Ejército Zapatista de Liberación Nacional, México, 5 de mayo de 1995.
A la sociedad civil nacional e internacional.
A las organizaciones no gubernamentales.
A la prensa nacional e internacional.
Hermanos: A las sesiones iniciadas del diálogo con el supremo gobierno han asistido los delegados que nombró el Comité Clandestino Revolucionario Indígena-Comandancia General del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Debido a una serie de circunstancias, entre las que destacan las verde-olivo que el supremo gobierno tuvo a bien facilitarnos, me ha sido imposible asistir a estas primeras sesiones. He obtenido la autorización del Comité para haberles a ustedes a través de este medio. De esta forma quiero abusar de su atención y de su paciencia para tocar algunos puntos que han ido quedando en el aire, abandonados por el rápido sucederse de los acontecimientos en la escena nacional.
Para nadie será una novedad el saber que nuestra cabeza tiene precio, que el gobierno no ha renunciado a asesinarnos, pensando que, de esta forma, el EZLN quedaría descabezado y podría ser puesto de rodillas para obtener su rendición. Viendo que era inútil tratar de comprarnos, el gobierno decidió ya el asesinato y sólo espera la ocasión propicia para consumarlo. Pensó que la mentira del 9 de febrero era esa ocasión, pero no fue así. Seguirá buscando una nueva oportunidad. Tiene los recursos para hacerlo. Como esa sentencia se puede cumplir en cualquier momento, aprovecho esta oportunidad para decir lo que ellos quieren callar.
Existen versiones sobre que en el EZLN hay una profunda división respecto al diálogo, que la ausencia del «Sup» se debe a que está castigado, o que los «duros» y los «blandos» de la dirigencia del EZLN no se ponen de acuerdo. Sobre ésta y otras mentiras, quiero decir algunas cosas: Como ya se habrán dado cuenta ustedes (no sé si el gobierno también se percata de ello), el EZLN no es sólo Marcos. En el CCRI-CG tenemos muchos compañeros igual o más capaces que Marcos para explicar nuestra lucha, para dirigir nuestro movimiento y para mandar obedeciendo. Los compañeros comandantes que representan las diferentes etnias en el Comité son grandes compañeros y buenos dirigentes, en sus palabras hablamos todos nosotros y sus decisiones son las nuestras. El CCRI ha nombrado delegados al diálogo con el criterio de la representatividad de las etnias que lo componen y ellos, como yo o como cualquiera de la dirección, se hayan sujetos a la vigilancia del pleno del Comité y de las Bases de Apoyo del EZLN.
Las peculiares circunstancias de enero de 1994 hicieron que la atención se concentrará en la impertinente nariz que se ocultaba, inútilmente, detrás de un pasamontañas negro de lana. La necesidad de un traductor entre la cultura indígena zapatista y la cultura nacional e internacional provocó que la obvia nariz, además de estornudar, hablara y escribiera. Todos ustedes estarán de acuerdo con que lo hizo y en demasía. Habló y habló y, por momentos, pudo parecerles a muchos que el EZLN era sólo esa evidente nariz. Fue este un error que tardamos en ver y que reconocimos en la celebración del 17 de noviembre de 1994. Pero no nos quedamos en reconocer este protagonismo que fue, no pocas veces, contraproducente a la justa causa que nos anima. Durante todos estos meses, los compañeros del Comité se han preparado intensamente para llevar, en su voz, la voz de todos, y para que esta voz sea escuchada y entendida por todos ustedes. Los protagonistas reales serán ahora los protagonistas formales. La nariz pronunciada volverá a estornudar más y a hablar menos pero seguirá siendo indígena y digna como cualquiera de los zapatistas.
Hay un hecho que llamó la atención de muchos en días pasados y que hizo que más de uno, incluyendo a algún obispo chiapaneco y a periodistas, se sintiera obligado a decir tonterías. El hecho al que me refiero es que el EZLN se replegó frente a la ofensiva gubernamental de febrero de 1995, sin combatir. Pueblos enteros y unidades militares se retiraron a las montañas sin resistir con las armas. Valoran estos analistas que fue una señal de la debilidad militar de los zapatistas y aplauden la ocupación de poblados indígenas como medio de forzar un diálogo que ya existía antes del aparatoso despliegue de masa y técnica militar. Dentro del gobierno se piensa igual: es necesario, dicen, el uso de la fuerza para obtener ventajas en la negociación política con los rebeldes. Este es el argumento que trata de justificar lo injustificable: la agresión armada contra los indígenas chiapanecos y la toma de rehenes civiles para imponer una línea de negociación.
El gobierno puede mandar a matar y a morir a sus soldados con el único fin de obtener ventajas en el diálogo y la negociación. Lo puede hacer porque, para el gobierno, sus soldados no son seres humanos, son cosas que se usan con fines políticos, son prescindibles.
El gobierno es el mando del ejército federal mexicano. Este no se manda solo, desde su nacimiento ha sido así. Es un ejército disciplinado. Nosotros, que somos sus rivales, somos los primeros en reconocerlo. Todo lo que ha hecho el ejército federal en Chiapas lo ha hecho cumpliendo órdenes de su mando: el gobierno federal. El gobierno quiere que el desprestigio sea del Ejército federal, quiere ocultar que él, el gobierno, fue el que ordenó todo el operativo. Fue el gobierno el que ordenó la destrucción de Aguascalientes. Fue el gobierno el que ordenó la destrucción y el saqueo en las comunidades. Fue el gobierno el que ordenó las detenciones arbitrarias, las desapariciones, los asesinatos. El gobierno ordenó todo esto para obtener ventajas en el diálogo, porque para el gobierno la vida humana, incluso la de aquellos que le sirven y obedecen, es algo prescindible, algo que se puede «gastar» para ganar ventajas políticas.
El Ejército Zapatista de Liberación Nacional no hizo así. Para nosotros, nuestros soldados son nuestros hermanos, son seres humanos con esperanzas y con sufrimientos que nos obligaron a seguir este camino de guerra que puede llevarnos a la muerte. Para el EZLN lo más valioso es la dignidad y la vida y, paradójicamente, por eso estamos dispuestos a morir.
Nosotros sabíamos que debíamos sentarnos a dialogar para buscar una salida política al conflicto. Sabíamos que debíamos hacerlo no porque confiáramos en el gobierno, no porque le temiéramos, no porque fuéramos débiles. Debíamos hacerlo porque teníamos y tenemos un compromiso con miles de ciudadanos que nos pidieron y piden que intentemos el camino político y no el camino de la guerra. Desde enero de 1994 se nos ha acercado mucha gente. Hemos recibido mucha ayuda, más de la que esperábamos o soñábamos siquiera. Pero siempre ha sido ayuda para la paz. Nadie desde enero de 1994 se nos acercó nunca para ofrecernos ayuda para hacer la guerra. Nadie se nos acercó para ofrecernos armas, balas, explosivos o entrenamiento militar. Todos los que se nos acercaron lo hicieron para ofrecernos ayuda para la paz, para una paz que no fuera como la de antes, para una paz nueva, como dice nuestro comandante David.
Desde enero de 1994 no recibimos ni armas, ni balas, ni nada que sirviera para hacer la guerra. Desde enero de 1994 lo único que recibimos fueron voces y ayuda para seguir el camino de una paz justa y digna.
Nosotros no podíamos estar sordos a esa ayuda. Nosotros no podíamos dejar de ver y oír a este movimiento que no nos pedía seguir la guerra, sino que nos aconsejaba y se ofrecía a ayudarnos y acompañarnos en el camino de una paz nueva. Nosotros hicimos un compromiso con toda esta gente. Y cuando los zapatistas hacen un compromiso, hacen todo lo posible, incluso morir, para cumplirlo. Tal como murieron nuestros hombres, mujeres y niños en el cerco primero, en el repliegue de febrero después, y en los más de 80 días de éxodo de pueblos que se niegan a la rendición. El gobierno puede hacer compromisos y no cumplirlos, puede hacer promesas y luego olvidarlas. Pero los zapatistas no. Por eso nosotros sabíamos que debíamos dialogar.
Pero no podíamos gastar la sangre de nuestros compañeros sólo para obtener ventajas tácticas o estratégicas en el diálogo. Por eso, desde enero de 1994, el EZLN no ha hecho la guerra en contra de las fuerzas gubernamentales. Hemos disparado, eso sí (y es lo que le duele al gobierno), miles de palabras diciendo nuestra verdad. Nuestra verdad que, nosotros somos los primeros en reconocerlo, no es la verdad de todos. Las palabras no matan, pero pueden ser más letales que las bombas. A la palabra, y no a las armas de los zapatistas, es a lo que le teme el gobierno.
Por esta razón nos replegamos sin combatir en febrero. Preferimos sentarnos a dialogar con todas las condiciones militares en contra, a tener que hacerlo con ventajas militares pero con la sangre, derramada inútilmente, de nuestros hermanos manchando nuestras palabras. El gobierno sí puede sentarse con la sangre de sus soldados en la conciencia, porque para el gobierno esa sangre no pesa porque no tiene valor.
De todas maneras, las «partes» (como el gobierno se llama a sí mismo y a los zapatistas) volvieron a sentarse a dialogar como ya lo habían hecho en enero de 1995. Las diferencias, sin embargo, no son pocas. Existe ahora una desconfianza que será difícil de extirpar. Existe, también, una cosa clara: el gobierno está dispuesto a destruir bibliotecas y hospitales rurales para obligar a un diálogo en las condiciones que imponga. A diferencia de febrero de 1994 y enero de 1995, ahora el diálogo se da en un clima de tensión y angustia. Las esperanzas de que tenga éxito no superan todavía a los temores de que fracase. Sin embargo, para todos es claro que si fue posible volver a la mesa del diálogo fue por la voluntad de los zapatistas y a pesar de los intentos, en sentido contrario, del gobierno.
Hace más de un año, en febrero de 1994, nosotros llegamos a San Cristóbal de las Casas con un pliego de exigencias. Destacaban dos, de entre esas 36 demandas. La una era la renuncia del entonces usurpador del Ejecutivo Federal, Carlos Salinas de Gortari. La otra era una reforma política profunda que garantizara la libertad y la democracia para todos los mexicanos. Ambas demandas fueron calificadas, por las grandes cabezas pensantes del salinismo, como «el delirio del neozapatismo». Nos señalaron que, aunque tenía deficiencias en el sistema político, el régimen de Salinas de Gortari representaba asombrosos avances económicos. Nosotros respondimos entonces que el país vivía en una mentira, que no podía haber bonanza económica sin libertades políticas. Nuestra voz se perdió en la euforia futbolera primero, y en las esperanzas electorales después. Fuimos entonces el pequeño ejército de locos que, armados de fusiles de madera, pretendíamos derrocar a un «triunfador», a un modelo del «México moderno». Con machetes y palos, cercados militarmente, los indígenas del sureste mexicano se empeñaban en su delirio: la democracia, la libertad y la justicia para todos.
Nosotros no disparamos. Nosotros esperamos. La paciencia es virtud del guerrero. Antes de que pasara un año de que nuestra pequeña y loca voz pidiera, en San Cristóbal de las Casas, la renuncia de Carlos Salinas de Gortari, el país entero se despertaba del embrutecedor sueño de la bonanza económica. Devuelto de un sueño que para nosotros siempre fue pesadilla, el pueblo mexicano se descubría a sí mismo en peores condiciones económicas que cuando el «neoliberalismo», esa doctrina caótica de la improvisación, nos tomó del cuello para conducirnos, a rastras, al primer mundo. Millones de mexicanos pidieron, y piden, castigo para quien los engañó estos años pasados.
El llamado «delirio del neozapatismo» es ahora compartido por millones de nacionales.
Hoy estamos demandando un diálogo con temas nacionales. Estamos demandando un gran diálogo nacional donde se discuta y acuerde un nuevo pacto social y político. A muchos les parece un nuevo ejemplo de la propensión neozapatista al delirio. Es un despropósito, dicen, que una fuerza militar mínima y arrinconada en las montañas pretenda un debate sobre los grandes problemas nacionales. Este diálogo nacional podrá o no darse. Pero su necesidad, y su urgencia, es algo real. Más temprano que tarde se verá que este nuevo «delirio» de los zapatistas era, y es, una necesidad impostergable.
Este es un diálogo que no es equitativo, no es un diálogo entre iguales. Pero en este diálogo el EZLN no es la parte débil, es la parte fuerte. De nuestro lado están la autoridad moral y la razón histórica. Del lado del gobierno sólo están la fuerza militar y las mentiras que difunden algunos medios de comunicación. Y la fuerza y la mentira nunca, nunca serán más fuertes que la razón. Podrán imponerse por días, meses o años, pero la historia terminará por poner a cada uno en su sitio. Por eso nosotros entendemos que el gobierno es el débil en este diálogo; por eso nuestros delegados van con una actitud comprensiva y conciliadora. Por eso hemos hecho todo lo posible porque el diálogo siga su desarrollo, a pesar de los esfuerzos gubernamentales por hacerlo fracasar.
Nuestras demandas, y no nuestra forma de lucha, ganan día con día miles de adeptos. la guerra se puede alejar o desaparecer definitivamente del horizonte histórico de nuestra patria, pero no la lucha por la democracia, la libertad y la justicia. En guerra o en paz, los zapatistas seguiremos luchando porque estas tres palabras se hagan realidad y ellas, y no la desesperanza y la miseria, sean patrimonio de todos los mexicanos. Por eso no tenemos ningún problema en sentarnos a hablar de paz, porque paz no quiere decir renuncia o rendición. Cualquiera que sea el resultado de este nuevo proceso de diálogo y negociación, sea que se llegue con éxito a una paz justa y digna, o que fracase volviendo a abrir la puerta de la guerra, los zapatistas seguiremos luchando.
Alguna vez alguien dijo, refiriéndose al EZLN, que no era posible estar sin paz y sin guerra, que había que definirse. En realidad esa no es la disyuntiva de este país. Esa mentira ya la usó Ernesto Zedillo Ponce de León en su campaña electoral y ahora los votantes pagan el haberla creído. La verdad es que, hasta ahora, el sistema de partido de Estado ha mantenido a México sin democracia y sin dictadura. Ya no es posible mantener este equilibrio inestable, hay que definirse: dictadura o democracia. El mal gobierno hace todo lo posible por mantener un sistema que ya no da de sí, el querer mantenerse sin cambio nos va llevando a la ingobernabilidad y al fascismo. Nosotros, y no me refiero sólo a los zapatistas, luchamos por la democratización del país. Los defensores del sistema de partido de Estado y nosotros pasaremos a la historia: los del PRI por haber hecho todo lo posible por llevar a este país al fascismo, nosotros por haberlo empujado a la democracia, la libertad y la justicia. No sé cuál sea el resultado inmediato, pero si cuál será el final: el triunfo de la democracia.
La paz que quiere el gobierno y la paz por la cual luchamos nosotros no es la misma. La del gobierno es un engaño, un eterno posponer el cambio y el mejoramiento, la nuestra es una apuesta por una nueva vida. El supremo gobierno está dispuesto a matar por conseguir la paz que quiere. Nosotros estamos dispuestos a morir por la paz nueva, para todos los nuestros. ¿Ven ustedes por qué no estamos hablando de lo mismo? Cuando ellos dicen «Paz», dicen «muerte»; cuando nosotros decimos «PAZ» decimos «vida»… Por eso el diálogo es lento, nosotros debemos hacer entender al gobierno qué PAZ es la que queremos.
El gobierno negocia como terrorista. Ha tomado de rehenes a miles de indígenas en Chiapas y a un puñado de civiles inocentes en la ciudad. Con la pistola en la sien de todas estas personas, el gobierno quiere hablar y negociar. Nosotros sabemos que estamos tratando con terroristas y que debemos ser prudentes. Debemos hacer entender al gobierno que debe cambiar para el beneficio de todos. El gobierno responde a nuestra posición conciliadora y prudente con actitudes burlonas, racistas y autoritarias. Buscan provocarnos pensando que habrá vencedor y vencido en una guerra que, ellos no lo entienden, no se gana con tiros.
No serán pocos los obstáculos que habrá de sortear este proceso de paz para llegar a su meta. Pero, lo repetimos ahora y frente a ustedes, esos obstáculos no vendrán del Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
Vale, Salud y buena letra en esto de escribir y hacer la historia.
Desde las montañas del Sureste Mexicano
Subcomandante Insurgente Marcos
México, Mayo de 1995.
P.D. QUE ACUSA RECIBO DE LA AMENAZA. Nos mandó decir el supremo gobierno que NO QUIERE ningún tipo de movilización en el próximo encuentro de San Andrés. «Ni organizada ni inorganizada», dice el gobierno que, como se ve, tiene serios problemas con el español. Además amenaza con movilizar a los «desplazados» para apoyar a la delegación gubernamental. Piensan que la ganadera de Ocosingo es lo mismo que Los Altos de Chiapas. Se van a llevar una sorpresa… También nos mandaron decir que el EZLN ya perdió toda su capacidad de convocatoria y que a nadie le importa ya lo que pase con los zapatistas y el diálogo. «El gobierno tiene la iniciativa y ya no la va a soltar» nos mandan decir. ¿No es para ponerse a temblar?
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