A la Prensa Nacional e Internacional:
6 de enero de 1998. 0400 hrs. Suroriental
Damas y caballeros:
Va comunicado que trata de explicar y advertir sobre el horror que viene, avance de investigación y carta para ya se sabe quién. Imagino su impotencia al ver lo que se avecina, pero estoy seguro de que tendrán siempre la satisfacción de haberse puesto del lado de la verdad. Porque ¿no es la verdad la vocación primera de la prensa honesta? Bueno, eso nos enseñaban antes.
Por acá no tenemos ninguna esperanza de que las cosas mejoren. Ese señor enloqueció al probar la sangre de Acteal y ahora busca, desesperadamente, más y más sangre. No le importa estar conduciendo a toda la Nación al abismo peor. Según él, ya puso a salvo los dineros (Ortiz al Banco de México y Gurría a Hacienda) y eligió al sucesor que le cubrirá las culpas por lo de Acteal (el nuevo secretario de Gobernación). Así que ahora juega a la guerra en el sureste mexicano.
Como signo de los tiempos me cayó en las manos un libro de poesía («Los días de tu vida») de Eliseo Diego (La Habana, 1920). Lo abro y me encuentro con:
«Pero mañana,
cuando las viejas barran a conciencia
el poco de hoy que queda en las colillas
por todo el ancho espacio desolado
donde no hay nadie nunca: ¿importará
el trueno de la gloria o el silencio
del papel arrugado en una esquina
bajo el polvo de ayer? Nadie lo sabe.
Y sin embargo,
es necesario hacerlo todo bien.»
«El viejo payaso a su hijo».
Vale. Salud y no preocuparse: todo acabará cuando haya, para todos, democracia, libertad y justicia.
Desde las montañas del Sureste Mexicano.
Subcomandante Insurgentes Marcos.
México, Enero de 1998.
P.D. QUE SIGUE DE PREGUNTONA. ¿Han notado que en las nuevas tropas acantonadas en Chiapas abunda la Policía Militar? ¿Se agotaron las plantillas y las rellenan con Policía Militar? ¿Temen que las tropas no cumplan las órdenes de exterminarnos? ¿O una parte del ejército federal no quiere seguir el juego de guerra que su patrón les impone? Respuestas favor de dirigirlas a la VII Región Militar. El que le atine recibirá una clase de educación sexual y un corte de pelo completamente gratis.
SECCION «LA P.D. CUENTA-CUENTOS». Me dice la mar que el tono de la carta es muy lúgubre. Yo miro y arriba el cielo parece ya vencido por el peso de tantas estrellas. Tiene razón, así que aprovecho para contarles que
Le he dibujado una mula al ídem de Andulio. El Andulio tiene 5 años y nació sin manos. Dos pequeños muñones le señalan el final de los brazos y el costo genético de décadas de miseria. Sin embargo, el Andulio se las ingenia para tomar los lápices de colores entre los muñones y pinta los dibujos que le hago. Cada tanto, viene a demandar un dibujo o a mostrar (con la secreta aspiración de un dulce de recompensa) lo que ha coloreado. Ahora viene con la mula de regreso. El Andulio se ha empeñado en pintarle a la mula la cabeza de color azul.
-¿Acaso hay mulas azules?-, le digo.
-Hay-, me dice retador.
Como es imposible (Andulio lo sabe y por eso reta) que le demuestre que no existen las mulas con cabeza azul, mejor opto por contarle uno de los cuentos que el hipocampo le susurra a la mar en las largas madrugadas de las montañas del sureste mexicano. Así que, mientras me mira con escepticismo, le narro
El cuento del cuchito esquizofrénico
Había una vez un cuchito («puerquito» para los chiapanecos) que creía que era pollo. Desde que era chiquito andaba junto a los otros pollitos, comía con ellos y dormía con ellos. Eso último era un problema que crecía al mismo ritmo que el cuchito engordaba. Mucho batallaba el cuchito para subirse a las vigas donde dormían los demás pollos. Cuando se hizo más grande, el cuchito rompió varias vigas y se dio serios golpes en el lomo. Pero estos contratiempos no lo hicieron cambiar de opinión, él era un pollo, un gallo ya. Estaba aprendiendo a cantar «kikirikí» cuando llegó la fiesta del pueblo y en la asamblea decidieron comer cuche. Así que mataron al cuchito y lo cocinaron. Cuando lo sirvieron y empezaron a comer, los del pueblo dijeron: «Este cuche sabe a pollo». Tan-tan.
El Andulio me queda viendo y me dice, a manera de conclusión:
-Sí hay mulas azules-, y se va con su cuaderno.
Yo miro a la mar buscando comprensión. Ella me consuela con un «es un cuento muy tonto». Yo suspiro y me calló la moraleja («No todos somos Marcos»). ¿Qué otra cosa puedo hacer?
Vale de nuevo.
El Sup buscando un pollo que sepa a cuche.
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