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Palabra del Ejército Zapatista de Liberación Nacional

Sep131995

Carta al pueblo de Estados Unidos

13 de septiembre de 1995 (20 años antes…)

El gobierno de Estados Unidos se ha equivocado, no pocas veces, en su política exterior. Cuando esto ha ocurrido, se debe a que se equivoca de hombre al que hay que apoyar. Ejemplos sobran en la historia.

En la primera mitad de esta década, el gobierno estadounidense se equivocó al apoyar a Carlos Salinas de Gortari. Se equivocó al firmar un NAFTA que no tuvo el apoyo mayoritario del pueblo norteamericano y que significó una orden de ejecución sumaria en contra de los indígenas mexicanos.

En el amanecer de 1994, nosotros nos alzamos en armas. Nos alzamos no por el poder, no por mandato extranjero. Nos alzamos para decir «aquí estamos».

El gobierno mexicano, nuestro gobierno, nos había olvidado y estaba dispuesto a un genocidio sin balas ni bombas, estaba dispuesto a aniquilarnos con la muerte callada de la enfermedad, de la miseria, del olvido. El gobierno norteamericano se hizo cómplice del gobierno mexicano en ese genocidio. Con la firma del NAFTA, el gobierno de Estados Unidos de América dio su aval y su beneplácito para el asesinato de millones de mexicanos. ¿Lo sabía el pueblo norteamericano? ¿Sabía que su gobierno firmaba acuerdos de exterminio masivo en México? ¿Sabía el pueblo de Estados Unidos que su gobierno apoyó a un criminal?

Se fue ese hombre. Nosotros nos quedamos. Nuestras demandas no habían sido resueltas y nuestras armas seguían diciendo «aquí estamos» al nuevo gobierno, al pueblo de México, a los pueblos y gobiernos del inundo. Esperamos con paciencia a que el nuevo gobierno nos escuchara y atendiera. Pero dentro de los oscuros círculos del poder norteamericano alguien decidió que la peor amenaza a Estados Unidos de América somos los indígenas alzados del Sureste mexicano. De la oscuridad vino la orden: ¡Acaben con ellos! Pusieron precio a nuestra piel morena, a nuestra cultura, a nuestra palabra, pero sobre todo pusieron precio a nuestra rebeldía. El gobierno norteamericano decidió, una vez más, apoyar a un hombre, a quien continúa la política de mentira de su antecesor, a quien niega la democracia, la libertad y la justicia al pueblo de México. Millones de dólares fueron facilitados a este hombre y a su gobierno. Sin la aprobación del pueblo norteamericano, un préstamo enorme, sin antecedentes en la historia, fue otorgado al gobierno de México. No para mejorar las condiciones de vida del pueblo, no para la democratización de la vida política del país, no para la reactivación económica promoviendo fábricas y proyectos productivos. Este dinero es para la especulación, para la corrupción, para la simulación, para el aniquilamiento de un grupo de rebeldes, indígenas en su inmensa mayoría, mal armados, mal alimentados, mal equipados, pero bien dignos, bien rebeldes y bien humanos.

Tanto dinero para financiar la mentira sólo se puede explicar por el miedo. Pero, ¿a qué le teme el gobierno norteamericano? ¿A la verdad? ¿A que el pueblo norteamericano se dé cuenta de que su dinero sirve para apoyar a la dictadura más antigua del mundo moderno? ¿A que el pueblo norteamericano se dé cuenta de que sus impuestos pagan la persecución y la muerte de los indígenas mexicanos?

¿A qué le teme el pueblo norteamericano? ¿Debe el pueblo norteamericano temer nuestros fusiles de madera, de nuestros pies descalzos, de nuestros cuerpos rotos, de nuestra lengua, nuestra cultura? ¿Debe el pueblo de Estados Unidos de América temer nuestro grito que demanda democracia, libertad y justicia? ¿No son estas tres verdades el fundamento que animó el nacimiento de Estados Unidos de América? ¿No son la democracia, la libertad y la justicia derechos de todo ser humano?

¿Cuántos millones de dólares justifican que se niegue, a cualquier ser humano en cualquier parte del mundo, su derecho de ser libre en el pensamiento que anima palabras y acciones, a dar y recibir lo que con justicia merece, a elegir democráticamente a sus gobernantes y el rumbo colectivo?

¿Debe el pueblo norteamericano temer, en cambio, el dinero, el moderno armamento, la sofisticada tecnología del narcotráfico? ¿Debe el pueblo norteamericano temer la complicidad del narcotráfico y los gobiernos? ¿Debe el pueblo norteamericano temer las consecuencias de una dictadura de partido en México? ¿Debe temer la violencia que suele provocar, irremediablemente, la falta de democracia, de libertad y de justicia?

Hoy, el gobierno norteamericano, el que se preció por décadas de promover la democracia en el mundo, es el principal sostén de una dictadura que, nacida a principios del siglo XX, pretende terminar la centuria con la misma mentira gobernando en contra de la voluntad de los mexicanos.

Tarde o temprano, a pesar del apoyo del gobierno norteamericano, a pesar de los millones y millones de dólares, a pesar de las toneladas de mentiras, la dictadura que ensombrece el cielo mexicano habrá de ser borrada. El pueblo de México encontrará los cauces para lograr la democracia, la libertad y ¡ajusticia que, por derecho histórico, merece.

Americanos:

Grandes y no pocos han sido los ataques de personalidades políticas de Estados Unidos en contra de la nación mexicana. En su análisis señalan la torpeza y corrupción del gobierno mexicano (torpeza y corrupción que han crecido y se sostienen a la sombra del apoyo del gobierno norteamericano) y los identifican con todo el pueblo que se cobija bajo la bandera mexicana. Se equivocan. México no es su gobierno. México es una nación que aspira a ser soberana e independiente, y para serlo debe liberarse de una dictadura y levantar en su suelo la universal bandera de la democracia, la libertad y la justicia.

Fomentando el racismo, el temor y la inseguridad, los grandes personajes de la política en Estados Unidos ofrecen apoyos económicos al gobierno mexicano para que controle por la violencia el descontento en contra de la situación económica. Ofrecen engrosar más aún los absurdos muros con los que pretenden frenar la búsqueda de vida que lleva a millones de mexicanos a intentar cruzar la frontera norte.

El mejor muro en contra de la inmigración masiva a Estados Unidos es un régimen democrático, libre y justo en México. Si los mexicanos encontraran en sus tierras lo que hoy se les niega, no se verían obligados a buscar trabajo en otros países. Apoyando a la dictadura del sistema de partido del Estado en México, cualquiera que sea el hombre y el nombre que tenga, el pueblo norteamericano apoya un futuro incierto y angustioso. Apoyando al pueblo de México en sus aspiraciones por democracia, libertad y justicia, el pueblo norteamericano hace honor a su historia… y a su condición humana.

Hoy, en 1995 y después de veinte años y decenas de miles de muertos y heridos, el gobierno norteamericano reconoce que se equivocó al involucrarse en la guerra de Vietnam. Hoy, en 1995, el gobierno norteamericano ha empezado a involucrarse en la guerra sucia del gobierno mexicano en contra del pueblo zapatista. Apoyo de material de guerra, asesores militares, acciones encubiertas, espionaje electrónico, financiamiento, apoyo diplomático, actividades de la Agencia Central de Inteligencia. Poco a poco, el gobierno norteamericano empieza a meter sus manos en una guerra desigual y condenada al fracaso para quien la lleve adelante: el gobierno mexicano. Hoy, en 1995 y veinte antes del 2015, es posible detenerse y no repetir el error de otros años. No es necesario esperar al año 2015 para que el gobierno norteamericano reconozca entonces que fue un error involucrarse en la guerra contra el pueblo mexicano.

Es hora de que el pueblo de Estados Unidos cumpla con su compromiso histórico respecto a su vecino del sur. Ya no equivocarse respecto al hombre al que hay que apoyar. Apoyar no a un hombre sino a un pueblo, al pueblo de México en su lucha por la democracia, la libertad y la justicia.

La historia apuntará, implacable, de qué lado estuvieron el pueblo y el gobierno norteamericano. Del lado de la dictadura, de un hombre, de la reacción. O del lado de la democracia, de un pueblo, del progreso.

Salud y larga vida al pueblo de Estados Unidos de América.

Desde las montañas del Sureste mexicano

Subcomandante Insurgente Marcos

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