18 de marzo de 1996
Buenas noches:
Queremos aprovechar el doble motivo que nos reúne hoy, el de la visita que nos hacen un grupo de asesores e invitados a la mesa 2: Democracia y justicia, del Diálogo de San Andrés, y el de un aniversario más de la expropiación petrolera.
A los asesores e invitados presentes y, a través de ellos, a los que no han podido estar hoy con nosotros pero seguramente nos acompañarán en la fase primera de esta etapa del Diálogo de San Andrés, queremos tratar de responderles a una pregunta que tal vez se hagan: ¿Por qué fuimos invitados a participar en el Diálogo de San Andrés?
No pretendemos que avalen nuestras posiciones políticas ni que legitimen nuestro método de lucha; no queremos que digan cosas que nos agraden. Pretendemos que digan su palabra, que en los grupos de trabajo se expresen con entera libertad, que sean consecuentes con las ideas que los han llevado a tener el reconocimiento nacional e internacional, en no pocos casos, como hombres, mujeres y organizaciones que se interesan por la democracia y la justicia verdadera en México.
Hace unas horas ustedes han escuchado las palabras que escribió el comandante Tacho. En ellas les decía que las palabras y pensamientos de ustedes son como armas, como buenas armas, que tienen que aprender a usar esas armas para saberlas dirigir adonde se debe y no herir al compañero.
Los hemos invitado porque creemos que todos ustedes pueden hacer de esta primera fase de la mesa Democracia y justicia un espacio de encuentro de ideas. Un espacio donde la tolerancia y el respeto a las diferentes posiciones sea el ejemplo para otras improbables mesas de diálogo. Un espacio donde la inclusión no implique sumisión, donde el intercambio de ideas no signifique la derrota y humillación del contrario.
Los invitamos para que hagamos de esta fase primera una lección. La lección de que es posible y necesario un espacio de encuentro entre los diferentes.
Desde las primeras horas del alzamiento, los zapatistas hemos declarado que la lucha por la democracia, la libertad y la justicia no es ni exclusiva nuestra ni es nuestro lugar el de la vanguardia. Desde entonces, también, hemos insistido en que el mundo que queremos no es uno donde sólo quepan los zapatistas o sus equivalentes. Este pensamiento, que implica tolerancia e inclusión, es el que ha nombrado el paso y la palabra de los intolerados y excluidos de siempre hasta hoy, de los indígenas rebeldes del EZLN.
En San Andrés Sacamch’en de los Pobres el EZLN ha logrado abrir un espacio de diálogo y negociación. En lugar de buscar el provecho organizativo y en lugar de ceder a los sobornos que ofrecía el gobierno, los zapatistas hemos conseguido un diálogo abierto, participativo, tolerante e incluyente, de cara a la sociedad y con la participación de las más amplias corrientes de opinión, de todas las que se puedan involucrar en la discusión de cada tema.
El pensamiento del EZLN en el diálogo y la negociación no es el de tratar de conseguir la satisfacción de nuestras demandas, sino la satisfacción de las demandas fundamentales del pueblo mexicano; no es el de pretender la representatividad de todas las fuerzas sociales, sino garantizar que cada fuerza social y política tenga un lugar para decir su palabra; no es el de negociar la exclusión del otro, sino la tolerancia y la inclusión basadas en el respeto a los distintos pensamientos y las diferentes propuestas. El pensamiento del EZLN es incluir a la sociedad en su conjunto en una negociación que tiene por meta final la transición a la democracia. Y esta transición es la base fundamental de la paz; la transición a la democracia es la única que hará posible la paz.
El EZLN reconoce al actual gobierno federal como un gobierno inmerso en una crisis que ha aumentado su autoritarismo, que tiene cerrados todos los demás canales de diálogo con la sociedad como no sean aquellos que conducen a la cárcel o al cementerio. La sociedad mexicana no tiene un espacio donde plantear sus exigencias. Por eso los zapatistas han ido incluyendo en la agenda de San Andrés demandas que provienen de todos los rincones del México olvidado, el México rural y urbano que no alcanza, en los hechos, la categoría ciudadana a que su historia le ha hecho merecedor. Poco a poco la sociedad mexicana es orillada a la ilegalidad por un gobierno ilegítimo. Enfrentada a la sordera y a la ceguera transexenal, la sociedad mexicana encuentra cerrada la Huerta de la lucha pacífica y civil. Ante la inconformidad social creciente, la constante gubernamental ha sido el golpe y el olvido. La política, en el quehacer del poder, se ha reducido a la dosificación de mentiras y silencios, de cárceles y cementerios, de olvidos y traiciones.
Para evitar la generalización de la violencia y contribuir a una paz con justicia y dignidad, los zapatistas han hecho todo por que las demandas del pueblo mexicano se puedan expresar en este puente de acceso hacia un gobierno que ha perdido legitimidad y control, que entrega pedazo a pedazo la soberanía nacional y que mantiene oídos sordos ante los reclamos cada vez mayores de una sociedad que sufre los efectos de las políticas neoliberales que le son impuestas desde el extranjero.
Y hay que reconocer que en esta gran agenda nacional que se ha hecho posible en San Andrés los zapatistas sólo han puesto la mesa que con sangre construyeron. La sustancia de las demandas y, sobre todo, de las propuestas de solución de esas demandas ha venido y viene de grandes hombres y mujeres que sólo tienen en común, en muchos casos, dos cosas: la esperanza en un país libre, justo y democrático y su disposición a sentarse con un grupo de hombres y mujeres de piel morena en un lugar, en San Andrés Sacamch’en de los Pobres.
Los asesores e invitados del EZLN al Diálogo de San Andrés contribuyen a la paz y no a la guerra. Ninguno suscribe el método de lucha de los zapatistas, muchos no comparten nuestra propuesta política, y no son pocos los que sustentan, con razón y no con la fuerza, posiciones contrarias a las nuestras.
El tema fundamental de la negociación de San Andrés es el del tránsito a la democracia. Éste incluye la definición de una nueva relación entre la nación y los pueblos indígenas, pero también incorpora el establecimiento de nuevas formas de relación política entre los ciudadanos, entre gobernantes y gobernados, entre las distintas fuerzas políticas, y entre la sociedad política y la sociedad civil. Ahora nos encontramos frente a la mesa de Democracia y Justicia.
En este tema el EZLN tiene su propia concepción. En lugar de buscar una tribuna exclusiva para su voz, el EZLN ha invitado a participar a una serie de personas y organizaciones como asesores e invitados, optando más bien por incluir el más amplio rango de demandas, algunas de ellas contrapuestas o en debate y construcción, y enfrentarlas a las del gobierno y a la sanción de la sociedad. Es decir, para la sociedad mexicana en su conjunto, San Andrés es ya un espacio de diálogo nacional, un foro de expresión en donde la sociedad mexicana construye un nuevo proyecto de nación.
Entre los asesores e invitados hay muchos pensamientos, son muchas las palabras que animan su voz. A los zapatistas no nos espantan las posiciones diferentes ni les tememos a las diferentes palabras. A lo largo de la negociación el EZLN busca recoger y consensar esta palabra diversa para comprometer al gobierno a resolver, si capaz fuera, la crisis política a la que la falta de democracia y justicia ha conducido; o a demandarle que abra los espacios necesarios para que todas las fuerzas políticas y sociales puedan contribuir en la construcción de una alternativa al sistema político que murió en Lomas Taurinas hace dos años, una opción democrática al sistema político mexicano que se niega a ocupar el lugar que se ganó a pulso: el de las vergüenzas históricas.
Es preciso que no olvidemos que el actual gobierno nació gracias al polvo y la sangre que mancharon, un 23 de marzo, la historia nacional. Originado en el crimen, fortalecido por el crimen y con el crimen como única posibilidad de sobrevivencia, el poder se labra ya el futuro que merece: el del criminal. Él, el poder, piensa que la impunidad que goza es para siempre, que no habrá ni juez ni juicio que lo llame a cuentas y sancione actos y omisiones. Conforme con sacrificar cada tanto a los pequeños aprendices de brujo que salpican de sangre y corrupción las gubernaturas estatales, el gran brujo, el poder, absuelve el pasado que lo hace posible y se hace cómplice del asesinato sobre el que construye su endeble imperio.
La sociedad mexicana empieza a manifestar su disposición a poner límites; el «hasta aquí» que la nación exige y demanda no habrá de demorar mucho. Esta colectivización de la dignidad pasará por la realización de la autonomía que la sociedad civil empieza ya a ejercer, primero como opción de sobrevivencia y después como posibilidad de ruta. La libertad, la justicia y la democracia ejercidas como derechos y no como limosnas, como conquistas y no como concesiones, como realidades y no como sueños.
Los zapatistas sabemos que el régimen actual tiene la incapacidad que la complicidad con el anterior le impone. Incapaz de hacer avanzar un proyecto de nación, por la sencilla razón de que no lo tiene, el gobierno juega a que puede rehacer el ayer y a que puede evitar el mañana repartiendo incertidumbre a toda la escala social, al pobre y al rico, al letrado y al ignorante, al conformista y al inquieto, al vivo y al muerto.
Uno de los temas de esta mesa es el de Democracia y Soberanía Nacional y hoy, 18 de marzo de 1996, en el aniversario de un acto de soberanía nacional, nos enteramos con sorpresa y amargura que uno más de los elementos de la República cede su independencia y soberanía. Desde un navío de guerra, el extranjero anuncia la conquista y subordinación de una fuerza armada nacional. Las armas mexicanas servirán ahora bajo el mando de oficiales extranjeros. Sin disparar ni un solo tiro, a fuerza de dinero y amenazas, el gobierno estadounidense reduce al ejército federal mexicano a la categoría de policía estatal de un nuevo adorno de bandera de las barras y las turbias estrellas.
El EZLN ha sido y es un estorbo en el proyecto de venta en dólares de la nación mexicana. Los vendedores que se disfrazan de gobierno nos vuelven a ofertar guerra en lugar de paz, muerte en lugar de vida, humillación en lugar de dignidad, olvido en lugar de memoria.
Por la paz, por la vida, por la dignidad, por la memoria, el EZLN levanta de nuevo su propuesta de inclusión y tolerancia, repite su «para todos todo, nada para nosotros», ratifica su lucha por la palabra y reafirma su confianza en que no está solo en la aspiración a una patria nueva. Por la legitimidad que da la democracia, por la soberanía que da la justicia, por la independencia que da la libertad, el EZLN llama al pueblo de México, ya no sólo a detener la guerra que nos preparan, la muerte que nos acecha, el dolor que nos prometen, sino a construir ya la paz que necesitamos, la vida que merecemos, el alivio que esperamos…
¡Democracia!
¡Libertad!
¡Justicia!
Desde las montañas del Sureste mexicano
por el GGRI-CG del EZLN
Subcomandante Insurgente Marcos
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