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Palabra del Ejército Zapatista de Liberación Nacional

Nov201998

Encuentro Sociedad Civil-EZLN en San Cristóbal de Las Casas: La historia de Hurakán y la palabra que acuerdo nace.

Comité Clandestino Revolucionario Indígena
Comandancia General del Ejército Zapatista de Liberación Nacional

Palabras en la inauguración del Encuentro Sociedad Civil-EZLN en San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, del 20 al 22 de Noviembre de 1998.

«Nosotros los plebeyos; nosotros los andrajosos; nosotros los hambrientos; los que no tenemos un terrón donde reclinar la cabeza; los que vivimos atormentados por la incertidumbre del pan de mañana para nuestras compañeras y nuestros hijos; los que, llegados a viejos, somos despedidos ignominiosamente porque ya no podemos trabajar, toca a nosotros hacer esfuerzos poderosos, sacrificios mil para destruir hasta sus cimientos el edificio de la vieja sociedad, que ha sido hasta aquí una madre cariñosa para los ricos y los malvados, y una madrastra huraña para los que trabajan y son buenos».

Ricardo y Enrique Flores Magón, Librado Ribera y Anselmo L. Figueroa

Hermanos y Hermanas:

Les hablamos a nombre de los niños, ancianos, hombres y mujeres, milicianos, insurgentes, oficiales y comandantes del Ejército Zapatista de Liberación Nacional.

A nombre de todos ellos y ellas los saludamos.

Primero que nada queremos darles las gracias por habernos invitado a este encuentro con ustedes, por haberse movilizado y organizado para abrir este espacio de diálogo, y por haberse esforzado y conseguido una nueva oportunidad para la palabra.

Durante este tiempo que pasó el gobierno no ha detenido su guerra en contra nuestra. Más armas y más soldados amenazan a nuestros pueblos. Más muertos y más presos nos hace la guerra del gobierno para romper nuestra resistencia.

Para el gobierno la guerra contra los indígenas es un negocio. No sólo porque sus soldados ganan más dinero, más del doble de su salario normal; también porque los gobernantes participan en los negocios de la prostitución y la venta de alcohol en las cercanías de los cuarteles y guarniciones. El narcotráfico internacional ha encontrado apoyo y protección en el gobierno a través de las fuerzas armadas que ocupan territorio chiapaneco.

Por eso el gobierno de Zedillo hace todo lo posible para bloquear o impedir los esfuerzos de paz de la sociedad civil, de la Iglesia progresista y de diversos actores políticos.

Cada vez que alguna señal permite abrigar esperanzas de diálogo y paz, el gobierno y el ejército montan provocaciones que buscan hacer fracasar cualquier iniciativa que no sea de aniquilamiento.

Los soldados no sólo mandan en sus cuarteles, también lo hacen en la casa del gobierno del estado de Chiapas y en las policías estatales y federales que operan en estas tierras.

Chiapas vive hoy la realidad de un gobierno de facto, dirigido por militares. El PRI y las autoridades estatales no son más que unas patéticas marionetas que fingen hacer política.

Desde que se iniciaron los diálogos por la paz y en todo este periodo en que se encuentran suspendidos, el gobierno no ha dejado de hacer una guerra de exterminio en contra de los pueblos indios de México y especialmente en contra de los indígenas chiapanecos.

Frente a esto, los pueblos zapatistas resisten, una y otra vez son agredidos. Cotidianamente se les hostiga. Todos los días deben soportar una campaña de mentiras y simulaciones en su contra. Y cada tanto se les intenta comprar su dignidad y vergüenza.

Echando mano de su historia y conocimientos, y apoyados por personas y organizaciones buenas y honestas, los pueblos zapatistas resisten la guerra de exterminio organizándose en trabajos colectivos para resolver sus problemas de salud, educación, alimentación y vivienda. Los pocos recursos que poseen las comunidades indígenas zapatistas no son destinados a la compra de armamentos o equipos militares, sino a proyectos que mejoren sus condiciones materiales. No para vivir mejor, sino para poder resistir y seguir luchando hasta que todos los pueblos indios de México vean reconocidos sus derechos y tengan en sus manos su historia y su destino, y todos los mexicanos tengan democracia, libertad y justicia.

Para el gobierno resulta intolerable que un puñado de indígenas se haya atrevido a desafiar su imperio de mentiras y corrupciones. Por eso a nuestros justos reclamos se ha respondido con la burla, el desprecio, el olvido y la muerte.

Pero no sólo hemos encontrado desmemoria y estupidez en nuestro camino.

En medio de vientos y lluvias terribles, su palabra de ustedes llegó hasta nuestra tierra y le hizo casita al pequeño fuego de nuestra esperanza.

La sociedad civil, esa fuerza real que tanto desespera a politólogos y gobernantes, no ha quedado callada e inmóvil frente a esta guerra en contra de nuestras raíces.

En México y en todo el mundo se han levantado voces y pensamientos que nos hablan y nos escuchan, y que exigen que se detenga la guerra y deje lugar a la razón y la palabra.

Hombres y mujeres han encabezado esta movilización civil por la paz.

En los momentos más difíciles y oscuros, cuando organizaciones de ayuda humanitaria, legisladores y personalidades se hayan paralizados en sus escritorios y oficinas, cientos de hombres y mujeres en todo el mundo se organizan, realizan campañas de acopio, conciertos de rock, bazares de arte, grupos de observadores de los derechos humanos, y se movilizan desde rincones de los cinco continentes y de todo México y se vienen hasta nuestras comunidades a veces para llevar toneladas de alimentos, ropa y medicinas, a veces para ver y escuchar lo que el gobierno no quiere que se vea ni que se escuche, y a veces para traer sólo un saludo, un «aquí estamos», un «no están solos».

Por eso queremos dar aquí un reconocimiento público, a nombre de todos y todas los zapatistas, a los hombres y a las mujeres de México y de todo el mundo.

A todos ellos y ellas que, sin nombre como nosotros y como nosotros sin rostro, han estado junto nuestro resistiendo, luchando y soñando, que es una forma algo complicada de resistir y vivir en estos tiempos de cinismos y cómodas conformidades.

Salud, pues, hombres y mujeres de México. Salud, pues, hombres y mujeres de Europa, de América, de Asia, de Africa y de Oceanía.

Salud a los hombres y mujeres indígenas, a los hombres y mujeres obreros, a los hombres y mujeres campesinos, a los hombres y mujeres empleados, a los jóvenes y mujeres estudiantes, a los hombres y mujeres maestros, a los hombres y mujeres presos políticos, a los hombres y mujeres desempleados, a los jóvenes y mujeres banda, a los jóvenes y mujeres rockeros, a los hombres y mujeres artistas, a los homosexuales y lesbianas, a los hombres y mujeres jubilados y pensionados, a los hombres y mujeres discapacitados, a los hombres y mujeres de la tercera edad, a los hombres y mujeres que en México dicen y se dicen ¡ya basta!

Salud a los hombres y mujeres que en la Unión Americana, en Canadá, en la Península Ibérica, en Italia, en Suecia, en Francia, en Suiza, en Dinamarca, en Noruega, en Grecia, en Alemania, en el País Vasco, en Irlanda, en Holanda, en Japón, en Australia, en Uruguay, y Chile ,en Argentina, en Brasil, en Colombia, en Venezuela, en Bolivia, en Perú, en Ecuador, en Nicaragua, tienden puentes de resistencia y rebeldía, y hacen caminar por ellos la memoria y el mañana.

Hombres y mujeres de México y el mundo:

Les pedimos a todas y a todos, no importa dónde se encuentren, que acepten este pequeño homenaje de los zapatistas.

Con estos hombres y mujeres como vehículo, motor, combustible, camino y destino, la sociedad civil logra su nombre más limpio y su rostro más bello y digno, su mañana mejor.

Por estos y estas hombres y mujeres, con ellos y ellas, de ellas y ellos, vino la invitación para este encuentro, un encuentro entre firmantes, firmados y los que no son ni firmantes ni firmados.

Nosotros escuchamos. Estos hombres y mujeres nos han enseñado a escuchar y resulta que salimos buenos para aprender y escuchamos su voz que invitaba a una palabra más grande, una donde cupieran más voces, voces distintas y diferentes, otras veces.

Escuchamos y por eso estamos aquí con ustedes.

El día de hoy nos encontramos aquí reunidos. No fue fácil llegarnos. Muchas fuerzas hubieron de ponerse en movimiento, muchas necedades debieron derrotarse, muchos obstáculos debieron ser removidos aunque sea momentáneamente. Pero aquí estamos.

Todos nosotros, ustedes y el nosotros que somos ustedes, hemos llegado hasta acá movidos por razones tan distintas como diferentes son las banderas que levantamos, los pensamientos que caminamos, los colores que vestimos y las esperanzas que nacemos en nuestros corazones.

Motores distintos han hecho andar nuestros pasos hasta este lugar y aquí estamos todos juntos.

Pero, aunque hayan sido diferentes los motivos que nos hicieron encontrarnos, habrá algunos que son los mismos:

Por ejemplo, tal vez todos creemos que el otro es otro y es, y que siendo otro no es menos ni es más, sino que es.

Y por ejemplo, tal vez todos creemos que la palabra que va y viene creciéndose, el diálogo pues, es camino bueno si son verdaderos los corazones que se encuentran.

Y tal vez, por ejemplo, todos creemos que la paz, la justicia y la dignidad no se pueden separar y que omitir cualquiera de ellas es hacer la guerra, repartir la destrucción y decretar la muerte para el otro.

O puede ser, es un ejemplo, que todos creemos que la democracia es la democracia, el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. Y que el pueblo somos todos los otros que somos.

Durante la preparación de este encuentro, hemos tomado contacto con varios de ustedes. A ellos les hemos dicho lo que ahora les repetimos a todos:

Queremos un encuentro amplio, abierto, incluyente, donde todas las voces encuentran lugar y respeto si son verdaderas y brindan respeto.

Queremos un encuentro de ideas y propuestas concretas para la consulta sobre la ley de derechos y cultura indígenas.

Queremos un encuentro de búsqueda de la paz.

Queremos un encuentro de análisis de la situación nacional.

Queremos un encuentro para empezar a buscar, encontrar y andar el camino de un país mejor, más justo, más libre y más democrático. Nosotros pensamos que todo esto empezará a construirse desde aquí porque es bueno el tiempo para hablar y para escuchar.

Antes de que saliéramos para acá, el SupMarcos nos contó una historia que dice que le contó el viejo Antonio para la mar. El sup nos contó esta historia para que nosotros la conociéramos y la contáramos a ustedes…

Fue en medio de uno de esos grandes vientos mojados y luminosos que ustedes llaman «huracanes» o «ciclones», que el viejo Antonio se dio el modo y la maña para encender su cigarro hecho de doblador y, haciéndole casita con las manos al fuego y a la palabra que calentaban su boca, empezó a hablar, para que todos escucháramos…

La historia de Hurakán y la palabra que acuerdo nace

Cuentan los más viejos de nuestros viejos que sus grandes abuelos decían que el mundo se nació de la palabra. Pero no de la palabra de uno solo, que se habla a sí mismo o nomás para dentro habla.

Dicen los grandes abuelos que los dos que son uno se encontraron en la oscuridad de la noche y que se hablaron uno al otro mutuamente y que se meditaron, que es una forma de hablar sin palabras.

Dicen los más viejos abuelos que algunos llaman al uno que es dos nombrándolos Tepeu y Gucumatz.

Y dicen también que el uno que es dos, por siete veces es.

Es el Tzacol y el Bitol, que son la madre creadora y el padre formador.

Es el Alom y el Qaholom, que son la madre que cría y el padre que cuida.

Es el Hunahpú-Vuch y el Hunahpú-Utiú, que así llaman a la madre mañana y el padre noche…

Es el Zqui-nima-tzhs y el Nima-Ac, la madre abuela y el padre abuelo.

Es el Tepeu y el Gucumutaz, que quiere decir la madre que lucha y vence y el padre que bien gobierna.

Es el U Qux Paló y el U Qux Cah, que es como se nombran la madre mar y el padre corazón del cielo.

Es el Ah Raxá Lac y el Ah Raxá Tzel, rostros que son de la madre tierra y el padre cielo.

Y siete veces son el uno que es dos de los dioses más primeros, los que nacieron el mundo.

Y dicen que ése uno que es dos siete veces se pusieron de acuerdo y juntaron sus palabras y sus pensamientos y entonces acordaron y planearon el nacimiento del mundo.

Dicen que los más grandes abuelos que los dos que son siete veces uno, se llamaron entre sí en el Hurakán, que es otra forma de llamar al «corazón del cielo».

Y dicen los más antiguos que nacer el mundo no es fácil, que varios se necesitan, que la palabra es herramienta y material de construcción, y que es en el tiempo de Hurakán cuando se nacen las palabras, que por las palabras nacen acuerdos y que los acuerdos amanecen mundos.

Así dicen los más antiguos, nuestros abuelos más abuelos, que el corazón del cielo se hace Caculhá Hurakán, nombrado también solamente Hurakán y en mojado viento de luz hace su plan de nacer mundos nuevos.

Así dijo el viejo Antonio para que nosotros supiéramos, para que nosotros camináramos este tiempo de ciclones y huracanes no sólo con el dolor que moja nuestros suelos y cielos, también para que, con la luz que regala ahora el Caculhá Hurakán, con ustedes nos habláramos y con palabras nos acordáramos y planeáramos algo simple: nacernos otro mundo, uno mejor, uno más bueno, uno donde haya lugar, respeto, oído y voz para todos los otros que somos todos.

Por eso es en estos tiempos de huracán en los que se realiza este encuentro, por eso llegaron ustedes, por eso llegamos nosotros, para eso nos encontramos.

Salud pues hermanos y hermanas de la sociedad civil.

Gracias por habernos invitado a este encuentro.

Gracias por darnos lugar, respeto, oído y voz con ustedes.

¡Democracia!

¡Libertad!

¡Justicia!

Desde el Sureste Mexicano.

Comité Clandestino Revolucionario Indígena-Comandancia General del Ejército Zapatista de Liberación Nacional.

México, Noviembre de 1998.

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