7 PREGUNTAS
A QUIEN CORRESPONDA
(Imágenes del neoliberalismo en el México de 1997)
A Don Fernando Benítez, por sus 85 abrazos.
A Adelfo Regino, por el tierno dolor que lo abraza.
«–¿Y a quién llaman Don Sancho Panza? –preguntó Sancho.
–A vuesa señoría –respondió el Mayordomo–; que en esta ínsula no ha entrado otro Panza sino el que está sentado en esa silla.
–Pues advertid, hermano –dijo Sancho–, que yo no tengo don, ni en todo mi linaje le ha habido; Sancho Panza me llaman a secas, y Sancho se llamó mi padre, y Sancho mi agüelo, y todos fueron Panzas sin añadiduras de dones o donas; y no imagino que en esta ínsula debe de haber más dones que piedras; pero basta; Dios me entiende, y podrá ser que si el gobierno me dura cuatro días, yo escardaré estos dones, que, por la muchedumbre, deben de enfadar como los mosquitos. Pase adelante con su pregunta el señor Mayordomo, que yo responderé lo mejor que supiere, ora se entristezca o no se entristezca el pueblo.»
Miguel de Cervantes Saavedra.
«El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha».
México es todavía un país. Esto no debería sorprenderlo a usted sino a los que lo gobiernan, porque han hecho todo lo posible por destruirlo. No, no es que se trate de un afán apocalíptico o de un destino irremediable. Este país es gobernado según un nuevo modelo social que se conoce como «neoliberalismo». Puede usted leer libros y artículos donde esto se analiza detalladamente. Aquí sólo queremos que vea unas cuantas imágenes y que responda algunas preguntas.
Claro que las más importante de estas cuestiones no están planteadas siquiera, pero éstas que le proponemos servirán para ir armando el rompecabezas que es el vivir y morir en el México de fines del siglo XX. ¿»Morir»? ¿Muy dramático? Tal vez, pero hay aquí unos niños que viven en las coladeras de una ciudad militarizada, hay un proceso electoral que bien podría anunciarse en una sección periodística de «ofertas de temporada», hay unos barrenderos que se desvisten el cuerpo y el estómago, hay un presidente lector furibundo y consecuente de Og Mandino, hay una región de México en donde las preguntas se responden en prisión o en la tumba, hay una calavera que cuestiona a un sistema político, y hay también un pequeño ejército rebelde que se niega a rendirse.
Si usted ve todo esto y no se pregunta ¿qué?, ¿por qué?, ¿cuándo?, ¿cuánto?, ¿dónde?, ¿cómo?, y ¿quién?, entonces venga con nosotros y aprenda a mirar hacia arriba y hacia abajo. Así aprenderemos a preguntar y, tal vez, a responder preguntas. Por ejemplo, a responder a esa…
PRIMERA PREGUNTA PRIMERA:
¿HASTA DONDE HAY QUE BAJAR PARA LLEGAR HASTA ARRIBA?
«–¿Quién está allá abajo? ¿Quién se queja?
–¿Quién puede estar aquí, o quién se ha de quejar –respondieron–, sino el asendereado de Sancho Panza, gobernador, por sus pecados y por su mala andanza, de la ínsula Barataria, escudero que fue del famoso caballero Don Quijote de La Mancha?»
Parte II, Cap. LV.
Soldados y policías arriba, niños y jóvenes abajo
Ciudad de México. Finales del siglo XX. La síntesis monstruosa del neoliberalismo urbano, el Distrito Federal, se presenta hoy como el adelanto de una pesadilla futura. Casi 20 millones de seres humanos viven y mueren la violencia y la exclusión como razones de Estado.
Dos imágenes se sobreponen en todos los sentidos:
Bajo tierra, en las alcantarillas que tratan en vano de desalojar la inmundicia de esta metrópoli, viven niños y jóvenes. Una banda, la de «Los Ponis», malvive en las coladeras cercanas a la Central Camionera del Norte. Los «valientes» policías judiciales de la zona persiguen a «Los Ponis» para extorsionarlos, los golpean y les exigen cuotas para «dejarlos en paz» (ver reportajes de Karina Avilés, La Jornada, diciembre 96 y enero 97). Además de la cárcel, el drenaje es el único lugar para vivir que esta ciudad otorga a la niñez y la juventud pobres.
Arriba, en las calles, el ejército y la policía gobiernan con la ley del pistolero: el más rápido para desenfundar sobrevive y tiene la razón; el más lento no tiene ya derecho a la réplica. La razón y la justicia están en los calibres de las armas, en los chalecos antibalas, en el empleo masivo y veloz de contingentes policiacos. ¿Policiacos? La policía de la Ciudad de México está completamente bajo el mando de militares. La lógica castrense trata de comprender la ciudad más ilógica de finales del siglo XX. Los militares pretenden remediar una situación que el mismo sistema mantiene y fortifica. Llevados a labores extraconstitucionales, los oficiales y soldados se exponen a la corrupción que invade a los cuerpos policiacos en México. Transformar la ciudad en un gigantesco cuartel no es tarea fácil, se necesita mano dura y despotismo. El militarismo agrega humillación a la «formación» de la nueva policía de la capital.
En esta misma ciudad, en el Campo Militar #1, el General José Francisco Gallardo, lleva ya más de 3 años prisionero por proponer la creación de un ombusdman militar. Quienes lloriquean en contra de las aspiraciones indígenas a una legislación que reconozca su diferencia, «olvidan» que los militares en México tienen leyes de excepción.
La televisión nacional no tiene espacio para los «niños coladera», pero en cambio dedica horas enteras y comentarios a la actuación de la policía militarizada en la persecución y ejecución de «delincuentes». El amarillo pinta los programas con más teleaudiencia. El defeño confirma en la pantalla lo que vive día y noche, la ventaja está en que aquí hay anuncios comerciales y uno siempre puede apagar el televisor. La realidad virtual de los monopolios televisivos promete lo que la realidad confirma: a la creciente delincuencia no se le responde con programas sociales. Armas contra armas, las mejores, las más rápidas y las mejor pagadas son las que ganan. No hay ya sanción social, jurídica o ética, todo se vale y, en medio de la guerra real, el ciudadano ensaya a sobrevivir y apuesta a no ser el protagonista del siguiente programa de nota roja.
¿Qué mejor síntesis de lo que esta ciudad representa que la instantánea de una tanqueta militar rodando sobre una alcantarilla? Bajo ellas, bajo esa tanqueta y esa alcantarilla, niños y jóvenes se drogan y sueñan que pueden vivir arriba…
Pero no. Arriba todo se compra y se vende. Quien nada compra y nada vende, nada es. A golpes de mano y de dinero se pelea un lugar en la calle. La lucha por la sobrevivencia es eso, una lucha. Para asegurarse que esa lucha sea a muerte es que la policía y ejército se hacen una sola fuerza y sintetizan y potencian sus desventajas. La policía aporta corrupción y complicidad criminal, el ejército suma intolerancia y prepotencia. Los «enemigos» contra los que se lanza esta máquina represiva son perfectamente identificables: niños de la calle, jóvenes desempleados, vendedores ambulantes, pequeños comerciantes, colonos pobres, mujeres indefensas, homosexuales y lesbianas, maestros disidentes, estudiantes rechazados, indígenas, en fin, todos los improductivos. La identificación con fotografía no basta ya para salvarse de sus garras, ahora se necesita, lo menos, una tarjeta de crédito. Mujeres, niños y jóvenes urbanos comparten pesadillas que parecían exclusivas de los indígenas mexicanos. La exclusión y la intolerancia que enfrentan son un puente con las comunidades indias de México. Su rebelión y su esperanza también lo serán.
Con los problemas de toda la Nación encima, la Ciudad de México se administra como el país entero: con represión e improvisando. No hay estrategias de mediano o largo alcance para resolver sus problemas, se parcha y se maquilla para agradar al televidente. Después de todo, el Distrito Federal es también una mercancía… invendible si no se le enmascara adecuadamente. La política neoliberal encuentra aquí su paradigma más definitivo: destruir para prevalecer. Este desordenado y caótico espacio urbano es el mejor libro sobre el neoliberalismo. Basta recorrer sus calles para entender que se está perpetrando un crimen contra la humanidad.
La ciudad vive un presente vertiginoso, no hay respiro para reflexionar el pasado, no hay aliento para imaginar el futuro. Todo se repite peor y más grande, la calamidad se vuelve cotidiana. La única sorpresa es descubrir, cada mañana, que la ciudad sigue ahí, ofreciéndose a quien quiera comprarla.
Esta es la capital mexicana. Un megamercado. Todo en venta. Hasta las propuestas políticas. Para comprar una, habrá que responder a la…
SEGUNDA PREGUNTA SEGUNDA:
¿QUE COLOR DE DEMOCRACIA LE GUSTA?
«–¿Quién te mete a ti en esto, Sancho? –dijo Don Quijote.
–¿Quién, señor? –respondió Sancho–. Yo me meto, que puedo meterme, como escudero que ha aprendido los términos de la cortesía en la escuela de vuesa merced, que es el más cortés y bien criado caballero que hayen toda la cortesanía; y en estas cosas, según he oído decir a vuesa merced, tanto se pierde por carta de más como por carta de menos; y al buen entendedor, pocas palabras.»
Parte II. Cap. XXXVII.
La política como mercancía: todas son caras
Alguien ha tenido la ocurrencia de hacer una encuesta mezclando nombres de conocidos políticos de derecha, centro y de izquierda. Entre los nombres de los probables aspirantes a la gubernatura de la Ciudad de México, cuela el nombre de un inexistente: Juan Pérez. Los ciudadanos consultados no dudan, el improbable «Juan Pérez» tiene el más alto índice de preferencia para ser gobierno, ninguno de los conocidos es esperanza de cambio o de mejora.
Sin embargo, la democracia de las encuestas consuela a los partidos políticos con registro y a quienes aspiran a obtenerlo. Los porcentajes de preferencias son índices de ventas y los mercados son susceptibles de ser conquistados. Como empresas en expansión que usan la promoción y venta de puerta en puerta para colocar sus productos «en la preferencia del público», los partidos políticos hacen lo mismo y sus militantes se dedican a recorrer casa por casa para obtener, no una alternativa de país, sino un voto más que se pueda canjear por cuotas de Poder en lo más alto.
El agotamiento del sistema de partidos no parece ser percibido por las direcciones políticas. Unos y otros apuestan a que su producto tendrá aceptación en el reducido mercado electoral. Los ciudadanos no son vistos como personas políticas sino como clientes potenciales o seguros. El sistema político mexicano crea, periódicamente, un poder adquisitivo. Acorde con el modelo neoliberal, el ciudadano existe mientras mantiene su poder de compra «política». El voto, individual o corporativo, es la moneda fugaz que se pelean los mercaderes partidarios. Pero el tianguis sólo dura un día. Previo a ese día, las campañas publicitarias, grandes, medianas y chicas, se despliegan para obtener ese voto, para hacerlo número y capital en la bolsa de los partidos políticos.
Pocas novedades en cambios profundos han traído los recientes tianguis en provincia; el abstencionismo sigue siendo la mercancía con mayor número de clientes. Pero la crisis en la demanda no contrae la oferta, se reajusta el mercado para que el Poder se pelee y se reparta entre los políticos profesionales. La ciudadanía ha sido excluida explícitamente de la política. Después de todo, el comercio es para profesionales y no para aficionados.
Ahora se acercan dos grandes ventas de ocasión:
La una es federal y recompone el Congreso de la Unión. Poco o nada importan las leyes que se lleven adelante, que se modifiquen o se eliminen. Todos los mercaderes están de acuerdo en que es sólo un aperitivo para la venta mayor, la grande, el 2000 como el mercado soñado. Falta fabricar la mercancía que mejor compita.
La otra es local y reconoce el derecho de los capitalinos a elegir a su gobernante. Los candidatos son aquí las mercancías, poco o nada importan sus programas de gobierno, sus propuestas de solución a los problemas de una ciudad que crece destruyendo y destruyéndose.
En el mercado político las ofertas se reiteran y banalizan. Los proyectos políticos e ideológicos, los programas de lucha, las plataformas electorales, los candidatos, todos los principios se subordinan a las leyes del mercado electoral. Curiosa economía política en donde la demanda electoral está a la baja y los clientes escasean, mientras que la oferta raya los límites de una venta de garage.
Mientras la derecha afirma su identidad, la vocación de indefinición y el mínimo riesgo atiborran un centro político que desdibuja intenciones y vocaciones. Una izquierda pone como máxima meta la cantidad de votos y, para obtenerla, se debate entre abrazar la tibieza del centro o hermanarse con la derecha.
Estos «empresarios» de la política olvidan que la democracia electoral está en su peor crisis de los últimos años. La crisis del sistema de partidos en México invade ya al sistema político en su conjunto y, resignados ya a conquistar a una mayoría cada vez más escéptica de la política moderna, los partidos políticos se pelean el magro botín de un voto que, razonado, se resiste a la especulación y demanda verdades a un mundo, el del sistema político mexicano, que hace de la mentira su único sostén.
Pero este mercado «vive» y crece. El sistema político mexicano recibe golpes por todos lados y se alimenta de ellos. Su quehacer deglute hasta a algunos de sus opositores institucionales. Ex-críticos y ex-rebeldes arrepentidos se acomodan para prevalecer. Las convicciones y los principios se mudan como empaques viejos y pasados de moda. Los colores cambian y el Poder, el detentarlo, se vuelve meta y obsesión.
«El estómago más sano del continente», así define la mar esta maravillosa capacidad digestiva del sistema político mexicano. Lo que no es digerido es vomitado y, de crisis en crisis, el sistema de partido de Estado sobrevive a sus propios excesos y a las apocalípticas profecías que prometen su muerte.
Pero ahora, el sistema político mexicano presenta una novedad. No es ésta la pugna interna de los grupos de Poder o la lucha entre intereses que, finalmente, se adecuan.
Lo nuevo está en que la única manera de «modernizar» la política como lo exige el neoliberalismo es destruyendo a la clase política que lo hizo posible en México. Los políticos-políticos no sólo ya no son necesarios, ahora son un estorbo y hay que deshacerse de ellos. Los políticos-tecnócratas, esta forma elegante de llamar a los profesionales de la mercadotecnia que detentan puestos gubernamentales, deben destruir el sistema que los llevó al Poder. No hay otra forma de sobrevivir, «modernizar» es destruir para prevalecer.
Claro que este proceso de «modernización» de la clase política mexicana encuentra resistencias, fuertes resistencias. Algunas veces llegan hasta el magnicidio. Las imágenes de Luis Donaldo Colosio y Francisco Ruiz Massieu, asesinados, testimonian el método y la meta de la nueva clase política en el Poder. Hay quienes sólo leen una crisis mortal para el sistema de partido de Estado en estos crímenes, pero, casi tres años después, el muerto goza de buena salud. Faltan todavía algunas cosas para consumar el entierro.
Sin embargo, construir una alternativa a este cadáver rozagante no sólo es una tarea grande, es también algo que no brilla en las encuestas de opinión. No hay en México un programa nacional de lucha, consensado, que vaya más allá de la crítica a lo evidente; el sistema de partido de Estado apesta. La alternativa política, social, económica y cultural está por hacerse.
Pero lo urgente no deja tiempo para lo importante, y ya vienen las elecciones. Y es aquí donde las propuestas políticas se diluyen en las opciones electorales. La diferencia entre los partidos políticos no se marca en sus principios y programas, sino en la cantidad de Poder que detentan. ¿En dónde está la diferencia entre el PRI, el PAN, el PRD y el PT? La lógica de venta electoral responde: en el número de alcaldías, gubernaturas, lugares en el parlamento, puestos en el gabinete. Organizaciones políticas y ciudadanas suman, restan, multiplican, dividen. En la política coyuntural los números mandan y las concepciones ideológicas diferentes lo son por la cantidad que contienen, no por la calidad de lo que pretenden.
Pero aún así, cuando menos hay que pretender que algo diferente se está ofreciendo. Y entonces el espectro político se responde a sí mismo…
La derecha sueña con que una buena administración y una moral austera permitirán mantener el rumbo. Así llaman a este doloroso y continuo tropezarse y dar tumbos agónicos. La derecha no ofrece una alternativa política, ofrece un cambio en la gerencia política. Su sueño de volver al pasado de orden y progreso implica mano dura en la política, en la economía, y en la conciencia. La derecha se cree con posibilidades, supone tener a su favor un proyecto definido y el desprestigio de un partido en el Poder que se deshace de la poca inteligencia que le quedaba y se llena de mediocridades. «Los clientes de la competencia pasarán a este lado» dicen y se dicen, y afinan sus mercancías, las embellecen mientras esconden el terror guarda-conciencias de una moralina que, el consumidor no lo sabe, viene incluida con este producto que «será del agrado de usted».
El centro apuesta a que su inexistencia pueda ser negada por el pavor a los extremos. El tránsito a ningún lado, pero eso sí, sin dolor ni cambios bruscos. El centro sabe que su posibilidad es tan breve como las coyunturas electorales. No apuesta a constituirse como referente de uno u otro extremo, sino a conseguir, con la alquimia de su ser y de su estar en medio, un lugar en donde sea. La tibieza no perdura, o se calienta o se enfría.
La izquierda, ¡qué novedad!, está dividida.
Una parte de ella padece amnesia súbita y se reacomoda. Pero no para construir la alternativa. La lógica de su acomodo es la lógica del mercado. Hay que aliarse con quien garantice mejores ventas, con quien ofrezca mejores mercados. ¿Qué importan los ideales? Lo que importa es ganar el primer lugar en ventas. Eso, vender. Aunque el producto tenga que parecerse en mucho o en todo al de los competidores.
Un momento, ¿qué es esto? ¿Otra crítica a la izquierda partidaria? ¿A la vía electoral? ¿A ambas? No, no solamente.
La izquierda partidaria ha obtenido no pocos ni pequeños logros en la lucha electoral. A su quehacer político, no sólo electoral pero también electoral, se le debe la apertura de nuevos espacios y puentes solidarios entre luchas de otro modo dispersas y solitarias. La historia de la izquierda partidaria está llena de heroísmo, abundan las cárceles y las tumbas, pero también hay triunfos legítimos, autenticidad de banderas y vida consecuente.
Gente grande, deveras grande se encuentra y lucha dentro de todo el espectro en que, a su vez, se divide la izquierda mexicana. Dentro de cualquier parte, estos hombres y mujeres son parte de esa otra izquierda que lucha siempre, con o sin elecciones, en ellas o a pesar de ellas.
Esa otra parte de la izquierda reacomoda su memoria y se ajusta cuentas. Sabe que, si hay alternativa mejor a esta pesadilla, saldrá de sus pasos. Reconoce que el tratar de imponer la hegemonía es también parte de la lógica mercantil. El reconocimiento de las diferencias, de la riqueza de luchas distintas, no es para competir o para apropiarse de ellas, sino para multiplicar sumando.
Romper con la lógica mercantil en el proceso electoral no es romper con una vía de lucha, es buscarle y proponerle otro sentido a esa oportunidad de encuentro entre políticos y ciudadanos, entre propuestas y problemas, entre sueños y pesadillas. ¿Es posible convertir el grotesco intercambio comercial entre candidato y posible votante, en un desafío que los una frente al sistema que deforma a ambos, que se transforme en opción y alternativa, en camino y paso nuevos para todos? ¿Para TODOS?
Si es, este desafío será producto de esta izquierda. Ella puede repensarse en todo sentido y volver entonces el rostro hacia abajo. Por ejemplo, hacia esa…
TERCERA PREGUNTA TERCERA:
¿POR QUE SE DESVISTEN ESOS DESNUDOS?
«–«Esas no comerá el señor Gobernador en tanto que yo tuviere vida.
–Pues ¿por qué? –dijo Sancho.
Y el médico respondió:
–Porque nuestro maestro Hipócrates, norte y luz de la Medicina, en un aforismo suyo dice: Omnis saturatio mala, perdicis autem pessima. Quiere decir: «Toda hartazga es mala, pero la de las perdices, malísima».
–Si eso es así –dijo Sancho–, vea el señor Doctor de cuántos manjares hay en esta mesa cuál me hará más provecho y cuál menos daño, y déjeme comer dél sin que me la apalee, porque, por vida del Gobernador, y así me le deje gozar, que me muero de hambre, y el negarme la comida, aunque le pese al señor Doctor y él más me diga, antes será quitarme la vida que aumentármela.»
Parte II. Cap. XLVII.
En un sistema de porquería, la limpieza está desocupada
En el siempre doloroso sureste mexicano, en Tabasco, un delincuente se ha hecho de la gubernatura a fuerza de crímenes y de dinero: Roberto Madrazo Pintado. Una y otra vez su culpabilidad ha sido exhibida y demostrada. El sistema jurídico mexicano alarga tiempo y acorta vistas para no tocar a los intocables. No es un delincuente el que sería juzgado y condenado, es el sistema político en su conjunto.
Hoy dos imágenes de Tabasco en el DF demuestran al mundo lo que es el México «moderno».
Una es la imagen de los desnudos de los trabajadores de limpia de Tabasco frente a los legisladores federales. De espaldas y de frente, estos hombres se despojan de toda la ropa para afirmar lo único que los cubre. No tienen ya nada, más que la dignidad.
Quitándose la ropa, ellos desnudaron la mentira de un país que se vende como próspero y en paz. Mostrándose, ellos mostraron que el autoritarismo local sostiene y se sostiene en el Poder federal. Los traficantes de engaños se escandalizan frente a varones desnudos y bostezan con aburrimiento frente a las pruebas que exhiben a un gobernador llegado al Poder por la ruta del crimen.
Un campana «electoral» para un gobierno estatal, que es más cara que la campaña electoral para la presidencia del país más poderoso de la tierra, deja mudos a los funcionarios judiciales. No sólo porque son cómplices, también porque la corrupción es tan común en los que gobiernan que su exhibición no representa escándalo o novedad. En lugar de justicia, legisladores de los 4 partidos prodigan indignaciones y aspavientos por la afrenta al «sacrosanto» recinto legislativo. Pocos son los que los apoyan y comprenden. Los medios de comunicación se divierten con el espectáculo y, con buen humor, subrayan que ésta es una prueba más de que vivimos «en una democracia».
La otra imagen es la de los trabajadores, tabasqueños también, en huelga de hambre y aferrados a la vida y a la esperanza por su lado más filoso; el de la resistencia digna. Jorge Luis Magaña Alamilla y Venancio Jiménez Martínez son dos trabajadores de limpia de Tabasco. Ahora se acercan a los 100 días de no probar alimentos. Sus demandas sencillas de justicia se pintan de dramatismo por la decisión tomada. Cerca del estado de coma, sólo alcanzan a balbucear: «no nos rendimos».
Ellos dicen «éstos somos, así adelantamos el futuro que para nosotros y nuestras familias nos ofrecen los poderosos». Y en su imagen se repite la de muchos mexicanos. «Ni para comer, ni para vestir» nos dice su lucha y nos repiten las imágenes que, dirá el señor Zedillo, son «estereotipos de los que hablan mal de México».
Mire usted ahora la foto de los desnudos en «la más alta tribuna de la república», volteé ahora a mirar la postración de Jorge Luis y de Venancio, piense que éste es el mejor y más verdadero informe de gobierno que se haya dado en los últimos sexenios. «Este es el estado del país: trabajadores desnudos y gobiernos corruptos, trabajadores agonizantes y delincuentes impunes», dice el informe de gobierno que el pueblo devuelve al gobierno.
En la madrugada del 19 de enero de 1997, el gobierno desaloja con la fuerza policiaca a los trabajadores de limpia de Tabasco. Tomados prisioneros, 3 de los huelguistas de hambre, son secuestrados y «atendidos» a la fuerza en un hospital. El boletín de la Secretaría de Gobernación rebosa soberbia y cinismo: el desalojo es para atender «la demanda de la sociedad» y por razones «humanitarias». El gobierno vuelve a cerrar un camino de resistencia civil y pacífica. Si estos recursos de lucha no resultan, ¿qué harán los mexicanos que no vean cumplidas sus justas demandas? En la Secretaría de Gobernación, el corrector de estilo y neopolicía, Emilio Chuayffet, sonríe y olvida que la intolerancia y la prepotencia se pagan. Un ex-presidente serviría para recordarlo, pero la memoria no es virtud del equipo de Zedillo.
El trato recibido por los trabajadores tabasqueños es el mismo que reciben los indígenas zapatistas rebeldes. Pero no es éste el único lazo, el hambre y la desnudez tienden puentes entre trabajadores e indígenas, y la dignidad los convierte en uno. Sin ropa y hambrienta, la esperanza dibuja el mañana.
¿Y el gobierno federal? Ssshh. No interrumpa usted. El está tratando de responder a esa…
CUARTA PREGUNTA CUARTA:
¿CUANTO CUESTA ESE PAIS CON TODO INCLUIDO?
«–Decídme, Sancho –preguntó el Duque–: ¿vistes allá entre esas cabras algún cabrón?
–No, señor –respondió Sancho– pero oí decir que ninguno pasaba de los cuernos de la luna»
Parte II. Cap. XLI.
El vendedor más grande del mundo
Og Mandino, autor de célebres libros (por sus ventas), ha muerto. Pero en cambio, vive y gobierna México uno de sus más fieles lectores: Ernesto Zedillo Ponce de León. Aquel a quien todos dudan en llamar «el presidente», no duda en cumplir con su misión de mercadotecnia. Buen vendedor y buen cliente, Zedillo es aplaudido en círculos financieros de Norteamérica. Acaba de liquidar un préstamo del gobierno norteamericano.
$5,000 millones de dólares ($3,500 al Departamento del Tesoro norteamericano y $1,500 para el Fondo Monetario Internacional), «liberan» la factura de las exportaciones petroleras mexicanas y convierten la pesadilla microeconómica en fugaz éxito macroeconómico.
La resaca del préstamo norteamericano es miseria y desempleo para millones de mexicanos. Además de que se permitió usar como garantía el 80 por ciento de los ingresos petroleros, se contrató con una fuerte sobretasa de interés. Pero eso no es todo, el verdadero «pago» del préstamo fue la aplicación de severas políticas económicas de ajuste recesivo, acordadas con el FMI. Resultado: un millón de trabajadores despedidos en 1995, millones de familias empobrecidas, y miles de empresas hundidas en la insolvencia.
Este es el futuro de la macroeconomía que hoy es bandera de éxito del gobierno de Zedillo: en 1997 el PIB será 4.9 por ciento menor al de 1994, el salario mínimo 21.5 por ciento inferior, la economía interior que involucra al 90 por ciento de los mexicanos (agricultura, industria y servicios nacionales) será, referida per cápita, 19.6 por ciento menor a la de hace tres años. (José Luis Calva, El Universal, 17 de enero 1997).
Las cúpulas empresariales aplauden el pago, pero la «liberación» de las facturas petroleras es eso, una liberación que las vuelve a poner en el mercado para renegociarlas. La soberanía nacional sobre el petróleo no se ha recuperado, busca ahora un nuevo cliente y un mejor precio. En el mercado neoliberal la prostitución de la riqueza tiene algunas ventajas a su venta total. Por ejemplo, permiten al gobierno federal llegar a las próximas elecciones con el apoyo de los que mandan realmente, es decir, los financieros norteamericanos.
En el entretanto, Bill Clinton anuncia que vendrá a México en marzo de este año, el gobierno norteamericano advierte que tomará severas medidas antiinmigrantes, y llegan más helicópteros militares que, lo confirma en junio de 1996 la Oficina General Contable del Congreso de USA, son usados contra la guerrilla zapatista y no contra el narcotráfico.
Nadie menciona que el gobierno ha endeudado más al país para cumplir con este pago al Departamento del Tesoro de Estados Unidos. Algunos murmuran que hubo que pagar porque no era préstamo, sino la recompensa por la cabeza de los zapatistas. Como el EZLN sigue con la cabeza sobre los hombros, ni modos, a devolver la recompensa.
La miseria que se sienta a la mesa de millones de mexicanos no cuenta para Zedillo. Las críticas a su autoritarismo es, para él, sólo incomprensión popular a su gran visión de hombre de Estado. Cualquier referencia a la crisis económica que padece el ciudadano mexicano común y corriente, es vista por el seguidor de Og Mandino como muestra de autodenigración. Cualquier señalamiento sobre la falta de democracia en la vida política de México es reiteración de una vocación pesimista.
En la primera semana de enero de 1997, Zedillo regaña a… «algunos mexicanos que han tomado como modus vivendi el reproducir, el generar, el alimentar una mala imagen de México en el extranjero». Y sigue arremetiendo en contra de «algunas voces minoritarias que no reconocen el esfuerzo popular con que México está saliendo adelante. Se trata de voces pesimistas que quieren hacernos creer que estamos sumidos en el abismo; que buscan fomentar la autodenigración y la desesperanza. Se trata de voces cuyo único eco es la desconfianza».
Este vendedor suple la falta de cariño y respeto de parte de quienes dice gobernar, con las caricias engañosas del jinete rubio que habrá de montarlo… o de desecharlo cuando ya no lo necesite. La cúpula empresarial mexicana lo alaba, sí, pero más por ceguera y desmemoria que por entendimiento o convicción.
Pero los aplausos que recibe en los centros financieros se convierten, para Zedillo, en muestras de reclamo e indignación en las comunidades indígenas de México. El vendedor más grande del mundo ha escogido cumplir con quienes liquidan al país, e incumplir con quienes lo fundaron. Horas antes de pagar millones de dólares al gobierno de EU Zedillo ha formalizado el incumplimiento de los acuerdos que firmó su gobierno, en San Andrés Sacamch’en de Los Pobres, con las comunidades indígenas de México.
Mientras suenan las palmas de los financieros extranjeros, el aplauso tonto de los empresarios mexicanos y los «regaños» virtuales del señor Zedillo, el eco de un «NO» venido desde las montañas del sureste mexicano inquieta el éxito del gerente de ventas de México Sociedad Anónima de Capital Muy Variable.
Tan variable como la «tranquilidad» que se vive en los estados del sur mexicano. Ahí se puede responder la…
QUINTA PREGUNTA QUINTA:
¿COMO SE MUEREN ESTAS VIDAS?
«–¿Por qué huías, hombre? –preguntó Sancho.
A lo que el mozo respondió:
–Señor, por excusar de responder a las muchas preguntas que las justicias hacen.
–¿Qué oficio tienes?
–Tejedor.
–Y ¿qué tejes?
–Hierros de lanzas, con licencia buena de vuesa merced.
–¿Graciosico me sois? ¿De chocarrero os picáis? ¡Está bien! Y ¿adónde ibades ahora?
–Señor, a tomar el aire.
–Y ¿dónde se toma el aire en esta ínsula?
–A donde sopla.»
Parte II. Cap. XLIX.
La vida como delito
Guerrero y Oaxaca tienen varias cosas en común. Algunas de ellas: ambos son estados sureños de la federación mexicana; los dos tienen alto porcentaje de población indígena; los dos son parte de la región más pobre de México; en los dos el turismo enriquece a los poderosos y empobrece a los campesinos; en los dos reinan caciques y reyezuelos; en los dos hay guerrillas; en los dos el ejército federal manda y gobierna; en los dos la vida es un delito… para los pobres; en los dos estados son muchos los «mal nacidos».
En tierra zapoteca, en Oaxaca, Ernesto Zedillo Ponce de León, el veloz y cumplidor deudor del rubio gobierno norteamericano, sentencia a los morenos y empobrecidos indígenas: «No hay ningún mexicano bien nacido que crea que los problemas se pueden resolver con violencia». Miles de soldados y policías, tanques de guerra, helicópteros artillados, cañones y morteros están ahí para dar a Zedillo el argumento que la historia le niega y para asegurarse de eliminar a los mal nacidos.
Con la violencia institucional, es decir, con el ejército y la policía, es como el gobierno mexicano pretende resolver la miseria extrema de la que, paradoja recurrente en América Latina, se nutren las guerrillas.
Esta es la Sierra Sur de Oaxaca, en esta región miles de indígenas emigran a EU en busca de trabajo y de destino. Con ellos van sus dos fuerzas principales: su fuerza de trabajo y su historia. La tierra no la pueden llevar, pero cargan consigo su sangre que, saben los que saben, es otra forma de llamar a la tierra.
En esta zona, considerada por el gobierno como una de las de mayor influencia del Ejército Popular Revolucionario, fue detenido y desaparecido el combatiente eperrista Rafael. La organización armada ha denunciado la guerra sucia que enfrenta, además de la recurrente represión a maestros y dirigentes populares. Todo lo que es moreno y bajito es sospechoso y sujeto a investigación. Y como aquí todos son bajitos y morenos, pues todos están bajo investigación policiaca. Aquí el delito es vivir.
En el vecino estado de Guerrero la historia se repite, en los últimos días abundan las incursiones militares en las comunidades de La Montaña y la Costa Chica. Hay retenes militares, cercos y detenciones arbitrarias en los municipios de Alcozauca, Cuautepec, Tlacoachistlahuaca, Ahuacuotzingo, Copanatoyac y Olinalá, todos en Guerrero.
Y mientras el gobernador interino y la Secretaría de Turismo se enorgullecen de que, pese a disturbios atmosféricos, telúricos y sociales, los turistas siguen fluyendo, con sus dólares en la mano, a las tierras guerrerenses, las vías pacíficas y civiles de lucha se van angostando para indígenas, campesinos, maestros, estudiantes, colonos, trabajadores. Aquí el gobierno y la iniciativa privada se precian de ser los principales promotores de «la industria sin chimeneas»: el turismo. También son, y el pueblo de Guerrero lo sabe y sufre, los principales promotores de la violencia.
Oaxaca y Guerrero. Sangre india nutre los suelos de estos dos estados del sur de México. En estas montañas, los miembros de las mejores organizaciones indígenas del país han dado ejemplos brillantes de lucha civil y pacífica, su resistencia y heroísmo es ya leyenda, su sabiduría para gobernar y gobernarse es libro en la historia que no aparece en el índice general de precios de la Bolsa de Valores.
Sin más armas que las palabras y las enseñanzas de su propia historia, los pueblos indios que ya habitaban estas tierras mucho antes de que fueran llamadas «Guerrero» y «Oaxaca», resisten la violenta noche que les ofrecen e imponen los poderosos y violentos que se dicen «bien nacidos» y «gobernantes». «Los verdaderos bien nacidos son los que la tierra ha parido para que la cuiden y la hagan de modo que quepan los todos que viven y hablan lo que piensan», dicen los sabedores que viven estas montañas.
«En estas tierras –dice Adelfo viendo dentro– más que la vida, lo que es delito es la inteligencia». A falta de ella, el gobierno prodiga cuarteles militares y tanques de guerra.
Pero por momentos, entre tanto militar y policía, entre tanta profesión de vela por la «seguridad interna», entre tanta declaración de gobernabilidad simulada, sigue pendiente la…
SEXTA PREGUNTA SEXTA:
¿QUIEN VIVIO ESA MUERTE?
«–¡Jesús! ¿Qué es lo que veo?
Y con el sobresalto se le cayó la vela de las manos; y viéndose a oscuras, volvió las espaldas para irse, y con el miedo tropezó en sus faldas y dio consigo una gran caída. Don Quijote, temeroso, comenzó a decir:
–Conjúrote, fantasma o lo que eres, que me digas quién eres, y que me digas qué es lo que de mí quieres. Si eres alma en pena, dímelo; que yo haré por ti todo cuanto mis fuerzas alcanzaren, porque soy católico cristiano y amigo de hacer el bien a todo el mundo; que para esto tomé la orden de la caballería andante que profeso, cuyo ejercicio aun hasta hacer bien a las ánimas de purgatorio se extiende».
Parte II, Cap. XLVIII.
El quehacer político como crimen de Estado
En octubre de 1996, una gran mujer de pequeña estatura, enferma y digna, sale de la selva Lacandona para llevar la voz de los indígenas rebeldes del EZLN hasta el corazón de la Ciudad de México. El supremo gobierno ha hecho todo por detenerla. Amenazó, pataleó, prometió, chilló, dijo y contradijo. Amontonó tanquetas, aviones militares y helicópteros artillados frente a ella. Fue inútil, con un ramo de flores de papel en una mano y una bandera nacional en la otra, la Comandanta Ramona, del CCRI-CG del EZLN, sale de la realidad chiapaneca para dirigirse a la realidad del Distrito Federal. Desesperado, el Poder recurre a la magia negra y encuentra, dentro de su historia criminal escondida, una calavera…
El mismo día que la Comandanta zapatista parte rumbo a la capital mexicana, los medios de comunicación se atropellan para dar al país una noticia; en uno de los ranchos de Raúl Salinas de Gortari se encontró el cráneo de, dijo la PGR, Muñoz Rocha, supuesto autor intelectual del asesinato de Francisco Ruiz Massieu. El «descubrimiento» revela también los «científicos» métodos utilizados por el llamado «fiscal especial»: una «vidente» señala el lugar donde se encuentra el cadáver de Muñoz Rocha, se dice que asesinado de un golpe de bat beisbolero por Raúl Salinas de Gortari. El revuelo causado por el hallazgo de la calavera logra mandar, en las noticias nacionales, a segunda o tercera categoría el desafío de la pequeña Ramona.
Pero este cráneo traerá algo más que respiro para un gobierno derrotado por un pequeña mujer indígena, comandanta del EZLN. Pronto, la enmudecida osamenta pone al día el tema que marcó el fin de todo el sexenio de Carlos Salinas de Gortari y llevó a la presidencia a Ernesto Zedillo: los crímenes de Estado. Durante todo el periodo gubernamental de Salinas de Gortari (periodo que se alarga hasta nuestros días), el crimen fue práctica política constante. Los casos del cardenal Posadas, Luis Donaldo Colosio y Francisco Ruiz Massieu fueron los más sonados pero no los únicos.
Estos asesinatos, junto a los de cientos de luchadores sociales, no sólo tienen en común el tener un «asesino solitario», el Estado mexicano. También los une el que todos están sin esclarecer y los responsables siguen impunes. Suena lógico, los investiga el mismo Poder que los mandó liquidar.
Es convicción generalizada que el autor o autores de estos crímenes está en el grupo político en el Poder. La ausencia de pruebas concluyentes no supone inocencia de los sospechosos (la familia Salinas y Córdoba Montoya), sino complicidad del aparato judicial. Quienes fueron capaces de traicionar a un país entero, bien pueden hacerlo con los que se suponen más cercanos.
Inútil ya para distraer a la opinión pública, y peligrosa en su silencio acusatorio, la supuesta calavera de Muñoz Rocha regresa al anonimato. En días recientes, y previo cambio de Procurador General de la República, se «descubre» que el cráneo no es de Muñoz Rocha. A la prensa deja de interesarle el investigar las respuestas a las preguntas que hace el esqueleto antes de ser desechado: ¿Quién fui? ¿Qué hacia en El Encanto? ¿Quién me mató? ¿Por qué? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Cómo me mataron? ¿Cuánto costó mi muerte? La gran pregunta, ¿quién vivió esa muerte?, es sepultada en los archivos del poder judicial en México.
La tendencia salinista de construir realidades virtuales se reitera, ahora con la ayuda de uno de sus beneficiados: el empresario Salinas Pliego. La autodenominada «Televisión Azteca» desarrolla una gran campaña para conmover a la opinión pública con la «horrible» situación en la que vive preso el señor Raúl Salinas de Gortari. El dueño de Tv Azteca no sólo defiende a un cómplice y socio, también hace apología de una forma de hacer política, ésa que se sostiene en el crimen y se hermana con su moderno promotor: el narcotráfico.
El narcotráfico y el Estado mexicano se encuentran cada vez más enlazados. La violencia institucional en manos del gobierno no se enfrenta a la violencia del narco, se alía a ella y en ella se complementa. La justicia mexicana es asombrosamente rápida y eficaz cuando se trata de juzgar, y dejar libres, a narcotraficantes (como en el caso de Héctor Luis Palma Salazar, el Güero Palma). La policía no sólo no persigue al poder de la droga, además se la protege y ayuda. Fervientemente «religiosa», la policía mexicana encubre al Señor de los cielos, más conocido como Amado Carrillo.
Del narcotráfico, el sistema político mexicano no sólo recibe recursos. También, y sobre todo, adquiere formas de hacer política, métodos de «eliminar al adversario o al incómodo». Así, crimen y corrupción se convierten en eslabón vital entre gobierno y narcotráfico. La administración de justicia pasa, de ser una caricatura, a convertirse en una red protectora. No sólo para esconder a quienes habitan este maridaje criminal, también para proteger la caída de quienes resbalen.
Frente al cráneo, ahora anónimo, el sistema mexicano reflexiona sobre lo perdurable del Poder y la estabilidad de quien lo detenta. Se pospone así la respuesta a la pregunta que todos repiten para todos, y para sí mismos, la…
SEPTIMA PREGUNTA SEPTIMA:
¿CUANDO TERMINA?
«–¡Armese luego vueseñoría, si no quiere perderse y que toda esta ínsula se pierda!
–¿Qué me tengo de armar –respondió Sancho–, ni qué sé yo de armas ni de socorros? Estas cosas mejor será dejarlas para mi amo Don Quijote, que en dos pataletas las despachará y pondrá en cobro; que yo, pecador fui de Dios, no se me entiende nada destas priesas.
–¡Ah señor Gobernador! –dijo otro–. ¿Qué relente es ese? Armese vuesa merced: que aquí le traemos armas ofensivas y defensivas, y salga a esa plaza, y sea nuestra guía y nuestro capitán, pues de derecho le toca el serlo, siendo nuestro gobernador.
–Armeme norabuena –replicó Sancho.»
Parte II. Cap. LIII.
La historia es muy sencilla y, desgraciadamente, recurrente en la historia mexicana: el gobierno federal de México se vio obligado a negociar una salida política con los indígenas rebeldes del EZLN. Fracasado el operativo policiaco-militar de febrero de 1995, el gobierno apostó a una negociación de largo plazo que le permitiera recomponerse. Esperar un momento propicio y construir argumentos creíbles para un golpe militar rápido y definitivo, éste sigue siendo el objetivo.
De entre las nutridas filas de sus mediocres, el gobierno elige a un grupo que lo represente en las pláticas de paz. Como todos los mediocres, éstos se saben muuuy inteligentes y diseñan la estrategia de «achicamiento» que consiste, grosso modo, en demostrar que esa guerrilla sólo tiene fuerza en una parte de cuatro municipios del suroriental estado mexicano de Chiapas. Conseguido esto, sigue exigir a la guerrilla la rendición incondicional.
El «éxito» de esta estrategia se palpa apenas a tres meses de su inicio: los rebeldes convocan a una consulta nacional e internacional y, cercados, perseguidos y «achicados», logran obtener la opinión razonada de más de un millón de mexicanos y más de 200 mil extranjeros. Los «logros» gubernamentales se suceden vertiginosamente; los rebeldes consiguen imponer un modelo de negociación abierto e incluyente y, en el primer tema sobre Derechos y Cultura Indígena, consiguen la participación de lo mejor y más representativo del movimiento indígena nacional independiente. La mayoría de los dirigentes indígenas y lo mejor de los especialistas en el tema se sienta a la mesa que los zapatistas abren a la Nación. Los delegados gubernamentales consiguen a unos cuantos incautos y reiteran el ridículo, ahora a nivel nacional.
Dirigentes indígenas, especialistas, organizaciones sociales, no gubernamentales, y los zapatistas, logran construir (a pesar del gobierno federal y sus asesores) una propuesta incluyente y respetuosa para redefinir la relación entre los indígenas y la Nación. El acuerdo se firma por representantes del gobierno federal y del EZLN el 16 de febrero de 1996. El verdadero interés de los delegados gubernamentales se revela el mismo día de la firma: la foto ansiada por el Poder y negada por los rebeldes. La firma como espectáculo y no como compromiso.
Once meses después, el acuerdo no sólo no se cumple, sino que pretende ser desconocido por el gobierno federal. En diciembre de 1996, la Comisión de Concordia y Pacificación elabora una propuesta de reforma constitucional que cumpla con lo acordado en San Andrés 10 meses antes. «No se renegocia lo ya acordado», dicen los legisladores, y la Cocopa advierte al gobierno federal y al EZLN que sólo acepta un «no» o un «sí» a su documento. El EZLN responde «sí». Unas horas después la Secretaría de Gobernación hace lo mismo, pero se desdice más tarde. El señor Zedillo pide tiempo para dar su respuesta y el 19 de ese último mes de 1996 envía un documento que no sólo responde «no» a la iniciativa de la Cocopa, sino que además propone dar marcha atrás a lo firmado por sus representantes en el diálogo de San Andrés. Los rebeldes zapatistas hacen lo lógico en personas dignas, es decir, mantienen su palabra y su compromiso: el 11 de enero de 1997, el EZLN responde «NO» al incumplimiento gubernamental y ratifica su decisión de aceptar la iniciativa de los legisladores de la Cocopa.
El trabajo de Ernesto Zedillo no es gobernar, sino vender. Y para vender, en esta época moderna, sirven mucho los medios de comunicación electrónica y la prensa escrita. Heredero de la consigna de su antecesor («Aparenta que gobiernas»), Zedillo usa a los medios para operar la alquimia que necesita: presentar su falta de palabra como «intransigencia de los zapatistas».
Nada nuevo…
Hace algunos años, en 1509, Fernando V sentaba las bases de lo que sería la conquista de las tierras indias de América: «Luego que se haya hecho la pacificación y sean los naturales reducidos a nuestra obediencia, el adelantado, gobernador o pacificador, reparta los indios entre los pobladores para que los tengan y gocen de sus tributos».
En 1546, un 16 de enero, Felipe, heredero de la colonia española expidió un decreto que cambiaba las Leyes Nuevas, expedidas por Carlos V el 20 de noviembre de 1542 gracias a la terquedad de fray Bartolomé de Las Casas. Las Leyes Nuevas prohibieron esclavizar a los indios; establecían que no se podía hacerlos trabajar contra su voluntad y sin retribución pecunaria; impedían que nadie los tuviera en encomienda; mandaba que se respetaran o restituyeran las tierras de pueblos y comunidades de indios; y que se respetara la conservación y gobierno de los indios. Pero la encomienda se restituyó el 16 de enero de 1546.
Como a principios del siglo XVI, a finales del siglo XX el Poder reitera su vocación de intolerancia y exclusión. Pero ahora cuenta con los medios de comunicación y con «hablantes» que le den lo que no tiene, es decir, argumentos.
Entre los apologistas del incumplimiento gubernamental hay juristas e intelectuales. Su común denominador, además del alarde de ignorancia sobre el tema y de la mentira argumentada, es el haber disfrutado de los favores de Carlos Salinas de Gortari. El ex cantador de tangos en honor de Salinas, Burgoa Orihuela, y los anexos que lo acompañan, aducen fantasmas y catástrofes si el gobierno federal cumple su palabra y reconoce en la Constitución los derechos y la cultura indígenas. Conocen historia: en 1523 Hernán Cortés alegaba que los españoles no se quedarían en México si se dejaba en libertad a los indios, además agregaba una larga lista de prejuicios económicos y políticos que, advertía como sus pares de finales del siglo XX, sobrevendrían si no se mantenía el sojuzgamiento sobre los indígenas. (Las referencias a hechos históricos del siglo XVI son tomadas de Edmundo Jardón Arzate. El Universal, 17 de enero de 1997).
La ignorancia sobre lo que está en juego no es patrimonio exclusivo de estos señores. Politólogos como Federico Reyes Heroles recomiendan volver a considerar la posibilidad de exterminio militar de los rebeldes zapatistas. El señor Reyes Heroles se pregunta y propone respuesta: «¿Quién diría que incluso la paz, frente a ciertos planteamientos, debe ser puesta en duda? Hace 36 meses cualquiera hubiera apostado que era prioridad nacional el establecimiento de la paz y, por lo tanto, las negociaciones con el EZLN. Sin embargo, durante estos 36 meses hemos visto que, el núcleo del planteamiento zapatista es, en buena medida, irreconciliable con una mínima aceptación de los planteamientos republicanos». (Reforma, 18 de enero de 1997). Semanas antes, el mismo politólogo escribía exigiendo que aniquilaran a los zapatistas porque siempre serían unos «violentos». Indignado por el «¡JA!» con el que los zapatistas respondieron a las amenazas del gobierno federal, Don Federico demandaba que los mataran, ¡ah! pero eso sí, con pleno respeto de los derechos humanos.
Tres cosas fundamentales están en juego en la crisis actual del diálogo entre el EZLN y el gobierno federal.
La una es que, sin cumplimiento de acuerdos, el diálogo y la negociación pierden sentido y proyección. Cuando un aspecto esencial es la reinserción de los rebeldes en la vida civil y pacífica, el acuerdo mínimo de respeto a su vida, libertad y bienes se torna en una mentira de consecuencias mortales.
La segunda es que la Nación debe reconocer que está formada por diferentes y que puede sobrevivir y crecer reconociendo esas diferencias. La cuestión indígena es nacional. No sólo porque hay indígenas en todo el territorio mexicano o porque forman parte esencial de la historia de este país. También porque su diferencia aspira a hacerse unidad con los otros que hacen el México de hoy. Reconocer en la máxima ley de la República esta diferencia e incluirla en un proyecto de Nación libre, independiente y soberana, es hacer justicia y posibilitar la defensa de la Patria frente a su liquidación de barata comercial.
La tercera es que en la resolución de esta nueva crisis se juega la disyuntiva de si el camino del diálogo y la negociación es vía válida y eficaz para resolver las demandas de los ciudadanos. La aspiración de cambios pacíficos y civiles se vuelve ceguera tonta si sólo se pierde tiempo en la solución de los problemas fundamentales de la Nación.
No son, pues, sólo la paz o la guerra las que se están jugando en estos momentos.
La una, la paz, será débil y mentirosa si no se construye sobre bases firmes de seriedad en los compromisos y en su cumplimiento, de reconocimiento incluyente de la diferencia, de viabilidad y eficacia en el uso de la razón y el entendimiento.
La otra, la guerra, no sólo desencadenará fuerzas incontrolables, también pospondrá, sin resolver, un estallido que volverá en cualquier momento y en cualquier parte. En América Latina existen ejemplos aleccionadores: en el Perú, el señor Fujimori respondió con una guerra a las demandas sociales y políticas de los grupos armados, supuso entonces que los aniquiló y ahora los ve aparecer de nuevo y en dónde menos lo esperaba.
En México, el gobierno federal debe responder si tiene o no palabra, si va a reconocer la realidad que le da sustento a la Nación, si la razón vale más que la fuerza. Sus respuestas se adelantan ya en las amenazas explícitas e implícitas que prodiga hacia el sureste mexicano. Sin honor, la palabra gubernamental es sólo otra mercancía en venta, pero ahora mucho muy perecedera. La realidad plural y heterogénea se disfraza al gusto con el tosco maquillaje de las tanquetas militares. Para el gobierno no hay alternativa entre la razón o la fuerza, la primera le falta totalmente y, por ello, la segunda define el fiel de la balanza hacia la violencia. El supremo gobierno se prepara para hacer uso de la única mayoría que detenta realmente: la de la fuerza armada.
La Comisión de Concordia y Pacificación, el Poder Legislativo y los Partidos Políticos deberán enfrentar y resolver las cuestiones que, a su tiempo, la historia les promete.
Los mexicanos todos, esa «sociedad civil» que tanto molesta a los acartonados de todo el espectro político, deben responder también: ¿Cuánto puede durar un gobierno sin palabra? ¿Qué rumbo tiene si no reconoce la realidad que vive? ¿A dónde va si la única razón que enarbola es la de la fuerza? ¿Por qué creer en él si no cumple lo que acuerda? ¿Cuándo llegará la historia a pedirle cuentas? ¿Cómo argumentar que la razón y no la fuerza es el camino para ser?
Lo mejor del movimiento indígena nacional e independiente, ése que se encuentra y teje en el Congreso Nacional Indígena Permanente, adelanta ya las respuestas que su digna sangre le dicta y aconseja. Frente a la confusa y atropellada campaña gubernamental de medios en la que, a falta de razones y argumentos, se prodigan mentiras y fantasmas, organizaciones indígenas de todas partes de México hablan y hace suyo lo que les pertenece: el derecho a un lugar digno e incluyente en la Nación.
Lejos de las ocho columnas y de los horarios estelares en radio y televisión, los pueblos indios se hablan y se encuentran, aun por encima de los cercos militares que el gobierno les impone. Una frase resume esta inquietud morena: «Nunca más un México sin nosotros». La pregunta de «¿Quién habla estas palabras?» tiene respuesta, pero ¿quién las escucha y comprende?
Dicen los más viejos de los viejos sabedores indios, que hay hombres que tienen el corazón muy pequeño y que no cabe ahí la palabra verdadera. Dicen los más grandes sabedores que la tierra castiga a estos de corazón chico dejándolos sordos y ciegos.
Sordos y ciegos andan los máximos gobiernos, por eso gritan tanto y tantas mentiras sus pechos huecos. Por eso pega y mata el del corazón pequeño. Sordo y ciego, el gobierno se alista para pegar y matar a los que no ve ni escucha.
La campaña pre-militar del gobierno ha iniciado ya. El ejército federal satura sus cuarteles de tropa y armamentos, las patrullas militares doblan el número de sus componentes, aviones y helicópteros ensayan una y otra vez el golpe quirúrgico, los Ministerios Públicos se preparan para dar cuenta de detenidos y cadáveres. La orden de ataque está ya en las mesas de los Estados Mayores Divisionales de la llamada «Fuerza de Tarea Arcoíris» del Ejército Federal Mexicano. Llegó acompañada de una promesa presidencial: «esta vez no habrá marcha atrás»…
En los medios de comunicación, los francotiradores de tinta de todas las tendencias se disputan los cheques que fluyen desordenadamente de la Secretaría de Gobernación. Aunque las balas sean pocas, se van a necesitar muchas mentiras para que el mundo digiera el plomo y la impotencia que llevan. Se avecina el tétrico banquete y las ratas de la pluma afilan dientes y cuentas bancarias.
En las montañas del sureste mexicano los rebeldes zapatistas, indígenas en su inmensa mayoría, resisten y esperan respuestas. Tienen de su lado la razón, la historia y la legitimidad. Las fuerzas armadas gubernamentales despliegan su sombra de muerte sobre la dignidad que anima a quienes viven y mueren el «para todos todo, nada para nosotros», pero entre sus planes no aparece el de rendirse. Saben, como dejaron dicho los dioses primeros que nacieron el mundo, que rendirse es morir de pena, y que luchar por ser es alegría que saca agudo filo a la esperanza.
Por esta vez los zapatistas no responden, sólo preguntan.
Y en esta vez, como en otras antes, los zapatistas, esos «incómodos» y tercos diferentes, saben que no están solos.
Esta es, dicen y se dicen, la hora de los todos que son diferentes… Porque…
ESTA NO ES UNA PREGUNTA, PERO TAMPOCO ES UNA RESPUESTA.
«El último preguntante fue Sancho, y lo que preguntó fue:
–¿Por ventura, cabeza, tendré otro gobierno? ¿Saldré de la estrecheza de escudero? ¿Volveré a ver a mi mujer y a mis hijos?
A lo que le respondieron:
–Gobernarás en tu casa: y si vuelves a ella, verás a tu mujer y a tus hijos; y, dejando de servir, dejarás de ser escudero.
–¡Bueno, por Dios! –dijo Sancho Panza–. Esto yo me lo dijera. ¡No dijera más el profeta Pero Grullo!
–Bestia –dijo Don Quijote–, ¿qué quieres que te respondan? ¿No basta que las respuestas que esta cabeza ha dado correspondan a lo que se pregunta?
–Si basta –respondió Sancho–: pero quisiera yo que se declarara más y dijera más.»
Parte II. Cap. LXII.
Quedan, sin embargo, algunas preguntas sin respuestas… todavía. ¿Hasta cuándo puede sostenerse un sistema que se basa en la intolerancia y el desprecio? ¿Hasta dónde está dispuesto a llegar el Poder? ¿Cuántas guerrillas, cuántas protestas, cuántas huelgas de hambre, cuántos escándalos, cuántas muertes más se necesitan para que el Poder que gobierna excluyendo e imponiendo se dé cuenta de que destruye y se destruye? ¿Qué hacer frente a tanto gris sordo y ciego? ¿Por qué no intentar juntar estos colores? ¿Cómo no tratar de caminar ese sueño? Otros vientos empezarán a soplar respuestas… y esperanzas.
Vale. Salud y ¿por qué esa luna parece viva de tan llena?
Es enero (hace frío, llueve y la madrugada se arropa con nubes negras). Es 1997 (Don Fernando cumple 85 años, Adelfo se alivia luchando y ambos miran a los indígenas mexicanos escribir su propia historia). Es México y, aunque usted no lo crea, alguien sonríe…
Desde las montañas del Sureste Mexicano
Subcomandante Insurgente Marcos.
México, Enero de 1997.
P.D. QUE REITERA SU NECEDAD.- «Oyó Sancho las voces, y apretándose con su amo, y ciñéndole con los brazos, le dijo:
–Señor, ¿cómo dicen estos que vamos tan altos si alcanzan acá sus voces y no parece sino que están aquí hablando, junto a nosotros?
–No repares en eso, Sancho; que como estas cosas y estas volaterías van fuera de los cursos ordinarios, de mil leguas verás y oirás lo que quisieres. Y no me aprietes tanto, que me derribas; y en verdad que no sé de qué te turbas ni te espantas; que osaré jurar que en todos los días de mi vida he subido en cabalgadura de paso más llano; no parece sino que no nos movemos de un lugar. Destierro, amigo, el miedo; que, en efecto, la cosa va como ha de ir y el viento llevamos en popa.»
Parte II. Cap. XLI.
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