Palabras del subcomandante Marcos en la Plenaria del Foro Nacional Indígena San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, México.
7 de enero de 1996
Hermanos Indígenas que participan en este Foro Nacional Indígena:
Por mi voz habla la voz del Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
Queremos, primeramente, dar las gracias a los señores legisladores de la Comisión de Concordia y Pacificación y a los integrantes de la Comisión Nacional de Intermediación, que preside don Samuel Ruiz García, por los esfuerzos que realizaron para hacer posible nuestra presencia en este foro. Queremos hacerles público reconocimiento por sus gestiones ante el supremo gobierno para obtener las garantías y facilidades que hicieron posible nuestro viaje desde la selva y nuestro estar con ustedes.
Tanto la Cocopa como la Conai demostraron nuevamente, apenas unos días antes del hoy que nos reúne, su voluntad y empeño por una paz justa y digna, y por lograr que la vía del diálogo siga siendo la única posible para resolver la guerra iniciada hace más de dos años.
Quiero agradecer también a mis compañeros jefes, a los comandantes del CCRI-CG del EZLN, la oportunidad que me dieron para asistir a esta importante reunión. Sus indicaciones y orientaciones han demostrado, desde hace varios años, tener la sabiduría y la mesura de nuestros más antiguos hermanos.
Pero quiero agradecer especialmente a todos los hermanos indígenas que, de diferentes partes de México y el mundo, han hecho sacrificios y pasados sufrimientos y privaciones para estar aquí presentes para hablar y escuchar los caminos del lugar que merecen los habitantes originales de estas tierras. Es para nosotros un gran honor. El mejor premio a la sangre de nuestros hermanos caídos en combate y a los sufrimientos y carencias de nuestros hermanos en las comunidades indígenas zapatistas, es el haber tenido la oportunidad de hablar y escucharlos a ustedes y a nosotros. Reciban nuestro saludo militar y acéptennos ya como sus hermanos más pequeños, sus aprendedores, sus seguidores, sus compañeros.
Para corresponder a esta alegría, les pido que me dejen contarles una historia que escuché hace 10 años de boca de uno como ustedes, un gran sabedor de piel morena y sangre indígena.
LA HISTORIA DEL ARCOIRIS
Estaba ya la tarde por dejar de serlo. Había ese gris brillante que anuncia también la madrugada. El Viejo Antonio terminó de acomodar dos costales de café pergamino y se fue a sentar a mi lado. Yo esperaba la llegada de un enlace que me ayudaría a cruzar por un poblado en el que no había compañeros. El cruce debía de ser de noche. Amanecía enero y amanecía 1986. Tiempos de esconderse todavía, de ocultarnos de aquellos de los que seríamos parte luego. Yo miraba hacia occidente y, emboscado detrás del humo de la pipa, trataba de soñar una mañana diferente.
El Viejo Antonio se quedó silencio y apenas si hizo el ruido necesario para forjarse con doblador uno de esos cigarrillos que anunciaban humo e historias. Pero el Viejo Antonio no habló. Quedó mirando adonde yo miraba y esperó, paciente, a que yo hablara:¿Hasta cuándo estaremos escondiéndonos de nuestra gente? dije mientras la última bocanada de humo se escapaba por la cazuela de la pipa.
El Viejo Antonio carraspeó y se decidió por fin a encender el cigarro y la palabra. Despacito, como quien se alivia la esperanza, el Viejo Antonio realumbró la tarde con…
LA HISTORIA DE LOS 7 ARCOIRIS
«Muy en el principio de los mundos que luego caminaron nuestros más grandes abuelos, los más grandes dioses, los que nacieron el mundo, los primeros, se bajaron a platicar con los hombres y mujeres de maíz. Era una tarde como ésta, de frío, lluvia y sol que parpadea. Se sentaron los más primeros dioses a platicar con los hombres y mujeres de maíz para hacer los acuerdos de los caminos que debían caminarse los hombres y mujeres verdaderos. Porque estos dioses, que eran los más primeros, los que nacieron el mundo, no eran mandones como los dioses que fueron llegando luego. No eran mandones los primeros dioses, buscaban el buen acuerdo entre ellos y con los hombres y mujeres de maíz. Buscaban siempre llegar al buen camino juntos, con buen acuerdo y buena palabra. Y entonces estaban esta tarde, que era de las primeras del mundo más primero, platicando los dioses más grandes con los hombres y mujeres de maíz, con sus iguales.
Acuerdo hacían de buscar los acuerdos buenos con otros hombres y mujeres, con otras lenguas y con otros pensamientos. Tenían que caminar los hombres y mujeres de maíz hasta muy lejos adentro de su corazón para buscar las palabras que otros hombres y mujeres, que otros colores, que otros corazones entendieran.
Y entonces sacaron acuerdo de los trabajos que debían hacer los hombres y mujeres de maíz para hacer un mundo bueno. Y entonces sacaron el acuerdo de que siete eran los trabajos más primeros, los más importantes para hacernos nuevos. Y hablaban los 7 primeros dioses, los que nacieron el mundo, diciendo que 7 eran los trabajos que debían cumplirse para que el mundo fuera bueno y nos hiciera nuevos. Decían los más grandes dioses que 7 debían de ser porque 7 eran los aires o los cielos que techo le ponían al mundo y así decían los dioses primeros que estos eran los siete cielos; el séptimo aire el de NOHOCHAACYUM, el gran padre Chaac. En el aire sexto los CHAACOB o dioses de la lluvia. En el quinto los KUILOB KAAXOB, los señores del yermo. En el cuarto aire los guardianes de los animales. En el aire tercero los malos espíritus. En el segundo los dioses del viento. En el primero, inmediatamente por encima de la tierra, los BALAMOB que guardan las cruces del pueblo y de las milpas. En las profundidades estaba KISIN, el dios del temblor y el miedo, el diablo.
Y también decían los primeros dioses que 7 eran los colores y 7 su número en que se contaban. Y la historia de los colores ya te la conté en otro día y la de los 7 trabajos te la cuento después si es que hay tiempo y modo que la escuches y que yo te la hable apura el Viejo Antonio al mismo tiempo que se agota el último resplandor en su cigarro.
Después viene el silencio en el que el Viejo Antonio reforja humo y sueños. Un diminuto relámpago en el cerillo de su mano y se sigue el fuego:
«Y entonces los hombres y mujeres de maíz se estuvieron de acuerdo en cumplir con los 7 trabajos para que el mundo fuera bueno y miraron al lugar donde el sol y la luna se turnan su duermevela y preguntaron a los dioses primeros que cuánto debían caminar para cumplir esos 7 trabajos que sirven para hacer el mundo nuevo y entonces los dioses primeros dijeron que 7 veces 7 se caminaran el 7 porque así había salido el número que recuerda que no todos pueden ser pares y que siempre puede haber lugar para el otro. Y entonces los hombres y mujeres del maíz dijeron bueno y volvieron a mirar hacia la montaña que cajita era para guardar los pechos de la madre tierra por turnos, uno de día, de noche la otra. Y mirando los hombres y mujeres de maíz se preguntaron que cómo saben cuántas veces es 7 veces 7 caminar el número 7 y los dioses primeros dijeron que no lo sabían tampoco porque eran dioses primeros pero no todo lo sabían y tenían todavía que estudiarse mucho y por eso no se iban luego sino que se quedaban con los hombres y mujeres de maíz para aprenderse juntos lo nuevo. Y entonces se hicieron una reunión entre los dioses primeros y los hombres y mujeres de maíz y se pusieron a pensar juntos para juntos encontrar el buen camino que nuevo hiciera el mundo.
Y en eso estaban, o sea que pensándose, o esa que sabiéndose, o sea que hablándose, o sea que aprendiéndose, o sea que estándose cuando la lluvia se colgó en la mera mitad de la tarde sin caerse ni levantarse, nomás estando ahí y los hombres y mujeres de maíz se quedaron mirando y también los primeros dioses y ahí nomás que se empieza a pintar un puente de luz y nubes y colores y de la montaña venía el puente y al valle iba al puente y luego clarito se veía que el puente de colores, nubes y luz no iba a ninguna parte ni se venía de ningún lado sino que nomás se estaba ahí, encima de la lluvia y el mundo. Y tenía el puente de luz, colores y nubes 7 colores como franjas y entonces los dioses primeros y los hombres y mujeres de maíz se miraron otra vez y se volvieron a mirar el puente que no iba ni venía sino nomás se estaba y entonces se entendieron que el puente de colores, nubes y luz no va ni viene sino que sirve para ir o para venir y entonces se pusieron muy alegres los todos que se estaban pensándose y aprendiéndose y supieron que eso era lo bueno, ser puente para que vayan y vengan los mundos buenos, los nuevos que nos hacemos. Y rápido sacaron los musiqueros sus instrumentos y rápido se sacaron los pies los dioses primeros y los hombres y mujeres verdaderos y a bailar se pusieron porque ya estaban un poco pensándose y sabiéndose y hablándose y aprendiéndose. Y ya que se acabaron de bailarse, se reunieron otra vez y encontraron que 7 veces 7 era que 7 arcoiris de 7 colores tenían que hacerse caminando para que pudieron cumplirse los 7 trabajos principales. Y entonces ya se supieron también que terminados los 7 se seguían otros 7 porque los puentes de nubes, colores y luz no van ni viene, no tienen principio y final, no empiezan ni acaban, sino que se la pasan siempre cruzando de un lado a otro. Y así quedó el acuerdo que sacaron los dioses primeros y los hombres y mujeres verdaderos. Por eso, desde esa tarde de alegría y saber, los hombres y mujeres de maíz, los verdaderos, se pasan la vida haciendo puentes, y en la muerte también se hacen puentes. Puentes siempre de colores de nubes y de luz, puentes siempre para ir de uno a otro lado, para hacer los trabajos que nacen al mundo nuevo, al que buenos nos hace 7 veces 7 se caminan el 7 los hombres y mujeres de maíz, los verdaderos. Haciendo puentes se viven, haciéndose puentes se mueren…»Se calla el Viejo Antonio. Yo me le quedo mirando y estoy a punto de preguntarle que qué tiene que ver eso con mi pregunta de hasta cuándo nos vamos a estar escondiendo, cuando una luz le renueva la mirada y sonriendo me señala hacia la montaña, a occidente. Yo me giro y veo un arcoiris que no va ni viene, que se está ahí nomás, puenteando mundos, puenteando sueños…
Hoy, en el séptimo día del amanecer del año, hasta 6 arcoiris fueron apareciendo en el camino. Contradiciendo la angustia en el pecho y la resaca la asfixia del desvelo anterior, un puente curvo de luz, de nubes y de colores 6 veces recordó al Viejo Antonio y su historia de los 7 arcoiris. Pasé el camino esperando la aparición del séptimo y el frío coleto me trajo otros recuerdos de unas madrugadas de hace 2 años cuando con bombas y soldados se pretendía apagar el Ya Basta! moreno que amaneció el mundo. Hace dos años, en estos mismos suelos, la dignidad indígena despertó y nos despertó. No fue poco el dolor ni pequeña la muerte. Pero ésa es otra historia y yo nomás quería decirles que aquí nomás se estaba el séptimo arcoiris, en esta reunión o foro en el que estamos pensándonos, hablándonos, aprendiéndonos, sabiéndonos. Y yo quería decirles que éste, el suyo y el nuestro, es el séptimo arcoiris, el séptimo puente que tenemos que hacernos para nacernos nuevos mundos. Así que ya nomás nos faltan 7 veces 7 caminar el 7 para decir y decirnos que hemos terminado los 7 trabajos que nacen al mundo bueno, al que nos hace nuevos.
Gracias hermanos. Bienvenido el arcoiris, bienvenido el puente, bienvenido el paso que lo va y lo viene, bienvenida siempre la palabra que camina, la de ustedes, la nuestra, la de los todos que somos nosotros.
Desde las montañas del Sureste Mexicano.
Subcomandante Insurgente Marcos.
México, En el séptimo día de enero de 1996.
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