Mensaje del EZLN en la ceremonia de inauguración de la reunión preparatoria americana del Encuentro Intercontinental por la Humanidad y contra el Neoliberalismo.
La Realidad, América, 4 de abril de 1996 . Un periodista y videoasta que cubría el alzamiento zapatista desde enero de 1994, Javier Elorriaga Berdegué, se presentó un día como voluntario para buscar una salida política y pacífica al conflicto. Lo escuché, me dio argumentos a favor de la paz y argumentos en contra de la guerra. Me pareció entonces un hombre de ésos que creen en lo que dicen, de los que son consecuentes con sus ideas. Le dije que no perderíamos nada con probar. El 16 de septiembre de 1994, aniversario de la independencia mexicana, llegó con la primera de una serie de cartas de señor Ernesto Zedillo Ponce de León. Después del primero de diciembre de 1994, Javier fue y vino con mensajes del entonces secretario de Gobernación, Esteban Moctezuma Barragán. 6 meses duró su trabajo de enlace de paz. La última vez que lo vi fue el 8 de febrero de 1995. Le dije que no veíamos señal alguna de voluntad de diálogo en el gobierno. El insistió en buscar un nuevo encuentro de paz. Saliendo de la selva Lacandona, en la mañana del 9 de febrero de 1995, Javier Elorriaga fue detenido y acusado de «terrorismo». El gobierno inició una ofensiva en contra de las comunidades indígenas de la selva Lacandona y detuvo a decenas de mexicanos en varios puntos del país. Los acusó de «terrorismo» y exhibió como prueba un «terrible» arsenal: bombas de papel y algunas armas viejas. Mientras en la prensa el gobierno se felicitaba por haber recuperado la «soberanía nacional», en el selva Lacandona aviones suizos bombardeaban los alrededores de las comunidades, helicópteros norteamericanos ametrallaban la montaña, tanques de guerra franceses ocupaban las casas de los indígenas que huían a la selva, policías españoles interrogaban a los sospechosos, y los asesores militares norteamericanos revisaban con mucho cuidado un artefacto que podía contener algún peligroso ingenio militar. Hasta el Pentágono llegó ese artefacto y fue revisado con lo mejor y más moderno de la tecnología militar. Después de algunos días, los expertos entregaron su informe a Washington y de ahí fue turnado a las oficinas de los militares mexicanos, la policía política y Palacio Nacional. El informe decía que todo parecía indicar que el artefacto en cuestión, arrebatado a las fuerzas de los transgresores de la ley, tenía toda la traza de ser… un cochecito de juguete, hecho de plástico y metal. El informe reportaba, además, que habían encontrado una pequeña inscripción, probablemente hecha con plumín negro, que decía: «Este cochecito es del Heriberto…».
Han pasado 420 días desde entonces. El señor Zedillo está en la silla presidencial de México, el Heriberto vive en las montañas, en su casa vive el ejército, y Javier Elorriaga y otros 17 mexicanos están en la cárcel acusados de «terrorismo». Uno de los 17, Joel Martínez, tiene problemas respiratorios debido a la tortura que recibió. Por su estado grave acaba de ser hospitalizado. Hoy lo tienen encadenado de manos y pies, como si fuera un animal rabioso, como si la dignidad pudiera encadenarse.
Hoy, 420 días después de que se definiera en los hechos quién es el terrorista, queremos dedicar estas palabras.
Vale.
A Javier Elorriaga Berdegué y, a través de él, a todos los presuntos zapatistas presos.
En la definición de su futuro
se definen muchas más cosas
de las que imaginan sus carceleros.
Por mi voz habla la voz del Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
Hermanos y hermanas de América:
Bienvenidos a La Realidad. Nuestro agradecimiento especial para los hombres, mujeres, niños y ancianos de La Realidad, que son los que nos han dado permiso y nos han apoyado para realizar esta reunión preparatoria en su comunidad. Quiero pedirles a todos que, juntos, saludemos a nuestros hermanos indígenas de La Realidad.
Bienvenidos sean los hermanos y hermanas de las delegaciones de Canadá, los Estados Unidos de América, México, Guatemala, Costa Rica, Venezuela, Puerto Rico, Ecuador, Brasil, Perú, Chile, Uruguay y Argentina. Bienvenidos los observadores de Francia, Alemania y España.
Bienvenidos sean los hermanos y hermanas mexicanos de la Comisión Organizadora. Nuestro reconocimiento y saludo por el esfuerzo que hoy se concreta.
Queremos agradecerles a todos ustedes el haber aceptado nuestra invitación a esta reunión preparatoria y el que hayan hecho el esfuerzo de viajar desde sus países hasta la selva Lacandona.
Guarida de transgresores de la ley y rincón digno de América, la selva Lacandona ya ha sido visitada por diversas representaciones de los gobiernos de sus países. Nos han visitado los aviones bombarderos, los helicópteros artillados, los tanques de guerra, los satélites espías, los asesores militares y los agentes, algunos secretos y otros no tan secretos, de todas las dependencias de espionaje de varios países. Todos estos visitantes tienen un objetivo común: el asesinato y el robo. Diversos gobiernos del mundo se han aliado con el gobierno mexicano para combatirnos a nosotros. La más moderna y sofisticada tecnología de guerra es lanzada en contra de las armas de madera, los pies rotos y el pensamiento ancestral de los zapatistas que declara sin pena ni miedo que el lugar del conocimiento, la palabra y la verdad está en el corazón. La muerte moderna contra la vida ancestral. El neoliberalismo contra el neozapatismo. ¿Por qué nos temen? ¿Por qué tanta muerte para tan pocos y tan pequeños? Porque los hemos desafiado, y lo peor del desafío es que se convierte en ejemplo.
El 3 de abril de 1911, esos ciudadanos de América llamados Ricardo y Enrique Flores Magón escribían: «Compañeros, piensen bien, sigan adelante y trabajen, sin perder el tiempo, antes de que su ayuda llegue demasiado tarde. Traten de entender el peligro bajo el cual nosotros tenemos que enfrentarnos a todos los gobiernos del mundo, los cuales ven en el movimiento mexicano la aparición de la revolución social, la única a la que temen los poderosos del mundo».
Hoy, 85 años después, la historia se repite. La muerte que antes sólo nos visitaba vestida de enfermedad y miseria, hoy viene además con uniforme verde olivo, con plomo y máquinas de guerra. Todas estas señales anuncian destrucción. Una verdadera fuera multinacional armada nos persigue y trata de destruir nuestro ejemplo. Los poderosos del mundo se molestan por nuestra existencia y nos honran con su amenaza. Aciertan, el desafío zapatista es un desafío mundial. Nunca lo pretendimos, jamás lo imaginamos. Pero puestos en ese papel, seremos lo más incómodos que nos sea posible. Un sistema mundial hace posible que el crimen se haga gobierno en México. Un sistema nacional hace posible que el crimen mande en Chiapas. Luchando en las montañas del Sureste mexicano luchamos por México, por la humanidad y contra el neoliberalismo. Por eso el poder mundial nos persigue, por eso nos encarcela, por eso nos asesina, por eso quiere destruirnos.
Después de la visita de estos anunciadores de la muerte, es un honor para nosotros el recibir la visita de ustedes, de los que luchan por la vida, de los que luchan por la humanidad en el continente americano.
Estamos seguros de que el viaje a La Realidad no ha sido fácil. La Realidad nunca ha sido fácil, pero vale la pena llegar a ella. El viaje a La Realidad es una travesía al dolor, pero también a la esperanza.
Diversos pensamientos de diferentes naciones de América se encuentran hoy en La Realidad. Se encuentran convocados, no por su nacionalidad, no por su color, no por su sexo, no por su cultura, no por su lengua. Sólo una cosa nos ha convocado, la lucha, la lucha por la humanidad y contra el neoliberalismo.
Hace 80 años, en 1916, el general Emiliano Zapata soñaba que la vida y el pensamiento podían ser libres si una nueva realidad se construía. El poder soñaba entonces su destrucción.
Hoy, en los escritorios de los grandes generales de México y de los Estados Unidos, hay planes diversos, complicadas operaciones militares, y 77 variantes de atentados, una por cada uno de los años transcurridos desde el asesinato de Emiliano Zapata. Y todos esos planes tienen el objetivo de destruir La Realidad.
¿Por qué? Porque han descubierto que en La Realidad viven seres humanos, es decir, dignos, y el poder no puede tolerar que los seres humanos vivan.
Este es el enemigo que se nos enfrenta, el que nos persigue, el que nos asesina, el que nos encarcela, el que nos viola, el que nos humilla. Un poder que pretende el absurdo de destruir La Realidad.
Eso es lo que pretenden ellos… Ellos, los que en el poder concentran el crimen y la riqueza, los convierten en hermanos siameses y se apropian de la una con el ejercicio del otro. Ellos, los que en el poder monopolizan el mañana y lo anuncian excluyente de todo aquello que no se convierta en cómplice o en víctima. Ellos, los que en el Poder olvidan que acumulando poder acumulan miedo. Ellos quieren destruir La Realidad porque en La Realidad hoy hay seres humanos y la sola existencia de seres humanos es ya un desafío que se puede convertir en ejemplo. Nosotros, los todos que alimentamos el corazón y la palabra con el amargo pan de la esperanza. Nosotros, los que en el pasado vemos una lección y no un estorbo, los que volteamos al ayer para aprender y no para arrepentirnos. Nosotros, los que miramos el futuro como algo que se construye en el presente, los que aspiramos a un mañana con todos. Nosotros, los que balanceamos el miedo con vergüenza, la prudencia con valor, y la indiferencia con memoria. Nosotros, los seres humanos que existimos, es decir, que desafiamos al poder. Nosotros queremos transformar La Realidad, convertirla en algo mejor, en algo nuevo, en algo bueno.
Esta es la disputa por La Realidad.
Unos por destruirla y otros por construirla.
Ellos por el absurdo de negarla a fuerza de olvido, destrucción y muerte.
Nosotros por el absurdo de construirla de nuevo a fuerza de historia, creatividad y vida.
Este es el dilema que venimos a pensar y a empezar decidir, el dilema de La Realidad. Este es el tema fundamental y el definitivo por la humanidad y contra el neoliberalismo. La Realidad: el dilema de su transformación o de su destrucción.
Para resolver este dilema debemos enfrentar a un enemigo muy poderoso, el poder vestido con el ropaje del neoliberalismo. Sus crímenes no reconocen fronteras, representan la globalización de la desesperanza. El neoliberalismo oferta una nueva doctrina mundial: la rendición y la indiferencia como únicas formas de inclusión, la muerte y el olvido como único futuro para los excluidos, es decir, para las mayorías. La estupidez y la soberbia hechas gobierno en las naciones del mundo. El crimen y la impunidad como máxima ley. El robo y la corrupción como industria principal. El asesinato como fuente de legitimidad. La mentira como dios supremo. Cárcel y tumba para los otros que no sean cómplices. La internacional de la muerte. La guerra siempre. Eso es el neoliberalismo. Pero su poder se basa también en nuestras fallas. A la falta de propuestas alternativas nuestras, ellos ofrecen la continuidad de la pesadilla.
Tenemos que ir más allá de los lamentos y proponer nuevos caminos.
No los invitamos a sumar quejas. No los llamamos para potenciar nuestras desdichas. No los convocamos para darle dimensión continental a nuestra pesadilla.
Los invitamos a multiplicar anhelos. Los llamamos para restar penalidades. Los convocamos para darle dimensión continental a la esperanza. Que la imagen grotesca y terrible del enemigo que enfrentamos no opaque el espejo necesario para ver nuestro propio paso. Que no se solape en nosotros mismos la desidia y la arbitrariedad, ocultándolas en el crimen cotidiano de un sistema mundial que pulveriza historia, naciones e individuos. Que no ofertemos una nueva pesadilla de signo diferente. Que la ubicación en la cada vez más complicada geometría política, que multiplica centros y extremos al infinito, no signifique impunidad para los errores ni relevo de dogmas en los pensamientos.
No nos reunimos hoy para cambiar el mundo. Nos encontramos aquí con un propósito más modesto. Sólo para hacer un mundo nuevo.
Nosotros.
Hoy.
Aquí.
En América.
Continente de leyendas, el americano es un pedazo de tierra donde se citan todas las sangres del mundo.
Pueblo sin tierra, es decir, pueblo sin pueblo, el migrante en América sueña que puede trabajar y vivir con paz y dignidad en cualquier suelo, sin importar la frontera que quede arriba o abajo. Ni trabajo ni vida encuentra el migrante en las tierras americanas, sólo guerra y humillación encuentra en estos suelos a los que nada roba y todo da. El migrante de América es un extraño en América. No sólo al cruzar una frontera internacional el americano entra a la pesadilla xenófoba, a veces basta con traspasar, aunque sea sólo momentáneamente, una de esas múltiples fronteras culturales, políticas, raciales, religiosas y sexuales que pulverizan los cielos de América y hacen que el pensamiento colectivo no incluya a más de uno. El migrante de América es el gran solitario compuesto por millones de seres buscando. El migrante de América es la lucha de siempre, la leyenda…
Y, entre muchas, una leyenda se hace balada y sobrevive a la falta de libros, prensa, televisión, radio. La leyenda de Gregorio Cortez, perseguido por los «rinchers» pero nunca alcanzado, es la leyenda de la historia perseguida por el olvido, la historia escapando siempre y haciéndose memoria colectiva. La leyenda llega a La Realidad y ahí representa a todos los migrantes que se aventuran a tierras americanas y prueban a hacerse parte de una cultura nueva sin perder la propia.
Como a la leyenda, el poder persigue a los migrantes por negarse a ser lo que son, por tratar de construir algo nuevo pero diferente, algo que no destruya ni el pasado ni el presente y que pueda tener un lugar en el futuro norteamericano, un futuro digno, un futuro que no tenga el horizonte de unos barrotes en la cárcel o de una lápida en el cementerio. Como en la balada de Gregorio Cortez, el migrante americano escapará siempre y seguirá construyendo la memoria colectiva que el poder se empeña en destruir en toda América y, especialmente, en…
Un país sintetiza como ninguno las grandes contradicciones que exprimen al continente americano. Nación levantada con el esfuerzo de migrantes de todo el mundo, los Estados Unidos de América se levantan como símbolo de poder y modernidad. La soberbia del poder que suele tener su guarida en las tierras de Norteamérica, ha conseguido que el repudio mundial que merece su política exterior contamine, no pocas veces, al noble pueblo norteamericano. Pero esa soberbia del poder sólo es posible a un alto costo para el pueblo de los Estados Unidos de Américas. No sólo a las llamadas minorías latinas, asiáticas y negras, también a los blancos, la crisis elevada a sistema económico mundial, el neoliberalismo, cobra su elevada cuota de dolor al norte del río Bravo. En los Estados Unidos el 5.7 por ciento de la población económicamente activa está desempleada, mientras que en Canadá es el 9.5 por ciento, según estadísticas de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos.
El pueblo de los Estados Unidos de América, esa complicada amalgama de sangre británica e irlandesa, española y mexicana, europea, africana y asiática, latinoamericana e indígena, americana siempre. El pueblo de los Estados Unidos de América, ese gran olvidado a la hora de las solidaridades, ese gran recordado a la hora de los reclamos. El pueblo de los Estados Unidos de América, el pueblo que, a pesar de su gobierno, sabe cuándo mirar hacia abajo y encontrar ahí al hermano y no a la víctima.
No como víctimas, no como verdugos. Como lo que somos, como hermanos, saludamos hoy al pueblo de los Estados Unidos de América, dignamente representado en La Realidad.
Hermanos y hermanas de América:
Hoy, aquí, en La Realidad, debemos darle un lugar a la memoria, a la historia, a ese espejo que nos recuerda lo que fuimos, nos muestra lo que somos y nos promete lo que podemos ser…
Hace 30 años, en 1966, después de haber estado en ninguna parte, un hombre preparaba la memoria y la esperanza para que la vida volviera a América. Ramón era entonces su nombre de guerra. En uno de los muchos rincones de La Realidad americana, este hombre recordaba, y en sus recuerdos vivían de nuevo todos los hombres y mujeres que vivieron y murieron por la vida de América. Su nombre y su recuerdo fueron enterrados por los sepultureros reiterados de la historia. Para algunos se llamó Ernesto y se apellidó Guevara de la Serna. Para nosotros fue y es El Che.
En Punta del Este denunció la política del poder que, desde las oficinas del Banco Mundial, proponía la construcción de letrinas como solución a las graves condiciones de miseria de los países de América. Desde entonces la pobreza de América se ha desarrollado en la misma proporción en que sus riquezas han sido saqueadas por los ricos de siempre. La «letrinocracia» también evolucionó pero sólo en el nombre. En uno de los países de América tomó el paradójico nombre de «Solidaridad». Sin embargo, a pesar de los espejismos nominales, el funcionamiento básico de la «letrinocracia» sigue siendo el mismo: hoy, como ayer, a los pobres les toca estar en el fondo de la letrina, y a los ricos les toca sentarse en ella.
Su crítica al poder no se tradujo en el aval a las deficiencias propias y en la apología de un sistema. Criticando que al poder se le opusieran las mismas lógicas, apenas maquilladas con un nuevo apellido, escribió en 1964: «No pretendo haber terminado el tema ni mucho menos establecido el amén papal sobre éstas y otras contradicciones. Desgraciadamente a los ojos de la mayoría de nuestros pueblos, y a los míos propios, llega más la apologética de un sistema que el análisis científico de él».
Ciudadano del mundo, Che recuerda lo que ya sabíamos desde Espartaco y que a veces olvidamos: la humanidad encuentra en la lucha contra la injusticia un escalón que la eleva, que la hace mejor, que la convierte en más humana.
Tiempo después la memoria y la esperanza le tomaron la mano para escribir en su carta de despedida: «Un día pasaron preguntando a quién se debería avisar en caso de muerte y la posibilidad real del hecho nos golpeó a todos. Después supimos que era cierto, que en una revolución se triunfa o se muere (si es verdadera). (…) Otras tierras del mundo reclaman el concurso de mis modestos esfuerzos». Y entonces el Che siguió su camino.
Al despedirse, por decir «hasta luego», el Che decía «hasta la victoria siempre» como quien dice «nos vemos al rato».
30 años después, en una de estas madrugadas en las que la luna recupera pedazos de la luz que el mordisco mensual del tiempo le arrebata y un cometa disfrazado de focador hace su posta inútil a la entrada de la noche, he buscado algún texto sobre el cual apoyar las palabras de inicio de esta reunión.
He ido de Pablo Neruda a Julio Cortázar a Walt Withman a Juan Rulfo. Fue inútil, una y otra vez la imagen del Che soñando en la escuela de La Higuera reclamaba su lugar entre mis manos. Desde Bolivia llegan esos ojos entrecerrados y esa sonrisa irónica diciendo lo que pasó y prometiendo lo que pasaría.
¿He dicho «soñando»? ¿Debí haber dicho «muerto»? Para unos murió, para otros se durmió. ¿Quién está equivocado? Hace 30 años el Che preparaba la transformación de La Realidad americana y el poder preparaba su destrucción. Hace 29 años, el poder nos dijo que la historia había terminado en la quebrada del Yuro. Dijeron que la posibilidad de una realidad diferente, mejor, fue destruida. Dijeron que la rebeldía terminó.
¿Terminó?
Una rápida ojeada a la prensa de estos días puede ayudarnos a responder:
En los últimos días de marzo se reportan diversas manifestaciones contra las actuales políticas económicas y de privatización que imperan en todo el Continente. El neoliberalismo encuentra resistencias y rebeldías. Son millones los que ignoran que la historia, y con ella la dignidad, terminó.
El 28 de marzo las agencias internacionales Afp, Dpa, Efe y Ansa, informaron que en La Paz, Cochabamba y Santa Cruz, en Bolivia, miles de personas se manifestaron en demanda de aumentos salariales y en contra del proyecto de privatización de los Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos. En Cochabamba la policía detuvo a 250 huelguistas de hambre, en su mayoría ancianos, que protestaban por el mismo motivo. Ancianos rebeldes. ¡Viva América! El mismo día, pero en Paraguay, los trabajadores iniciaron una huelga general en demanda de aumento salarial del 31 por ciento y convocaron a un referéndum sobre las privatizaciones. La democratización de las decisiones se opone a la imposición de medidas económicas… y educativas… En esas fechas más de cinco mil estudiantes brasileños eran reprimidos por la policía al protestar por la política educativa del presidente Fernando Henrique Cardoso.
En Chile, miles de agricultores bloquearon las carreteras del sur del país, en protesta por su inminente ingreso al Mercado Común del Sur (Mercosur), lo que significará el desempleo de más de 800 mil campesinos. El severo ajuste económico que se aproxima en Venezuela, motivó ya un movimiento «cacerolero» y un creciente descontento social. La globalización económica, el crimen moderno, encuentran resistencia entre los clientes de la muerte que vende.
Centenares de vendedores ambulantes se enfrentaron a la policía peruana cuando pretendían desalojarlos del centro histórico de Lima. Más de 20 personas resultaron heridas. Para no hacerse criminales, algunos pobres de América intentan el mini-micro-comercio. Es inútil, para el neoliberalismo todo ingreso que no provenga del robo y el despojo es «ilegal». En América los inocentes llenan las cárceles, y los culpables las sillas de gobierno.
Fuerzas policíacas antimotines reprimieron a miles de costarricenses en la ciudad de Santa Ana contra la instalación de un vertedero de basura. Más de mil toneladas diarias de desperdicio que el neoliberalismo arroja sobre el pueblo de Costa Rica, pero no lo hará impunemente.
Las entrañas de América protestan también. Simultáneo al anuncio del inminente incremento al impuesto al valor agregado, un temblor de 5.7 grados en la escala de Richter sacude la ciudad de Quito, Ecuador.
Todo esto en sólo dos días… 30 años después. ¿Terminó la rebeldía?
Hace 30 años el Che soñaba y repetía el sueño de una realidad transformada, nueva, mejor. El sueño de la rebeldía. Ese sueño atravesó el tiempo y las montañas y se repitió de nuevo, igual pero diferente, en las montañas del sureste mexicano. El sueño que hoy nos convoca es ruptura y continuidad con ese sueño del Che Guevara, así como su sueño fue ruptura y continuidad de ese otro sueño que desveló por igual a Simón Bolívar y a Manuelita Sáenz. En 1816, Simón Bolívar y Manuelita Sáenz desvelaban el anhelo de una América unida. La historia que vende el poder nos enseña que el fértil desvelo que liberó Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú y Bolivia se truncó años después por las fronteras que con sus muros fragmentaron el sueño bolivariano. ¿Se truncó? En 1826, Bolívar concibe la primera conferencia hemisférica de América, el Congreso de Panamá. Hoy, 170 años después y en La Realidad americana, el sueño pospuesto de Bolívar se reanuda.
Cristal y espejo, el sueño de una América mejor se acomoda hoy en el mejor lugar para soñar en La Realidad.
Y los autores intelectuales del delirio que nos convoca, los locos que se atrevieron antes que nosotros a soñar nuestro anhelo son: Manuelita Sáenz, Simón Bolívar, Ricardo y Enrique Flores Magón, Emiliano Zapata y Ernesto el Che Guevara.
180 años, 85 años, 80 años, 30 años después, somos y no somos los mismos.
Somos el final, la continuación y el comienzo.
Somos el espejo que es cristal que es espejo que es cristal.
Somos la rebeldía.
Somos la necia historia que se repite para ya no repetirse, el mirar atrás para poder caminar hacia adelante.
Somos el máximo desafío al neoliberalismo, el absurdo más hermoso, el delirio más irreverente, la locura más humana.
Somos seres humanos haciendo lo que debe de hacerse en La Realidad, es decir, soñando.
Pero se me ocurre ahora que lo más importante de soñar en La Realidad es saber qué es lo que termina, qué es lo que continúa y, sobre todo, qué es lo que comienza…
180 años después del desvelo de Bolívar y Manuelita Sáenz, 85 años después de la profecía de los Flores Magón, 80 años después del sueño de Emiliano Zapata, 30 años después del sueño del Che soñando el desvelo de todos los americanos honestos y verdaderos, el día de hoy, 4 de abril de 1996, y en La Realidad americana, a nombre del Ejército Zapatista de Liberación Nacional declaro formalmente inaugurada la reunión preparatoria americana del Encuentro Intercontinental por la Humanidad y contra el Neoliberalismo, siendo las (…) hora suroriental.
Hermanos y hermanas de América:
El gran poder mundial no ha encontrado aún el arma para destruir los sueños. Mientras no la encuentre, seguiremos soñando, es decir, seguiremos triunfando…
Bienvenidos hermanos y hermanas de América. Aquí en La Realidad terminamos, continuamos, comenzamos… el sueño. Y éste es nuestro sueño…
!Para la América toda!
!Democracia!
!Libertad!
!Justicia!
Desde las montañas del Sureste Mexicano.
Subcomandante Insurgente Marcos
La Realidad americana, abril de 1996.
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