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Palabra del Ejército Zapatista de Liberación Nacional

Oct191998

A la Cocopa: reiniciamos los contactos públicos

Ejército Zapatista de Liberación Nacional

México, octubre de 1998.

A la Comisión de Concordia y Pacificación.
Congreso de la Unión.
México.

Señoras y señores legisladores:

Les escribo a nombre de los hombres y mujeres que forman el Comité Clandestino Revolucionario Indígena-Comandancia General del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Hemos pensado que el puente entre los zapatistas y los legisladores de la Cocopa intente su reconstrucción a partir del punto en el que se suspendió.

Tal vez ustedes recuerden el último contacto directo entre miembros del CCRI-CG del EZLN y miembros de la Cocopa, en el mes de enero de 1997. En ese entonces recaía sobre el senador don Luis H. Alvarez la responsabilidad de la presidencia de la comisión legislativa. Un poco antes, en diciembre de 1996 y en el mismo periodo de su presidencia de la Cocopa, esa instancia legislativa intentó coronar un largo y accidentado batallar por ayudar a la paz. Dos años cumplía entonces la Cocopa y no había sido poco ni despreciable lo que había abonado en el proceso de diálogo y negociación entre el Ejecutivo federal y el EZLN. Después de haber vencido nuestra desconfianza y haberse ganado a pulso nuestro respeto, después de haber sorteado ataques públicos, privados y secretos de parte del gobierno y de otras fuerzas también interesadas en que el conflicto no se resolviera por medios pacíficos, después de haber batallado a su interior para lograr que los intereses de la nación lograran imponerse a los comprensibles intereses de partido y los ya no tan comprensibles intereses personales, la Comisión de Concordia y Pacificación había logrado convertirse, por mérito propios, en el actor principal de una paz que estuvo entonces a un paso y luego se fue haciendo añicos conforme avanzaban la cerrazón, la intransigencia y la violencia gubernamentales.

Creo que todos ustedes estarán de acuerdo conmigo que en ese largo batallar, y en las pequeñas y grandes victorias que entonces obtuvieron como comisión legislativa, tuvo un papel protagónico y esencial el senador Heberto Castillo. Desgraciadamente para la causa de la paz y felizmente para quienes anhelan la guerra del poderoso, don Heberto murió y dejó un vacío no sólo en la Cocopa, también en todo el proceso de paz y, especialmente, en la historia de esos días y noches de este México de fin de siglo.

He escrito «un largo y accidentado batallar por ayudar a la paz». Sí, no fueron pocos los obstáculos que tuvieron que enfrentar para ir construyendo esos dos basamentos sin los cuales cualquier diálogo y negociación son imposibles: la confianza y la credibilidad. Algunos de los obstáculos ya se encontraban ahí, otros se les fueron apareciendo a medida que iban teniendo éxitos y protagonismo en el proceso de paz.

Pero en fin, nada tenemos que contarles de todo esto, pues algunos de ustedes estuvieron presentes en todo ese proceso. Pero lo que sí señalamos es que, a final de esa ruta de la que ustedes tendrán seguramente más detalles que los que ahora podamos aportar nosotros, se tuvo la paz al alcance de la mano y del tiempo. Ustedes, seguramente, recuerdan que entonces, diciembre de 1996 (¡hace casi dos años!), no se hablaba de que el conflicto podía durar «uno, dos o cinco años» (que son los plazos que ahora se plantea el señor Labastida), sino de que se podía tener la paz firmada ¡en marzo de 1997! ¿No es eso hace 20 meses? ¿No es eso antes de los crímenes de Acteal, de Chavajeval y Unión Progreso? ¿No es antes de esa triste mascarada llamada «Fobaproa»? ¿No es antes de la visita del señor Annan y la creciente preocupación de la comunidad internacional por «esos cuatro municipios» con los que la inefable Secretaría de Gobernación define la rebeldía zapatista? ¿No es antes del inexorable derrumbe del frágil castillo marcroeconómico en el que se ha encerrado el señor Zedillo? ¿No es antes de este año 2000 disfrazado de 1998?

Pero ustedes lo saben bien porque fueron testigos y actores privilegiados, todo se hizo pedazos en unos cuantos días. ¿Culpa de los «chinchones» a los que era o es afecto el ahora ex secretario de Gobernación? No, ahora sabemos que no. El responsable de que la paz con justicia y dignidad no llegara a suelos indios es el que reside en Los Pinos. Con un temor sólo tan grande como su impericia, él hizo asunto personal de una cuestión nacional. Pero los problemas de Estado no se pueden resolver como si fueran de la vida personal, y él hizo que prevalecieran su rencor y sus fobias y dio luz verde a los que querían y quieren responder con destrucción al reclamo de justicia, los que contraponen muerte a la dignidad, los que oponen la mentira a la verdad y la guerra a la paz. No, él pudo pero no quiso.

Al retractarse de su aceptación de la propuesta de reforma constitucional elaborada por la Cocopa, el señor Zedillo no sólo se retractaba de su palabra empeñada en la firma de los acuerdos de San Andrés en materia de derechos y cultura indígenas, también rompía en pedazos la confianza y la credibilidad en su administración. El derrumbe de la esperanza de una paz firme y rápida arrastró en su caída a la Comisión de Concordia y Pacificación. Con eso no sólo se arruinó la oportunidad de una paz rápida, también se vino por tierra todo el trabajo que, para ganar confianza y credibilidad, habían realizado los legisladores, ¿Cómo podría tener viabilidad cualquier propuesta de coadyuvancia de la Cocopa si se le saboteaba sistemáticamente? ¿Qué confianza podíamos tener nosotros si no se escuchaba ni hacía caso a quienes hacen las leyes de este país? ¿Qué podíamos esperar nosotros si la respuesta a los esfuerzos de paz del Congreso se respondía con la burla y la marrullería?

Entonces confiamos y creíamos que, en el gobierno, la voluntad de paz era verdadera y el interés en una solución rápida era grande. Pero nos equivocamos. Ahora sabemos que en el Ejército federal no hay voluntad de paz y no hay más interés que el de un golpe militar rápido y «certero».

El problema ahora es cómo hacer para reconstruir el camino a la paz, a pesar del guerrerismo del Ejecutivo. Y también cómo hará la Cocopa para recuperar la confianza, la credibilidad y la eficacia que había alcanzado hasta el momento en que fue golpeada por el «NO» de Zedillo.

Tal vez el error estuvo en suponer que la Cocopa podía ser un puente entre el EZLN y el gobierno y que, gracias a ese puente, se podía llegar a acuerdos y cumplirlos. Ahora sabemos que no era NI ES posible, la Cocopa (ni nadie que quisiera la paz) podía o puede ser puente hacia el gobierno. No podía ni puede por la sencilla razón de que en el Ejecutivo no quieren los puentes de paz que le ofrecían la Cocopa y la Conai, sino los abismos de la guerra que le ofrecen sus asesores.

Pero si del lado del Ejecutivo federal no se quiere la paz, quisiéramos pensar que hay otros y otras que sí la desean y habrá que tender los puentes hacia allá.

Ahora estamos haciendo un nuevo esfuerzo y estamos apelando otra vez a quienes han sido fundamentales en este proceso, a esos hombres, mujeres, niños y ancianos que se hacen voluntad y acción colectiva bajo el nombre de «sociedad civil». A estos sumamos ahora el llamado al Congreso de la Unión, para que aporte a la paz y se una al esfuerzo por detener la guerra de exterminio que el Ejecutivo federal perpetra en el sureste indígena mexicano.

En fin, como les decía al principio, estamos tratando de retomar el puente con la comisión legislativa y retomarlo justo donde quedó. Por eso esta carta y este breve recuento de historias y retos pendientes, por eso este breve trazo de lo que puede ser camino de paz o nueva frustración. Ahora, como antes, nos esperan tiempos difíciles. El cálculo torpe del gobierno sobre el proceso electoral de 1997 arruinó el proceso de paz y el esfuerzo conciliador de la Cocopa. Las complicaciones en el escenario político se repiten y aumentan hoy.

Señoras y señores, legisladores federales que forman la Comisión de Concordia y Pacificación:

A nombre de los niños, ancianos, hombres y mujeres zapatistas, y con la representación del Comité Clandestino Revolucionario Indígena-Comandancia General del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, les comunico que, con esta misiva, reiniciamos los contactos públicos entre el EZLN y la Comisión de Concordia y Pacificación. Es todo.

 

Desde las montañas del sureste mexicano.

A nombre del Comité Clandestino Revolucionario Indígena-
Comandancia General del Ejército Zapatista de Liberación Nacional.

Subcomandante Insurgente Marcos

México, octubre de 1998.

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