A la prensa nacional e internacional
18 de septiembre de 1996
Damas y caballeros:
Yo sigo arriba de la ceiba. Hice un avión de papel con los comunicados y lo lancé con fuerza. Casi inmediatamente empezó a llover. «Debiste hacer un barco de papel» me gritó mi-otro-yo desde una goleta. A lo lejos la madrugada le cedía, amable, el asiento a un perezoso amanecer.
Vale. Salud y ¿quién puede adivinar, en el suelo hoy vacío, la flor de mañana?
Desde las montañas de Numancia, subcomandante Insurgente Marcos.
México, Septiembre de 1996.
La Posdata Recurrente.-
Sección «La ceiba es el palo mayor de inestable navío».-
Estaba yo en lo más alto del palo mayor (sí, ya sé que es una ceiba, pero se parecen), oteando el horizonte, cuando allá a lo lejos un surtidor fugaz fue relámpago en el relámpago que le dio vida. La noche era tormenta negra y, sin embargo, la luna alcanzó a asomar apenas su embestida al oriente. Un reflejo llegó al mar para dejar ver un pequeño banco de arena blanca. Cierto que el mar de la noche tiene sorpresas, pero encontrar un banco de arena blanca no es común. Quiero decir que suelo hallar bancos de escuela, mesabancos, y hasta sucursales bancarias, pero nunca un banco de blanca arena. Tomé el catalejo y apunté a proa, a donde la luna había señalado la playa, y nada, sólo el negro bostezo de una lluvia nocturna. Un relámpago delató de nuevo el surtidor espumoso pero ahora a babor. Volteé en esa dirección y alcancé a distinguir una mole blanca.
¡Un momento! ¡Ahora el acuoso surtidor está de nuevo a la proa! ¿Es éste un barco pirata o un tiovivo? Mmh…. Todo indica que el banco de arena se mueve… Mmh… Apunto de nuevo mi único ojo por el catalejo y, afocando, me digo que, si no es un banco de arena blanca movible, entonces bien podría ser una ballena. Sí, una ballena blanca como… Moby Dick! Sí, es ella! ¿Quién más se presentaría con tanta impunidad? ¿Córdoba Montoya? No, no es de esos piratas de los que hablamos. Sí, es Moby Dick. Y yo aquí solo. Al último marinero lo ahogó un huracán. Bueno, en realidad fue una mujer, pero para el caso es lo mismo. A Moby Dick la ahuyentó con eso de Pavese que dice: «No hay voz que quiebre el silencio del agua/ bajo el alba. Y ni siquiera nada que se estremezca/ bajo el cielo. Sólo una tibieza que diluye las estrellas».
Sección: «La ceiba es un volado».- Estaba yo arriba de la ceiba, pensando en cómo bajarme de modo que mi orgullo y mi trasero salieran sin menoscabo alguno, cuando llegó mi-otro-yo y, sin más, me soltó aquello de «dicen que dicen que dice el supremo que la suerte ya está echada, que salió cruz y que te preparen la idem porque ese «!Ja!» le ardió más que el «!Ya basta!» del 94″. Yo ni me inmuté, sólo me puse a calcular en qué lugar de la ceiba había espacio para una tumba. Inútil. «Tengo que bajar», le digo a mi-otro-yo. El me mira con ironía y me dice: «¿Tienes miedo?». «Nuncamente», le respondo, «pero allí (le se»alo el horizonte) se avistan tiempos mejores. Si me quedo acá arriba me pierdo de lo mejor…»
Sección «Una ceiba es una isla con aspiraciones de volar».- Una botella llegó flotando en la cresta de una nube y quedó atorada en una de las ramas de la ceiba. Me acerqué con cuidado (una caída desde esta altura sería tan sonora como la del sistema en 1988) y la tomé. Como era de suponerse, la botella tenía un mensaje dentro. Lo saqué y encontré la siguiente carta de Durito:
«Mi querido Cyrano en decadencia:
Supe que os encontráis de nuevo prisionero en la copa de la ceiba. Eso sucede por dejaros llevar por vuestras necedades ésas de los espejos y caer para arriba. Por ahora me es imposible ir a rescataros. Estoy muuy ocupado en la redacción del segundo tomo de los «Cuentos para una noche de asfixia». Ahora se llamarán «Cuentos para una soledad desvelada». Aquí te mando una muestra para que consigas un editor.
El amor y el calendario
«Había una vez un hombre que siempre llegaba tarde a todo. Y no era que tuviera pereza o que fuera lento, ni que el reloj le retrasara o que fuera su costumbre. Lo que ocurría era que este hombre vivía en otro tiempo antes del tiempo. No mucho, es cierto, pero siempre algo. Por ejemplo, cuando el calendario marcaba el mes de septiembre, este hombre se caminaba una madrugada de abril. Por eso su primavera nunca coincidía con la improbable de ella. La muerte, en cambio, seguía obediente el paso del tiempo e iba repartiendo ausencias según se iban cumpliendo los días y las noches de cada cual. Pero como este hombre siempre le iba detrás al tiempo, pues siempre llegaba tarde a la hora de su muerte y ya no la encontraba, porque la muerte tenía que seguir el calendario. La muerte sabía que dejaba ese pendiente, ese hombre que ya debería estar muerto y, sin embargo y debido a su retraso, seguía vivo. El hombre se cansó de vivir y de caminar, que para el caso es lo mismo, y se dio en buscar a la muerte para morirse . Así se pasan el tiempo y el destiempo. La muerte esperando que llegue el hombre para matarlo. El hombre esperando encontrar a la muerte para morirse. No hay día en el calendario para que estas dos esperas se encuentren. Tan-tan».
¿Qué te parece? No, deja los elogios para después. Bueno, me voy. Te escribo luego, mi decadente y narizón escudero.
Don Durito de La Lacandona
P.D.- No olvides mantener firme el timón, dicen que vienen tormentas fieras.
18Fin de la carta de Durito. No comments.
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