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Palabra del Ejército Zapatista de Liberación Nacional

Feb271998

La Mesa de San Andrés. Entre los Olvidos de Arriba y la Memoria de Abajo. 

La Mesa de
San Andrés

Entre los Olvidos de Arriba y la Memoria de Abajo.

Para mi mariana, es decir, mi mar de los desvelos.

(Llave Primera).

«Y todo esto pasó con nosotros.
Nosotros lo vimos,
nosotros lo admiramos.
Con esta lamentosa y triste suerte
nos vimos angustiados.

En los caminos yacen dardos rotos,
los cabellos están esparcidos.
Destechadas están las casas,
enrojecidos están los muros.

Gusanos pululan por calles y plazas,
y en las paredes están salpicados los sesos.
Rojas están las aguas, están como teñidas,
y cuando las bebimos,
es como si bebiéramos agua de salitre.

Golpeábamos, en tanto, los muros de adobe,
y era nuestra herencia una red de agujeros.
Con los escudos fue su resguardo, pero
ni con escudos puede ser sostenida su soledad».

Anónimo de Tlatelolco, 1528.
En «Visión de los Vencidos». Miguel León-Portilla, Angel Ma. Garibay y Alberto Beltrán. UNAM. México.

I.- La disputa en torno a San Andrés: el olvido contra la memoria.

El 16 de febrero de 1996, los representantes del Gobierno Federal Mexicano y del Ejército Zapatista de Liberación Nacional firmaron los primeros acuerdos de la llamada «Mesa de San Andrés», nombrada así porque su sede es la cabecera municipal de San Andrés Sacamch’en de Los Pobres, en Los Altos de Chiapas. En estos primeros acuerdos se reconocen buena parte de los derechos y la cultura de los pueblos indios de México. Dos años han pasado y no han sido cumplidos. Dos años durante los cuales se ha revelado la verdadera naturaleza de la «Mesa de San Andrés».

El Gobierno Federal, por medio de sus voceros (Zedillo, Labastida y Rabasa), ha dejado bien claro en palabras y hechos que no cumplirá los Acuerdos de San Andrés.

¿Por qué? Hasta ahora son tres las versiones más difundidas.

1.- Se dice que sí piensa cumplirlos, pero no está de acuerdo en la «interpretación jurídica» que de ellos hace la iniciativa elaborada por la Cocopa.

2.- Se dice que, algo tarde, el gobierno se dio cuenta de que esos acuerdos significaban un acto de «traición a la Patria» puesto que implican la vulneración de la soberanía nacional, la fragmentación del país y/o la creación «de un Estado dentro de otro Estado».

3.- Se dice que el gobierno no firmó estos acuerdos pensando en cumplirlos, sino en aparentar una voluntad que está lejos de tener.

No parece probable que la reticencia gubernamental a honrar unos acuerdos que firmó hace dos años ya -y cuyo incumplimiento no ha hecho sino agravar la guerra que tiene en el sureste mexicano-, se deba a un problema de «interpretación jurídica». Desde su rechazo a la iniciativa de COCOPA, hace 14 meses, el gobierno viene presentando argumentos que se contradicen unos a otros y ninguno de ellos es «de técnica jurídica». Tampoco se niega a cumplir porque le preocupen sinceramente los peligros de «balcanización» o algo que pudiera atentar contra la soberanía nacional. Los Acuerdos de San Andrés no contienen nada que implique ni la primera ni que vaya en contra de la segunda, el gobierno lo sabe.

¿La razón tercera entonces? Sí, pero no está completa. La firma de los acuerdos en sí misma no tenía mayores consecuencias, sobre todo para un gobierno ilegítimo y sin credibilidad alguna. Cumplirlos sí representa un problema grave. Porque para el gobierno cumplir la palabra empeñada en la Mesa de San Andrés significaría una derrota.

Sí, porque mientras para los pueblos indios la de San Andrés fue una mesa de diálogo y negociación, para el gobierno no ha sido sino el escenario de una pelea, el centro de una lucha, una lucha del olvido contra la memoria.

Del lado del olvido están las múltiples fuerzas del Mercado.

Del lado de la memoria está la solitaria razón de la Historia.

Para el gobierno mexicano ésta es la gran pelea de fin del siglo XX: El Mercado contra la Historia.

II.- ¡Pelearán a tantos rounds!

Para esta pelea de fin de milenio que el gobierno mexicano libra contra sí mismo, la de San Andrés es una estrecha arena de lucha. Los contrincantes son los mismos que se han enfrentado, con nombres distintos, a lo largo de las distintas épocas de la humanidad.

En un lado está el Mercado, la nueva bestia sagrada. El dinero y su concepción del tiempo que niega el ayer y el mañana.

Del otro lado está la Historia (la siempre olvidada por el Poder). La Memoria y su empecinamiento en fundar y fundir la humanidad en pasado, presente y futuro.

En el mundo de la «modernidad», el culto al presente es arma y escudo. El «hoy» es el nuevo altar en que se sacrifican principios, lealtades, convicciones, vergüenzas, dignidades, memorias y verdades. El pasado no es ya, para los tecnócratas que nuestro país padece como gobernantes, un referente a asimilar y sobre el cual crecer. El futuro no puede ser, para estos profesionales del olvido, nada más que un alargamiento temporal del presente.

Para derrotar a la Historia se le niega a ésta un horizonte que vaya más allá del «ahora y aquí» neoliberal. No hay «antes» ni «después» del hoy. La búsqueda de la eternidad es por fin satisfecha: el mundo del dinero no es tan sólo el mejor de los mundos posibles, es el único necesario.

Para los «neo-políticos» la única actitud aceptable respecto al pasado y la historia es una mezcla de asco y arrepentimiento. El pasado debe ser despreciado, ignorado, eliminado. El pasado y todo lo que nos lo recuerde o nos lleve a mirarlo de otra forma. ¿Qué mejor ejemplo de esta fobia a la historia que la actitud del gobierno mexicano frente a los pueblos indios? ¿No son las demandas indígenas una molesta mancha que la historia pone para opacar el resplandor de la globalización? ¿No es la misma existencia de los indígenas una afrenta para la dictadura mundial del Mercado?

Cumplir los Acuerdos de San Andrés equivaldría a reconocer que la Historia tiene un lugar en el presente. Y esto es inadmisible («irrenunciable» dice el señor Labastida Ochoa, todavía secretario de Gobernación). Cumplir los Acuerdos de San Andrés sería reconocer que el fin del siglo no es el fin de la historia. Y esto es intolerable («innegociable» dice el próximo ex coordinador gubernamental para el diálogo, señor Emilio Rabasa). El presente («o sea Yo», traduce el actual vicepresidente Ernesto Zedillo) es la única guía aceptable.

El Gobierno Federal mexicano no cumplirá los Acuerdos de San Andrés. Así cree que el presente derrotará a la historia y podrá prescindir del futuro. Pero la Historia, esa terca y ruda maestra de la vida, regresará para abofetear una realidad trucada, falseada por las máscaras de la fuerza y los dineros. La Historia regresará por la revancha en el tiempo en que el presente es más vulnerable, es decir, en el futuro.

Mientras tanto, en el reloj de San Andrés las manecillas marcan cuarto para las doce. ¡Atención! La pelea está por recomenzar…

Vamos, es inútil que busque usted un asiento para presenciar esta lucha como espectador. En las butacas no hay un sólo lugar vacío. El Supremo, al convertir un espacio de diálogo para la paz en un campo de batalla, ha obligado a todos a subir al ring… para pegarle a todos. Así que ni modos, sólo hay espacio dentro del cuadrilátero. Ahora guardemos silencio, aquí viene el anunciador para presentar a los contendientes…

III.- ¡En esta esquinaaa! ¡El Gobierno Federal! (la estrategia de la amnesia inducida por golpe contundente).

«Se nos puso precio.
Precio del joven, del sacerdote,
del niño y de la doncella.

Basta: de un pobre era el precio
sólo dos puñados de maíz,
sólo diez tortas de mosco;
sólo era nuestro precio
veinte tortas de grama salitrosa».

Ibid.

El bestiario del Poder ha convertido a Chiapas en una guerra por la Nación, y en esta pelea toma los papeles de contrincante, árbitro, y no pocas veces de adversario. La Hidra del sistema de partido de Estado trata de ocupar completamente la estrecha arena pugilística de la mesa de San Andrés. No sólo para poder acaparar la escena principal y lucir ahí todas sus trapacerías, sino para evitar que cualquier otro rival le dispute reflectores y triunfos. Así el Poder obliga a incorporarse a la pelea a «los otros», pero sólo los admite como derrotados…

«Voy a esperar que se cansen», le informó Zedillo a sus verdaderos tutores (los norteamericanos), refiriéndose a los más de 10 millones de indígenas que aguardan a que cumpla su palabra. Zedillo declara, así, que esperará que el pasado se canse de presentarle las cuentas pendientes a la modernidad. El titular del ejecutivo federal aguarda a que se cansen los pueblos indios de México, los que ya habitaban estas tierras antes de que se hicieran Nación e Historia Patria, los que con su sangre lograron la independencia, los que con sus cuerpos enfrentaron las sucesivas agresiones de potencias extranjeras, los que con sus huesos vertebraron la revolución mexicana, los que sacudieron y despertaron a la Nación del falso sueño de la modernidad.

El señor Zedillo, que llegó al Poder por la vía de un magnicidio, que se mantiene en él por obra y gracia del dinero y por indolencia de la Hidra, que se manchó las manos con la sangre de Acteal, le ha informado a sus superiores en Estados Unidos que va a esperar que se cansen los pueblos indios que llevan esperando más de 500 años.

El Mercado se siente poderoso y omnipotente, pretende dominar la historia y reescribirla. El resultado de este despropósito es evidente; la crisis terminal del todo social. Sin fundamento (puesto que la historia ha sido borrada), la estructura social y su cúspide, el Estado, se desmoronan.

En el inestable gobierno de Zedillo, San Andrés es sólo un botón de muestra de la crisis y el «estilo» de afrontarla. Cuando dice que va a «esperar que se cansen» los que piden justicia, el gobierno renuncia a cumplir su palabra y acude a sus dos pilares fundamentales para justificarse; algunos medios de comunicación y el ejército. Para unos y otro tiene dinero, privilegios y mentiras.

La «paciente espera» de Zedillo no es otra cosa que una forma de nombrar su estrategia; la espera del momento oportuno para propinar el golpe contundente que imponga la amnesia en la sociedad mexicana. Ese golpe que niega, una y otra vez, que dará.

Esta «técnica» de pelea tiene tres ejes fundamentales: la Violencia, la Mentira y la Intriga.

La Violencia. El uso de la fuerza en dosis crecientes y paulatinas.- «Finta, finge, ataca», son las instrucciones que de su tutor recibe Zedillo. El exterminio del oponente se puede lograr por muchas y variadas rutas. El engaño, la traición y el crimen son las preferidas de este señor que ha sellado con estas tres «virtudes» su estilo personal de gobierno.

Por medio de su próximo ex secretario de Gobernación, Francisco Labastida Ochoa, y de su todavía «coordinador para el diálogo», Emilio Rabasa Gamboa, el señor Zedillo intenta una y otra vez, inútilmente, hacer caer a la dirección zapatista en emboscadas disfrazadas de «encuentros».

El primer intento es una «carta» sin remitente, destinatario, ni firma. Un anónimo. ¿La fecha? 23 de enero de 1998. A la carta la acompaña un mensaje verbal: «Proponenos un encuentro secreto entre el subcomandante Marcos y el secretario de Gobernación para el día 26 de enero de 1998. El encuentro será privado, sin testigos, y sólo se hará público (si hay acuerdo en esto) posteriormente a su celebración. Es importante que se mantenga en secreto absoluto porque el ejército no sabe nada».

Pero el mensaje, como todo lo que hace el gobierno, llega tarde. La comandancia general del EZLN recibe la propuesta el día 26 de enero de 1998, en medio de una fuerte movilización militar terrestre y aérea. La emboscada fracasa y la Secretaría de Gobernación se indigna por la respuesta recibida («¡No!») de los zapatistas. Hay reproches varios, pero uno permanece oculto: «¿por qué no cayeron en la trampa?»

¿Por qué el señor Emilio Rabasa tenía tanto miedo de que el ejército federal pudiera interceptar el documento del 23 de enero de 1998 que, sin firma, destinatario ni remitente, mandó a través de la Conai?

El segundo intento es un documento del mismo estilo de la «carta» del 23 de enero. Sin remitentes, sin firma… y sin propuesta alguna nos llega el publicitado documento de «Las 4 observaciones que antes eran 27». Las llamadas «4 observaciones» («irrenunciables», agregaría después Labastida sólo para mostrar su disposición negociadora) no son 4 sino 15, no están dirigidas al EZLN ni a ningún destinatario.

Pero ya hablaremos de esto más adelante. Por ahora sólo preguntamos: ¿Por qué el ejército aumentó su presión en los días en que el EZLN recibiría las «4-observaciones-que-son-15-pero-ya-no-27»?

Las respuestas pueden variar, pero lo fundamental no ha cambiado: la fuerza trata de suplir a la razón. Y para ejercer la fuerza está el ejército federal. A cambio de sus servicios se le ofrece la oportunidad de cobrar caro el desafío del alzamiento zapatista. No importa que su «comandante supremo» obligue a las fuerzas armadas a caminar a contrahistoria. Para ayudarlas en este despropósito, se levanta…

La Mentira. Sobredosis de calumnias.- Los intentos, hasta ahora fallidos, de una aniquilación de la dirección zapatista van acompañados de una «campaña de medios» frente a la opinión pública. Para ocultar el plan gubernamental de renegociar (es decir, incumplir) los Acuerdos de San Andrés y justificar la persecución militar y policiaca, se centra el debate ya no en los derechos indios y el cumplimiento de lo firmado, sino en quién no quiere sentarse a dialogar.

Pero, ¿dialogar para qué? ¿No se dialogó ya? ¿No se llegó a unos acuerdos y éstos no se han cumplido? ¿Se trata de solucionar el conflicto o simular que se soluciona con diálogos y negociaciones que no tienen destino?

Las preguntas fundamentales quedan sepultadas bajo el alud de declaraciones del gobierno y sus afines. «No a la intransigencia. Nosotros sí queremos negociar», vociferan en la Secretaría de Gobernación y con el ruido tratan de confundir. Pero Zedillo ha hablado claro en su verdadera patria, Norteamérica, «No a San Andrés. Nosotros sí vamos a esperar el momento de pegar». El acto fallido es enmendado en México por el neosimulador Emilio Rabasa con una declaración más, igual de hueca y ruidosa que todas las anteriores.

En algunos medios de comunicación sigue habiendo síntomas de que la estupidez no ha sido relegada y que se trabaja para que todo siga igual que antes. En ellos el gobierno encuentra eco y espejo para sus palabras y hechos. Las calumnias se reciclan; indígenas manipulados, extranjeros manipuladores, fuerzas extrañas que usan el conflicto para favorecer sus intereses perversos, intenciones ocultas, intransigencia. Son las mismas acusaciones de hace 4 años, de hace 3, de hace 2, del año pasado: los indígenas son buenos, los perversos son los mestizos y los extranjeros que manipulan. Estas «campañas de prensa» gubernamentales siempre acompañan una campaña militar.

No es que el gobierno y el periodismo «moderno» apuesten a que les crean, pero sí piensan que podrán sembrar confusión y repartir la ilegitimidad de la que gozan. «No hay que creer en nadie», parece decir la actual campaña gubernamental, «todos somos iguales», es decir, «todos somos peores».

Recordando que los crímenes atraen también reflectores, el de Acteal en Chiapas ha convocado a diversos personajes del «clan Zedillo». Ahí tienen ustedes al Secretario de Salud explotando hasta lo asqueroso su propia imagen junto a una niña indígena que no sabe si su desgracia peor es haber perdido a sus padres o el ser usada por los asesinos para lavarse las manos. En la foto y en la mentira lo acompañó la señora Roccatti de la CNDH. En otro rincón de allá arriba, en la llamada «Secretaría de Gobernación» se ofrecen «alternativas» que acompañen la pareja violencia-mentira con la que se enfrenta la rebelión indígena. A golpes y calumnias los acompaña…

La Intriga. El diálogo como componenda.- Pero, aún con toda su bestialidad, el gobierno ofrece, dadivoso como es, una alternativa al aniquilamiento, otro tipo de negociación: el de la clase política, es decir, un acuerdo excluyente y de cúpulas.

En el gobierno de Zedillo nadie cree que las demandas indígenas le importen realmente al EZLN. Piensan que los zapatistas tienen precio y que sólo están usando la bandera india para hacerse más caros. Así que piensan y se proponen averiguar el precio y hacer saber a su «contraparte» que están dispuestos a pagarlo.

Con su intento de pensar al EZLN como si fuera una organización política «normal», le ofrecen una y otra vez negociar el tema indígena a cambio de «otras» cosas, repliegue del ejército federal, participación en las elecciones locales, remunicipalización que convenga a los intereses zapatistas, manejo de dinero en proyectos gubernamentales, créditos, y… ¡perdón por lo que el EZLN hizo!

La «oferta» última del señor Labastida («revisión de las posiciones del ejército a cambio de renegociar el tema indígena») es sólo un ejemplo de los señuelos que, como el señor Rabasa, se erigen para tratar de engañar a los zapatistas y confundir a la opinión pública. Así que el gobierno aumenta la presencia militar y la persecución para negociar que vuelva a su nivel anterior a cambio de que el EZLN dé marcha atrás en su demanda de cumplimiento de los Acuerdos de San Andrés; golpea a los municipios autónomos y ofrece remunicipalizar a cambio de «quitarles» su esencia indígena; propone que los comandantes del CCRI-CG del EZLN reciban directamente el dinero del gobierno para administrarlo; y ofrece «olvidar» la rebelión que sacudió México y le amargó al Poder su cena de fin de siglo y milenio.

En consecuencia, las amenazas del gobierno aumentan su tono y volumen. «Siéntate con mis condiciones o te mato» es el mensaje que repiten una y otra vez las voces del Poder. Suplir el diálogo por la intimidación gansteril provoca preocupación en mentes honestas y entusiasmo en los cínicos. Las primeras advierten el inminente paso de las palabras (ultimátums de diverso género) a los hechos (la guerra), y los segundos desatan sus bravuconadas y claman por el exterminio. Cada paso del gobierno acerca la guerra para todos y puede provocar el olvido de que la paz debe ser justa y digna y no una simulación.

Se trata de que las amenazas de aniquilación hagan preferible, en la opinión pública, la renegociación. Y detrás de la renegociación que el gobierno pretende del tema indígena, está la negación de San Andrés, la negación de «otra política», de la política que se extendió y profundizó cuando la mesa de San Andrés dejó su imagen de arena de pugilato y se convirtió en ancha y profunda mesa de encuentro y nacimiento…

IV.- ¡EN LAS OTRAS ESQUINAAAS!…

¡La Cocopa y la Conai! (la Mediación y la Coadyuvancia en la trampa: ¿ser eficaces y ser golpeados, o ser cómplices y deshonestos?)

El gobierno insiste en su plan de convertir a la Cocopa y la Conai en correos de mensajes anónimos, amenazas cobardes e invitaciones a emboscadas fallidas. Ambas saben que el documento de las «27 observaciones disimuladas en 15 y ocultas en 4» no tiene nada que decirle a los zapatistas. El destinatario real es la Cocopa, que fue quien elaboró la iniciativa de ley. El documento gubernamental señala ¡que la Cocopa no quiere cumplir con los Acuerdos de San Andrés!

La Cocopa puede ser nuevamente engatusada. Ya con la pareja Bernal-Del Valle había sufrido una estrategia de rebajamiento y burla. Los «cocopos» dijeron entonces que «nunca más». Pero ahora el nuevo dúo dinámico Labastida-Rabasa los quiere reubicar en el papel de portavoces gubernamentales, suplentes de la mediación, salvavidas de un régimen en descrédito, y aval legislativo de la violencia estatal.

La nueva trampa tendida por el gobierno consistió en hacer creer a la Cocopa que la disyuntiva era la renegociación total de los Acuerdos de San Andrés o que los legisladores aceptaran recibir las observaciones a su iniciativa de ley. Los cocopos se resistieron a entrar de lleno en una situación que los llevaría a faltar a su palabra (y con ello hacer propia la ilegitimidad del gobierno y perder toda credibilidad con los pueblos indios); respondieron que mantenían su propuesta de ley indígena pero que accedían a llevar las observaciones del gobierno a la Conai para que ésta, a su vez, las hiciera llegar a los zapatistas, creando con esto una situación igualmente grave para el conflicto.

Como ya se dijo, las observaciones gubernamentales no tienen al EZLN como destinatario (si alguien tiene «paciencia zedillista» para constatarlo, aquí anexamos el documento), sino a la comisión legislativa. El gobierno ha dicho públicamente que está en espera de una respuesta del EZLN, y algunos miembros de la Cocopa se han hecho eco de esta espera. ¿Por qué caer en la trampa? ¿Por que el silencio cómplice sobre el verdadero contenido y significado del documento de Gobernación? ¿Por qué se suman algunos legisladores al chasqueo de dedos con los que el gobierno urge la rendición mientras muestra ostensiblemente el garrote de la represión?

Puede haber varias respuestas. Una es que la comisión legislativa haya decidido participar activa o pasivamente en la nueva estrategia guerrerista del gobierno (parece poco probable, en la Cocopa hay todavía personas honestas y responsables). Otra es que la Cocopa haya decidido que es preferible renegociar los acuerdos antes que regresar a la guerra (posición comprensible… y equivocada: renegociar los acuerdos siguientes significaría -para nosotros- asegurar que ningún acuerdo se cumplirá y se invalidaría el diálogo como vía de solución. Esto le daría pretexto al gobierno para volver a la guerra). Otra probable respuesta es que la Cocopa todavía está asimilando lo que ocurre y trata de clarificar su lugar en medio de la confusión reinante.

Además de la presión y trampas gubernamentales, algunos «cocopos» sufren las de sus propias dirigencias partidarias. Chiapas se ha convertido además de en una pasarela para la presentación de precandidatos al 2000, en algo que se puede «negociar» a cambio de otras cosas (¿gubernaturas? ¿ley Bartlett? ¿registros definitivos? ¿presidencias municipales? ¿puestos en el gabinete? ¿etcétera?).

Por su parte, la Conai padece la continua persecución de las redes del Poder y su buena fe en las búsquedas de la paz pretende ser usada como refuerzo en la estrategia gubernamental. La reticencia de los mediadores a convertirse en instrumentos de la guerra es respondida con una campaña gubernamental que trata de destruir a la Conai o, al menos, reducir su perfil a una mera escenografía. Si la Conai se manifiesta optimista respecto al diálogo, el gobierno le hace caravanas y usa sus declaraciones a su favor; pero cuando la mediación se declara preocupada por la militarización y la falta de señales de paz de parte del gobierno, los ataques a los miembros de la instancia mediadora son inmediatos.

Si la táctica de «subir al ring» a la Conai y a la Cocopa tiene éxito, el resultado será benéfico para el gobierno en dos sentidos: por una parte recuperaría (con la mediación y la coadyuvancia de su lado) la legitimidad perdida con la masacre de Acteal, con el fracaso de la política de achicamiento y omisión, y con la guerra de desgaste en contra de los zapatistas y los pueblos indígenas; por la otra parte, al usarlas (en el peor sentido de la palabra) para aislar y acorralar al EZLN, conseguiría que tanto como Conai como Cocopa perdieran toda credibilidad y confianza de quien reciben legitimidad y apoyo, es decir, de la sociedad civil nacional e internacional.

Golpeando por un lado a la Cocopa y a la Conai, y por el otro sembrando la xenofobia para evitar una mediación internacional, el gobierno no busca un «diálogo directo», sino la eliminación de obstáculos y testigos incómodos del crimen cuya realización se acaricia desde que Zedillo llegó a Los Pinos.

No nos regocija. Los zapatistas no tenemos ninguna pasión por los «cascos azules» (que tanto entusiasmo le provocan a Acción Nacional). No aplaudimos los golpes a Cocopa y Conai. Por el contrario, la historia demuestra que una intermediación débil y una coadyuvancia sin independencia y legitimidad, no sólo alejan la posibilidad de una solución pacífica digna, sino que contribuyen al deterioro de una situación que, día a día, suma muertes e impunidades.

¡El Poder Legislativo y los partidos políticos! (el Congreso entre la independencia y el servilismo; los partidos políticos entre el pragmatismo y los principios).

Con la guerra tocando a las puertas de la Nación, el Poder Legislativo tiene un papel que puede ser definitorio y definitivo. Los militares han convencido al Ejecutivo y a los legisladores del PRI, de que el golpe en Chiapas será «quirúrgico» y sólo se derramará la sangre necesaria. Pero la «asepsia» del crimen necesita que se eliminen los inconvenientes jurídicos, y hay una ley (la del diálogo) que es un obstáculo. Sigue, por tanto, deshacerse de esa ley para que los militares (o policías) puedan actuar «legalmente».

La bancada priísta tiene una nueva oportunidad de «servir al presidente» desatándole las manos (si algún partido político se está aprovechando del conflicto en Chiapas, es el Partido Revolucionario Institucional, y no para ganar adeptos, sino para exterminar opositores -con la desinteresada ayuda de los paramilitares-), anulando la ley que prohíbe la persecución de zapatistas. Los demás partidos (PRD, PAN, PT y PVEM) tienen en puerta varios procesos electorales y sus propias pugnas internas. Así que el gobierno trabaja con esas variables para lograr la eliminación de la ley para el diálogo emitida hace casi 3 años (11 de marzo de 1995).

Pareciera un horror inconcebible tener un Congreso y unos partidos políticos que dieran apoyo al genocidio que Zedillo prepara para el sureste mexicano (el «golpe quirúrgico» sólo es posible en el papel, en las montañas chiapanecas sería sólo el primero y último paso al abismo de la guerra). Diputados y senadores tendrán que optar entre la independencia y el servilismo, los partidos políticos tendrán que escoger entre el pragmatismo y los principios. Todos tendrán que decidirse por la paz o la guerra.

¡Los intelectuales, artistas y científicos! ¡Las organizaciones sociales! ¡La sociedad civil nacional! ¡La sociedad civil internacional!

No porque el que esto escribe lo diga, sino porque la historia de este país hizo erupción en tierras indias, la arena de lucha en que el gobierno convirtió a San Andrés no deja espacio para espectadores y obliga a todos a definirse. Si antes se podía ver a Chiapas como un estado del sureste mexicano, después del crimen de Estado perpetrado en Acteal el asunto «Chiapas» reventó en Tijuana y Mérida, en Querétaro y Veracruz, en el Distrito Federal y en la sierra Tarahumara, en Jalisco y en las montañas de Oaxaca, en Nayarit y Tlaxcala, en todo el territorio nacional.

Pero no sólo eso, también reventó dentro de las cátedras, cubículos y laboratorios de las universidades, en los teatros, los cafés, los cines, los conciertos de rock, la pintura, la escultura, la literatura y el periodismo, en sindicatos y colonias populares, en salas, recámaras y cocinas de los hogares mexicanos, en Europa y Asia, en el Canadá, Estados Unidos y la América Latina, en el Africa y Oceanía.

En todos lados explotó y dividió: por un lado quienes ratificaron el cinismo y el egoísmo como ruta, por el otro los que caminan por el compromiso con la esperanza como guía y a quienes la vergüenza de llamarse humanos obliga a ser consecuentes y a no permanecer impávidos frente al espejo que las montañas del sureste mexicano ofrecen a todos.

V.- Intermedio: Chocolates y aviones suizos, la alternativa neoliberal para los pueblos indios.

El gobierno mexicano se ha referido continuamente a la situación de los pueblos indios como producto de «rezagos» económicos y desigualdades que pueden resolverse con inversiones privadas y programas sociales. Pero, dicen Zedillo, estas zonas de retraso económico y social son las menos. El resto del país navega en la bonanza macroeconómica y sólo es necesario acelerar la «modernización» del México indígena para que éste comparta el bienestar del que gozan ¡todos los mexicanos! Mentira. «La integración neoliberal de México en el TLCAN, en vez de contribuir a reducir las desigualdades regionales, tiende más bien a ahondarlas, al priorizar áreas con ventajas competitivas, descuidando las regiones menos favorecidas y, por ello, ampliando las brechas entre regiones marginales y prósperas». (José Luis Calva, «El Universal», 20-II-98).

En el eterno presente que pule el neoliberalismo, el pasado se borra totalmente y se redefine negando un futuro mejor. Los indígenas deben dejar de serlo y convertirse a la nueva religión del mercado como «coupiers» de casinos de juegos o como trabajadores de la industria maquiladora. Esta última es la única rama de la economía (claro, aparte de la especulación financiera y el narcotráfico) que ha tenido el crecimiento que los tecnócratas prometieron para todo México con el TLC. De 1974 a 1982 el número de maquiladoras creció en 28%, pero en el periodo de 1983 a 1997 el porcentaje fue de 455%, el número de trabajadores se incrementó en 67% durante el periodo 1974-82 y en 747% de 1983 a 1997. (José Luis Calva, Ibid.).

El señor Zedillo, que gusta de hablar claro delante de sus tutores y simular frente a sus gobernados, definió en Davos, Suiza, la alternativa que su modelo social ofrece a los indígenas mexicanos.

Como respuesta a la indignación internacional por la masacre de Acteal, Ernesto Zedillo anunció la firma de un acuerdo ¡para poner una fábrica de chocolates suizos en Chiapas!

Mientras tanto, en los cielos del sureste mexicano, aviones Pilatus (vendidos al Ejército Federal Mexicano por el gobierno suizo) realizan vuelos rasantes sobre las chozas indígenas.

Aviones y chocolates son las únicas propuestas gubernamentales de «desarrollo económico» para resolver los graves «rezagos históricos» que sufren los pueblos indios.

No hay un futuro de respeto y dignidad para los indígenas en el México de Zedillo. Sólo tienen una alternativa: o rendirse y convertirse en empleados de una fábrica de chocolates suizos, o seguir rebeldes y ser víctimas de los ataques de aviones suizos.

Esto sí es globalización consecuente…

VI.- «¡Maten esa piedra!» (La Resistencia, un arma prehistórica en la modernidad).

El señor Zedillo no soporta que las mujeres y los niños se enfrenten a los soldados para defender sus pocas pertenencias. El «jefe supremo» del Ejército Federal prefiere que los niños y las mujeres esperen, con humildad y resignación, el tiro de gracia que el gobierno mexicano les tiene reservado como boleto definitivo a la modernidad. El «señor presidente» no soporta la seria dignidad con la que hombres, mujeres, niños y ancianos indígenas rechazan alimentos, medicinas, proyectos y dinero gubernamentales. Quieren a los indígenas suplicantes, humillados, serviles, sentados en un rincón y con la mano tendida para recibir la limosna que agradecerán con caravanas.

Para tratar de explicarse lo que le es ininteligible. Zedillo adjudica la valiente resistencia indígena a «perversos provocadores» que, en lugar de promover la rendición, apoyan y alientan la firme dignidad que se opone a la soberanía neoliberal.

Con mucho cuidado, y desde hace ya más de 12 años, los tecnócratas que administran la liquidación de temporada (baja) de la soberanía nacional -es decir, la destrucción de México- han ido construyendo un gigantesco domo de protección en torno al capital financiero. El objetivo es aislarlo definitivamente («definitiva» es una de las palabras predilectas del señor Zedillo) de los golpes de la realidad social. Para volver este domo más resistente a una pesadilla que golpea cada vez más fuerte las puertas de la historia, el gobierno mexicano ha colocado de «intermediarios» al ejército y los medios de comunicación electrónica.

Pero el alzamiento indígena es ya una piedra que golpea una y otra vez el gran domo del poder del dinero.

Con ese pragmatismo brutal y sanguinario que lo caracteriza, el gobierno mexicano ha dictado ya el antídoto: «¡MATEN ESA PIEDRA!».

En eso están. Sólo que hay un problema: las piedras no mueren. Si acaso se parten en muchas piedritas…

VII.- ¿Qué sigue?

Por parte del gobierno lo mismo pero en una etapa superior de la escalada. Trata de obtener ventajas antes del proceso electoral. Y apuesta a, pasadas estas elecciones, recomponerse para «regular» el ahora descontrolado proceso de sucesión presidencial y «deschiapanizar» la agenda nacional, obtener un respiro para recomponer su imagen internacional y para aliviar el desgaste de los militares. Para esto necesita el desconocimiento, con o sin el aval del legislativo, de la ley para el diálogo del 11 de marzo de 1995, la reactivación de las órdenes de aprehensión y el consiguiente reinicio de la persecución. Además lleva adelante campaña de medios sobre los «perversos provocadores» y «manipuladores» de los «pobres» indígenas, el socavar la autoridad moral de la dirigencia zapatista, etc. Mientras tanto el ejército acota su papel y lo redefine como contenedor. Entrarán a escena los «comandos especiales», pero tal vez bajo otras siglas, y aplicarán a los dirigentes del EZLN la llamada «caza del conejo». Los comandos persiguen y el gobierno espera a que la presa caiga… como caiga.

Por parte del EZLN sigue resistir y mantenerse firme en la lucha por el reconocimiento de los derechos de los pueblos indios. Seguirá tratando de encontrar el o los caminos para tender de nuevo los puentes de diálogo con la sociedad civil nacional e internacional y las organizaciones políticas y sociales de México.

Por parte de la Cocopa, la Conai, el Congreso de la Unión y los Partidos Políticos sigue que opten por una de las alternativas que enfrentan.

Por parte de usted, hombre, mujer, niño, joven, anciano, homosexual, lesbiana, ama de casa, colono, obrero, campesino, indígena, empleado, artista, intelectual, científico, estudiante, maestro, en cualquier parte de México o del Mundo, sigue, sigue, bueno usted dirá qué sigue. Tal vez es posible negarse a permanecer en ese absurdo ring en el que la Hidra miente y asesina, y construir un diálogo que no sea ya una pelea disfrazada. Sí, ¿por qué no? Que la Hidra se destruya a sí misma. Mejor construir no un campo de batalla, sino una mesa donde nos sentemos los todos que somos, una mesa muy otra, ancha y profunda como la que ustedes y nosotros construimos en San Andrés hace 2 años, una mesa que tenga el ayer como fundamento, el presente como cubierta y el futuro como alimento, una mesa que dure mucho y no se rompa, una mesa hecha de piedras, de muchas piedritas, es decir, de muchas resistencias (que es la forma en que la esperanza se viste cuando los tiempos son adversos)…

Vale. Salud y si sigue la memoria, no olvide usted tener a la mano una piedra de esas que tanto teme el Goliat neoliberal y que, como todas las piedras, no mueren…

 

Desde las (piedras de las) montañas del Sureste Mexicano.

Subcomandante Insurgente Marcos

México Indio, Febrero de 1998

 

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