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Palabra del Ejército Zapatista de Liberación Nacional

Jul171997

Cristina y Carlos Payán: con la dignidad como guía y el recuerdo como ingrediente.

«Para saludarlos y recordarnos»

Ejército Zapatista de Liberación Nacional

Para: Cristina y Carlos Payán

De: Subcomandante Insurgente Marcos

Doña Cristina y don Carlos:

Con el agitado aire de un rubio molino de viento llegaron hasta acá las noticias y, un poco por ellas y otro poco a pesar de ellas, nos animamos a escribirles a los dos para saludarlos y recordarnos.

Nos recordamos de doña Cristina, de la vez que hablamos con ella en 1994, de su preocupación por la situación y el destino de las ruinas de Toniná, de la recomendación que nos hizo de cuidar ese pedazo de historia indígena. Lo cuidamos mientras pudimos. Ahora el Ejército federal construye uno de sus más grandes cuarteles y realiza prácticas militares con fuego real sobre las ruinas de Toniná, pero esas otras ruinas de la historia indígena que somos nosotros seguimos resistiendo y, siguiendo la recomendación de doña Cristina, cuidando el pedacito de memoria que somos.

Nos recordamos también de don Carlos, de las veces que nos encontramos con él, de su valiente compromiso con la verdad (que, desgraciadamente, no siempre coinciden), de sus críticas y distancias, de su necio empeño por un presente mejor. Enmendamos lo que creímos y tratamos de salvar las distancias que pudimos. Ahora el mal gobierno nos niega verdad e historia, pero ese otro empeño necio que somos también nosotros seguimos resistiendo para que el presente no redite las pesadillas del pasado.

Así que hicimos cuentas de nuestros recuerdos, sumamos la preocupación de doña Cristina por recuperar y cuidar lo mejor de nuestro pasado con la preocupación de don Carlos por construir y cuidar el mejor presente. Y así, a la cuenta de la historia que nos ayudan a hacer, agregamos un pedacito del ayer que se hace hoy. Y quién mejor que el viejo Antonio para hacer cuentas y contar cuentos…

Decía el viejo Antonio que son muchos los ingredientes para que el pan que muchos llaman mañana se cocine.

Uno de ellos es el dolor, agrega ahora el viejo Antonio, mientras acomoda el tercio de leña junto al fogón.

Salimos a la tarde, abrillantada después de una de esas lluvias con las que julio pinta de verde a la tierra, y la doña Juanita se queda preparando el pan de maíz y azúcar que acá llaman «marquesote» y que, a la hora de servirlo, tendrá la forma de la lata de sardinas que le sirvió de molde.

No sé desde cuándo son pareja el viejo Antonio y la doña Juanita, y nunca se los pregunté. Hoy, en esta tarde de la selva, el viejo Antonio habla del dolor como ingrediente de la esperanza y la doña Juanita le cocina un pan como argumento.

Tiene noches que una enfermedad aqueja el sueño de la doña Juanita, y el desvelo del viejo Antonio la alivia con historias y juegos. Esta madrugada el viejo Antonio le ha montado un grandioso espectáculo: jugando con sus manos y la luz que viene del fogón, le dibuja con sombras una multitud de animales de la selva. La doña Juanita ríe del noctámbulo tepescuintle, del inquieto venado cola blanca, del ronco saragüayo, del vanidoso faisán y de la escandalosa cójola que pintan, sobre el lienzo de las paredes de su champa, las manos y la garganta del viejo Antonio.

–No me curé, pero mucho reí–me cuenta la doña Juanita–, no sabía que también las sombras son alegres.

Esta tarde la doña Juanita le cocina un «marquesote» al viejo Antonio, no para agradecerle la inútil medicina de la noche de las sombras alegres. Tampoco para él y su contento…

Es para dejar testimonio de que el dolor, si se duele juntos, es alivio y sombra que se alegra. Para eso cocina la doña Juanita el pan que sus manos y la leña del viejo Antonio nacen dentro de una vieja lata de sardinas.

Y, para que no se perdiera nunca, con café caliente nos comimos el testimonio del dolor conjunto de la doña Juanita y el viejo Antonio, ese dolor que se hizo alivio y pan compartido…

Esto que les contamos pasó hace muchos años, es decir, hoy.

Ahora, ya de este lado del calendario, además de este recuerdo queremos mandarles un gran abrazo que los alcance a los dos para traerlos cerca nuestro y para que, junto a nosotros, limpiemos, cuidemos y construyamos el pasado y el presente de la única forma posible: con la dignidad como guía y el recuerdo como ingrediente.

Vale, salud y que nada falte en el horno de la memoria.

Desde las montañas del sureste mexicano,
Subcomandante Insurgente Marcos

 

México, julio de 1997

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