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Palabra del Ejército Zapatista de Liberación Nacional

Jul061996

Clausura del Foro Especial para la Reforma del Estado

Palabras del EZLN en el acto de clausura del Foro Especial para la Reforma del Estado.

San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, México. 6 de julio de 1996.

Por mi voz habla la voz del Ejército Zapatista de Liberación Nacional.

Hermanos y hermanas:

Empezar no ha sido fácil. El final del almanaque del Señor Keuner anuncia el principio de algo.

«Preguntado por su animal preferido, el señor K respondió que el elefante, y dio las siguientes razones: En el elefante se combinan la astucia y la fuerza física. La suya no es la escasa astucia necesaria para eludir una persecución o atrapar una presa, sino la astucia que tiene a su disposición la fuerza para realizar grandes empresas. Por donde quiera que pasa, este animal deja una huella bien visible. Tiene además buen carácter y sabe aceptar una broma. Es tan buen amigo como buen enemigo. Es muy grande y pesado y, sin embargo, es también muy rápido. Su trompa proporciona a un cuerpo enorme hasta los alimentos más pequeños: por ejemplo, nueces. Tiene orejas móviles; no oye más que lo que le conviene. Vive muchos años. Es muy sociable, y no sólo en su trato con otros elefantes. En todas partes se le ama y se le teme a un tiempo. Una cierta comicidad es la causa de que a veces incluso se le adore. Tiene una piel muy espesa; contra ella se quiebra cualquier cuchillo, pero su natural es tierno. Puede ponerse triste. Puede también enfadarse. Le gusta bailar. Se interna siempre en la espesura para morir. Le encantan los niños y otros animales de pequeño tamaño. Es gris y sólo llama la atención por su masa. No es comestible. Es buen trabajador. Le gusta beber y se pone alegre. Hace algo en pro del arte: proporciona marfil.» (Historias de Almanaque. Bertolt Brecht).

Lo dicho, comenzar es difícil…

Podría empezar, por ejemplo, platicándoles de nuestro presente, del exilio enmontado de cientos de familias indígenas rebeldes, del digno color de seres humanos cuyas viviendas son ocupadas por lo más moderno de la tecnología militar y por un ejército que se ve obligado a perseguir y hostigar a indígenas mexicanos, de la dignidad que los llevó montaña arriba para buscar un lugar donde vivir no fuera una vergüenza. Platicarles eso, y también de la súbita amnesia de los cercanos al zapatismo respecto a este presente heroico y olvidado de los pobladores de Guadalupe Tepeyac, el símbolo desierto de la traición gubernamental y el deshonor militar. Y entonces platicarles del Heriberto, contarles que ha tenido una discusión de un alto nivel y rigor teórico con la Eva. La Eva, que maneja el tráfico de influencias con una habilidad que le envidiarían los Salinas, en lugar de seguir discutiendo con el Heriberto, va y me dice, como de pasada, que el Heriberto no quiere ir a la escuela.

La Eva llama «escuela» a un largo caserón que los guadalupanos zapatistas, los civiles expulsados por el ejército federal de Guadalupe Tepeyac, construyeron en lo alto de una lomita que domina la ordenada pobreza del exilio de estos indígenas hoy olvidados por los que encontraron en sus tierras tribuna, plataforma política y escuela de dignidad.

­ Así que el Heriberto no quiere ir a la escuela ­repito, mientras enciendo la pipa y vigilo de reojo la puerta de la champita por si aparece el futuro terrorista y presente delincuente poco común, el Heriberto. L

a Eva conoce los alcances de sus influencias, así que no pregunta cuando toma una bolsita de dulces y empieza a comerlos. La Eva sabe lo que ocurrirá cuando abra un dulce y el ruido del celofán apenas se sume al rasgueo obsesivo de los grillos. Ignoro la verdadera capacidad de convocatoria que tiene el ruido del celofán que envuelve un dulce, lo que me está fuera de duda es que, no importa lo lejano que sea o el ruido que se le oponga, siempre termina por aparecer, en la puerta, el temido, el chillido más rápido del sureste mexicano, el estado de derecho, perdón, el terror de las hormigas, el único (ojalá), el inigualable (honor a quien honor merece), él, el Heriberto.

Los ojos negros y grandes del Heriberto recorren todos los rincones del cuartito. Descubren la bolsa de dulces y a la Eva poseedora. El Heriberto busca desconcertarme con un innecesario «Ya vine Chup». Yo me pongo severo, asumo la misma posición flexible del gobierno mexicano en cuanto a la política económica, es decir, me declaro dispuesto a discutir todo, pero advierto que no habrá ningún cambio.

­ ¿Por qué no vas a la escuela? ­le pregunto, tratando de frenar su avance sobre la bolsa de dulces.

­ Porque voy a ir hasta que sepa algo, porque si voy ahorita no sé nada y qué tal que el maestro me va a regañar porque no sé nada. Primero voy a aprender y ya luego voy a la escuela ­dice el Heriberto ya con un dulce empalagándole la voz y con los bolsillos llenos de azucarado parque.

La Eva desatendió los dulces por, mostrando claras tendencias feministas, estar buscando ese video de Pedro Infante que se llama «Dicen que soy mujeriego».Yo fumo y suspiro mientras pienso que el Heriberto podría dar clases de lógica filosófica y dirigir la Secretaría de Educación Pública con idéntica corrupción pero más inteligencia que quienes muestran intolerancia ante el creciente movimiento magisterial.

Podría contarles esto, pero de pronto pienso que no, que ésta es la solemne clausura del «Foro Especial para la Reforma del Estado» y no es conveniente hablar en ella de los hechos delictivos del Heriberto. Creo que el respetable tiene ya bastante con los hechos delictivos que patrocinan a algunas empresas televisivas.

Entonces pienso que sería mejor platicarles de el Beto y de cómo vive su desesperación por crecer al mismo tiempo que su gente es asfixiada por la política social contrainsurgente del gobierno. El Beto ya creció, ya es grande, el Beto ya no se cae en el lodo. Se va el Beto a dar una vuelta por el potrero y ahí se encuentra con un niño del poblado vecino. El tal Nabor le cuenta que en su pueblo el gobierno da mucha ayuda a las familias con la única condición de que se salgan de zapatistas y denuncien a los que siguen adelante. El Nabor no muy entiende pero comprende lo principal. Recoge una piedrita para su tiradora y le dice y pregunta al Beto:

­ Mi familia, la persiguen porque no agarra lo que da el gobierno. Dice mi papá que de por sí la dignidad da hambre, dice. ¿Y ustedes se van a rendir?

­ No pues. Ya acordamos que no. Que no nos vamos a rendir, así fue el acuerdo ­dice el Beto mientras apunta con su tiradora hacia un dibujo de un tanque de guerra.

Ya estoy por contarles esto cuando me acuerdo de otra cosa y pienso que es más conveniente hablarles de…La Toñita va con un pequeño tercio de leña a la espalda. Seis años pesa la infancia en la espalda de la Toñita. Por entre el lodo y las espinas de la vereda que baja de la loma, la Toñita ya empieza a encorvar la espalda para equilibrar años y leña. Yo me quedo mudo cuando me doy cuenta que la Toñita, la del beso escatimado porque «mucho pica», camina con su tercio de leña. No es por la dolorosa imagen de una niña aplastada por la miseria de una carga de leña, no es por eso o porque le guarde rencor por negarme el beso. Lo que me deja sin palabra y, por lo tanto, me incapacita para platicarles esto es que, se los juro, la Toñita va sonriendo.

Sonriendo también está el Olivio. A diferencia de la Toñita, el Olivio es tojolabal y ya armó un escándalo con unas botitas que le regalaron. Pateando piedras, palos, chuchos y puertas, el Olivio aprende lo que siempre les fue negado a niños como él: que se puede jugar y ser niño, sin que lo adulto les lastime la piel. El Olivio no usa sus zapatos para caminar. Cuando quiere ir a un lado va descalzo. Pero cuando llega la breve hora del juego, el Olivio y su banda se juntan y juegan a que tienen zapatos y patean el suelo y todo lo animado e inanimado que encuentren. Unos juguetes poderosos son los zapatos para el Olivio que, me dicen, ahora reclama un balón para que su juego pueda llegarse lejos y en colectivo.

Y en colectivo, con otras niñas, se llegan la «Yeniper» y la «Chaga» hasta donde estoy para ver si ahí estoy y no he ido. Y sí, ahí estoy y no me he ido, así que la «Yeniper» puede preguntarme mientras un helicóptero militar sobrevuela el pueblito. La «Yeniper» mira el helicóptero artillado y me pregunta si los pájaros también se espantan, como los niños de la realidad chiapaneca, por el amenazante ruido de las aspas de la muerte. El helicóptero se aburre de buscar transgresores y la Yeniper se va por leña sin esperar mi respuesta. Un pajarito, de lila y celeste vestidas las plumas, vuela de nuevo junto a la «Yeniper». De lejos no se sabe quien de los dos camina y quién vuela.

En fin, después de mucho pensarlo, llegué a la conclusión de que no sería serio y respetable hablar de los niños indígenas zapatistas en algo tan respetable y serio como es la ceremonia de clausura del «Foro Especial para la Reforma del Estado».

Así que, si vamos a ser serios y respetables, es mejor hablar de lo más serio y respetable que hay en el mundo. Y entonces debemos hablar de el más grande de los gigantes con los que la caballería andante ha dado alivio y consuelo a la humanidad, del ilustre hidalgo Don Durito de La Lacandona. De ese tenaz desfacedor de entuertos que sigue maravillando, con sus hazañas y portentos, a una luna que sonríe, sin poder evitarlo, para agradecerle la flor que el caballero ha sacado del yelmo con un elegante ademán de mago y le tiende con la secreta esperanza de dibujarle luego otra flor en la piel, en el vientre, en el deseo.

Pero que los grandes dioses le eviten a cualquier narizón escudero la infinita pena de cargar con el pesado fardo de contar las hazañas de su amo y señor.

Y hablando de grandes dioses, ya aparece el Viejo Antonio acompañado de los primeros, los que nacieron el mundo. Siempre fumando, caminando a veces y en veces platicando, el Viejo Antonio se sienta esta noche conmigo, se sienta 10 años atrás de esta noche. Con él, con el Viejo Antonio, se sientan junto conmigo todos los hombres y mujeres de morena sangre en corazón digno. Se sientan junto conmigo y me toman, por fin, la palabra y la voz para contarnos la lucha. Para contarnos dicen y me dicen, no para imponernos, no para obligarnos, no para absorbernos. Para platicarnos la lucha y sus tiempos de esta noche 10 años atrás, con la lluvia y una fría oscuridad como pared y techo. La noche en que, conmigo, el Viejo Antonio camina por entre el lodo, machete en mano. ¿Dije que conmigo camina el Viejo Antonio? Mentí entonces, no conmigo camina, yo le voy detrás. No así empezamos a caminar esa noche. Primero nos perdimos. El Viejo Antonio me invitó a correr venado y lo corrimos, sí, pero no lo alcanzamos. Cuando dimos cuenta ya estábamos en medio de la selva, en mitad de la lluvia, cercados por la noche.

­ Nos perdimos ­digo inútilmente.

­ Si pues ­dice el Viejo Antonio que no parece muy preocupado porque ahí nomás se hace casita con una mano al fuego con que la otra enciende su cigarrillo.

­ Tenemos que encontrar el camino de regreso ­me escucho decir, y agrego:

­ Traigo brújula ­le digo yo como si dijera «tengo móvil, por si quieres un aventón».

­ Si pues ­dice de nuevo el Viejo Antonio como dejándome la iniciativa y mostrándose dispuesto a seguirme.

Yo recojo el desafío y me declaro dispuesto a hacer gala de mis conocimientos guerrilleros de dos años en montaña. Me arrincono bajo un árbol. Saco el mapa, el altímetro y la brújula. Como hablando en voz alta, pero en realidad alardeando frente al Viejo Antonio, describo alturas sobre el nivel del mar, cotas topográficas, presión barométrica, grados y milits, puntos visados y otros etcéteras de lo que los militares llamamos «navegación terrestre». El Viejo Antonio no habla, está a mi lado, sin moverse, supongo que me escucha porque no ha dejado de fumar. Después de un rato de alardes técnicos y científicos, me pongo de pie y, con la brújula en la mano, señalo hacia un rincón de la noche, diciendo con firmeza y echando a andar en esa dirección:

­ Es por ahí.

Yo espero que el Viejo Antonio repita su «Si pues», pero el Viejo Antonio no dice nada. Recoge su rifle, su morraleta y su machete y se echa a caminar detrás mío. Caminamos un buen rato sin llegar a ningún lado conocido. Yo me sentía avergonzado por el fracaso de mi técnica moderna y no quería ni voltear hacia atrás, donde el Viejo Antonio me seguía sin decir palabra alguna. Al tiempo llegamos frente a un cerro de pura piedra que, como pared lisa, se oponía a nuestro paso. Los últimos vestigios de orgullo que me quedaban se hicieron añicos cuando dije en voz alta:

­ ¿Y ahora?

Hasta entonces habló el Viejo Antonio. Primero carraspeó un poco y escupió algunas briznas de tabaco, luego escuché detrás mío.

­ Cuando no sepas qué es lo que sigue, ayuda mucho el mirar para atrás.

Yo lo tomé al pie de la letra y me volteé, no para ver la dirección de la que veníamos, sino para mirar con una mezcla de vergüenza, súplica y angustia al Viejo Antonio. El Viejo Antonio no dice nada, me mira y comprende. Desenfunda su machete y, abriendo paso entre la maleza, toma una nueva dirección.

­ ¿Por ahí es? ­pregunto inútilmente.

­ Si pues ­dice el Viejo Antonio mientras corta bejucos y húmedos pedazos de noche.

En unos minutos estamos de nuevo en el camino real y los relámpagos anuncian el perfil deslumbrado del pueblo del Viejo Antonio. Mojado y cansado llegué hasta la champa del Viejo Antonio. La Doña Juanita se puso a hacer café y nosotros nos acercamos al fogón. El Viejo Antonio se quitó la camisa mojada y la puso a secar a un lado de la lumbre. Después se fue a sentar en el suelo, en un rincón, y me ofreció un banquito. Yo me resistí primero, en parte porque no quería alejarme del fuego y en parte porque me seguía la vergüenza del alarde inútil de mapa, brújula y altímetro. Como quiera me senté. Empezamos los dos a fumar. Yo rompí el silencio y le pregunté cómo había encontrado el camino de regreso.

­ No lo encontré ­me responde el Viejo Antonio­. No ahí estaba. No lo encontré. Lo hice. Como de por sí se hace. Caminando pues. Tú te pensaste que el camino ya estaba en algún lado y que tus aparatos nos iban a decir para dónde había quedado el camino. Pero no. Y luego te pensaste que yo sabía en dónde estaba el camino y me seguiste. Pero no. Yo no sabía dónde estaba el camino. Lo que sí sabía es que teníamos que hacer el camino juntos. Así que lo hicimos. Así llegamos a donde queríamos. Hicimos el camino. No ahí estaba.

­ Pero, ¿por qué me dijiste que cuando uno no sabe que es lo que sigue hay que mirar para atrás? ¿No es para encontrar el camino de regreso? ­pregunté.

­ No pues ­responde el Viejo Antonio­. No para encontrar el camino. Es para ver dónde te quedaste antes y qué es lo que pasó y qué querías.

­ ¿Cómo? ­pregunto ya sin pena.

­ Si pues. Volteando para mirar atrás te das cuenta dónde te quedaste. O sea que así puedes ver el camino que no te hiciste bien. Si miras para atrás te das cuenta que lo que querías es regresar y lo que pasó es que tú respondiste que había que encontrar el camino de regreso. Y ahí está el problema. Te pusiste a buscar un camino que no existe. Había que hacerlo. El Viejo Antonio sonríe satisfecho.

­ Pero, ¿por qué dices que hicimos el camino? Lo hiciste tú, yo nomás caminé detrás tuyo ­le dije un poco incómodo.

­ No pues ­sigue sonriendo el Viejo Antonio­. No lo hice yo solo. Tú también lo hiciste porque un tramo lo caminaste tú adelante.

­ ¡Ah! Pero ese camino no sirvió ­lo interrumpo.

­ Si pues. Sirvió porque así supimos que no sirvió y entonces ya no lo volvemos a caminar o sea a hacer, porque nos llevó a donde no queremos y entonces podemos hacernos otro para que nos lleve ­dice el Viejo Antonio. Yo lo quedo viendo un rato y le aventuro:

­ Entonces, ¿tú tampoco sabías si el camino que estabas haciendo nos iba a traer hasta acá?

­ No pues. Sólo caminando se llega. Trabajando pues, luchando. Es lo mismo. Así dijeron los más grandes dioses, los que nacieron el mundo, los primeros. El Viejo Antonio se pone de pie.

­ Y otras muchas cosas dijeron, por ejemplo, que a veces hay que luchar para poder trabajar y a veces hay que trabajar para poder luchar ­dice el Viejo Antonio que, como se ve, maneja la dialéctica con la misma habilidad que el machete.

Así caminé detrás del Viejo Antonio, esta noche, hace 10 años. ¿Dije que caminé detrás del Viejo Antonio? Mentí entonces. No caminé detrás del él, con él caminé. Y eso es esta noche, 10 años atrás.

Y esta noche, 10 años después. Lo mejor de estas tierras, lo que primero las luchó y las trabajó, el tiempo mejor del antes, la morena e indígena sangre sobre cuyo dolor y lucha se levantó la Nación mexicana, me toma la voz y la palabra.

Para platicarles viene esta voz y esta palabra. Para contarles viene. Y es la voz, que a veces es grito, de las comunidades indígenas zapatistas. La voz y los gritos de los que no están aquí pero hicieron posible que otros, todos nosotros, estuviéramos aquí. La voz ancha, en la que todos cabemos, de los indígenas del Ejército Zapatista de Liberación Nacional.

Viene a contarles, a platicarles, la voz de la dignidad tzotzil que en Oventic levantó la esperanza y la defiende, a gritos, de tanques de guerra y vehículos blindados, la voz de la dignidad tojolabal de las bases de apoyo del Guadalupe Tepeyac en el exilio, la voz de la dignidad tzeltal que en la profunda selva lacandona resiste sin que nadie le lleve la cuenta, la voz de la dignidad chol que en el norte de Chiapas pretende ser callada por los plomos de un secretario de gobierno estatal y una pandilla de asesinos con nombres tan ingeniosos como «Paz y Justicia» o «Chinchulines», la voz de la dignidad zoque y mame que en sus regiones ven que nada cambia si no se lucha por cambiarlo.

Esta es la voz que en mi voz habla, a platicarles viene, a contarles. Esta la voz que ahora toma la mía para presentar la mejor ponencia, el pensamiento más viejo y nuevo, la propuesta más genial que se haya concebido. Y la mejor ponencia de este foro es el silencio que miles de indígenas rebeldes, los zapatistas, vinieron a callar en este foro. El «aquí estamos» que hace 30 meses habló a tiros, hoy repite «aquí estamos» y lo hace callando. Esta es la propuesta de los que no están en el foro pero lo hicieron posible, la propuesta de los indígenas del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Sabemos callar. Sabemos escuchar. Sabemos aprender.

Con su silencio que escucha para aprender, para buscar y encontrar, los indígenas rebeldes hacen la mejor aportación a una nueva cultura política, a la transición a la democracia, a la construcción de un nuevo y mejor país.

Muchas cosas dice este silencio fértil. El mismo que guardó y cuidó el nacimiento del 1o. de enero de 1994. El mismo que guarda y cuida el nacimiento de algo que incluye a muchos más y que es camino nuevo. Dice este silencio que encuentra ya a quien escuchar, que encuentra ya a sus hermanos de la ciudad y el campo en todo México. Que encuentra ya a algo de lo mejor de este país, los hombres, mujeres, niños y ancianos que luchan como zapatistas por caminos civiles y pacíficos, los hombres, mujeres, niños y ancianos que, junto al EZLN, construyen ya la paz posible y necesaria, los hombres, mujeres, niños y ancianos del Frente Zapatista de Liberación Nacional.

El Frente Zapatista de Liberación Nacional es la intuición hoy de lo que podemos ser mañana. La continuidad de la lucha que no se vende ni se rinde, que crece siempre y que debe convertirse, desde fuera del Poder, en la verdadera amenaza racional en contra de la estupidez del Poder. Los hermanos que se conocen, que se encuentran y que se caminan para hacerse un sólo camino, un camino nuevo, mejor. Los hermanos del EZLN y del FZLN. No hay alianzas entre el FZLN y el EZLN. No hay que el uno es el brazo armado del otro, y el otro el brazo civil del uno. Hay un camino que se hablan y se caminan muchos. El camino que se caminan es nuevo y lo van haciendo juntos. Somos lo mismo en el mañana que construimos hoy.

El silencio que calló y hoy habla, el que ausente hizo posible este encuentro, este foro, saluda por mi voz a los Comités Civiles de Diálogo del Frente Zapatista de Liberación Nacional y reconoce en su esfuerzo el camino mejor para nacernos todos, juntos, en una nueva fuerza política, en una organización de nuevo tipo.

El silencio que calló en este foro, hoy habla para decir que ésta es nuestra propuesta de Diálogo Nacional. El diálogo de los diferentes buscando un encuentro. El diálogo nacional por otro camino que no es el de las élites. El diálogo como parte de un movimiento nacional y racional de resistencia. El diálogo que abre, muriendo y callando, sus propios espacios para que todos hablen. El diálogo que habla que la democracia no está en la riqueza. Al contrario, las carencias han hecho posible otro tipo de relaciones políticas y sociales, ésas que las comunidades indígenas rebeldes construyeron por años enteros y hoy hacen posible hacer un camino muy grande donde todos nos caminamos, donde todos nos hacemos. Un diálogo que señala que, frente a la estupidez y el cinismo del poderoso, la racionalidad humana es una alternativa posible. Existe un cambio de actitud en decenas de miles de personas, los indígenas rebeldes, los que afirman su racionalidad frente al acoso que los quiere reducir a animales. La dignidad que se empata y potencia con la racionalidad. La dignidad que no se considera única y que se sabe repetida, igualada y superada en otras partes y con otras gentes, en otros colores y otras lenguas. La dignidad que da la razón, la de los héroes por vivir con congruencia. La de los mexicanos sin lugar en la historia escrita o difundida, pero que vive cotidianamente y en silencio en los actos heroicos que son el decoro y la honradez. La de los mexicanos que no son como el soberbio que nos engañó y nos robó. Ese que llegó al poder gracias a un sistema autoritario y hoy aparenta huir. Ese que derrochó no sólo la riqueza de un país, también el capital moral de una Nación. Los mexicanos y mexicanas que no tienen cargos públicos o políticos. Los que viven ya la posibilidad de ser mejores: el contador que no robó, el abogado que no engañó, el empresario que fue justo, la familia que se defendió, los campesinos que no se vendieron, los obreros que no se rindieron, los estudiantes que no se conformaron, los maestros que no se olvidaron, los choferes, amas de casa, colonos, intelectuales, artistas, religiosos, profesionistas, políticos, y hasta militares que prefirieron ser honestos consigo mismos y con los otros, los que son consecuentes y verdaderos sin que nadie les lleve la cuenta.

Los héroes mexicanos, los hombres, mujeres, niños y ancianos, que no tienen estatuas, fotos ni fiestas escolares. Los que no se sientan y caminan siempre. Los que resisten la tentación de ser conformistas en medio del desastre.

Los héroes mexicanos que son de hoy, que viven hoy, que luchan hoy.

Los héroes mexicanos que construyen ya, y para todos, un país mejor y nuevo.

Los héroes mexicanos entre los que destacan los indígenas y los jóvenes, las mujeres y el movimiento gay.

Los héroes mexicanos, los anónimos para el poder, los protagonistas para hacer el mañana.

Los héroes mexicanos, los hombres, mujeres, niños y ancianos que se han reunido en estos días y en este foro.

Los héroes mexicanos, los hombres, mujeres, niños y ancianos que no han estado aquí, pero que con su silencio nos han acompañado.

El silencio que calló en estos días y que hoy habla, la ausencia que posibilitó nuestra presencia, consiguió un diálogo que no subió a las élites para hacerse oír, sino que, abajo siempre, se abrió para todos lados e hizo posible que los de arriba bajaran a hablar y los de al lado se arrimaran un poco para escuchar y aprender.

El silencio que calló en estos días y que hoy habla, los ausentes que se presentan en nosotros sufren la cárcel gigantesca que en torno a sus vidas han cerrado el poder y la soberbia con decenas de miles de soldados, a los que ahora se agregaron miles más para venir acá a aprender a odiar a los indígenas rebeldes, para mostrarles al enemigo que deberán perseguir y matar mañana.

El silencio que nos convocó está preso. El nos dio la palabra. Este silencio sigue resistiendo solo, sin que nadie le tienda la mano o le busque la palabra. Muchos le hablan y pocos lo escuchan. El silencio que nos convocó pudo salir hoy y, en lugar de aprovechar para hablar y convencer, prefirió callar para que hablaran otros, incluidos aquellos que lo persiguen y le buscan la muerte.

Tocará ya el turno de que todos le hablen a este silencio con la justicia que se merece. Combatiendo la intolerancia estúpida que hoy lo mantiene cercado y solo. Abriendo el espacio que merece para hacer lo que se ha ganado y lo que todos los silencios de hoy deben hacer: para hablar y ser escuchados.

Hermanos y hermanas:

Este encuentro debe seguir. En él hemos descubierto que es posible y necesaria una alternativa a la pesadilla. Ya hemos empezado a soñar juntos una realidad mejor y nueva. Es necesario seguir construyendo una alternativa, una alternativa en la que quepan los todos que hablamos y, sobre todo, los todos que callamos…

Que viva siempre la palabra que nos calla. Que siempre viva el silencio que nos habla.

¡DEMOCRACIA!

¡LIBERTAD!

¡JUSTICIA!

Desde las montañas del sureste mexicano.

Por el Comité Clandestino Revolucionario Indígena-Comandancia General

del Ejército Zapatista de Liberación Nacional.

Subcomandante Insurgente Marcos

México, julio de 1996

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