Abecedario para escarabajos
Subcomandante Insurgente Marcos
A
ARMA. Con armas de madera camina este ejército. El Poder reía con beneplácito. El espejo lo había revelado eterno y omnipotente. «Reinarás hasta que la selva camine rumbo a tu palacio» fue la promesa y advertencia. En el amanecer del año 1994 bajaron los indígenas de las montañas. Van al palacio del Poder a reclamar la muerte y el olvido. En sus fusiles hechos de madera, caminan los árboles de la selva. El Poder tiembla y empieza a morir. Un fusil de palo lo ha herido de muerte.
B
BOTA.
DE BOTAS Y SOLDADOS.
Una bota puede parecerse perfectamente
a una bota.
Sobre todo si se mira de frente, de abajo
y de lado.
Pero,
si se mira desde dentro,
entonces…
una bota es un zapato
que quiso abrazar la pierna
o un pedazo de pantalón
duro y oscuro
que se ha quedado olvidado.
una bota es un pedazo
de suelo que se pegó
en los caminos
o apenas un jirón
de recuerdos de una bota.
una bota es palabra,
lápiz y fiero borrador
sobre el suelo.
una bota es una barca,
mar y velas incluidas.
una bota es anhelante corazón
corriendo tras otra bota.
una bota es una historia que contar
entre pies adoloridos.
una bota es una escalera
que mira siempre abajo
y es también una nube
que se arrastra soñolienta.
una bota es una canción
que se hace bajo y quedo.
una bota puede ser
cadena cruel para tanta
carne pobre
o un pedacito de esperanza
creciendo desde abajo
hasta mañana.
Una bota siempre puede ser una bota,
pero la verdad es que
una bota es una bota
que se equivocó de camino
y que anhela ser un día
lo que toda bota debe ser:
un pie desnudo.
Y nosotros
así como las botas,
somos soldados por la necesidad de que
un día los hombres no necesiten ser soldados,
y las botas vuelvan a ser
lo que toda bota debe ser:
un pie desnudo.
C
CARNE.
ELEGÍA
Carne herida,
de rojo y marrón pintada.
Carne en el ayer marchita
y en la doliente tarde de marzo mancillada
Carne amoratada y fría,
carne caliente de muerte y amor nacida
Carne muerta
y,
sin embargo,
tan viva.
CH
CHICO CHUCHO CHIQUITO. En Chiapas, los indígenas les dicen «chuchos» a los perros. Como perros viven los indígenas en Chiapas, como perros son tratados. En Chiapas, los perros les dicen «hermanos» a los indígenas.
D
DIGNIDAD. Dice el gobierno que no entiende la palabra «dignidad». Realiza investigaciones documentadas, contrata especialistas, nombra comisiones. Es inútil, el gobierno no entiende la palabra «dignidad». Van los delegados del gobierno a preguntar a los indígenas rebeldes qué es eso de la «dignidad». Los jefes rebeldes se ríen y bailan. Saben que no pueden perder. «La dignidad no se entiende», responden al gobierno. «La dignidad se vive, la dignidad se muere», responden los indígenas rebeldes mientras ríen y bailan en las montañas del sureste mexicano.
E
ESCUELA. Esta escuela no tiene maestros.
No tiene alumnos. No tiene muebles. No tiene libros ni cuadernos. Esta escuela es sólo un galerón olvidado.
Aquí aprenden a pelear los indígenas mexicanos.
F
FEDERALES. El gobierno tiene soldados. El pueblo indígena tiene soldados. Son de piel morena los soldados del gobierno. Morenos son los soldados indígenas rebeldes. Parecen los mismos, los soldados del gobierno y los indígenas en armas. Pero los soldados del gobierno disparan para abajo, a donde están los muertos. Los indígenas rebeldes disparan para arriba.
No para matar gobiernos, dicen. Para que despierte la historia, gritan.
G
GATILLO. Heriberto (3 años, tojolabal hijo de tojolabales) sonríe sin dientes cuando consuela a su hermana Eva (5 años, tojolabal hija de tojolabales) que se despertó llorando porque soñó que el gato hacía «mau» y no «miau». Heriberto le explica a la Eva que fue el chuchito («perrito» para los chiapanecos) el que lo corrió al gato y por eso dijo «mau». Su hermana duda, pero la sonrisa sin dientes del Heriberto le empieza a contar una historia bastante complicada sobre el chuchito que vino el otro día y traía, el chuchito, un dulce en la bolsa y el Heriberto, para que no haya duda, saca un dulce de la bolsa del pantalón y se lo ofrece a la Eva que, ante prueba tan racional, se sorbe las lágrimas, se deja convencer y prueba el dulce. El Heriberto sigue hablando y la historia del chuchito ya va detrás de una hormiga que, dice, quiere llevarse el envoltorio del dulce y el Heriberto y su hermana ya se olvidaron del chuchito y del gato que hace «mau» y no «miau» y, alternándose el dulce, observan a la hormiga que ya escogió una esquina del celofán. El gato del cuento del Heriberto es un gato pequeño, por decir «gatito» el Heriberto dice «gatillo». Un país donde «gatillo» quiera decir «gatito», ése es el México que queremos.
H
HIPÓTESIS. Suponga usted que es indígena en el sureste mexicano. Suponga que su color es moreno, que su lengua es diferente a la del mestizo, y que su cultura viene de muy lejos, de cuando el tiempo no tenía tiempo. Suponga que no tiene medicina, que no tiene alimento, que no tiene trabajo, que no tiene casa, que no tiene educación, que no tiene tierra, que no puede gobernar ni gobernarse, que su futuro está hipotecado al extranjero, que no tiene libertad para pensar ni para hablar, que se premia el delito y se castiga la honestidad, que la guerra es una sombra continua sobre su suelo. Suponga todo esto y responda: ¿No diría usted «¡YA BASTA!»?
I
INSTRUCCIONES.
INSTRUCCIONES PARA CAMBIAR EL MUNDO.
-I-
Constrúyase un cielo más bien cóncavo. Píntese de verde o de café, colores terrestres y hermosos. Salpíquese de nubes a discreción. Cuelgue con cuidado una luna llena en occidente, digamos a tres cuartas sobre el horizonte respectivo. Sobre oriente inicie, lentamente, el ascenso de un sol brillante y poderoso. Reúna hombres y mujeres, hábleles despacio y con cariño, ellos empezarán a andar por sí solos. Contemple con amor el mar. Descanse el séptimo día.
-II-
Reúna los silencios necesarios. Fórjelos con sol y mar y lluvia y polvo y noche. Con paciencia vaya afilando uno de sus extremos. Elija un traje marrón y un pañuelo rojo. Espere el amanecer y, con la lluvia por irse, marche a la gran ciudad. Al verlo, los tiranos huirán aterrorizados, atropellándose unos a otros. Pero… ¡no se detenga!… la lucha apenas se inicia.
J
JODIDOS. Los más poderosos de los poderosos practican una democracia curiosa, la democracia del desprecio. Para ellos no hay indios o mestizos, blancos o morenos. Para los poderosos, los otros tienen un sólo nombre: jodidos.
K
KILÓMETRO, KILOGRAMO. Para traer la leña con la que habrán de cocinar, las mujeres indígenas caminan leguas y no kilómetros. Cada una carga lo que llaman «un tercio» de leña que puede pesar hasta 20 kilogramos. Las indígenas caminan una legua, y una legua es igual a 4 kilómetros. La ecuación de peso y distancia produce en las mujeres el resultado lógico: rebeldía.
L
LIBERTAD. Dice Durito que la libertad es como la mañana.
Hay quienes esperan dormidos a que llegue, y hay quienes caminan y desvelan la noche para alcanzarla.
LL
LLUVIA. En uno de los pueblos, ya muy adentro de la selva y de la historia, las champas indígenas salpican la orilla de un río, larga culebra tornasol y tornatiempo. El viejo Antonio nunca invitaba a pasar adentro de la champa en cuya negra boca desaparecía cuando el sol o la lluvia eran fieros. El viejo Antonio despachaba en el quicio de la puerta. Si uno era importante (lo que en la escala de valores del viejo Antonio significaba que era digno de escuchar sus palabras) le podía arrimar un pedazo de tronco de corcho, él se ponía en cuclillas, siempre en el dintel de la puerta, como guardián, mitad entrando, mitad saliendo. Después de años, una lluvia fuerte me permitió descubrir la razón de la actitud del viejo Antonio: la furia de agua y granizo me llevó, instintivamente, a tratar de entrar a la champa. El viejo Antonio me detuvo con una seña, se perdió adentro y regresó con un pedazo de nylon. Me lo tendió, sin decir nada, sobre el tronco de corcho. Después, pasada el agua y chorreando el techo y mi gorra, me puse a secar el arma con un trapo que me dio el viejo Antonio. «Perdóname que no te dejé pasar a la casa cuando llovía», dice de nuevo en cuclillas. «Allá adentro se está muy triste… y uno nunca invita, a los que quiere, a ponerse triste… Cuando uno invita a alguien es porque lo invita a una alegría… así se hace con los que uno quiere», murmura mientras prepara, con doblador, otro cigarrillo. «El agua veces duele, pero duele más el estarse seco solo… vos lo sabés bien…»
M
MANOS. No hay diferencia entre las manos que ayer trabajaron la tierra y hoy empuñan un fusil. Son indígenas las manos de ayer y de hoy. Ayer y hoy siembran.
N
NIÑOS. En el sótano de México, en el México indígena, los niños no nacen ni mueren hasta los 5 años. Aparecen y desaparecen sin que nadie les lleve la cuenta, el nombre o el rostro. Para el resto del mundo estos niños no existen, son los no nacidos, ni siquiera son un estorbo. Sonriendo, los niños indígenas se hacen adultos casi inmediatamente y aprenden rápido que tienen que luchar para ser tomados en cuenta. El Poder los descubre cuando se levantan en armas. Estos son los niños zapatistas, los que se hacen adultos de prisa para no morirse tan rápido.
O
OJOS. Por entre el mirar se asoman muchos tiempos. Este mirar tiene color y es moreno su brillo. Por el ojo de la cámara se asoma la muerte. Por el ojo del fusil se asoma la vida.
P
PASAMONTAÑAS. Para mostrarse, los zapatistas se ocultan, para esconderse se muestran. Esta es la paradoja de lo evidente: son sin rostro ni nombre y así son nombrados y reconocidos.
Q
¿QUÉ? ¿Qué es lo que ilumina esa mirada? ¿Qué es lo que escapa a la lente de la cámara? ¿Qué dicen esos ojos? Pero sobre todo, ¿qué callan?
R
REGALO.
UN REGALO Y UNA CLASE POLITICA
Un pedacito de luna…
Pero en realidad no es uno
sino dos pedacitos:
El pedacito del lado oscuro de la luna
y el pedacito del lado brillante de la luna.
Y aquí lo que hay que entender
es que el pedacito que brilla de la luna
brilla porque hay un lado oscuro.
Es el lado oscuro de la luna
el que hace posible el lado brillante
de la luna.
Igual nosotros,
si nos toca ser el lado oscuro de la luna
no por eso somos menos,
sino que es porque estamos dispuestos
a ser el lado oscuro
que es posible que todos vean la luna
(y,
a fin de cuentas,
el lado oscuro vale más
porque brilla para otros cielos
y porque para verlo
hay que aprender a volar muy alto).
Y así es que
son pocos los que están dispuestos
a sufrir para que otros no sufran
y a morir
para que otros vivan,
y esto es así
puesto que botas y luna y etcétera
y punto.
S
SIETE. Que siete veces siete crezca la lucha. Siete palabras y siete caminos: vida, verdad, hombre, paz, democracia, libertad y justicia. Siete caminos que dan fuerza al bastón de mando de jefe de los hombres y mujeres verdaderos. Recibe, pues, el bastón de mando de las siete fuerzas. Llévalo con honor y que no anden en él las palabras que no hablan los hombres y mujeres verdaderos. Ya no eres tú, ahora y desde siempre eres nosotros.
T
TIERRA. La tierra sirve para no caernos… y de trampolín para alcanzar el cielo.
U
UNO. Uno no siempre es uno. Uno es, unas veces, tres: uno el que fue, uno el que es, uno el que puede ser. Uno es, otras veces, lo que los demás quieren que uno sea. Hoy, uno no es ninguno. En el mañana que soñamos nosotros uno será uno.
V
VIENTO. El verdadero capitán del mundo. Dirigiendo polvos y caminos se divierte con nosotros y, dicen, no lo pasa tan mal.
W
WATTS. Productora de energía eléctrica, el agua de los chiapanecos lleva luz a miles de kilómetros de distancia pero no alumbra las casas de barro y ramas en las que viven los indígenas. Un miembro de un campamento de paz ha dejado, de regalo, una pequeña planta de luz que funciona con gasolina. El pueblo de Pablo lo celebra con una fiesta. El generador es de 500 watts y alcanza para tres focos y el aparato de sonido. Cuando la fiesta acaba, Pablo se lleva el generador a su casa para guardarlo. Ya de madrugada lo enciende y enciende un solitario bombillo en su casa. Pablo y su mujer hacen el amor en la luz por primera vez. Con asombro siguen sus miradas los caminos de la piel. Pablo y su mujer tienen 7 hijos, el mayor se acaba de casar, y es la primera vez que ven sus cuerpos desnudos.
X
XENOFOBIA. En el sur oriental estado mexicano de Chiapas, los indígenas reciben el odio y la persecución de los grandes señores de la tierra. Como extraños son tratados los habitantes más primeros de estos suelos, como extraños viven y mueren. En el Chiapas de finales del siglo XX, el color moreno y la lengua maya provocan repugnancia. Aquí sólo es bienvenido el extranjero pintado de verde dólar.
Y
YO. Aquí estoy yo, viviendo en esa sombra. Yo la mano que dispara letras y escribe balas. Yo la carta inacabada. Yo que soy siete. Yo que soy los otros. Yo que camino cuando me detengo, que lloro cuando me sonrío, que vengo cuando me voy, que muriendo vive. Yo el espejo que mira para adentro. Yo el cristal que refleja lo de afuera. Yo el marco de una ventana sucia: la historia. Yo el tú que olvidas cada día. Yo, Marcos, el ayer en que se intuye el mañana.
Z
ZAPATISTA. El Heriberto queda mirando fijamente el mirar moreno de una foto del general Emiliano Zapata. Lo mira y se mira en esos ojos que reprochan, reclaman, exigen. El Heriberto mira mirar a Zapata y le dice-pregunta-responde a su papá: «¿Verdad que ése señor es nuestra compañía?». El papá del Heriberto asiente y se mira mirando en los ojos de Emiliano Zapata, en los del Heriberto, en los de nosotros.
Selva Lacandona, Chiapas, México.
(Año de 1996).
Desde las montañas del Sureste Mexicano.
Subcomandante Insurgente Marcos.
México, 1996.
* En el invierno de 1996, el Subcomandante Insurgente Marcos regaló este abecedario a los hijos de Javier Núñez, quienes ahora amablemente lo comparten con todos los lectores de Rebeldía.
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