirlo, y creemos que muchos como el gobierno en ese entonces, y el ver como ese horror se repita, seria inédito. Por eso fue el nuevo esfuerzo de paz y de diálogo con la CONSULTA POR EL RESPETO A LOS DERECHOS DE LOS PUEBLOS INDIOS Y POR EL FIN DE LA GUERRA DE EXTERMINIO. de tal manera, es increible recordar todo lo que aconteció en esos años y en los años en los que no habia alguien que alzara la voz como el subcomandante Marcos, es una cosa que deja mucho que pensar.

    Comentario de Almonte Villalva Jackson — noviembre 25, 2020 @ 12:57 pm

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