Ejército Zapatista de Liberación Nacional
1o. de julio de 1997.
A: Quien corresponda.
En algún lugar de la República Mexicana.
Salud:
Recibimos sus cartas y los saludos y preguntas que en ellas vienen. Agradezco, a nombre de todos mis compañeros y compañeras del EZLN, todas las amables palabras que nos dedican y asumimos ya el honor que nos conceden al darnos un lugar en sus corazones. Nos sorprende que, en medio de toda la parafernalia electoral que los abruma, se hayan dado el tiempo y la dedicación para pensar en los rebeldes indígenas que, en el sureste mexicano, siguen resistiendo con dignidad en la guerra que iniciamos hace casi 1,300 días contra el olvido, y por la democracia, la libertad y la justicia.
Ya sabemos que algunos dicen que «ya pasamos de moda». La vergüenza y la dignidad parecen condenadas a estar «fuera de moda» por mucho tiempo. Pero ya ven que hay personas, como ustedes, que todavía recuerdan lo que acá ha pasado y pasa. La memoria es una sombra persistente (como nosotros) que muchos tratan de ignorar.
Pero bueno, además de saludarlos a todos, queremos aprovechar para intentar responder esas preguntas que nos mandan. Trataremos de no extendernos mucho. Sale:
I.- Los sonidos del silencio
Decía el viejo Antonio que los viejos más viejos de los dioses enseñaron a los hombres a leer el cielo y el suelo. En esas dos grandes hojas del cuaderno del mundo (dijo el viejo Antonio que dijeron los más grandes dioses, los que nacieron el mundo), los hombres y mujeres verdaderos pueden leer la orientación para que su corazón camine. Cuando el cielo calla, cuando el sol y luna reinan con silencio, y cuando el suelo esconde tras su dureza su quehacer interno, los hombres y mujeres de maíz guardan la palabra y la trabajan pensando. Cuando el techo de la tierra se grita con nubes, lluvias y viento, cuando luna y sol sólo asoman cada tanto, y cuando la tierra se abre con verde y vida, los hombres y mujeres verdaderos nacen de nuevo la palabra en la montaña que es su casa y camino.
En estos días pasados nosotros (y no sólo nosotros) callamos. Para mirarnos dentro, para sembrarnos de nuevo, para más fuertes hacernos, para que el corazón y la palabra encontraran nuevos lugares para hacerse. Para esto sonó nuestro silencio.
Algunos, la mayoría de quienes tienen el corazón y la esperanza del lado izquierdo del pecho, entendieron y entienden que hay tiempos de ruido y de silencios, comprendieron que, sobre todo cuando viene de abajo, el silencio puede sonar fuerte…
Otros pidieron hablar. Callar ahora –decían– sería ceder un espacio ganado, o alegrar más las ya de por sí cuentas alegres que, sobre nuestra derrota, hace el poderoso.
Algunos otros nos pidieron que nos calláramos, nos pidieron «humildad», nos pidieron no «estorbar», nos pidieron entender que no era la hora de los indígenas del EZLN, nos pidieron comprender que era la hora de los partidos políticos. Pidieron humildad a los humildes, silencio a los siempre mudos.
Los militares escucharon en nuestro silencio el imposible éxito del cerco político que pretende su parafernalia. El supremo imaginó (y deseó) divisiones y purgas terribles al interior del zapatismo. Por eso, aprovechando este silencio, los gobiernos federal y local aumentaron la presión militar y el cerco en torno a las comunidades rebeldes. Buscaban provocarnos para así desplegar toda su fuerza y aliviar la crisis que su campaña electoral empezó a anunciar. Nosotros resistimos y seguimos tejiendo, en silencio, el mañana que merecemos. Sus bravatas y desplantes chocaron una y otra vez con eso que se llama dignidad. Ahora ellos están más débiles y nosotros somos un poco más fuertes. Esto fue nuestro silencio.
Esta fue, pues, la hora de los partidos, su tiempo, su coyuntura, y así el atribulado y disputado centro ideológico brilló intensamente. La hora electoral, la hora de las campañas, sirvió como termómetro de la enfermedad terminal del sistema de partido de Estado y reveló lo profundo de su crisis al ser cuestionadas sus tradicionales alquimias electorales: Las encuestas se le volvieron en contra; la apertura de los medios dificultó su control; la pesada carga de Carlos Salinas de Gortari se convirtió en poderosa sombra que cubrió todas las campañas priístas; el absurdo programa económico gubernamental quiere cobrar, en las urnas, la factura de la miseria nacional; la figura presidencial, redimensionada como eslogan priísta, se convirtió en la mejor propaganda electoral a favor… de la oposición; el miedo al cambio y a la violencia se ve superado por la certeza de que la inmovilidad presente es la pesadilla y que la violencia es la única oferta popular y tangible del actual sistema político mexicano.
Los ruidos de abajo antes pudieron ser usados para solidificar una estructura que cada día se parece más a la foto del solitario ataúd de Fidel Velázquez. Pero ya no. Ni la rebeldía de los maestros, ni los choques con la guerrilla en Guerrero, ni la descarada e impune militarización en todo el país, ni el desprecio que, del sistema político en su conjunto, recibieron millones de indígenas que, en la «fiesta electoral», repiten su condición de subciudadanos gracias al incumplimiento gubernamental de los Acuerdos de San Andrés, nada de esto sirvió para convencernos de que Nación y PRI son equivalentes históricos. Ahora el sistema político, por medio de un secretario de Gobernación enmascarado de especialista en volcanes, cifra sus esperanzas en que el Popocatépetl defina su apoyo al régimen y evite que voten los que van a hacerlo contra el PRI en el Valle de México, sepultándolos con cenizas y planes de contingencia frente a desastres naturales.
Ahora que han terminado las campañas electorales, ahora que cielo y suelo hablan en las montañas, nosotros los zapatistas decimos nuestra palabra y reiteramos…
II.- La propuesta política del zapatismo
En coyunturas electorales o fuera de ellas, nuestra posición política es y ha sido clara. No es partidaria pero tampoco es antipartido, no es electoral pero tampoco es antielectoral. Es contra el sistema de partido de Estado, es contra el presidencialismo, es por la democracia, la libertad, la justicia, es de izquierda, es incluyente, es antineoliberal.
No son pocas las críticas que hemos recibido por esta posición de buscar construir la «otra» política, tampoco han sido pocos los intentos de mediatizar o «normalizar» políticamente manifestaciones ciudadanas no partidarias. El caso de Alianza Cívica, a la que se quería obligar a renunciar a su derecho de observación electoral a cambio de su «registro» como asociación política, es un botón de la muestra en el monopolio de la política. Los partidos políticos (y algunos intelectuales, hoy en la presidencia del IFE) ven toda propuesta no partidaria como si fuera antipartidaria.
Pero la «otra» política no busca ocupar el espacio de la política partidaria, nace de la crisis de ésta y tiende a ocupar el espacio que no es cubierto por el quehacer partidista. La «otra» política busca organizarse para «voltear» la lógica de la política partidaria, busca construir una nueva relación de la Nación con sus partes: ciudadanos que tienen derecho a serlo de tiempo completo, diferenciados y específicos, unidos por una historia y por lo que deviene esta historia. Esta nueva relación implica tanto al gobierno y los partidos políticos, como a los medios de comunicación, las iglesias, el ejército, la iniciativa privada, las policías, el Poder Judicial, el Congreso de la Unión.
La política hoy es un asunto de entes, democratizarla no significa ampliar esas élites o suplirlas por otras, sino «liberar» la política del secuestro en que la mantienen los políticos y «llevarla hacia abajo», hacia quienes deben mandar y en quienes reside la soberanía: los ciudadanos. El «mandar obedeciendo» zapatista implica este «volteo» de la política y es un proceso, no un decreto. Es, para decirlo con la «modestia» zapatista, una revolución que haga posible la revolución.
La hora de los partidos (sinónimo de la hora electoral) no debiera ser coyuntural, sino constante. Con partidos políticos de tiempo completo, inmersos en las causas sociales y respetuosos de las especificidades indias, no serían necesarias ni las organizaciones armadas, ni las guerras, ni las rebeliones indígenas ni los silencios impunes. Pero si no es así, si los partidos políticos no pueden serlo de tiempo completo y no sólo en las elecciones, entonces deben reconocer que existen otras formas no partidarias de hacer política, y deben hacerles lugar.
El rechazo de la clase política (además de los politólogos o pretensos) a toda actividad política que no esté en la lógica de los partidos y dentro de sus «reglas del juego», ha sido una constante en la nueva realidad mexicana.
¿En qué consiste esa nueva realidad mexicana? Es algo complejo, pero se pueden apuntar algunas características (sin extenderse mucho en su explicación) del…
III.- México nuevo y sus nuevas realidades
Los pueblos indios como actores sociales. Después del alzamiento zapatista de 1994 se ha modificado radicalmente la concepción general de lo que son los pueblos indios. No son ya sólo un fragmento de la historia pasada, sino parte actuante del presente. El «nunca más un México sin nosotros» que levanta como bandera el CONGRESO NACIONAL INDIGENA es más que una aspiración, es una advertencia: con los indígenas, o sin futuro. El destinatario del mensaje es la Nación entera. Lejos de la lógica partidista, el movimiento indígena (como ha sido evidente) no participa del entusiasmo urbano por la justa electoral. Su tiempo es otro tiempo, y el presente ha sido de reflexión interna, reorganización y preparación. El sistema político mexicano, incluidos los partidos políticos, no sólo ha ignorado la especificidad de la política en el pensamiento y la vida indígena, también se desconciertan por esta distancia que los indígenas toman de las elecciones y lo que a ellas se refiere.
La sociedad civil y/o los movimientos no partidarios. Si 1985 y 1988 fueron el indicio de una insurgencia civil, a partir de 1994 las movilizaciones no partidarias (y/o en las que los partidos no tienen el papel protagónico) se han hecho más frecuentes y más importantes. Algo pasó y pasa en la sociedad mexicana, algo que anuncia y denuncia que nada será igual. El monopolio de la política está siendo cada vez más cuestionado.
Mejor competencia electoral, más equitativa, y paulatina ciudadanización de lo electoral. Cuando el referente es el pasado mediato y lejano se aprecian grandes deferencias. Las sucesivas reformas electorales han sido producto del quehacer de los partidos de oposición (PAN, PCM, PSUM, PMS, PRD), pero sobre todo de una actitud ciudadana que abarca diversas manifestaciones que van desde el abstencionismo como forma de reprobación, hasta las movilizaciones contra los fraudes. Sin embargo, falta todavía mucho para que podamos decir que la imparcialidad reina en las competencias electorales. La democracia electoral debería abarcar, al menos, los siguientes requisitos: equidad en el acceso a los medios, organismos totalmente ciudadanos e independientes para la organización de los comicios, padrón confiable, transparencia en el manejo de los recursos económicos, estabilidad política y social, gobernabilidad, derecho garantizado a la información, apertura de la participación a ciudadanos y organizaciones no partidarias, forma de participación de los pueblos indios según sus especificidades, y respeto al voto. Ninguno de estos requisitos se cumple hoy a cabalidad. Incluso en el reducido ámbito de la democracia electoral, todavía falta mucho por lograr.
Apertura en medios y crisis. La crisis de legitimidad y credibilidad que padece el sistema de partido de Estado se extiende hasta los medios de comunicación. Estos deben resolverlo o transformándose (es decir, abriéndose), o compartiendo el descrédito institucional y, no pocas veces, el ridículo.
Presidencialismo cuestionado pero no todavía en crisis terminal. El sistema de partido de Estado entra en crisis al entrar en crisis uno de sus elementos fundamentales: la figura presidencial. Esto es evidente desde 1994 con Carlos Salinas de Gortari y a partir de la irrupción del EZLN en la vida política nacional. El «estilo personal de gobernar» de Ernesto Zedillo Ponce de León sólo ha confirmado esta crisis.
Sin embargo, persisten varios aspectos del presidencialismo. Uno de ellos (pero no el único) es la subordinación (a veces hasta el grado del servilismo) de los poderes Legislativo y Judicial a la arbitrariedad y capricho del Ejecutivo.
Agotamiento y crisis del sistema de partido de Estado. Esta crisis tal vez se acerque a su fase terminal, pero para hacerlo hace falta la acción que impida la recomposición, con otro nombre, del sistema de partido de Estado. La revolución que habrá de liquidarlo no tuvo fecha de inicio, pero ya está actuando. Su final, y el costo social que sumará, depende de la acción de un gran frente de fuerzas políticas y sociales.
Polarización en el medio intelectual. Paulatinamente, la crisis del sistema ha producido una especie de «falta telúrica» en el medio intelectual y artístico en México. Se acabaron las neutralidades y, con mayor o menor énfasis, los intelectuales y artistas opinan sobre la vida política del país, sus opciones, sus posibilidades. Artistas e intelectuales «toman partido», es decir, «toman parte» en la política nacional.
Militarización nacional y aparición de grupos armados. La militarización se refiere no sólo a la invasión física de espacios civiles en todo el país, también a la invasión militar de espacios políticos. No es sólo reacción a la emergencia de grupos armados. También, y sobre todo, es una prevención al estallido de un descontento que se «huele» en el campo y en la ciudad. Todo México es hoy sospechoso de subversión. Condiciones extremas de miseria y falta de cauces políticos, tales son las condiciones fundamentales de la emergencia y permanencia de los grupos político-militares rebeldes. Ambas (militarización nacional y emergencia-permanencia de grupos armados rebeldes) son producto del fracaso de la política del sistema de partidos: Ni son alternativa de lucha política, ni en el Poder han sido el medio eficaz para solucionar las demandas que le dan bandera y, mucho ojo, base social a las guerrillas mexicanas.
Estas nuevas realidades no se deben perder de vista. Señalar que, después de las elecciones y cualquiera que sea su resultado, hay mucho por hacer. Por eso hablamos…
IV.- En la presente coyuntura electoral
Sobre lo que ha sido el proceso electoral, hasta antes de su culminación el 6 de julio, no hay mucho qué decir que no sea evidente para el ciudadano informado. Desde el inicio de las campañas se intentó relegar a un segundo plano, silenciar o «desaparecer» a otros actores que no fueron los partidos políticos y los organismos electorales; las campañas electorales (salvo contadas excepciones) estuvieron regidas por temas «de actualidad» y no por problemas sociales; fue patente el secuestro de la política por parte de la «clase política» y la confrontación electoral con la sociedad se enfocó casi exclusivamente a los medios de comunicación (nuevamente, salvo contadas excepciones); mención especial merece el silencio sobre el incumplimiento gubernamental de los Acuerdos de San Andrés.
Sobre los partidos políticos y sus campañas no diremos mucho: Es de prever que la propuesta perredista de «limar las aristas más filosas del neoliberalismo» se topará con un erizo cuyo abrazo hiere y mata. Sólo una alternativa total, nueva, permitirá la sobrevivencia de la Nación mexicana.
Del PRI hay que señalar a un secretario de Gobernación que ve, complacido, cómo uno de sus rivales en la carrera al 2000 es liquidado. Enhorabuena al sistema de partido de Estado si es que ha abandonado el crimen como método de depuración y escalafón político, y recurre ahora a la inmolación electoral en un territorio como el DF, siempre rebelde y digno, para librarse de quienes le estorban o ambicionan demasiado.
Al PAN hay que agradecerle la lección impartida en la capital del país, con ella nos enseña que no es lo mismo dirigir un partido a través de los entretelones del salinismo, que confrontar a los ciudadanos y a los medios como candidato de elección popular.
Bien por la pequeña fisura que en los medios de comunicación provoca la crisis de credibilidad gubernamental. El México diferente no es entendido por los dos grandes monopolios de la comunicación electrónica, pero otros entienden, se transforman y transforman.
Así que hoy decimos…
1.- El presidencialismo es uno de los componentes del sistema de partido de Estado, pero no el único. Un poder legislativo popular, autónomo, independiente y crítico sería un golpe contundente a la arbitrariedad y el autoritarismo del sistema presidencial en México, pero sólo un paso (importante por cierto) en la liquidación del sistema de partido de Estado y la democratización de México.
2.- La democracia no es sólo electoral, pero también es electoral. El ámbito electoral no se refiere sólo a la confrontación de candidatos y/o propuestas políticas en las urnas. Tiene que ver también con la viabilidad de esa ruta, las condiciones equitativas que exige, y la relación de los funcionarios electos con los electores (que se vuelven presenciables una vez cumplida la toma de posesión).
3.- La democracia no es alternativa del Poder. Si el sistema político sigue excluyendo a los ciudadanos, si se sigue «secuestrando» el quehacer político, si sólo se consigue «ampliar» o «alternar» la jefatura del autoritarismo (ayer unipartidista, mañana bi o tripartidista), entonces la democracia seguirá lejos del alcance de los ciudadanos y otras formas de lucha no partidaria, incluyendo la lucha armada, seguirán siendo no sólo una posibilidad sino una realidad en cualquier montaña o calle mexicana.
4.- Si en algunas partes el voto es posibilidad de rebeldía y un golpe contra el sistema político mexicano, el ciudadano debe ejercer en las urnas su derecho a decir «¡Ya basta!» a la política que nos conduce a la guerra y a la desintegración nacional.
5.- Si en otras partes el voto es sólo la legitimación del autoritarismo, además del obviar y hacerse cómplice de condiciones carcelarias en comunidades enteras, entonces el ciudadano puede abstenerse y exigir, en cambio, nuevas y mejores condiciones políticas y sociales, no sólo para votar, sino para vivir, no sólo para sus ciudadanos de un día, sino de tiempo completo.
6.- En el sur y sureste mexicanos (particularmente en los estados de Hidalgo, Guerrero, Oaxaca y Chiapas), el México indio y rural vive en un auténtico Estado de Sitio y las especificidades de los indígenas en cuestiones de gobierno y cultura son ignoradas por el actual sistema político y sus partidos. La militarización en zonas indígenas hace imposible la vida normal, no se puede sembrar, caminar, reunirse, comerciar, lavar ropa. Ahora el sistema político mexicano pretende simular una vuelta a la normalidad en esas zonas, pero sólo por unas horas para que se pueda votar. Después todo volverá a ser como antes. Así que comunidades indígenas, zapatistas y no zapatistas, del sur y sureste mexicanos han decidido no participar en el próximo proceso electoral por tres razones fundamentales:
Primero.- Como protesta por la militarización y el ambiente de guerra civil promovido por los gobiernos federal y locales.
Segundo.- Como protesta por el incumplimiento de los Acuerdos de San Andrés, firmados por el gobierno federal, que reconocen los derechos democráticos de los pueblos indios.
Tercero.- Como llamado de atención a los partidos políticos que han ignorado la particular realidad política y social de los indígenas mexicanos y sólo se dirigen a ellos en coyunturas electorales y/o pretendiendo suplir, con tratos y componendas, su falta de propuestas serias y trabajo político en el seno del movimiento indígena nacional.
¿Quién y cómo podría reclamarles esta decisión a las comunidades indígenas? ¿Con qué cara exigirles que voten si ni siquiera viven en condiciones normales? ¿Se les puede pedir que aparenten una normalidad ciudadana un día y que regresen al terror cotidiano el resto del año?
7.- El EZLN apoya la decisión de estas comunidades indígenas, muchas de las cuales se encuentran en resistencia rebelde, así como la que tomen los ciudadanos que pueden ejercer con plena libertad su derecho al voto.
Esta es nuestra palabra y nuestra posición sobre la coyuntura electoral. Es todo… por ahora. Ya ven ustedes que aquí estamos y, como dicen los pueblos (que ahora se dedican a subvertir la métrica de las consignas). «¡No que no, si que sí, ya volvimos a llegar!».
Sale. Cuídense mucho y échenle ganas, por mucho que falte, el mañana está más cerca que ayer…
Vale, Salud y que nunca perdamos ni sombra ni memoria. Aunque no lo parezca, ambas también definen la esperanza.
Desde las montañas del Sureste Mexicano.
Subcomandante Insurgente Marcos
Por el Comité Clandestino Revolucionario Indígena-Comandancia General
del Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
México, julio de 1997
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