Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
México.
7 de septiembre de 1996.
A: La Sociedad Civil Nacional e Internacional.
De: Sup Marcos.
Señora:
Sólo para saludarla y saber si todavía esta usted por ahí.
Mire nada más. Es increíble la unanimidad que provocó dentro de las filas gubernamentales, nuestra exigencia de un, cita textual, «interlocutor gubernamental con capacidad de decisión, voluntad política de negociación y de respeto a la delegación zapatista». De pronto todos se apresuraron a declarar que no estaban dispuestos a cambiar a la delegación gubernamental que encabezan los señores Bernal, Del Valle y Zenteno. Nosotros no pedimos el cambio de delegación, pero todos parecen estar de acuerdo en que los señores delegados gubernamentales ni tienen capacidad de decisión, ni tienen voluntad política de negociación, ni tampoco respetan a la delegación zapatista. Esto está ya claro, porque si no, entonces ¿por qué dicen que no van a cambiar la delegación gubernamental?
Ahora bien, si los actuales delegados no tienen capacidad de decisión, ni voluntad política de negociar ni respeto a los zapatistas, entonces ¿qué hacen en la delegación gubernamental en los diálogos de San Andrés? ¿Repartir chayotes en los desayunos? ¿Acreditar policías como periodistas? ¿Dar entrevistas? ¿Ganar tiempo? ¿Hacer talacha para alguna gubernatura? Tal vez todas estas cosas y algunas más. ¡Lástima! Parece que eso ya no va a poder seguir.
Celebro que el gobierno reconozca que su delegación en San Andrés no busca la paz. Ahora quedó claro y no hay por qué seguir engañando al respetable. Los delegados gubernamentales han convencido a los zapatistas de que el diálogo no puede continuar así, y que es mejor retirarse antes que seguir contribuyendo a las grises carreras políticas de estos señores, mientras se prepara la guerra y la paz se esconde.
Bien, ahora sólo falta convencer a los soldados del Ejército Federal Mexicano para que vengan a las montañas del sureste mexicano a matar y a morir con el «patriótico» objetivo de allanarle al señor Bernal su camino al gobierno del estado de Tamaulipas.
«Una guerra por una gubernatura», ¡quién lo dijera! En fin, este país se llama México. Mi otro yo dice que ya hubo antes una «guerra de los pasteles», llamada así porque el pretexto fueron unos pasteles. Ahora, como el pretexto son los delegados gubernamentales, esta guerra se llamará «la guerra de los mediocres».
Mientras tanto, detrás de la «valiente» defensa de su delegación, el gobierno esconde la aberración jurídica y política que mantiene presos a ciudadanos acusados de ser zapatistas; siguen en la impunidad las guardias blancas (y ahora que están de moda la «antiviolencia» y el pacifismo, sorprende el silencio de algunos intelectuales sobre esta violencia ilegal e ilegítima), Chiapas sigue gobernada por un virrey impuesto y continúa en su mortal letargo de hacienda porfiriana, la «modernidad» sólo se ve en los bolsillos de los gobernantes y la muerte y la miseria siguen siendo presente y futuro de los indígenas.
¿Sabe usted? El gobierno tiene miedo, mucho miedo. Y el miedo es un excelente consejero para hacer estupideces que parezcan inteligentes, así que no dude usted que la pesadilla se repita. Los pasos que seguirán son previsibles: primero provocar una crisis, luego las amenazas, después una campaña de desprestigio en contra de los candidatos a la muerte; seguirá alguna justificación jurídica, después el golpe relámpago, y, por último, la campaña publicitaria que anuncie que los indígenas han sido liberados de los «perversos y blancos transgresores que los obligaron a rebelarse cuando todo el mundo sabe que los indígenas de por sí son sumisos y agradecidos (con el gobierno, se entiende)».
Bueno, señora, ya me voy. Sólo quería decirle que no le crea nada al gobierno cuando dice que «no tomará ninguna medida violenta» y que «todas las demandas de los zapatistas son atendibles». Son puras mentiras; ellos sólo quieren que usted se quede esperando y se olvide y, cuando menos se lo espere, dar el golpe y presentarle a usted hechos consumados.
Vale. Salud y un «nomeolvides» para la princesa.
Desde las montañas de Numancia.
El Sup probando a ver si, cuando nadie lo vea, puede bajarse volando junto a esa hojita de amarillo ocre que se deja volar y girar por nocturno soplo, justo como se vuelan y se giran las ansias y el deseo cuando la piel se hace jadeo y gemido, añorando arete junto al oído… (Yo no sé de que se ríe la luna…)
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